La
producción teórica de Marx opacó su actividad política, que ha permanecido en
un segundo plano frente a los innumerables estudios dedicados, por ejemplo, al
análisis de El capital (1867). No
obstante, para Marx su militancia política se encontraba al mismo nivel que sus
trabajos teóricos, puesto que el propósito fundamental de toda su actividad era
la lucha por el socialismo. Además, y no menos importante, la escisión entre teoría
y política se contrapone a los principios del método dialéctico, cuya
aplicación supone tratar a la sociedad como un todo, evitando la división del
trabajo, propuesta por la burguesía, entre teoría (reservada a los académicos)
y política práctica (a cargo de los políticos profesionales).
El
punto cumbre de la militancia política de Marx es su participación en la
Asociación Internacional de Trabajadores (AIT a partir de aquí; también llamada
Primera Internacional). La AIT se constituyó en 1864 y desde el principio Marx
jugó un rol primordial en ella, a punto tal que tuvo a cargo la redacción del Saludo Inaugural y de los Estatutos de la AIT. El trabajo de Marx
en la Primera Internacional tuvo dos principios rectores: a) mantener unificado
al movimiento obrero, dividido en varias corrientes ideológico-políticas; b)
dirigir dicha unificación hacia la construcción de una alternativa política
obrera, autónoma de la burguesía. En otras palabras, la acción de Marx estuvo
orientada a la superación del momento corporativo del movimiento obrero (v.gr.,
lucha por mejoras salariales) y por lograr el pasaje al momento de la lucha
política. En este sentido, Marx tuvo como contrincantes a los partidarios de la
otra gran estrategia obrera de la época, el abstencionismo político.
La
Conferencia de Londres de la AIT (celebrada del 7 al 23 de septiembre de 1871)
marcó uno de los hitos del enfrentamiento entre los marxistas y los defensores
del abstencionismo. Reunida en un contexto hostil, marcado por la derrota de la
Comuna de París (mayo de 1871) y la consiguiente persecución a la AIT de parte
de los gobiernos europeos, la Conferencia estuvo dedicada a la discusión de los
problemas organizativos de la Internacional. Pero no hay que llamarse a engaño.
La discusión de los principios organizativos era una faceta particular de la
lucha política entre partidarios de la acción política (marxistas y
blanquistas) y abstencionistas (anarquistas, representantes de las Trade Unions - los sindicatos ingleses-).
Para
la confección de la presente ficha utilicé la traducción española de Joaquín
Sanz Guijarro: Marx, Karl. (1871). "Sobre la acción política",
incluida en: Arru, Angiolina. (1974). [1° edición: 1972]. Clase y partido en la Primera Internacional: El debate sobre la organización
entre Marx, Bakunin y Blanqui (1871-1872). Madrid: Alberto Corazón Editor.
(pp.161-166).
La
disputa en torno a los problemas organizativos de la AIT expresó un debate más
general, que giró en torno a la estrategia a adoptar por el movimiento obrero. El debate iba más allá del enfrentamiento
puntual entre marxistas y anarquistas. De un lado se encontraban los
partidarios del abstencionismo, quienes se movían dentro de los límites de la
acción corporativa de la clase obrera, dirigida a mejorar las condiciones de
venta de la fuerza de trabajo sin cuestionar al sistema capitalista. (1) Del
otro lado estaban los defensores de la toma del poder político por los
trabajadores, quienes sostenían que era preciso terminar con el sistema
asalariado en su conjunto, mediante la supresión de la propiedad privada de los
medios de producción. No se trataba de una disputa nueva; en el fondo, estas
corrientes son tan antiguas como el movimiento obrero mismo. (2)
La
intervención de Marx en la Conferencia puede dividirse en dos partes. En la
primera, delimita las dos posiciones enfrentadas. En la segunda, analiza las
posibilidades de la acción política del proletariado.
El
abstencionismo es caracterizado así:
“…los que en el pasado
propagaban esta doctrina, eran utopistas de buena fe. Esta doctrina prevé una
lucha parcial y no un movimiento de clase. Ellos son sectarios y sus tendencias
son atrasadas. (…) Los utopistas son siempre sinceros, dicen que la política no
es más que un medio, pero quienes hoy reasumen el mismo camino, no lo son en
absoluto: aplazan la política para después de la lucha violenta, lanzando así
al pueblo a la oposición formalista y burguesa, que es nuestro deber combatir,
así como combatimos el poder.” (p. 165-166).
