Juan Carlos Torre (n. 1940), sociólogo e historiador
argentino, es autor de varios trabajos fundamentales sobre la historia del
peronismo y el movimiento obrero argentino. Entre ellos se destacan Los sindicatos en el gobierno 1973-1976
(1983) y La vieja guardia sindical y Perón: Sobre los orígenes del peronismo (1988). Esta ficha es la segunda de una serie
dedicada a presentar extractos y notas de lectura de la primera de dichas
obras. En épocas de crisis es imprescindible pensar la realidad como un
proceso, cuyas raíces se encuentran en la historia. Por cierto, esta afirmación
no tiene nada de novedoso, pero conviene recordarla, sobre todo cuando se
milita en organizaciones que intentan ser revolucionarias.
La ficha está dedicada al capítulo 2 de la obra, titulado “Los
sindicatos ante el gobierno peronista: Mayo 1973 – Septiembre 1973” (pp.41-66).
El núcleo del capítulo aborda la cuestión de los cambios ocurridos en el
movimiento obrero a partir de la radicación del capital transnacional en la
industria y su relación con el ascenso de las luchas obreras en 1969-1973.
Por último, trabajé con la siguiente edición de la obra:
Torre, Juan Carlos. (1989). Los
sindicatos en el gobierno 1973-1976. Buenos Aires: Centro Editor de América
Latina. Las secciones en que se divide la ficha corresponden a los distintos
apartados del texto.
1. Los líderes sindicales y Perón (pp. 41-48)
El Plan de Juan
Domingo Perón (1895-1974) al
regresar al poder en 1973 consistía en “construir un orden político capaz de
poner bajo control las expectativas y las pasiones desatadas por casi dos
décadas de frustración y discordia.” Para ello propuso un acuerdo político entre el PJ y la UCR; por otro, un Pacto Social entre los empresarios y
los sindicatos. (p. 41).
El primer obstáculo
en el plan de Perón era su propio movimiento. El ala política estaba
acostumbrada a la proscripción, de ahí que le importaba poco la
institucionalidad; el ala sindical buscaba recuperar terreno en la distribución
del ingreso; las “formaciones armadas” (guerrilleros) no aceptaban fácilmente
renunciar a la violencia. El segundo obstáculo era el carácter maltrecho de los
partidos políticos y las asociaciones profesionales, con su representatividad
cuestionada.
25/05/1973 = Héctor José
Cámpora (1909-1980) asume la
presidencia. Los sindicalistas veían al nuevo gobierno con desconfianza. El
motivo principal era la actitud de Perón durante la campaña electoral: “En
lugar de montar el que sería su retorno al poder sobre el movimiento obrero
organizado, Perón había preferido hacerlo sobre los viejos cuadros políticos y
los nuevos contingentes juveniles del peronismo.” (p. 43). Perón, gran táctico
de la política, optó por alentar a la juventud para derrotar a su rival en
1972-1973, el general Alejandro A. Lanusse
(1918-1996), el último presidente de facto de la dictadura iniciada en 1966.[i]
La relación de Perón
con los sindicalistas en 1955-1973 combinó necesidad mutua y desavenencias. Los
sindicatos, que ganaron gran poder en 1946-1955, se vieron descabezados y
derrotados en 1955. Luego de un combate duro contra la dictadura, recuperaron
posiciones con la presidencia de Arturo Frondizi
(1908-1995), quien llegó al poder en 1958 con el voto peronista. Los
sindicatos, proscripto el partido peronista, acapararon la representación
política de las masas peronistas. A su función económica añadieron la función
política. Una vez que recuperaron los sindicatos y la CGT, los dirigentes gremiales
desarrollaron una política dirigida a conservar sus posiciones. Eso los llevó a
rehuir los enfrentamientos con los gobiernos de turno y a preferir la
negociación.
“Con ese pragmatismo,
los dirigentes sindicales no hacían más que desarrollar la lógica de unas
instituciones que sólo podían prosperar a favor de la benevolencia de los
centros de poder.” (p. 46).
Perón, en cambio,
durante 1955-1973 se dedicó a desestabilizar a todos los gobiernos de turno.
Ésta fue la fuente principal de sus enfrentamientos con los dirigentes
sindicales.
