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miércoles, 2 de diciembre de 2020

¿LEER EL CAPITAL EN EL SIGLO XXI?




“Mi patria es ahora la Internacional, de la que eres uno de los principales

fundadores. Así pues, querido amigo, ves que soy tu discípulo,

y estoy orgulloso de serlo.”

Mijail Bakunin (1814-1876), anarquista ruso. [1]


El paleontólogo Stephen Jay Gould (1941-2002) afirmaba que la mejor prueba de la evolución eran las imperfecciones de los seres vivos, pues la perfección carece de historia. ¿Cómo puede tenerla, si lo perfecto no necesita cambiar? Por eso Charles Darwin (1809-1882), el autor de la teoría de la evolución, buscaba los rasgos imperfectos y no “las soluciones óptimas del ingeniero”. 

Gould, un científico natural, nos cuenta una historia que sirve perfectamente para quienes pretendemos comprender el funcionamiento de la sociedad capitalista. La fortaleza del capitalismo radica en su imperfección; las crisis, episodios devastadores en términos de riqueza destruida y vidas humanas arruinadas y/o cegadas, son, sin embargo, la vía regia para el desarrollo del capital. El capitalismo es el reino de las contradicciones, de las ambigüedades; por eso ha mostrado tal capacidad de sobrevivencia. 

El estudio del capitalismo requiere, pues, de una mentalidad capaz de concentrarse en las contradicciones, de buscar regularidades en los lugares más insensatos, de hacer de lo cotidiano y gris (eso que parece tan falto de perfección) el centro del análisis. La verdad del capitalismo se encuentra en los lugares donde no posamos la mirada, por considerarlos poco interesantes o banales. El autor que llevó adelante por primera vez y de manera más cabal esta indagación fue Karl Marx (1818-1883); la obra en la que mejor se plasmó esa manera de abordar el estudio del capitalismo es El capital.

Con este artículo damos comienzo a la publicación de una serie de textos cortos cuyo eje es el Libro Primero de EC (1867). EC es la obra más importante de la teoría social del siglo XIX y, a la vez, el producto cumbre de los socialismos de ese siglo; de este modo, EC encarna la dualidad entre hacer teoría de la sociedad y hacer política para transformar esa sociedad. En este sentido constituye la continuación del Manifiesto Comunista (1848), sólo que en EC la balanza de la exposición se inclina más hacia la teoría social. Pero ambas obras son inseparables de las luchas del MO. Basta con indicar que MC se publicó en la víspera misma de las revoluciones de 1848; EC, por su parte, salió a la luz en la etapa signada por la existencia de la Primera Internacional (1864-1876) y la Comuna de París (1871).

Las afirmaciones del párrafo anterior tienen consecuencias para el abordaje de EC. Es cierto que Marx se propuso llevar a cabo la crítica de la EP; en este nivel, la lectura de EC debe ir acompañada de la lectura crítica de las obras fundamentales de la teoría social. [2] Pero permanecer en este lugar implica confinar EC dentro de los límites de la Academia, de lo universitario. Es un camino posible y ha sido recorrido por multitud de estudiosos. Sin embargo, presenta el inconveniente fundamental de que no es el camino elegido por Marx. 

EC fue escrito pensando en la clase trabajadora. Ella era, según lo creía Marx, el destinatario natural de la obra. En 1847 Marx dio unas conferencias en Bruselas, publicadas en 1849 bajo el título Trabajo asalariado y capital. Allí se encuentra el siguiente pasaje: 

“Nos esforzaremos por conseguir que nuestra exposición sea lo más sencilla y popular posible, sin dar por supuestas ni las nociones más elementales de la Economía Política. Queremos que los obreros nos entiendan.” (Marx, 1985, p. 8). [3]

Esta fue la norma que siguió Marx en los escritos publicados a partir de esa fecha. La primera prueba de ello es el MC, cuyo capítulo inicial sintetiza de manera sencilla la concepción de la sociedad elaborada por Marx y Friedrich Engels (1820-1895). 

EC es una obra política en todo el sentido de la expresión. Marx desarrolla la crítica de la EP para desarmar la ideología burguesa y contribuir así al desenvolvimiento de la autonomía política de la clase trabajadora. La formulación de una nueva teoría del capitalismo va de la mano con la construcción de una alternativa política liderada por la clase trabajadora. Por eso la lectura de EC debe ir acompañada por el estudio de la acción sindical y política del MO, de los partidos socialistas y de los diversos socialismos. 

Más arriba se dijo que EC es la obra cumbre de los socialismos del siglo XIX. La afirmación puede resultar extraña, pues se asocia a EC con el socialismo marxista. No pretendo negar lo evidente: Marx es autor de EC; los marxistas consideraron que  la aparición del Libro I en 1867 marcaba un hito del socialismo denominado “científico”. Todo ello es cierto, pero no debe conducir a la idea equivocada de que todas las otras variantes del socialismo tienen que ser olvidadas por “utópicas”, por carecer, supuestamente, de carácter científico. 

EC jamás habría sido redactado sin las luchas del MO y las búsquedas, tanteos, aciertos y errores de todos los socialistas. Pensar de este modo sirve para una mejor comprensión de EC y tiene una ventaja adicional: puede contribuir a generar un clima favorable para la superación de las disputas interminables entre los socialistas actuales. Esto puede sonar utópico, y probablemente sea así, pero la esperanza es también una fuerza política.

Lo escrito hasta aquí sirve de fundamento a un tratamiento de la obra más complejo que lo habitual. Las lecturas académicas privilegian lo económico, lo sociológico, lo filosófico; a veces por separado, a veces en conjunto. En pocas palabras, consideran a EC como un libro de teoría social (o de ciencias sociales, para emplear el término al uso).

