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jueves, 21 de marzo de 2019

FOUCAULT Y EL PODER DISCIPLINARIO: NOTAS SOBRE VIGILAR Y CASTIGAR




El presente trabajo consiste en una ficha de lectura (con notas y comentarios) sobre Vigilar y castigar (1975), una de las obras fundamentales de Michel Foucault (1926-1984). La ficha no abarca toda la obra, sino que se concentra en la cuestión del poder disciplinario, tal como aparece planteada en la segunda sección del libro del filósofo francés.
El segundo libro de la obra está constituido por tres secciones: I) Los cuerpos dóciles; II) Los medios del buen encauzamiento; III) El panoptismo.
La presente ficha de lectura está dedicada a la segunda sección. Ésta se divide en tres partes: La vigilancia jerárquica; La sanción normalizadora; El examen.
Trabajé con la traducción española de Aurelio Garzón del Camino: Foucault, M. (2006). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.
Abreviaturas utilizadas:
PD = Poder disciplinario; VyC = Vigilar y Castigar
Importante:
Los pasajes puestos entre corchetes corresponden a opiniones vertidas por mí. Quien utilice la ficha a modo de introducción a la lectura directa de Foucault, puede prescindir de ellos.

La segunda sección contiene una definición del poder disciplinario, concepto fundamental en VyC:
“El poder disciplinario (…) es un poder que, en lugar de sacar y retirar, tiene como función principal la de «enderezar conductas»; o sin duda, de hacer esto para retirar mejor y sacar más. No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez pueda multiplicarlas y usarlas. En lugar de plegar uniformemente y en masa todo lo que le está sometido, separa, analiza, diferencia, lleva sus procedimientos de descomposición hasta las singularidades necesarias y suficientes. «Encauza» las multitudes móviles, confusas, inútiles de cuerpos y de fuerzas en una multiplicidad de elementos individuales – pequeñas células separadas, autonomías orgánicas, identidades y continuidades genéticas, segmentos combinatorios. La disciplina «fabrica» individuos; es la técnica específica de un poder que se da los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de ejercicio.” (p. 175).
[El PD reemplaza al poder soberano, propio de las sociedades precapitalistas (en VyC se hacen referencias a su expresión en el feudalismo), en las que el individuo es derrochado con facilidad, pues no constituye un valor económico en sí mismo. En cambio, el objetivo del PD es producir individuos capaces de generar riqueza. Desde el siglo XVIII, y en especial desde la Revolución Industrial, quedó claro que el trabajo es la fuente de la riqueza y que los individuos son, por ende, los productores de esa riqueza. De ahí la necesidad de disciplinarlos para que sean eficaces en la producción de riqueza. Las ideas clave para comprender este proceso son la transformación de las personas en mercancías y la elevación de la explotación capitalista a principio nuclear de la economía moderna.] (1)
El PD utiliza instrumentos simples: a) la inspección jerárquica; b) la sanción normalizadora; c) el examen, combinación de los dos anteriores.
El resto de la segunda sección está dedicado al análisis de los instrumentos enumerados en el párrafo anterior.
La vigilancia jerárquica (pp. 175-182)
Foucault plantea que ejercer la disciplina “supone un dispositivo que coacciona por el juego de la mirada; un aparato en el que las técnicas que permiten ver inducen efectos de poder y donde, de rechazo, los medios de coerción hacen claramente visibles aquellos sobre quienes se aplican.” (175).
Mediante estas técnicas se constituye un “saber nuevo sobre el ser humano”. [En las conferencias tituladas La verdad y las formas jurídicas (1973), nuestro autor se había planteado el problema de la constitución de nuevos dominios de saber a partir de prácticas sociales. En este sentido, VyC realiza el proyecto de investigación enunciado en dichas conferencias.] (2)
Las técnicas de la vigilancia requieren “miradas que deben ver sin ser vistas” (176) [La apoteosis de estas técnicas es el panóptico – y el panoptismo es precisamente el título de la tercera parte de la segunda sección de la obra-.]
Las técnicas de vigilancia se plasman en la creación de instituciones disciplinarias (cuartel, hospital, escuela), que edifican “en torno de los seres humanos un aparato de observación, de registro y de encauzamiento.” (p. 178).
El primer paso en el desarrollo de las técnicas de vigilancia es el campamento militar, “modelo casi ideal” de las mismas, pues el poder actúa por el efecto de una “visibilidad general”. “En el campamento perfecto, todo el poder se ejercería por el único juego de una vigilancia exacta,  cada mirada sería una pieza en el fundamento global del poder.” (176). Esas miradas seguirían una jerarquía (la de los oficiales militares), hasta llegar al vértice de la pirámide (el poder supremo). El modelo del campamento supone un principio subyacente: “el encaje espacial de las vigilancias jerarquizadas” (177). [Ahora bien, sin subestimar la importancia de las técnicas militares en el desarrollo del aparato de dominación de la Modernidad, cabe apuntar que el campamento es un modelo “ideal” porque la situación militar supone la supresión de múltiples mediaciones entre quienes ejercen la dominación y los dominados. La jerarquía y la obediencia militar (más allá de los matices que se dan en lo concreto) aniquilan las resistencias que se dan, efectivamente, en el “más allá” del campamento militar – la sociedad -. ]
