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domingo, 5 de abril de 2015

FICHA DE LECTURA: MARX, “SOBRE LA ACCIÓN POLÍTICA DE LA CLASE OBRERA” (1871)




La producción teórica de Marx opacó su actividad política, que ha permanecido en un segundo plano frente a los innumerables estudios dedicados, por ejemplo, al análisis de El capital (1867). No obstante, para Marx su militancia política se encontraba al mismo nivel que sus trabajos teóricos, puesto que el propósito fundamental de toda su actividad era la lucha por el socialismo. Además, y no menos importante, la escisión entre teoría y política se contrapone a los principios del método dialéctico, cuya aplicación supone tratar a la sociedad como un todo, evitando la división del trabajo, propuesta por la burguesía, entre teoría (reservada a los académicos) y política práctica (a cargo de los políticos profesionales).

El punto cumbre de la militancia política de Marx es su participación en la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT a partir de aquí; también llamada Primera Internacional). La AIT se constituyó en 1864 y desde el principio Marx jugó un rol primordial en ella, a punto tal que tuvo a cargo la redacción del Saludo Inaugural y de los Estatutos de la AIT. El trabajo de Marx en la Primera Internacional tuvo dos principios rectores: a) mantener unificado al movimiento obrero, dividido en varias corrientes ideológico-políticas; b) dirigir dicha unificación hacia la construcción de una alternativa política obrera, autónoma de la burguesía. En otras palabras, la acción de Marx estuvo orientada a la superación del momento corporativo del movimiento obrero (v.gr., lucha por mejoras salariales) y por lograr el pasaje al momento de la lucha política. En este sentido, Marx tuvo como contrincantes a los partidarios de la otra gran estrategia obrera de la época, el abstencionismo político.

La Conferencia de Londres de la AIT (celebrada del 7 al 23 de septiembre de 1871) marcó uno de los hitos del enfrentamiento entre los marxistas y los defensores del abstencionismo. Reunida en un contexto hostil, marcado por la derrota de la Comuna de París (mayo de 1871) y la consiguiente persecución a la AIT de parte de los gobiernos europeos, la Conferencia estuvo dedicada a la discusión de los problemas organizativos de la Internacional. Pero no hay que llamarse a engaño. La discusión de los principios organizativos era una faceta particular de la lucha política entre partidarios de la acción política (marxistas y blanquistas) y abstencionistas (anarquistas, representantes de las Trade Unions  - los sindicatos ingleses-).

Para la confección de la presente ficha utilicé la traducción española de Joaquín Sanz Guijarro: Marx, Karl. (1871). "Sobre la acción política", incluida en: Arru, Angiolina. (1974). [1° edición: 1972]. Clase y partido en la Primera Internacional: El debate sobre la organización entre Marx, Bakunin y Blanqui (1871-1872). Madrid: Alberto Corazón Editor. (pp.161-166).



La disputa en torno a los problemas organizativos de la AIT expresó un debate más general, que giró en torno a la estrategia a adoptar por el movimiento obrero.  El debate iba más allá del enfrentamiento puntual entre marxistas y anarquistas. De un lado se encontraban los partidarios del abstencionismo, quienes se movían dentro de los límites de la acción corporativa de la clase obrera, dirigida a mejorar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo sin cuestionar al sistema capitalista. (1) Del otro lado estaban los defensores de la toma del poder político por los trabajadores, quienes sostenían que era preciso terminar con el sistema asalariado en su conjunto, mediante la supresión de la propiedad privada de los medios de producción. No se trataba de una disputa nueva; en el fondo, estas corrientes son tan antiguas como el movimiento obrero mismo. (2)

La intervención de Marx en la Conferencia puede dividirse en dos partes. En la primera, delimita las dos posiciones enfrentadas. En la segunda, analiza las posibilidades de la acción política del proletariado.

