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jueves, 25 de noviembre de 2021

ECONOMÍA SEGÚN LA SÍNTESIS NEOCLÁSICA-KEYNESIANA: SAMUELSON-NORDHAUS, ECONOMÍA, CAP. 1



El libro de Paul Samuelson (1915-2009) y William Nordhaus (n. 1941), Economía con aplicaciones a Latinoamérica, es la 19° edición de un texto utilizado ampliamente en los estudios universitarios.

La ficha abarca el capítulo 1, “Los fundamentos de la economía” (pp. 3-24).

Nota bibliográfica 

Se utilizó la siguiente edición: Samuelson. P. A. y Nordhaus, W. D. (2010). Economía con aplicaciones a Latinoamérica. México D. F.: McGraw-Hill Interamericana. xxx, 722 p. Traducción española de Adolfo Deras Quiñones.


Como es habitual en los manuales de economía, los autores comienzan con una definición de la ciencia económica

Economía es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los distintos individuos.” (p. 4) (A)

El punto de partida es la sociedad, el foco está puesto en la producción y la distribución, el concepto clave es la escasez

La supresión de la escasez (“la utopía de las posibilidades ilimitadas - p. 4 -) también suprimiría la necesidad de la economía. Pero “este mundo es de escasez, lleno de bienes económicos” (p. 4)

¿Qué es la escasez? 

“Una situación de escasez es aquella en la que los bienes son limitados en relación con los deseos. (...) Si se suman todos los deseos [se refieren a EE.UU.], se descubriría de manera rápida que sencillamente no existen bienes ni servicios para satisfacer incluso una pequeña fracción de los deseos de consumo de todos.” (p. 4) (B)

Entre (A) y (B) pasamos de lo social a lo individual (el deseo). Ahora bien, no se entiende de dónde salen estos deseos, desligados de las posibilidades sociales, y cómo puede ignorarse la cuestión de las diferencias de clase en lo relativo a los deseos. Parafraseando a Maquiavelo (1469-1527), no se desea del mismo modo en una choza que en un palacio.

La escasez está conectada íntimamente con la eficiencia, entendida esta última como: 

“Uso más eficaz de los recursos de una sociedad para satisfacer las necesidades y los deseos de las personas. (...) La eficiencia económica exige una economía que produzca la combinación más elevada de cantidad y calidad de productos y servicios dada su tecnología y sus escasos recursos. Una economía produce con eficiencia cuando no se puede mejorar el bienestar económico de una persona sin afectar negativamente el de otra.” (p. 4)

Escasez y eficiencia constituyen conceptos sociales, no técnicos - o, mejor dicho, no primordialmente técnicos -. Afirmar su carácter social implica postular que se determinan a partir de una determinada distribución del poder social, una determinada estructura de clases, surgida de los resultados - siempre provisionales - de la lucha de clases. Es la sociedad, entendida como totalidad desgarrada por contradicciones (lucha de clases), la que engendra los deseos de los individuos. Adoptar esta perspectiva implica desarmar el enfoque individualista, base de la ciencia económica académica, pero de ningún modo supone negar la existencia de determinaciones técnicas en la producción, intercambio y distribución, lo cual sería una insensatez; por el contrario, la superación del enfoque individualista requiere la  articulación de las determinaciones técnicas con las determinaciones sociales. 

La distinción entre macro y microeconomía (p. 5) merece un tratamiento especial. La escisión entre ambas responde a los fundamentos filosóficos de la ciencia económica (sobre todo, al individualismo metodológico); un abordaje científico exige restaurar la unidad, articulando lo individual con lo social.

