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viernes, 13 de mayo de 2016

FICHA: BENDIX. ESTADO NACIONAL Y CIUDADANÍA (1964)




Noticia bibliográfica:

Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Leandro Wolfson: Bendix, Reinhard. (1974). Estado nacional y ciudadanía. Buenos Aires: Amorrortu. La ficha está limitada al cap. 3 de la obra: Transformaciones experimentadas por las sociedades de Europa occidental a partir del siglo XVIII (pp. 61-104).

Título original: National building and citizenship. Studies of out changing social order.  Publicado por primera vez en 1964 por John Wiley & Sons.

Advertencia: Los textos que se encuentran entre corchetes se refieren a comentarios que exceden los límites del texto.



Bendix estudia en este capítulo la radicalización de las clases bajas en el curso de la industrialización europea, en el marco del proceso de creación de los Estados nacionales. Para ello realiza un análisis comparativo de los derechos de ciudadanía. (p. 61).

En este período, inaugurado por las Revoluciones Francesa e Industrial, se produce la crisis del “gobierno doméstico” (1) y su reemplazo por una relación individualista de autoridad.

“En los incipientes Estados nacionales de Europa occidental el problema político fundamental era la posibilidad de adecuarse a la protesta social mediante la ampliación de la ciudadanía a las clases bajas, y en qué medida hacerlo.” (p. 61).

Las Revoluciones Industrial y Francesa dieron paso a relaciones individualistas de autoridad (pp. 62-66).

[En rigor, se trata de la consolidación del capitalismo en Europa occidental. El capitalismo se caracteriza por la doble liberación del trabajador (es liberado tanto de la propiedad de los medios de producción como de toda forma de dependencia personal). De ahí que la dominación deje de ser personal (Ej., el siervo respecto al señor) y pase a ser impersonal. En otros términos, la coerción extraeconómica – basada en la violencia y en la identificación entre la clase dominante y el Estado – deja paso a la coerción económica (el trabajador ingresa al mercado de trabajo porque necesita dinero para comprar mercancías y satisfacer sus necesidades, no porque le den latigazos). Esto general el espacio de posibilidad para la aparición del concepto de ciudadanía.]

¿Cómo operan las relaciones sociales?

Existe reciprocidad reglada por pautas: “los hombres se orientan respecto a las expectativas de los demás (…) cada acción del «otro» limita la gama de respuestas posibles.” (p. 62). [Así planteadas las cosas  estamos frente a un modelo individualista metodológico, donde lo fundamental son las expectativas de los individuos.]

Así las cosas, autoridad = los pocos que dirigen cuentan con vasta gama de opciones; subordinación = los muchos que acatan órdenes tienen un ámbito de elección restringido.  Pero por más abrumador que sea el poder, sus opciones están limitadas. Uno de esos límites son las posibilidades con que cuentan sus subordinados, por más dura que sea esa dominación. (p. 62) (2)

[Ahora bien, estas expectativas requieren de la existencia de una serie de condiciones materiales para ser posibles (en la práctica o como posibilidad). Bendix se mantiene en su posición individualista y omite la cuestión que menciono aquí. Un ejemplo es el tratamiento del papel de la ideología feudal.]

La sociedad feudal se apoyaba en la ideología tradicional. Ésta última defendía los privilegios de la aristocracia feudal basándose en las responsabilidades de ella. Del lado de los subordinados existía lealtad y obediencia que en muchos casos era auténtica. Bendix reconoce la existencia de conflictos violentos, pero mantiene su posición afirmando que “conviene considerar a la pauta tradicional como si fuera en parte un esquema de conducta y en parte un ideal.” (p. 62).

En síntesis, “las relaciones tradicionales de autoridad permanecen incólumes en tanto las acciones y creencias que se apartan de esta pauta, así como las que la sostienen, no socavan la reciprocidad básica de expectativas.” (p. 62).

¿Cómo se produce el quiebre de las relaciones de autoridad tradicionales?

Se trata de un proceso que abarca varios siglos. En el caso de la aristocracia feudal, son dejadas de lado las responsabilidades mientras conservan y enfatizan sus privilegios consuetudinarios. (p. 62-63).

¿Cómo se manifestó el quiebre de la autoridad tradicional? 

Bendix toma el caso de la actitud frente a la situación de los pobres. Durante siglos se condeno a éstos por su indolencia y su vida disipada, que hacía imposible que tomaran cualquier responsabilidad. “Se cree que la calidad humana y la responsabilidad social marchan juntas. La baja condición social de los pobres los exime de toda responsabilidad; no es mucho lo que puede exigírseles. Por otro lado, un alto rango implica también gran responsabilidad.” (p. 63). Consecuencia: paternalismo de los ricos respecto a los pobres. Pero durante la primera etapa de la Revolución Industrial (RI a partir de aquí) se rechazó la responsabilidad de proteger a los pobres. (p. 63).