El abstencionismo es caracterizado así:

“…los que en el pasado propagaban esta doctrina, eran utopistas de buena fe. Esta doctrina prevé una lucha parcial y no un movimiento de clase. Ellos son sectarios y sus tendencias son atrasadas. (…) Los utopistas son siempre sinceros, dicen que la política no es más que un medio, pero quienes hoy reasumen el mismo camino, no lo son en absoluto: aplazan la política para después de la lucha violenta, lanzando así al pueblo a la oposición formalista y burguesa, que es nuestro deber combatir, así como combatimos el poder.” (p. 165-166).

El punto clave del análisis marxista radica en la afirmación del carácter “parcial” de las luchas del abstencionismo.  La referencia al socialismo utópico permite comprender el sentido de la caracterización del abstencionismo. Los grandes socialistas utópicos (Saint-Simon, Fourier, Owen) pensaban que la propaganda de las bondades de la sociedad futura era suficiente para lograr que los capitalistas depusieran su actitud y se volvieran socialistas. El Estado no jugaba ningún papel así, como tampoco la organización política de la clase obrera. Ahora bien, negarse a tener una política propia equivale a aceptar la política de las otras clases sociales, y en las condiciones del capitalismo esta no puede ser otra que la de la burguesía.

Marx afirma que aplazar la política supone lanzar al pueblo a los brazos de la “oposición formalista y burguesa”. Si la clase obrera no construye su propia política, se ve obligada a aceptar las reglas de juego propuestas por la burguesía, que parten de la separación entre la esfera política (ciudadanía e igualdad jurídica) y la esfera económica (relaciones de producción, explotación y desigualdad). Dicha separación permite considerar a las relaciones de producción como una cuestión del ámbito privado y, de ese modo, perpetuar la explotación capitalista. Es por ello que Marx califica de “formalista” a la política que respeta las reglas burguesas, pues, en rigor, no afecta el núcleo de la dominación capitalista, que se encuentra más allá de los límites del campo político. En este punto, corresponde decir que, si bien la intervención de Marx va dirigida contra los abstencionistas, también contiene, implícita, una indicación de los peligros de aceptar la participación en la política burguesa.

La posición favorable a la acción política de la clase obrera es descripta del siguiente modo:

“El poder general contra los obreros es el poder político, que suprime la libertad de los obreros, y el capital. (…) Intentamos combatir contra los gobiernos, pero también contra la oposición burguesa que no ha llegado todavía al gobierno. “(p. 162, 166).

Marx se pronuncia a favor de la participación de los trabajadores en las elecciones, siempre y cuando éstos hayan logrado constituir partidos propios, independientes de la burguesía. Considera que la intervención de los trabajadores en los procesos electorales tiene sentido en función de la agitación resultante de la elección de diputados obreros; en ningún momento Marx plantea que es posible doblegar a la burguesía ganando las elecciones.

“Después de la Revolución de julio [de 1830, en Francia] la burguesía ha interpuesto siempre diversos obstáculos, sin que los obreros se dieran cuenta de ello porque nuestros periódicos no llegan a la masa.

Pero la tribuna es el mejor instrumento de publicidad y no se debe creer que es irrelevante tener obreros en el Parlamento. Si se sofoca su voz (…), esta represión y esta intolerancia ejerce una profunda influencia en el pueblo. Si, por el contrario, pueden hablar desde la tribuna (…) el mundo entero los escucha (…) ésta es una gran publicidad para nuestros principios.” (p. 163).

Los diputados obreros son propagandistas del socialismo, ni más ni menos. Ésta es su función. Marx no se encandila con las luces del centro; más allá de las intenciones de los protagonistas, la política burguesa impone límites muy precisos a los partidos obreros. Como ya indicamos, las reglas de juego de la democracia liberal cierran el camino de cualquier avance de los trabajadores sobre la explotación capitalista en el nivel de la producción. Así, la burguesía define a los derechos como esencialmente limitados por la propiedad, de modo que cualquier progreso en la extensión de los derechos deja intocado el ámbito de la explotación.

En las condiciones de 1871, Marx ofrece una respuesta para el problema de la coyuntura (el abstencionismo político propuesto por anarquistas y tradeunionistas ingleses), pero no pierde de vista el futuro de la política obrera.


