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miércoles, 26 de enero de 2011

NOTAS DE LECTURA SOBRE "APUNTES PARA LA MILITANCIA" (1964) DE JOHN WILLIAM COOKE (TERCERA PARTE)

La siguiente nota es la continuación de la publicada el domingo 23 de enero:

Antes de comenzar con los comentarios del texto quiero aclarar que esta va a ser una lectura política, que puede ser obviada por aquellos acostumbrados a los trabajos académicos. Una lectura política significa que nuestro objetivo fundamental es aprender de la experiencia de Cooke en la dura tarea de cambiar las condiciones de vida de los sectores populares, para emplear ese conocimiento en el análisis y la transformación de la situación actual de nuestro país.

En estas notas hemos utilizado la versión de los "Apuntes para la militancia" (1964) de John William Cooke (1920-1968), que se encuentra disponible en versión pdf en:www.elortiba.org/pdf/JW_Cooke_Apuntes_para_la_militancia.pdf Todas las citas utilizadas remiten a la paginación del archivo pdf de esa publicación. La obra consta de un pequeño prólogo redactado por Cooke (p. 2), del prólogo que escribieron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde para la edición de los "Apuntes" realizada en 1973 (pp. 3-7), y de tres capítulos: I. Malestar en las bases (pp. 8-11); II. El orden de la jerarquía liberal (pp. 11-22); III. La brisa de la historia (pp. 22-31). Por razones de espacio y porque queremos centrarnos en el análisis de las concepciones de Cooke, hemos dejado de lado el prólogo de Ortega Peña y Duhalde.

A partir de su diagnóstico de las causas de las derrotas de 1955 y de la Resistencia peronista, Cooke comienza a desarrollar las tareas que debían ser encaradas para transformar al peronismo en un partido revolucionario. En primer término está la necesidad de establecer una clara distinción entre los dos tipos de peronismo. Cooke califica a uno de estos tipos de "pejotismo liberal", en tanto que denomina al otro "peronismo revolucionario" (p. 11). Cooke resume ambas posiciones: "Tenemos por un lado el peronismo rebelde, amenazante para los privilegios, y por otra parte, aparatos de dirección en los que predomina una visión burguesa, reformista, burocrática, en lugar de la visión revolucionaria que corresponde a la realidad objetiva del papel que cumple el peronismo en la vida nacional." (p. 10-11).

Como indicamos en las notas anteriores, Cooke sigue considerando que la "burocracia" es la responsable del predominio del "pejotismo liberal". Sin embargo, tanto la descripción de la política propiciada por el "pejotismo liberal", como las propuestas para superar esta situación, adquieren una profundidad mayor que los análisis correspondientes a la burocratización del peronismo en 1946-1955 o el de las causas de la derrota de la Resistencia. Es que en 1964 Cooke estaba profundamente preocupado porque el peronismo se mostraba impotente para derribar al régimen, y era perfectamente conciente de que esa situación fortalecía al por entonces mayoritario "pejotismo liberal". El peronismo podía mutar de "hecho maldito" del país burgués a la "maldición" de todo aquel que se propusiera transformar revolucionariamente las bases de la sociedad argentina.

Cooke entiende que la hegemonía de la "burocracia" se traduce en: a) la concentración en la táctica cotidiana, olvidando la elaboración de una estrategia revolucionaria que tenga como objetivo la toma del poder; b) la tendencia a sustituir el criterio administrativo por el criterio político en la toma de decisiones. El primer punto es fundamental, pues un partido no puede llamarse revolucionario si no elabora una estrategia tendiente a la toma del poder. Cooke está totalmente convencido de que la política gira en torno a la conquista del Estado, y actúa en consecuencia. Así, escribe que el movimiento peronista "no ha logrado (...) dotar a esa vocación de poder de una práctica eficaz. La resistencia no es suficiente: sin contraataque no hay victoria." (p. 10). En otras palabras, no existe ninguna esencia ahistórica que haga que el peronismo sea revolucionario. Al contrario, su carácter perturbador para el régimen capitalista en Argentina se debió a la acción de los trabajadores, que transformaron lo que en sus orígenes era un proyecto centrado en la conciliación de clases en un dolor de cabeza para la dominación de la burguesía. Pero en las condiciones de 1964, con un sindicalismo poderoso y refractario a todo proyecto revolucionario (como era el caso del vandorismo), el peronismo devenía en "pejotismo liberal".

