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viernes, 3 de julio de 2020

INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA CURSO 2020 – CLASE N° 5


“La burguesía ha desempeñado en la historia
un papel altamente revolucionario.”
Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista (1848)

Bienvenidas y bienvenidos a la quinta clase del curso.
Comienzo con un pedido de disculpas, que espero sea el último. Las múltiples ocupaciones docentes y la manía de escribir las clases han hecho que me atrase (mucho) en el desarrollo del curso. Hago, además, otro pedido: en la medida de lo posible envíen por correo electrónico sus comentarios, sugerencias, quejas y demás cuestiones que les parezcan pertinentes. Estoy a disposición y, como podrán observar estos días, reduje sensiblemente los tiempos de respuesta.
Pasemos ahora a la clase propiamente dicha.

El origen y desarrollo del capitalismo implicó una transformación sin precedentes en la historia humana. Nada de lo que digamos aquí será suficiente para describir con precisión la magnitud de esa transformación. Las RS, las costumbres, las formas de pensar, nuestro entorno, todo se vio modificado por el capitalismo, a punto tal que nos resulta muy difícil concebir cómo era el mundo antes de la dominación del capital.
En las clases anteriores intentamos asomarnos a la sociedad tal como era en el momento previo al ascenso del capitalismo. Vimos el modo en que los campesinos ingleses fueron despojados de sus tierras y arrojados con sus familias a los caminos; también observamos cómo una parte de la nobleza comenzó a pensar en términos mercantiles y no feudales; fuimos testigos, en fin, de la violencia empleada por el Estado para disciplinar a los campesinos devenidos vagabundos. [1] Lejos de ser un momento dominado por el esfuerzo personal y el ahorro de los futuros capitalistas, la AO se caracterizó por la violencia, utilizada para separar a los productores (los campesinos) de los medios de producción (la tierra). [2]
El capitalismo vino al mundo acunado por la violencia del Estado y los propietarios contra los campesinos, por la conquista y la esclavitud de pueblos enteros. Sin embargo, ésta es sólo una parte de la historia. Ya hemos dicho que ningún sistema social puede mantenerse en el tiempo si se basa únicamente en la violencia. Lo mismo sucedió con el capitalismo. La violencia es el medio utilizado para llevar adelante la AO. Pero una vez que los medios de producción quedaron en manos de una minoría de la población (la burguesía) y que la mayoría de las personas se vieron despojadas de esos medios, era preciso poner en funcionamiento un sistema social completamente diferente a los anteriores. En este sentido, el capitalismo representó un esfuerzo colosal por organizar la producción y desarrollar las fuerzas productivas. Ha llegado el momento, pues, de examinar los rasgos principales del sistema social capitalista. Sólo cuando hayamos cumplido esta tarea nos encontraremos en condiciones de comprender los alcances y limitaciones de la sociología. Y, lo que es mucho más importante, comprenderemos mejor el mundo en que vivimos.
Para describir los rasgos principales del capitalismo nos concentraremos en el análisis del proceso de trabajo. Es el método que hemos elegido al comienzo de este curso: estudiar el modo en que cada sociedad produce los bienes y servicios que sus integrantes requieren para subsistir y satisfacer sus demás necesidades. Ya lo hemos aplicado a las sociedades precapitalistas. Ahora lo utilizaremos para entender cómo funciona el capitalismo.
Nuestro punto de partida es lo aprendido en la clase anterior. Para que exista capitalismo es preciso que los productores directos (los trabajadores) se encuentren separados de los medios de producción. De un lado, los propietarios de medios de producción (la burguesía); del otro, los propietarios de fuerza de trabajo (la clase trabajadora). Sin embargo, esto es sólo el comienzo.
Tener la propiedad de los medios de producción (tierras, fábricas, bancos, medios de comunicación) no significa que existan trabajadores dispuestos a utilizarlos para producir mercancías. Aunque a nosotros nos parezca natural que las personas vayan a trabajar por un salario, esto no fue siempre así. Hay que disciplinar a las personas para que se acostumbren a pasar muchas horas de su vida haciendo un trabajo rutinario.
La tarea de disciplinar y educar a los trabajadores tiene una dificultad adicional: los trabajadores son libres en términos jurídicos. Eso significa que no son ni esclavos ni siervos. El empresario capitalista no puede comprar trabajadores de por vida, como haría en el caso de ser éstos esclavos. Tampoco puede obligarlos a que le paguen un tributo en especie o en trabajo, como haría en el caso de que fueran siervos feudales.
Los trabajadores son libres. Y las máquinas no funcionan por sí solas (aún las más modernas requieren de un programador o de un ingeniero que las programe y opere). No se trata de un problema menor. Sin trabajadores no hay capital, como veremos un poco más adelante. Es cierto que no estamos acostumbrados a pensar así, porque vivimos en una sociedad capitalista y el pensamiento dominante (la ideología) es la de los empresarios. Por eso es común que se diga que el empresario crea fuentes de trabajo. Sin embargo, la verdad es mucho más compleja que las ideologías.
Volvamos a la cuestión principal. El empresario necesita trabajadores. ¿Cómo hacer para que ellos decidan trabajar sin recurrir a la violencia física? En este punto tenemos que recordar que la AO consiste, justamente, en la separación del productor directo respecto a los medios de producción. Ya vimos como Thomas More describió este proceso. Un campesino separado de la tierra pierde la conexión con el medio que lo provee de todo lo necesario para vivir. Queda, por decirlo así, desnudo en el mundo. ¿Cómo hace para obtener los bienes que necesita para vivir? La respuesta es simple: vende su fuerza de trabajo (su capacidad, habilidad y destreza en un oficio u ocupación determinada). La venta se realiza en el mercado de trabajo (alguien que peina canas como yo recordará los avisos clasificados, en los que buscábamos ofertas laborales). Al mercado también concurren los empresarios quienes, como sabemos, necesitan trabajadores para poner las máquinas, las tierras, etc., a producir.