Villa Jardín, domingo 5 de abril de 2015

NOTAS:

(1) Hay que indicar que los anarquistas sí se oponían al sistema capitalista y procuraban su reemplazo revolucionario por otro régimen social. Es innegable, además, el papel que jugaron en la organización de los sindicatos obreros. Pero su postura abstencionista respecto a la participación en la política electoral reforzaba objetivamente las tendencias corporativas en el movimiento obrero.

(2) Más adelante veremos que Marx conecta la posición abstencionista con el socialismo utópico. Por otra parte, la posición favorable a la acción política fue defendida en la Conferencia por el blanquista Vaillant. La disputa entre utopistas y blanquistas atravesó al movimiento obrero francés en las décadas de 1830 y 1840.

sábado, 31 de marzo de 2012

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (28): PROUDHON (1809-1865). TERCERA PARTE.



El índice completo de esta serie se encuentra disponible en: http://miseriadelasociologia.blogspot.com.ar/2011/06/historia-del-movimiento-socialista.html

Aclaración previa. Todas las citas provienen, salvo indicación en contrario, de: Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista. I: Los precursores, 1789-1850. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

La exaltación del individuo por Proudhon y su rechazo hacia el Estado tenían como correlato una opinión negativa sobre la democracia representativa: "Negaba que la multitud pudiese adivinar los méritos de los candidatos que se presentasen en una elección o que exista ningún 'principio especial de justicia en lo colectivo que pueda ser elegido mediante el voto secreto'." (I: 214).

Proudhon consideraba que la política llevaba a la centralización: "Significa una concentración de poder y una pérdida correspondiente de libertad en el individuo, que puede encontrar su libertad sólo si se ve libre de autoridad y de una situación legal para decidir sus propios asuntos mediante contratos libres. Creía firmamente en la capacidad creadora del individuo; pero creía que esta capacidad podía ejercerse mejor en pequeña escala, en cuestiones en que el indivjiduo mismo podía manejar y controlar, y acerca de lo que, por consiguiente, era de esperar que juzgase racionalmente." (I: 214-215).
[Proudhon estaba influido fuertemente por las ideas liberales acerca de la política, aunque de ningún modo se lo pueda considerar un liberal ortodoxo. Su defensa del individuo, de la libertad individual y del contrato, su desconfianza haca la política y el Estado, permiten situarlo en las coordenadas del pensamiento liberal. En este punto, cabe decir que su oposición al monopolio también forma parte del núcleo del liberalismo. Proudhon pensaba que la reforma de la sociedad pasaba por la creación de condiciones que permitieran la libre acción del individuo; una vez establecidas dichas condiciones, serían los propios individuos los que modelarían una sociedad justa. Pero las condiciones que promovía Proudhon no eran otra cosa que el ordenamiento jurídico favorable a la producción de mercancías. Su defensa de la pequeña propiedad y su convicción de que era preciso tomar medidas para preservarla de los monopolios iban en contra de la sacrosanta iniciativa individual alabada por los teóricos del liberalismo; sin embargo, no puede considerarse que represente una ruptura con la matriz liberal. El anarquismo de Proudhon era mucho más burgués que proletario.]

Como era de esperarse, el individualismo de Proudhon lo llevó a oponerse a la acción política de los trabajadores: "La desconfianza de Proudhon hacia la política le condujo más tarde a negar la doctrina marxista; según la cual el proletariado puede emanciparse por sí mismo mediante una acción política o revolucionaria. El proletariado, dice, carece de directivos de la capacidad requerida para elegir entre ellos, excepto para asuntos de poca importancia, ni puede tener esperanza de adueñarse de la dirección de la sociedad, a menos que consiga aliarse con los aldeanos y los maestros artesanos, que son sus aliados naturales contra los políticos y los grandes financieros." (I: 215).

Proudhon era partidario de la conciliación entre la pequeña burguesía y la clase obrera, y era a la primera a la que correspondía el papel dirigente en esa alianza política. Su defensa de las condiciones de la producción mercantil iba de la mano con el apoyo a la pequeña burguesía como clase dirigente de la reforma de la sociedad.