“El modelo del campamento militar intentó ser reproducido en el urbanismo, en la construcción de las ciudades obreras, de los hospitales, de los asilos, de las prisiones, de las casas de educación. Todo este movimiento implicó una transformación de la arquitectura, cuyos objetivos se modificaron drásticamente. A partir del PD, los arquitectos trabajaron para “permitir un control interior, articulado y detallado – para hacer visibles a quienes se encuentran dentro; (…) una arquitectura que habría de ser un operador para la transformación de los individuos: obrar sobre aquellos a quienes abriga, permitir la presa sobre su conducta, conducir hasta ellos los efectos del poder, ofrecerles a un conocimiento, modificarlos. Las piedras pueden volver dócil y cognoscible.” (177; el resaltado es mío – AM -). [Todo este despliegue cobra sentido si se lo analiza al calor de la mencionada transformación de los individuos en mercancías.]
El hospital-edificio es el logro inicial de la arquitectura descripta en el párrafo anterior. Este edificio es “un instrumento de acción médica”, “es, en su materialidad misma, un operador terapéutico.” (177). (3) Luego, la escuela-edificio, “operador de encauzamiento de la conducta.” (177). Ambos géneros de edificios actúan dividiendo a los individuos en compartimentos estancos y sometiéndolos a una vigilancia continua. El producto obtenido es un individuo reformado, dócil. [Útil para producir plusvalor, para hablar en términos marxistas.]
En los grandes talleres y en las fábricas el objetivo de la vigilancia es directamente “aumentar su función productora. Especificar la vigilancia y hacerla funcional.” (179). En ellas se desarrolla un nuevo tipo de vigilancia:
“Se trata ahora de un control intenso, continuo; corre a lo largo de todo el proceso de trabajo; no recae – o no recae solamente – sobre la producción (…), pero toma en cuenta la actividad de los seres humanos, su habilidad, su manera de trabajar, su rapidez, su celo, su conducta. Y es también cosa distinta del control doméstico del amo, presente al lado de los obreros y de los aprendices, ya que se efectúa por empleados, vigilantes, controladores y contramaestres. A medida que el aparato de producción se va haciendo más importante y más complejo, a medida que aumentan el número de los obreros y la división del trabajo, las tareas de control se hacen más necesarias y más difíciles. Vigilar pasa a ser entonces una función definida, pero que debe formar parte integrante del proceso de producción; debe acompañarlo en toda su duración. Se hace indispensable un personal especializado, constantemente presente y distinto de los obreros.” (179).
[En este caso, es todavía evidente la relación entre la creación de nuevos dispositivos de vigilancia y la subsunción del trabajo en el capital. El trabajador, devenido mercancía – mercancía que, además, tiene la propiedad específica de crear nuevo valor -, requiere ser vigilado y “normalizado”. No es casualidad que Foucault cite aquí a Marx, El capital, Libro Primero, sección 4°. A partir de esta necesidad de vigilancia y de los nuevos dispositivos, surge un personal especializado en ejercer la vigilancia y el control en el proceso de producción. La complejidad creciente del proceso productivo hace que este tipo de personal se vuelva cada vez más importante en la apropiación de plusvalía por la empresa capitalista.].
Los capitalistas reconocieron rápidamente el rol de la esta nueva modalidad de vigilancia. Foucault escribe: “Los patrones reconocen en ello un elemento indisociable del sistema de la producción industrial, de la propiedad privada y del provecho.” (p. 180).
“La vigilancia pasa a ser un operador económico decisivo, en la medida en que es a la vez una pieza interna en el aparato de la producción y un engranaje especificado del poder disciplinario.” (p. 180).
[Por desgracia, Foucault no desarrolla más este punto. Es precisamente aquí donde el PD se enlaza con el capital. Mejor dicho, el PD (acepto por el momento la terminología foucaultiana) se integra en el capital. Hay que tener presente que el desarrollo del capitalismo implica el pasaje de la subsunción formal a la subsunción real del trabajo en el capital. En la subsunción formal, los trabajadores siguen trabajando “a su ritmo”; en la subsunción real, el capital se apropia el saber obrero y pone el “ritmo” del proceso laboral. Desde esta perspectiva, resulta interesante el análisis foucaultiano de los dispositivos de control.]
