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sábado, 29 de febrero de 2020

MONTESQUIEU Y LAS CIENCIAS SOCIALES: NOTAS DE LECTURA


Portada de "El espíritu de las leyes"


Irving Zeitlin es autor de un libro clásico sobre la historia de la sociología, Ideology and the Development of Sociological Theory (Englewood Cliffs: Prentice-Hall, 1968). Esta obra se caracteriza, entre otras cosas, por dedicarle un espacio considerable a los precursores de la sociología, es decir, a los autores que comenzaron a diferenciarse de la filosofía política y a elaborar un cuerpo teórico cuyo núcleo era el análisis del capitalismo, esa nueva forma de organización social que estaba reemplazando al feudalismo.
Entre los precursores se encuentra Charles Louis de Secondat, señor de la Brede y barón de Montesquieu (1689-1755). Durante toda su vida manifestó una insaciable curiosidad por conocer el funcionamiento de su sociedad y compararlo con el de otros países; en este sentido, fue uno de los pioneros de los estudios comparativos en ciencias sociales; su pertenencia a la aristocracia le permitió disponer del tiempo necesaria para estudiar la filosofía política y la historia, y para realizar viajes por el continente europeo; en 1728-1729 visitó Alemania, Austria, Italia y Holanda; posteriormente viajó a Gran Bretaña, donde permaneció dos años. Sus obras principales fueron: Cartas persas (1721); Consideraciones sobre la grandeza y la decadencia de los romanos (1734); El espíritu de las leyes (1748).
Zeitlin dedica el capítulo 2 de la obra a presentar los lineamientos fundamentales de la teoría social de Montesquieu. Esta ficha es un resumen de dicho capítulo.
Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Néstor A. Míguez: Ideología y teoría sociológica. Buenos Aires: Amorrortu. (pp. 21-33).