La lectura que propongo sugiere combinar la política y la teoría social. EC fue pensado como una obra dirigida a intervenir en las luchas del MO; Marx estaba obsesionado por contribuir a la independencia política de los trabajadores. Un ejemplo de ello, que sirve para fundamentar mi lectura de la obra, es el folleto Salario, precio y ganancia (1865). Allí Marx utiliza la teoría para clarificar las posiciones de la AIT frente al capitalismo. Exagerando un poco, EC constituye una versión aumentada de los planteos de SPG: la teoría desplegada en la magnum opus de Marx tiene el objetivo político de contribuir a la separación de la clase obrera de la ideología burguesa. 

Entonces, leer EC implica confrontar la teoría con las diversas posiciones desplegadas por los socialismos del siglo XIX. No hay que temer la confrontación. El imperio de lo políticamente correcto, uno de los peores males de nuestra época, promueve dos efectos aparentemente antagónicos pero que, en rigor, se complementan: de un lado, la condena del debate, de todo debate; del otro, la condena de toda tolerancia en los debates. Ambos efectos se dan la mano en un efecto común: la supresión del intercambio de ideas. 

La publicación de esta serie de artículos nos llevará más allá de los límites de lo que hoy se considera propia de la teoría social (o de las ciencias sociales). Una y otra vez retomaremos los debates entre los militantes obreros y los socialistas. EC aparecerá ante nuestros ojos como lo que fue: un punto de confluencia y confrontación del socialismo del siglo XIX en todas sus variantes, y una obra monumental de teoría social, que nos interpela como si hubiera sido escrita ayer.

A modo de epílogo

Dice el refrán “quien avisa no traiciona”. Por eso quiero dejar asentadas tres cuestiones:

  1. Carezco de los conocimientos necesarios para encarar semejante obra. No obstante, ello no significa que sea imposible. Mi propósito es promover una lectura particular de EC, que sea de utilidad para los militantes interesados en construir un socialismo revolucionario libre de sectarismos. Para ello procuraré recurrir a la sencillez y claridad en la exposición. Cada artículo irá acompañado de una lista de obras que sirvan para profundizar los temas elegidos. Albergo la esperanza de contar con la ayuda de otras personas interesadas en la búsqueda de la verdad. Esto último es fundamental para que el proyecto no naufrague.

  2. Los artículos se publicarán con una periodicidad mensual. Ello permitirá contar con el tiempo necesario para darles una redacción lo más cuidada posible. 

  3. Los artículos serán breves, no más de 1500 palabras. El objetivo es que puedan ser leídos de un tirón y que su reproducción sea simple.

Por ahora no hay nada más para decir. En este tipo de emprendimiento, lo importante es tomar como regla la sentencia bíblica: “No hay árbol bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno.  Cada árbol se conoce por su fruto” (Lucas, 6:43-44). 

Note el lector que todavía no hemos dado siquiera respuesta provisional a la pregunta formulada en el título...



Villa del Parque, jueves 2 de diciembre de 2020


ABREVIATURAS:

EC = El Capital / EP= Economía política / MC = Manifiesto Comunista / MO = Movimiento obrero.


NOTAS:

[1] Bakunin, carta a Marx, 22 de diciembre de 1868, citada por Rubel y Janover (2010, p. 33). Ya tendremos ocasión de ocuparnos extensamente de las relaciones entre marxistas y anarquistas en el período de la AIT. Por ahora basta con esbozar un par de cuestiones importantes, en línea con la lectura propuesta. La imagen habitual, que perdura hasta nuestros días, muestra que Marx y Bakunin se odiaban con todo el fervor de sus almas. No voy a negar el hecho de que Marx y Bakunin eran una especie de paradigma de la noción de personalidades incompatibles. Sin embargo, no siempre estuvieron en guerra. “[Bakunin] admiraba la exposición que hace Marx de la historia de la sociedad, y en gran parte estaba conforme con el diagnóstico de Marx acerca de la próxima caída del capitalismo ante el poder creciente de la clase trabajadora.” (Cole, 1980, p. 211). 

[2] El capital lleva por subtítulo: Crítica de la economía política. Para comprender la noción de crítica es necesario ir hasta sus fuentes en la Ilustración y en la filosofía alemana, la obra de Immanuel Kant (1724-1804). Respecto a la Ilustración, Engels escribió “Los grandes hombres que en Francia ilustraron las cabezas para la revolución que había de desencadenarse, adoptaron ya una actitud resueltamente revolucionaria. No reconocían autoridad exterior de ningún género. La religión, la concepción de la naturaleza, la sociedad, el orden estatal: todo lo sometían a la crítica más despiadada; cuanto existía había de justificar los títulos de su existencia ante el fuego de la razón o renunciar a seguir existiendo. A todo se aplicaba como rasero único la razón pensante. (...) Todas las formas anteriores de sociedad y Estado, todas las ideas tradicionales, fueron arrinconadas en el desván como irracionales; hasta allí, el mundo se había dejado gobernar por puros prejuicios; todo el pasado no merecía más que conmiseración y desprecio.” (Engels, 1986, p. 49-50). Kant, en su obra Crítica de la razón pura (1781), concebía a la metafísica como “campo de batalla”. Nosotros podemos extender la aplicación de esta idea a la teoría social y afirmar que ésta es un “campo de batalla” porque la sociedad lo es. En este campo siempre se construye teoría en confrontación con alguien o algo; el teórico social es belicoso por naturaleza. La crítica, en términos de Kant, significa someter al tribunal de la razón los argumentos del adversario; es el momento negativo de la teoría social. A ese tribunal no puede sustraerse ni la razón misma. La crítica va contra todas las “arrogaciones infundadas”, sin recurrir a “actos de autoridad”. Pero la crítica de Marx no puede limitarse al tribunal de la razón; la suya es una crítica que combina razón y lucha de clases. 