En paralelo a la expansión de la RI se formularon tres nuevas interpretaciones de las causas de la pobreza.

a)    La causa de la pobreza consiste en los mismos esfuerzos para mitigarla. Puesto que los pobres no se empeñan en nada, las tentativas de auxiliarlos fortalecen su estado de indolencia, proporcionándoles recursos para permanecer en la inacción. Por el contrario, “la necesidad extrema es la motivación más natural para el trabajo, pues ejerce en los pobres una presión permanente.” (p. 64). Supuesto: aunque quisieran, los ricos no pueden ayudar a los pobres y éstos deben bastarse a sí mismos. (p. 64) [Esta explicación no deja bien parado al trabajo, pues sostiene que se trata de una actividad que es realizada sólo cuando se está entre la espada y la pared. Parece una ser una crítica implícita al carácter agobiante del lavoro.]

b)    La pobreza es una consecuencia del desenvolvimiento normal del mercado de trabajo. La caridad perjudica al pobre, pues impide que los trabajadores pongan todo el empeño en su tarea. Es la amenaza del hambre la que hace que las personas se esfuercen en producir. El trabajo es una mercancía que está sometida como todas las demás a las leyes del mercado. El empresario también debe obedecer a esas leyes, so pena de poner en peligro su empresa. (p. 64). [Aquí hay un reconocimiento implícito de la fuerza de la coerción económica.]

c)    La pobreza deriva de la combinación de la teoría del mercado con la teoría de la población. Su principal exponente es el economista Malthus. No existe armonía entre ricos y pobres, lo natural es el desarrollo de crisis periódicas. La población crece más rápido que los recursos que se requieren para alimentarla. La pobreza es un estímulo para el trabajo, mientras que la caridad no hace más que reforzar la indolencia. Sin embargo, Malthus sostiene que las clases altas deben comprender la ley de población mencionada y difundir su conocimiento entre los pobres mediante la educación. (p. 64).

Surge el siguiente problema: la difusión de mecanismos impersonales perjudica la dominación de la burguesía. ¿Cómo dirigir a las masas?: “ya no se confía sólo en fuerzas económicas impersonales sino también en la influencia de las ideas y  de la educación.” (p. 65).

Surge una nueva ideología empresarial, que constará de la combinación temática de los tres elementos siguientes: “1) el elemento paternalista, que toma como modelo la casa tradicional, en la cual la tónica está dada por la dominación personal del señor sobre su familia y sus servidores; 2) el elemento impersonal, que toma como modelo la concepción del mercado de los economistas clásicos, en la cual la presión anónima de la oferta y la demanda y de la lucha por la supervivencia obligan a los trabajadores a prestar acatamiento a sus empleadores; y 3) el elemento educativo, que toma como modelo la clase escolar, el laboratorio de psicología o la sesión terapéutica, en los cuales se recurre a la instrucción, a incentivos y castigos o a motivaciones indirectas para disciplinar a las personas y alentarlas a intensificar sus esfuerzos.” (p. 65).

“En lo que respecta al curso seguido por la industrialización de Europa occidental, podemos postular una secuencia que, partiendo de una declinación del elemento paternalista y una intensificación del elemento impersonal, pasa luego a una confianza cada vez menor en las fuerzas del mercado y una confianza cada vez mayor en los procedimientos educativos.” (p. 65).

Bendix apunta que “la dimensión política de estas ideologías reviste (…) especial importancia.” (p. 65). Se trata de Estados nacionales incipientes, que ofrecen protección legal a los empleadores y hacen un elogio de la frugalidad y el trabajo duro, cualidades que permiten el ascenso social. (p. 65).

Las interpretaciones individualistas de la relación de autoridad se prolongan más allá de la empresa. La difusión de una ideología individualista puede desembocar en la protesta política y social, antes que en la cooperación entre clases. Así, por ejemplo, se propone una división de las clases bajas entre diligentes e indolentes. Sólo a los primeros les es dado ascender. Pero resulta que muchos trabajadores son diligentes y viven en la extrema pobreza. Esto se agrava porque el éxito económico se convierte en sinónimo de virtud. Dicho éxito va a ser propuesto como barrera a la extensión de la ciudadanía. “Desde este punto de vista, la interpretación individualista de las relaciones de autoridad en la industria se presenta como una tentativa de negar los derechos de ciudadanía a los que fracasan en el terreno económico, tentativa que puede generar un nuevo sentido del derecho en las clases bajas y conducir a esfuerzos tendientes a definir la posición de estas clases en la comunidad política nacional.” (p. 66).



Él siguiente punto del cap. 3 se titula “La agitación de la clase baja se vuelve política: Inglaterra” (pp. 66-75).