Los autores afirman que la macroeconomía, concebida como el “análisis de la conducta de la economía como un todo respecto de la producción, ingresos, nivel de precios, comercio exterior, desempleo y otras variables económicas agregadas” (p. 692) [1] , fue creada en su “forma moderna” por el economista inglés John Maynard Keynes (1883-1946) (p. 5). Esta afirmación no resiste el análisis basado en la historia de la teoría económica. Por ejemplo, ¿qué es El capital (1867) de Karl Marx (1818-1883) sino un enfoque de la totalidad del proceso económico y social capitalista? [2]

La microeconomía, por su parte, es el “análisis de la conducta de los elementos individuales de la economía, como la determinación del precio de un solo producto o la conducta de un solo consumidor o empresa” (p. 693)

Los economistas desarrollaron una técnica especializada, la econometría, que es la “rama de la economía que utiliza métodos estadísticos para medir y estudiar las relaciones económicas cuantitativas” (p. 686). Los autores agregan que se trata de un instrumento útil para orientarse en la maraña de datos.

Samuelson y Nordhaus recomiendan prestar atención a la lógica económica. En este terreno, destacan la importancia de comprender la falacia de la composición. [3] Luego de presentar varios ejemplos, concluyen: 

“En estos ejemplos [pp. 5-6] no hay trucos ni magia. Más bien son el resultado de sistemas de individuos que interactúan unos con otros. A menudo, el comportamiento del agregado [el conjunto] resulta muy distinto al de los individuos.” (p. 6)


Los autores avanzan un poco y hacen la siguiente afirmación: 

Un mercado libre y eficiente no necesariamente produce una distribución del ingreso que sea socialmente aceptable.” (p. 7; el resaltado es mío -AM-)

Samuelson y Nordhaus explicitan su ideal de economía: 

“La sociedad debe encontrar un equilibrio adecuado entre la disciplina de mercado y la composición de los programas sociales de gobierno. Si las mentes permanecen frías para informar a los corazones ardientes, la ciencia económica puede hacer lo que le toca para hacer una sociedad próspera y justa.” (p. 7)

 En toda sociedad hay tres problemas económicos fundamentales: 

  • ¿Qué mercancías se producen o en qué cantidades?

  • ¿Cómo se producen las mercancías?

  • ¿Para qué se producen los bienes?

Los tres problemas económicos se resuelven mediante los sistemas económicos. El planteo es esquemático: de un lado se encuentra el Estado (el gobierno), que emite las órdenes que fluyen por una jerarquía desde arriba hacia abajo; del otro, los mercados (individuos y empresas), que funcionan mediante acuerdos voluntarios para intercambiar bienes y servicios.

Los autores distinguen dos grandes sistemas económicos: 

a) la economía de mercado: “aquella en la cual individuos y empresas privadas toman las decisiones más importantes acerca de la producción y el consumo.” (p. 8) En ella las preguntas referidas al qué, el cómo y el para quién se produce se resuelven por el sistema de precios, los mercados y las ganancias, que proporciona incentivos y recompensas. Ejemplo: EE. UU. [4] El sistema es descrito así: 

“Las empresas producen las mercancías que generan las máximas utilidades (el qué) con las técnicas de producción que resultan menos costosas (el cómo). El consumo está determinado por las decisiones de los individuos respecto a cómo gastar los salarios y los ingresos sobre la propiedad que generan su trabajo y sus propiedades (el para quién).” (p. 8)

Sin embargo, no todo es mercado. Los autores destacan que,

El gobierno desempeña un papel importante en la supervisión de su funcionamiento [el mercado], aprueba las leyes que regulan la vida económica, produce servicios educativos y políticas y controla la contaminación.” (p. 8; el resaltado es mío - AM-)

b) la economía autoritaria: = “el gobierno toma todas las decisiones importantes acerca de la producción y la distribución” (p. 8). El gobierno es propietario de todos (o casi todos) los recursos. Ejemplo: la difunta URSS.

Ninguna sociedad encaja exactamente en esos dos extremos. Cabe hablar, por tanto, de economía mixta, que incluye elementos de economía de mercado y economía autoritaria.

Dado el supuesto de escasez, toda sociedad “debe tomar decisiones respecto de los insumos y productos de la economía” (p. 9) A continuación, pasan a definir insumos y productos. 

Los insumos son las “mercancías o servicios utilizados por la empresa en sus procesos de producción” (p. 691). También se los denomina factores de producción.

