Karl Marx (1818-1883) dedicó el Libro IV de El Capital a estudiar
el desarrollo histórico de la teoría de la plusvalía. Esta tarea implicó, entre
otras cosas, establecer una distinción clara entre la plusvalía en general y
sus formas particulares (por ejemplo, la ganancia del empresario). Marx abre su
investigación con una indicación para comprender el contenido de la obra:
“Todos los economistas incurren en la misma falta: en vez de considerar la
plusvalía en cuanto tal, la consideran a través de las formas específicas de la
ganancia y la renta de la tierra.” (p. 33). (1)
Marx dedicó poco espacio a Thomas Hobbes (1588-1679) en los manuscritos
que dieron origen al Libro IV; apenas el comentario a algunos extractos del Leviatán
(p. 327). (2)
Marx comienza analizando el siguiente pasaje de Hobbes:
“Las artes de
utilidad social como la construcción de fortificaciones, la fabricación de
máquinas de guerra y de otros artilugios bélicos representan un poder, puesto
que contribuyen a la defensa y a la victoria; pero, aunque su verdadera madre
sea la ciencia, es decir, las matemáticas, como han sido alumbradas por la mano del
artífice, se considera a éste como su autor, lo mismo que el vulgo ve en la
partera a la madre.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (3)
Hobbes, teórico del Estado “moderno”, única barrera capaz de evitar el regreso
de la “guerra de todos contra todos”, propia del “estado de naturaleza”, pone
como ejemplos de las “artes de utilidad social” a la construcción de
fortalezas, de máquinas de guerra y de otros artilugios bélicos. Estos ejemplos
son característicos de su reconocimiento de que el monopolio de la violencia es
el rasgo central del Estado, quien mediante el “terror” impone la “paz” (un
determinado orden social, es decir, una forma determinada de propiedad). Es una
tautología afirmar que el desarrollo del aparato represivo es inseparable del
desarrollo del Estado en general.
Hobbes señala que se suele considerar que las “artes de utilidad social”
son creaciones del trabajo del artífice (el trabajador), pero en verdad su
“madre” es la ciencia. Aquí pueden hacerse dos observaciones: 1) el filósofo
inglés escribe en 1650, en pleno auge de la Revolución Científica, lo que lo
lleva a poner a la ciencia en el centro, cosa impensable en la época feudal; 2)
el desarrollo de la economía mercantil tiende a subsumir a la ciencia en el
capital. Ésta adquiere carácter instrumental, no un fin en sí mismo, sino un
medio para. En el pasaje citado, la ciencia es un medio para el desarrollo del
aparato estatal.
Marx irrumpe aquí con la siguiente observación:
“El producto del
trabajo intelectual - la ciencia - es siempre muy inferior a su valor, porque
el tiempo de trabajo necesario para reproducirlo no guarda relación alguna con
el que se ha necesitado para su creación originaria. Por ejemplo, cualquier
muchacho de la escuela puede aprender en una hora la teoría del binomio.” (p.
327).
Es claro que Marx concibe a la ciencia como mercancía, subsumida ya a
las necesidades del capital. Pero lo más significativo es que su afirmación
sirve para comprender la cuantía del salario docente respecto a otras
actividades. Enseñar lo descubierto por otros cuesta menos que el
descubrimiento en sí.
A continuación, Marx copia dos pasajes de Hobbes referidos al valor del
trabajo. En ellos (y dejando de lado la confusión entre valor y precio), el
filósofo inglés se acerca a la noción de fuerza de trabajo. Así:
“El valor de
un hombre es, como el de las demás cosas, su precio, lo que vale tanto como
decir lo que se paga por el empleo de su fuerza.” (Hobbes citado por
Marx, p. 327). (4)
Estamos en el terreno de la economía mercantil: todo tiene su precio,
incluidos los seres humanos. El honor y demás zonceras también son mercancías.
Pero Hobbes destaca que, al comprar a una persona, en realidad se está
comprando el derecho a usar su fuerza. En términos marxistas, su habilidad y
capacidad para trabajar. No se compra el trabajo, se compra la fuerza de
trabajo.