El análisis está centrado en la transición en las relaciones grupales a nivel nacional, marcada por el cambio en las ideas concernientes a los derechos y obligaciones de las clases bajas.

Las primeras teorías sobre la evolución política planteaban que ésta obedecía a cambios socioeconómicos. Así, las revoluciones de EE. UU. y Francia expresan el auge de la burguesía, en tanto que la RI condujo a la movilización política de la incipiente clase obrera. Bendix critica estas interpretaciones, porque “a la luz de estos fenómenos históricos, todos los sucesos políticos se interpretaron en un primer momento como subproductos más o menos directos de procesos sociales y económicos.” (p. 67).

Frente a lo anterior, Bendix plantea: “La ciudadanía nacional y el industrialismo moderno se han combinado con una amplia variedad de estructuras sociales; es por ello que concebiremos la democratización y la industrialización como dos procesos distintos, por estrecha que haya sido su vinculación en ciertas ocasiones.” (p. 67).

En Inglaterra, ciudadanía  e industrialismo modernos estuvieron íntimamente relacionados. Por eso se utilizó el caso inglés “como modelo para comprender el crecimiento económico en relación con la modernización política” (p. 67). Bendix se propone demostrar que también en Inglaterra es posible distinguir “el elemento político en medio del cambio económico” (p. 67).

La difusión de los principios de igualdad de derechos para todos los hombres, a la que contribuyó la industrialización, hizo que las clases bajas visualizaran otras formas de protesta.

La protesta de las clases bajas se orientó “hacia el logro de una plena participación en la comunidad política existente o el establecimiento de una comunidad política nacional en la cual fuera posible dicha participación.” (p. 68).

Bendix se refiere a los “disturbios populares ocurridos en Inglaterra a comienzos del siglo XIX” [la destrucción de máquinas]. Marx equiparaba esos sucesos a las rebeliones esporádicas de campesinos y artesanos. Autores posteriores demostraron que la violencia se ejercía también contra banqueros y prestamistas, y que estaba combinada con “un sorprendente respeto por la propiedad ajena”. De este modo, al discriminar entre el saqueo y la destrucción “justificada” de la propiedad, los trabajadores “participaban en una «negociación colectiva mediante revueltas», en una época en que las asociaciones eran prohibidas por la ley.” (p. 68-69).

“Al enfrentarse cara a cara con una evidente desigualdad legal, al impedírseles asociarse para la negociación colectiva pacífica mientras se toleraba y aún se fomentaba la de los empleadores, su «negociación colectiva mediante las revueltas» es el concomitante directo de la demanda por los derechos civiles que se les han negado, pese a la aceptación formal de su igualdad formal ante la ley.” (p. 69).

La lucha contra las desigualdades legales es una nueva dimensión de la agitación social. (p. 69). En especial se manifestó una creciente aversión hacia los cuestionamientos de diversos intelectuales y de las clases medias hacia la respetabilidad popular. (p. 70) (3)
En Inglaterra terminó por imponerse “la idea de que es injusto privar al pueblo de sus derechos de ciudadanía, ya que los trabajadores poseen tales derechos en virtud de su aporte a la riqueza nacional” (p. 70).

Frente al rechazo de las clases medias a la incorporación de los trabajadores a la ciudadanía, los socialistas opusieron: “Esta concepción del «derecho a la subsistencia», con sus matices tradicionales, la noción del «derecho de los trabajadores al producto total» y la creencia de que todo trabajador apto tiene «derecho a trabajar» son los tres derechos intrínsecos o naturales que se oponen a los contractualmente adquiridos, los únicos que reconoce el sistema jurídico prevaleciente.” (p. 72).

En Inglaterra las protestas de la clase baja tuvieron como objetivo el logro de la ciudadanía para los trabajadores. Si bien hubo algunas explosiones violentas, el curso general del proceso fue pacífico en comparación con el continente europeo. ¿Por qué? “Si la modernización política de Inglaterra, pese a todos sus conflictos, siguió un ritmo relativamente pacífico, una de las causas es, quizá, que durante gran parte del siglo XIX ese país estaba a la vanguardia en la industrialización y en la expansión de sus territorios de ultramar. Los obreros ingleses estaban en condiciones de exigir que se les conceda el lugar que les correspondía en la comunidad política de la primera nación del mundo.” (p. 72).

El debate nacional sobre la incorporación de las clases bajas se efectuó en el marco del desarrollo económico y empleando el lenguaje tradicional de la religión. Bendix sostiene que “el sitio de prominencia ocupado por Inglaterra como potencia mundial y los comunes antecedentes religiosos de los trabajadores pueden haber facilitado su incorporación a la vida cívica, aunque el nuevo equilibrio nacional de derechos y obligaciones no se alcanzó sin tropiezos.” (p. 72-73).