Zeitlin afirma que Montesquieu fue “el primer pensador de los tiempos modernos que intentó construir una filosofía de la sociedad y de la historia” (p. 21). Esta afirmación, demasiado rotunda, requiere ser matizada. El mismo autor menciona una excepción: el caso de Giambattista Vico (1668-1744), quien identificó a las regularidades (sucesos que se repiten y que obedecen a las mismas causas) como la base de la ciencia social. [1] Podemos mencionar otra, la obra de Maquiavelo (1469-1527), que puede ser considerada en muchos sentidos la primera teoría social moderna. Aquí no disponemos de espacio para desarrollar la cuestión de los precursores de los precursores; en todo caso, será elaborada en fichas posteriores.
Más allá del debate sobre los posibles antecesores de Montesquieu en el desarrollo de la teoría social moderna, lo cierto es que éste:
“se emancipó totalmente de la herencia medieval. Su preocupación por las regularidades estaba más cercana a la concepción moderna; buscaba las leyes del desarrollo social e histórico, y éste era su propósito principal en el estudio de los hechos sociales. No estudiaba los hechos por sí mismos, sino para descubrir las leyes que se manifiestan a través de ellos.” (p. 22).
Sus preocupaciones también lo ubican en el terreno de la ciencia social y no de la filosofía política, pues Montesquieu procuraba distinguir las distintas formas de gobierno utilizando como criterio de demarcación a las formas de organización social correspondientes a cada una de aquéllas. En palabras de Zeitlin:
“Existen distintas formas de gobierno que reciben los nombres de república, aristocracia, monarquía y despotismo, y que no constituyen agregados de propiedades adquiridas de forma accidental, sino que son más bien la expresión de ciertas estructuras sociales subyacentes. Tales estructuras permanecen ocultas mientras sólo observamos los fenómenos políticos y sociales, es decir, los hechos. Estos son en primera instancia tan complejos y variados que parecen desafiar toda comprensión.” (p. 22).
El problema central de la teoría social consiste, por tanto, en encontrar las regularidades que permiten relacionar la multitud de hechos que se suceden todo el tiempo en cada sociedad. Para eso es preciso partir del supuesto de que todas las instituciones de una sociedad son interdependientes entre sí; ninguna de ellas existe por casualidad o para satisfacer un “deber ser” al que aspiran los individuos. Todo lo contrario.
“La educación y la justicia, las formas de matrimonio y la familia, y las instituciones políticas, no solo ejercen una influencia recíproca, sino que dependen también de la forma básica del Estado; el carácter de éste, a su vez, descansa en esos aspectos de la sociedad. (…) Si el examen de una sociedad revela determinada interdependencia entre sus elementos, y si una serie de sociedades tienen tantas cosas en común que se las puede clasificar en el mismo tipo, entonces los procesos de funcionamiento de estas sociedades también pueden manifestar ciertas tendencias características similares. Ni estos procesos ni el destino de los pueblos están determinados por accidentes.” (p. 23; el resaltado es mío – AM-.).
Montesquieu sienta así las bases de las ciencias sociales modernas, que se apoyan en el reconocimiento de la existencia de regularidades en todas las sociedades. Ahora bien, esas regularidades no son las mismas en cada sociedad ni en cada época histórica.
“Después de realizar un estudio empírico bastante cuidadoso de las sociedades pasadas y contemporáneas para determinar la causa de la variedad de las instituciones, llegó a la conclusión de que no había ningún gobierno que fuera universalmente apropiado. Las instituciones políticas deben adecuarse a las peculiaridades de la sociedad en la que deben funcionar. (…) no se puede legislar para todas las personas y todos los lugares partiendo de la suposición de que existen leyes universalmente aplicables. No vacilaba en señalar tanto virtudes como defectos en todas las formas de gobierno.” (p. 23; el resaltado es mío – AM-).
Como no existe una única forma de sociedad, Montesquieu elaboró procedimientos metodológicos para distinguir entre organizaciones sociales diferentes. En este sentido, fue el primer gran “metodólogo” de las ciencias sociales.
Toda ciencia tiene que describir la realidad, pero resulta complejo llevar a cabo esta tarea si esa realidad está compuesta por elementos que difieren completamente entre sí. De ahí la necesidad de identificar rasgos comunes y, de ese modo, establecer clasificaciones y tipologías. Para resolver el problema de la descripción de una realidad compleja, Montesquieu desarrolló los tipos ideales y los aplicó al estudio de las formas de gobierno.
“Su obra principal, El espíritu de las leyes, y en medida algo menor todos sus otros escritos, son análisis basados en tipos políticos y sociológicos. Se trataba de una herramienta intelectual indispensable, capaz de dar sentido a lo que de otro modo parecería una maraña incomprensible.” (p. 22).
Los tipos ideales se construyen a partir de la identificación de los rasgos comunes a diversas sociedades. En base a ellos se construye un tipo ideal de sociedad (en el caso de Montesquieu, de forma de gobierno), que permite clasificar a cada una de las sociedades realmente existentes. La condición de posibilidad de la formulación de los tipos ideales es la existencia de regularidades en las sociedades. Si todo fuera azar sería imposible construir una ciencia de la sociedad.
Zeitlin caracteriza así el uso de los tipos ideales por Montesquieu:
“Sus tipos no tenían pretensión alguna de trascender el tiempo y el lugar. Reconocía que las costumbres, las leyes y otras instituciones de las sociedades varían junto con las demás condiciones de su existencia. Discernía ciertos tipos generales, por ejemplo, la monarquía, pero también veía que las monarquías específicas varían según el tiempo y el lugar. Por ello, las reglas nunca pueden ser válidas para todas las sociedades y para todos los pueblos.” (p. 28).
