“Un albañil quería…Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento.”
Miguel Hernández (1910-1942), poeta español.
Bienvenidas y bienvenidos a la sexta clase del
curso.
Después de un largo paréntesis, motivado por el
cierre de las cursadas en la universidad, retomo la redacción de las clases.
Por ahora vamos a dedicarnos a avanzar en la cursada (siempre teniendo en
cuenta las circunstancias excepcionales en las que transcurre el curso), no se
preocupen por evaluaciones o trabajos prácticos.
Estoy a su disposición para dudas, consultas,
sugerencias o quejas. No duden en escribirme. En la medida de lo posible iré
incorporando las respuestas a esas consultas al final de cada clase.
Vayamos directamente a nuestra clase.
En las clases anteriores esbozamos
los rasgos generales del modelo reproductivista
en Sociología de la Educación. Para
ello nos servimos de la obra del sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917).
Según la perspectiva durkheimiana, la función primordial de la educación
consiste en reproducir las condiciones sociales existentes. Por un lado,
reproduce en la joven generación los saberes, habilidades y disposiciones necesarios
para mantener la producción de mercancías; por otro, inculca en dicha
generación las normas y representaciones sociales requeridas para la
perpetuación del orden existente.
Pero todavía no conocemos los medios
concretos utilizados por la educación (más preciso, por el sistema educativo)
para cumplir los objetivos que acabamos de mencionar. En este punto viene en
nuestro auxilio el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), probablemente
un viejo conocido de ustedes. Vamos a revisar algunos pasajes de su obra Vigilar y castigar (1975). [1]
Para llevar a cabo nuestra tarea
analizaremos la tercera sección del segundo libro de VyC. Dicha sección ocupa
un lugar fundamental en la obra, porque Foucault desarrolla en ella los
lineamientos fundamentales de su concepción del poder en la
sociedad capitalista. El análisis del panoptismo le sirve para
describir el pasaje del poder soberano (centrado en la figura
del rey y propio del feudalismo) al poder disciplinario (cuyo
objetivo es la obtener de los cuerpos el mayor rendimiento posible).
Como es sabido, el estudio de la
transición del feudalismo al capitalismo ocupó un lugar central tanto en la sociología
como en el marxismo. Foucault aborda la cuestión concentrándose en el
surgimiento de la sociedad disciplinaria. Foucault concibe a la
disciplina no como una institución o un aparato, sino como el “procedimiento
técnico unitario por el cual la fuerza del cuerpo está, con el menor gasto,
reducida como fuerza «política», y maximizada como fuerza útil.” (p. 224).
La conformación de una sociedad
disciplinaria requería concebir al individuo como una fuente de riqueza.
Economistas como Adam Smith (1723-1790) comprendieron la naturaleza del proceso
al sostener que la riqueza tenía origen en el trabajo de las personas y no en
las cosas en sí. La nueva sociedad estaba basada en el proceso de trabajo
capitalista, entendido como la producción de riqueza a partir de la explotación
de la fuerza de trabajo. De ahí la centralidad de disciplinar a los individuos
(utilizamos aquí la palabra “disciplinar” en el sentido que Foucault da a la
noción de “disciplina”).
Foucault explica los mecanismos
disciplinarios a partir de la descripción del conjunto de medidas que adoptaba
la ciudad para hacer frente a la peste. [2] Los mecanismos son tres:
a) una estricta división espacial, que recorta el espacio de la ciudad y pega a
cada uno en su puesto. Si alguien se mueve de ese lugar, es ejecutado; b) la
inspección continua, llevada a cabo por un cuerpo de milicia que controla cada
una de las casas de la ciudad; c) la vigilancia se apoya en un sistema de
registro (escrito) permanente.
Foucault describe así el modelo:
“Este espacio cerrado, recortado, vigilado, en todos sus puntos, en el
que los individuos están insertos en un lugar fijo, en el que los menores
movimientos se hallan controlados, en el que todos los acontecimientos están
registrados, en el que un trabajo ininterrumpido de escritura une el centro y
la periferia, en el que el poder se ejerce por entero de acuerdo con una figura
jerárquica continua, en el que cada individuo está constantemente localizado,
examinado y distribuido entre los vivos, los enfermos y los muertos – todo esto
constituye un modelo compacto del dispositivo disciplinario.” (p. 201).