Bendix sintetiza así la evolución inglesa: “Tocqueville ven en este período de transición una gran amenaza revolucionaria. El señor sigue esperando servilismo pero se rehúsa a hacerse responsable de sus servidores, al par que estos demandan igualdad de derechos y se vuelven intratables. En el plano social, el caso de Inglaterra se aproxima a este modelo. Muchos de los primeros empresarios ingleses rechazan, sin duda, toda responsabilidad por sus empleados, pero esperan su obediencia; rechazan toda interferencia del gobierno en la conducción de la empresa, pero procuran hacerlo responsable de las consecuencias públicas infortunadas de sus propios actos. Los funcionarios oficiales apoyan en muchos casos a los empresarios porque la agitación truculenta les preocupa hondamente; más es preciso hacer unas cuantas salvedades. Hay industriales que reconocen las obligaciones tradicionales de la clase gobernante. Algunos magistrados adhieren al principio de la no interferencia del Estado (incluso en las primeras décadas del siglo XIX) con actitud de distanciamiento crítico. Por último, la exigencia de igualdad de la incipiente clase obrera se vertió en un molde más o menos conservador, en el sentido de que, en definitiva, no implicó más que el reclamo de que se aceptara públicamente la igualdad de los ciudadanos. En otras palabras: la sociedad inglesa demostró ser capaz de hacer lugar a la clase baja en la comunidad política nacional como un participante igual a todos los restantes, si bien incluso en Inglaterra esta evolución entrañó una lucha prolongada, y la igualdad tal como hoy la entendemos, con todas sus repercusiones, no se logró sino en forma paulatina.” (p. 75).



El punto siguiente se refiere a las “Implicaciones teóricas” (pp. 75-78).

Bendix remarca que el análisis esbozado en los párrafos anteriores se refiere exclusivamente al caso de Inglaterra. Pero en el estudio comparativo del cambio social y político, la experiencia inglesa permite señalar que tienen en común muchos otros casos. (p. 75-76).

En los países en los que no existía una “comunidad política viable” o estaban muy atrasados desde el punto de vista democrático e industrial respecto a Inglaterra y Francia, “la protesta de clase baja puede pasar, de la exigencia de plena ciudadanía dentro de la comunidad política prevaleciente, a la exigencia de que se modifique esa comunidad para que la plena ciudadanía se vuelva posible.” (p. 76).

En este punto, Bendix explicita sus diferencias con Marx. Este último remarca el papel de la alienación de los trabajadores por “insatisfacciones creativas” [forma rebuscada de referirse a la alienación respecto al trabajo analizada en los Manuscritos de 1844]. Bendix hace hincapié en la alienación de los trabajadores respecto a la comunidad política y afirma que a partir de ello es posible “ver en conjunto dos movimientos de masas del siglo XIX, el socialismo y el nacionalismo, a diferencia de Marx que explica el primero e ignora el segundo.” (p. 76).

“El enfoque que aquí proponemos no es una mera inversión de la teoría marxista. Marx concibe los movimientos sociales del siglo XIX como protestas contra las privaciones materiales y espirituales que el proceso capitalista contribuye a acumular, y ve el anhelo fundamental de las masas por tener «satisfacciones creativas» en una sociedad «buena». Yo interpreto tales movimientos como hechos políticos, y defino su carácter en términos del contraste entre la comunidad política premoderna y la moderna.” (p. 77).

El siglo XVIII constituye un hiato en la historia de Europa Occidental. Antes de esa fecha, las masas no podían ejercer sus derechos públicos; luego de ella, se convirtieron en ciudadanos (participantes de la comunidad política). La era de la revolución democrática se extiende desde esa fecha hasta la actualidad. (p. 77).

“…el problema de las clases bajas en un Estado nacional moderno reside en el proceso político por el cual se amplían y redefinen gradualmente, en el nivel de la comunidad nacional, los derechos y deberes recíprocos.  Es  totalmente cierto que este proceso se ha visto afectado en cada ocasión por fuerzas que emanaban de la estructura de la sociedad; pero sostenemos que la distribución y redistribución de los derechos y deberes no son meros subproductos de tales fuerzas, sino que en ellas influye vitalmente la posición internacional del país, las concepciones acerca de la distribución correcta en la comunidad nacional, así como también el toma y daca de la lucha política.” (p. 77) (4).