La propuesta de Cooke radica, por tanto, en una vuelta a la lucha de clases. Esto suponía dejar de lado la estrechez de miras de la "burocracia" y pasar a cuestionar todo el orden existente. "Cada vez que se nos cierran los caminos de la semilegalidad, la burocracia declara la guerra. Pero nada más. Esta queda librada a la espontaneidad de sacrificados activistas que oponen una violencia inorgánica, inconexa e insuficiente, frente al potencia y a la técnica siemptre en aumento de los órganos represivos oligárquicos imperialistas. Esta vacancia de conducción dura hasta que viene un nuevo período de soluciones negociadas. Entonces, los que estuvieron en la retaguardia durante el combate pasan a ser la vanguardia en los trámites de la tregua y capitalizan la abnegación de las bases en la mesa de arena de los acuerdismos." (p. 10). La descripción es bien gráfica, pero Cooke sigue sin profundizar en el análisis de las bases sociales de la "burocracia". El sindicalismo de 1964 era bien diferente al de 1945. El vandorismo, centrado en los gremios industriales como la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), se hallaba muy distante de las organizaciones obreras de 1945, cuyo eje eran los gremios del transporte como la UF (Unión Ferroviaria). La sustitución de importaciones había sentado las bases de una industria más concentrada y desarrollada tecnológicamente, contrastando con el predominio de los pequeños talleres en 1945. En este sentido, la sociedad argentina era mucho más compleja en 1964 que en 1945, y su clase obrera se hallaba unificada en un grado tal que era inconcebible para los parámetros del resto de América Latina. El vandorismo se había construido en torno a dichas transformaciones, y expresaba algo más que una "traición" o un "error". Cooke, a pesar de sus aciertos (que no son pocos), no logra comprender el papel que jugaba la "burocracia" en el contexto de 1964. No se trata, por cierto, de un "vacío de conducción", como señala en el texto, sino de una "conducción" (la de la "burocracia") que había vivido la experiencia de la Resistencia, y que había hecho de la integración al régimen burgués la fuente de su poder social. Derrotada la alternativa revolucionaria, los dirigentes sindicales asumieron las funciones que les competían en una sociedad capitalista: negociar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo; también comprendieron que, dado que la relación salarial es parte indisoluble del capitalismo, su poder de negociación se derivaba de la estabilidad del sistema.

Cooke comprendía que para poder derrotar al "pejotismo liberal" era preciso analizar las nuevas condiciones políticas: "si para esos objetivos [soberanía política, independencia económica y justicia social] aplicamos métodos que eran adecuados a una realidad de hace 20 años, la inoperancia desvirtúa y desmiente la fidelidad a los objetivos. Esa manera burocrática de conseguir las cosas, no es ortodoxia peronista, es apenas oficialismo peronista. Una teoría política que se refiere a una realidad, debe cambiar con esa realidad." (p. 27). Estas observaciones son absolutamente correctas, y muestran la distancia existente entre Cooke y los guardianes de una supuesta ortodoxia peronista (la burocracia sindical y los políticos "neoperonistas"), que seguían apelando al discurso de 1945. Pero Cooke no concreta en los Apuntes ningún paso hacia la reformulación de una teoría política revolucionaria adecuada a las condiciones de 1964.

En los Apuntes queda claro que es imposible revivir el "frente policlasista antiimperialista" conformado al calor de la movilización obrera del 17 de octubre (esto es, un frente en el que la clase obrera ocupaba una posición subordinada en lo que hace a la toma de decisiones). Cooke asumía asía una posición que lo ubicaba a años-luz de la dirigencia de su movimiento, incluido el mismo Perón. (2) Su afirmación sobre la imposibilidad de volver a contar con los militares en ese frente es verdaderamente antológica (p. 30), teniendo en cuenta la verdadera adoración que muchos dirigentes sindicales manifestaban por los uniformes. En los Apuntes Cooke plantea implícitamente que el movimiento peronista tenía que dejar de lado el policlasismo y conformar un movimiento dirigido por la clase obrera; esta concepción trascendía los límites históricos y sociales del peronismo. Sus referencias a la lucha de clase demuestran cuánto había avanzado en la dirección de una política revolucionaria (que superaba el tradicional reformismo del peronismo). Pero Cooke no logra ir más allá en esa dirección, por lo menos en el texto que estamos comentando.

