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viernes, 23 de octubre de 2020

EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES CURSO 2020 – CLASE N° 11: TEORÍA DE LA IDEOLOGÍA

 


“Es verdad que, mientras no hacía otra cosa que considerar

las costumbres de las demás personas, no encontraba en ellas

casi nada seguro, y hallaba en ellas casi tanta diversidad como

había encontrado antes entre las opiniones de los filósofos. “

René Descartes (1596-1650), filósofo francés.

 

Bienvenidas y bienvenidos a la undécima clase del curso.

El encuentro de hoy es una continuación del anterior, pues desarrollaremos mi artículo sobre la ideología [1], del que ya presentamos su objetivo y estructura. El tema de hoy es la objetividad. Para ello examinaremos algunas de las teorías de la ideología.

Vayamos a la clase propiamente dicha.


El supuesto fundamental del empirismo consiste en la afirmación de que el conocimiento surge de la información proporcionada por los sentidos. Los datos brindados por nuestros sentidos provienen directamente de las cosas, sin la mediación de teorías o conceptos previos. Los conceptos, las definiciones, las teorías nacen a partir de los datos de los sentidos, no son previos a la percepción.

Los empiristas sostienen que en el proceso de conocimiento existe una etapa de recolección de información, donde la mente humana actúa como una hoja en blanco en la que se inscriben los datos. La existencia de esa etapa es la base en que se apoya la noción de objetividad defendida por la CNE de las CS. Más todavía, esa base es la justificación última de todas las teorías tecnocráticas, que sostienen que los problemas sociales pueden ser resueltos por la ciencia y la tecnología, puesto que ambas tienen un punto de partida neutral, objetivo.

Por ejemplo, cuando un economista quiere justificar un plan de ajuste que reducirá los ingresos de los asalariados, se escuda en que ese plan expresa los postulados de la ciencia económica, y esos postulados son objetivos pues se apoyan en datos que son imparciales. En las CS la afirmación de la neutralidad de la ciencia permite justificar la intervención de los científicos en defensa de determinados intereses de clase. Esa intervención se presenta como indiscutible, pues está “blindada” bajo el paraguas de la ciencia “neutral”. [2]

Para la CNE, la ciencia se define a sí misma como incondicionada, en el sentido de que sus datos y sus teorías no se hallan condicionados por el contexto histórico y social en que son producidos. Según esta perspectiva, el científico social se halla por encima de los intereses de los grupos sociales enfrentados. El conocimiento que produce es superior al producido por esos grupos sociales porque tiene carácter “neutral”.

Ahora bien, las cosas son bien diferentes en el mundo de la ciencia real. Como hemos visto en clases anteriores, la filosofía política utilizó la noción de NH para justificar determinadas relaciones de poder en la sociedad (por ejemplo, el esclavismo). También analizamos cómo la CNE de las CS se dio en el marco del desarrollo de las RS capitalistas y cómo esas CS contribuyeron al desarrollo y estabilización de la sociedad capitalista. Si bien se trata de ejemplos muy esquemáticos, sirven a los fines de mostrar que las CS se hallan condicionadas por el ambiente histórico y social en que son producidas.

La teoría de la ideología proporciona nuevos elementos para la comprensión del carácter condicionado de las CS. En este punto es necesario aclarar que bajo la denominación “teoría de la ideología” agrupo un conjunto de teorías (muchas de ellas enfrentadas entre sí) que intentan explicar la ideología. Como habrán observado, en el artículo que estamos analizando no se formula ninguna definición definitiva del concepto de ideología, sino que se hace referencia a las definiciones elaboradas por varios autores. Para facilitar la lectura, voy a proporcionar aquí una definición provisional.

La noción de ideología designa al conjunto de ideas y representaciones acerca del mundo y de la sociedad, desarrolladas por un grupo de personas que comparten entre sí condiciones similares de vida.

