El anuncio de la composición
del gabinete ministerial del presidente electo Mauricio Macri desató una ola de
entusiasmo entre los intelectuales orgánicos de la burguesía argentina.
Periodistas, profesores y presentadores de televisión elogiaron la “capacidad
técnica” de los futuros funcionarios. Por supuesto que estos elogios tienen
mucho de interesados y poco de interesantes, pero así son las reglas de juego
en una sociedad mercantil. Todo se compra y se vende; por ende, las opiniones
de nuestros intelectuales se rigen por las leyes de la oferta y le a demanda,
tal como sucede con cualquier hijo de vecino. Sin embargo, y a pesar de la
tosquedad y el mal gusto en la confección, los productos vendidos en el mercado
presentan algún interés. No se trata de los productos mismos, sino de su
objetivo.
El gobierno de Mauricio
Macri gira en torno a la concreción de una tarea primordial: lanzar un nuevo
ciclo de acumulación de capital, superando el estancamiento de los últimos
cuatro años mediante una recuperación de la inversión y de la tasa de ganancia.
Este, y no otro, es el contenido del “ajuste”. Para llevar a su propósito, el
macrismo está obligado a lanzar una ofensiva sobre el movimiento obrero, para lograr
que éste acepte una reducción de salarios y el empeoramiento de las condiciones
laborales. El núcleo del Plan Macri es una ofensiva directa contra los ingresos
de los asalariados (la terapia de “shock”), para de ese modo generar
“confianza” entre los inversores (los capitalistas) y así lograr que inviertan,
dadas las perspectivas de mayores ganancias.
Es evidente que el macrismo
no puede decir la verdad respecto al ajuste. La burguesía suele tener claro que
en materia de negocios cuentan los resultados y no la pureza de los principios.
El macrismo, primera fuerza política declaradamente de derecha en acceder al
poder en Argentina por la vía electoral, se encuentra obligado a combinar la
defensa de la valorización del capital con la construcción de una hegemonía que
haga su proyecto político tenga continuidad en el tiempo. Es muy pronto para
examinar cuáles son los medios que utilizará para dicha construcción, pero estamos
en condiciones de analizar los primeros pasos de la misma a través de la línea
política esbozada por los intelectuales orgánicos más lúcidos de la burguesía
argentina, entre los que se destaca Carlos Pagni, editorialista político del
diario LA NACIÓN.
Pagni dedicó un par de
artículos al tema de la composición del gabinete ministerial del macrismo (“Un perfil gerencial y un plan político”, 26/11/2015; “Seis cambios que auguran un nuevo orden político”, 30/11/2015). En ellos desarrolla dos ideas principales.
En primer lugar, sostiene que la irrupción del macrismo marca el cierre
definitivo de la etapa iniciada con la caída del gobierno de De La Rúa en 2001.
En segundo lugar y acorde con el inicio de esta nueva etapa histórica, Macri
viene a inaugurar una nueva forma de gestión de los asuntos públicos, basada en
el saber gerencial. Para Pagni, la gran cantidad de funcionarios provenientes
del ámbito empresarial imprimirá la impronta de la “cultura gerencial” al
funcionamiento del aparato estatal, volviéndolo más eficiente. Subyace la idea
de que Macri elaboró su gabinete con el criterio de que estén los “mejores”, es
decir, los “técnicos”.
“En la selección de los ministros y
funcionarios sobresale un rasgo: el profesionalismo, entendido como capacidad
gerencial. Ese criterio no debe sorprender en alguien que, como Macri, se formó
en una empresa.” (LN, 26/11/2015).
“Al seleccionar a estos gerentes
generales Macri se propone infundir en su gobierno los criterios de eficiencia,
innovación y marketing que dominan la racionalidad empresarial. Para comprender
sus movimientos será más útil consultar en las escuelas de negocios que en las
de ciencias políticas.” (LN, 30/11/2015).
Pagni, habitualmente lúcido
en sus análisis, se ve obligado aquí a forzar las cosas. Hace falta mucha ingenuidad para pensar que Sergio
Bergman es especialista en temas de Medio Ambiente; mucho candor para imaginar que Patricia
Bullrich conoce los temas de Seguridad como la palma de su mano; o un optimismo
incurable para pensar que Juan Cruz Ávila, el productor de “Animales Sueltos”, tiene
la formación necesaria para conducir la Secretaría de Políticas Universitarias.
Seguir con esta enumeración sería fastidioso. Los funcionarios del futuro
gobierno de Macri combinan aptitud en algunos casos con la más crasa ignorancia
en otros, más o menos en la misma proporción en que se ambos factores se han combinado
en otros gobiernos. Este no es el problema de fondo. Al plantear el tema de la
capacidad técnica de los ministros, se pretende desviar la atención de la
cuestión principal, que es el contenido de las tareas que debe emprender el
inminente gobierno macrista.
El kirchnerismo se mostró
ineficaz para relanzar la acumulación de capital. No es necesario profundizar
aquí esta afirmación, basta con señalar los últimos cuatro años de
estancamiento económico. El kirchnerismo cumplió la función de recomponer (en
colaboración con el duhaldismo) la mencionada acumulación luego de la crisis de
2001. Pero el contexto de movilización popular de esa etapa y el debilitamiento
del sistema de partidos políticos, obligaron a Néstor Kirchner a armar una
construcción política que incluyera algunas concesiones a los sectores
populares y las capas medias. Ahora bien, esa construcción mostró ser altamente
ineficaz para resolver la nueva crisis, aún cuando sus dirigentes estaban
(están) de acuerdo en la necesidad del ajuste en los mismos términos propuestos
por Macri.
El macrismo llega al
gobierno con plena consciencia de su tarea y con un diagnóstico de cuáles han
sido los errores económicos del kirchnerismo. La preeminencia de “técnicos” en
el gabinete está en relación directa con su decisión de emprender el ajuste
cueste lo que cueste y con la confianza de la clase dominante en que será
posible doblegar cualquier resistencia popular. Doce años de kirchnerismo
generaron la domesticación de la inmensa mayoría de las organizaciones sociales
que participaron en las grandes movilizaciones de 2001 y 2002. El movimiento
obrero se encuentra controlado por la burocracia sindical. El macrismo confía
en que estas condiciones le permitirán pasar la prueba sin demasiados
sobresaltos.
Los “técnicos” del gabinete
de Macri expresan la decisión del nuevo gobierno de lanzar el ataque sobre la
clase obrera y relanzar un ciclo de acumulación de capital. La burguesía siente
que ha llegado la hora de avanzar. Como siempre, la velocidad y los alcances de ese avance dependerán de la
resistencia ofrecida por los trabajadores. En definitiva, se trata de la
política y no de la “técnica”.
Villa del Parque,
miércoles 2 de diciembre de 2015
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