Bendix señala su coincidencia con Tocqueville: “Mis tesis armonizan con la importancia asignada por Tocqueville a los derechos y obligaciones recíprocos como eje de la comunidad política. En Europa, la creciente conciencia de la clase obrera expresa, ante todo, una experiencia de alienación política, o sea, el sentido de no ocupar una posición reconocida en la comunidad cívica o de no tener una comunidad cívica en la cual participar. A causa de que la participación política popular se ha vuelto posible por primera vez en la historia europea la protesta de la clase baja contra el orden social descansa (por lo menos en un comienzo) en los códigos de conducta prevalecientes, y refleja por ende un espíritu conservador, aun en los casos en que lleva a la violencia contra las personas y contra la propiedad. Más que ir en busca de un nuevo orden social a la manera milenarista, las masas recién politizadas protestan contra su ciudadanía de segunda categoría, y exigen participar en términos de igualdad en la comunidad política del Estado nacional. Si esta evaluación de los impulsos y anhelos a medias articulados que caracterizaron gran parte de la agitación de las clases bajas de Europa occidental es acertada, contaríamos con una clave para entender la decadencia del socialismo, pues la posición cívica de estas clases ya no es un problema primordial en aquellas sociedades que han logrado institucionalizar con éxito la igualdad de los ciudadanos.” (p. 77-78).



La sección siguiente (“La extensión de la ciudadanía a las clases bajas”, pp. 78-101) está dedicada al análisis comparativo de la institucionalización de la igualdad de los ciudadanos. (5)

Comienza planteando cuáles son los “Elementos de la ciudadanía” (pp. 78-83).

La codificación de los derechos y obligaciones de los ciudadanos es “un elemento nuclear de la formación nacional”, pues en el Estado nacional cada ciudadano guarda una relación directa con la autoridad soberana, a diferencia del feudalismo, en el que sólo los grandes del reino mantenían esa relación. (p. 78).

En un principio se excluyó de la ciudadanía a todas las personas social y económicamente dependientes. Esta restricción se fue reduciendo a la largo del siglo XIX. En Europa Occidental la integración en la ciudadanía se distingue de lo ocurrido en el resto del mundo por la existencia de las tradiciones comunes del Ständestaat (Estado de estamentos). Cabe distinguir entre representación funcional, o sea, hacer extensiva la ciudadanía a aquellos que estaban excluidos de ella (6); y el principio plebiscitario, promulgado por la Revolución Francesa, “según el cual debían eliminarse todos los poderes que mediaban entre el individuo y el Estado (como los estamentos, las corporaciones, etc.) para que todos los ciudadanos tuvieran, en su calidad de individuos, iguales derechos ante la autoridad nacional soberana.” (p. 79) (7).

La ampliación de derechos se llevó adelante por medio de transacciones entre el principio funcional y el plebiscitario. (p. 79).

Bendix remite al ensayo Citizenship and social class (1950), de T. H. Marshall, para la formulación de una tipología de los derechos. [Ver la ficha correspondiente]. (8)

¿Cómo se desarrollaron los derechos de ciudadanía?

En el principio, la igualdad de derechos ante la ley. La igualdad jurídica gana espacio a expensas de los privilegios hereditarios. Reconocimiento de la individualidad. Son beneficiados los sectores inarticulados de la población. Pero, “ese incremento de la igualdad legal va acompañado por la desigualdad social y económica” (p. 81). El establecimiento de la igualdad jurídica barre con las medidas de protección medievales (por ejemplo, los estatutos de las corporaciones) y no pone nada a cambio: “por lo tanto, los prejuicios de clase y las desigualdades económicas excluyen rápidamente a la vasta mayoría de la clase baja del goce de sus derechos jurídicos.” (p. 81).

“El derecho del individuo a establecer y defender sus libertades civiles básicas en igualdad con los demás y mediante los procesos legales de rigor es un derecho formal, en el sentido de que se le garantizan facultades legales sin ayudarlo en absoluto a hacer uso de tales facultades.” (p. 81). “En este aspecto, la igualdad de ciudadanía y las desigualdades de clase social se desarrollan juntas.” (p. 81). La igualdad jurídica beneficia a los hombres de fortuna y no a los trabajadores pobres. Se genera la base de la agitación política. “Ya no se busca únicamente la igualdad merced a la igualdad de contrato sino merced al establecimiento de derechos sociales y políticos.” (p. 82).

A continuación se concentra en “Un derecho civil fundamental: el derecho de asociación y organización” (pp. 83-89).

Bendix analiza aquí la incorporación cívica de las clases bajas. (p. 83).

“Las decisiones vinculadas con el derecho a la asociación y con el derecho a recibir una educación formal mínima son fundamentales, ya que tales derechos establecer el marco para la incorporación de las clases bajas y condicionan las estrategias y actividades de sus movimientos una vez que se les permite formalmente tomar parte en la política.” (83).