La peste es el desorden en la ciudad;
la disciplina la enfrenta imponiendo el orden mediante el análisis y la
vigilancia continua. La peste mezcla; la disciplina separa a los sanos de los
infectados.
Las medidas disciplinarias adoptadas
para enfrentar la peste representan un salto cualitativo respecto al “gran
encierro” practicado frente a la lepra. Foucault compara ambas políticas: la
lepra suscitó la división masiva y binaria entre unos (los sanos) y otros (los
enfermos); la peste, en cambio, promovió “esquemas disciplinarios”: “apela a
separaciones múltiples, a distribuciones individualizantes a una organización
en profundidad de las vigilancias y de los controles, a una intensificación y a
una ramificación del poder.” (p. 202).
La lepra y la peste son enfrentadas
con políticas que conciben de manera diferente a la sociedad. La lepra
representa el ideal de la comunidad pura, que excluye a los “impuros”. La peste
es el ejemplo del “buen encauzamiento de la conducta”. (p. 202). Con esta
última entramos al terreno propiamente capitalista.
Foucault concluye la comparación señalando
que las técnicas para hacer frente a la lepra y la peste no eran incompatibles;
el siglo XIX las aproximó, aplicando “al espacio de exclusión cuyo habitante
simbólico era el leproso (y los mendigos, los vagabundos, los locos, los
violentos, formaban su población real) la técnica de poder propia del
reticulado disciplinario.” (p. 202).
El asilo psiquiátrico, la
penitenciaría, el correccional, el establecimiento de educación vigilada, los
hospitales, en definitiva, todas las instancias de control individual,
“funcionan de doble modo: el de la división binaria y la marcación
(loco-no loco; peligroso-inofensivo; normal-anormal); y el de la asignación
coercitiva, de la distribución diferencial (quién es; dónde debe estar; por qué
caracterizarlo, cómo reconocerlo; cómo ejercer sobre él, de manera individual,
una vigilancia constante, etc.).” (p. 203).
Ahora bien, la peste es un modelo
experimental, en el sentido de que sólo se aplica en situaciones excepcionales;
es una especie de laboratorio en el que se ponen en práctica los esquemas
disciplinarios. Puede decirse que fue la primera etapa del programa
disciplinario. La etapa siguiente consistió en la extensión de la excepción (la
peste) a lo cotidiano. El Panóptico cumplió esa función.
Jeremy Bentham (1748-1832),
el filósofo inglés creador de la corriente filosófica conocida como utilitarismo,
ideó el Panóptico con el objetivo de reemplazar al viejo modelo de prisión
imperante a finales del siglo XVIII. [3] Foucault sostiene que el Panóptico no
se limita al caso específico de la prisión; “por el contrario, debe ser
comprendido como un modelo generalizable de funcionamiento; una manera de
definir las relaciones de poder con la vida cotidiana de los seres humanos.”
(p. 208). En otras palabras, “es de hecho una figura de tecnología política que
se puede y que se debe desprender de todo uso específico.” (209).
Foucault concibe al panóptico como el
modelo de las nuevas tecnologías disciplinarias. Es una herramienta para
“perfeccionar el ejercicio del poder”. El Panóptico contribuye a ese
perfeccionamiento de varias maneras: a) reduce el número de los que ejercen el
poder, a la vez que multiplica el número de aquellos sobre quienes se ejerce;
b) permite intervenir a cada instante, anticipándose a los acontecimientos; c)
su fuerza “estriba en no intervenir jamás, en ejercerse espontáneamente y sin
ruido, en constituir un mecanismo cuyos efectos se encadenan los unos a los
otros” (p. 209); d) por medio de la arquitectura y la geometría, actúa
directamente sobre los individuos.
¿Cómo logra el Panóptico esa
perfección del poder? Invirtiendo el principio del calabozo. Mientras las
funciones de éste son encerrar, privar de luz y ocultar, el Panóptico se limita
a encerrar, suprimiendo las otras dos: “La plena luz y la mirada de un vigilante
captan mejor que la sombra. La visibilidad es una trampa.” (p. 204). De este
modo, un vigilante situado en la torre central, rodeada por el anillo donde se
ubican las celdas de los prisioneros, puede vigilar a una multitud de personas.
Los presos se saben vigilados; el guardián nunca es visto. La vigilancia (el
poder) se convierte en una presencia omnipresente.
