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sábado, 3 de abril de 2021

EL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE AMÉRICA LATINA SEGÚN L. ZANATTA


 

El capítulo 2 de la obra Historia de América Latina: De la Colonia al siglo XXI, del historiador italiano Loris Zanatta (n. 1943), se titula “La independencia de América Latina” y abarca las páginas 35-51 del libro.

Zanatta, especialista en América Latina y en el peronismo, se desempeña como profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Bologna (Italia).

Para la redacción de la ficha utilicé la siguiente edición:  Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI. 288 p. (Biblioteca Básica de Historia). Traducción de Alfredo Grieco y Bavio y Guillermo David. Todas las citas textuales pertenecen a esta edición. Por último, mis comentarios personales van entre corchetes.


Invasión napoleónica y vacío de poder en España

La invasión napoleónica a Portugal (1807) y España (1808) marcó el inicio del derrumbe de los imperios ibéricos en América Latina. Sin embargo, los casos de Portugal y España son distintos. La corte lusitana, encabezada por la reina María I (1734-1816; reina de Portugal entre 1777 y 1816) y el príncipe regente y monarca de hecho, Juan VI (1767-1826; rey de Portugal de facto desde 1792 y de hecho desde 1816 hasta 1826), logró evitar ser capturada por las tropas francesas y se trasladó a Brasil. De ese modo se crearon las condiciones para una independencia indolora.

Las cosas se dieron de manera completamente diferente en el caso español. Napoleón Bonaparte (1769-1821) hizo encarcelar al rey Carlos IV (1748-1814; rey de España en 1788-1808) y a su hijo y sucesor Fernando VII (1784-1833; rey de España entre marzo y mayo de 1808, y de 1814 a 1833). El emperador francés impuso en el trono español a su hermano José I Bonaparte (1768-1844; rey de España entre 1808 y 1813). Se produjo así un vacío de poder, porque la mayoría de la población española rechazó al rey impuesto por Napoleón; se desarrolló la Guerra de Independencia Española (1808-1814).

Los sucesos de España hicieron que las colonias americanas se vieran obligadas a discutir los fundamentos del orden y de la soberanía política: ¿estaban atadas a la suerte de la monarquía española y debían someterse a quien ocupara el trono? Si esto era así y puesto que no había rey legítimo: ¿las colonias podían gobernarse a sí mismas?

En España la respuesta al vacío de poder fue la conformación de juntas de gobierno en diferentes ciudades y regiones. En Cádiz se constituyó una junta que reivindicó el poder en nombre de Fernando VII y reclamó obediencia a los súbditos americanos. Éstos se preguntaron: ¿quién gobernaba el reino y sobre qué derechos? ¿Acaso todas las ciudades y reinos, en España y América, volvían a ser libres?

La independencia de las colonias americanas obedeció a la conjunción de múltiples causas. Algunas de ellas eran estructurales (remotas): las Reformas Borbónicas y las reacciones a ellas; la consolidación de usos, intereses, vínculos e identidades de largo alcance en las colonias. Otras fueron de carácter coyuntural: la mencionada invasión francesa a la península ibérica. En este punto, el profesor Zanatta señala que,

“Lo que importa es establecer un método e indicar que, para el estudio de un problema histórico complejo, se requiere la conciencia de que sus casusas también fueron múltiples y complejas.” (p. 38)

Período autonomista, 1810-1814 [3]

Entre 1810 y 1814 se desarrolló el período autonomista en el proceso de independencia americana.

La primera reacción concreta de los colonos frente al mentado vacío de poder fue la constitución de juntas, esto es, órganos políticos encargados del ejercicio de la autoridad). [1] Estas juntas, al igual que sus homólogas españolas, declararon que asumían el poder en nombre del cautivo Fernando VII; ninguna de ellas expresó la voluntad de proclamar la independencia.

Pero las juntas mostraron la decisión de las elites criollas de reformular el pacto colonial, desarmando los restos de la experiencia centralizadora emprendida por los Borbones a mediados del siglo XVIII. Las elites revocaron el monopolio comercial español y liberaron el comercio con los ingleses.

¿Qué sucedía mientras tanto en España?

El vacío de poder fue resuelto por el Consejo de Regencia, instalado en Cádiz. Éste convocó a elección de Cortes, una asamblea de representantes encargada de redactar una Constitución. [2] En concreto, la Junta de Cádiz promulgó a comienzos de 1810 el decreto de convocatoria a elecciones para las Cortes. Toda provincia americana podía enviar un diputado como representante a las Cortes; en las elecciones podían participar indios y mestizos. Una vez reunidas, las Cortes contaron con la participación de 300 diputados (de ellos, 64 eran representantes de las colonias americanas). [4] El producto de las Cortes fue la Constitución de 1812, liberal y centralista a la vez.