Luego pasa a examinar la organización de la enseñanza elemental. Se verifica un proceso semejante al acontecido en las fábricas: “especificación de la vigilancia, e integración al nexo pedagógico.” (180).
Foucault vuelve ahora sobre el PD, luego del análisis de los instrumentos de vigilancia:
“La vigilancia jerarquizada, continua y funcional (…) pero su insidiosa extensión debe su importancia a las nuevas mecánicas de poder que lleva consigo. El poder disciplinario, gracias a ella, se convierte en un sistema «integrado» vinculado del interior a la economía y a los fines del dispositivo en que se ejerce. Se organiza también como un poder múltiple, automático y anónimo; porque si es cierto que la vigilancia reposa sobre individuos, su funcionamiento es el de un sistema de relaciones de arriba abajo, pero también hasta cierto punto de abajo arriba y lateralmente. Este sistema hace que resista el conjunto, y lo atraviesa íntegramente por efectos de poder que se apoyan unos sobre otros: vigilantes perpetuamente vigilados. El poder en la vigilancia jerarquizada de las disciplinas no se tiene como una cosa, no se transfiere como una propiedad; funciona como una maquinaria. Y si es cierto que su organización piramidal le da un «jefe», es el aparato entero el que produce «poder» y distribuye los individuos en ese campo permanente y continuo. Lo cual permite al poder disciplinario ser a la vez absolutamente indiscreto, ya que está por doquier y siempre alerta, no deja en principio ninguna zona de sombra y controla sin cesar a aquellos mismos que están encargados de controlarlo; y absolutamente «discreto», ya que funciona permanentemente y en una buena parte en silencio. La disciplina hace «marchar» un poder relacional que se sostiene a sí mismo por sus propios mecanismos y que sustituye la resonancia de las manifestaciones por el juego ininterrumpido de miradas calculadas.” (182).
[Todo el pasaje precedente tiene que ser examinado críticamente. Ante todo, hay que señalar dos problemas: a) el poder capitalista tiene un núcleo, que es la propiedad de los medios de producción. Ese núcleo es tangible. Es por eso que resulta dudoso hablar de “poder” en abstracto; corresponde hablar de “poder capitalista”; b) la dominación capitalista funciona, ante todo, por coerción económica, que reduce al mínimo la intervención de la coerción extraeconómica. Foucault no hace ninguna mención a esta forma de coerción, cuyo estudio es fundamental para comprender los mecanismos de dominación del capital. ]
La sanción normalizadora (pp. 182-189)
El PD requiere de una penalidad específica, que debe distinguirse de la penalidad judicial, la cual “tiene por función esencial la de referirse, no a un conjunto de fenómenos observables, sino a un corpus de leyes y de textos que hay que conservar en la memoria; no la de diferenciar a unos individuos, sino de especificar unos actos bajo cierto número de categorías generales; no la de jerarquizar sino la de hacer jugar pura y simplemente la oposición binaria de lo permitido y de lo prohibido; no la de homogeneizar, sino la de operar la división, obtenida de una vez por todas, de la condena.” (p. 188).
El PD desarrolla “una manera específica de castigar”, la penalidad disciplinaria, que constituye en la práctica otro sistema penal al lado del judicial.
La penalidad disciplinaria penaliza todo lo que no se ajusta a la regla: “en el corazón de todos los sistemas disciplinarios funciona un pequeño mecanismo penal. (…) Las disciplinas establecen una «infra-penalidad»; reticulan un espacio que las leyes dejan vacío; califican y reprimen un conjunto de conductas que su relativa indiferencia hacía sustraerse a los grandes sistemas de castigo.” (p. 183).
La penalidad disciplinaria se manifiesta en la práctica como “micropenalidad del tiempo”, de la actividad, de la manera de ser, de la palabra, del cuerpo, de la sexualidad. Esto ocurre en el taller, en la escuela, en el ejército. Se utiliza una serie de procedimientos sutiles, que van desde el castigo físico leve, a privaciones menores y a pequeñas humillaciones.
“Se trata a la vez de hacer penables las fracciones más pequeñas de la conducta y de dar una función punitiva a los elementos en apariencia indiferentes del aparato disciplinario: en el límite, que todo puede servir para castigar la menor cosa; que cada sujeto se encuentre prendido en una universalidad castigable-castigante.” (p. 183).
La penalidad disciplinaria castiga “la inobservancia, todo lo que no se ajusta a la regla, todo lo que se aleja de ella, las desviaciones. Es punible el dominio indefinido de lo no conforme.” (p. 184). En otras palabras,
“El castigo disciplinario tiene por función reducir las desviaciones. Debe, por o tanto, ser esencialmente correctivo. Al lado de los castigos tomados directamente del modelo judicial (multas, látigo, calabozo), los sistemas disciplinarios dan privilegio a los castigos del orden del ejercicio – del aprendizaje intensificado, multiplicado, varias veces repetido.” (p. 184).