La posición pequeñoburguesa de Proudhon se refleja en sus opiniones sobre la religión y sobre la familia.

Respecto a la religión, "toda su vida fue decididamente contrario a la Iglesia católica, oponiendo a la concepc,ión eclesiástica de justicia con la idea de justicia social que, según él, está representada por la gran Revolución Francesa." (I: 215). "Le parecía que todas estas religiones nuevas y antiguas defendían un principio de autoridad que negaba a las personas el derecho y la capacidad para decidir su propia forma de vida mediante sus esfuerzos personales y su colaboración voluntaria en fines comunes. (...) no negó a Dios, aunque atacó a la religión organizada. Consideraba a las iglesias, como al Estado, como imposiciones ilegítimas sobre la libertad humana, y que embaucaban la credulidad humana para sus propios fines. Creía que la verdadera religión es asunto personal, que no exige ni autoridad ni organización, sino únicamente el servicio voluntario del espíritu humano individual." (I: 215-216).

La oposición de Proudhon a las religiones organizadas fue un elemento importante en el desarrollo del laicismo francés del siglo XIX. Hay que tener presente que el laicismo fue instrumental a la lucha de los intelectuales orgánicos de la burguesía contra los intectuales tradicionales. En este caso, como en tantos otros, Proudhon no trasciende el horizonte intelectual de la burguesía.

En el caso de la familia, "Proudhon no compartía la opinión de muchos de sus contemporáneos socialistas acerca de la emancipación de la mujer. Para él, el lugar de la mujer era el hogar, es decir, el hogar campesino en el cual la mujer desempeñaba una parte principal como compañera, aunque compañera inferior, de su marido en el trabajo de la tierra y con el ganado y en las muy diversas actividades del gran hogar. Sobre esta base afirmaba la supremacía del varón como cabeza del grupo familiar." (I: 216).

Buenos Aires, sábado 31 de marzo de 2012

lunes, 30 de enero de 2012

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (26): PROUDHON (1809-1865). PRIMERA PARTE.

Esta nota sigue en la serie a la que figura en: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2012/01/historia-del-movimiento-socialista-25.html


Aclaración previa. Todas las citas provienen, salvo indicación en contrario, de: Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista. I: Los precursores, 1789-1850. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página. Lamennais (1782-1854).

40. Pierre-Joseph-Proudhon (1809-1865) (1)

De entrada, Cole se refiere a Proudhon como uno de los "profetas" del socialismo. Esta afirmación suscita confusión, pues si bien el movimiento socialista presenta componentes de "profetismo", de milenarismo y otras yerbas, es indudable que su formación y su ideología responden a pautas más modernas, ligadas justamente al desarrollo del capitalismo. Por supuesto, aclarar esto no implica afirmar que el socialismo es un movimiento puramente racionalista, ni tampoco implica abrir juicio sobre el papel de las elementos milenaristas en la historia de los movimientos populares. Se trata, simplemente, de enfatizar la ligazón entre el socialismo y las condiciones sociales propias del capitalismo.

El origen social de Proudhon era humilde. Su padre era un tonelero y cervecero modesto, que vivía cerca de Besancon; su madre era una aldeana. Proudhon nunca renegó de su origen social; al contrario, siempre manifestó orgullo por el medio en que había nacido. (I: 202). Autodidacta, fue aprendiz de impresor y llegó a corrector de pruebas (como curiosidad, cabe mencionar que leyó muchos libros de teología en su oficio). Toda su vida fue un gran lector. "De sus compañeros 'socialistas' y 'radicales' fue casi siempre un crítico más bien desdeñoso, especialmente si eran intelectuales, que no tenían sus raíces en la clase baja y que, por lo tanto, no llegaron a comprenderle." (I: 202).

Se opuso a los constructores de sistemas utópicos porque: a) no sabían nada de la naturaleza humana; b) se oponía a la reglamentación de la vida humana. (I: 202). Sus ideales eran la libertad, a la que concebía como la posibilidad de los seres humanos para hacer lo que quisieran; justicia, definida como reciprocidad. Todos los hombres debían gozar de la libertad en forma recíproca (libertad igual a la de los demás). Justicia y libertad, entendidas de este modo, debían convertirse en los fundamentos del sistema social. (I: 203).