Así, por ejemplo, cabe hablar de una ideología de los empresarios, de los trabajadores, de los campesinos, etc.

Lo fundamental en esta manera de definir la ideología consiste en comprender que las ideas y representaciones son el resultado de la vida social y no a la inversa. Parafraseando a Karl Marx (1818-1883), el ser social determina la conciencia.

A poco que reflexionemos sobre lo dicho hasta aquí, se comprende que la teoría de la ideología asesta un golpe decisivo a la concepción de una ciencia incondicionada, neutral y objetiva. De ahí se deriva la importancia del conocimiento de esa teoría para encarar el problema de la objetividad de las CS.

No vamos a repetir aquí lo dicho en el artículo, pues ello sería redundante. Pero sí es conveniente comentar los puntos fundamentales del texto, pues eso reforzará la crítica del carácter incondicionado de las CS y, por ende, de la concepción de objetividad propuesta por la CNE.

Los primeros en abordar científicamente el estudio de la ideología fueron los “ideólogos”. Este término es utilizado por los historiadores para denominar a un grupo de filósofos franceses que participaron en la Revolución de 1789. Ellos adherían al pensamiento de la Ilustración, que defendía la igualdad de los SH y consideraba que el feudalismo y la monarquía absoluta eran instituciones que iban en contra de la NH. Los “ideólogos” ocuparon cargos en el sistema educativo construido por la Revolución. Se concentraron en la tarea de eliminar los residuos del pensamiento aristocrático y feudal mediante el desarrollo de un programa educativo centrado en las ideas de igualdad y libertad. Pero pronto tropezaron con la gran resistencia opuesta por el pensamiento antiguo a las ideas revolucionarias. Eso los llevó a preocuparse por el estudio de las ideas, concibiendo el proyecto de una nueva ciencia, la “ideología”. Su razonamiento era sencillo: si podíamos conocer el origen de las ideas, sería posible crear nuevas formas de pensar y nuevos conceptos, adecuados a las condiciones sociales del período posrevolucionario.

Napoleón Bonaparte (1769-1821), quien asumió el título de emperador en 1804, despojó de sus cargos a los “ideólogos” y persiguió sus ideas. El nuevo gobernante afirmó que la ciencia de la ideología ponía en riesgo la creencia en el carácter sagrado de las instituciones, pues mostraba el origen de esas instituciones. Un dios que tiene fecha de nacimiento deja de ser dios, por la sencilla razón de que hubo un período de tiempo en que no existió.

La primera de las teorías de la ideología surgió, pues, en el contexto de la Revolución Francesa, cuando la burguesía arrebató el poder político a la nobleza. Algo semejante ocurrió con el marxismo, que retomó y desarrolló una nueva teoría de la ideología en el marco del surgimiento del movimiento obrero moderno.

Karl Marx y Friedrich Engels (1820-1895) contribuyeron de modo decisivo al desarrollo de la teoría socialista. [3] Ambos retomaron la noción de ideología, caída en el olvido luego de la derrota de los “ideólogos”, en un extenso manuscrito titulado precisamente La ideología alemana, redactado entre 1845 y 1846. [4] Ese texto ocupa un lugar importante en el desarrollo de la teoría marxista, dado que representó los resultados de una larga evolución intelectual.

Marx y Engels militaron inicialmente en las filas del liberalismo (tal como era entendido en Alemania en la década de 1840). En esa época un grupo de seguidores de la filosofía de Georg Hegel (1770-1831), los Jóvenes hegelianos, utilizaban las ideas de dicho filósofo para el combate contra el absolutismo reinante en Prusia, el más importante de los numerosos Estados en que se dividía el territorio alemán.

Marx y Engels integraron durante un tiempo el grupo de los Jóvenes hegelianos. Sin embargo, terminaron por convencerse de la impotencia del liberalismo alemán y fueron acercándose al movimiento obrero, que estaba dando los primeros pasos en Alemania, pero que ya tenía un desarrollo importante en Gran Bretaña y Francia. En este sentido, La ideología alemana expresa el ajuste de cuentas con el idealismo dominante en la filosofía alemana de la época. A su vez, la obra constituye la primera presentación de los fundamentos de la teoría marxista de la sociedad.