Los derechos civiles reconocen a cada persona la “facultad de intervenir como unidad independiente en la lucha económica.” (p. 83). Pero traen aparejado el inconveniente de que reconocen únicamente a los individuos que poseen medios para protegerse a sí mismos; por eso, la ley sólo reconoce a los propietarios. Los no-propietarios, en cambio, eran condenados por su fracaso en la lucha económica. “El principio abstracto de la igualdad subyacente en el reconocimiento legal e ideológico del individuo independiente es a menudo la causa directa de desigualdades gravemente acentuadas.” (p. 83). Así, se consideraba al contrato salarial como un contrato entre iguales, es decir, que empleador y trabajador estaban en iguales condiciones de proteger sus derechos. De ahí que se rechazara el derecho a organizarse para negociar con los empleadores. (p. 83).

Lo anterior generó un conflicto jurídico: los derechos civiles comprenden los derechos de propiedad y contrato, la libertad de palabra, de pensamiento y de fe, que incluyen la libertad de unirse a otras personas en la prosecución de fines privados legítimos. Estas libertades se fundan en el derecho de asociación (right of association), principio legal aceptado por Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda); sin embargo, esos países decidieron privar a sus trabajadores del derecho de organización (right of combination). Esa prohibición no incluía el derecho a integrar asociaciones religiosas o políticas (). Inglaterra es el país que fue más lejos en la sanción de leyes prohibitivas especiales destinadas a eliminar las organizaciones obreras. (p. 84).

La combinación del desarrollo económico acelerado y la decadencia del sistema medieval de regulaciones corporativas hizo que se hicieran necesarias nuevas regulaciones. Los países de Europa occidental respondieron con tres tipos de medidas. (p. 85).

A] Países escandinavos y Suiza: mantuvieron la organización tradicional de los oficios hasta el período moderno, preservaron el derecho de asociación y ampliaron la regulación legal de las relaciones entre señores y servidores. “Esta variante representa, con algunas modificaciones, el concepto medieval de libertad como privilegio, concepto que posibilita sin duda el fortalecimiento legal de los ordenamientos sociales existentes.” (p. 85).

B] Tipo absolutista: el caso típico es el de Prusia. Prohibición de las asociaciones de trabajadores, de todas las asambleas secretas y de las organizaciones obreras. Representa “una quiebra capital de la tradición de la libertad como privilegio colegiado en la medida en que el rey eliminar todos los poderes que se alzan entre él y sus súbditos.” (p. 85-86).

C] Política liberal: ejemplo clásico, Inglaterra. Mezcla de la prohibición de las organizaciones obreras y el mantenimiento del derecho de asociación en otras esferas. (p. 86).

“El derecho legal a crear asociaciones combina el principio plebiscitario con el principio funcional. Cuando todos los ciudadanos lo poseen, estamos ante un caso de plebiscitarismo, en el sentido formal de que todo el mundo goza de la misma capacidad legal para actuar. Sin embargo, en la práctica solo ciertos grupos de ciudadanos aprovechan esa oportunidad, en tanto que la gran mayoría permanece «desorganizada».” (p. 86).

El punto de quiebre que permitió la legalización de las organizaciones obreras fue la constitución de la sociedad anónima. [Bendix sigue aquí el análisis de T. H. Marshall]. El reconocimiento de los sindicatos significó para los derechos civiles el pasaje de la representación de individuos a la de comunidades. (p. 88).

“La legalidad otorgada a los sindicatos es un ejemplo de legislación habilitante. Ella les permite a los miembros de las clases bajas organizarse y obtener de esa manera un poder de negociación equitativo, que la igualdad legal formal impuesta previamente les había negado.” (p. 89).

Sin embargo, la organización sindical termina beneficiando a sus miembros, en detrimento del resto de los trabajadores que no se organizan. “Es así que el derecho a organizarse puede ser utilizado para imponer reclamos vinculados con la participación en los ingresos y beneficios, a expensas de los desorganizados y de los consumidores.” (p. 89).

A continuación examina los derechos sociales (Un derecho social fundamental: el derecho a la educación elemental, pp. 90-95).

El derecho a la educación elemental es análogo al derecho de organización. Es inseparable del deber de asistir a la escuela. Su concreción permite la realización de todos los demás derechos. Es probable que sea el primer ejemplo de una prescripción mínima sancionada por todos los poderes del Estado moderno.

“Como atributos de la ciudadanía, los derechos sociales pueden considerarse beneficios que compensan el consentimiento del individuo en ser gobernado por los agentes de su comunidad política nacional y de acuerdo con sus reglas. Es importante advertir el elemento de consentimiento o consenso que está en la raíz de la relación directa entre los órganos centrales del Estado nacional y cada miembro de la comunidad. Pero al abordar el examen de los derechos sociales, nos encontramos con que este principio plebiscitario de la igualdad ante el Estado nacional soberano implica deberes además de derechos. Cada individuo apto está obligado a participar en los servicios que el Estado le proporciona.” (p. 90).