Proudhon introdujo la palabra anarquismo en el vocabulario político. Si bien se definía a sí mismo como "socialista", hay que subrayar que esta palabra no tenía, hacia 1840, las connotaciones posteriores en cuanto a la necesidad de acción política y al Estado. (I: 203). Cole indica que el Estado en la primera mitad del siglo XIX "era concebido, por la mayoria de los partidarios de un cambio social, como un poder externo superpuesto a sus súbditos, y no como un organismo que representara a la amplia mayoría de los ciudanos." (I: 203). 

[El punto es interesante, porque permite pensar una especie de sucesión de "ciclos" de difusión del anarquismo en el movimiento obrero y en las corrientes de izquierda. En tanto el Estado estuvo controlado exclusivamente por las clases dominantes (tanto en lo que respecta a su función - reproducción y defensa de las relaciones de poder existentes, en especial de la propiedad privada - como en la correspondiente a la composición de su personal), una parte importante de los dirigentes y militantes obreros y populares concibieron la política por fuera del Estado. Así, los socialistas utópicos - con excepción de Saint-Simon - se dirigieron a los empresarios y a los trabajadores para poner en marcha la reorganización de la sociedad, y no al Estado. También una parte importante de la militancia obrera promovió la autoorganización de los trabajadores, rechazando toda intervención estatal. El cartismo fue la excepción (cosa que lo hace todavía más importante).


Ahora bien, en cuanto las luchas populares por el sufragio universal comenzaron a horadar los sistemas políticos excluyentes, muchos intelectuales empezaron a ver al Estado como una herramienta necesaria para lograr las transformaciones socialistas. De la hostilidad y el rechazo se pasó a la conciencia de la necesidad. Por supuesto, en este cambio de actitud influyó fuertemente la tradición marxista, que desde  el primer momento sostuvo que la clase obrera tenía que tomar el poder para llegar al socialismo. 

A lo largo del siglo XX, los regímenes democrácticos mostraron su impotencia para, siquiera, reducir las desigualdades sociales. Esto, sumado a la implosión del "comunismo soviético", generó una apatía generalizada hacia la política. El Estado volvió a ser concebido como un instrumento de los ricos, y los sectores populares se retrajeron dee la política. En este marco florecieron nuevas versiones del anarquismo, para las cuales la transformación social tenía que darse fuera del Estado, sin tomar el poder (John Holloway es el exponente más significativo de esta concepción).]


Proudhon consideraba que la Revolución Francesa habia quedado incompleta, pues la Constitución Republicana de 1793 nunca entró en vigencia. La historia francesa posterior a 1793 (Directorio, Consulado, Imperio, Restauración) mostraba al Estado como "una materialización del poder sobre el pueblo (...) poder coercitivo sobre el pueblo." (I: 203-204). En este punto, pensaba que era necesaria una nueva Constitución, "pero no debería haber un cuerpo permanente de delegados que creyesen representar al pueblo, o que tuviesen autoridad sobre éste. La autoridad permanente habría de ser (...) la ley misma, no un grupo de hombres que seguramente la pervertirían, y que serían víctimas del afán de poder sobre los demás." (I: 204). [Proudhon manifiesta aquí un doble fetichismo. De un lado, la ley adquiere propiedades humanas, puede sostenerse a sí misma; del otro, el poder hace malos a los hombres que gobiernan. Afirmar esto último equivale a no decir nada, pues en la historia ha habido muchas formas de poder, siendo justamente lo interesante el establecer las diferencias entre éstas.]


Rechaza el asociacionismo (2) como forma de organización de la nueva sociedad: "Desconfiaba del elemento de poder del asociacionismo, tanto como en el del Estado, desconfiaba de toda clase de organización que limitase la libertad del individuo más allá de lo que fuese absolutamente necesario para asegurar su carácter 'recíproco', es decir, que no negase la misma libertad a los demás hombres." (I: 205).