Los productos son “los diversos bienes y servicios que se consumen o usan en producción posterior” (p. 696)

La tecnología existente [la propia de cada época histórica] se utiliza para combinar insumos y obtener productos. En este punto aparece la noción de los factores de producción: tierra, capital y mano de obra. 

La tierra (o los recursos naturales), es un “regalo de la naturaleza para los procesos productivos” (p. 9). Comprende la tierra para la agricultura, para sustentar viviendas, fábricas y carreteras; los recursos no energéticos y energéticos; los recursos ambientales.

El capital son los bienes durables que sirven para producir otros bienes. 

La mano de obra es el tiempo que los seres humanos dedican a la producción. Anteriormente se lo denominaba trabajo.

De la preeminencia de la noción de escasez se deriva el concepto de fronteras de posibilidades de producción (o FPP): “muestra las cantidades máximas de producción que puede obtener una economía, dados sus conocimientos tecnológicos y la cantidad de insumos disponibles” (p. 10). En otros términos, la FPP es el menú de bienes y servicios de que dispone una sociedad. 

Los autores plantean que uno de los conceptos “mas profundos” en economía es el de costo de oportunidad, que es definido como el costo de las alternativas a las que se renuncia. O, dicho de otro modo, el costo de oportunidad de una “decisión es el valor del bien o servicio al que se renuncia” (p. 13)

El capítulo incluye un apéndice, “Cómo leer gráficos” (pp. 18 y ss.), de gran utilidad para el estudiante que da los primeros pasos en el terreno de la economía.


Villa del Parque, jueves 25 de noviembre de 2021


NOTAS

[1] La definición de macroeconomía está tomada del glosario que se encuentra al final del libro (pp. 680-701).

[2] Mucho antes que Marx, el médico y economista francés François Quesnay (1694-1774) elaboró el Tableau Économique (1758), una descripción del funcionamiento de la economía francesa de su época que puede ser considerada como una obra precursora de los modernos estudios macroeconómicos.

[3] Samuelson y Nordhaus definen la falacia de composición en el glosario: “Falacia de suponer que lo que vale para los individuos vale también para el grupo o todo el sistema.” (p. 689)

[4] El caso extremo de economía de mercado es la economía de laissez-faire, donde el gobierno no interviene en las decisiones económicas.


miércoles, 31 de enero de 2018

MARX SOBRE HOBBES: LOS EXTRACTOS DEL LIBRO IV




Lic. Ariel Mayo (ISP Dr. J. V. González / UNSAM)


Karl Marx (1818-1883) dedicó el Libro IV de El Capital a estudiar el desarrollo histórico de la teoría de la plusvalía. Esta tarea implicó, entre otras cosas, establecer una distinción clara entre la plusvalía en general y sus formas particulares (por ejemplo, la ganancia del empresario). Marx abre su investigación con una indicación para comprender el contenido de la obra: “Todos los economistas incurren en la misma falta: en vez de considerar la plusvalía en cuanto tal, la consideran a través de las formas específicas de la ganancia y la renta de la tierra.” (p. 33). (1)



Marx dedicó poco espacio a Thomas Hobbes (1588-1679) en los manuscritos que dieron origen al Libro IV; apenas el comentario a algunos extractos del Leviatán (p. 327). (2)

Marx comienza analizando el siguiente pasaje de Hobbes:

“Las artes de utilidad social como la construcción de fortificaciones, la fabricación de máquinas de guerra y de otros artilugios bélicos representan un poder, puesto que contribuyen a la defensa y a la victoria; pero, aunque su verdadera madre sea la ciencia, es decir, las matemáticas, como han sido alumbradas por la mano del artífice, se considera a éste como su autor, lo mismo que el vulgo ve en la partera a la madre.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (3)

Hobbes, teórico del Estado “moderno”, única barrera capaz de evitar el regreso de la “guerra de todos contra todos”, propia del “estado de naturaleza”, pone como ejemplos de las “artes de utilidad social” a la construcción de fortalezas, de máquinas de guerra y de otros artilugios bélicos. Estos ejemplos son característicos de su reconocimiento de que el monopolio de la violencia es el rasgo central del Estado, quien mediante el “terror” impone la “paz” (un determinado orden social, es decir, una forma determinada de propiedad). Es una tautología afirmar que el desarrollo del aparato represivo es inseparable del desarrollo del Estado en general.