El mercado ocupa un lugar fundamental en el capitalismo. No sólo porque allí se compran y venden las mercancías (el capitalismo es una variante de la economía mercantil), sino porque allí se realiza la compraventa de la mercancía más importante para el capital, la ya mencionada fuerza de trabajo. ¿Por qué es tan importante? Porque la fuerza de trabajo, una vez puesta en acción con los medios de producción, es la única mercancía capaz de crear nuevo valor. Toda la riqueza existente en nuestra sociedad es creada por el trabajo. [3] El empresario, por más que cacaree inflando su papel en la producción, sabe por amarga experiencia los problemas que genera la ausencia de fuerza de trabajo, ya sea por una huelga o por no encontrar en el mercado trabajadores lo suficientemente calificados.
Como ya señalamos, el trabajador es libre. Por lo tanto, concurre al mercado como un individuo libre en sentido jurídico y en pleno uso de sus facultades. Vende su fuerza de trabajo por un tiempo determinado (un día, una quincena, un mes, etc.) y a cambio de un salario. Las condiciones de la compraventa (el comprador es el empresario) quedan fijadas en un contrato. De este modo, el trabajador puede demandar a la parte empresaria por incumplimiento de contrato y recibir una indemnización si los tribunales fallan a su favor. Esto era inadmisible en las sociedades precapitalistas. Imaginen, por un momento, a un esclavo demandando a su amo ante los tribunales. La sola posibilidad nos suena disparatada.
La venta de la fuerza de trabajo en el mercado tiene consecuencias que exploraremos en detalle el año próximo, en la materia Derechos Humanos, Sociedad y Estado. Sin embargo, no puede dejar de señalar algo que resulta fundamental. Al firmar el contrato, el trabajador acepta libremente (insisto, en tanto individuo jurídicamente libre y en pleno ejercicio de sus derechos) las condiciones de trabajo. De ese modo, el trabajador avala por su propia voluntad la dominación de los capitalistas.
Como quiera que sea, el espacio de libertad del trabajador termina una vez que ingresa al lugar de trabajo. Allí es el empresario quien decide qué producir, cómo producirlo y en qué cantidad, y para quién va destinado ese producto. El trabajador no tiene voz ni voto en esas decisiones. Su función es cumplir lo estipulado en el contrato. Se produce, por tanto, un salto fenomenal en el trayecto que va del mercado al lugar de trabajo propiamente dicho. Karl Marx, quien estudió detenidamente el funcionamiento del capitalismo, explica así dicho salto:
“La esfera de la circulación o del intercambio de mercancías, dentro de cuyos límites se efectúa la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era, en realidad, un verdadero Edén de los derechos humanos innatos. Lo que allí imperaba era la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. [4] (…) Al dejar atrás esa esfera de la circulación simple o del intercambio de mercancías, en la cual el librecambista vulgaris [5] abreva las ideas, los conceptos y la medida con que juzga la sociedad del capital y del trabajo asalariado, se transforma en cierta medida, según parece, la fisonomía de nuestros dramatis personae [personajes]. El otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su obrero; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan.” [6]
El mercado es el reino de la libertad; en cambio, el lugar de trabajo es el reino de la dictadura del capital encarnado en el empresario. Sin embargo, no debemos olvidar que el mercado es una institución fundamental para que se ponga en funcionamiento la producción capitalista. Son las dos caras de la misma moneda. Esta peculiar combinación de libertad y opresión es uno de los factores que permitieron la expansión de las RS capitalistas por todo el planeta. Pero ya tendremos oportunidad de explorar en esta dirección. Por el momento volvamos al punto en que dejamos nuestra indagación.
El trabajador acepta trabajar para el empresario a cambio de un salario. Ya hemos aclarado este punto. Ahora bien, ¿qué beneficio obtiene el capitalista de esta transacción? La respuesta a esta pregunta nos lleva al núcleo mismo del capitalismo. El empresario produce para obtener una ganancia. Si invierte comprando medios de producción y fuerza de trabajo, es porque espera obtener ganancia con ello. Si una vez terminada la producción y vendida la mercancía producida obtiene la misma cantidad de dinero que invirtió, esa inversión habrá sido al pepe. El capitalista invierte porque espera sacar del negocio una cantidad mayor de dinero que la que invirtió. Explicar el funcionamiento del capitalismo requiere, pues, explicar de dónde sale ese aumento en la cantidad de dinero invertida.
Vamos a dejar pendiente la explicación, al estilo de las viejas series de televisión que procuraban así crear suspenso. En la próxima clase develaremos la respuesta y terminaremos esta primera aproximación al funcionamiento del capitalismo.
Por último, es probable que varios de los conceptos explicados aquí les hayan resultado complicados y/o confusos. Ello no tiene nada de extraordinario, pues se están adentrando en una ciencia que es nueva para la mayoría de ustedes. Por eso les pido, y sé que soy pesado en la repetición, que pregunten todo lo que necesiten preguntar. De ese modo, con sus preguntas e interrogantes iremos construyendo esta cursada tan peculiar.
Gracias por su atención. Hasta la próxima.