La Constitución no conformó a las elites criollas; más bien, profundizó el descontento con la metrópoli, pues no se concedía la autonomía exigida por los americanos. De este modo, la caída del imperio español en América fue consecuencia de la conjunción de dos corrientes: a) los defensores de la vieja sociedad corporativa, que se oponían a los liberales españoles; b) los defensores de las ideas liberales, que exigían plena autonomía para las colonias.

Guerra de independencia, 1814-1824

1814 Fernando VII recuperó el trono y anuló la Constitución de 1812. Se produjo así la Restauración del absolutismo; los liberales pasaron a ser perseguidos. El monarca envió tropas a las colonias (sobre todo a Venezuela) para restablecer la dominación española. Aquí comenzó la guerra de independencia americana propiamente dicha, que se prolongó hasta 1824.

Por su parte, Brasil logró la independencia en 1822, cuando Pedro I (1798-1834; emperador de Brasil entre 1822 y 1834) instituyó una monarquía constitucional independiente en el territorio brasileño, haciéndose eco del rechazo de las élites criollas a las pretensiones portuguesas de imponer nuevamente el centralismo. No hubo movilización popular y Brasil conservó su integridad territorial sin dificultades.

[Zanatta hace un tratamiento superficial del proceso de independencia de América Latina, que resulta llamativo aún en una obra que pretende ser un compendio.]

 

Villa del Parque, 3 de abril de 2021


NOTAS:

[1] En este sentido, su reacción no difirió de la de diversas regiones, ciudades y pueblos españoles, que constituyeron juntas como respuesta al encarcelamiento del rey Fernando VII.

[2] El pensamiento liberal concebía a la constitución como la llave maestra para transformar las instituciones políticas y sociales de un país, creando un nuevo orden basado en los principios del liberalismo.

[3] Zanatta valora la importancia de este período afirmando que los criollos por primera vez asumieron el poder en primera persona.

[4] Ni Buenos Aires ni Venezuela enviaron representantes a las Cortes. Cabe agregar que Zanatta omite que los representantes americanos que tomaron parte de las Cortes fueron elegidos por los residentes americanos en Cádiz (salvo el caso del representante de Puerto Rico).


miércoles, 24 de marzo de 2021

LA AMÉRICA COLONIAL ESPAÑOLA EN VÍSPERAS DE LA INDEPENDENCIA: APUNTES SOBRE UN LIBRO DE ZANATTA

Potosí (actual Bolivia) y sus iglesias

 

Con esta ficha inauguramos una serie dedicada a obras de historia en general, e historia latinoamericana en particular. Se trata de proporcionar materiales que resulten útiles para los estudiantes de ciencias sociales.

El primer texto de la serie es el capítulo 1 de la obra Historia de América Latina: De la Colonia al siglo XXI, del historiador italiano Loris Zanatta (n. 1943), especialista en América Latina y en el peronismo. Zanatta es profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Bologna (Italia).

Para la elaboración de la ficha utilicé la siguiente edición:  Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI. 288 p. (Biblioteca Básica de Historia). Traducción de Alfredo Grieco y Bavio y Guillermo David. Todas las citas textuales pertenecen a esta edición. Por último, mis comentarios personales van entre corchetes.


CAP. 1: EL PATRIMONIO ESPIRITUAL DE LA COLONIA (pp. 17-33)

América Latina “fue Europa” entre la primera mitad del s. XVI e inicios del s. XIX (p. 17). Pero hay que tener en cuenta que los casos de la América hispana (la más extensa, rica y poblada) y la América portuguesa (poco habitada y hasta el s. XVIII concentrada sobre las costas) son distintos. [En este primer capítulo el profesor Zanatta no hace ninguna referencia directa a las colonias portuguesas.]

El autor postula la centralidad del patrimonio espiritual, “sin el cual la historia de los períodos siguientes perdería sus coordenadas” (p. 18).

[Zanatta obra aquí de manera arbitraria y no fundamenta su elección. ¿Por qué no comenzar, por ejemplo, por el patrimonio “material”? Que el autor tenga una concepción idealista de la historia, según la cual las ideas pesan más que las formas de vivir, no tiene nada de malo en sí mismo. La ciencia se construye en torno al debate. Lo malo consiste en que no fundamenta su punto de partida.]

A partir de esa afirmación, en este período surgió en América una nueva cultura, que compartió “riesgos y destinos” de la civilización hispánica. [1] Su elemento unitario y principio inspirador y fue la catolicidad; en ese elemento la sociedad colonial encontraba su misión política.