Hobbes señala que se suele considerar que las “artes de utilidad social” son creaciones del trabajo del artífice (el trabajador), pero en verdad su “madre” es la ciencia. Aquí pueden hacerse dos observaciones: 1) el filósofo inglés escribe en 1650, en pleno auge de la Revolución Científica, lo que lo lleva a poner a la ciencia en el centro, cosa impensable en la época feudal; 2) el desarrollo de la economía mercantil tiende a subsumir a la ciencia en el capital. Ésta adquiere carácter instrumental, no un fin en sí mismo, sino un medio para. En el pasaje citado, la ciencia es un medio para el desarrollo del aparato estatal.

Marx irrumpe aquí con la siguiente observación:

“El producto del trabajo intelectual - la ciencia - es siempre muy inferior a su valor, porque el tiempo de trabajo necesario para reproducirlo no guarda relación alguna con el que se ha necesitado para su creación originaria. Por ejemplo, cualquier muchacho de la escuela puede aprender en una hora la teoría del binomio.” (p. 327).

Es claro que Marx concibe a la ciencia como mercancía, subsumida ya a las necesidades del capital. Pero lo más significativo es que su afirmación sirve para comprender la cuantía del salario docente respecto a otras actividades. Enseñar lo descubierto por otros cuesta menos que el descubrimiento en sí.

A continuación, Marx copia dos pasajes de Hobbes referidos al valor del trabajo. En ellos (y dejando de lado la confusión entre valor y precio), el filósofo inglés se acerca a la noción de fuerza de trabajo. Así:

“El valor de un hombre es, como el de las demás cosas, su precio, lo que vale tanto como decir lo que se paga por el empleo de su fuerza.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (4)

Estamos en el terreno de la economía mercantil: todo tiene su precio, incluidos los seres humanos. El honor y demás zonceras también son mercancías. Pero Hobbes destaca que, al comprar a una persona, en realidad se está comprando el derecho a usar su fuerza. En términos marxistas, su habilidad y capacidad para trabajar. No se compra el trabajo, se compra la fuerza de trabajo.

El otro pasaje de Hobbes copiado por Marx dice:

El trabajo de un hombre (...) es, al igual que cualquier otra cosa, una mercancía que es posible cambiar con ganancia.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (5)

A los comentarios formulados al transcribir la cita inmediatamente anterior a la que estamos comentando, corresponde agregar lo siguiente: postular que el ser humano es mercancía implica un salto fenomenal respecto a la mentalidad feudal. Si en el terreno de la filosofía política, Hobbes es el anti-Aristóteles, en el plano del pensamiento económico se opone decididamente a la estructura mental feudal. Todo esto es comprensible en el marco del desarrollo de la economía mercantil en Gran Bretaña.

Por último, Marx copia este pasaje de Hobbes:

“No basta con que el hombre trabaje para sustentarse; tiene, además, que luchar cuando hace falta para proteger su trabajo. Una de dos: o hay que trabajar con una mano y con la otra empuñar la espada, como lo hicieron los judíos, o hay que alquilar a otros que luchen por uno.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (6)

Hobbes se refiere, ni más ni menos, a la división del trabajo, sólo que entendida en un sentido político antes que técnico. Esta protección del trabajo no es otra cosa que la protección de la sociedad. Hay que recordar que Hobbes considera que el Estado da origen a la propiedad privada. Dicho de otro modo, el terror (la espada) convierte a la posesión precaria en propiedad.