Los dirigentes
sindicales se opusieron a la candidatura de Cámpora. Apenas éste asumió la
presidencia, se dedicaron a salir del aislamiento político en que se
encontraban. Se apoyaron en el círculo íntimo que rodeaba a Perón.
2. La CGT y la política de ingresos (pp. 48-53)
La expectativa
sindical al producirse la asunción de Cámpora era la de un aumento salarial
cercano al 100%. Lejos de ello, Perón los forzó a aceptar el Pacto Social,
pergeñado por el ministro de Economía, Gelbard
(1917-1977). El Pacto consistía en una política de ingresos concertada entre
los sindicatos, los empresarios y el Estado.
“La política de ingresos
adoptada por el ministro Gelbard en la emergencia se propuso (…) el doble
objetivo de contener las expectativas inflacionarias y colocar bajo control las
pujas intersectoriales por la distribución de ingreso. Para lo cual aumentó los
salarios en un 20%, muy por debajo de las demandas sindicales, suspendió las
negociaciones colectivas por dos años, congeló el valor todos los artículos y
creó un rígido sistema de fiscalización de precios. Todas estas medidas fueron
implementadas mediante la firma de un acta de compromiso entre el gobierno, (…)
CGT y CGE, y la constitución por estas entidades de órganos de consulta y
vigilancia encargados de seguir la evolución de los acuerdos.” (p. 50).
El Pacto Social fue
elaborado tomando como inspiración varias experiencias de concertación
realizadas en Europa desde la década del ’50. Dada la tradición de lucha
reivindicativa del sindicalismo en el período 1955-1973[ii], el Pacto Social
representaba una gran concesión al gobierno peronista. Perón utilizó todo su
capital político para convencer a los dirigentes sindicales de firmar el Pacto.
Para la cúpula sindical, conducida por el secretario general de la CGT, José Rucci (1924-1973), la firma del acuerdo
representó el regreso a la ortodoxia peronista y, por ende, la posibilidad de recuperar
las posiciones perdidas en el período previo a la asunción de Cámpora.
A la pasada, Torre
hace aquí un comentario agudo sobre el sentido de las políticas de concertación
social:
“En los hechos, es el Estado el que ha
procurado neutralizar la resistencia de organizaciones que pueden ejercer un
poder de veto mediante el expediente de implicarlas en su gestión. El ejemplo
más conocido son las políticas de ingresos, tendientes a racionalizar con la
intervención de las asociaciones de interés sectorial, la dinámica de precios y
salarios. Concebidos para el desempeño de una función estabilizadora, las
políticas de ingresos apuntan a la regulación de variables económicas claves,
como las indicadas, pero excluyen de su dominio decisiones cruciales que hacen
al gobierno de la economía, por ejemplo, las decisiones de inversión. De tal
forma que la participación que se les abre a los sindicatos es una
participación subordinada, en la que se comprometen a moderar las
reivindicaciones actuales a los efectos del logro de beneficios en el futuro –
reducción de la inflación, creación de empleos – sobre los que su control es
limitado.” (p. 50-51).
Torre afirma que “la
firma del pacto social fue, por consiguiente, también una inversión táctica de
la CGT, cuyos frutos los dirigentes sindicales comenzarían a obtener
progresivamente, sobre todo a partir del momento en que Perón rompa con Cámpora
y los sectores juveniles para tomar en sus manos el gobierno.” (p. 53).
3. La generalización de los conflictos laborales (pp. 53-62)
Mayo de 1973 marcó un
ascenso de las protestas populares. Se expresó, entre otras cosas, en una
generalización de los conflictos laborales. Esta nueva ola de luchas presentó
una diferencia sustancial con el período anterior, pues se dio en la provincia
de Buenos Aires y no en el Interior. Para explicar ese desplazamiento
geográfico, Torre dedica la mayor parte de este apartado a examinar las
características de la lucha del movimiento obrero en 1969-1973.
1969-1973 = Las principales
zonas de conflictividad obrera fueron Córdoba y la franja interior del río
Paraná, entre Rosario y Buenos Aires. “Eran el asiento de áreas de nueva
industrialización, organizadas en torno a las empresas metalúrgicas,
siderúrgicas y petroquímicas levantadas por las compañías multinacionales a
finales del cincuenta. Produciendo en condiciones oligopólicas y de tecnología
moderna para un mercado crecientemente expansivo, estos núcleos industriales
del interior contaban con los lucros extraordinarios para asegurarse, mediante
mejores retribuciones, la captación y la formación de una mano de obra
competente.” (p. 54).