“El derecho a votar es facultativo, en tanto que los beneficios de la asistencia escolar son obligatorios; pero en ambos casos, se trata de principios igualitarios que establecen una relación directa entre los órganos centrales del Estado nacional y cada miembro de la comunidad, y esta relación directa es la que da significado concreto a la ciudadanía nacional.” (p. 90).

Luego, desarrolla: “Derechos políticos: el sufragio y el voto secreto” (pp. 95-101).

Se plantea la tirantez entre la orientación estamental y la orientación nacional. Esto se nota en los debates legislativos sobre los derechos de participación política: el derecho de actuar en calidad de representante, el derecho a elegir representantes y el derecho de elección independiente. (p. 95).

La condición básica del proceso fue la unificación del sistema nacional de representación. (p. 95). Al finalizar la Edad Media (y salvo el caso de Inglaterra) la representación territorial cedía lugar a la representación estamental. Además, “solo los jefes de familia económicamente independientes podían tomar parte en la vida pública.  Esta participación era un derecho derivado, no de su pertenencia a una comunidad nacional, sino del territorio y capital que poseían, o de su status dentro de corporaciones funcionales legalmente definidas, como la nobleza, la Iglesia o los gremios de mercaderes o artesanos. No existía la representación individual: los intereses de las asambleas representaban intereses en juego reconocidos en el sistema, ya fuera en forma de propiedades o de privilegios profesionales.” (p. 95).

La Revolución Francesa modificó radicalmente la concepción de la representación: la unidad básica no fue más ni la familia, ni la propiedad, ni la corporación; fue el ciudadano individual. (p. 95). La representación se canalizó a través de una asamblea nacional unificada de legisladores. (p. 96).

Se emplearon cinco series de criterios para limitar el sufragio:

v  Criterios estamentales tradicionales: restricción del sufragio a los jefes de familia dentro de cada grupo de status definido por la ley.

v  Régime censitaire: restricciones basadas en el valor de la tierra, el capital o el monto de los impuestos anuales.

v  Régime capacitaire: restricciones fundadas en el grado de instrucción, la educación formal.

v  Criterios de responsabilidad familiar: restricción a los jefes de familias residentes en fincas de su propiedad.

v  Criterios de residencia: restricción a los residentes desde cierto tiempo en una comunidad local.

El ingreso de las clases bajas planteó problemas para la administración de las elecciones. “En lo sociológico, el más importante es la salvaguardia de la independencia de la decisión electoral del individuo.” (p. 100). La imposición del voto secreto “es, en esencia, una apelación a la mentalidad liberal urbana: es un elemento más de la cultura anónima y privatizada de la ciudad que describió Georg Simmel. El factor decisivo, empero, es la aparición de los votos de la clase baja como un elemento de política nacional, así como la necesidad de neutralizar a las peligrosas organizaciones de la clase obrera: las providencias tomadas para que el voto sea secreto no sólo aíslan al trabajador de sus superiores sino también de sus pares. (…) parece probable que, allí donde exista un monto mínimo de comunicación entre las clases, aquel reduce la posibilidad de que la vida política se polarice sobre la base de la clase social.” (p. 101).

“…el voto secreto representa el principio nacional y plebiscitario de integración cívica, en contraste con las organizaciones de la clase obrera, que ejemplifican el principio de la representación funcional. (…) La cláusula del voto secreto coloca al individuo frente a una elección personal y le confiere, siquiera temporariamente, independencia respecto a su ambiente inmediato: en el cuarto oscuro puede ser un ciudadano nacional. Ello posibilita a la masa inarticulada escapar a las presiones políticas partidarias y a la vez hace recaer en los activistas del movimiento obrero el peso de la visibilidad política. En términos sociológicos, podemos afirmar (…) que el sistema electoral nacional abre canales para la expresión de las lealtades secretas, mientras que la lucha política obliga al activista de un partido a sacar a luz sus opiniones y exponerse a las censuras cuando se aparta del «orden establecido».” (p. 101).



Consideraciones finales (pp. 102-104).

Bendix sintetiza la argumentación: “La extensión de la ciudadanía a las clases bajas de Europa occidental puede ser observada desde diversos puntos de vista complementarios. En su comparación de la estructura política medieval con la moderna, el análisis ejemplifica las tendencias simultáneas hacia la igualdad y hacia la creación de una autoridad gubernamental de alcances nacionales. Típicamente, la constitución del Estado nacional moderno es la fuente originaria de los derechos de ciudadanía, y estos derechos un signo de igualdad nacional. La propia política se ha extendido ahora a todo el ámbito nacional, y las «clases bajas» tienen la oportunidad de participar en forma activa.” (p. 102).