[3] Muchas personas se sienten desanimadas al momento de comenzar la lectura de EC porque piensan que se encontrarán con una obra muy difícil de leer. Ahora bien, cuando nos proponemos estudiar seriamente una cuestión tenemos que estar dispuestos a hacer frente a las dificultades y problemas; no conozco otra forma de aprender. Sin embargo, una vez superado el primer capítulo del Libro Primero, EC aparece como una mucho más sencilla de como la pinta el sentido común. Veamos las opiniones de dos especialistas en la obra de Marx. Maximilien Rubel (1905-1996): “Un prejuicio corriente pretende que El capital es una obra ≪abstracta≫ escrita a la manera ≪hegeliana≫. Ahora bien, si se examina la estructura arquitectónica del primer libro - el único del que se puede afirmar con certeza que pertenece a Marx - se verifica que alrededor de un sexto del volumen sorprende por su carácter abstracto y sus formulaciones de estilo hegeliano. En cambio, el resto de la obra contiene desarrollos muy concretos de naturaleza histórica y sociológica, en los que las descripciones empíricas y las estadísticas ocupan un lugar de privilegio. (...) Que un libro del que cinco sextos  están escritos en un estilo transparente y que, como obra de erudición, difiere de otras obras del mismo género por el interés nunca disimulado que muestra por la miseria humana, por sus causas y sus remedios, que semejante libro - pese a su carácter en ocasiones abstracto - haya podido tener la influencia que conocemos, no tiene nada de sorprendente. El capital es una obra científica y a la vez un mensaje ético. Es un libro engendrado por la misma miseria que analiza, y nacido de la pasión revolucionaria que quisiera suscitar.” (Rubel, 1970, p. 271). No estoy de acuerdo con Rubel en colocar en el centro la cuestión ética (me parece más correcto decir que EC es una obra científica y, a la vez, una obra política), pero concuerdo con el resto del pasaje citado. Daniel Bensaïd, por su parte, escribe: “El capital tiene reputación de ser un libro difícil. Sin embargo, Marx pretendía haberlo escrito para los obreros. La verdad está a mitad de camino entre ambas consideraciones: El capital no es fácil, pero es legible.” (Bensaïd, 2011, p. 101). 


BIBLIOGRAFÍA

Bensaïd, D. (2011). Marx ha vuelto. Buenos Aires, Argentina: Edhasa. 

Cole, G. D. H. (1980). Historia del pensamiento socialista. II. Marxismo y anarquismo, 1850-1890. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.

Engels, F. (1986). Del socialismo utópico al socialismo científico. El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Buenos Aires, Argentina: Anteo.

Marx, K. (1985). Trabajo asalariado y capital. Barcelona, España: Planeta-Agostini. 

Rubel, M. (1970). Karl Marx: Ensayo de biografía intelectual. Buenos Aires, Argentina: Paidós.

Rubel, M. y Janover, L. (2010). Marx anarquista. Buenos Aires, Argentina: Madreselva.


sábado, 4 de noviembre de 2017

MARX Y EL CAMINO HACIA EL CAPITAL: 1859-1867




Ernest Mandel (1923-1995) es un economista marxista, autor de varios trabajos importantes en el campo de la teoría económica. Su obra La formación del pensamiento económico de Marx de 1843 a la redacción de El Capital: estudio genético [1], publicada en 1967, es un libro clásico en la bibliografía sobre Marx y El Capital. No dispongo del tiempo para realizar un extenso comentario crítico de la obras. Por el momento, y para beneficio de los lectores interesados, realizo aquí un resumen de una parte del trabajo de Mandel, dedicada al proceso de elaboración de la obra magna de Marx.




5) El libro “incompleto” Zur Kritik der Politischen Ökonomie (1859) [2]

Marx consideraba al Libro I (1867) como la “continuación” de esta obra. Explicaba la “prolongada pausa” entre la publicación de ellas por la “enfermedad” que lo aquejaba. [3]

En el “Prólogo a la 1° edición” de El Capital (1867), Marx afirma que la Sección primera del Libro I [Mercancía y dinero] “resume el contenido” de Zur Kritik. Pero no se trata de un mero resumen. “Se ha mejorado la exposición. (...) ampliamos el desarrollo de muchos puntos que antes sólo se bosquejaban, mientras que, a la inversa, aquí meramente se alude a aspectos desarrollados allí con detenimiento. Se suprimen por entero (...) las secciones sobre la historia de la teoría del valor y del dinero.” [4]




6) Manuscritos de 1861-1863. [5]

Engels los describe así: “un manuscrito, Contribución a la crítica de la economía política, de 1472 páginas en cuarto, en 23 cuadernos, redactado de agosto de 1861 a junio de 1863. Es la continuación del primer cuaderno aparecido en 1859 en Berlín, bajo el mismo título.” [6]

El contenido de los cuadernos es el siguiente:

Cuadernos I-IV (páginas 1-220) =  tratan temas incluidos en el Libro I de El Capital, desde la transformación del dinero en capital hasta el final, y constituyen la primera redacción del texto correspondiente. Continúan en los Cuadernos XIX-XXIII.

