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domingo, 28 de enero de 2024

UNA PEQUEÑA EXCURSIÓN POR LA TEORÍA DEL CAPITAL HUMANO, VERSIÓN T. W. SCHULTZ

 

Desierto de Gobi

Ariel Mayo (UNSAM / ISP Dr. Joaquín V. González)

 

“Los hombre olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio.”

Maquiavelo, El príncipe

 

“La desvalorización del mundo del hombre crece en proporción directa a la

valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías;

se produce a sí mismo y al trabajador como una mercancía.”

Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844

 

El economista estadounidense Theodore William Schultz (1902-1998) es conocido por sus estudios en el área de la economía de la educación. Fue uno de los creadores y principales exponentes de la teoría del capital humano (TCH a partir de aquí), junto al economista Gary Becker (1930-2014). Recibió el Premio Nobel de Economía en 1979, junto al economista británico Arthur Lewis (1915-1991), por sus investigaciones en el desarrollo económico, particularmente las referidas a los problemas de desarrollo de los distintos países.

La TCH tuvo su auge en la década de 1960, si bien sus orígenes se remontan a la década anterior. Surgida en el contexto de la expansión de los sistemas educativos (sobre todo en el nivel secundario y universitario) luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la TCH brindó una justificación teórica al aumento del gasto público en educación. Para sus partidarios, la inversión en capital humano se traducía en un aumento de la productividad individual y proporcionaba la base técnica para un rápido crecimiento económico. La TCH fue sometida a fuertes críticas y cuestionamientos en la década de 1970, derivadas del fracaso de políticas públicas basadas en sus proposiciones (como la “guerra contra la pobreza” en EE. UU., y las política de apoyo al crecimiento económico del Tercer Mundo). Sin embargo, ello no significó su pase al olvido, sino que sus defensores se refugiaron en el campo de la sociología de la educación y desde allí ejercieron considerable influencia sobre los organismos financieros internacionales que se ocupan de la educación. Además, y esto ya constituye material para otro artículo, la teoría fue adoptada por los políticos de las corrientes “neoliberales” y, más acá en el tiempo, por los llamados “libertarios”. [1]

Más allá de los vaivenes que experimentó a lo largo de su historia, la TCH vino para quedarse, dado que proporciona (intenta hacerlo) legitimidad a las políticas educativas del capitalismo en el siglo XXI. Ello justifica su estudio y su crítica. Por estas razones, en Miseria de la Sociología decidimos prestarte atención. Fieles a nuestra costumbre, optamos por abordar el análisis de los textos de sus principales exponentes, recurriendo sólo de manera accesoria a las fuentes secundarias.


Las líneas principales de la teoría fueron expuestas por Schultz en 1960, en un discurso ante la Asociación Estadounidense de Economía, publicado luego en forma de artículo. [2] En ese texto, Schultz trata de explicar los motivos por los que el capital humano es ignorado por los economistas. El autor considera que esta omisión es significativa, pues sostiene que una porción relevante del crecimiento económico se explica por la inversión en capital humano y porque buena parte de lo que conocemos como consumo es inversión en capital humano.

En definitiva, procura de dar respuesta a la pregunta: ¿por qué cuesta reconocer que la habilidad y el conocimiento son una forma de capital?

El texto se encuentra dividido en los siguientes apartados: 1) Los economistas omiten tratar el tema de la inversión humana; 2) Crecimiento económico y capital humano; 3) Alcance y esencia de esas inversiones; 4) Observación final sobre los aspectos políticos del problema; Bibliografía.


La presente exposición no es más que una síntesis de los puntos fundamentales del artículo de Schultz, más algunos comentarios. El objetivo es que el lector se familiarice con los aspectos principales de la TCH y, de ese modo, pueda realizar un abordaje crítico de la misma.

El texto tiene dos ventajas, derivadas de haber sido concebido inicialmente como un discurso: es breve y va al grano, sin irse por las ramas. Esto no es poca cosa, sobre todo cuando uno se gasta la vista leyendo publicaciones académicas.

Schultz comienza señalando que los economistas reconocen que “los seres humanos constituyen una parte importante de la riqueza de las naciones”, pero no tienen en cuenta “la simple verdad de que las personas invierten en sí mismas y que estas inversiones son importantes” (p. 16).