La estructura del Panóptica tiene
consecuencias importantes sobre el Poder:
“El Panóptico es una máquina de disociar la pareja ver-ser visto: en el
anillo periférico, se es totalmente visto, sin ver jamás; en la torre central,
se ve todo, sin ser jamás visto. Dispositivo importante, ya que automatiza y
desindividualiza el poder. Éste tiene su principio menos en una persona que en
cierta distribución concertada de los cuerpos, de las superficies, de las
miradas; en un equipo cuyos mecanismos internos producen la relación en la cual
están insertos los individuos.” (p. 205).
La contribución del Panóptico al arte
de la política consiste, en palabras de Foucault en:
“En suma, hace de modo que el ejercicio del poder no se agregue del
exterior, como una coacción rígida o como un peso, sobre las funciones en las
que influye, sino que esté en ellas lo bastante sutilmente presente para
aumentar su eficacia aumentando él mismo sus propias presas. El dispositivo
panóptico (…) es una manera de hacer funcionar unas relaciones de poder en una
función, y una función por esas relaciones de poder.” (p. 210)
El Panóptico es un amplificador del
poder, una manera de hacerlo llegar a todos los rincones de la sociedad. ¿Para
qué? En este punto es imprescindible conectar la institución del Panóptico con
el desarrollo del capitalismo. Cabe recordar que la organización capitalista de
la sociedad requiere una expansión constante de las fuerzas productivas [4] y
que esa expansión está atada al aumento de la explotación de la fuerza de
trabajo por medio de la apropiación de plusvalor absoluto y relativo por los capitalistas.
[5] Como en el capitalismo los trabajadores son libres en términos jurídicos,
esa explotación tiene que realizarse sin recurrir (salvo en casos de rebelión
de los trabajadores) a la violencia física. Marx sostiene que, una vez
desarrollado, el capitalismo ejerce la dominación de manera automática, por medio
de la coerción económica. [6] Esa dominación, sin embargo, no es tan
automática. Requiere de la puesta en práctica de una serie de mecanismos que
garanticen que el sometimiento de los trabajadores se reproduzca
constantemente. En este punto intervienen las instituciones panópticas:
“El Panóptico (…) tiene un poder de amplificación; si acondiciona el
poder, si quiere hacerlo más económico y más eficaz, no es por el poder en sí,
ni por la salvación inmediata de una sociedad amenazada: se trata de
volver más fuertes las fuerzas sociales – aumentar la producción, desarrollar
la economía, difundir la instrucción, elevar el nivel de la moral pública;
hacer crecer y multiplicar.” (p. 211).
Amplificación de la capacidad
productiva de cada individuo a partir de una vigilancia continua, de un control
llevado a todos los lugares de la sociedad.
“¿Qué intensificador de poder podrá ser a la vez un multiplicador de
producción? ¿Cómo al aumentar sus fuerzas, podrá el poder acrecentar las de la
sociedad en lugar de confiscarlas o de frenarlas? [6] La solución del Panóptico
a este problema es que el aumento productivo del poder no puede ser garantizado
más que si de una parte tiene la posibilidad de ejercerse de manera continua en
los basamentos de la sociedad, hasta su partícula más fina, y si, por otra
parte, funciona al margen de esas formas repentinas, violentas, discontinuas,
que están vinculadas al ejercicio de la soberanía.” (p. 211).
La vigilancia continua (aunque ésta
no se haga efectiva en la práctica, porque hay momentos en que el vigilante
puede dormitar o distraerse) reduce al mínimo la necesidad de la coerción por
medio de la violencia física.
“El que está sometido a un campo de visibilidad, y que lo sabe,
reproduce por su cuenta las coacciones del poder; las hace jugar
espontáneamente sobre el mismo; inscribe en sí mismo la relación de poder en la
cual juega simultáneamente los dos papeles; se convierte en el
principio de su propio sometimiento. Por ello, el poder externo puede
aligerar su peso físico; tiende a lo incorpóreo; y cuanto más se acerca a este
límite, más constantes, profundos, adquiridos de una vez para siempre e
incesantemente prolongados serán sus efectos: perpetua victoria que evita todo
enfrentamiento físico y que siempre se juega de antemano.” (p. 206; el
resaltado es mío – AM-).
Foucault considera que el Panóptico sirve
también para construir un saber de los seres humanos, dada que pone bajo
constante observación a las personas. En este sentido, funciona como “una especie
de laboratorio de poder”. En este laboratorio encuentran su origen las
disciplinas sociales modernas.