El castigo disciplinario funciona por medio de un sistema doble: gratificación-sanción. Este sistema opera en el proceso de encauzamiento de la conducta, que no es otra cosa que un proceso de normalización. Foucault lo describe así: “La penalidad perfecta que atraviesa todos los puntos, y controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquiza, homogeiniza, excluye. En una palabra, normaliza.” (p. 188).
Se desarrolla una “microeconomía de la penalidad perpetua”, que permite diferenciar a los individuos: “la penalidad que pone en práctica se integra en el ciclo de conocimiento de los individuos.” (p. 186).
El PD crea el poder de la Norma. Foucault describe así el proceso de normalización: “En un sentido, el poder de normalización obliga a la homogeneidad; pero individualiza al permitir las desviaciones, determinar los niveles, fijar las especialidades y hacer útiles las diferencias ajustando unas a otras. Se comprende que el poder de la norma funcione fácilmente en el interior de una homogeneidad que es la regla, introduce, como un imperativo útil y el resultado de una medida, todo el desvanecido de las diferencias individuales.” (p. 189). (4)
El examen (pp. 189-198)
En esta instancia se combinan la vigilancia jerárquica y la sanción normalizadora. “Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar.” (p. 189).
Es importante destacar que en el examen se superponen “las relaciones de poder y las relaciones de saber” (p. 189). En otras palabras, surge todo un dominio de saber, cuyo objetivo es normalizar a los individuos. [Y, dejando de lado lo repetitivo, se trata de normalizar a los individuos para acomodarlos a su condición de mercancías, para lograr un rendimiento al máximo de su fuerza de trabajo.]
Foucault sostiene que el desbloqueo epistemológico de la medicina, ocurrido a fines del siglo XVIII, tuvo como una de sus condiciones esenciales la organización del hospital como “aparato de «examinar»”. (p. 190).
La escuela, por su parte, “pasa a ser una especie de aparato de examen ininterrumpido que acompaña en toda su longitud la operación de enseñanza.” (p. 191). Esta práctica constante del examen “crea un verdadero y constante intercambio de saberes: garantiza el paso de los conocimientos del maestro al discípulo, pero toma del discípulo un saber reservado y destinado al maestro. La escuela pasa a ser el lugar de elaboración de la pedagogía.” (p. 191). La escuela “examinatoria” marca el comienzo de una pedagogía que funciona como ciencia.
A continuación, y casi hasta el final de esta tercera parte, Foucault se dedica a describir el mecanismo del examen, que une cierta forma de ejercicio del poder y cierto tipo de formación de saber:
§  El examen invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder.” Tradicionalmente, el poder era visible y aquellos sobre los que se ejerce dicho poder eran invisibilizados. En cambio, el PD “se ejerce haciéndose invisible; en cambio impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio. En la disciplina, son sometidos los que tienen que ser vistos. Su iluminación garantiza el dominio del poder que se ejerce sobre ellos. El hecho de ser visto sin cesar, de poder ser visto constantemente, es lo que mantiene en su sometimiento al individuo disciplinario. Y el examen es la técnica por la cual el poder, en lugar de emitir los signos de su potencia, en lugar de imponer su marca a sus sometidos, mantiene a éstos en un mecanismo de objetivación.” (p. 192).  Foucault es tajante: “Y esta inversión de visibilidad en el funcionamiento de las disciplinas es la que habrá de garantizar hasta sus grados más bajos en el ejercicio del poder. Entramos en la época del examen infinito y de la objetivación coactiva.” (p. 193; el resaltado es mío – AM-).
§  El examen hace entrar también la individualidad en un campo documental. Las observaciones diarias de los individuos (enfermos en los hospitales, alumnos en los colegios, “locos” en los manicomios, etc.), realizadas por médicos, maestros, alienistas, conforman toda una escritura disciplinaria.