El Imperio español bajo las Habsburgo (1535-1707):

Combinaba un principio de unidad y un principio de fragmentación. Se trató de un régimen pactista, mediante el cual gobernó las relaciones entre el soberano y sus reinos. El pacto fundaba la unidad imperial en el propósito de expandir la Cristiandad. Su unidad política y espiritual era garantizada por el rey, titular y de la ley y protector de la Iglesia. Los súbditos reconocían la soberanía del rey: a cambio, se les concedía una amplia autonomía, cuya expresión era la fórmula popular “la ley se acata pero no se cumple”. La ley del rey era reconocida, pero en la práctica el gobierno se fundaba sobre los usos, las costumbres y los poderes de las elites locales. Se daba así la unidad en torno al rey y a la pertenencia a la misma civilización; se daba así la fragmentación en torno a las elites locales. (p. 20).

La organización social de las colonias americanas:

El profesor Zanatta indica que “no existe un único modelo social válido para todos y cada uno de los tantos territorios gobernados por las Coronas ibéricas.” (p. 20). [Esta diversidad es el problema principal que afronta el historiador de América Latina.]

En consecuencia, sólo es posible formular algunas consideraciones generales:

a) Orden corporativo: la sociedad estaba organizada en torno a corporaciones. Esto significaba que,

“los derechos y los deberes de cada individuo no eran iguales a los de cualquier otro, sino que dependían de los derechos y deberes del cuerpo social al que pertenecía.” (p. 20) [2]

Desde el vértice hasta la base, cada grupo tenía sus propios fueros, sus privilegios y sus obligaciones. El vértice superior de la sociedad colonial estaba constituido por la población blanca de origen europeo, cuyos integrantes controlaban la política, la economía, la justicia, las armas y la religión. En un primer momento fueron los encomenderos, que luego se transformaron en grandes terratenientes. Posteriormente, las sucesivas olas migratorias desde la metrópoli hicieron más heterogéneo a este grupo; se sumaron artesanos, funcionarios, profesionales, comerciantes. Cada uno de ellos se hallaba organizado en un estado (corporación), con sus correspondientes derechos y deberes. Los criollos, por su parte, estaban privados del acceso a los cargos civiles, militares y eclesiásticos más importantes. Los pueblos originarios, por su parte, conservaron sus formas de gobierno y sus divisiones sociales. Los negros (3 millones y medio de africanos fueron llevados como esclavos a América durante el período colonial) trabajaban en las plantaciones, en el servicio doméstico, o eran intermediarios entre los blancos y los indios. Además, había un creciente mestizaje.

b) Sociedad orgánica:

Las colonias americanas compartían esta característica con todas las sociedades occidentales de la época). Esta forma de sociedad poseía dos rasgos fundamentales: 1) era una sociedad “sin individuos”, es decir, “los individuos se veían sometidos al organismo social en su conjunto” (p. 20); 2) era una sociedad “jerárquica” (los individuos – y los grupos – tenían funciones diferentes, asignadas por dios).

Zanatta señala que los más oprimidos (por ejemplo: las comunidades de los pueblos originarios) poseían amplias posibilidades de autogobierno (estos aspectos – sentido comunitario, autonomía, protección – luego fueron idealizados). Esta generó una resistencia al cambio.

c) Naturaleza segmentaria del orden corporativo: a las barreras originadas por la riqueza o el linaje se sumaban las barreras étnicas y culturales, más fuertes donde más fuerte era la población indígena. El resultado fue la generación de “compartimentos que separaban mundos extraños entre sí, aunque constreñidos a vivir en estrecha relación” (p. 22).

La organización económica del período colonial:

América Latina fue desde la conquista la periferia de un centro económico lejano. Sin embargo, no se trató de una situación estática: en el s. XVI el centro (España) era una potencia mundial; en el s. XVIII el centro (España) era la periferia de otro centro (los países pujantes del norte de Europa).

“La economía de América Latina tendió a organizarse hacia el exterior en función del comercio, tanto para obtener ingresos financieros de la exportación de materias primas como para dotarse, a través de la importación, de numerosos bienes fundamentales que el centro del imperio le proporcionaban.” (p. 25)

El profesor Zanatta sostiene que esta “vocación periférica” de la economía latinoamericana fue el principal rasgo de la herencia económica del período colonial.

Los corolarios de la condición periférica fueron: a) la debilidad intrínseca del mercado interno; b) la tendencia centrífuga, pues cada región especializada en producir un bien de exportación procuraba establecer vínculos con el socio exterior más conveniente.

La herencia religiosa del período colonial:

La herencia que más pesó fue el imaginario de tipo religioso. Éste era producto de la sociedad orgánica (la cual se consideraba a sí misma como reflejo del orden divino revelado, donde no había distingo entre unidad política y unidad espiritual (ciudadano y feligrés eran lo mismo).