Los filósofos idealistas, entre los que se contaban los Jóvenes hegelianos, pensaban que las ideas creaban la sociedad. [5] Por lo tanto, si esas ideas se modificaban, la sociedad cambiaba. En el caso concreto del régimen absolutista imperante en Prusia, había que criticar la idea del absolutismo, demostrar que iban en contra del desarrollo pleno de la personalidad humana, para deshacerse de ese régimen político.

Marx y Engels adoptaron un punto de partida diferente. Para ellos, el ser social determina la conciencia. Esto significa que nuestro modo de vida condiciona las ideas con que pensamos ese modo de vida. [6]

La realidad material condiciona la realidad espiritual.

La afirmación anterior es la base de la crítica a las concepciones idealistas, pero también a las empiristas, de la ciencia. El científico social no se encuentra por encima de la realidad social de su tiempo. Todo lo contrario. Sus ideas y sus teorías se encuentran condicionadas por las relaciones sociales en que se hallan insertos los científicos. En este punto podemos relacionar el planteo de Marx y Engels con la teoría del epistemólogo estadounidense Thomas Kuhn (1922-1996), que acuñó la noción de paradigma.

Sin embargo, Marx y Engels no se limitan a señalar que las ideas se hallan condicionadas por el contexto histórico y social. Al examinar las características de las diversas formas de organización social que se dieron a lo largo de la historia, encontraron que en cada una de ellas existía una clase dominante y unas clases dominadas. [7] Como es lógico, la clase dominante buscaba perpetuar su dominación; para lograrlo, cada clase dominante procuró difundir su ideología al conjunto de la sociedad.

La tesis de la ideología dominante plantea que las ideas dominantes en cada sociedad son las ideas de la clase dominante.

Esto requiere de un trabajo específico: una parte de los integrantes de la clase que ejerce la dominación se dedican a desarrollar las ideas de su clase y a difundirlas a las otras clases de la sociedad. Son los intelectuales de la clase dominante.

La ideología dominante se difunde en el interior de las clases dominadas, adoptando la forma de falsa conciencia. Esto significa que la experiencia de vida de esas clases es deformada por la ideología. Repito un ejemplo: los empresarios aparecen como el “sector productivo” en la sociedad, en tanto que los trabajadores, quienes producen efectivamente, se ven a sí mismos como un sector subordinado. [8]

La “falsa conciencia” es presentada en La ideología alemana como un efecto de la tarea de los intelectuales. De ese modo, parece ser que basta con revelar la falsedad de la ideología, con mostrar cómo funciona efectivamente la realidad, para disipar los efectos de la “falsa conciencia”. El planteo de Marx y Engels se asemeja al de los filósofos de la Ilustración, quienes sostenían que el conocimiento liberaba a los SH. Este es el punto más débil de la teoría de la ideología esbozada en La ideología alemana. El problema con esa teoría es el siguiente: a) la ideología se deriva de las condiciones de vida de los SH, pero b) la ideología se erradica informando sobre cuáles son las condiciones reales de vida de esos SH. Entre a y b existe una contradicción, pues la información, el conocimiento, no erradican las condiciones materiales de vida que originan a la ideología. Es cierto que Marx y Engels proponen en La ideología alemana otra forma de terminar con la ideología de la burguesía: la revolución socialista, que elimina la propiedad privada de los medios de producción y, con ello, las condiciones que producen la ideología burguesa. Pero persiste la dificultad planteada por la concepción de la ideología como “falsa conciencia”.

