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lunes, 31 de agosto de 2015

LAS ELECCIONES EN TUCUMÁN Y LA CUESTIÓN DE LA DEMOCRACIA POLÍTICA

En los análisis políticos del trotskismo argentino juega un papel central la noción de crisis política, que suele ser equiparada al agotamiento del capitalismo y su imposibilidad por ofrecer concesiones a los trabajadores y demás sectores populares. La crítica a fondo de esta posición requiere un trabajo extenso, que no estamos en condiciones de realizar en este momento. Sin embargo, y dada la urgencia política de la cuestión (formular un diagnóstico equivocado implica elaborar una línea política errada), es conveniente desarrollar las consecuencias que tiene la mencionada noción en la caracterización del papel del Estado en la coyuntura actual.

Los recientes sucesos de Tucumán ofrecen la oportunidad de realizar el análisis mencionado en el párrafo anterior. Como es sabido, las elecciones celebradas en esa provincia el pasado 23 de agosto (que dieron el triunfo al candidato kirchnerista a la gobernación de la provincia, Manzur) estuvieron teñidas por denuncias de fraude y diversos hechos violentos (varios militantes del Partido Obrero fueron detenidos – al momento de escribir estas líneas siguen presos – por defender las urnas en uno de los lugares de votación). Además, el 24 de agosto la policía tucumana reprimió ferozmente una manifestación en la plaza central de la capital de la provincia.

Marcelo Ramal, uno de los principales dirigentes del Partido Obrero, se refirió así a lo acaecido en Tucumán: “Lo que puso de manifiesto Tucumán excede por mucho a una «crisis de representación». Es el agotamiento del propio Estado, como lo plantea la propuesta de Manifiesto que discute la mesa del Frente de Izquierda. La democracia política solamente puede ser lograda por un gobierno de los trabajadores.” (Prensa Obrera, 27/08/2015).

Ramal dice expresamente que lo ocurrido no es una “crisis de representación”, esto es, el cortocircuito entre los partidos burgueses y sus votantes (el fraude expresa esta crisis, porque indica que los partidos tienen que recurrir a procedimientos ilegales para atribuirse el voto de los ciudadanos). Va mucho más allá y sostiene que es el Estado quien está “agotado”.

¿Qué debemos entender por “agotamiento del Estado?

Antes de responder la pregunta es necesario tener en claro cuáles son las funciones del Estado en una sociedad capitalista. En primer lugar, el Estado ejerce la representación de los intereses del conjunto de la clase capitalista, más allá de que en tal o cual momento determinado esté controlado por alguna/s fracción/es de la misma. Frente a las tendencia de cada capitalista individual de privilegiar sus intereses particulares por sobre los del conjunto de su clase, el Estado se yergue como el capitalista colectivo, que pone límites al egoísmo individual y estabiliza el sistema en su conjunto. El ejercicio de esta función hace que el Estado deba enfrentarse a fracciones de la burguesía para preservar la reproducción del sistema; al hacer esto, refuerza su propia legitimidad, porque aparece como el representante de los intereses del conjunto de la sociedad. En segundo lugar, el Estado es el instrumento de dominación que permite la explotación de los trabajadores por la clase dominante; sin Estado no hay apropiación del plusvalor por la clase capitalista. Para cumplir esta función, el Estado emplea no sólo la violencia, sino el otorgamiento de concesiones y la producción de una ideología que fomenta la fragmentación de las luchas de los trabajadores (de hecho, en condiciones normales de dominación capitalista, la violencia es un recurso secundario). En síntesis, en ambas funciones el Estado se desempeña como el capitalista colectivo: en el primer caso, enfrentando a las distintas fracciones de la burguesía; en el segundo caso, haciendo frente a los trabajadores y demás sectores populares.