Los Imperios ibéricos podían ser definidos como regímenes de Cristiandad, es decir,

“lugares donde el orden político se asentaba sobre la correspondencia de las leyes temporales con la ley de Dios y donde el trono (el Soberano) estaba unido al altar (la Iglesia).” (p. 27) [3]

A todo ello hay que agregar que: a) América Latina quedó fuera de la Reforma Protestante. Por el contrario, fue la tierra de la Contrarreforma; 2) la Iglesia se convirtió en el pilar ideológico del orden político. En este sentido, el rol de la Iglesia en las colonias ibéricas no tuvo parangón. La catolicidad fue “el eje de la unidad de un territorio y una comunidad muy fragmentada en todo otro aspecto.” (28).

Lo expuesto en el párrafo anterior tuvo consecuencias perdurables para América Latina: a) el pasaje a la Modernidad política, entendida como la secularización del orden político (separación de la esfera política y la esfera religiosa), fue complejo y traumático; b) el pasaje del unanimismo al pluralismo político y económico resultó arduo. [4]

Las Reformas borbónicas:

Las reformas del siglo XVIII, impulsadas en España por los Borbones [5] y en Portugal por el marqués de Pombal [6], erosionaron el pacto colonial. Detrás de los objetivos declarados de las reformas, lo concreto es que se acentuó la brecha entre la metrópoli y las colonias.

El propósito de las reformas

“era encaminar un proceso de modernización de los imperios y la centralización de la autoridad a través del cual la Corona pudiera administrarlas mejor [a las colonias], gobernarlas de manera más directa y extraer recursos de modo más eficiente.” (p. 30)

El rey de España Carlos III se proponía el cobro el cobro efectivo de más impuestos en las posesiones americanas, para abastecer la creciente demanda de la Corona y asegurar la defensa de las colonias.

En el esquema propuesto por las Reformas, la metrópoli producía manufacturas, en tanto que las colonias suministraban materias primas. Con las medidas reformistas se procuraba detener la decadencia de los imperios ibéricos y enfrentar a las nuevas potencias mundiales (Gran Bretaña).

Hubo reformas fiscales, cuyo resultado fue la triplicación de los ingresos de las arcas reales; administrativas, como la creación de los virreinatos de Nueva Granada y Buenos Aires, y la implementación del sistema de intendencias; militares, entre las que destacó la americanización del ejército colonial, dirigido por oficiales peninsulares; religiosas, cuyo objetivo era el debilitamiento del poder de las órdenes (por ejemplo, la expulsión de los jesuitas en 1776). Se expropiaron bienes de las órdenes y se fortaleció al clero secular, sobre el que ejercía jurisdicción el rey mediante la aplicación del Real Patronato. [7]

Las reformas tuvieron las siguientes consecuencias en América Latina: 1) la percepción en las colonias de que el vínculo con la Madre Patria había cambiado. Si hasta ese momento todas las partes del Imperio eran consideradas iguales, ahora existía una jerarquía en la que la metrópoli ejercía la primacía sobre las colonias; 2) la obediencia al rey fue reemplazada por la obediencia a España y Portugal (que pasaban a ser modernos Estados-nación); 3) las elites criollas se sintieron traicionadas, pues perdieron autonomía política y pasaron a estar sometidas a las necesidades económicas de la metrópoli; 4) el surgimiento del sentimiento patriótico en las colonias a fines del s. XVIII. Los viejos centros coloniales perdieron peso frente a ciudades como Caracas y Buenos Aires, donde la influencia hispánica era menor y mayor el peso del comercio inglés.

 

Villa del Parque, miércoles 24 de marzo de 2021


NOTAS:

[1] El autor define civilización del siguiente modo: “un complejo conjunto de instrumentos materiales y valores espirituales, de instituciones y costumbres capaces de plasmar tanto la organización social y política como el universo espiritual y moral de los pueblos que pertenecen a ella.”

[2] En otras palabras, existían derechos (y obligaciones) de los grupos (corporaciones), pero no existían los derechos humanos, entendidos como derechos de los individuos sin importar su grupo social, raza, religión, género, etc.

[4] La Corona española ejercía el Real Patronato. Se trataba de un privilegio concedido por el Papa que daba amplias facultades en el gobierno de la Iglesia e incluso en el nombramiento de los obispos. Reforzó la trama que unía religión y política.

[4] El profesor Zanatta remarca la persistencia del “mito originario de la unidad política y espiritual” (p. 29). El unanimismo designa la pretensión a la unanimidad, a que un solo criterio rija el gobierno y el pensamiento de un país.