A la dificultad mencionada hay que agregarle otra cuestión, estrechamente relacionada con aquella. Si bien Marx y Engels afirman que la ideología es producto del ser social, parece desprenderse del texto la afirmación de que los intelectuales de la clase dominante son los principales productores de la ideología dominante. En otras palabras, la ideología es una creación de los intelectuales. Pero si esto es así, la concepción materialista de la ideología, (el reconocimiento de que ésta se origina en las condiciones sociales) se ve debilitada.

Voy a concluir aquí la clase para no hacerla demasiado extensa. En nuestro próximo encuentro continuaremos revisando diferentes teorías de la ideología, comenzando por la teoría del fetichismo de la mercancía.

 

Les agradezco mucho su atención.

 

Villa del Parque, viernes 23 de octubre de 2020


ABREVIATURAS:

CNE = Concepción naturalista-empirista / CS = Ciencias sociales / NH = Naturaleza humana / RS = Relaciones sociales / SH = Seres humanos


NOTAS:

[1] Mayo, A. (2012), “La teoría de la ideología”, en Palma, H. y Pardo, R. (edit.) (2012), Epistemología de las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social, Buenos Aires, Biblos. (pp. 223-247).

[2] En esta clase utilizo los términos “objetividad” y “neutralidad” como sinónimos.

[3] Aquí sólo es posible hacer una presentación sumamente esquemática de la trayectoria intelectual y política de Marx y Engels. Los interesados en profundizar esta cuestión pueden consultar: Löwy, M. (2010). [1° edición: 1970]. La teoría de la revolución en el joven Marx. Buenos Aires: Herramienta y El Colectivo.

[4] La ideología alemana no se publicó en vida de Marx y Engels. La primera edición de la obra data de 1932.

[5] Todo lo dicho aquí implica una visión muy esquemática del idealismo alemán, con el objetivo de simplificar las cosas para su mejor comprensión en la clase. Los interesados en esta corriente filosófica, cuyo principal exponente es Hegel, pueden consultar: Marcuse, H. (1986). Razón y revolución: Hegel y el surgimiento de la teoría social. Madrid: Alianza.

[6] Marx y Engels sostienen que es el ser social (la forma en que obtenemos lo que necesitamos para vivir, la manera en que nos relacionamos con nuestros semejantes, etc.) quien determina la conciencia. En otras palabras, nuestras ideas sobre el mundo y la sociedad surgen a partir del modo concreto en que vivimos. Un empresario piensa a la sociedad de manera diferente a un trabajador, y esa diferencia surge de que tienen modos diferentes de vivir. Pero en la sociedad capitalista existe una clase dominante, la burguesía, cuya dominación se deriva de que es propietaria de los medios de producción. Con la tesis de la ideología dominante, Marx y Engels plantean que las ideas dominantes en la sociedad son las ideas de la clase dominante. La clase que tiene el poder económico ejerce también el poder ideológico en la sociedad; una de las fuentes de ese poder es la propiedad privada de los medios de comunicación, que son controlados por la burguesía. Mediante ese poder, la clase dominante inculca una "falsa conciencia" a las otras clases sociales. Es falsa en la medida en que distorsiona las condiciones reales de vida, haciendo que sean percibidas de un modo conveniente a la clase dominante. Por ejemplo: los trabajadores producen la riqueza de un país; sin embargo, es habitual escuchar decir a trabajadores que los empresarios les dan trabajo. De ese modo se ven a sí mismos como desempeñando un rol pasivo en el proceso productivo

[7] Excluyo de esta caracterización a las sociedades de cazadores y recolectores, en las que no existían clases sociales.