Nuestro autor plantea que la moral y los principios filosóficos se encuentran entre los principales obstáculos al reconocimiento de la existencia del capital humano, pues prohíben considerar a los seres humanos como “bienes de capital”. Ese punto de vista fue expresado por el filósofo y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873), quien afirmó que los habitantes de un país no deben ser considerados como riqueza, sino que la riqueza tiene que servir a los seres humanos. En el fondo, considerar a las personas como capital parece implicar que éstos pierden su libertad y se transforman en instrumentos de la acumulación capitalista. [3]

Schultz no está de acuerdo con la concepción expresada en el párrafo anterior y la despacha rápido, planteando que: “invirtiendo en sí mismos, los hombres pueden ampliar la esfera de sus posibilidades de elección” (p. 16). De este modo, las personas se libran de caer en las formas de servidumbre, porque amplían el margen de su autonomía. Dicho así, parece ser una variante más de la vieja frase “el conocimiento libera”, dado que esa mayor autonomía se logra mediante la “inversión en sí mismo”, sobre todo en el terreno de los estudios en el sistema educativo. Sin embargo, la utilización por Schultz del vocabulario económico (“inversión”) conduce el pensamiento hacia un terreno específico, reduciendo el alcance de la autonomía alcanzada mediante el conocimiento. En este sentido, resulta sintomático que Schultz piense que la única forma de lograr autonomía en nuestra sociedad sea (me adelanto un poco) aumentando la dotación de capital que posee cada individuo; dicho en otras palabras, las personas tienen que hacerse capitalistas para ser libres, pues de lo contrario vivirán sometidas…al imperio del capital (por supuesto, no es este el lugar para cuestionar los alcances de la libertad alcanzada en tanto capitalista).

Schultz se queja de que la corriente principal de la teoría económica siguió firme en su rechazo a aplicar el concepto de capital a los seres humanos. En este sentido, los economistas continuaron adhiriendo a la noción clásica consistente en identificar el trabajo con el trabajo manual “que requiere pocos conocimientos y habilidades”, cualidad que poseen casi todos los trabajadores.

En este punto hay que decir que nuestro economista presenta de un modo unilateral algunas cuestiones. En primer lugar, los economistas reconocen explícitamente que los seres humanos son un elemento central de la producción capitalista; de hecho, se considera al trabajo (la actividad de esos seres humanos) como uno de los factores de producción, junto al capital y la tierra. En el enfoque adoptado por Schultz las personas (en la medida en que inviertan en sí mismas) pasan a ser capital; si se mantiene la noción de factores de producción, desaparece (o se reduce considerablemente el factor trabajo), pues los trabajadores pasan a ser capitalistas. En segundo lugar, esa consideración del ser humano como elemento del proceso de producción capitalista implica su subordinación a las necesidades de acumulación del capital (algo que ya fue señalado por Marx en los Manuscritos de París de 1844). La realidad del proceso económico, no las ideas de los filósofos o las máximas morales, determinan que las personas se encuentran sometidas a la “servidumbre” del capital.

Schultz acelera el argumento y enuncia su idea fundamental:

“Los trabajadores se han convertido en capitalistas (…) por la adquisición de conocimientos y habilidades que tienen un valor económico. Esos conocimientos y habilidades son en gran parte el producto de la inversión y, junto con otras inversiones humanas, explican principalmente la superioridad productiva de los países técnicamente avanzados.” (p. 17) [4]

Cabe volver a insistir aquí en algo ya indicado anteriormente: sin querer, Schultz dice entre líneas que, para ser libre en el capitalismo es preciso convertirse en capitalista. Su afirmación tiene otro corolario interesante: si todos son capitalistas, no existe el menor resquicio para hablar de explotación, pues no hay trabajadores a quienes explotar. Y también se esfuma la noción misma de clase social; sólo hay individuos que gestionan los diferentes tipos de capital que poseen. En otros términos, Schultz nos propone una verdadera “utopía” capitalista.

Según el autor, la afirmación anterior permite explicar numerosas situaciones, tales como la mejor remuneración percibida por los trabajadores afroamericanos frente a sus homólogos blancos. Estas diferencias son producto de las diferencias en educación entre unos y otros. Contar con más años de permanencia en el sistema educativo permite acceder a mejores salarios. Detrás del reduccionismo propuesto por Schultz, se encuentra la afirmación de que, una vez desaparecidas las clases sociales, la diferencia entre los individuos en el marco de una economía de mercado, que hace de la competencia su regla básica de conducta, radica en su educación.

La inversión en seres humanos produce rendimiento a lo largo de un amplio período. Se trata de inversión en educación, en formación profesional y en movimientos migratorios de los jóvenes.

Schultz enuncia otra idea central: “El capital humano ha ido sin duda aumentando a un ritmo sustancialmente mayor que el del capital reproducible (no humano).” (p. 20) Esto es una consecuencia de la inversión humana. Así, explica el incremento de los salarios de los trabajadores en EE. UU. en la segunda posguerra como “un rendimiento de la inversión realizada en los seres humanos” (p. 21) El capital humano también permite explicar: a) la rápida recuperación de los países europeos en la segunda posguerra (a pesar de la destrucción de capital físico); b) las dificultades de los países pobres para hace un uso eficaz de las inversiones externas.

A continuación, Schultz da el paso siguiente y pasa a utilizar la denominación recursos humanos para designar a las personas.

Los recursos humanos tienen componentes cuantitativos (número de personas; porcentaje de la población activa, número de horas trabajadas, etc.) y cualitativos (habilidad, conocimientos y atributos similares). Respecto a estos últimos componentes, los gastos para mejorar estas capacidades aumentan la productividad de los individuos.