Cuadernos V-XV (páginas 220-972) = fueron utilizados por Karl Kautsky (1854-1938) para publicar las Teorías sobre el plusvalor. Engels afirma “esta sección contiene una historia crítica detallada del punto esencial de la teoría política, la teoría del plusvalor, y desarrolla al mismo tiempo, en antítesis polémica con los predecesores, la mayor parte de los puntos que más adelante se investigan, de manera especial y en su conexión lógica, en el manuscritos correspondientes a los libro II y III.” [7]

Cuadernos XVI, XVII y XVIII (páginas 973-1158) = tratan temas relacionados con el Libro III de El Capital, esto es, el capital y la ganancia, tasa de ganancia, capital comercial y capital dinerario.

Cuadernos XIX-XXIII (páginas 1159-1472) = Continúan los temas de los Cuadernos I-IV. Incluyen un extenso tratamiento de la historia de la técnica y el uso de la maquinaria bajo el capitalismo.

Rosdolsky apunta que “hay partes importantes de ese manuscrito que aún siguen esperando su publicación”, pues Kautsky “se limitó (y lo mismo vale para la nueva edición de las Teorías) a la parte del manuscrito que trataba acerca de las ≪teorías sobre el plusvalor≫”. [8]. Rosdolsky calcula que la parte no publicada de los cuadernos llenaría un volumen de más de 1000 páginas.

7) Un manuscrito de 1864-1865 que trata en su mayoría de temas que aparecen en El Capital, Libro III.

Engels apunta que Marx lo escribió inmediatamente antes de comenzar la redacción definitiva del Libro I. [9]

8) 4 manuscritos redactados entre 1865 y 1870, utilizados por Engels para El Capital, Libro II.

El Manuscrito I consta de 150 páginas y fue redactado en 1865 o 1867, “constituye la primera redacción independiente, aunque más o menos fragmentaria, del Libro II en su ordenamiento actual.”

El Manuscrito II data de 1870. Es la “única redacción hasta cierto punto acabada que poseemos del Libro II”.

El Manuscrito III se compone en parte de un conjunto de citas y referencias a los cuadernos de resúmenes de Marx, en parte análisis de puntos diversos (crítica de las tesis de Adam Smith respecto al capital fijo y al capital circulante y a la fuente de la9 ganancia). También contiene una exposición acerca de la relación entre la tasa de plusvalor y la tasa de ganancia (Libro III).

El Manuscrito IV es una redacción para la imprenta de la 1° Sección y de los primeros capítulos de la Sección 2° del Libro II.




9) La versión final del Libro I de El Capital, redactada en 1866-1867.




En un trabajo posterior resumiré las distintas modificaciones que sufrió el plan de El Capital, hasta la publicación del Libro I (1867).


Villa del Parque, sábado 4 de noviembre de 2017



NOTAS:
[1] Traducción española de Francisco González Aramburu: 6° edición, Madrid, Siglo XXI, 1974.
[2] Hay traducción española de León Mamés: Marx, Karl. (2000). [1° edición: 1859]. Contribución a la crítica de la economía política. México D. F.: Siglo XXI.
[3] Traducción española de Pedro Scaron: Marx, Karl. (1996). [1° edición: 1867]. El Capital. Crítica de la economía política: Libro Primero. El proceso de producción de capital. México D. F.: Siglo XXI (p. 5).
[4] Marx, K., El Capital, p. 5.
[5] En el “Prólogo” a El Capital, Libro II, Engels describió los materiales que utilizó al momento de preparar la edición. Marx, Karl. (1998). [1° edición: 1885]. El Capital: Crítica de la economía política: Libro Segundo: El proceso de circulación del capital. México D. F.: Siglo XXI. (pp. 4-7).
[6] Engels en Marx, 1998: 4.
[7] Engels en Marx, 1998: 4-5.
[8] Rosdolsky, Roman. (1989). [1° edición: 1968]. Génesis y estructura de El capital de Marx. México D. F.: Siglo XXI. (p. 40).

[9] Engels en Marx, 1998: 5.

martes, 25 de mayo de 2010

NOTAS SOBRE EL CAPITAL (6): EL PROCESO DE TRABAJO

En el capítulo 5 de El capital Marx hace mención a la cuestión de la naturaleza humana, diciendo que al transformar la naturaleza exterior, los seres humanos transforman su propia naturaleza (I, 1: 216). En las Tesis sobre Feuerbach ya había propuesto una concepción que se enfrentaba abiertamente con la posición defendida por la filosofía política (y también por los economistas, que la tomaron de ésta), según la cual la naturaleza humana era inmutable y ahistórica. Así, en la tesis nº 6, escribió: "...la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales." (1985: 667). De este modo, la naturaleza humana no es pensada como algo inmutable, que permanece igual a sí mismo, encerrado en el interior de cada una de las personas; es, al contrario, algo extremadamente maleable, que aparece (se va desplegando, diría el viejo Hegel) en la medida en que se desarrollan las relaciones sociales. En otras palabras, no hay esencia humana sin relación.

Pero las Tesis permanecen todavía en el terreno de la confrontación con la filosofía. Con toda la riqueza de su contenido, adolecen del defecto de permanecer en el suelo de lo abstracto, sin pasar al análisis del "conjunto de las relaciones sociales" que constituyen (y construyen!) la esencia humana. Es por esto que hay que remarcar nuevamente la importancia del capítulo 5, en tanto Marx aborda allí la problemática de la naturaleza humana a partir del examen de la forma fundamental de la práctica humana, el proceso de trabajo.