Zeitlin señala Montesquieu no fue el primero en utilizar los tipos ideales. Aristóteles (384-322 a.C.), por ejemplo, también los empleó; pero, el filósofo griego “lo circunscribió [su uso] a las formas políticas.” (p. 27). Zeitlin cae aquí en error conceptual, pues las formas de gobierno en Aristóteles no son sólo formas de organización política, sino tipos de organización social. No cabe hablar de reduccionismo político. [2]
Ahora bien, “la ciencia exige algo más que descripción y clasificación; también supone interpretación y explicación.” (p. 27). Montesquieu sostiene que esto es posible en la medida en que puedan formularse leyes; sin ellas tampoco es viable una ciencia de la sociedad.
Las leyes implican el reconocimiento de la existencia de relaciones causales entre los hechos.
“Los sucesos percibidos no son arbitrarios ni fortuitos; ni la interpretación es la imposición de un orden totalmente subjetivo – un orden que solo existe en la mente – a una realidad en esencia caótica y errática, es decir, desordenada. También fue este uno de los supuestos que guió a Montesquieu en su análisis social.”  (p. 27).
Montesquieu sostuvo que las leyes no sólo se aplicaban a la naturaleza, sino también a la sociedad. De este modo, el terreno de lo social dejaba de ser patrimonio del azar, de la acción de las grandes personalidades, de la voluntad de Dios. La sociedad se convertía en un objeto de estudio, a semejanza de los astros que eran estudiados por la astronomía o de los cuerpos cuyos desplazamientos eran examinados por la física.
Respecto a la utilización del concepto de ley por Montesquieu es preciso desarmar un equívoco que, a esta altura del partido, forma parte del sentido común de toda presentación somera de la obra del filósofo político francés. Según este sentido común, las leyes hacen referencia a la influencia determinante de la geografía y el clima sobre las sociedades. Zeitlin refuta esta concepción:
“El volumen de la sociedad es para Montesquieu la causa principal de estos cambios [en la sociedad y la política]. (…) Las interpretaciones tradicionales de la teoría de Montesquieu han pasado por alto su reconocimiento de las variables sociales y han llamado la atención, en cambio, hacia otras variables: la geografía, la topografía, la fertilidad del suelo, el clima, la proximidad (o la lejanía) respecto al mar, etc. Montesquieu atribuía a todos estos factores una influencia restrictiva sobre la estructura de una sociedad; son las constantes retardantes cuya ausencia o presencia orientan a una sociedad en una dirección particular. Pero en su pensamiento estos factores eran menos importantes que las variables sociales.” (p. 31).
El filósofo político francés distinguió entre ley y costumbre.
“Las costumbres surgen espontáneamente de la existencia social; las leyes, en cambio, son establecidas por un legislador de manera formal y explícita.” (p. 31).
En la concepción de Montesquieu, cada sociedad “parece requerir ciertas leyes definidas que se adapten en grado máximo a la misma. Pero estas permanecen ocultas e implícitas (…), si algún legislador no las discierne y las formula explícitamente.” (p. 31-32).
Ahora bien, la tarea del legislador introduce la contingencia en la cuestión de las leyes de la sociedad, pues la legislación puede diferir de la naturaleza de la sociedad. “Una sociedad sería lo que prescribe su naturaleza, si no fuera por la ignorancia y los errores de quienes interpretan estas prescripciones.” (p. 32). [3]
Montesquieu formuló una clasificación de las sociedades. En ella distinguía las siguientes formas: república (que puede ser aristocracia o una democracia), monarquía, despotismo y una cuarta forma constituida por las sociedades que viven de la caza y la cría de ganado. [4] Con esos tipos ideales se refiere a sociedades totales, no sólo a sistemas políticos. No se basan en la aplicación de principios a priori, sino que se fundan en la observación. [5] Se interesó tanto en las diferencias entre las sociedades como en sus semejanzas. Zeitlin indica que:
“El razonamiento subyacente en esta clasificación es válido todavía hoy. Comprendió que el aumento de complejidad de las estructuras económicas y sociales, el acrecentamiento de las diferencias de riqueza, la aparición de estratos, etc., provocaban cambios en la estructura política.” (p. 29).
Fue el primero en indicar la importancia de la solidaridad social como mecanismo que desarrollaba la cohesión entre los miembros de una sociedad.
“Se percató del hecho de que una república como la Atenas o la Roma antiguas, donde la propiedad privada se hallaba poco desarrollada, lógicamente presentaría el mayor grado de solidaridad social; y que una sociedad moderna, caracterizada por una compleja división del trabajo y por la existencia de clases y de grupos especiales de intereses, debía presentar un grado menor de ella. En este último caso, cada individuo establece una tajante distinción entre su persona y su grupo especial de intereses por una parte, y la sociedad por la otra. La solidaridad social, en la medida en que puede existir en la sociedad moderna, brota de una fuente distinta. Ya no depende de la igualdad y la semejanza, sino precisamente de la división del trabajo, que crea la interdependencia de individuos y de grupos.” (p. 29-30).
El concepto de solidaridad social fue retomado por Saint-Simon (1760-1825), de quien lo recogió, a su vez, Durkheim (1858-1917), convirtiéndolo en una noción central de su clasificación de las sociedades.
Zeitlin sintetiza el aporte de Montesquieu a la teoría social moderna:
“Sin duda, es siempre erróneo rastrear el nacimiento de ciertas ideas hasta un pensador determinado. Sin embargo, puede considerarse a Montesquieu como un precursor importante del pensamiento sociológico, pues usó los conceptos de tipi ideal y de ley con mayor coherencia que cualquiera de sus predecesores o contemporáneos, comprendió la necesidad de los estudios comparativos y sostuvo la suposición de que los elementos de una sociedad son funcionalmente interdependientes.” (p. 33).
Por último, esta ficha es, a la vez, la continuidad de una serie dedicada a presentar el aporte de Zeitlin a la historia del pensamiento sociológico, y la primera de una serie de trabajos sobre la contribución de Montesquieu a la teoría social, basada en la lectura de El espíritu de las leyes.