Ahora bien, ¿por qué está en peligro el producto del trabajo? Si se deja de lado la creencia hobbesiana en una naturaleza humana mala y egoísta, cabe pensar que la propiedad corre peligro porque hay otras personas desprovistas de ella. En otras palabras, surge la necesidad de una división del trabajo que es también política: para que los propietarios puedan apropiarse (y conservar) el producto del trabajo (ajeno), es preciso que un grupo de individuos sean separados de la producción, se los provea de armas y se dediquen a preservar la propiedad. Estos individuos armados no producen, pero sin ellos sería imposible la producción basada en la propiedad privada. Por lo tanto, la división del trabajo es tanto política como “técnica”. De este modo, Hobbes pone en el tapete la cuestión de la distinción entre trabajo productivo e improductivo.


Villa del Parque, miércoles 31 de enero de 2018




NOTAS:

(1) El Capital dista mucho de ser una obra cerrada por su autor, y esto en múltiples sentidos, que no podemos desarrollar aquí. Por el momento, basta con señalar un hecho bien conocido: Marx alcanzó a publicar en vida sólo el Libro I (1867), dedicado al proceso de producción del capital. Friedrich Engels (1820-1895) se encargó de la publicación del Libro II (1885), cuyo tema es el proceso de circulación del capital, y del Libro Tercero (1894), donde se examina el proceso global de la producción capitalista. Marx proyectó un Libro IV, dedicado a la historia de la teoría de la plusvalía y redactó un extenso manuscrito. Karl Kautsky (1854-1938) editó el Libro IV en 1905-1910, pero ordenó los materiales originales en un orden que difería del indicado por Marx en su manuscrito. El Instituto de Marxismo Leninismo de la Unión Soviética preparó una nueva edición, que reproduce el manuscrito en su orden original: el primer volumen apareció en 1956, el segundo en 1959 y el tercero y último en 1962. La edición estuvo a cargo de la editorial Dietz, de Berlín Oriental. Todas las citas del Libro IV de El Capital corresponden a la siguiente edición: Marx, Karl. (1987). Teorías sobre la plusvalía I: Tomo IV de El Capital. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.  La traducción estuvo a cargo de Wenceslao Roces.

(2) Marx cita a Hobbes a partir de la edición preparada por William Molesworth (1810-1855): Hobbes, Thomas. (1839-1844). English Works. Londres. El Leviatán se encuentra en el tomo 3 de dicha edición.

(3) Edición Molesworth, tomo 3, p. 75.

(4) Edición Molesworth, tomo 3, p. 76.

(5) Edición Molesworth, tomo 3, p. 233.

(6) Edición Molesworth, tomo 3, p. 333.

lunes, 29 de enero de 2018

LA CRÍTICA DE MARX AL MERCANTILISMO: LAS NOTAS SOBRE STEUART

Sir James Steuart



Karl Marx (1818-1883) dedicó el Libro IV de El Capital a estudiar el desarrollo histórico de la teoría de la plusvalía. Esta tarea implicó, entre otras cosas, establecer una distinción clara entre la plusvalía en general y sus formas particulares (por ejemplo, la ganancia del empresario). Marx abre su investigación con una indicación para comprender el contenido de la obra: “Todos los economistas incurren en la misma falta: en vez de considerar la plusvalía en cuanto tal, la consideran a través de las formas específicas de la ganancia y la renta de la tierra.” (p. 33). (1)

Marx comienza la obra con una exposición de la teoría de James Steuart (1712-1780), un destacada exponente de la escuela mercantilista en la economía política. (2)

Los mercantilistas constituyen la primera gran escuela económica moderna. Se ubicaban en el nivel de la circulación, y no en el de la producción (como sí ocurrió en el caso de los fisiócratas). Marx sintetiza así la concepción mercantilista: “Antes de los fisiócratas, la plusvalía - es decir, la ganancia, bajo la forma de tal ganancia - se explicaba pura y simplemente a base del cambio, por la venta de la mercancía en más de su valor.” (p. 34). La idea central del “sistema monetario y mercantil” [el mercantilismo], consistía en la afirmación de que la plusvalía [el incremento positivo de la riqueza] era producto de “la venta de mercancías en más de lo que valen.” (p. 36).

