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viernes, 30 de diciembre de 2022

RESEÑA: DURKHEIM, PRIMER LIBRO DE «LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SOCIAL (1893)

 



Advertencia para bibliófilos.  En esta reseña se utilizó la traducción de Rocío Annunziata: Durkheim, E. [1°edición: 1893]. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires, Argentina: Gorla.

Durkheim parte en su investigación del hecho de que la división del trabajo (DT a partir de aquí) se ha generalizado hasta extremos jamás imaginados por Adam Smith (1723-1790), quien fue el primero en intentar teorizar este fenómeno. Así, en la introducción de la obra, Durkheim sostiene que “ya no es posible hacerse ilusiones sobre las tendencias de nuestra industria moderna, cada vez más orientada a los mecanismos poderosos, a los grandes grupos de fuerzas y de capitales y, por consiguiente, a la extrema división del trabajo” (p. 123).

Durkheim constata que la DT no se circunscribe únicamente al plano de los fenómenos económicos, sino que también tiene una influencia creciente en las funciones políticas, administrativas y judiciales, y sus efectos se empiezan a sentir en el ámbito de las funciones artísticas y científicas (p. 124). Es más, Durkheim extiende la validez del principio de DT del ámbito de los fenómenos sociales al campo de los fenómenos biológicos, y afirma que “no es sólo una institución social que tiene su fuente en la inteligencia y en la voluntad de los hombres, sino un fenómeno de biología general cuyas condiciones parece necesario ir a buscar en las propiedades esenciales de la materia organizada.” (p. 125).

Para Durkheim es indudable que un fenómeno tan importante ejerce una enorme influencia sobre la “constitución moral” de los seres humanos; de ahí que se proponga dar respuesta al problema de si los seres humanos debemos convertirnos en seres acabados y universales, capaces de superar la DT, o bien tenemos que aceptar la condición de ser “la parte de un todo, el órgano de un organismo” (p. 125). Para resolver esta cuestión, Durkheim se propone, en primer lugar, establecer en qué consiste efectivamente la función de la DT. Este tema es dilucidado en el Libro I de la obra.

Durkheim comienza por criticar la afirmación de sentido común de que la función de la DT es incrementar la civilización, siendo por ende principal fuente moralizadora de la sociedad moderna. Durkheim demuestra, por el contrario, que la civilización no tiene, por sí misma, un carácter moral. (pp. 132-136). De ahí que haya que desestimar la existencia de una función moralizadora de la DT, y que sea necesario, por consiguiente, buscar su función en otra dirección. Durkheim encuentra esta función en un lugar bien diferente; mientras que muchos autores habían considerado que la DT ejercía un efecto disolvente sobre las sociedades, Durkheim va a postular algo muy diferente: “los servicios económicos que ella puede ofrecer [la DT] son poca cosa frente al efecto moral que produce, y su verdadera función es crear entre dos o más personas un sentimiento de solidaridad.” (p. 137).

En otros términos, la DT es fuente de cohesión social. Para demostrar esto Durkheim se dedica a probar que las diferencias entre las personas (y la DT es un mecanismo que contribuye a incrementar estas diferencias) son fuente de acercamiento y no de separación entre las personas. Los economistas han cometido el error de apreciar sólo los resultados económicos de la DT, en tanto que “el efecto más notable de la DT no es que ella aumente el rendimiento de las funciones divididas, sino que las vuelve solidarias. Su rol en todos los casos no es simplemente embellecer o mejorar las sociedades existentes, sino hacer posibles sociedades que, sin ella, no existirían” (p. 141).

De esta manera, la DT es el factor que asegura la cohesión de las sociedades; su carácter moral se deriva, por tanto, del hecho de que permite la satisfacción de las necesidades de orden, de armonía y de solidaridad social (p. 143).

A continuación, Durkheim se propone encontrar un indicador que muestre el efecto crecientemente cohesionante de la DT. En este punto, considera que el derecho cumple este requisito y que, a través del examen de las variaciones históricas de los tipos de derecho (Va a distinguir entre derecho penal y derechos restitutivos). Cabe aclarar que esto es posible porque Durkheim considera que el derecho expresa a toda la sociedad; de ahí que las normas jurídicas constituyan la expresión más acabada de las concepciones de la sociedad. A partir de aquí, puede distinguir un lazo social cuya ruptura es el crimen y al que va a denominar solidaridad mecánica.

En otras palabras, el derecho penal expresa un estado de la conciencia moral de la sociedad, caracterizado por la existencia de un tipo de solidaridad (de cohesión) entre sus miembros en que las semejanzas constituyen el principal factor de cohesión. “De ahí resulta una solidaridad sui generis que, nacida de las semejanzas, liga directamente al individuo a la sociedad. (…) Esta solidaridad no consiste sólo en una unión general e indeterminada del individuo al grupo, sino que también vuelve armoniosos los menores movimientos. En efecto, como estos móviles colectivos son en todas partes los mismos, producen en todas partes los mismos efectos. Por lo tanto, cada vez que entran en juego, las voluntades se mueven espontáneamente y en conjunto en el mismo sentido.” (p. 178-179).

Es justamente la semejanza entre los integrantes de la sociedad la fuente de la que emana la fuerza del derecho represivo; el crimen y la reacción que provocan, cuya expresión es la dureza de las penas, muestra a las claras la fuerza que adquiere la cohesión social basada en la solidaridad mecánica.

El examen del derecho de las sociedades modernas muestra que el espacio del derecho penal se ha acotado progresivamente, y que ha crecido la proporción de penas que tiene el carácter de derecho restitutivo. Ya no se trata de que la pena sea un medio para expiar el crimen, sino que “se reduce a una simple revisión y recomposición de las cosas.” (p- 183). Los derechos reales son el ejemplo más preciso de este derecho restitutivo; su función es, ante todo, separar y deslindar las propiedades de los distintos individuos, restituyendo la situación al momento anterior a cometerse la falta penada por la ley.

Durkheim considera que al lado de esta forma de derecho restitutivo, puramente negativa, existen una variedad de formas que ejercen un efecto positivo y que crean lazos sociales entre los individuos. El derecho contractual es un claro ejemplo de esta última variante: “el contrato es, por excelencia, la expresión jurídica de la cooperación.” (p. 193). A partir del análisis del funcionamiento del derecho contractual, que sanciona las crecientes diferencias funcionales entre los individuos, Durkheim elabora el concepto de solidaridad orgánica, que sirve para designar a la forma de cohesión social que se deriva de la creciente especialización y diferenciación de los miembros de la sociedad. En este sentido, Durkheim concibe el proceso histórico del pasaje de las distintas formas de sociedades tradicionales a la sociedad moderna como el proceso de transformación de de una sociedad cohesionada por la solidaridad mecánica a una sociedad basada en la solidaridad orgánica. La DT juega un papel central en la constitución de la solidaridad orgánica, pues es ella la que vuelve a los individuos cada vez más diferentes entre sí, al mismo tiempo que acentúa en niveles nunca antes vistos la dependencia de esos mismos individuos entre sí.

Durkheim sostiene en los capítulos 5 y 6 del Libro I que la solidaridad orgánica está desplazando progresivamente a la solidaridad mecánica; este mismo desplazamiento y el hecho consiguiente de que las sociedades no han implosionado demuestra a las claras los efectos cohesionantes en términos sociales de la DT. Ahora bien, la solidaridad orgánica genera vínculos más débiles entre los individuos, hecho que se traduce en un debilitamiento de la conciencia moral del conjunto de la sociedad. “Allí donde el derecho penal es muy voluminoso, la moral común está muy extendida; vale decir que hay una multitud de prácticas colectivas puestas bajo la custodia de la opinión pública. Allí donde el derecho restitutivo se encuentra muy desarrollado, hay para cada profesión una moral profesional.” (p. 285).

Villa del Parque, viernes 30 de diciembre de 2022


martes, 26 de abril de 2022

DIVISIÓN DEL TRABAJO Y LAZO SOCIAL EN DURKHEIM

 

Ciudad de Shanghái, República Popular China


“Intentamos determinar lo que es y lo que ha sido,

no lo que debe ser.”

Émile Durkheim

 

Émile Durkheim (1858-1917) dedicó su tesis doctoral al estudio de una cuestión que era motivo de preocupación para sociólogos y economistas: la naturaleza del lazo social, esto es, los vínculos que mantiene unidos a los seres humanos en el marco de una sociedad. 

En la segunda mitad del siglo XIX los cambios provocados por el desarrollo del capitalismo tenían carácter cataclísmico para quienes los  experimentaban en carne propia. Todo parecía contribuir a la desintegración de la sociedad; en especial, el creciente egoísmo de los individuos, algo normal para nosotros, ciudadanos del siglo XXI, pero que resultaba chocante para quienes habían vivido en el marco de comunidades más o menos unidas y que ahora se enfrentaban a la transformación acelerada, con normas y costumbres bien diferentes de las que tenían antes de la transición.

Sin embargo, a pesar de todo, la sociedad no desaparecía. 

¿Cómo era posible la persistencia de los vínculos sociales si los individuos se volvían más y más egoístas, si el individualismo estaba a flor de piel en las calles y en las casas? 

Muchos intelectuales, filósofos y científicos sociales buscaron la respuesta a la pregunta. Algunos de ellos comenzaron a desesperar e invocaron nuevamente a una religión que perdía fuerza a la par que crecía el poder del dinero. Este fue el caso de Auguste Comte (1798-1857), quien a pesar de toda su prédica en favor de la ciencia terminó sus días proclamando la necesidad de una religión positivista, como recurso para evitar los conflictos al interior de la sociedad. 

Otros siguieron un camino diferente y prestaron atención al modo en que las relaciones de producción iban configurando nuevos lazos sociales. Adam Smith (1723-1790), por ejemplo, destacó el rol de la división del trabajo en la conformación de una nueva economía, que no solo producía cantidades crecientes de riqueza sino que también estaba cambiando los vínculos entre las personas. En este sentido, su famosa metáfora de la “mano invisible” del mercado decía mucho más de lo que sus partidarios y sus críticos estaban dispuestos a admitir. Smith comprendió que las acciones de las personas, más allá de sus intenciones egoístas, provocaban efectos no buscados por ellas, efectos que mostraban la existencia de vínculos de nuevo tipo. El economista escocés se limitó a registrar que esos efectos no buscados consistían, sobre todo, en un aumento de la riqueza general de toda la sociedad y que eran consecuencia del incremento de la división del trabajo. Pero esta última quedó confinada al terreno de la economía política. 

Karl Marx (1818-1883) dedicó especial atención al problema de las relaciones sociales en el capitalismo; el cuarto apartado del capítulo primero de El capital (1867), el famoso “fetichismo de la mercancía” , es una muestra de ese interés. Pero Marx era socialista y su obra era ignorada más o menos amablemente, cuando no rabiosamente, por quienes se dedicaban al nuevo campo de las ciencias sociales.

Así eran las cosas cuando un joven científico social francés, Émile Durkheim, vino a poner en el centro del debate la cuestión del lazo social. Lo hizo a través de una obra notable, su tesis doctoral titulada precisamente La división del trabajo social (1893). Allí abordó el problema del papel de la división del trabajo en la conformación de un nuevo tipo de lazos sociales. La ciencia de la sociedad (o sociología en su acepción más limitada) ganó una batalla crucial, pues arrebató a la economía la exclusividad en el tratamiento de la cuestión y, de ese modo, avanzó en el abordaje de la sociedad como totalidad

Aquí nos limitaremos al análisis de la manera en que Durkheim desarrolla el tema de la división del trabajo en el Libro 1 de la obra mencionada. [1]

En el capítulo I del Libro 1 [2], Durkheim se concentra en dos cuestiones: a) determinar en qué consiste la función social de la división del trabajo; b) formular indicadores para estudiar dicha función.


El concepto de función

Antes de poner manos a la obra, se dedica a definir el concepto de función. El asunto tiene su importancia. Durante mucho tiempo se había pensado que las cosas, tanto las humanas como las naturales, tenian un rol preestablecido. Todo lo que sucedía en el universo era parte de un plan, generalmente divino (aunque había versiones laicas), según el cual cada ser y cada cosa formaba parte de un ordenamiento establecido desde el origen de los tiempos por los dioses. Los corolarios de esta concepción eran: a) todo tenía una función en el marco de ese plan; b) las funciones estaban ordenadas en una jerarquía; c) nada ni nadie podía escapar a la función que le correspondía.

La concepción anterior tenía un antagonista que, no obstante, constituía su reflejo invertido: algunos sostenían que el mundo social era producto de la voluntad de las personas, quienes creaban la sociedad y el Estado por medio de un pacto o contrato. 

De todos modos, ya fuese Dios o la voluntad de cada individuo la fuente del ordenamiento social, lo concreto era que cada institución, cada persona, desempeñaba una función preestablecida de antemano.

Durkheim propone un esquema diferente. Para él una función designa “un vínculo de correspondencia que existe entre [ciertos movimientos vitales] y algunas necesidades del organismo” (p. 131) Por eso, “preguntarse cuál es la función de la división del trabajo es entonces preguntarse a qué necesidad corresponde” (p. 131) 

Ahora bien, esta función no responde a una plan establecido de antemano. Durkheim desarrolla una perspectiva diferente, que rechaza el finalismo o la teleología como explicaciones de la división del trabajo:

“No podemos usar las palabras fin u objeto y hablar del propósito de la división del trabajo, porque eso sería suponer que la división del trabajo existe en vista a los resultados que vamos a determinar. Los términos resultados o efectos tampoco pueden satisfacernos, porque no despiertan ninguna idea de correspondencia. Por el contrario, las palabras rol o función tienen la gran ventaja de implicar esta idea, pero sin prejuzgar nada sobre la cuestión de cómo se ha establecido esta correspondencia, si resulta de una adaptación intencional y preconcebida o de un ajuste tardío.” (pp. 131-132)


La división del trabajo como fuente de obligaciones morales

Desde la publicación de La riqueza de las naciones (1776), de Adam Smith, era sabido que la división del trabajo respondía a la necesidad económica de aumentar la productividad de la producción. Pero los economistas no decían nada acerca de las obligaciones morales que, eventualmente, podrían derivarse de la acción de la división del trabajo. 

Durkheim amplía el alcance de la división del trabajo, yendo más allá de la concepción unilateral de la economía política. Para llevar a cabo esa tarea se ve obligado, también, a dejar de lado una concepción limitada de la moral, según la cual ésta estaba constituida por los actos nobles realizados por las personas.. En otras palabras, para los partidarios de esa concepción, un acto moral era un acto digno de elogio.

La moral iba más allá de las acciones individuales. Era un sistema de obligaciones que ejercía coerción sobre las personas.

“El dominio de la ética [3] (...) comprende todas las reglas de acción que se imponen imperativamente a la conducta y a las cuales está ligada una sanción” (p. 135).

En este sentido, 

“La moral nos somete a seguir un camino determinado hacia un fin definido, quien dice obligación dice al mismo tiempo coerción.” (p. 133)

La moral rige las relaciones sociales (es decir, las relaciones que se entablan entre los individuos). Esto es indispensable para coordinar el funcionamiento de esa totalidad compleja que es la sociedad:

“La moral es el mínimum indispensable, lo estrictamente necesario, el pan cotidiano sin el cual las sociedades no pueden existir.” (p. 133)

Ahora bien, de un lado tenemos a la división del trabajo y del otro a la moral. Pero todavía no se ve la ligazón entre ambos fenómenos. Esta cuestión es resuelta en el segundo apartado del capítulo que estamos analizando.

El motivo principal que obstaculiza la percepción de la división del trabajo como creadora de obligaciones morales es la especialización generada por aquella. La especialización profundiza la diferenciación entre las personas, y se consideraba que ella acarreaba incomprensión y alejamiento. En otras palabras, la división del trabajo era fuente de disgregación social.

Durkheim contrarresta el argumento anterior apelando a dos ejemplos sencillos: la amistad y la sociedad conyugal. Se pregunta qué mantiene unidos a los amigos y a los esposos, y llega a la conclusión de que la unión surge no sólo de lo semejante, sino también de lo que es diferente. Dicho de otro modo, la diferencia también genera atracción. Pero ojo, no se trata de cualquier diferencia:

“No hay más que un cierto género de diferencias (...) que se atraen mutuamente: son aquellas que, en lugar de oponerse y excluirse, se completan mutuamente.” (p. 136)

El análisis de la amistad y de la sociedad conyugal lleva a Durkheim a la siguiente conclusión:

“El efecto más notable de la división del trabajo no es que ella aumenta el rendimiento de las funciones divididas, sino que las vuelve solidarias.” (p. 141)

De este modo, la división del trabajo es fuente de lazos sociales. No obstante, era necesario determinar si este análisis podía extenderse a grupos más grandes que el grupo de amigos o la sociedad conyugal. En otros términos, ¿las conclusiones del análisis eran válidas para la sociedad en su conjunto?

La respuesta de Durkheim es afirmativa y, en rigor, la obra está dedicada a proporcionar argumentos en favor de ella. Por el momento, adelanta lo siguiente:

“Se ligan entre sí individuos que, de otro modo, serían independientes; en lugar de desarrollarse separadamente, coordinan sus esfuerzos; son solidarios y con una solidaridad que no actúan sólo en los cortos instantes en los que se intercambian sus servicios, sino que se extiende mucho más allá.” (p. 141)

La división del trabajo es un sistema de relaciones sociales cuya función primordial es mantener la unidad de la sociedad. Ella es la fuente del lazo social.

“Estas grandes sociedades políticas tampoco pueden mantenerse en equilibrio sino gracias a la especialización de tareas; que la división de tareas es la fuente, si no la única, al menos principal, de la solidaridad social.” (pp. 142-143)

El tratamiento durkheimiano de la división del trabajo se concentra, pues, en su función como creadora de lazos sociales. La tesis de Durkheim consiste en plantear que la división del trabajo es la fuente de solidaridad social en el capitalismo.

“[La división del trabajo social] jugaría un rol mucho más importante que el que generalmente se le atribuye [4] (...) Sería por ella - o, al menos, sobre todo por ella - que se vería asegurada su cohesión [de la sociedad]; ella determinaría los rasgos esenciales de su constitución.” (p. 143)

En consecuencia, si la función de la división del trabajo es asegurar la cohesión de la sociedad,

“Esta [división del trabajo social] debe tener un carácter moral, pues las necesidades de orden, de armonía y de solidaridad social pasan generalmente por ser morales.” (p. 143)

Como quiera que sea, enunciar una tesis no implica probar su verdad. Es por ello que Durkheim dedica el último apartado del capítulo 1 a presentar los indicadores que utilizará para demostrar la función social de la división del trabajo.


¿Cómo probar la función social de la división del trabajo? Derecho y conclusión (provisoria).

A diferencia de la producción anual de trigo, o del consumo diario de electricidad, la función social de la división del trabajo no puede medirse de manera sencilla. Sin una medida, aunque sea aproximada, de la intensidad de la acción cohesionante de la división del trabajo, el análisis durkheimiano carece de sustancia científica. Es por ello que, como ocurre en el conjunto de su obra, Durkheim se esfuerza por hallar indicadores de los hechos sociales que estudia.

En el caso de la división del trabajo, el indicador elegido es el derecho [5]:

“Puesto que el derecho reproduce las formas principales de la solidaridad social, no tenemos más que clasificar las diferentes especies del mismo para buscar inmediatamente cuáles son los distintos tipos de solidaridad social que les corresponden. Es probable que exista una que simbolice esta solidaridad específica cuya causa es la división del trabajo.” (p. 147)

Aquí no podemos desarrollar en extenso este tema. Basta con señalar que Durkheim considera que “todo precepto de derecho puede ser definido como una regla de conducta sancionada” (p. 148). De modo que las normas jurídicas pueden clasificarse según el tipo de sanción al que están ligadas. En este sentido, existen dos clase de reglas jurídicas: a) las que contienen sanciones represivas, que “consisten esencialmente en un daño o, al menos, un menoscabo, infligido al agente, al que se proponen herir en su fortuna, en su honor, en su vida o en su libertad, o privarlo de alguna cosa de la que disfruta.” (p. 148); b) las que disponen sanciones restitutivas, que consisten “en volver a poner las cosas en su lugar, en restablecer bajo su forma normal los vínculos perturbados, ya sea volviendo por la fuerza el acto incriminado al tipo del que se ha desviado o anulándolo, es decir, privándolo de todo valor social.” (p. 148)

Durkheim identifica, a partir de lo anterior, dos especies jurídicas: la primera, que contiene sanciones represivas, está conformada por el derecho penal; la segunda, que contiene sanciones restitutivas, abarca el derecho civil, el derecho comercial, el derecho procesal, el derecho administrativo y el derecho constitucional.

La mesa está servida. De ahora en adelante Durkheim se dedicará a averiguar a qué clase de solidaridad social corresponde cada una de las especies del derecho.

Pero eso será materia de otras fichas.

 

Villa del Parque, martes 26 de abril de 2022


NOTAS:

[1] Utilicé la traducción española de Rocío Annunziata: Durkheim, E. [1° edición: 1893]. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires, Argentina: Gorla. 452 pp.

[2] El Libro 1 tiene por título: “La función de la división del trabajo”. El capítulo I, por su parte, se titula: “Método para determinar esta función” (pp. 131-148).

[3] Durkheim usa moral y ética como sinónimos. No obstante, corresponde señalar que la moral puede ser definida como el conjunto de reglas de acción existentes en una sociedad y en una época determinada. En cambio, la ética está constituida por los supuestos que sirven de fundamento a ese conjunto de reglas de acción.

[4] Durkheim reconoce que Comte, en su Curso de filosofía positiva, fue “el primer sociólogo - hasta donde conocemos-  que ha señalado en la división del trabajo algo más que un fenómeno puramente económico.” (p. 143).

[5] Durkheim vuelve a abordar el papel del crimen y del derecho en la investigación sociológica en Las reglas del método sociológico (1895), capítulo III, apartado III.