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miércoles, 31 de enero de 2018

MARX SOBRE HOBBES: LOS EXTRACTOS DEL LIBRO IV




Lic. Ariel Mayo (ISP Dr. J. V. González / UNSAM)


Karl Marx (1818-1883) dedicó el Libro IV de El Capital a estudiar el desarrollo histórico de la teoría de la plusvalía. Esta tarea implicó, entre otras cosas, establecer una distinción clara entre la plusvalía en general y sus formas particulares (por ejemplo, la ganancia del empresario). Marx abre su investigación con una indicación para comprender el contenido de la obra: “Todos los economistas incurren en la misma falta: en vez de considerar la plusvalía en cuanto tal, la consideran a través de las formas específicas de la ganancia y la renta de la tierra.” (p. 33). (1)



Marx dedicó poco espacio a Thomas Hobbes (1588-1679) en los manuscritos que dieron origen al Libro IV; apenas el comentario a algunos extractos del Leviatán (p. 327). (2)

Marx comienza analizando el siguiente pasaje de Hobbes:

“Las artes de utilidad social como la construcción de fortificaciones, la fabricación de máquinas de guerra y de otros artilugios bélicos representan un poder, puesto que contribuyen a la defensa y a la victoria; pero, aunque su verdadera madre sea la ciencia, es decir, las matemáticas, como han sido alumbradas por la mano del artífice, se considera a éste como su autor, lo mismo que el vulgo ve en la partera a la madre.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (3)

Hobbes, teórico del Estado “moderno”, única barrera capaz de evitar el regreso de la “guerra de todos contra todos”, propia del “estado de naturaleza”, pone como ejemplos de las “artes de utilidad social” a la construcción de fortalezas, de máquinas de guerra y de otros artilugios bélicos. Estos ejemplos son característicos de su reconocimiento de que el monopolio de la violencia es el rasgo central del Estado, quien mediante el “terror” impone la “paz” (un determinado orden social, es decir, una forma determinada de propiedad). Es una tautología afirmar que el desarrollo del aparato represivo es inseparable del desarrollo del Estado en general.

Hobbes señala que se suele considerar que las “artes de utilidad social” son creaciones del trabajo del artífice (el trabajador), pero en verdad su “madre” es la ciencia. Aquí pueden hacerse dos observaciones: 1) el filósofo inglés escribe en 1650, en pleno auge de la Revolución Científica, lo que lo lleva a poner a la ciencia en el centro, cosa impensable en la época feudal; 2) el desarrollo de la economía mercantil tiende a subsumir a la ciencia en el capital. Ésta adquiere carácter instrumental, no un fin en sí mismo, sino un medio para. En el pasaje citado, la ciencia es un medio para el desarrollo del aparato estatal.

Marx irrumpe aquí con la siguiente observación:

“El producto del trabajo intelectual - la ciencia - es siempre muy inferior a su valor, porque el tiempo de trabajo necesario para reproducirlo no guarda relación alguna con el que se ha necesitado para su creación originaria. Por ejemplo, cualquier muchacho de la escuela puede aprender en una hora la teoría del binomio.” (p. 327).

Es claro que Marx concibe a la ciencia como mercancía, subsumida ya a las necesidades del capital. Pero lo más significativo es que su afirmación sirve para comprender la cuantía del salario docente respecto a otras actividades. Enseñar lo descubierto por otros cuesta menos que el descubrimiento en sí.

A continuación, Marx copia dos pasajes de Hobbes referidos al valor del trabajo. En ellos (y dejando de lado la confusión entre valor y precio), el filósofo inglés se acerca a la noción de fuerza de trabajo. Así:

“El valor de un hombre es, como el de las demás cosas, su precio, lo que vale tanto como decir lo que se paga por el empleo de su fuerza.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (4)

Estamos en el terreno de la economía mercantil: todo tiene su precio, incluidos los seres humanos. El honor y demás zonceras también son mercancías. Pero Hobbes destaca que, al comprar a una persona, en realidad se está comprando el derecho a usar su fuerza. En términos marxistas, su habilidad y capacidad para trabajar. No se compra el trabajo, se compra la fuerza de trabajo.