Si el tratamiento de la peste
representó un salto cualitativo respecto al “gran encierro”, la implementación
de dispositivos panópticos marcó otro salto hacia adelante. Mientras que la
peste fue enfrentada con medidas de excepción que eran dejadas de lado no bien
desaparecía la causa que las había ocasionado, los dispositivos panópticos
vinieron para quedarse.
El poder soberano, cuya encarnación
era el rey y que correspondía a la sociedad feudal, es desplazado por el PD,
cuyo mecanismo modelo es el Panóptico y que se corresponde con el surgimiento
del capitalismo. Es un poder que se ejerce en todos los niveles de la sociedad
y que tiene como uno de sus objetivos primordiales la multiplicación de la
capacidad productiva de los cuerpos de los trabajadores. Los dispositivos
panópticos y disciplinarios, los primeros dedicados a vigilar a los individuos,
los segundos a encauzarlos por la “buena senda” del trabajo capitalista, se
entrelazan y producen una nueva “anatomía política”, cuyo “objeto y fin no son
la relación de soberanía sino las relaciones de fuerza.” (p. 212).
Foucault remarca que el Panóptico es
mucho más que un proyecto específico elaborado por Bentham. Es una nueva manera
de concebir el poder, propio de esa nueva forma de organización social que es el
capitalismo.
“Con estas disciplinas que la época clásica elaborara en lugares
precisos y relativamente cerrados – cuarteles, colegios, grandes talleres – y
cuyo empleo global no se había imaginado sino a la escala limitada y
provisional de una ciudad en estado de peste, Bentham sueña hacer un sistema de
dispositivos siempre y por doquier alerta, que recorrieran la ciudad sin laguna
ni interrupción. La disposición panóptica da la fórmula de esta generalización.
Programa, al nivel de un mecanismo elemental y fácilmente transferible, el
funcionamiento de base de la sociedad toda ella atravesada y penetrada por
mecanismos disciplinarios.” (p. 212).
La lectura de VyC en 2020 agrega un
matiz a lo anterior. Vistas las cosas desde el punto de los recursos técnicos,
hoy en día es factible implementar un control total de la población por medio
de dispositivos informáticos y concretar esa utopía del poder: la vigilancia
permanente sobre todos los individuos. El Panóptico requería de dispositivos de
una materialidad dura, consistentes en los muros y las torres. En la
actualidad, la vigilancia puede realizarse con dispositivos mucho más
inmateriales que los del siglo XIX. Sin embargo, es el propio desarrollo del
capitalismo (no las necesidades de un Poder “abstracto”), el despliegue de su
lógica interna, el que promueve ese reforzamiento constante de la vigilancia.
Foucault sintetiza lo expuesto
afirmando que entre los siglos XVII y XVIII se formó la SD. Este período
formativo se caracterizó por el pasaje de la disciplina-bloqueo,
cuyo ejemplo paradigmático es el conjunto de medidas para enfrentar la peste, a
la disciplina-mecanismo, cuyo emblema es el Panóptico; todo esto,
en el marco de una extensión y multiplicación de las instituciones de
disciplina (hospitales, cuarteles, escuelas, talleres).
Este incremento de las instituciones
disciplinarias es parte de procesos sociales más profundos. Los tres procesos
más importantes son:
1) La inversión funcional de las
disciplinas: en sus orígenes, las disciplinas
tenían por objetivo neutralizar los peligros de las multitudes, de las
concentraciones numerosas; con el advenimiento del capitalismo se pide de las
disciplinas el desempeño de un papel positivo, “haciendo que aumente la
utilidad posible de los individuos.” (p. 213). Este aumento de la utilidad,
cuya finalidad es siempre económica, es la clave para comprender la extensión
de las instituciones disciplinarias.
Foucault ejemplifica lo expuesto en
el párrafo anterior con el caso del taller:
“La disciplina del taller, sin dejar de ser una manera de hacer respetar
los reglamentos y las autoridades, de impedir los robos o la disipación, tiende
a que aumenten las aptitudes, las velocidades, los rendimientos, y por ende las
ganancias; moraliza siempre las conductas pero cada vez más finaliza los
comportamientos y hace que entren los cuerpos en una maquinaria y las fuerzas
en una economía.” (p. 213).