El otro pasaje de Hobbes copiado por Marx dice:
“El trabajo de un hombre (...) es, al igual que cualquier otra cosa,
una mercancía que es posible cambiar con ganancia.” (Hobbes citado por Marx, p.
327). (5)
A los comentarios formulados al transcribir la cita inmediatamente
anterior a la que estamos comentando, corresponde agregar lo siguiente:
postular que el ser humano es mercancía implica un salto fenomenal respecto a
la mentalidad feudal. Si en el terreno de la filosofía política, Hobbes es el
anti-Aristóteles, en el plano del pensamiento económico se opone decididamente
a la estructura mental feudal. Todo esto es comprensible en el marco del
desarrollo de la economía mercantil en Gran Bretaña.
Por último, Marx copia este pasaje de Hobbes:
“No basta con que el
hombre trabaje para sustentarse; tiene, además, que luchar cuando hace
falta para proteger su trabajo. Una de dos: o hay que trabajar con una
mano y con la otra empuñar la espada, como lo hicieron los judíos, o hay que
alquilar a otros que luchen por uno.” (Hobbes citado por Marx, p. 327). (6)
Hobbes se refiere, ni más ni menos, a la división del trabajo, sólo que
entendida en un sentido político antes que técnico. Esta protección del trabajo
no es otra cosa que la protección de la sociedad. Hay que recordar que Hobbes
considera que el Estado da origen a la propiedad privada. Dicho de otro modo,
el terror (la espada) convierte a la posesión precaria en propiedad.
Ahora bien, ¿por qué está en peligro el producto del trabajo? Si se deja
de lado la creencia hobbesiana en una naturaleza humana mala y egoísta, cabe
pensar que la propiedad corre peligro porque hay otras personas desprovistas de
ella. En otras palabras, surge la necesidad de una división del trabajo que es
también política: para que los propietarios puedan apropiarse (y conservar) el
producto del trabajo (ajeno), es preciso que un grupo de individuos sean
separados de la producción, se los provea de armas y se dediquen a preservar la
propiedad. Estos individuos armados no producen, pero sin ellos sería imposible
la producción basada en la propiedad privada. Por lo tanto, la división del
trabajo es tanto política como “técnica”. De este modo, Hobbes pone en el
tapete la cuestión de la distinción entre trabajo productivo e improductivo.
Villa del Parque, miércoles 31 de enero de 2018
NOTAS:
(1) El Capital dista mucho de ser una obra cerrada por su autor,
y esto en múltiples sentidos, que no podemos desarrollar aquí. Por el momento,
basta con señalar un hecho bien conocido: Marx alcanzó a publicar en vida sólo
el Libro I (1867), dedicado al proceso de producción del capital. Friedrich
Engels (1820-1895) se encargó de la publicación del Libro II (1885), cuyo tema
es el proceso de circulación del capital, y del Libro Tercero (1894), donde se
examina el proceso global de la producción capitalista. Marx proyectó un Libro
IV, dedicado a la historia de la teoría de la plusvalía y redactó un extenso
manuscrito. Karl Kautsky (1854-1938) editó el Libro IV en 1905-1910, pero
ordenó los materiales originales en un orden que difería del indicado por Marx
en su manuscrito. El Instituto de Marxismo Leninismo de la Unión Soviética
preparó una nueva edición, que reproduce el manuscrito en su orden original: el
primer volumen apareció en 1956, el segundo en 1959 y el tercero y último en
1962. La edición estuvo a cargo de la editorial Dietz, de Berlín Oriental.
Todas las citas del Libro IV de El Capital corresponden a la siguiente
edición: Marx, Karl. (1987). Teorías sobre la plusvalía I: Tomo IV de El
Capital. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. La traducción
estuvo a cargo de Wenceslao Roces.
(2) Marx cita a
Hobbes a partir de la edición preparada por William Molesworth (1810-1855):
Hobbes, Thomas. (1839-1844). English
Works. Londres. El Leviatán se
encuentra en el tomo 3 de dicha edición.
(3) Edición Molesworth,
tomo 3, p. 75.
(4) Edición
Molesworth, tomo 3, p. 76.
(5) Edición
Molesworth, tomo 3, p. 233.
(6) Edición
Molesworth, tomo 3, p. 333.