En el capítulo 5 Marx presenta dos características centrales de la naturaleza humana: a) es producida por la práctica, esto es, se manifiesta a través de la práctica no como algo acabado que se va desplegando en el mundo exterior a la persona, sino que su misma naturaleza se va construyendo en la práctica, en la relación. La esencia inmutable sólo existe en el mundo gaseoso de los filósofos de la "realidad trascendente". De más está decir que esta concepción marxiana de la naturaleza humana se opone radicalmente a toda forma de naturalización de las relaciones sociales y sienta las bases para la posibilidad misma de pensar la revolución. Hay que tener siempre presente que todas las clases dominantes han elaborado argumentos naturalizadores para justificar su dominación. Aún la burguesía, que efectuó una ruptura radical con la filosofía política de las sociedades precapitalistas al postular que el cambio y la igualdad eran valiosos en detrimento de la defensa de la tradición y la desigualdad, se vio obligada a sostener la existencia de una naturaleza humana inmutable, cuya encarnación es el homo oeconomicus. Frente a todo esto, Marx afirma que la naturaleza humana SE CREA en la práctica. Aquí se encuentra, por cierto, la clave para mensurar. Aquí se encuentra, por cierto, la clave para mensurar la distancia que separa a Marx del viejo materialismo mecanicista; b) la naturaleza humana está formada por un conjunto de potencialidades que se despliegan efectivamente en la práctica. No se trata, por cierto, de una recaída de Marx en la concepción tradicional de la naturaleza humana. Estas potencialidades no constituyen una suma fija desde el principio de los tiempos. Es, al contrario, un conjunto dinámico que se va acrecentando a medida que se extienden las relaciones sociales. El ser humano posee, pues, una naturaleza potencialmente universal, capaz de desarrollarse (= poner en práctica, expresar sus potencialidades) en múltiples dimensiones; por lo tanto, no está condenado a repetir siempre la actividad para la que está mejor dotado o a ubicarse en una jerarquía social a gusto de las clases dominantes.

Es entonces el proceso de trabajo el lugar desde donde puede comprenderse mejor esta concepción marxista de la naturaleza humana.

Marx continúa su análisis del proceso de producción y afirma que concibe el trabajo en su forma específicamente humana, esto es, como "un resultado que antes del comienzo de aquél (del proceso de trabajo) ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente. El obrero no sólo efectúa un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que determina como una le, el modo y manera de su accionar y al que tiene que subordinar su voluntad." (I, 1: 216). Esta manera de pensar el papel del obrero se entronca directamente con la teoría del sujeto desarrollada por el idealismo alemán (1). El ser humano no es un mero engranaje que cumple una función determinada en el marco de la organización de la producción (como ocurre en la teoría de los factores de producción). En el trabajo el productor transforma en acto lo que estaba en su mente como potencia; en otras palabras, en el proceso de producción el trabajador libera creativamente lo que bulle en su mundo interior. Esta forma de pensar la cuestión marca la continuidad existente en el pensamiento de Marx respecto al modo de considerar y caracterizar al proceso de trabajo. Si nos remontamos a los Manuscritos de 1844, encontramos ideas semejantes, sólo que en ellos está presente la noción de que existe una esencia humana inmutable que es ultrajada por las condiciones de la producción capitalista. En los Manuscritos puede leerse: "El hombre convierte su actividad vital misma en objeto de su voluntad y de su conciencia. Tiene una actividad vital consciente (...) La actividad vital consciente diferencia inmediatamente el hombre de la actividad vital animal." (2004: 112-113).

El trabajo es, por tanto, actividad consciente de los seres humanos. Dada la centralidad que ocupa en la vida humana la reproducción de sus condiciones de existencia, y puesto que el proceso de trabajo tiene por objetivo dicha reproducción, es claro que esta forma de actividad consciente juega un papel fundamental en la constitución de los seres humanos.No se trata, por cierto, de la mera reproducción material, sino que el proceso de producción es un lugar privilegiado en el proceso de constitución misma de la conciencia de los seres humanos. Sólo comprendiendo esto es posible visualizar la producción como una instancia política central en la sociedad capitalista (esta afirmación se hace extensiva, por supuesto, a toda forma de sociedad).

En la medida en que es expresión de la actividad vital consciente de las personas, el trabajo puede ser un ámbito de disfrute para el trabajador, en tanto y en cuanto adquiere la forma de un "juego de sus propias fuerzas físicas y espirituales" (I, 1: 216). Pero esto supondría que el trabajador es dueño de sus condiciones de existencia, esto es, presupone la vigencia de una organización socialista de la producción. Si esto último no se verifica, el trabajo adquiere la forma de una negación de la actividad vital consciente de los trabajadores, pues la dirección del proceso queda en manos de otra clase social (la burguesía). La apropiación efectiva del proceso laboral por el capitalista (a la que Marx denomina subsunción real) se traduce en dos consecuencias: a) la apropiación de la actividad vital consciente de los individuos por el capitalista (cuestión tratada extensamente en los Manuscritos bajo la denominación de alienación); b) la subordinación política de los trabajadores al empresario capitalista (la fábrica como instancia política fundamental en el capitalismo). Es preciso enfatizar que el significado más fuerte del concepto de explotación se encuentra para Marx en estos dos puntos; es por esto que, más allá de su innegable importancia, la cuestión de la apropiación del plusvalor por el capitalista es un corolario de la dominación del empresario sobre la actividad vital consciente de los individuos.

Buenos Aires, jueves 27 de mayo de 2010

NOTAS:

(1) Marcuse, refiriéndose a Hegel (1770-1831), expone así la concepción del sujeto de este autor: "«Sujeto» denota no sólo el ego epistemológico o conciencia, sino también un modo de existencia, a saber, que una unidad que se está autodesarrollando constituye un proceso antagónico. (...) Únicamente el hombre tiene el poder de percatarse a sí mismo, el poder de ser un sujeto que se autodetermina en todos los procesos de su conversión, pues sólo él tiene una comprensión de las potencialidades y un conocimiento de las «nociones». Su existencia misma es el proceso de actualizar sus potencialidades y de configurar una vida de acuerdo con las nociones de la razón." (1986: 14-15).

domingo, 23 de mayo de 2010

NOTAS SOBRE EL CAPITAL (5): EL PROCESO DE TRABAJO

Para comprender mejor la importancia que tiene el capítulo 5 del Libro Primero de El capital es conveniente empezar este nuevo comentario haciendo notar que dicho capítulo se encuentra precedido por los dos párrafos finales del capítulo 4 (Transformación del dinero en capital).