[8] La noción de "falsa conciencia", elaborada por Marx y Engels en su obra La ideología alemana. Ambos autores plantean que las ideas están condicionadas por la forma en que los individuos producen su existencia. De ese modo, las ideas no crean la realidad, sino que se hallan condicionadas por esa realidad. En toda sociedad dividida en clases sociales las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en la sociedad. Por eso Marx y Engels hablan de "ideología dominante" cuando se refieren a la ideología de la burguesía, que es la clase dominante en el capitalismo. La burguesía está interesada, para mantener su dominio sobre el resto de las clases de la sociedad, en presentar sus puntos de vista como naturales, como los únicos posibles, y de inculcarlos a las otras clases. De esta manera, las clases dominadas terminan adhiriendo a una ideología que presenta de manera falsa los motivos de su situación. A esto lo denominan "falsa conciencia". 

jueves, 26 de diciembre de 2019

NIETZSCHE Y SU CRÍTICA A LA OBJETIVIDAD DEL CONOCIMIENTO: APUNTES DE LECTURA




“El filósofo, que es el más engreído de los SH, está convencido de que el
universo tiene puesta telescópicamente su mirada en sus actos y pensamientos.”
Friedrich Nietzsche
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) discutió en su obra varios de los fundamentos de la filosofía de la Modernidad. Ésta se constituyó a la par del desarrollo del capitalismo y de la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII. Uno de sus ejes fue la teoría del conocimiento, campo en el que dicha filosofía elaboró especialmente la cuestión del método. Nietzsche critica esa teoría del conocimiento en su ensayo Verdad y mentira en sentido extramoral (Über Wahrheit und Lüge im aussermoralischen Sinne), redactado en 1873 y publicado por primera vez en 1896 por su hermana Elisabeth, cuando el filósofo ya se hallaba incapacitado por la enfermedad.
Nietzsche arremete contra la concepción que defiende la objetividad y la neutralidad de la ciencia en términos políticos. En este punto influyó sobre el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), quien comentó el ensayo que estamos examinando en su obra La verdad y las formas jurídicas.
El presente trabajo no pretende ser más que una ficha de lectura, cuyo objetivo es promover la discusión en torno al problema de la objetividad de las ciencias sociales. La supuesta neutralidad de la ciencia es un elemento importante en la ideología del capitalismo y debe ser discutida en profundidad si se pretende construir una perspectiva diferente del conocimiento científico.
Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha trabajé con la traducción española de Enrique López Castellón. El texto se encuentra disponible en:
Abreviaturas:
SH = Seres humanos.