En las notas anteriores ya mencionamos cómo la "burocracia" le sirve a Cooke de herramienta teórica para eludir la construcción de un análisis centrado en la lucha de clases. Aquí corresponde agregar que Cooke también sigue anclado en las coordenadas de 1945, pues no dedica ni una sola línea a examinar los cambios experimentados por la sociedad argentina entre 1945 y 1964. El enorme avance de la sustitución de importaciones (potenciada por el desarrollismo frondicista) y la conformación de una clase obrera industrial moderna, quedan fuera del horizonte de los Apuntes (sin negar algunas intuiciones geniales que hemos señalado en el texto). Esta ausencia debilita el análisis de Cooke y le impide comprender en toda su complejidad el papel jugado por la burocracia sindical.


Por último, las debilidades teóricas expuestas en el párrafo anterior se traducen en el plano de la práctica política en la posición cada vez más marginal que ocupaba Cooke en el movimiento peronista. Luego de la derrota de la Resistencia, y de la estabilización del régimen burgués, Perón dejó de lado la vía insurreccional como camino para retomar el poder. A partir de ese momento, la izquierda peronista le fue útil como instrumento táctico para presionar a la burocracia sindical cuando ésta se volvía demasiado independiente. Pero quedó clausurada, por lo menos hasta después del Cordobazo (1969), la posibilidad de conformar una izquierda peronista con capacidad de acción independiente. Cooke nunca se conformó con ser un mero instrumento de Perón, pero tampoco se decidió a romper con Perón. Cada vez más aislado políticamente, únicamente su adhesión a la Revolución Cubana lo salvó del desierto de la soledad política.

Mataderos, jueves 27 de enero de 2011

NOTAS:

(1) Hay que acotar que esta distinción lleva implícita la necesidad de reformular la tesis del "equilibrio" entre el régimen burgués y la masa peronista. El reconocimiento del predominio del "pejotismo liberal" obliga a reconocer que la noción de equilibrio oscurece la posición de dominio que detentaba la burguesía, y que se expresa, por ejemplo, en que a lo largo de la década del ´60 los sectores populares no formularon proyectos alternativos al modelo de sustitución de importaciones.


(2) Hay que recordar que en 1973 Perón planteó una reedición del "frente policlasista" a través del Acuerdo Social entre la CGT, la CGE y el Estado. Los sucesos posteriores mostraron rápidamente hasta qué punto se encontraba agotada dicha fórmula.

domingo, 23 de enero de 2011

NOTAS DE LECTURA SOBRE "APUNTES PARA LA MILITANCIA" (1964) DE JOHN WILLIAM COOKE (SEGUNDA PARTE)

La siguiente nota es la continuación del comentario iniciado en la nota publicada el viernes 21 de enero: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2011/01/notas-de-lectura-sobre-apuntes-para-la.html

Antes de comenzar con los comentarios del texto quiero aclarar que esta va a ser una lectura política, que puede ser obviada por aquellos acostumbrados a los trabajos académicos. Una lectura política significa que nuestro objetivo fundamental es aprender de la experiencia de Cooke en la dura tarea de cambiar las condiciones de vida de los sectores populares, para emplear ese conocimiento en el análisis y la transformación de la situación actual de nuestro país.

En estas notas hemos utilizado la versión de los "Apuntes para la militancia" (1964) de John William Cooke (1920-1968), que se encuentra disponible en versión pdf en:www.elortiba.org/pdf/JW_Cooke_Apuntes_para_la_militancia.pdf Todas las citas utilizadas remiten a la paginación del archivo pdf de esa publicación. La obra consta de un pequeño prólogo redactado por Cooke (p. 2), del prólogo que escribieron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde para la edición de los "Apuntes" realizada en 1973 (pp. 3-7), y de tres capítulos: I. Malestar en las bases (pp. 8-11); II. El orden de la jerarquía liberal (pp. 11-22); III. La brisa de la historia (pp. 22-31). Por razones de espacio y porque queremos centrarnos en el análisis de las concepciones de Cooke, hemos dejado de lado el prólogo de Ortega Peña y Duhalde.

El núcleo del texto de Cooke consiste en la búsqueda de un camino que permita transformar al Movimiento peronista, superando las causas que lo llevaron a la derrota de 1955.

