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domingo, 23 de mayo de 2010

NOTAS SOBRE EL CAPITAL (5): EL PROCESO DE TRABAJO

Para comprender mejor la importancia que tiene el capítulo 5 del Libro Primero de El capital es conveniente empezar este nuevo comentario haciendo notar que dicho capítulo se encuentra precedido por los dos párrafos finales del capítulo 4 (Transformación del dinero en capital).

En el capítulo 4, luego de demostrar que el dinero se convierte en capital respetando el principio de igualdad en el intercambio, en los dos pasajes mencionados Marx señala la enorme diferencia existente entre la esfera de la circulación (intercambio de mercancías), en la que impera la libertad, la igualdad, la propiedad y el utilitarismo, y la esfera de la producción, en la que el obrero se halla sometido completamente al capitalista: "El otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su obrero; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan." (I, 1: 214). De este modo y con su habitual mordacidad, Marx revela el hecho político fundamental de la sociedad capitalista: la esfera de las libertades es posible porque esta convive con la esfera de la dictadura del capital sobre la actividad vital de los seres humanos, sobre los trabajadores. De este manera, la sociedad capitalista se estructura en torno a un espacio (el proceso de trabajo) caracterizado por el sometimiento de los trabajadores en el momento mismo en que producen sus condiciones de existencia. Las decisiones que juegan un papel central en toda la vida de los seres humanos (las que pueden resumirse en tres preguntas: ¿Qué, cuánto y cómo producir?), son tomadas por los capitalistas sin considerar siquiera las opiniones de los trabajadores. Así, la desigualdad en la propiedad de los medios de producción se traduce en la desigualdad en el poder político de los individuos. Ahora bien, esto no es novedoso y forma parte del envoltorio habitual de una sociedad dividida en clases. Lo nuevo radica en que la desigualdad política en el proceso de trabajo coexiste con la igualdad jurídica y política en el nivel del mercado, de la circulación de mercancías.

De hecho, la producción no es vista como un lugar político, sino como un espacio meramente económico, espacio construido a partir de la voluntad libre de los contratantes. El lugar de la política en la sociedad capitalista es, para el sentido común de las personas simples y los académicos ilustrados, el de las instituciones políticas, cuyo arquetipo es el régimen democrático de gobierno. De esta manera, la democracia reina en nuestras sociedades, mientras que la producción queda debajo de la alfombra, ignorada en tanto lugar de un tipo específico de relaciones políticas. Ahora bien, es claro que esta manera de organizar el poder político en la sociedad capitalista se deriva de la lógica misma de la producción capitalista, que necesita del trabajo asalariado (trabajo libre) para producir el plusvalor. En un sentido fuerte, la democracia es más un producto de las necesidades de reproducción del capital que de las luchas de los sectores populares. Por supuesto, aquí estamos hablando de una democracia que tiene por principio fundamental la no discusión de la separación de las esferas del intercambio y de la producción de mercancías.

Entonces, cuando Marx aborda la cuestión del proceso de trabajo en el capítulo 5, está ocupándose no sólo del proceso que permite la reproducción de la sociedad misma, sino también de la reproducción de las relaciones de dominación política de esa sociedad. El proceso de trabajo se revela así como el lugar privilegiado para abordar el estudio de la sociedad capitalista (y, en general, de cualquier sociedad). Dicho esto, se puede retomar el análisis del contenido del capítulo 5 tal como lo habíamos dejado en la nota anterior.

En la tesis nº 1 (Tesis sobre Feuerbach), Marx observa que una de las limitaciones de Ludwig Feuerbach (1804-1872) es la incapacidad para concebir "la actividad humana misma como una actividad objetiva" (1985: 665). Esta observación, que forma parte de la crítica que Marx hace tanto al materialismo como al idealismo filosóficos, muestra de manera acabada que Marx pensaba que la superación de ambas concepciones pasaba justamente por el estudio de la actividad objetiva de los seres humanos, y la forma paradigmática de esa actividad es el proceso de trabajo.

En la tesis nº 2 expresa que "es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, y la terrenalidad de su pensamiento" (1985: 666). El proceso de producción es, como dijimos antes, la expresión cabal de la práctica de los seres humanos; de ahí que su análisis revela los rasgos fundamentales que asume la práctica humana (hay que aclarar que para poder efectuar este estudio es imprescindible desechar la concepción habitual que hace del proceso de trabajo un ámbito estrictamente económico, en el que sólo se producen mercancías). En la tesis nº 8 vuelve a insistir: "toda vida social es esencialmente práctica" (1985: 667). De lo anterior se desprende que la práctica (insisto que por esta tiene que entenderse, ante todo, el proceso de trabajo) es la llave maestra que le permite a Marx superar tanto el viejo materialismo mecanicista como el idealismo (aún en la forma hegeliana de este último). En otras palabras, es el acercamiento al proceso de trabajo el que permitió a Marx resolver sus cuentas pendientes con la filosofía y pasar a elaborar una teoría social propia.

En la nota anterior transcribimos el pasaje del capítulo 5 en el que Marx sostiene que en el trabajo las personas transforman la naturaleza exterior y, a la vez, se transforman a sí mismas (I, 1: 216). En la tesis nº 6 puede leerse lo siguiente: "La coincidencia del cambio de circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombres mismos, sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria." (1985: 666). Hay que tener en cuenta que en este fragmento Marx procura dar respuesta al dilema de los partidarios de la "teoría materialista del cambio de las circunstancias y de la educación". quienes se ven imposibilitados para concebir la unidad del proceso de cambio (unidad sujeto - objeto) y tienen que pensar forzosamente que uno de los polos de la relación domina al otro en tanto factor activo. Esta es, en definitiva, la misma concepción que profesan los economistas, quienes postulan que en el proceso de producción sólo se producen mercancías, en tanto que los productores (los trabajadores), desempeñan un papel pasivo en tanto factor de producción. Como puede verse, la concepción materialista de la relación sujeto - objeto se deriva de la forma que asume la principal manifestación de la práctica en la sociedad productora de mercancías, esto es, del proceso de trabajo. No se trata, por cierto, de hacer sociología barata, sino de aprehender cómo la práctica va modelando el pensamiento al marcar los límites de lo que puede ser pensado.

En el texto de la tesis nº 6, el "cambio de los hombres" se da en el mismo proceso de cambio de las circunstancias, es decir que, en la práctica revolucionaria los seres humanos desarrollan las potencias que dormitaban en ellos y se transforman a sí mismos. Ahora bien, como ya se dijo anteriormente, el proceso de trabajo constituye la forma primordial de la práctica, pues sin él es imposible la reproducción de la sociedad. De ahí la importancia de estudiar meticulosamente este proceso, dejando de lado los enfoques no dialécticos de la relación. Es por esto que, en un sentido fuerte, el capítulo 5 puede ser visto como la vía de entrada necesaria para comenzar el estudio de la sociedad.

Buenos Aires, lunes 24 de mayo de 2010




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