[5] La Casa de Borbón, de larga historia en Francia, llegó al trono de España con Felipe V (1683-1746), cuyo reinado se extendió de 1700 a 1746. La política de reformas (conocidas como las reformas borbónicas) se extendió durante los reinados de Fernando VI, cuyo reinado abarcó de 1746 a 1759, y Carlos III, que reinó entre 1758 y 1788.

[6] El marqués de Pombal (1699-1782) fue un estadista portugués que se desempeñó como primer ministro del rey José I (1750-1777).

[7] Zanatta sostiene que las medidas reformistas en el plano religioso terminaron por provocar el establecimiento de una alianza contra la Corona entre el bajo clero y vastos sectores populares.

domingo, 21 de agosto de 2011

PERONISMO: ZANATTA, LORIS. BREVE HISTORIA DEL PERONISMO CLÁSICO. (BUENOS AIRES: SUDAMERICANA, 2009)

Loris Zanatta es un historiador italiano, profesor de Historia de América Latina en la Facultad de Ciencias Políticas "R. Ruffili" de la Universidad de Bologna, Italia. Es autor de una obra importante acerca del papel de la Iglesia y del Ejército en los comienzos del peronismo, Perón y el mito de la Nación Católica: Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo, 1943-1946 (Buenos Aires: Sudamericana, 1999).

El autor se propuso escribir un libro que presentara de manera breve y sencilla la historia del peronismo desde su etapa fundacional en 1943-1945 hasta el derrocamiento de Perón (1955). Desde este punto de vista, cabe decir que se trata de una iniciativa interesante, pues permite sintetizar en un único volumen, la múltiple producción de las dos últimas décadas sobre la primera etapa de la historia del movimiento peronista. El profesor Zanatta eligió para la obra un formato narrativo, en el que están presentes los análisis económicos y sociales y en el que, sin embargo, no abundan las fechas. El autor prescindió de las notas y de las referencias a las fuentes, así como también de las citas de otros textos, limitándose a indicar en la bibliografía (pp. 217-220) una selección de las obras que considera más relevantes para el estudio del período analizado. Zanatta se propuso escribir un libro que conjugara la divulgación con la profundidad del análisis. Es oportuno señalar que, a nuestro juicio, ambos objetivos están logrados a medias, pues la lectura de la obra no puede encararse sin algunos conocimientos mínimos de historia argentina, que la breve extensión del libro impide desarrollar, y algunas de las incursiones en los debates acerca de la naturaleza del peronismo tienen el defecto de presentar una visión unilateral (esto se vuelve especialmente evidente en la cuestión del papel jugado por el movimiento obrero en los orígenes del peronismo).

A diferencia de otros autores, Zanatta otorga un papel secundario a la clase trabajadora en particular, y la lucha de clases en general, en el peronismo del período examinado en el libro. Tampoco concede a la problemática de la industrialización el lugar central en su análisis. El autor prefiere ubicar al peronismo en un plano más general, que subsume a los dos problemas mencionados. Este enfoque aparece expuesto en el siguiente párrafo: "Lo que ester librito al término de su veloz recorrido propone del peronismo, de ese ente tan ambiguo (...) es una intepretación: una clave que, en definitiva, sirva para procurar arrancarle sus secretos (...) lo que esa clave trata de indagar del peronismo es su nexo antropológico con la historia argentina(...) Esa clave busca (...) indagar el nexo del peronismo con ciertos importantes rasgos de la cultura política argentina, hijos, a su vez, de un imaginario social y religioso antiguo. Y lo intenta procurando despojar al advenimiento de Perón de cualquier imprudente determinismo, a fin de poder comprender su éxito y su vitalidad a la luz de la capacidad del hombre y de su movimiento político, para introducir ese antiguo imaginario al contexto de un país en rápida y convulsiva transformación." (p. 11). Detrás de una prosa proclive a abusar de los adjetivos, se encuentra la tendencia a plantear el problema de los orígenes del peronismo de manera abstracta.

Al hacer referencia al "imaginario", el profesor Zanatta sostiene que "el peronismo es situado aquí en la encrucijada entre la expansión de la sociedad liberal, burguesa, capitalista, y las reacciones que generó , en este caso, en un país periférico de cultura latina, en especial durante el prolongado período del pasaje del liberalismo a la democracia, del elitismo de los «notables» a la moderna sociedad de masas. En tal encrucijada, el peronismo se erigió en vehículo de esa modalidad muy peculiar de ingreso a la modernidad: ni liberal ni burguesa, sino, por el contrario, antiliberal y antiburguesa. Esa modalidad se remitía de manera expresa a la naturaleza orgánica y corporativa de aquel imaginario antiguo, plasmado en siglos de catolicidad, y estaba enfrentado con la otra, de matriz liberal, , que a sus ojos era hija de la Reforma protestante y de la cultura anglosajona. Así fue como el peronismo, en cuanto heredero de un imaginario que postulaba al mismo tiempo la armonía social y la unanimidad política, para dar forma a lo durante tanto tiempo ha parecido constituir su «misterio», y que tanto ha dividido los ánimos de las personas: el granítico amasijo de integración social y autoritarismo político, popularidad y monopolio del poder, consenso y pulsión totalitaria, nacionalismo y socialismo." (p. 12).