El punto de partida es el reconocimiento de que "estamos en un equilibrio: el régimen que no tiene fuerza para institucionalizarse pero sí para mantenerse mientras el peronismo y la masa popular y otras fuerzas tiene suficiente potencia para no dejarse institucionalizar, pero no para cambiarlo." (p. 31). No tenemos espacio aquí para discutir extensamente la noción de "equilibrio" (que en algunos estudios académicos de la época aparecía bajo la denominación de "empate hegemónico"), pero cabe decir que bajo este término se hace referencia a una situación en la que las clases dominantes, si bien detentan el control del aparato estatal, carecen de la fuerza suficiente para doblegar a las clases subordinadas e imponerles sus planes de racionalización capitalista (en otras palabras, intensificar la explotación de la fuerza de trabajo). Al mismo tiempo, las clases subordinadas poseían el poder suficiente como para limitar el avance de la burguesía sobre sus condiciones de vida, pero no tenían la fuerza para derribar el orden capitalista e imponer un modelo alternativo de sociedad. Ahora bien, hay que decir que la caracterización formulada por Cooke es parcialmente correcta y no sirve para expresar la complejidad de la situación política y de la lucha de clases en la Argentina de 1964. La noción misma de "equilibrio" oculta el hecho fundamental de que el sindicalismo (la principal fuerza social con la que contaba el peronismo en ese momento) se hallaba cada vez más integrado al régimen imperante, a punto tal de que su máximo dirigente, Augusto Timoteo Vandor (1923-1969) había comenzado a construir un "peronismo sin Perón". En otras palabras, la noción de "equilibrio" es engañosa, pues tiende a presentar una situación estática, mientras que en la política real todo equilibrio es necesariamente inestable y sujeto a transformación constante. En 1964 el grueso del Movimiento peronista había dejado atrás los ideales de la Resistencia, convirtiéndose en una fuerza mucho menos subversiva para el orden existente. En este punto, cuanto se leen los "Apuntes" hay que distinguir entre el Cooke militante, que se ve obligado a transmitir la confianza en la victoria "inevitable" del movimiento, y el Cooke teórico político (que se entienda, era justamente su militancia la que lo llevaba a hacer teoría, y no a la inversa, como suele suceder en el mundo académico), que percibe, y usa para ello la noción expresiva de "malestar", que el régimen ha logrado consolidarse y que sólo podrá ser derrotado elevando la calidad de la actividad política de los sectores populares.

Para Cooke era preciso construir una teoría y una organización política capaz de quebrar el equilibrio en favor de la clase obrera (recordar que para Cooke "masa peronista" y "clase obrera" son términos intercambiables). Cooke es perfectamente consciente de que el tiempo no juega a favor del peronismo: "Mientras [el peronismo] no encuentre la política que lleve a conseguirlo [a quebrar el equilibrio], prorroga la vigencia del régimen, y simultáneamente se debilita internamente."(p. 9.). Con esta afirmación Cooke muestra todo lo engañoso que hay en la noción de "equilibrio" aplicada a la coyuntura de 1964. Para Cooke estaba cada vez más claro que si el peronismo no se transformaba en un partido revolucionario, la victoria del régimen burgués era segura, por más referencias al "equilibrio" y al "empate hegemónico" que se hicieran. También Cooke llega a percibir que el peronismo estaba mal preparado para dar un salto cualitativo y transformarse en un partido revolucionario. (1) El énfasis que pone en el carácter "policlasista" del "frente antiimperialista" que dió la victoria al peronismo en 1945-1946, y las referencias a la posterior "burocratización" del mismo, así como también la relación cada vez más estrecha que establece entre "masa peronista" y clase obrera", demuestran que Cooke consideraba que no podía llegarse a la victoria con una teoría y una práctica políticas centradas en la reconstitución (por obra y gracia de las dotes de "conductor" de Perón) de ese frente policlasista en las condiciones de 1945. Después de 1955 y de la derrota de la Resistencia, el partido revolucionario tenía que articularse en torno a la clase obrera, pues ésta era el único sector social que se había opuesto de manera consecuente al régimen burgués instaurado en 1955.

¿Cuáles son las causas por las que el peronismo no podía quebrar el "equilibrio" vigente a partir de 1955?