Torre sostiene que la
conflictividad obrera en el Interior se explica por dos factores: las
características del clima laboral y el grado de control de los aparatos
sindicales.
· En
Córdoba, la industrialización marcó el ritmo de vida de la ciudad. Así, “los
clivajes sociales que se forman en la vida de la fábrica tienden a prolongarse
y, en consecuencia, a volverse más transparentes en la experiencia
extra-laboral, a través de múltiples formas de segregación física y social.”
(p. 55). Esta situación de polarización social se amplificó en las áreas
industriales alineadas en las márgenes del Paraná: Villa Constitución, San
Nicolás, Zárate y Campana, “son una suerte de company towns, en las que la visibilidad de las relaciones de
autoridad y las diferencias sociales que oponen los trabajadores en la gerencia
en la experiencia diaria de la fábrica es acentuada por su relativo aislamiento
con respecto a la trama social más compleja de las grandes ciudades.” (p.
55-56).
· En
síntesis, “un clima laboral (…) marcado por la transparencia de las oposiciones
sociales y el espesor de los vínculos, dentro y fuera del trabajo, que
refuerzan la solidaridad interna de la comunidad obrera, es un clima laboral
altamente propicio para la rápida articulación del descontento.” (p. 56).
· La
situación es muy diferente en la ciudad de Buenos Aires, zona de
industrialización más antigua: “Diluida dentro de un escenarios social (…)
fuertemente diferenciado, que amortigua por un lado, los contrastes sociales y,
por otro, que gravita en torno a actividades e intereses que son, en gran
medida, independientes de ella, la fábrica no tiene aquí la misma capacidad de
suscitar amplios movimientos colectivos que tiene en los núcleos industriales
del interior. En primer lugar, la existencia de un medio urbano más
diversificado, que está lejos de ser la proyección de los clivajes sociales que
se forman en la experiencia de trabajo, limita severamente el monto de
solidaridad externa con el que pueden contar las movilizaciones obreras. Mientras
que en Córdoba o Villa Constitución, la protesta obrera alcanza muy rápidamente
un carácter comunitario, con los barrios, las escuelas, los comerciantes
locales convergiendo alrededor de la movilización que parte de la fábrica, en
Buenos Aires, aquélla no tiene un poder de irradiación social semejante y queda
confinada generalmente, al abandono del trabajo por los trabajadores en
conflicto. En segundo lugar, las
distancias que separan el lugar de trabajo del lugar de residencia, la
dispersión de los trabajadores en el heterogéneo cinturón industrial,
constituyen factores que normalmente traban las posibilidades de comunicación y
apoyo mutuo dentro de las propias filas. Así, la perspectiva de huelgas
aisladas y, en consecuencia, fácilmente reprimibles, puede llevar – en condiciones
políticas adversas para los trabajadores – a inhibir la expresión abierta de
protesta.” (p. 56-57).
Sin embargo, las
condiciones del clima laboral no explican por sí solas la conflictividad
obrera. “Sólo pueden ser pensadas como favorables o desfavorables en
situaciones en las que los trabajadores se movilizan colectivamente por sus
demandas. La interacción entre la disposición y la acción y las circunstancias
externas que se opera en estas situaciones es la que da sentido concreto a las
posibilidades y limitaciones emergentes del clima laboral.” (p.57).
Respecto al control
ejercido por los aparatos sindicales, la eclosión de la protesta obrera en el
Interior se vio facilitada por la menor capacidad de control de la burocracia
sindical, que permitió que la fábrica fuera el centro de la organización obrera.
Torre dice que eso se explica a partir de los cambios ocurridos en la
estructura sindical argentina en la década del ’60.
Estructura de los
sindicatos industriales:
· La
mayoría de los sindicatos están organizados por rama. Comprenden a los
trabajadores ocupados en las distintas empresas que realizan actividades
similares o afines.