El peronismo es concebido, por tanto, como el producto de la acción de un imaginario católico, antiliberal y corporativo, sobre las condiciones específicas del pasaje de la sociedad tradicional a la modernidad en la Argentina. Tanto el uso de la noción de "imaginario" (nunca definido por el autor) como la recurrencia ala transición sociedad tradicional- modernidad, muestran el carácter abstracto del enfoque adoptado por el profesor Zanatta. En este punto, así como también en el tratamiento del papel del movimiento obrero en la aparición del peronismo, el autor se acerca a las posiciones defendida por el sociólogo italiano de destacada actuación en Argentina, Gino Germani (1911-1979).

A partir del énfasis puesto en la influencia del imaginario católico, Zanatta incluye al peronismo "en el nutrido y heterogéneo álbum de familia de las reacciones antiliberales, nacionalistas y corporativas, que en el período entre las dos guerras mundiales y aun después se propagaron con tanta fuerza por el mundo latino y católico de Europa y América." (p. 12). De este modo, el peronismo pasa a ser definido como una manifestación ideológica y política ligada al pensamiento católico y antimodernista, y no como expresión de la lucha de clases en la Argentina de comienzos de la década de 1940. Más allá de la importancia que tienen el catolicismo y el nacionalismo en la conformación de la ideología peronista, es innegable que el peronismo nunca habría llegado a ser sin el aporte decisivo de la clase obrera. En este sentido, cabe afirmar que la clase obrera creó al peronismo; es por esto que el enfoque adoptado por el autor, al esfumar esa centralidad de la clase trabajadora, tiende a oscurecer la comprensión de la naturaleza del movimiento peronista.

La concepción abstracta y esencialista del peronismo esbozada por el profesor Zanatta en la introducción, es desarrollada con mayor profundidad en el epílogo (p. 205-216). Es significativa la forma en que Zanatta caracteriza la "pretendida singularidad" del peronismo. Esta singularidad "revela (...) en todo caso, el universo ideal en el que se funda, ocupado por un sentimiento nacionalista profundo y por la convicción de encarnar una mancomunidad de historia y destino, cuya más íntima esencia es impermeable al transcurso de las épocas y a la influencia del mundo exterior." (p. 208). El peronismo no es, desde esta perspectiva, un movimiento policlasista en el que la clase obrera jugó un papel importante, plasmado al calor de una coyuntura especial de la lucha de clases; se trata, por el contrario, de la expresión de una "esencia" ahistórica e inmutable, cuyo contenido es nacionalista, antimodernista y católico, y que se expresa en una "atávica intolerancia por los límites que imponen a su poder el Estado de derecho liberal y el pluralismo político típico de las sociedades modernas." (p. 207). El punto tiene una significación teórica fundamental, porque apunta a la discusión acerca de los fundamentos del desarrollo histórico. Para el marxismo, la historia es esencialmente abierta, puesto que la lucha de clases no tiene un resultado determinado de antemano. Para Zanatta, y esto a despecho de sus reclamos a favor de una historia que rechace "cualquier imprudente determinismo" (p. 11), son las esencias las que marcan el desarrollo del curso histórico.

El peronismo, convertido en un esencia preexistente desde lo más recóndito del pasado argentino, pasa a ser incluido "como ciudadano de pleno derecho, si bien con notables singularidades, de una heterogénea familia histórica [la de los fascismos] en la que cada uno de los miembros exhibe un carácter específico, pero todos, al fin, presentan algo profundo que los mancomuna." (p. 209; el resaltado es mío).

¿En qué consiste este "algo profundo" que tienen en común el peronismo y los fascismos?

La respuesta de Zanatta es especialmente clara aquí: "si es verdad que lo que resalta en el peronismo es su sólido anclaje a la clase obrera, que le confirió un carácter popular muy especial (...) no hay duda de que con mayor o menor intensidad atesora en sí la esencia de los fenómenos fascistas, comenzando por su intrínseca pulsión totalitaria, por más que no haya llegado a manifestarse por completo a causa de la resistencia corporativa, de un contexto internacional hostil, de los desequilibrios presentes en su base social y de los estrangulamientos que debió sufrir el modelo económico peronista." (p. 210; el resaltado es mío). Es curioso que una esencia tan fuerte y persistente, que ha perdurado inconmovible desde el principio de los tiempos, tenga tantas dificultades para salir plenamente a la luz. Pero el método de las esencias ignora este tipo de incongruencias.