Para Cooke el problema está en la vigencia de una "concepción burocrática" en el seno del Movimiento, derivada del proceso de burocratización experimentado por el mismo en 1946-1955 (hicimos referencia a este proceso en la nota anterior). El predominio de esta concepción burocrática es descripto en estos términos: "entre los anhelos de tomar el poder y los episodios de nuestra lucha, no se ve la relación de una estrategia que avance hacia los objetivos últimos. Se organiza lo táctico, pero sin integrarlo en una política que, por arduo que sea el camino que señale, presente la revolución como factible, como meta hacia la cual marchamos." (p. 8-9). En otras palabras, Cooke se da cuenta de que el sindicalismo peronista (y esto también es aplicable a los políticos involucrados en los distintos partidos "neoperonistas") ha renunciado al objetivo último, que es la toma del poder por la "masa peronista", y ha pasado a privilegiar sus objetivos particulares. Otra vez, como en el análisis de las causas de la derrota en 1955, Cooke deja de lado el análisis centrado en la lucha de clases y hace de la burocracia un recurso multiuso que le permite explicar las limitaciones e insuficiencias del movimiento peronista sin verse obligado a discutir el carácter mismo del proyecto peronista. Sin embargo, como ya lo hemos señalado en la nota anterior, la agudeza con la que Cooke analizar la acción del peronismo le permite trascender en varios pasajes la superficialidad de este análisis. El pasaje que hemos citado al comienzo de este párrafo es una buena muestra de ello, y brinda elementos para elaborar una crítica más profunda de la actuación del peronismo a mediados de la década de 1960.

Cooke está convencido de que el peronismo sólo podía vencer si superaba las concepciones y las formas organizativas de 1945. La ausencia de una política revolucionaria se traducía en el oportunismo y en la aceptación del statu quo. Y es la burocracia (el sindicalismo vandorista, el neocorporativismo de José Alonso, los partidos "neoperonistas") quien capitalizaba la incapacidad del peronismo para convertirse en un partido revolucionario. En el texto hay que volver a distinguir dos planos en el análisis que hace Cooke. En tanto militante, Cooke se esfuerza por mostrar el carácter inevitable de la victoria del movimiento peronista, remitiendo en última instancia a la "misión histórica" (p. 2) de la "masa peronista" (en este punto cabe apuntar que procede de la misma forma que la izquierda a la que critica, pues parte de un sujeto revolucionario que se encuentra más allá de la historia, la "masa peronista" cuya misión histórica es la liberación de la explotación nacional e internacional). Pero, cuando Cooke hace referencia a algunos rasgos del "equilibrio" existente en la política argentina de la época, aparecen elementos que cuestionan esta visión simplista.

Mataderos, domingo 23 de enero de 2011


NOTAS:

(1) El acercamiento de Cooke a la Revolución Cubana y su estadía en Cuba fueron elementos importantes en su evaluación de la derrota de la Resistencia. La experiencia cubana mostró los obstáculos que había que remover para construir un partido revolucionario.

viernes, 21 de enero de 2011

NOTAS DE LECTURA SOBRE "APUNTES PARA LA MILITANCIA" (1964) DE JOHN WILLIAM COOKE (PRIMERA PARTE)

Antes de comenzar con los comentarios del texto quiero aclarar que esta va a ser una lectura política, que puede ser obviada por aquellos acostumbrados a los trabajos académicos. Una lectura política significa que nuestro objetivo fundamental es aprender de la experiencia de Cooke en la dura tarea de cambiar las condiciones de vida de los sectores populares, para emplear ese conocimiento en el análisis y la transformación de la situación actual de nuestro país.


En estas notas hemos utilizado la versión de los "Apuntes para la militancia" (1964) de John William Cooke (1920-1968), que se encuentra disponible en versión pdf en: www.elortiba.org/pdf/JW_Cooke_Apuntes_para_la_militancia.pdf Todas las citas utilizadas remiten a la paginación del archivo pdf de esa publicación. La obra consta de un pequeño prólogo redactado por Cooke (p. 2), del prólogo que escribieron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde para la edición de los "Apuntes" realizada en 1973 (pp. 3-7), y de tres capítulos: I. Malestar en las bases (pp. 8-11); II. El orden de la jerarquía liberal (pp. 11-22); III. La brisa de la historia (pp. 22-31). Por razones de espacio y porque queremos centrarnos en el análisis de las concepciones de Cooke, hemos dejado de lado el prólogo de Ortega Peña y Duhalde.