La clave de la nueva organización social estaba en la familia, a la que concebía "como un grupo patriarcal bajo un hombre, que era su cabeza, el padre. (I: 204-205). Rechazaba tanto los ataques al matrimonio como la herencia; en verdad, no era contrario a la herencia sino a sus perversiones bajo arreglos constitucionales injustos. (I: 206).

A partir de la familia, Proudhon proponía una reorganización del orden social, que contenía fuertes elementos de la ideología de los pequeños propietarios (campesinos y artesanos). Ya se ha indicado que concebía a la sociedad como una reunión de familias, cada una de las cuales perseguía fines propios. Según él, esto era una ley natural, pero no tenía que conducir necesariamente a la expansión de la discordia y del conflicto. Proudhon pensaba que "era posible conseguir que las discordias producidas de este modo [cada familia buscaba satisfacer sus propios fines] se armonizasen dentro de una amplia estructura social basada en la justicia recíproca." (I: 206). 


[En definitiva, Proudhon separaba a las leyes de la circulación mercantil, que establecían el intercambio de equivalentes - cantidades iguales - entre productores libres e iguales, de la producción capitalista, basada en la desigualdad inmanente entre capitalistas y trabajadores en el proceso de producción. Como tantos otros reformistas, Proudhon la circulación de mercancías sin los males producidos por la apropiación capitalista de los productos de la producción. Por lo tanto, se trata de corregir los inconvenientes de la circulación sin tocar la propiedad privada de los medios de producción (base de la producción capitalista).]


Proudhon rechaza las apelaciones a la igualdad económica formuladas por los socialistas utópicos tipo Cabet. (3) Promover la igualdad era, en su opinión, una locura, pues "hacer esto sería destruir todo eI todo estímulo de trabajo, porque el estímulo efectivo es el deseo de mejorar el grupo familiar." (I: 206). "Lo que es necesario abolir no es la desigualdad, sino la injusticia, es decir, no las desigualdades basadas en trabajos desiguales, sino las que nacen del privilegio y del monopolio. Cada individuo, cada familia, debe recibir todo el fruto de su trabajo de acuerdo con el principio del justo intercambio. Este principio es el que todos los proyectos económicos de Proudhon tratan de fomentar y de proteger." (I: 206). 


[Lejos de impugnar a la producción mercantil  - y la producción mercantil es la base del capitalismo -, Proudhon transforma el problema social en un problema moral. No se trata de eliminar las relaciones de producción capitalista, sino de establecer la justicia recíproca en los intercambios.]


¿Cómo asegurar la vigencia de la justicia recíproca en los intercambios? Como dijimos, Proudhon consideraba que era necesario remover los monopolios y los privilegios para asegurar la justicia. Además, era preciso asegurar a los productores (que Proudhon equiparaba a los campesinos, artesanos, pequeños propietarios) las condiciones para que pudieran desarrollar sin trabas ni limitaciones su trabajo. En este punto, su principal propuesta era la instauración de un sistema de crédito gratuito: "Esto (...) es lo que se necesita a fin de permitir que los productos del trabajo sean cambiados equitativamente, y para que la propiedad individual quede asegurada (...) censuraba el patrón oro como el instrumento según el cual los monopolistas podían negar el derecho de producir riqueza. No se necesitaba otro patrón o norma, sostenía, que el proporcionado por los artículos mismos, como productos del trabajo de los hombres. Un sistema de crédito que pusiese el dinero al alcance de todos en proporción a su capacidad para producir, aseguraría trabajo para todos y producción abundante sin necesidad de ningún sistema estatal de 'talleres nacionales' (4) o cuaquier otra estructura elaborada de asociaciones. El crédito gratuito (5), y limitado sólo por la capacidad de producción, aseguraría amplios mercados y la retribución de todo productor con arreglo al valor social de su producto. Asegurado esto, nada más había que hacer por el Estado o por cualquier otra autoridad dotada de poder coactivo. Los productores individuales, empleando sólo las formas de asociación voluntaria que las condiciones de producción requiriesen, harían lo demás por sí mismos." (I: 207).