El conjunto de técnicas aplicadas a la observación de los individuos permitieron “el desbloqueo epistemológico de las ciencias del individuo” [Como ya había indicado arriba, también para esta época se produjo el desbloqueo epistemológico de la medicina, como consecuencia de la generalización del hospital concebido como aparato de «examinar». Este desbloqueo epistemológico fue fundamental para el nacimiento de las “ciencias del hombre”. (p. 196).

Foucault señala que “el examen abre dos posibilidades que son correlativas: la constitución del individuo como objeto descriptible, analizable; en modo alguno, sin embargo, para reducirlo a rasgos «específicos» como hacen los naturalistas con los seres vivos, sino para mantenerlo en sus rasgos singulares, en su evolución particular, en sus aptitudes o capacidades propias, bajo la mirada de un saber permanente; y de otra parte, la constitución de un sistema comparativo que permite la medida de fenómenos globales, la descripción de grupos, la caracterización de hechos colectivos, la estimación de las desviaciones de los individuos unos respecto de otros, y su distribución en una «población».” (p. 195).

§  El examen, rodeado de todas sus técnicas documentales, hace de cada individuo un «caso»: un caso que a la vez constituye un objeto para un conocimiento y una presa para un poder.” (p. 196).

En la época del poder soberano [el feudalismo], sólo la individualidad del soberano, de los “grandes del reino”, era importante. Sólo ellos eran visibles. Con el PD, la visualización (mediante las técnicas descriptas en los puntos anteriores) se aplica a las “personas comunes”. Las técnicas de la vigilancia funcionan “como procedimiento de objetivación y sometimiento”.

Foucault sintetiza su análisis puntualizando “la aparición de una modalidad nueva de poder en la que cada cual recibe como estatuto su propia individualidad, y en la que es estatutariamente vinculado a los rasgos, las medidas, los desvíos, las notas que lo caracterizan y hacen de él, de todos modos, un «caso».” (p. 196-197).