Nada de esto tiene sentido si no se
inserta en el contexto de la explotación capitalista y el “hambre” de plusvalor
que “padece” incesantemente el empresario. Extraer la mayor utilidad posible de
cada individuo, aumentar la explotación (consistente en la producción de
plusvalor y su apropiación por el capitalista): he aquí las claves para
entender el desarrollo de la SD.
“Las disciplinas funcionan cada vez más como unas técnicas que
fabrican individuos útiles. De ahí el hecho de que se liberen de su
posición marginal en los confines de la sociedad, y que se separen de las
formas de la exclusión o de la expiación, del encierro o del retiro. (…) De
ahí también que tiendan a implantarse en los sectores más importantes, más
centrales, más productivos de la sociedad; que vengan a conectarse sobre
algunas de las grandes funciones esenciales: la producción manufacturera, la
transmisión de conocimientos, la difusión de aptitudes y de tacto, el aparato
de guerra. De ahí, en fin, la doble tendencia que vemos desarrollarse a lo
largo del siglo XVIII a multiplicar el número de las instituciones de
disciplina y a disciplinar los aparatos existentes.” (p. 214; el resaltado es
mío – AM-).
En pocas palabras, la expansión de la
SD va de la mano con el desarrollo del capitalismo. Todas las relaciones
sociales deben ser “disciplinadas” en función de la producción de plusvalor.
2)La enjambrazón de los mecanismos
disciplinarios: las instituciones disciplinarias
dejan de ser instituciones cerradas sobre sí mismas y pasan a desarrollar un
enjambre de controles hacia el exterior. Dicho de otro modo, los procedimientos
disciplinarios desarrollados en su interior se transfieren a otros ámbitos de
la sociedad. Por ejemplo, los hospitales pasan a ser puntos de apoyo para la
vigilancia médica de la población externa. También aparecen focos de control
diseminados en toda la sociedad (casos de los grupos religiosos, las
asociaciones de beneficencia, etc.).
3)La nacionalización de los
mecanismos de disciplina: La SD pasó a requerir, una
vez alcanzado cierto nivel de desarrollo, la creación de una institución capaz
de apropiarse de “instrumentos de una vigilancia permanente, exhaustiva,
omnipresente, capaz de hacerlo todo visible, pero a condición de volverse ella
misma invisible.” (p. 217). Esta institución es la policía.
El poder policíaco constituye
una pieza fundamental de la SD: “es un aparato que debe ser coextensivo al
cuerpo social entero y no sólo por los límites extremos que alcanza, sin por la
minucia de los detalles de que se ocupa.” (p. 216). A diferencia de otros
organismos estatales, la policía se ocupa de lo elemental, de lo pasajero, del
rumor. Registra, “a diferencia de los métodos de la escritura judicial o
administrativa, (…) [las] conductas, actitudes, virtualidades, sospechas – una
toma en cuenta permanente del comportamiento de los individuos.” (p. 217).
La generalización del aparato
policiaco en el siglo XVIII marca el triunfo de la SD, la consolidación de
ésta. La policía tiene una función primordialmente disciplinaria, además de sus
funciones de control de las revueltas y auxiliar de la justicia en la
persecución de los criminales. Esta función disciplinaria es
“compleja, ya que une el poder absoluto del monarca a las más pequeñas
instancias de poder diseminadas en la sociedad; ya que, entre estas diferentes
instituciones cerradas de disciplina (talleres, ejércitos, escuelas), extiende
una red intermedia, que actúa allí donde aquéllas no pueden intervenir, disciplinando
los espacios no disciplinarios; pero que cubre, une entre ellos, garantiza con
su fuerza armada: disciplina intersticial y metadisciplina.” (p. 218).
El proceso descripto hasta aquí es el
de la formación de la SD. Consiste “en el movimiento que va de las disciplinas
cerradas, especie de «cuarentena» social, hasta el mecanismo indefinidamente
generalizable del «panoptismo». “ (p. 219).
Foucault utiliza las reflexiones de
Nikolaus Heinrich Julius (1783-1862), médico alemán que promovió las reformas
de las cárceles. Julius sostuvo que la Antigüedad había sido una sociedad del
espectáculo pues en ella se procuraba hacer accesible a una multitud de
personas un número pequeño de objetos. Por ejemplo, el rey estaba expuesto a la
visibilidad de las multitudes. En cambio, la Modernidad se proponía resolver el
problema inverso: lograr que un pequeño número de individuos pudiera observa
instantáneamente a una gran multitud. La solución al problema era el Panóptico.