Steuart publicó su obra principal, Principles of Political Economy, en 1767, cuando la teoría mercantilista contaba con dos siglos de historia, y en el momento en que se desencadenaba la Revolución Industrial en Gran Bretaña. Además, la escuela fisiocrática se hallaba en plena vigencia (en 1766, Turgot había publicado su obra Réflexions sur la formation et la distribution des richesses). La mirada de Steuart está alejada de las versiones más primitivas del mercantilismo, por lo menos en lo que hace al problema de la ganancia. En las notas que le dedica Marx, el énfasis está puesto en la teoría económica antes que en la política económica (cabe recordar que los mercantilistas de las distintas escuelas se concentraron en esta última, antes que en la teoría).

Steuart es caracterizado como “el exponente científico de esta estrecha concepción [el mercantilismo]” (p. 34).  O, dicho de otro modo, “la expresión racional del sistema monetario y mercantil” (p. 36).

¿Cuáles son las razones que Marx expone para avalar tal caracterización?

En primer lugar, como exponente “científico” del mercantilismo, “no comparte (...) la ilusión de que la plusvalía nacida por el capitalista individual por el hecho de vender la mercancía en más de lo que vale sea una creación de nueva riqueza”. (p. 34).
Steuart encara el problema de la plusvalía distinguiendo entre ganancia positiva y ganancia relativa. La primera es producto del “incremento del trabajo, la industria o la pericia” (Steuart citado por Marx, p. 34) (3). No aclara cómo surge este incremento, más allá de que Marx apunta que Steuart “se refiere solamente a la suma de valores de uso que se crean al desarrollarse la fuerza productiva del trabajo” (p. 34). En cambio, la ganancia relativa indica una alteración de la relación de la riqueza entre las partes interesadas: uno/s ganan, otro/s pierden. Pero la suma total de riqueza permanece inalterada; no hay creación de nueva riqueza.

Marx considera que la ganancia positiva se refiere únicamente al valor de uso, y que está completamente separada del valor de cambio. Es por esto que puede ubicarse cómodamente a nuestro autor entre los mercantilistas. La adhesión de Steuart al mercantilismo se ve claramente en su concepción del precio: distingue entre el valor real de la mercancía (lo que vale) (4) y la ganancia obtenida en su venta (el famoso profit upon alienation - ganancia en la venta -). Esta ganancia lo es para uno, en tanto constituye pérdida para otro. No aumenta de ninguna manera la riqueza general; en el caso de Steuart, en la medida en que ésta crece, estamos hablando de valor de uso, no de valor de cambio.

La ganancia del capitalista es, pues, ganancia relativa, profit upon alienation. Nada más. En consecuencia, “si todas las mercancías se vendieran por su valor [real], no existiría la ganancia.” (p. 35).

En definitiva, Steuart circunscribe el surgimiento de la plusvalía al nivel de la circulación. ¿Cómo se genera nuevo valor? Misterio.

Sin embargo y con ser errónea, no hay que subestimar la concepción de los mercantilistas acerca del origen de la plusvalía. Ésta tiene sentido si nos situamos en el punto de vista del capitalista individual - mejor sería decir, del comerciante -. Para el empresario (y el comerciante), su ganancia surge del recargo que agrega al precio de fábrica. Y no se pregunta mucho más. Pero la concepción mercantilista resulta inadecuada cuando se asume el punto de vista de la sociedad (la reproducción social en su conjunto), pues allí lo que ganan unos empresarios es la pérdida de sus colegas (y de otros grupos de la sociedad). Los mercantilistas no pueden demostrar (explicar) la creación de nuevo valor y, por ello, se ven obligados a recurrir a factores exógenos (por ejemplo, el comercio internacional).

Sin embargo, el argumento clásico de los mercantilistas es más complejo que el planteado aquí. Para ellos, la ganancia no se da dentro de un país, “sino solamente en el cambio con otros países [de este modo] este valor se expresaba en dinero (oro y plata) y, por lo tanto, [...] la plusvalía se manifestaba en la balanza comercial, saldada en dinero.” (p. 36).