A pesar de lo indicado al final del párrafo anterior, hay que insistir en remarcar que el autor es claro en el planteo. Para poder definir al peronismo como una esencia y como un miembro de la familia de los fascismo, es preciso dejar de intentar al movimiento peronista "remitiéndose estrictamente a las características estructurales, en particular forma a sus bases sociales y a su modelo económico."(p. 209). En cambio, el profesor Zanatta propone concentrar las investigaciones sobre el peronismo en "los elementos ideológicos, culturales, antropológicos, institucionales, que constituyeron su tramado."(p. 209), dejando de lado (o colocando en un lugar secundario respecto a las prioridades) a los estudios sobre el movimiento obrero, la industrialización y la política del bloque dominante.

¿Cuáles son los elementos de esa "pulsión totalitaria" presente en la "esencia" del peronismo?

Ante todo, hay que decir que el autor entiende por "pulsión totalitaria" a "la vocación de saturar de sí a la sociedad en cada uno de sus ámbitos y aspectos ideológicos, y de construir con ella, y en todo caso a reconstruir, una comunidad orgánica; vale decir, una comunidad unida en su «argentinidad», en conformidad con las leyes naturales y en acatamiento de las divinas, y en la que cada grupo debía cumplir funciones específicas, dirigidas a alcanzar la armonía y el equilibrio del organismo en su conjunto." (p. 210).

Zanatta deriva de esa "pulsión totalitaria" a "los restantes elementos que permiten, según él, ubicar al peronismo en la familia de los "fascismos genéricos". Estos elementos son: a) nacionalismo, junto con el antiimperialismo; 2) "su instintiva aversión por el pluralismo, en el que el peronismo vio siempre emboscada la artificial división del cuerpo orgánico de la nación, la enfermedad que atentaba contra la salud y la armonía del organismo social."(p. 210); 3) el énfasis puesto en la representación corporativa, "estructurada en torno del Estado, el partido y el líder, fundidos en un único haz y, con el tiempo, cada vez menos diferenciables, lo cual implica una representatividad «de hecho» que en el régimen peronista pesó siempre mucho más que la representatividad formal, expresada a través del voto."(p. 210-211); 4) la tendencia a suprimir las divisiones entre los poderes del Estado, "para imponer el dominio de un movimiento nacional que, si nunca llegó a cristalizar en verdadero partido único, en los hechos actuó como si lo fuera y asumió actitudes correspondientes, negando a la oposición la posibilidad de competir en condiciones de mínima igualdad" (p. 211); 5) la "genética vocación por la regeneración de la nación y la «redención» del pueblo"(p. 211); 6) "la condición profundamente religiosa del pensamiento, no solamente en sus ritos y en la estética de su simbología, deudora en tantos aspectos de la liturgia católica, sino en su misma esencia, es decir, en la concepción orgánica de la sociedad, hija indiscutida y directa del nacionalismo católico." (p.211).

La concepción del fascismo que formula el autor es discutible. Para no extendernos demasiado, basta decir que adolece del mismo defecto que tiene su manera de concebir al peronismo. Zanatta construye un concepto esencialista del fascismo, dejando de lado la lucha de clases. A nuestro juicio, no se trata de ratificar la validez de la distinción entre las "democracias pluralistas" y los "fascismos totalitarios",sino de examinar las condiciones específicas de la lucha de clases que engendran los diversos regímenes democráticos y los fascismos. Guste o no, democracia y fascismo brotan del mismo terreno, y no pueden contraponerse tan sencillamente como lo hace el autor. Para evitar confusiones, hay que aclarar que aquí hacemos referencia a la democracia tal como se desarrolla en la sociedad capitalista. Zanatta parece olvidar que en Argentina la democracia en su forma capitalista no existió hasta que el peronismo aprobó el voto femenino (1947). Hasta ese momento, y aún durante el radicalismo (1916-1930), existió una democracia restringida.