De este modo, la transición del feudalismo al capitalismo podía concebirse como
el pasaje de la sociedad del espectáculo a la sociedad
de la vigilancia.
La formación de la SD remite a cierto
número de procesos sociales más amplios. Foucault indica el lugar que ocupa la
SD en ese marco más amplio. “De una manera global puede decirse que las
disciplinas son unas técnicas para garantizar la ordenación de las
multiplicidades humanas.” Ahora bien, Foucault señala que este problema se le
presenta a todo “sistema de poder”. Lo específico de las disciplinas [que no es
otra cosa que la solución al problema desarrollada por el capitalismo naciente]
está contenido en tres criterios que guían la táctica de poder de la SD: a)
hacer del ejercicio del poder lo menos costoso posible; b) hacer que los
efectos de ese poder alcancen el máximo de intensidad y que se extiendan lo más
lejos posible [hasta abarcar a toda la sociedad, hasta llegar a todos los rincones
de la sociedad]; c) ligar crecimiento “económico” del poder y rendimiento de
los aparatos en el interior de los cuales se ejerce.
¿A qué coyuntura pretenden dar
respuesta las disciplinas?
a)Por un lado, el gran impulso
demográfico del siglo XVIII, que multiplicó la población flotante (el
nomadismo) y produjo un cambio en la escala cuantitativa de los grupos que se
trataba de controlar o manipular. Por otro lado, el crecimiento del
aparato de producción. Hay que recordar que la economía mercantil se hallaba en
pleno desarrollo en el siglo de las Luces y que a finales de ese siglo se
produjo en Inglaterra la primera Revolución Industrial. Frente a estos cambios,
las instituciones propias del feudalismo o del absolutismo resultaban
inadecuadas; se lo impedía “la extensión llena de lagunas y sin regularidad de
su red, su funcionamiento a menudo conflictual, y sobre todo el carácter
«dispendioso» del poder que se ejercía.” (p. 221).
La extensión de las disciplinas fue
la solución a los problemas planteados por el crecimiento de la población y del
aparato productivo. Mientras que el poder soberano “procedía esencialmente por
extracción (extracción de dinero o de productos por tributación monárquica,
señorial y eclesiástica; toma de hombres o de tiempo por las prestaciones
personales o los alistamientos, el encierro de los vagabundos o su destierro)”
(p. 222), el poder disciplinario utiliza el principio
“suavidad-producción-provecho”. Se disciplina a los seres humanos para vencer
su resistencia al poder (que era ya un poder cada vez más capitalista) y para
hacerlos más productivos, sin necesidad de emplear la violencia. Marx, con otro
lenguaje, describe la transición del feudalismo al capitalismo como el pasaje
de la coerción extraeconómica (violencia física) a la coerción
económica. Foucault se acerca aquí mucho a la concepción marxista de la
transición del feudalismo al capitalismo y la mejora en los detalles, al
examinar los dispositivos específicos que permiten disciplinar a las personas,
algo que se encuentra ausente en la obra de Marx.
Foucault es muy claro:
“Si el despegue económico de Occidente ha comenzado con los
procedimientos que permitieron la acumulación del capital, puede decirse,
quizá, que los métodos para dirigir la acumulación de los hombres han permitido
un despegue político respecto de las formas de poder tradicionales, rituales,
costosas, violentas, y que, caídas pronto en desuso, han sido sustituidas por
toda una tecnología fina y calculada del sometimiento. De hecho los dos
procesos, acumulación de los hombres y acumulación del capital, no pueden ser
separados; no habría sido posible resolver el problema de la acumulación de
los hombres sin el crecimiento de un aparato de producción capaz a la vez de
mantenerlos y de utilizarlos; inversamente, las técnicas que hacen útil la
multiplicidad acumulativa de los hombres aceleran el movimiento de acumulación
de capital. A un nivel menos general, las mutaciones tecnológicas del aparato
de producción, la división del trabajo y la elaboración de los procedimientos
disciplinarios han mantenido un conjunto de relaciones muy estrechas. Cada uno
de los dos ha hecho al otro posible, y necesario; cada uno de los dos ha
servido de modelo al otro.” (p. 223-224; el resaltado es mío – AM-).
b)En los siglos XVII y XVIII la
burguesía, la clase constituida por los propietarios de los medios de
producción, conquistó al poder político [el proceso conocido como Revoluciones
Burguesas]. Para consolidar esa dominación, se procedió a “la instalación
de un marco jurídico explícito, codificado, formalmente igualitario, y [a la]
organización de un régimen de tipo parlamentario y representativo.” (p. 224).