El "disparador" de los "Apuntes" de Cooke es el reconocimiento del fracaso de la Resistencia peronista, de su incapacidad para derrotar al régimen surgido del golpe de 1955. Esto llevó a Cooke a plantear los límites mismos del proyecto peronista y a discutir los principios básicos de la estrategia política del movimiento peronista. El "malestar" a que alude en el primer capítulo es el que experimentaban muchos de los militantes más lúcidos del peronismo, que veían la creciente integración de los sindicatos peronistas a un régimen político que excluía al movimiento del que formaban parte esos sindicatos. Así, bajo el término de "burocracia" Cooke engloba a toda la dirigencia que estaba "traicionando" la "misión histórica" del peronismo. (1)


Cooke rememora la historia de la Resistencia, y recuerda que en 1955 "la reconquista del poder nos parecía próxima e inexorable" (p. 8). En 1964 la situación era bien diferente, y muchos militantes abrigaban "sospechas sobre la actitud del Movimiento para doblegarlo [al régimen]" (p. 8); Cooke reconoce que inclusive ha surgido el interrogante de "si no estaremos malogrando tanto sacrificio" (p. 8).


Para poner en contexto las inquietudes e incertidumbres de Cooke hay que decir que, hacia 1964, los militantes que habían protagonizado la Resistencia peronista (1955-1958 y 1959-1960) se hallaban dispersos, y muchos de ellos estaban desmoralizados y habían abandonado la actividad política o se reciclaron en las filas de la emergente burocracia sindical (cuyo exponente más acabado era el vandorismo). Las luchas contra la dictadura de Aramburu-Rojas y el gobierno de Frondizi demostraron tanto la capacidad del movimiento obrero para resistir la campaña de desperonización y los planes de racionalización capitalista del proceso de trabajo; sin embargo, también quedó claro que la Resistencia peronista era impotente para abatir el nuevo régimen. Aquí hay que ubicar el punto de partida de las reflexiones de Cooke.


Cooke sostiene que en 1955 se produjo el triunfo del régimen burgués como consecuencia de la disgregación del "frente policlasista antiimperialista" que se había conformado en torno a Perón en 1945. En 1955 "la única fuerza real con que contaba el peronismo (...) era la clase obrera" (p. 28). Frente a ella se hallaba "una tremenda coalición nacional e internacional" (p. 29). ¿Cómo se llegó a esta situación? Cooke elabora una respuesta compleja, que remite a dos niveles de análisis, y que lo lleva a cuestionar, paradójicamente, la naturaleza misma del movimiento peronista.


En un primer nivel, se encuentra el estado de la lucha de clases hacia 1945. Cooke sostiene que la genialidad política de Perón residió en la "forma perfecta" en que planteó el problema nacional, condensada según Cooke en la frase: "Cien años de explotación interna e internacional han creado un fuerte sentimiento libertario en el espíritu de las masas populares." (p. 28). Es ese espíritu libertario el que explica la explosión del 17 de octubre y el papel central jugado por la clase obrera en la conformación del "frente policlasista antiimperialista"; es, justamente, la incomprensión de este estado de las masas populares (que remite a su experiencia de luchas durante la década del ´30) la que colocó a la izquierda en una situación de fuera de juego. Para Cooke es claro que el objetivo de las masas peronistas era la liberación de la explotación nacional e internacional. Ahora bien, y esto es soslayado por Cooke, no eran los trabajadores los que tenían el control del "frente policlasista". Llegados a este punto, es preciso hacer referencia al segundo nivel de análisis. Cooke achaca a la "burocracia" la responsabilidad por la disgregación del frente policlasista que dió el triunfo al peronismo en 1946.


¿Qué es y cómo surgió esta burocracia? Hay que decir que Cooke deja de lado en este punto la lucha de clases, y afirma que la burocracia surge del mismo ejercicio de las tareas gubernamentales por el peronismo: "el partido y la administración y gran parte del sindicalismo sufrieron un proceso de burocratización (...) se transformó en una esclerotizada estructura burocrática donde cualquier recomendado por el mismo podía ir de gerente de una empresa, como interventor del partido. Se identificaron las tareas administrativas con las tareas políticas y lógicamente en estos casos se produce una cierta degeneración: cualquier burócrata firma un decreto y cree que ha contribuido a la grandeza de la nación..." (p. 29). Además, sostiene que una de las causas de la burocratización fue "el mal proceso de selección" de los funcionarios. Así, mientras que "el sentimiento libertario" de las masas peronistas en 1945 era consecuencia de la lucha de clases, la burocratización del movimiento a partir de 1946 obedecía a causas ajenas a la lucha de clases. En ningún momento Cooke hace referencia a la creciente verticalidad de la conducción de Perón, que lo llevó a exigir la disolución del Partido Laborista en 1946, y a presionar por la renuncia de Luis Gay como Secretario General de la CGT en enero de 1947. Sin entrar aquí al añejo debate sobre el bonapartismo, está claro que, en condiciones de una economía capitalista, un frente policlasista con una importante participación de la clase trabajadora sólo puede mantenerse unido si posee una conducción capaz de evitar el "desborde" de los descamisados. La burocratización no surge en el vacío sino que expresa ella misma la lucha de clases.