Nietzsche arranca su ensayo con la famosa metáfora de los “animales inteligentes” que “descubrieron el conocimiento” (p. 227).
“Cuando desaparezca [el intelecto humano], no habrá ocurrido nada, puesto que ese intelecto no tiene ninguna misión que vaya más allá de la vida humana. Únicamente es humano, y sólo su creador y poseedor lo considera tan patéticamente como si fuera el eje del mundo.” (p. 227). [1]
El intelecto sirve a los seres humanos para sobrevivir, pues el animal humano carece de otros recursos, como ser dientes y garras afiladas. El intelecto “ejerce su fuerza principal en el acto de fingir”. Así, el SH disimula, adula, miente, comete fraude, calumnia, engaña y demases.
“Apenas hay nada más incomprensible como que el SH tienda sinceramente a la verdad pura. [Por el contrario], se halla profundamente inmerso en ilusiones y ensueños, su mirada resbala por la superficie de las cosas de las que sólo percibe «formas»; su sensibilidad no lo lleva en modo alguno a la verdad, sino que se limita a recibir estímulos como si jugara a palpar el dorso de las cosas. (…) El SH, en su ignorante indiferencia, duerme aferrado a sus sueños sobre el lomo de un tigre – valga la expresión -, es decir, sobre un fondo de crueldad, codicia e instintos insaciables y homicidas. ¿De dónde iba a surgir, en semejantes condiciones, el impulso hacia la verdad?” (p. 228).
Cometiendo un verdadero anacronismo, Nietzsche supone la existencia del “estado de naturaleza”. [2] Sostiene que por “necesidad” y “aburrimiento” los SH firman un “tratado de paz” y adoptan “una vida gregaria”. Lo verdadero surge a partir de ese tratado. El lenguaje, “se inventa una forma universalmente válida de designar las cosas, y el código lingüístico suministra asimismo las primeras leyes de la verdad, pues en este terreno aparece por primera vez la oposición entre verdad y mentira.” (p. 229).
Si el SH se contenta con tautologías [3], está obligado a tomar ilusiones por verdades.
“Cuando hablamos de árboles, colores, nieve o flores, creemos saber algo de las cosas mismas, pero sólo poseemos metáforas de las cosas que no corresponden en modo alguno a su ser natural.” (p. 230).
A partir de lo anterior, Nietzsche se refiere a la formación de conceptos:
Elaboramos el concepto prescindiendo de lo individual y real, y del mismo modo obtenemos la forma, pero la naturaleza no sabe de formas ni de conceptos, como tampoco de géneros; en ella sólo existe una x a la que no podemos acceder ni definir. Igualmente antropomórfica es nuestra oposición entre individuo y especie, que no procede del ser de las cosas, aunque no me atreva a decir que no se ajusta a ella pues estaría formulando una afirmación dogmática y, en cuanto tal, tan indemostrable como su contraria.” (p. 231; el resaltado es mío – AM-).
Entonces, ¿qué es la verdad para Nietzsche?
En su lenguaje, bello pero recargado y que se presta a la imprecisión, aporta estas características, que se conjugan para proporcionar una definición del concepto de verdad
·         “Dinámico tropel de metáforas, metonimias, antropomorfismos”;
·         “conjunto de relaciones humanas que, realzadas, plasmadas y adornadas por la poesía y la retórica, un pueblo considera sólidas, canónicas y obligatorias” (p. 231).
·         Metáforas cuya fuerza desapareció con el uso.
La sociedad establece la “obligación de ser veraz”, esto es, de utilizar las metáforas en uso (p. 231).
En otras palabras,
“Hablando en términos morales, sólo hemos prestado atención a la obligación de mentir, en virtud de un pacto, de mentir de una forma gregaria, de acuerdo con un estilo universalmente válido.” (p. 231).
Lejos de referirse a algo objetivo – por ejemplo, la teoría de la verdad como correspondencia -, Nietzsche sostiene que la verdad es un producto social.
“…el SH comprueba lo honorable, seguro y beneficioso que es decir la verdad. Desde ese momento, el SH, como ser racional, somete sus actos al imperio de la abstracción; ya no se deja llevar por impresiones rápidas ni intuiciones pasajeras, sino que generaliza éstas convirtiéndolas en conceptos más sólidos y más fríos para uncirlos al curso de su vida y de su comportamiento. Todo lo que sitúa al SH por encima del animal se debe a esta capacidad suya de volatilizar en esquemas las metáforas intuitivas, de disolver, en suma, las imágenes en conceptos.” (p. 231).
En síntesis, en el acto de conocer las impresiones e intuiciones [4] se convierten en conceptos. Ahora bien, Nietzsche no dice nada acerca de la relación entre las cosas y las impresiones; está más interesado en mostrar el carácter social de los conceptos. [5]
Los conceptos desarman, por decirlo así, el material de las impresiones. Ellos construyen: a) un orden piramidal con divisiones – niveles; b) leyes, precedencias, subordinaciones, delimitaciones. El orden de los conceptos aparece como “instancia reguladora imperativa” (p. 232).