En el capítulo 4, luego de demostrar que el dinero se convierte en capital respetando el principio de igualdad en el intercambio, en los dos pasajes mencionados Marx señala la enorme diferencia existente entre la esfera de la circulación (intercambio de mercancías), en la que impera la libertad, la igualdad, la propiedad y el utilitarismo, y la esfera de la producción, en la que el obrero se halla sometido completamente al capitalista: "El otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su obrero; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan." (I, 1: 214). De este modo y con su habitual mordacidad, Marx revela el hecho político fundamental de la sociedad capitalista: la esfera de las libertades es posible porque esta convive con la esfera de la dictadura del capital sobre la actividad vital de los seres humanos, sobre los trabajadores. De este manera, la sociedad capitalista se estructura en torno a un espacio (el proceso de trabajo) caracterizado por el sometimiento de los trabajadores en el momento mismo en que producen sus condiciones de existencia. Las decisiones que juegan un papel central en toda la vida de los seres humanos (las que pueden resumirse en tres preguntas: ¿Qué, cuánto y cómo producir?), son tomadas por los capitalistas sin considerar siquiera las opiniones de los trabajadores. Así, la desigualdad en la propiedad de los medios de producción se traduce en la desigualdad en el poder político de los individuos. Ahora bien, esto no es novedoso y forma parte del envoltorio habitual de una sociedad dividida en clases. Lo nuevo radica en que la desigualdad política en el proceso de trabajo coexiste con la igualdad jurídica y política en el nivel del mercado, de la circulación de mercancías.

De hecho, la producción no es vista como un lugar político, sino como un espacio meramente económico, espacio construido a partir de la voluntad libre de los contratantes. El lugar de la política en la sociedad capitalista es, para el sentido común de las personas simples y los académicos ilustrados, el de las instituciones políticas, cuyo arquetipo es el régimen democrático de gobierno. De esta manera, la democracia reina en nuestras sociedades, mientras que la producción queda debajo de la alfombra, ignorada en tanto lugar de un tipo específico de relaciones políticas. Ahora bien, es claro que esta manera de organizar el poder político en la sociedad capitalista se deriva de la lógica misma de la producción capitalista, que necesita del trabajo asalariado (trabajo libre) para producir el plusvalor. En un sentido fuerte, la democracia es más un producto de las necesidades de reproducción del capital que de las luchas de los sectores populares. Por supuesto, aquí estamos hablando de una democracia que tiene por principio fundamental la no discusión de la separación de las esferas del intercambio y de la producción de mercancías.

Entonces, cuando Marx aborda la cuestión del proceso de trabajo en el capítulo 5, está ocupándose no sólo del proceso que permite la reproducción de la sociedad misma, sino también de la reproducción de las relaciones de dominación política de esa sociedad. El proceso de trabajo se revela así como el lugar privilegiado para abordar el estudio de la sociedad capitalista (y, en general, de cualquier sociedad). Dicho esto, se puede retomar el análisis del contenido del capítulo 5 tal como lo habíamos dejado en la nota anterior.

En la tesis nº 1 (Tesis sobre Feuerbach), Marx observa que una de las limitaciones de Ludwig Feuerbach (1804-1872) es la incapacidad para concebir "la actividad humana misma como una actividad objetiva" (1985: 665). Esta observación, que forma parte de la crítica que Marx hace tanto al materialismo como al idealismo filosóficos, muestra de manera acabada que Marx pensaba que la superación de ambas concepciones pasaba justamente por el estudio de la actividad objetiva de los seres humanos, y la forma paradigmática de esa actividad es el proceso de trabajo.

En la tesis nº 2 expresa que "es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, y la terrenalidad de su pensamiento" (1985: 666). El proceso de producción es, como dijimos antes, la expresión cabal de la práctica de los seres humanos; de ahí que su análisis revela los rasgos fundamentales que asume la práctica humana (hay que aclarar que para poder efectuar este estudio es imprescindible desechar la concepción habitual que hace del proceso de trabajo un ámbito estrictamente económico, en el que sólo se producen mercancías). En la tesis nº 8 vuelve a insistir: "toda vida social es esencialmente práctica" (1985: 667). De lo anterior se desprende que la práctica (insisto que por esta tiene que entenderse, ante todo, el proceso de trabajo) es la llave maestra que le permite a Marx superar tanto el viejo materialismo mecanicista como el idealismo (aún en la forma hegeliana de este último). En otras palabras, es el acercamiento al proceso de trabajo el que permitió a Marx resolver sus cuentas pendientes con la filosofía y pasar a elaborar una teoría social propia.