[Para Proudhon los males de la sociedad moderna residen en la esfera de la circulación de mercancías, donde el monopolio coarta los sanos esfuerzos de los productores. En este punto, Proudhon aparece como la versión pequeñoburguesa del liberalismo de Adam Smith. Proudhon no ataca la apropiación privada de los frutos del trabajo ni la división de la sociedad en individuos atomizados ("recíprocamente indiferentes", diría Marx). El trabajo sobre la base de la propiedad privada es visto como natural, y sólo es censurable en la medida en que adquiriere el carácter de monopolio. Ahora bien, el punto de vista de Proudhon surge del ambiente social de las pequeñas ciudades de Francia en la primera mitad del siglo XIX, pero se muestra incompatible con las condiciones de la gran industria (aún con el nivel de desarrollo alcanzado por ésta a mediados del siglo XIX). Proudhon no comprende el capitalismo, ni el papel que juega en este el Estado.]

La instauración de un sistema de crédito gratuito requiere, a pesar de los reparos de Proudhon, de la intervención del Estado. Pero ésta debe ser limitada: "Corresponde al Estado declarar cuáles son las relaciones económicas justas, no determinar las manifestaciones de la libertad." (I: 206) (6). El resto tenía que ser reservado a la libre actividad de los productores. Proudhon confiaba en "la capacidad inherente en la clase obrera para su propia expresión y su propia organización. Siendo un autodidacta, estaba convencido de que la sagacidad natural del aldeano le permitía dominar fácilmente cualquier rama del saber que le interesase." (I: 207) (7). 

Buenos Aires, miércoles 1 de febrero de 2012

NOTAS:

(1) Cole dedica a Proudhon el capítulo XIX de su obra (I: 202-219). 
Las obras principales de Proudhon son: 

Qu'est-ce que la propriété? (1840). La edición de 1849 se encuentra disponible online en: http://www.archive.org/stream/questcequelapro02prougoog#page/n8/mode/2up


Avertissment aux propriétaires (1842)


Système de contradictions économiques, ou philosophie de la misère (1846). Ver online la primera edición en: http://www.archive.org/stream/systmedescontra00prougoog#page/n13/mode/2up


(2) Bajo este rótulo incluía tanto al sansimonismo ortodoxo (sociedades anónimas dirigidas por sabios e industriales) como las escuelas de Blanc, Fourier, Owen, Buchez. 

(3) Para una exposición general de las ideas de Cabet, ver  http://miseriadelasociologia.blogspot.com/search/label/Cabet%20Etienne

(4) Para la propuesta de los Talleres Nacionales (1848), impulsada por el socialista francés Louis Blanc, puede consultarse: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2011/09/historia-del-movimiento-socialista-21.html

(5) El crédito gratuito era un proyecto que consistía en proporcionar capital a todos los productores dispuestos a producir bienes y servicios. El capital sería proporcionado por un banco nacional, cuyos fondos iniciales serían reunidos mediante una contribución impuesta a los capitalistas y latifundistas, más una deducción sobre los salarios de los empleados públicos. El banco debía ser una entidad autónoma (no dependiente del Estado).Daría crédito a productores individuales y, de ser necesario, a asociaciones obreras. Por sus créditos, el banco cobraría un pequeño interés, destinado a cubrir sus gastos de administración. Proudhon llamó mutualismo a este sistema.


(6) "No concebía la abolición del Estado en el sentido de implicar la falta de una constitución o de una base legal para la nueva sociedad. El Estado al que se oponía era el que llamaba Estado de la 'política', en oposición a la estructura constitucional requerida para proporcionar una base adecuada a la organización del trabajo." (I: 213). Las tareas fundamentales del nuevo "Estado" consistirían en garantizar el sistema reformado de propiedad y el banco de crédito gratuito. (I: 213).


(7) Proudhon tenía facilidad para aprender. Fue un "hombre de negocios sumamente competente". Tomó parte en varios negocios, incluyendo la gerencia de una empresa de transportes. (I: 208).