El otro pasaje de Hobbes copiado por Marx dice:

El trabajo de un hombre (...) es, al igual que cualquier otra cosa, una mercancía que es posible cambiar con ganancia.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (5)

A los comentarios formulados al transcribir la cita inmediatamente anterior a la que estamos comentando, corresponde agregar lo siguiente: postular que el ser humano es mercancía implica un salto fenomenal respecto a la mentalidad feudal. Si en el terreno de la filosofía política, Hobbes es el anti-Aristóteles, en el plano del pensamiento económico se opone decididamente a la estructura mental feudal. Todo esto es comprensible en el marco del desarrollo de la economía mercantil en Gran Bretaña.

Por último, Marx copia este pasaje de Hobbes:

“No basta con que el hombre trabaje para sustentarse; tiene, además, que luchar cuando hace falta para proteger su trabajo. Una de dos: o hay que trabajar con una mano y con la otra empuñar la espada, como lo hicieron los judíos, o hay que alquilar a otros que luchen por uno.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (6)

Hobbes se refiere, ni más ni menos, a la división del trabajo, sólo que entendida en un sentido político antes que técnico. Esta protección del trabajo no es otra cosa que la protección de la sociedad. Hay que recordar que Hobbes considera que el Estado da origen a la propiedad privada. Dicho de otro modo, el terror (la espada) convierte a la posesión precaria en propiedad.

Ahora bien, ¿por qué está en peligro el producto del trabajo? Si se deja de lado la creencia hobbesiana en una naturaleza humana mala y egoísta, cabe pensar que la propiedad corre peligro porque hay otras personas desprovistas de ella. En otras palabras, surge la necesidad de una división del trabajo que es también política: para que los propietarios puedan apropiarse (y conservar) el producto del trabajo (ajeno), es preciso que un grupo de individuos sean separados de la producción, se los provea de armas y se dediquen a preservar la propiedad. Estos individuos armados no producen, pero sin ellos sería imposible la producción basada en la propiedad privada. Por lo tanto, la división del trabajo es tanto política como “técnica”. De este modo, Hobbes pone en el tapete la cuestión de la distinción entre trabajo productivo e improductivo.


Villa del Parque, miércoles 31 de enero de 2018




NOTAS:

(1) El Capital dista mucho de ser una obra cerrada por su autor, y esto en múltiples sentidos, que no podemos desarrollar aquí. Por el momento, basta con señalar un hecho bien conocido: Marx alcanzó a publicar en vida sólo el Libro I (1867), dedicado al proceso de producción del capital. Friedrich Engels (1820-1895) se encargó de la publicación del Libro II (1885), cuyo tema es el proceso de circulación del capital, y del Libro Tercero (1894), donde se examina el proceso global de la producción capitalista. Marx proyectó un Libro IV, dedicado a la historia de la teoría de la plusvalía y redactó un extenso manuscrito. Karl Kautsky (1854-1938) editó el Libro IV en 1905-1910, pero ordenó los materiales originales en un orden que difería del indicado por Marx en su manuscrito. El Instituto de Marxismo Leninismo de la Unión Soviética preparó una nueva edición, que reproduce el manuscrito en su orden original: el primer volumen apareció en 1956, el segundo en 1959 y el tercero y último en 1962. La edición estuvo a cargo de la editorial Dietz, de Berlín Oriental. Todas las citas del Libro IV de El Capital corresponden a la siguiente edición: Marx, Karl. (1987). Teorías sobre la plusvalía I: Tomo IV de El Capital. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.  La traducción estuvo a cargo de Wenceslao Roces.

(2) Marx cita a Hobbes a partir de la edición preparada por William Molesworth (1810-1855): Hobbes, Thomas. (1839-1844). English Works. Londres. El Leviatán se encuentra en el tomo 3 de dicha edición.

(3) Edición Molesworth, tomo 3, p. 75.

(4) Edición Molesworth, tomo 3, p. 76.

(5) Edición Molesworth, tomo 3, p. 233.

(6) Edición Molesworth, tomo 3, p. 333.

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