A partir de lo establecido en el párrafo anterior, queda claro que la verdad consiste en respetar el orden y la jerarquía de esos conceptos. El SH “considera que amar a la verdad es tender a buscar a cada dios (es decir, a cada concepto) sólo en la casilla que le corresponde.” (p. 232).
El SH construye con conceptos: “cabe admirar al poderoso genio constructor del SH, que es capaz de levantar sobre cimientos tan inestables.” (p. 232). Sin embargo, afirmar que los conceptos se construyen sobre impresiones no significa necesariamente que aquéllos sean “inestables”. Subyace al argumento nietzscheano la vieja idea kantiana de “la cosa en sí”. [6]
“Si alguien esconde una cosa detrás de un matorral y luego lo busca en ese sitio y lo encuentra, su descubrimiento no le da motivo para vanagloriarse demasiado; sin embargo, esto es lo que supone precisamente buscar y descubrir la «verdad» dentro del ámbito de la razón.” (p. 232).
Pero, los conceptos se originan en las impresiones. En este sentido, la construcción de los conceptos no puede ser completamente aleatoria. La argumentación aparece aquí floja de papeles, pues la construcción de conceptos está relacionada con ciertos patrones sociales. Más claro, los conceptos y la clasificación de la realidad consiguiente tienden a reforzar cierta distribución del poder social. Así, la idea misma de neutralidad del conocimiento beneficia a quienes detentan el poder en la sociedad. En la Modernidad capitalista, es la burguesía quien tiene el poder en la sociedad. Nietzsche, manejándose en un alto nivel de abstracción, nada dice de esto.
¿Qué sería entonces la verdad, con independencia de los conceptos?
“«Verdadera en sí», esto es, real y universal independiente del ser humano. En última instancia, quien busca tales verdades sólo trata de humanizar el mundo, de comprenderlo en términos humanos y, en el mejor de los casos, consigue el sentimiento de una asimilación. (…) Su procedimiento consiste en considerar que el ser humano es la medida de todas las cosas [7], con lo que parte del error de pensar que tiene ante sí tales cosas de una forma inmediata, como objetos puros. Es decir: olvida el carácter metafórico de las intuiciones originarias, y las toma por las cosas mismas.” (p. 232-233).
Todo el pasaje está lleno de valoraciones que operan como otras tantas peticiones de principio. [8] Por ejemplo, ¿por qué es negativo que el SH aparezca como “medida de todas las cosas”? Bien mirada la cuestión, éste es el único punto de partida posible. No tenemos la sensibilidad específica del perro, por ejemplo. El logro humano consiste en haber descubierto regularidades del cosmos y de la sociedad que funcionan con independencia de nuestra experiencia, por ejemplo: la gravitación universal.
El SH “se olvida que es un sujeto, y un sujeto que actúa como creador y como artista.” (p. 233). Sin embargo, y tal como se indicó en el párrafo anterior, las posibilidades de creación se encuentran limitadas por la experiencia de las personas, que nunca es ilimitada. Nietzsche sostiene que los conceptos son productos humanos (vuelvo a repetir que los sociólogos escribiríamos “sociales), no fórmulas objetivas; no obstante, no desarrolla las consecuencias de esta afirmación, pues no hace referencia a las condiciones sociales de construcción de esos conceptos.
No existe la “percepción correcta”. No disponemos de esta medida. Por otra parte, objeto y sujeto son “dos esferas completamente distintas”. Entre objeto y sujeto puede haber, a lo sumo, una “conducta estética”. (p. 233).
Prefiere evitar usar la palabra “fenómeno” porque “no es cierto que el ser de las cosas «se manifieste» en el mundo empírico.” (p. 233). Entre la “excitación nerviosa” y la “imagen producida” no hay relación de causalidad. [9]
¿Qué son las leyes de la naturaleza, estudiadas por los físicos, los químicos, etc.?
“Algo que no conocemos en sí mismo, sino sólo por sus efectos; es decir, por sus relaciones con otras leyes de la naturaleza que, a su vez, no conocemos sino como relaciones añadidas a otras, mientras que su esencia nos resulta totalmente incomprensible. En realidad, simplemente conocemos lo que aportamos a ellas el tiempo y el espacio, es decir, las relaciones de sucesión y los números.” (p. 234).
Las representaciones de tiempo y espacio las producimos nosotros. Son propiedades creadas por los SH y que “añadimos a las cosas”. (p. 234).
En resumen, Nietzsche pone en cuestión la noción de objetividad del conocimiento y, en especial, la idea misma de verdad como algo neutral respecto al poder. Al hacerlo, critica la concepción positivista del desarrollo lineal del saber y, por ende, del progreso humano.