·
Dentro
de los sindicatos por industria hay dos modelos predominantes de organización
interna: la federación sindical,
cuenta con representaciones sindicales reconocidas a nivel local o regional; la
unión sindical, sólo está reconocida
a nivel nacional, a nivel local o regional está presente a través de las
seccionales que, en su gobierno interno y a los fines de la negociación
colectiva, son orgánicamente dependientes de la entidad central. La unión
sindical implica un funcionamiento más centralizado y asegura a las direcciones
sindicales un mayor control sobre las bases.
· El
modelo de unión sindical se desarrolló al calor de la sindicalización de los
trabajadores en la década del ’40. Sindicatos como la UOM o la AOT se
construyeron sobre este modelo, facilitado por la relativa homogeneidad de los
problemas laborales existentes en las ramas industriales de la época. El
convenio colectivo de alcance nacional y los paros generales por sector fueron
sus instrumentos típicos.
· El
modelo de federación sindical se desarrolló en sectores caracterizados por la
existencia de pocas y dispersas grandes empresas. Ejemplos: energía, petróleo,
frigoríficos.
· La
estructura sindical se modificó en la década del ’60, con la radicación de empresas
transnacionales que coparon las ramas más dinámicas de la economía. Pasaron a
operar dos fuerzas centrífugas: en primer lugar, las promovidas por la política
laboral de las grandes empresas modernas, que “procuraron sustraerse a las
condiciones generales del mercado de trabajo nacional ofreciendo, mediante la
concertación de convenios por empresa, salarios más altos y mayores beneficios
sociales.” (p. 59). SMATA y AOT se adaptaron a estos cambios: firmaron un convenio
nacional y, además, rubricaron convenios a nivel empresa. La UOM permaneció
firme en la defensa del convenio nacional. La política empresaria de
negociación a nivel empresa tuvo su ejemplo extremo en la conformación de
sindicatos de empresa, SITRAC-SITRAM, en las fábricas de autos y material
ferroviario instaladas por la Fiat en Córdoba.
· La
segunda fuerza centrífuga consistió en la política impulsada por el presidente
Illia, quien procuró controlar a las organizaciones sindicales promoviendo la
democracia interna, la concertación de convenios por empresa y el otorgamiento
de personerías gremiales. Esto debilitó la capacidad de control de la
Burocracia, sobre todo en las ciudades del Interior.
En 1967, la dictadura
de Onganía suspendió las negociaciones colectivas. La resistencia obrera se
inició en los núcleos industriales del Interior. “Los conflictos comenzaban
generalmente con el cuestionamiento de las atribuciones de la gerencia para
fijar, en forma unilateral, las condiciones de trabajo. Enseguida el objetivo
se ampliaba y la lucha cobraba nuevas dimensiones con la impugnación a las
comisiones internas y los representantes sindicales locales que se habían
mostrado flexibles a las directivas de la empresa.” (p. 61). El clasismo se
expandió desde la experiencia original de SITRAC-SITRAM (1970) y el movimiento
se convirtió en una impugnación de la Burocracia Sindical.
4. La temática reivindicativa (pp. 62-66)
Junio – Septiembre 1973
= Creció la conflictividad obrera, sobre todo en el área metropolitana de
Buenos Aires. Las demandas de los trabajadores no se concentraron en la
cuestión salarial, dada la vigencia del Pacto Social, sino en la
reinterpretación de los convenios laborales, para lograr así una mejora
indirecta de los salarios. También se dieron luchas por la incorporación de
trabajadores despedidos. En una veintena de casos, los trabajadores se
enfrentaron a las direcciones sindicales. Ricardo Otero (1922-1992), ministro de Trabajo y dirigente de la UOM,
mantuvo una postura ambigua, recibiendo a los trabajadores en rebelión contra
sus direcciones. Esta actitud se explica por el grado de movilización popular
de la etapa.
Villa del Parque,
sábado 15 de septiembre de 2018
[i] “Al darles a los jóvenes el lugar de
preeminencia que rápidamente ganaron en las filas de su movimiento y relegar,
en cambio, a los dirigentes gremiales, Perón creyó reflejar mejor el espíritu
de la movilización popular que lo devolvía al gobierno.” (p. 44).
[ii] Los sindicatos
habían defendido siempre las ventajas de la negociación colectiva. De hecho,
durante los gobiernos militares reclamaron continuamente la vigencia de la ley
14.250 de negociaciones colectivas.
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