Villa del Parque, sábado 29 de febrero de 2020


NOTAS:
[1] Sin embargo, Zeitlin sostiene que “en los escritos de Vico, las ideas fundamentales del Iluminismo, las referentes al progreso humano y a la perfectibilidad del ser humano en el ámbito secular, no aparecen por ninguna parte. Siguió siendo esencialmente medieval y teológico en su visión del mundo y consideró que el mejoramiento y la salvación dependen de la gracia de Dios.” (p. 21).
[2] Ver Aristóteles, Política, Libro IV. Por ejemplo, los tipos de régimen democrático son producto de una determinada relación de fuerzas entre las clases sociales de la polis. Estos tipos varían si se modifica la relación entre esas fuerzas sociales.
[3] “La concepción que Montesquieu tenía de la ley como expresión de la relación necesaria entre las cosas encierra elementos ambiguos. Parece creer que estudiando una sociedad es posible descubrir sus leyes (lo que su naturaleza exige) y, por tanto, crear las formas legales y otras instituciones que mejor se adapten a esa naturaleza. La creación de tales instituciones supone una interpretación de cuál es la verdadera naturaleza de una sociedad y, por lo tanto, está sujeta a error. Si faltara este elemento contingente – la ignorancia y/o el error – el ser humano concebiría leyes en total acuerdo con la naturaleza de la sociedad, y en apariencia esto sería beneficioso. La vida social del ser humano estaría totalmente determinada, y los elementos de la sociedad presentarían una articulación e integración perfectas. Los elementos contingentes que Montesquieu introduce parecen implicar que el ser humano nunca puede alcanzar una articulación tan perfecta.” (p. 32).
[4] Esta cuarta forma está conformada por sociedades que se caracterizan por tener “una población pequeña y poseer la tierra en común. Las costumbres, y no las leyes, regulan la conducta. Los ancianos gozan de la autoridad suprema, pero tales sociedades son tan celosas de su libertad, que no toleran ningún poder permanente. Montesquieu las divide, además, en dos subtipos: salvajes y bárbaros. Los salvajes son, por lo general, cazadores que viven en sociedades pequeñas y relativamente nómadas, mientras que los bárbaros crían ganado, viven en sociedades mayores y son relativamente sedentarias.” (p. 30).
[5] Como se indicó más arriba, Montesquieu fue un gran viajero, interesado en las costumbres y la legislación de los países que visitaba. Además de su propia experiencia, se basó en su conocimiento de la historia y en relatos de viajeros. Todo ello sirvió de material empírico comparativo para elaborar su clasificación de las sociedades.

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