Dicho argumento clásico resulta importante para la comprensión de los problemas de la acumulación capitalista. La refutación de la idea de que la ganancia de los empresarios resulta de la explotación de otros países, permite una mejor comprensión (y refutación) de la teoría de la crisis por subconsumo.

En segundo lugar, Steuart es la “expresión racional”, “científica”, del mercantilismo, porque “pone de manifiesto cómo procede el proceso de disociación entre las condiciones de producción, consideradas como propiedad de [una] determinada clase, y la fuerza de trabajo.” (p. 36). Steuart analizó dicha disociación en la agricultura, y consideró que era condición para la gran industria.

Para cerrar estas notas, conviene recordar que Marx se preocupa por poner a las distintas corrientes económicas en su contexto histórico. Su tratamiento del mercantilismo no es la excepción a esta regla. Así, al estudiar las contradicciones de los fisiócratas, se preocupa por señalar el marco histórico-social en que se daban dichas contradicciones: Francia, país predominantemente agrario, sede de la escuela fisiocrática; Gran Bretaña, país donde predominaban la industria, el comercio y la navegación. En el caso inglés, “como es natural, aquí se mira, sobre todo, a la circulación, en que el producto sólo adquiere valor, sólo se convierte en mercancía en cuanto expresión del trabajo general de la sociedad, [en cuanto] dinero. Por eso, cuando no se trata de la forma del valor, sino de su magnitud y de la valorización, lo que aquí salta a la vista es el profit upon expropiation - ganancias sobre la venta -, es decir, la ganancia relativa que Steuart describe.” (p. 42).

Villa del Parque, domingo 28 de enero de 2018

NOTAS:
(1) El Capital dista mucho de ser una obra cerrada por su autor, y esto en múltiples sentidos, que no podemos desarrollar aquí. Por el momento, basta con señalar un hecho bien conocido: Marx alcanzó a publicar en vida sólo el Libro I (1867), dedicado al proceso de producción del capital. Friedrich Engels (1820-1895) se encargó de la publicación del Libro II (1885), cuyo tema es el proceso de circulación del capital, y del Libro Tercero (1894), donde se examina el proceso global de la producción capitalista. Marx proyectó un Libro IV, dedicado a la historia de la teoría de la plusvalía y redactó un extenso manuscrito. Karl Kautsky (1854-1938) editó el Libro IV en 1905-1910, pero ordenó los materiales originales en un orden que difería del indicado por Marx en su manuscrito. El Instituto de Marxismo Leninismo de la Unión Soviética preparó una nueva edición, que reproduce el manuscrito en su orden original: el primer volumen apareció en 1956, el segundo en 1959 y el tercero y último en 1962. La edición estuvo a cargo de la editorial Dietz, de Berlín Oriental. Todas las citas del Libro IV de El Capital corresponden a la siguiente edición: Marx, Karl. (1987). Teorías sobre la plusvalía I: Tomo IV de El Capital. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.  La traducción estuvo a cargo de Wenceslao Roces.  
(2) Para un panorama somero del mercantilismo, consultar Fernández López, Manuel. (1998). Historia del pensamiento económico. Buenos Aires: A-Z editora. (pp. 75-82).
(3) Marx cita a Steuart a partir de la edición preparada por el general James Steuart, su hijo: The Works of Sir James Steuart, Londres, 1805. Los Principles se encuentran en el primero de los seis volúmenes de esa edición.
(4) El valor real de una mercancía se compone de tres partes: 1) la cantidad de trabajo que por término medio puede ejecutar el obrero de un país, en un día, una semana o un mes; 2) el valor de los medios de sustento y los demás medios para satisfacer las otras necesidades del obrero, así como las requeridas para procurarse las herramientas que su oficio requiere; 3) el valor de los materiales. Lo que excede de estos tres ítems, es la ganancia del manufacturero. (p. 35).