Noticia
bibliográfica:
Para la redacción de esta
ficha utilicé la traducción española de Julieta Barba y Silvia Jawerbaum,
incluida en: Wallerstein, Immanuel. (2005). Las
incertidumbres del saber. Barcelona: Gedisa. (pp. 15-21). El texto en cuestión es el
capítulo 1 de la obra.
Título original: "For science, against scientism:
The dilemmas of contemporary knowledge production". Publicado por primera
vez: Mukhejki, Partha Nath, comp. (2000). Methodology
in Social Research: Dilemmas and Perspectives. Nueva Delhi: Sage
Publications India. (pp. 87-92).
El capítulo 1 es muy breve y
consiste en la respuesta de Wallerstein a las críticas [posmodernas] a la ciencia.
Wallerstein resume así
dichas críticas:
a) La
ciencia es ideológica, subjetiva y poco fiable. “Se afirma que es posible
distinguir en la teorización de la ciencia muchas premisas a priori que no reflejan más que las posturas culturales dominantes
en cada época. Se dice que los científicos manipulan los datos y que, por ende,
manipulan la credibilidad del público.” (p. 15).
b) No
existen verdades universales y todas las afirmaciones de saber son
necesariamente subjetivas. Esta posición es sostenida por una parte de los
críticos. La respuesta de los científicos consistió en afirmar que “incluso las
críticas más moderadas a la ciencia, basadas en un análisis del contexto social
en el que se desarrolla la actividad científica, han sido nefastas porque
fueron la vía de acceso al camino que conduce al desastre del relativismo
nihilista.” (p. 16).
Antes de pasar a discutir
las críticas, nuestro autor indica que el debate consiste “en un intercambio de
insultos” y que se lleva a cabo en un contexto de “lucha por el control de los
recursos y de las instituciones de producción de saber” (p. 16).
Propone adoptar otro punto
de vista para resolver el problema. Sugiere reflexionar sobre las premisas
filosóficas de la actividad científica y el contexto político de las
estructuras del saber.
¿Cómo sabemos que una
afirmación científica nueva es válida o al menos plausible?
La creciente división del
trabajo hace que sólo los especialistas comprendan el sentido de un enunciado
científico. Por tanto, dejamos en manos de autoridades prestigiosas el criterio
de validación de dichos enunciados. Más preciso, “no confiamos en expertos
individuales sino en comunidades de expertos autoerigidas” (p. 17).
¿Por qué respetamos a
una comunidad de expertos que habla con una única voz?
El respeto se basa en dos
supuestos: a) los expertos se educaron en instituciones que los avalan; b) los
expertos no responden a intereses personales.
Las instituciones científicas se controlan entre sí a nivel mundial.
Eso asegura la adecuada formación y especialización de los expertos.
Los científicos son
relativamente desinteresados porque “a diferencia de teólogos, filósofos y
portadores de sabiduría popular, están siempre dispuestos a aceptar toda verdad
que surja de una interpretación inteligente de los datos, sin tener la
necesidad de ocultar esas verdades, ni distorsionarlas, ni de negarlas.” (p.
17).
Ambos supuestos (a y b)
fueron cuestionados por los críticos. Respecto a la capacitación, se enfatizó
el sesgo deliberado (prejuicio) y el sesgo estructural o institucionalizado.
Dicho más claro, los científicos son influidos tanto por su origen social (la
mayoría pertenecen a la clase dominante) como por la elección de premisas
teóricas o de metáforas.
Respecto al desinterés de
los científicos, implica que en caso de conflicto (por ejemplo, que la
publicación de los datos de las investigaciones de un equipo científico pueda
afectar las relaciones de poder social) éstos optarán siempre por la
honestidad. Pero el mundo real no funciona así: “los científicos están sujetos
a muchas presiones externas e internas. Entre las primeras, se cuentan las de
los gobiernos, instituciones o personas influyentes y colegas; entre las
segundas, las de su superyó. Todos nosotros actuamos movidos por esas presiones
hasta un cierto punto.” (p. 18).
Si se aceptan las objeciones
de los críticos:
¿Cómo podemos confiar
en el pronunciamiento de los expertos? Y si esto es así: ¿Cómo podemos aceptar
la validez de sus enunciados, al menos en los campos en los que no somos
especialistas?
No hay ningún argumento
convincente contra el escepticismo
que se deriva de la aceptación de las críticas.
Wallerstein propone una
solución basada en la distinción entre ciencia y cientificismo.
Cientificismo:
“idea de que la ciencia es desinteresada y extrasocial, que sus enunciados de
verdad se sostienen por sí mismos sin apoyarse en afirmaciones filosóficas más
generales y que la ciencia representa la única forma legítima del saber.” (p.
19). Los críticos han demostrado de manera convincente la debilidad del
cientificismo.
Ciencia:
“aventura humana fundamental (…) Los dos enunciados principales de la ciencia
(…) son los siguientes: 1) Hay un mundo que trasciende nuestra percepción, que
siempre ha existido y siempre existirá. Ese mundo no es producto de nuestra
imaginación. Con este enunciado rechazamos la concepción solipsista del
universo. 2) Ese mundo real puede conocerse parcialmente
por métodos empíricos y el conocimiento obtenido puede resumirse en
teorizaciones heurísticas.” (p. 19-20).
No existe la verdad absoluta. Todas nuestras interpretaciones son
transitorias.
Las insuficiencias del
cientificismo han llevado a muchas personas a optar por la teología, la
filosofía o la sabiduría popular. Hay que mostrar que esos enunciados
alternativos son menos fiables que los enunciados científicos.
El siguiente párrafo resume
el argumento de Wallerstein:
“La pregunta es si
podemos ofrecer análisis científicos que no son cientificistas de las opciones
históricas que se nos presentan. (…) La inflexibilidad del cientificismo es
parte de la maleza que hay que retirar. Debemos reconocer que, además de
apoyarse en el conocimiento de las causas eficientes, las elecciones
científicas están cargadas de valores y propósitos. Es necesario incorporar el
pensamiento utópico en las ciencias sociales. Debemos descartar la imagen del
científico neutral y adoptar una concepción de los científicos como personas
inteligentes pero con preocupaciones e
intereses y moderados en el ejercicio de su hybris.”
(p. 21).
[Wallerstein no explora una
dimensión fundamental del problema: la conexión entre la ciencia y la
producción capitalista. En la actualidad la ciencia (el conocimiento
científico) es una mercancía. Sólo en este terreno es posible plantear las
cuestiones del desinterés de los científicos y del carácter de las
instituciones científicas. Aquí sería interesante desarrollar la paradoja entre
la creciente incidencia del conocimiento científico en la vida cotidiana (vía
tecnología) y el escepticismo frente al conocimiento científico. – AM-.]
Villa del Parque,
viernes 18 de marzo de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario