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lunes, 12 de agosto de 2013

CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y SABER COTIDIANO: LA CONCEPCIÓN DE ERNST NAGEL






Ernst Nagel (1901-1985) fue un destacado filósofo de la ciencia, uno de los principales exponentes de la corriente conocida como empirismo lógico o neopositivismo. En su obra The Structure of Science: Problems in the Logic of Scientific Explanation (1961), abordó la cuestión de la distinción entre el saber cotidiano y el conocimiento científico

Para la redacción de estas notas se ha tomado en consideración el prefacio y el capítulo 1 de la obra, que es donde se aborda la temática mencionada en el párrafo anterior. (1)

Para empezar, resulta conveniente decir algunas palabras a favor del empirismo, habida cuenta de que criticarlo se ha vuelto un lugar común en el campo de las ciencias sociales. Si las  hipótesis científicas no pueden ser confrontadas con la realidad empírica, es imposible la ciencia. Sin confrontación empírica, no hay ciencia. A partir del reconocimiento de este principio pueden hacerse todas las críticas que se quiera. Pero las ciencias se edifican en torno al mismo. 

En el Prefacio encontramos elementos para caracterizar la posición ideológica de Nagel. Allí, indica que la ciencia,

“es responsable de muchas otras cosas que en la actualidad no atraen la atención pública, pero algunas de las cuales han sido y continúan siendo valoradas, con frecuencia, como los frutos más preciosos de la empresa científica. Las principales de ellas son: el logro de un reconocimiento teórico general concerniente a las condiciones fundamentales que determinan la aparición de diversos tipos de sucesos y procesos; la emancipación de la mente del hombre de las supersticiones antiguas, en las cuales se basan a menudo los costumbres bárbaras y los temores opresivos; el socavamiento de los fundamentos intelectuales de los dogmas morales y religiosos, con el debilitamiento concomitante de la cubierta protectora que suministra la dura corteza de los hábitos irracionales al mantenimiento de las injusticias sociales; y, en un plano de mayor generalidad, el gradual desarrollo, entre un número cada vez mayor de personas, de un temperamento intelectual inquisitivo frente a las creencias tradicionales, desarrollo frecuentemente acompañado por la adopción, en dominios anteriormente inaccesibles al pensamiento crítico sistemático, de métodos lógicos para juzgar, sobre la base de datos de observación confiables, los méritos de suposiciones alternativas concernientes a cuestiones de hecho o al curso de acción más adecuado. 

A pesar de la brevedad de esta lista parcial, basta para poner en evidencia la medida en que la empresa científica ha contribuido a la articulación y a la realización de aspiraciones asociadas generalmente a la idea de una civilización liberal.” (p. 11).

La noción de “civilización liberal” resume la concepción de la ciencia a la que adhiere Nagel. Liberal en el buen sentido, esto es, el de defensor del libre pensamiento y de las libertades individuales, y no en el de fanático de la propiedad privada. En el párrafo transcripto, remarca aspectos no utilitarios de la ciencia que merecen ser destacados. Según esta posición, la ciencia es valiosa, ante todo, porque es esencialmente anti dogmática y crítica. La ciencia es importante por la actitud que implica frente a la naturaleza y a la sociedad, y no tanto por sus teorías ni por sus afirmaciones históricamente limitadas. 

Pero además, Nagel adelante la opinión de que no se debe menospreciar el saber cotidiano – obtenido laboriosamente y transmitido de generación en generación - , ni equipararlo a la ignorancia cuando se lo compara con el conocimiento científico. Ambos son dos tipos de conocimiento y de lo que se trata es de distinguir las condiciones de posibilidad y las limitaciones de cada uno de ellos.

“La broma que John Locke dirigió a Aristóteles – según  la cual Dios no fue tan mezquino con los hombres como para hacerlos simplemente seres de dos piernas, dejando a Aristóteles la tarea de hacerles racionales – parece obviamente aplicable a la ciencia moderna. La adquisición de un conocimiento confiable acerca de muchos aspectos del mundo ciertamente no comenzó con el advenimiento de la ciencia moderna y del uso conciente de sus métodos.” (p. 15).

En el texto se enfrenta la dificultad de definir el concepto ciencia. En este punto, Nagel hace una acotación interesante. Toma nota de que muchas personas están orgullosas de vivir en una “época científica”. Este orgullo se basa “en la convicción de que, a diferencia de sus antepasados o de sus vecinos, poseen cierta presunta verdad última” (p. 15). De ahí que se califiquen de científicas las teorías más recientes de la biología y de la física, y se niegue ese carácter a las teorías anteriores.

Sin embargo, decir que se vive en una época científica no implica avanzar en la definición del concepto de ciencia. Nagel plantea así el problema: 

“¿Qué excelencia especial poseen las ciencias y en qué contribuyen sus herramientas intelectuales y físicas a la adquisición de conocimientos?” (p. 15).

Para enfrentar la dificultad mencionada, Nagel afirma que es posible identificar “un núcleo (…) de significado seguro” para la palabra ciencia. Para hacer esto, Nagel opta por analizar la diferencia entre el saber cotidiano y el conocimiento científico. La segunda parte del capítulo 1 está dedicada a establecer seis distinciones fundamentales entre ambos. 

Las diferencias examinadas son las siguientes:

1) El “sentido común” (término con el que Nagel también designa al saber cotidiano) puede estar organizado y clasificado. Pero la ciencia posee un tipo específico de organización del material, controlable por elementos de juicio fácticos. 

De este modo: 

“es la organización y la clasificación del conocimiento sobre la base de principios explicativos lo que constituye el objetivo distintivo de las ciencias.” (p. 17).

El conocimiento científico trabaja para logra la explicación de los fenómenos. Para ello, a) procura aislar propiedades; b) discernir relaciones de dependencia que vinculan unas con otras. Para el autor, el corolario es que el conocimiento científico tiene por característica establecer conexiones de dependencia entre proposiciones aparentemente desvinculadas.

“Explicar, establecer cierta relación de dependencia entre proposiciones aparentemente desvinculadas, poner de manifiesto sistemáticamente conexiones entre temas de información variados: tales son las características distintivas de la investigación científica.” (p. 18).

La explicación es el gran principio organizador del conocimiento científico:

“…las ciencias tratan de descubrir y formular en términos generales las condiciones en las cuales ocurren sucesos de diverso tipo, y las explicaciones son los enunciados de tales condiciones determinantes.” (p. 17).

2) El sentido común es limitado, esto es, resulta adecuado siempre y cuando las condiciones de los objetos conocidos no se modifiquen. Es más, ignora la existencia de relaciones entre distintos fenómenos (no le interesan, pues está dirigido a lo práctico). El conocimiento científico, por su búsqueda de relaciones sistemáticas, amplía los marcos de aplicación del sentido común. Mejor dicho, este último tiene un ámbito muy restringido. (pp. 18-19).

3) El sentido común admite la coexistencia de juicios contradictorios. Esto es consecuencia de su preocupación por lo inmediato. El conocimiento científico procura eliminar los juicios antagónicos, atacando las fuentes de estos. 

“Al introducir una explicación sistemática de los hechos, al discernir las condiciones y las consecuencias de los sucesos, al poner de manifiesto las relaciones lógicas entre las proposiciones, la ciencia ataca las fuentes mismas de tales antagonismos.” (p. 20).

Hay que agregar que Nagel deja de lado las fuentes sociales del “error”, tales como la ideología o la naturalización de las condiciones existentes.

4) El sentido común se caracteriza por la elevada sobrevivencia de sus afirmaciones, a las que parece no hacer mella las modificaciones originadas en el cambo de las condiciones en que se desenvuelven los fenómenos. Nagel considera que esto es consecuencia de que el lenguaje natural adolece de vaguedad y falta de especificidad, lo cual dificulta el control experimental de las creencias de sentido común.

“En su búsqueda de explicaciones sistemáticas, la ciencia (…) debe disminuir la indicada indeterminación del lenguaje corriente sometiéndola a modificaciones.” (p. 21).

La indeterminación del lenguaje del sentido común la permite la pemanencia de éste. En cambio, la precisión del lenguaje científico (en el que los términos se encuentran rigurosamente definidos) favorece su puesta a prueba por medio de experiencias empíricas.

5) El sentido común remite siempre al interés humano, es utilitario. Esto significa que está orientado a todo aquello que ejerce influencia sobre los seres humanos. Esto hace que el sentido común se encuentre ligado de modo indisoluble a lo inmediato, a lo directamente perceptible, a las apariencias. Nagel considera que la ciencia rompe con esta posición, alejándose de los asuntos humanos.

“La ciencia teórica deja de lado, deliberadamente, los valores inmediatos de las cosas.” (p. 23).

6) El sentido común se manifiesta en creencias que 

“son aceptadas habitualmente sin una evaluación crítica de los elementos de juicio disponibles” (p. 25). 

El conocimiento científico, en cambio, se encuentra sometido a crítica constante. Es más, promueve la crítica de sus supuestos y de sus afirmaciones. Para ello, construye un método. Nagel es perspicaz al criticar a las concepciones que postulan un único método (o unos pocos) para lograr descubrimientos científicos.

Villa del Parque, lunes 12 de agosto de 2013


NOTAS:

(1) Utilizo la traducción española de Néstor Míguez: Nagel, Ernst. (1968). La estructura de la ciencia: Problemas de la lógica de la investigación científica. Buenos Aires: Paidós.

miércoles, 8 de mayo de 2013

FICHA DE LECTURA: MANIFIESTO DEL CÍRCULO DE VIENA. LA CONCEPCIÓN CIENTÍFICA DEL MUNDO (1929)




Nota bibliográfica:
Para la redacción de estas notas se utilizó la traducción del Manifiesto publicada por la revista REDES, Universidad Nacional de Quilmes, vol. 9, n° 18, junio de 2002, pp. 105-125.

El Círculo de Viena para la Concepción Científica del Mundo se constituyó en Viena a finales de la década de 1920. Su alma mater fue el filósofo Moritz Schlick (1882-1936). El Manifiesto, escrito en 1929, tuvo por objetivo hacer pública la posición del grupo frente a los problemas de la filosofía de la ciencia. 

La elección del formato de “manifiesto” no es fruto de la casualidad. Como es habitual, la toma de posición filosófica es, también, una toma de posición política. De ahí que el Manifiesto exprese las ideas del Círculo de manera combativa; no se trata, de ningún modo, de un texto que respete el formato aséptico de los escritos académicos.

El Círculo de Viena (CV a partir de aquí) se manifiesta en contra del “pensamiento metafísico y teologizante” y defiende el espíritu del Iluminismo y “de la investigación antimetafísica de los hechos” (p. 107). Es a partir del reconocimiento de la creciente influencia del pensamiento metafísico que el CV decide hacer públicos sus puntos de vista. Es preciso recordar, una vez más, que la expansión de dicho pensamiento excede largamente el marco filosófico. En el Manifiesto se pone en claro el contexto político de la época:

“El aumento de las inclinaciones metafísicas y teologizantes que se manifiesta hoy en muchas uniones y sectas, libros y revistas, en conversaciones y clases universitarias, parece estar basado en las feroces luchas sociales y económicas del presente: un grupo de combatientes aferrándose a formas sociales del pasado, también cultiva las posiciones de la metafísica y de la teología heredadas, a menudo largamente superadas en el contenido; mientras que el otro grupo, vuelto hacia los nuevos tiempos, especialmente en Europa Central, rechaza esas posiciones y hace pie en el suelo de la ciencia de la experiencia. Este desarrollo está conectado con el desarrollo del proceso moderno de producción que está llegando a ser cada vez más rigurosamente mecanizado técnicamente y deja cada vez menos espacio para las ideas metafísicas heredadas. Está también conectado con la decepción de grandes masas de gente con respecto a la actitud de quienes predican doctrinas metafísicas y teológicas tradicionales. Así, ocurre que en muchos países las masas rechazan ahora esas doctrinas de manera mucho más consciente que antes, y en conexión con sus posiciones socialistas se inclinan hacia una concepción empirista apegada a lo terrenal. En los tiempos más tempranos la expresión de esta concepción era el materialismo; mientras tanto, sin embargo, el empirismo moderno se ha desprendido de formas insuficientes y ha conseguido una forma sólida en la concepción científica del mundo.” (p. 123).

La concepción científica del mundo (CCM a partir de aquí) expresa, en el plano de la filosofía, la confrontación ideológica entre los partidarios del mantenimiento del statu quo (en la década de 1930, serán los defensores del nazismo, etc.) y los partidarios del cambio social (las distintas vertientes del socialismo y el comunismo). “Así la concepción científica del mundo se mantiene cercana a la vida contemporánea.” (p. 123).

Los puntos fundamentales del Manifiesto son: a) la crítica del pensamiento metafísico; b) la justificación de la superioridad de la CCM frente a dicho pensamiento. Hay que decir que los autores del Manifiesto no se proponen solamente “lograr una posición libre de metafísica, sino también anti-metafísica” (p. 110).

El eje de la crítica a la metafísica radica en la demostración de que la misma es incapaz de formular proposiciones susceptibles de ser sometidas a contrastación empírica: 

“El metafísico y el teólogo creen, incomprendiéndose a sí mismos afirmar algo con sus oraciones, representar un estado de cosas. Sin embargo, el análisis muestra que estas oraciones no dicen nada, sino que sólo son expresión de cierto sentimiento sobre la vida. La expresión de tal sentimiento puede ser una tarea importante en la vida. Pero el medio adecuado de expresión para ello es el arte (…) Si en lugar de ello se escoge la apariencia lingüística de una teoría se corre un peligro: se simula un contenido teórico donde no radica ninguno.” (p. 113).

Si es imposible la verificación empírica de los enunciados metafísicos o teológicos, queda claro que estos no nos pueden decir nada concreto sobre el mundo real. Es así, en definitiva, porque la metafísica cae en 
 
“la concepción de que el pensar puede llevarnos a conocimientos por sí mismo sin utilización de algún material de la experiencia, o bien al menos puede llegar a nuevos contenidos a partir de un estado de cosas dado. Pero la investigación lógica lleva al resultado de que toda inferencia no consiste en ninguna otra cosa que el paso de unas oraciones a otras, que no contienen nada que no haya estado ya en aquéllas. No es por lo tanto posible desarrollar una metafísica a partir del pensar puro." (p. 114).
La metafísica y la teología son arrinconadas al terreno de la poesía, del mito, del arte en general. No pueden decir nada en el terreno de la ciencia. Establecido esto, ¿qué entienden por ciencia los miembros del CV? O, mejor dicho, ¿qué entienden por CCM?

Ante todo, es propia de la CCM la utilización del método del análisis lógico. Éste consiste en la indagación sobre el significado de los enunciados. El significado de una proposición es el método de su verificación, es decir, la posibilidad de someterlo o no a la verificación empírica:

“Y entonces se muestra que hay una demarcación precisa entre dos tipos de enunciados. A uno de estos tipos pertenecen los enunciados que son hechos por las ciencias empíricas, su sentido se determina mediante el análisis lógico, más precisamente: mediante una reducción a los enunciados más simples sobre lo dado empíricamente. (…) Los otros enunciados (…) se revelan a sí mismos como completamente vacíos de significado si uno los toma de la manera en que los piensa el metafísico.” (p. 112-113).

La CCM se caracteriza, entonces, por dos rasgos:

a) es empirista y positivista, es decir:
 

“hay sólo conocimiento de la experiencia que se basa en lo dado inmediatamente. Con esto se establece la demarcación del contenido científico legítimo.” (p. 115).


 b) utiliza el método del análisis lógico. La aplicación sistemática de este método a todos los enunciados es la condición para la elaboración de una ciencia unificada, objetivo último del CV. 

“Debido a que el significado de todo enunciado científico debe ser establecido por la reducción a un enunciado sobre lo dado, de igual modo, el significado de todo concepto, sin importar a qué rama de la ciencia pertenezca, debe ser determinado por una reducción paso a paso a otros conceptos, hasta llegar a los conceptos de nivel más bajo que se refieren a lo dado. Si tal análisis fuera llevado a cabo para todos los conceptos, serían de este modo ordenados en un sistema de reducción, un «sistema de constitución».” (p. 115).

La CCM se ocupa, por tanto, de construir la teoría de la constitución, es decir, “el ordenamiento de los conceptos de las distintas ramas de la ciencia en el sistema de constitución” (p. 115).

La propuesta del CV tiende a superar tanto al idealismo como al realismo, porque sostiene que ambos se basan en postulados metafísicos: “no tienen sentido porque no son verificables, no se atienen a las cosas.” (p. 114).

No es este el lugar para formular una crítica de la CCM, pero es preciso indicar al menos dos cuestiones que torna problemática la posición del CV. En primer lugar, su concepción empirista enfatiza el carácter neutral de la observación, que aparece desprovista de toda “carga teórica” (para usar el término empleado por Popper en su crítica del inductivismo). En segundo lugar, la propuesta de la ciencia unificada pasa por alto la cuestión central del papel de la ideología (y de la lucha de clases) en el campo de las ciencias sociales. Sólo así puede entenderse el amontonamiento heteróclito de autores que se encuentra en la p. 121, donde Smith, Marx y Menger son igualados en tanto exponentes de una concepción antimetafísica.

Villa Jardín, martes 7 de mayo de 2013