Este proceso es bien conocido. Sin embargo, la consolidación de la dominación
burguesa tuvo otra vertiente, que permaneció oculta:
“Bajo la forma jurídica general que garantizaba un sistema de derechos
en principio igualitarios había, subyacentes, esos mecanismos menudos,
cotidianos y físicos, todos esos sistemas de micropoder esencialmente
inigualitarios y disimétricos que constituyen las disciplinas. Y si, de una
manera formal, el régimen representativo permite que directa o indirectamente,
con o sin enlaces, la voluntad de todos forme la instancia fundamental de la
soberanía, las disciplinas dan, en la base, garantía de la sumisión de las
fuerzas y de los cuerpos. Las disciplinas reales y corporales han constituido
el subsuelo de las libertades formales y jurídicas. El contrato podía bien ser
imaginados como fundamento ideal del derecho y del poder político; el
panoptismo constituía el procedimiento técnico, universalmente difundido, de la
coerción. (…) Las Luces que han descubierto las libertades, inventaron
también las disciplinas.” (p. 225; el resaltado es mío – AM-).
Al lado del derecho burgués, cuyo eje
es la noción de igualdad jurídica, existe un “contraderecho”, conformado por la
malla de disciplinas que envuelve a toda la sociedad y que llega, por
intermedio del poder policíaco, a cada rincón de la misma. Los mecanismos e
instituciones disciplinarias “desempeñan el papel preciso de introducir unas
disimetrías insuperables y de excluir reciprocidades.” (p. 225).
¿En qué consiste y cómo funciona este
contraderecho?
Crean entre los individuos un vínculo
“privado”,
“que es una relación de coacciones enteramente diferentes de la obligación
contractual; la aceptación de una disciplina puede ser suscrita por vía de
contrato; la manera en que está impuesta, los mecanismos que pone en juego, la
subordinación no reversible de los unos respecto de los otros, el «exceso de
poder» que está siempre fijado del mismo lado, la desigualdad de posición de
los diferentes miembros respecto del reglamento común oponen el vínculo
disciplinario y el vínculo contractual, y permitir falsear sistemáticamente
éste a partir del momento en que tiene por contenido un mecanismo de
disciplina.” (p. 225).
El derecho burgués califica a los
sujetos de derecho según normas universales, “las disciplinas caracterizan,
clasifican, especializan.” (p. 225).
En conexión inseparable con el
derecho burgués, el contraderecho de las disciplinas garantiza el
funcionamiento del capitalismo.
“Si el juridicismo universal de la sociedad moderna parece fijar
los límites al ejercicio de los poderes, su panoptismo difundido por doquier
hace funcionar, a contrapelo del derecho, una maquinaria inmensa y minúscula, a
la vez que sostiene, refuerza, multiplica, la disimetría de los poderes y
vuelve vanos los límites que le han trazado. (…) [Las disciplinas] Han
sido en la genealogía de la sociedad moderna, con la dominación de clase que la
atraviesa, la contrapartida política de las normas jurídicas según las cuales
se redistribuía el poder.” (p. 226; el resaltado es mío – AM-).
Foucault ubica la prisión
“en el punto en que se realiza la torsión del poder codificado de
castigar, en un poder disciplinario de vigilar; en el punto en el que los
castigos universales de las leyes vienen a aplicarse selectivamente a ciertos
individuos y siempre a los mismos; hasta el punto en que la recalificación del
sujeto de derecho por la pena se vuelve educación útil del criminal (…) Lo que
generaliza entonces el poder de castigar no es la conciencia universal de la
ley en cada uno de los sujetos de derecho, es la extensión regular, es la trama
infinitamente tupida de los procedimientos panópticos.” (p. 226).
c)El desarrollo de las disciplinas
generó una novedad en el siglo XVIII: comenzó a darse un proceso circular:
“formación de saber y aumento de poder se refuerzan regularmente” (p. 227). En
las disciplinas,
“todo mecanismo de objetivación puede valer como instrumento de
sometimiento, y todo aumento de poder da lugar a unos conocimientos posibles; a
partir de este vínculo, propio de los sistemas tecnológicos, es como han podido
formarse en el elemento disciplinario la medicina clínica, la psicología del niño,
la psicopedagogía, la racionalización del trabajo. Doble proceso, por lo tanto:
desbloqueo epistemológico a partir de un afinamiento de las relaciones de
poder; multiplicación de los efectos de poder gracias a la formación y a la
acumulación de conocimientos nuevos.” (p. 227).