Villa del Parque, viernes 3 de julio de 2020

ABREVIATURAS:
AO = Acumulación originaria /  RS = Relaciones sociales / SH = Seres humanos

NOTAS:
[1] Ver la clase N° 2 de este curso, en la que trabajamos la Utopía de Thomas More (1478-1535).
[2] Ver la clase N° 4, en la que describimos la AO, tomando como base el capítulo 24 del Libro Primero de El capital, de Karl Marx (1818-1883).
[3] En este punto corresponde hacer una aclaración. La naturaleza también es fuente de riqueza. Sin embargo, dejo de lado esta cuestión porque quiero concentrarme en el papel del trabajo, dado que por medio de éste podemos explicar el surgimiento de la plusvalía.
[4] Jeremy Bentham (1748-1832) es un filósofo inglés, fundador de la corriente filosófica conocida como utilitarismo. Marx caracteriza del siguiente modo a los principios defendidos por la filosofía utilitarista: “Cada uno de los dos [que participa en el intercambio de mercancías - el comprador y el vendedor -] se ocupa sólo de sí mismo. Y precisamente porque cada uno sólo se preocupa por sí mismo y ninguno por el otro, ejecutan todos, en virtud de una armonía preestablecida de las cosas o bajo los auspicios de una providencia omniastuta, solamente la obra de su provecho recíproca, de su altruismo, de su interés colectivo.” Marx, K. (1996). El capital. Crítica de la economía política: Libro primero: El proceso de producción de capital. México D. F.: Siglo XXI. (p. 214).
[5] El librecambismo es una corriente de teoría y política económica, que predominó en el siglo XIX. Sus partidarios defendían la implantación del libre comercio entre los Estados, suprimiendo los derechos de aduana para las importaciones de mercancías. Esta política beneficiaba a la principal potencia industrial de la época, Gran Bretaña.
[6] Marx, K. (1996). El capital. Crítica de la economía política: Libro primero: El proceso de producción de capital. México D. F.: Siglo XXI. (p. 214).

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