El autor se plantea la cuestión de ¿cómo medir calcular la magnitud de la inversión humana? Dado que la inversión humana incide en el aumento de los ingresos, se toma dicho aumento como indicador del rendimiento de la inversión.

Algunas de las actividades que mejoran la capacidad humana: 1) facilidades y servicios de sanidad; 2) la formación profesional; 3) la educación formal en todos sus niveles; 4) programas de estudio para adultos organizados por las empresas; 5) migraciones individuales y familiares para ajustar las cambiantes oportunidades de empleo.

Schultz se concentra en la inversión en educación, dado que aumentó a un ritmo muy rápido y que “por sí misma puede muy bien explicar una parte importante del, otra manera inexplicado, aumento en los ingresos de los trabajadores” (p. 25). Su análisis es cuantitativo, se preocupa establecer la magnitud de la inversión en educación y su rendimiento. Para ello utiliza varios supuestos no desarrollados en este artículo.

Afirma que una parte importante del crecimiento no explicado de la economía estadounidense en las últimas décadas se explica a partir de la inversión en educación.

Schultz dedica el final del artículo al examen de los aspectos políticos del problema. Entre esos aspectos destaca que las leyes impositivas discriminan en contra del capital humano. Además, sostiene que existen numerosos obstáculos a la libre elección de la profesión (menciona la discriminación racial y religiosa). [5] Por último, señala un problema en la asistencia económica a los países del Tercer Mundo, pues ella se concentra en el capital físico y deja de lado el capital humano, generando un límite fuerte a la eficacia de esa asistencia (pues pronto se agota la reserva de personal calificado para operar la tecnología más avanzada proporcionada por la inversión externa). [6]

Escribe a modo de conclusión: “Verdaderamente, la característica más distintiva de nuestro sistema económico es el crecimiento del capital humano. Sin él, habría únicamente trabajo manual y pobreza, excepto para aquellos que obtienen rentas de la propiedad.” (p. 31)

Llegamos al final de esta brevísima excursión por las tierras de la TCH. Ya sabemos en qué consiste y cuáles son sus planteos principales. También hemos formulado algunas (brevísimas) consideraciones. Todo esto es el punto de partida, no la llegada. En los tiempos que corren se pueden hacer muchas cosas, menos subestimar los argumentos del enemigo.

 

 

Balvanera, domingo 28 de enero de 2024


NOTAS:

[1] Javier Milei (n. 1970), quien asumió a la presidencia de Argentina en diciembre de 2023, creó el Ministerio de Capital Humano y subsumió en esa nueva estructura al viejo Ministerio de Educación.

[2] Schultz, Th. W. (1972). Inversión en capital humano. En M. Blaug, Economía de la educación (pp. 17-33). Madrid, España: Tecnos.

El artículo fue publicado originalmente en inglés en 1961: Investment in Human Capital. American Economic Review, (51), pp. 1-17. Se basa en el discurso pronunciado ante la Asociación Estadounidense de Economía [American Economic Association] en 1960.

Para la TCH pueden consultarse:

Aronson, P. P. (2005). La "teoría del capital humano" revisitada [ponencia]. IV Jornadas de Sociología de la UNLP. La Argentina de la crisis: Desigualdad social, movimientos sociales, política e instituciones, La Plata, Argentina. [23 al 25 de noviembre de 2005] http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.6705/ev.6705.pdf

Becker, G. (1983). El capital humano. Madrid, España: Alianza.

[3] El autor menciona tres economistas que consideraron a las personas como capital: Adam Smith (1723-1790), Johann Heinrich von Thünen (1783-1850) e Irving Fisher (1867-1947).

[4] Esta afirmación tenía un “atractivo directo (…) para los sentimientos procapitalistas [por] su insistencia en que el trabajador es un detentor de capital corporizado en sus habilidades y conocimientos, y que tiene la capacidad de invertir (en sí mismo). Así, en un atractivo golpe conceptual, el asalariado, que no es propietario y que no controla ni el proceso ni el producto de su trabajo, es transformado en capitalista.” (Karabel, J. y Halsey, A. H. (s. d.). La investigación educativa: Una revisión e interpretación. Traducción de Jorge G. Vatalas, p. 11. [Material preparado para la cátedra de Sociología de la Educación].

[5] Schultz critica la forma en que se lleva a cabo la asistencia estatal a los sectores de bajos ingresos: “Los bajos ingresos de determinados grupos sociales han sido durante mucho tiempo materia de interés público. La política, con demasiada frecuencia, se centra sólo en los efectos, ignorando las causas. Gran parte de los bajos ingresos de muchos negros, puertorriqueños, mejicanos, agricultores emigrantes, agricultores pobres y algunos trabajadores viejos, son producto de una escasa inversión en su salud y educación.” (p. 29)

[6] “Las naciones del Tercer Mundo eran pobres, no a causa de las relaciones económicas internacionales, sino debido a características internas, especialmente a su carencia de capital humano.” (Karabel y Halsey, op. cit., p. 12)



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