El capitalismo del siglo XVIII
requirió y desarrolló diversas tecnologías: agronómicas, industriales,
económicas. Foucault hace notar que el Panóptico y los desarrollos
disciplinarios fueron poco celebrados, al lado de los logros de la Revolución
Industrial. ¿La explicación? “El poder que utiliza y que permite aumentar es un
poder directo y físico que los seres humanos ejercen los unos sobre los otros.
Para un punto de llegada sin gloria, es un origen difícil de confesar.” (p. 227).
Foucault termina la sección
planteando la relación entre las técnicas disciplinarias y el surgimiento de
las Ciencias Sociales: “lo que esa investigación político-jurídica,
administrativa y criminal fue para las ciencias de la naturaleza, el análisis
disciplinario lo ha sido para las ciencias del hombre.” (p. 228).
Ya avanzamos bastante. En la próxima clase
terminaremos el análisis de los aportes de Foucault a nuestro estudio.
Muchas gracias por su atención.
Villa
del Parque, miércoles 8 de julio de 2020
ABREVIATURAS:
PD = Poder disciplinario / SD = Sociedad disciplinaria / VyC =
Vigilar y Castigar.
NOTAS:
[1] Foucault, M. (2006). Vigilar y castigar: Nacimiento
de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina. La traducción española
es de Aurelio Garzón del Camino. La obra,
cuya edición original data de 1975 (París, Gallimard), consta de cuatro libros:
Suplicio, Castigo, Disciplina, Prisión. El segundo libro está constituido por
tres secciones: I) Los cuerpos dóciles; II) Los medios del buen encauzamiento;
III) El panoptismo.
[2] Utiliza
un reglamento de fines del siglo XVIII para describir estas medidas. El
reglamento se encuentra en los Archives militaires de Vincennes, A 1 516 91 sc. Documento. (p. 199).
[3] Foucault analiza tres trabajos de Bentham, Panopticon, Postcript to the Panopticon (1791), Panopticon versus New South
Wales. Todos ellos están
incluidos en Bentham, Works, ed. Bowring, v.
IV. (Esta edición consta de 11 volúmenes, publicados en Edimburgo entre 1838-1843.
El volumen 4 agrupa los textos sobre el Panóptico, las colonias, la
codificación y la constitución.).
[4] “La burguesía no puede existir sino a
condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por
consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones
sociales. (…) Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción
de todas las condiciones sociales, un movimiento y una inseguridad constantes
distinguen la época burguesa de todas las anteriores.” (Marx, K. y Engels, F., Manifiesto del partido
comunista, Buenos Aires,
Anteo, pp. 38-39).
[5] “La plusvalía absoluta consiste en aumentar
la jornada de trabajo ya sea alargándola o intensificándola. La plusvalía
relativa procede por alterar las proporciones relativas de las dos partes de la
jornada, reduciendo el tamaño del tiempo necesario, es decir, rebajando el
valor de la fuerza de trabajo.” (Sartelli, E., La cajita infeliz: Un viaje a través del capitalismo, Buenos Aires,
RyR, 2005, p. 170).
[6] “En el transcurso de la producción
capitalista se desarrolla una clase trabajadora que, por educación, tradición y
hábito reconoce las exigencias de ese modo de producción como leyes naturales,
evidentes por sí mismas. La organización del proceso capitalista de producción
desarrollado quebranta toda resistencia; la generación constante de una
sobrepoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo, y
por tanto el salario, dentro de carriles que convienen a las necesidades de
valorización del capital; la coerción sorda de las relaciones económicas pone
su sello a la dominación capitalista sobre el obrero. Sigue usándose, siempre,
la violencia directa, extraeconómica, pero sólo excepcionalmente. Para el curso
usual de las cosas es posible confiar al obrero a las leyes naturales de la
producción, esto es, a la dependencia en que el mismo se encuentra con respecto
al capital, dependencia surgida de las condiciones de producción mismas y
garantiza y perpetuada por éstas.” (Marx, K., El capital: Libro primero, México D. F., Siglo XXI, 1998, tomo 3, p. 922).
No hay comentarios:
Publicar un comentario