“El examen se halla en el centro de los procedimientos que constituyen el individuo como objeto y efecto de poder, como efecto y objeto de saber. (…) Con él se ritualizan esas disciplinas que se pueden caracterizar con una palabra diciendo que son una modalidad de poder para el que la diferencia individual es pertinente.” (p. 197).
Foucault concluye la segunda sección con una síntesis de la relación entre disciplinas, individualización y ciencias sociales.
“Las disciplinas marcan el momento en que se efectúa lo que se podría llamar la inversión del eje político de la individualización.” (p. 197).
¿Cómo debe entenderse esta afirmación?
En las sociedades precapitalistas (el feudalismo es un ejemplo) “la individualización es máxima del lado en que se ejerce la soberanía y en las regiones superiores del poder.” (p. 197). Los reyes, los nobles, son visibles, se escriben sus crónicas, se compilan sus árboles genealógicos; los pobres, en cambio, son invisibles.
En cambio, el capitalismo modifica radicalmente la cuestión: “En un régimen disciplinario, la individualización es en cambio «descendente»: a medida que el poder se vuelve más anónimo y más funcional, aquellos sobre los que se ejerce tienden a estar más fuertemente individualizados; y por vigilancias más que por ceremonias, por observaciones más que por relatos conmemorativos, por medidas comparativas que tienen la «norma» como referencia, y no por genealogías que dan los antepasados como puntos de mira; por «desviaciones» más que por hechos señalados. En un sistema de disciplina, el niño está más individualizado que el adulto, el enfermo que más que el hombre sano, el loco y el delincuente más que el normal y el no delincuente. En todo caso, es hacia los primeros a los que se dirigen en nuestra civilización todos los mecanismos individualizantes; y cuando se quiere individualizar al adulto sano, normal y legalista, es siempre buscando lo que hay en él todavía de niño, la locura secreta que lo habita, el crimen fundamental que ha querido cometer." (p. 197-198).
Esta “inversión histórica de los procedimientos de individualización” es la condición de posibilidad de las ciencias sociales modernas: “ese momento en que las ciencias del hombre han llegado a ser posibles es aquel en que se utilizaron una nueva tecnología del poder y otra anatomía política del cuerpo.” (p. 198).
La filosofía política de los siglos XVII y XVIII [el contractualismo] postuló una sociedad artificial constituida a partir de individuos que realizaban un pacto o contrato; en otras palabras, transferían la modalidad propia de las relaciones económicas mercantiles (el contrato) a la esfera de la sociedad política. Foucault señala que esa afirmación tiene que ser complementada:
“El individuo es sin duda el átomo ficticio de una representación ideológica de la sociedad; pero es también una realidad fabricada por esa tecnología específica de poder que se llama la disciplina. Hay que cesar de describir siempre los efectos de poder en términos negativos: excluye, reprime, rechaza, censura, abstrae, disimula, oculta. De hecho, el poder produce; produce realidad; produce ámbitos de objetos y rituales de verdad. El individuo y el conocimiento que de él se puede obtener corresponden a esta producción.” (p. 198).
[En resumen, el poder disciplinario construye el individuo moderno. Lo construye en tanto mercancía y en tanto objeto de dominación política. El cuartel, el hospital, la escuela y la fábrica son los lugares donde se manifiesta principalmente la acción de este poder. Complementan la acción de la coerción económica y del fetichismo de la mercancía, mecanismos centrales de la dominación capitalista.]

Villa del Parque, jueves 21 de marzo de 2019

NOTAS:
(1)  No dispongo de tiempo ni de los conocimientos suficientes para abordar la cuestión de las relaciones entre Marx y Foucault. Sin embargo, es posible formular algunos comentarios. En primer lugar, en VyC se nota mucho la influencia de teoría marxiana de la sociedad. En segundo lugar, esa influencia se observa, sobre todo, en la importancia del proceso de individualización. En este sentido, es útil leer en paralelo a VyC las observaciones de Marx en la Introducción a los Grundrisse, donde señala que el individuo es una creación de la Modernidad. En tercer lugar, el énfasis de Marx en el pasaje de la coerción extraeconómica (la violencia física, propia de las sociedades precapitalistas) a la coerción económica, pone en contexto el estudio de Foucault sobre el poder disciplinario.
(2)  Foucault, M. (2003). [1° edición: 1980]. La verdad y las formas jurídicas. Madrid: Editora Nacional. Traducción española de Enrique Lynch.
(3)  Para el tratamiento foucaultiano de la medicina y el hospital, consultar: Foucault, M. (2011). [1° edición: 1963]. El nacimiento de la clínica: Una arqueología de la mirada médica. Buenos Aires: Siglo XXI.
(4)  Para la cuestión de lo normal y lo patológico, sigo la recomendación de Foucault: Canguilhem, G. (1971). [1º edición: 1943]. Lo normal y lo patológico. Buenos Aires: Siglo XXI de Argentina.

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