NB: “De acuerdo con la idea plebiscitaria, todos los individuos adultos deben gozar de iguales derechos bajo un gobierno nacional; de acuerdo con la idea funcional, se acepta que los individuos se unan por diferentes motivos, y que haya ciertas formas de representación colectiva.” (p. 102).

“…la extensión de la ciudadanía a las clases bajas implica, en muchos niveles, una institucionalización de criterios abstractos de igualdad que da origen a nuevas desigualdades y a nuevas medidas para hacer frente a tales secuelas colaterales.” (p. 104).


Villa del Parque, viernes 13 de mayo de 2016


NOTAS:

(1)  La expresión pertenece a Alexis de Tocqueville (1805-1859). Bendix escribe que “la vida política medieval se funda en el lazo existente entre el rango hereditario o espiritual en la sociedad, el control de la tierra como principal recurso económico y el ejercicio de la autoridad pública.” (p. 61).

(2)  “Los subordinados tienen una capacidad de raciocinio que los lleva a cooperar o negarse a cooperar en diversos grados, y esto introduce importantes variables en toda pauta establecida de autoridad.” (p. 62).

(3)  Bendix sostiene que durante este período de transición el pueblo experimentó muchas vacilaciones. “Parece haber alternado entre la insistencia en los antiguos derechos y los violentos levantamientos contra las causas más notorias de la opresión, entre la afirmación de su respetabilidad y el clamor por una revolución sangrienta, entre la propuesta de reformas concretas y una sorprendente gama de planes utópicos.” (p. 69-70). Emplea la caracterización de Tocqueville, quien escribió en La democracia en América “casi siempre sobreviene una época en que la mente de los hombres fluctúa entre la noción aristocrática de sometimiento y la noción democrática de obediencia. Esta última pierde entonces importancia moral ante los ojos de quien obedece, que ya no la considera como una especie de obligación divina, pero aún no la concibe en sus aspectos puramente humanos; para él no presenta ninguna característica de santidad o justicia, y se somete a ella como a una situación degradante pero que reporta beneficios.” (p. 70).

(4)  Bendix desarrolla en nota al pie los puntos en que su enfoque difiere del marxismo. Así, el materialismo histórico postula que “la política y el Estado sin variables dependientes de la cambiante organización de la producción. El marxismo no llega a abordar la cuestión de la autonomía relativa de las acciones del Estado ni la existencia continua de comunidades políticas nacionales. También difiere del enfoque sociológico de la política y de las instituciones formales, que interpreta la primera como un mero subproducto de la interacción de los individuos, y las segundas como la «caparazón exterior», dentro de la cual las interacciones proporcionan la clave para una comprensión realista de la vida social.” (p. 77).

(5)  Fue escrita en colaboración con el doctor Stein Rokkan, del Instituto Christian Michelsen, Bergen, Noruega. Bajo el término clases bajas se alude a la categoría (…) integrada por todos aquellos que han sido excluidos de la participación directa o indirecta en los procesos políticos de toma de decisiones dentro de la comunidad.” (p. 78).

(6)  El término “función” se refiere a todo tipo de actividad que se considera propia de un estamento (en el sistema político medieval). “Empleado con mayor amplitud, designa actividades, o derechos y obligaciones, específicas de un grupo. Como tal comprende tanto la observación de determinada conducta cuanto los mandatos éticos sobre lo que se estima correcto. (p. 79).

(7)  El término “plebiscito” designa “a la votación directa, sobre un importante problema público, de todos los electores calificados de una comunidad. Cuanto más amplia es la comunidad, menores son los requisitos estipulados para los electores, y, por consiguiente, cuanto mayor es el número de sujetos que mantienen relación directa con la autoridad pública, mayor será también el conflicto del principio plebiscitario con el funcional.” (p. 79).

(8)  Marshall distingue entre derechos civiles, derechos políticos y derechos sociales, a los que corresponden cuatro grupos de instituciones públicas: los tribunales, los organismos representativos locales y nacionales, los servicios locales y las escuelas. (p. 80).


5 comentarios:

Unknown dijo...

Un muy útil texto en estos tiempos donde poco se piensa y se cree que la indignación es un sustituto suficiente.

Ariel Mayo (1970) dijo...

Muchas gracias por su comentario. Y si, la indignación y la rabia, por sí solas, no son eficaces para transformar las instituciones existentes. Hace falta el estudio sistemático de la organización social para comprenderla y actuar así con eficacia. Saludos,

Unknown dijo...

Agradezco su respuesta. Pensé que mi comentario se perdería en el enredo de la Web.

Lucas Ponce dijo...

Gracias por el Texto, muy claro y bien explicado para mi trabajo práctico de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la ciudad de Santa Fé. Argentina.
Saludos.

Ariel Mayo (1970) dijo...

Lucas, muchas gracias por el comentario. Saludos,