En la nota anterior transcribimos el pasaje del capítulo 5 en el que Marx sostiene que en el trabajo las personas transforman la naturaleza exterior y, a la vez, se transforman a sí mismas (I, 1: 216). En la tesis nº 6 puede leerse lo siguiente: "La coincidencia del cambio de circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombres mismos, sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria." (1985: 666). Hay que tener en cuenta que en este fragmento Marx procura dar respuesta al dilema de los partidarios de la "teoría materialista del cambio de las circunstancias y de la educación". quienes se ven imposibilitados para concebir la unidad del proceso de cambio (unidad sujeto - objeto) y tienen que pensar forzosamente que uno de los polos de la relación domina al otro en tanto factor activo. Esta es, en definitiva, la misma concepción que profesan los economistas, quienes postulan que en el proceso de producción sólo se producen mercancías, en tanto que los productores (los trabajadores), desempeñan un papel pasivo en tanto factor de producción. Como puede verse, la concepción materialista de la relación sujeto - objeto se deriva de la forma que asume la principal manifestación de la práctica en la sociedad productora de mercancías, esto es, del proceso de trabajo. No se trata, por cierto, de hacer sociología barata, sino de aprehender cómo la práctica va modelando el pensamiento al marcar los límites de lo que puede ser pensado.

En el texto de la tesis nº 6, el "cambio de los hombres" se da en el mismo proceso de cambio de las circunstancias, es decir que, en la práctica revolucionaria los seres humanos desarrollan las potencias que dormitaban en ellos y se transforman a sí mismos. Ahora bien, como ya se dijo anteriormente, el proceso de trabajo constituye la forma primordial de la práctica, pues sin él es imposible la reproducción de la sociedad. De ahí la importancia de estudiar meticulosamente este proceso, dejando de lado los enfoques no dialécticos de la relación. Es por esto que, en un sentido fuerte, el capítulo 5 puede ser visto como la vía de entrada necesaria para comenzar el estudio de la sociedad.

Buenos Aires, lunes 24 de mayo de 2010




viernes, 21 de mayo de 2010

NOTAS SOBRE EL CAPITAL (4): EL PROCESO DE TRABAJO


Karl Marx (1818-1883) dedicó el capítulo 5 del Libro Primero de El Capital (1867) a exponer su concepción del proceso de trabajo; además de examinar los aspectos principales de la producción, Marx se preocupó también por fundamentar el papel central que ocupa el trabajo en la constitución de la sociedad. En este sentido se trata de un desarrollo de las tesis enunciadas en La ideología alemana (1845-46), obra en la que Marx y Friedrich Engels (1820-1895) habían afirmado que el punto de partida para el abordaje de la sociedad debía ser el estudio de la forma en que los seres humanos producían su existencia. Sin embargo, hasta la publicación del Libro Primero de El capital Marx no había presentado su análisis del proceso de trabajo en forma sistemática para el público.

La primera vez que Marx encaró la cuestión del trabajo fue en los Manuscritos de 1844, en los que esbozó su concepción del trabajo alienado. La propiedad privada de los medios de producción despojaba al trabajador de su control sobre el proceso de trabajo y determinaba que éste fuera visto por aquél como algo ajeno, cuyos productos no le pertenecían y donde no podía manifestarse su personalidad tal cual era. En el marco del capitalismo, el trabajo empobrecía radicalmente al trabajador en la medida en que, justamente, se volvía más productivo. La ciencia y la tecnología eran instrumentos del capital y su desarrollo no hacía más que potenciar la escisión entre el trabajador y su trabajo (y, por supuesto, los productos de su trabajo). Detrás de este análisis se encontraba el supuesto de que el trabajo era la manifestación de la esencia del ser humano. Su apropiación por los propietarios de producción era, entonces, una anulación de la esencia humana y reducía el trabajo a una actividad vacía de sentido (y, por tanto, empobrecedora) para el trabajador. Pero en los Manuscritos Marx no hacía ningún estudio del proceso de trabajo capitalista en su manifestación concreta. El análisis, más allá de sus méritos (la teoría de la alienación fue retomada por Marx en El capital - en el capítulo 1, apartado dedicado al fetichismo de la mercancía -), se movía en el plano filosófico, de manera que el proceso de trabajo era presentado en forma abstracta.

Luego de los Manuscritos y de la Ideología alemana, en los que sentó las bases de su teoría social, Marx volvió a abordar la cuestión del proceso de trabajo durante su exilio en Londres, donde comenzó a redactar el corpus de textos que constituye El capital. Esto fue la consecuencia necesaria del punto de partida adoptado para examinar la sociedad capitalista. Dada la centralidad que tiene la producción de la existencia para la teoría social de Marx, era obligatorio el estudio del proceso de trabajo en general, y de su forma capitalista en particular. Sólo mediante la realización de esta tarea era posible la superación de las ciencias sociales burguesas.

Ahora bien, la extensión del corpus que forma El capital impide que podamos realizar aquí un estudio exhaustivo de la concepción marxista del proceso de trabajo (para esto habría que revisar la Contribución a la crítica de la economía política (1859), los Manuscritos de 1861-63, el Libro IV y la correspondencia de Marx y Engels). En esta presentación nos limitaremos a plantear los elementos fundamentales de la concepción marxista del proceso de producción tal como se encuentra en el capítulo 5 del Libro Primero. En la exposición vamos a seguir el desarrollo del tema tal como lo hace Marx en la obra. Por ello distinguiremos entre proceso de trabajo y proceso de valorización, es decir, entre las características generales que asume toda producción y las formas específicas que adopta en el modo de producción capitalista. A su vez, y dada la importancia del tema para la comprensión de la teoría social de Marx y de la dialéctica, haremos, en la medida de lo posible, un tratamiento por separado de las implicancias "económicas" (técnicas) del proceso de trabajo, y de las derivaciones epistemológicas del mismo.