En definitica, el proceso que Cooke describe de modo superficial es el resultado de los límites del proyecto político del primer peronismo. Conformado como "frente policlasista" en 1945, al calor de una coyuntura nacional e internacional muy peculiar, en sus primeros años pagó su deuda con la movilización obrera del 17 de octubre conformando una clase trabajadora unificada y conciente de su fuerza. Pero, hacia fines de la década del '40, el impulso del proyecto comenzó a agotarse y cada vez más se fueron perfilando dos alternativas. O bien en el peronismo se volvían hegemónicos los sectores burgueses, y el movimiento llevada adelante un proceso de racionalización capitalista que llevaría a echar por tierra muchas de las conquistas populares. O bien el peronismo se trasformaba en un movimiento revolucionario dirigido por la clase obrera. Perón, que en un sentido había sido creado por la clase trabajadora el 17 de octubre, no se resolvió por ninguna de estas alternativas. El resultado es conocido: la disgregación del "frente policlasista" y la capitulación frente a los golpistas en septiembre de 1946.


A pesar de las deficiencias de su análisis, Cooke es demasiado sagaz como para no percibir el contenido de clase del proceso que llevó a la derrota de 1955. En un pasaje clave escribe "todos los lamentos póstumos sobre las milicias obreras, para mí son simples especulaciones fantasiosas. Porque no se puede armar la clase trabajadora para que defienda a su régimen y al otro día decirle: Bueno m'hijo, devuelva las armas y vaya a producir plusvalía para el patrón. La milicia obrera y la defensa del régimen implicaba cambios sociales." (p. 29). Cooke vuelve aquí al terreno de la lucha de clases, pero al hacer esto se ve obligado a reconocer que el peronismo, entendido como "frente policlasista" en el que la hegemonía no estaba en manos de la clase trabajadora, no podía llevar adelante "cambios sociales" necesarios para enfrentar victoriosamente al golpe. En 1955 se da la paradoja de que, para vencer, el peronismo tenía que dejar de ser peronismo (por lo menos en el sentido en que lo había sido en 1946-1955).


Con su habitual franqueza, Cooke reconoce que en 1955 "la lucha de clases estaba agudizada, pero el régimen peronista seguía planteando el problema del país, como si todavía existiese el frente policlasista antiimperialista del año 1945, con Perón como General en Jefe, y ese frente ya estaba desintegrado." (p. 28). Cooke no es consecuente en el análisis y no llega a plantear que esta lectura de la situación no fue un error de Perón, sino el resultado de la percepción por éste de los límites del peronismo. Perón sabía que para conservar el poder en 1955 tenía que dejar de ser peronista, cosa que estaba fuera de su menú de opciones. Cooke refleja algo de lo imposible de esta situación cuando dice: "lo insólito es que si bien el general Lucero es lógico que creyera en la palabra de honor de sus camaradas, qué diablos tenía que depender la clase trabajadora de la palabra de honor de algún militar, si la única fuerza real con que contaba eran sus propios puños y su propia fuerza. Y aunque el peronismo no era un régimen del proletariado, tampoco era la dictadura de la burguesía." (p. 28-29). En la coyuntura de 1955 el peronismo había dejado de ser útil tanto para la clase obrera, pues era impotente para aplastar el golpe reaccionario y preservar así las conquistas obtenidas en 1946-1955, como para la burguesía, pues no le ofrecía ninguna garantía de poner en caja a los trabajadores para aumentar la productividad.
(Continuará)
Buenos Aires, viernes 21 de enero de 2011
NOTAS:

(1) Cooke afirma que la "misión histórica" de la masa peronista es "liberar nuestra patria de la explotación nacional e internacional" (p. 2). Hay que aclarar que para Cooke la "masa peronista" es un término intercambiable con el de "masas obreras".