El
punto clave del análisis marxista radica en la afirmación del carácter “parcial”
de las luchas del abstencionismo. La
referencia al socialismo utópico permite comprender el sentido de la
caracterización del abstencionismo. Los grandes socialistas utópicos
(Saint-Simon, Fourier, Owen) pensaban que la propaganda de las bondades de la
sociedad futura era suficiente para lograr que los capitalistas depusieran su
actitud y se volvieran socialistas. El Estado no jugaba ningún papel así, como
tampoco la organización política de la clase obrera. Ahora bien, negarse a
tener una política propia equivale a aceptar la política de las otras clases
sociales, y en las condiciones del capitalismo esta no puede ser otra que la de
la burguesía.
Marx
afirma que aplazar la política supone lanzar al pueblo a los brazos de la
“oposición formalista y burguesa”. Si la clase obrera no construye su propia
política, se ve obligada a aceptar las reglas de juego propuestas por la
burguesía, que parten de la separación entre la esfera política (ciudadanía e
igualdad jurídica) y la esfera económica (relaciones de producción, explotación
y desigualdad). Dicha separación permite considerar a las relaciones de
producción como una cuestión del ámbito privado y, de ese modo, perpetuar la
explotación capitalista. Es por ello que Marx califica de “formalista” a la
política que respeta las reglas burguesas, pues, en rigor, no afecta el núcleo
de la dominación capitalista, que se encuentra más allá de los límites del
campo político. En este punto, corresponde decir que, si bien la intervención
de Marx va dirigida contra los abstencionistas, también contiene, implícita,
una indicación de los peligros de aceptar la participación en la política
burguesa.
La
posición favorable a la acción política de la clase obrera es descripta del
siguiente modo:
“El poder general contra
los obreros es el poder político, que suprime la libertad de los obreros, y el
capital. (…) Intentamos combatir contra los gobiernos, pero también contra la
oposición burguesa que no ha llegado todavía al gobierno. “(p. 162, 166).
Marx
se pronuncia a favor de la participación de los trabajadores en las elecciones,
siempre y cuando éstos hayan logrado constituir partidos propios,
independientes de la burguesía. Considera que la intervención de los
trabajadores en los procesos electorales tiene sentido en función de la
agitación resultante de la elección de diputados obreros; en ningún momento
Marx plantea que es posible doblegar a la burguesía ganando las elecciones.
“Después de la Revolución
de julio [de 1830, en Francia] la burguesía ha interpuesto siempre diversos
obstáculos, sin que los obreros se dieran cuenta de ello porque nuestros
periódicos no llegan a la masa.
Pero la tribuna es el mejor
instrumento de publicidad y no se debe creer que es irrelevante tener obreros
en el Parlamento. Si se sofoca su voz (…), esta represión y esta intolerancia
ejerce una profunda influencia en el pueblo. Si, por el contrario, pueden
hablar desde la tribuna (…) el mundo entero los escucha (…) ésta es una gran
publicidad para nuestros principios.” (p. 163).
Los
diputados obreros son propagandistas del socialismo, ni más ni menos. Ésta es
su función. Marx no se encandila con las luces del centro; más allá de las
intenciones de los protagonistas, la política burguesa impone límites muy
precisos a los partidos obreros. Como ya indicamos, las reglas de juego de la
democracia liberal cierran el camino de cualquier avance de los trabajadores
sobre la explotación capitalista en el nivel de la producción. Así, la
burguesía define a los derechos como esencialmente limitados por la propiedad,
de modo que cualquier progreso en la extensión de los derechos deja intocado el
ámbito de la explotación.
En
las condiciones de 1871, Marx ofrece una respuesta para el problema de la
coyuntura (el abstencionismo político propuesto por anarquistas y
tradeunionistas ingleses), pero no pierde de vista el futuro de la política
obrera.
Villa
Jardín, domingo 5 de abril de 2015
NOTAS:
(1)
Hay que indicar que los anarquistas sí se oponían al sistema capitalista y
procuraban su reemplazo revolucionario por otro régimen social. Es innegable,
además, el papel que jugaron en la organización de los sindicatos obreros. Pero
su postura abstencionista respecto a la participación en la política electoral
reforzaba objetivamente las tendencias corporativas en el movimiento obrero.
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