1) EL PROCESO DE TRABAJO:

Marx dedicó toda la primera parte del capítulo en cuestión al examen de los rasgos generales del proceso de trabajo (I, 1: 215-226).
Antes de empezar la lectura corresponde decir que esta parte de El capital es la respuesta de Marx al argumento de los factores de producción, desarrollado ya por los economistas. Según éstos, la producción es el resultado de una combinación de dichos factores (tierra, capital y trabajo - nótese que el capital se encuentra naturalizado, al punto de que pasa a constituir un elemento técnico de cualquier producción, ya sea que ésta se desarrolle en el Antiguo Egipto o en el siglo XXI. El capital deja, entonces, de ser una relación social históricamente determinada, para identificarse con la producción en general. En otras palabras, no puede haber producción sin capital -.). Como es sabido, Marx dedicó el grueso de su actividad intelectual a la crítica de la economía política. Desde su óptica, se trataba de eliminar la principal herramienta ideológica de la dominación burguesa. Para ello era imprescindible desnaturalizar la producción capitalista, desbancar la creencia de que el capitalismo era la forma más racional y eficiente de organizar el proceso productivo; para esta tarea era imprescindible la demolición del argumento de los factores de producción.
La teoría del proceso de trabajo es, tal como aparece en el capítulo 5, la respuesta de Marx al argumento de los economistas. Este último se basa, sobre todo, en la confusión de las determinaciones técnicas y de las determinaciones sociales del proceso productivo. Marx deshace esta confusión efectuando tres operaciones: a) separando ambas determinaciones; b) estableciendo las características principales del proceso de trabajo en general; c) reuniendo en una totalidad orgánica el conjunto de determinaciones que constituyen la producción.

Marx arranca con la constatación de que el trabajo es "en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza" (I, 1: 215). De este modo, el trabajo es el mediado entre el ser humano y la naturaleza. Es una necesidad ineludible, determinada por nuestra organización fisiológica (el ser humano precisa de instrumentos para obtener de la naturaleza los bienes que necesita para satisfacer sus necesidades). Sólo mediante el trabajo los seres humanos pueden emprender la tarea de "humanizar" la naturaleza, esto es, re-crearla a su imagen y semejanza. Es en este sentido que cabe afirmar que el trabajo, el proceso de producción, es un componente inseparable y decisivo en toda sociedad; en otras palabras, representa una determinación natural del ser humano.

Del argumento expuesto en el párrafo anterior arranca la confusión de los economistas. Para ellos, el proceso de producción capitalista, cuyo producto es la mercancía, es sinónimo de proceso de trabajo en general, cuyo objetivo es la producción de valores de uso (todo bien o servicio que satisface una necesidad, y que no es necesariamente una mercancía). De esta identificación se desprende que el capital, que es una relación social propia del modo de producción capitalista, pase a ser definido como un elemento técnico, cosificado, de toda producción.

Marx desarticula esta confusión indicando desde el principio que el objetivo del proceso de trabajo es la producción de valores de uso. Esta es una característica general de toda producción, independientemente de "la forma social determinada que asuma" (I, 1: 215). Un valor de uso es, como ya se indicó anteriormente, un bien que satisface una determinada necesidad humana (I, 1: 44-45). Desde este punto de vista el trabajo puede ser abordado sin necesidad de introducir el capital o la mercancía. El capital deja de formar parte de los factores de producción en general, y pueden así ser estudiados los aspectos técnicos del proceso productivo sin caer en el mecanismo ideológico de la naturalización de las relaciones sociales capitalistas. Pero, además, esta posición permite presentar las determinaciones sociales del proceso de trabajo (independientemente de su forma feudal, capitalista, etc.) sin caer en reduccionismos ni en abstracciones. Al efectuar esta desnaturalización, Marx restaura la unidad del proceso de producción como totalidad dialéctica (sinónimo de totalidad orgánica).

Luego de distinguir entre la producción de valores de uso y las formas socialmente determinadas que asume la misma, Marx puede emprender la tarea de establecer cuáles son los elementos del proceso de trabajo en general. Esta tarea es realizadas en las páginas 216-223. Eliminado el capital de la lista de factores de producción, "los elementos simples del proceso laboral son la actividad orientada a un fin - o sea, el trabajo mismo -, su objeto y sus medios." (I, 1: 216). Si bien todos estos elementos son imprescindibles para la realización del proceso de producción, está claro que para Marx existe una jerarquía entre ellos, en la que la "actividad orientada a un fin" es la "iluminación que baña" a los demás elementos, permitiendo explicar la naturaleza del proceso. Dada la tan mentada importancia que ocupa el mismo en la teoría de Marx, corresponde detenerse en la caracterización que hace del trabajo, esta "actividad orientada a un fin".

Ante todo, Marx destaca el papel activo, creador, del trabajo. "Al operar por medio de ese movimiento (de su cuerpo) sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a su vez su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de las fuerzas de la misma." (I, 1: 216). Respecto a este pasaje corresponde decir lo siguiente. Mientras que para la economía clásica (que también reconocía la centralidad del trabajo) el proceso productivo era, fundamentalmente, una actividad creadora de riquezas que asumían la forma de mercancías, para Marx el potencial creador del trabajo era mucho más amplio. Ya no se trataba solamente de la producción de mercancías, ni aún de la mera producción de valores de uso. Pensar de esta manera el trabajo supondría la aceptación de una concepción unilateral del mismo, en la que el sujeto (el trabajador) imprime la forma deseada a la materia prima. De ahí a la defensa del determinismo hay un corto espacio por recorrer. Pero Marx afirma otra cosa. En el proceso de trabajo no sólo es transformado el objeto, sino que también se transforma el sujeto. De este modo, el trabajo encierra en potencia la posibilidad de modificar TODA la realidad existente. No se trata de un simple proceso de transformación material. En este punto, Marx sigue la línea de pensamiento expresada en las Tesis sobre Feuerbach.


Buenos Aires, domingo 23 de mayo de 2010