Parque Avellaneda, jueves 26 de diciembre de 2019

NOTAS:
[1] Nietzsche dedica un párrafo significativo a los filósofos: “El filósofo, que es el más engreído de los SH, está convencido de que el universo tiene puesta telescópicamente su mirada en sus actos y pensamientos.” (p. 227).
[2] El estado de naturaleza es un supuesto utilizado por los filósofos contractualistas entre los siglos XVII y XVIII y consiste en afirmar que los seres humanos viven naturalmente fuera de la sociedad, y que ésta es artificial, producto de la decisión de los SH, la cual se expresa en un pacto o contrato. De este modo, estos filósofos negaron la validez de la proposición aristotélica, que sostenía el carácter esencialmente social del SH.
[3] Nietzsche se refiere a ellas con la expresión “cáscaras vacías de contenido” (p. 229).
[4] Asemejándose al filósofo inglés David Hume (1711-1776), escribe: “la ilusión de la plasmación artística de una excitación nerviosa es, si no la madre, la abuela de todo concepto.” (p. 232).
[5] Los sociólogos escribiríamos: “la construcción social de los conceptos”.
[6] El filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) sostenía “que no es posible ningún conocimiento si no es dentro de las fronteras de la experiencia. En este sentido se aproxima al empirismo [Corriente filosófica que afirma que los sentidos son la única fuente de conocimiento válido.], y declarará la imposibilidad del conocimiento metafísico, entendido como conocimiento de las cosas en sí, porque para que éste fuese posible tendrían que sernos dados los objetos metafísicos (Dios, el alma, etc.), cosa que evidentemente no ocurre. Lo único que nos es dado son las impresiones, y solamente sobre base de éstas podrá elaborarse el conocimiento.” (Adolfo Carpio, Principios de filosofía, Buenos Aires, Glauco, 2003, p. 233).
[7] Referencia al filósofo griego Protágoras (480-410 a. c.), quien afirmaba el principio de homo mensura (“el hombre es la medida de todas las cosas”). Carpio hace la siguiente interpretación: “quedaba eliminada toda validez objetiva, sea en la esfera del conocimiento, sea en la de la conducta; todo es relativo al sujeto; una cosa será verdadera, justa, buena o bella para quien le parezca serlo, y será falsa, injusta, mala o fea para quien no le parezca.” (Carpio, op. cit., p. 59).
[8] Es una falacia, es decir, un tipo de razonamiento que, aunque incorrecto en su forma, es psicológicamente persuasivo. La petición de principio (petitio principii) se produce “si alguien toma como premisa de su razonamiento la misma conclusión que pretende probar.” (Irving Copi, Introducción a la lógica, Buenos Aires, Eudeba, 2010, p. 81 y 94).
[9] Coincide en este punto con la crítica de Hume a la noción de causalidad. Según este filósofo, es imposible fundamentar la conexión causal entre dos hechos, pues ésta implica “además de la sucesión [temporal], que el segundo hecho sea necesariamente producido por el primero. (…). La experiencia nos muestra sólo sucesiones (…); pero no nos enseña absolutamente nada más. No nos dice, en modo alguno, que entre los hechos haya una relación necesaria tal que, dado el primer hecho, forzosamente tenga que ocurrir el segundo.” (Carpio, op. cit., p. 189). Según Hume, la causalidad que manejamos se basa en el hábito o costumbre: “Porque esa especie de mecanismo mental que es el hábito, y que se forma mediante un proceso de repetición – piénsese en la memorización de una poesía, v. gr. -, consiste en la tendencia a reproducir un plexo o conjunto de hechos psíquicos aprendidos cuando se revive una parte de dicho conjunto.” (Carpio, op. cit., p. 191).