Zanatta considera, pues, que el peronismo posee una "vocación tendencialmente totalitaria", y que esto se expresa en "el hecho de que se lo pueda interpretar desde la derecha y desde la izquierda, como restauración y como revolución, en sentido nacionalista o socialista, jerárquico o igualitario. Reflejo de esa vocación totalitaria es el ilimitado campo que abarcan sus estructuras corporativas, verdadero sistema venoso de la regenerada comunidad organizada nacional." (p. 212). Aquí, como en los párrafos anteriores, cabe decir que la concepción esencialista a la que adhiere el autor priva a su trabajo de la flexibilidad necesaria para captar un fenómeno tan complejo como el peronismo. La "vocación totalitaria", el "totalitarismo", expresan, más que una "esencia inmutable", la forma que adoptó la lucha de clases en la Argentina en la década de 1940. El "peronismo clásico", para usar la expresión de nuestro autor, es el producto de la confluencia de intereses y proyectos del movimiento obrero, del ejército, de una parte del empresariado y de los grupos nacionalistas, siendo Perón el árbitro del movimiento. Es el análisis pormenorizado de la coyuntura de la lucha de clases en 1943-1945 el que aporta la clave para comprender la naturaleza del peronismo. Hablar de "fascismo", de "totalitarismo", etc., es embarrar la cancha.

El profesor Zanatta intenta explicar también la persistencia y vitalidad del peronismo, dado que la mayoría de los integrantes de la familia del "fascismo genérico" tendieron a colapsar al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1945). Luego de reconocer que el éxito del peronismo "no se debió por cierto a la coacción que ejerció sobre todas las formas de disenso" (p. 213), ni tampoco al "extraordinario salto adelante que el peronismo pudo imprimir en las condiciones de vida de los trabajadores" (p. 213), Zanatta sostiene que el éxito del movimiento peronista se basa "en otras fuentes, de hecho más antiguas y hasta más profundas" (p. 213). Dichas fuentes son: a) "la familiaridad, la habituación de gran parte de los argentinos de la época con el organicismo social católico, del que el peronismo se erigió en devoto intérprete" (p. 213); b) "la tan defendida como insatisfecha ansia de integración, que dominaba a la sociedad argentina desde la época de la inmigración masiva" (p. 214); c) "el carácter periférico de la industrialización argentina (...) La modernización argentina fue periférica en el sentido de que gran parte de la población, en coincidencia con la lectura misma que de ella hizo el peronismo, la percibió como un proceso de disgregación de la comunidad organizada nacional inducida desde afuera." (p. 214).

Zanatta considera que detrás del "fascismo" del movimiento peronista, se encuentra "un núcleo ideológico y antropológico más sólido y antiguo: un núcleo «populista», cuyo centro estaba ocupado por la tonante reivindicación de la soberanía del pueblo, entendida como comunidad organizada, esto es, en oposición a la concepción liberal de esa soberanía, de matriz iluminista. Para el peronismo, ese pueblo ejercía la democracia en el plano social, no en el de los derechos civiles y políticos. Ese pueblo, en virtud de su histórica homogeneidad, no se expresaba a través de la representación política liberal, en la que creía ver la trampa que lo privaba de la soberanía, sino por medio de una democracia plebiscitaria, o a través de la afinidad encarnada en su líder, término natural de su unidad de historia y destino, y de su conformación homogénea. Era una concepción favorable a la integración social y a la nacionalización de las masas excluidas, pero también muy refractaria al pluralismo político e ideológico, y más todavía al respeto por reglas e instituciones estables y neutrales, orientadas a preservar la existencia de tal pluralismo; una concepción que, además, era intrínsecamente patrimonialista, es decir, proclive a no ver en el Estado una entidad política y jurídica permanente, sino un instrumento ético: el lugar en el que vive y se reproduce la eterna identidad nacional, y del cual, por lógica consecuencia, el movimiento que monopoliza esa identidad tiene absoluto derecho de posesionarse, como de una cosa propia. Fue esa visión del hombre, de la sociedad y de la creación entera, la que indujo a los peronistas a percibirse enteramente como una auténtica democracia, y a sus opositores, con igual grado y razón, a ver en él una dictadura totalitaria." (p. 216).

Desde una concepción centrada en la relevancia primordial de la ideología para comprender la naturaleza de los movimientos y de los partidos políticos, el profesor Zanatta ubica al peronismo en el campo de los enemigos de la democracia liberal y del pluralismo; según su opinión, el movimiento liderado por Perón estaba anclado firmemente en la familia de los "fascismos genéricos", siendo el nacionalismo, el catolicismo y el populismo las bases de ese fascismo. Como hemos intentado demostrar, Zanatta elabora esta caracterización a partir de un método esencialista, consistente en separar ciertas características del peronismo que fueron construidas (y/o tomadas de fuentes precedentes) a partir de las vicisitudes de la lucha de clases, y transformarlas en una esencia preexistente y ahistórica. De esta manera, el mérito principal de su libro, que reside en la preocupación por mostrar la importancia del papel jugado por el pensamiento católico y el nacionalismo en los orígenes del peronismo, se diluye y se convierte en un verdadero obstáculo epistemológico para la percepción del extraordinario papel que jugó el movimiento obrero en el período fundacional del peronismo.

Mataderos, domingo 21 de agosto de 2011