Si tomamos literalmente la afirmación de Ramal, el “agotamiento del Estado” significa que éste se halla imposibilitado de cumplir con las dos funciones mencionadas en el párrafo anterior. Nada de eso ha ocurrido. El Estado conserva su función de regular la economía en interés del conjunto de la clase dominante. En este punto, Ramal debería mostrar de qué manera los distintos episodios de fraude electoral mellan esta función, pero no emprende esta tarea en su artículo. El Estado conserva también su capacidad de controlar, mediante la represión, las concesiones y la ideología, a la clase trabajadora. Una aclaración. Esta capacidad de control tiene por objetivo evitar que la clase obrera cuestione la propiedad privada de los medios de producción (la cuestión de la que no se habla bajo el capitalismo). Ahora bien, aun aceptando que los trabajadores tucumanos se hubieran volcado masivamente a las calles para repudiar el fraude y exigir la convocatoria de nuevas elecciones, ¿en qué medida esto demuestra el agotamiento de la capacidad del Estado para controlarlos? De hecho, quienes canalizan el reclamo por el fraude electoral son políticos que representan a la burguesía (la UCR y el PRO). Ramal confunde una impugnación al personal que ejerce el gobierno en Tucumán (¿es preciso aclarar que el actual gobernador – Alperovich – y el candidato “vencedor” en las elecciones – Manzur – representan lo más podrido de la burguesía argentina?) y a los mecanismos de selección del mismo (las elecciones fraudulentas) con la puesta en discusión de las reglas (capitalistas) del juego político.

Ramal también afirma que “la democracia política solamente puede ser lograda por un gobierno de los trabajadores”. Tal como está formulada, la afirmación es radicalmente falsa. La democracia política es uno de los mecanismos de dominación de la burguesía, pues implica separar al ciudadano (que ejerce su derecho de voto cada n años o n meses) del trabajador que es explotado en la producción (¿se vota en la fábrica, en la oficina, en la casa de comercio?). La democracia política establece el límite entre lo que podemos elegir (quién será la cara visible del gobierno de la burguesía) y aquello que debemos aceptar sin remedio (la explotación capitalista). Desde el punto de vista de los trabajadores, la democracia tiene sentido en la medida en que sea abolida la propiedad privada de los medios de producción y se elimine así la separación entre el ciudadano y el trabajador. Esto no puede ser logrado de ninguna manera bajo el capitalismo. En todo caso, la lucha en Tucumán es por lograr condiciones transparentes para el ejercicio del sufragio. De ningún modo vamos a negar que eso sea importante para los trabajadores, pero hay que tener presente en todo momento que el sufragio “transparente” puede lograrse bajo las condiciones del capitalismo; de ahí que los políticos burgueses (muchos de los seguidores del candidato opositor Cano, militaron hasta cinco minutos atrás con el prócer Alperovich) sean quienes están en mejores condiciones para canalizar las movilizaciones del pueblo tucumano.

Por último, al terminar de escribir estas líneas José Kobak, dirigente del Partido Obrero, y Santiago y Alejandro Navarro, militantes del Polo Obrero, se encuentran detenidos por defender las urnas de votación en la localidad de Los Ralos (Tucumán). Además de exigir su libertad, queda claro cuál es el carácter de nuestra democracia: mientras que Alperovich y su clan se dedicaron alegremente a hacerse ricos, los militantes populares terminan presos por defender la democracia.



Villa del Parque, lunes 31 de agosto de 2015

sábado, 15 de noviembre de 2014

LA IZQUIERDA CLASISTA, EL PROBLEMA DEL PODER Y EL CMOI

Pez López / Ariel Mayo


“¿Juré de rodillas en la sala capitular del Cabildo, que no iría más lejos
que mi propia sombra, que nunca diría ellos o nosotros?
Juré que la Revolución no sería un té servido a las cinco de la tarde.”
Andrés Rivera, La revolución es un sueño eterno

El acontecimiento político más significativo del año es el ascenso de la izquierda clasista, cuya expresión más acabada es el FIT (Frente de Izquierda y los Trabajadores). El golpe militar de 1976 clausuró el ciclo de ascenso revolucionario iniciado con el Cordobazo (1969) y diezmó los cuadros de la izquierda. Las características del régimen democrático iniciado en 1983 se derivan directamente de esa derrota formidable del movimiento obrero y de la izquierda. Por razones que no podemos desarrollar aquí, la izquierda clasista fue incapaz de revertir la derrota en las tres décadas que siguieron a 1983; su peso político se encontró reducido al mínimo, tanto en lo que respecta a su influencia en el movimiento obrero como en resultados electorales. La conformación del FIT fue el intento más importante para revertir esa tendencia; los resultados electorales de 2013 confirmaron el acierto en la decisión de conformarlo, pues por primera vez en décadas, la izquierda clasista obtuvo representación parlamentaria, tanto a nivel nacional como provincial. En lo que va de 2014, la izquierda ha tenido una acción relevante en los conflictos entre capital y trabajo; en los paros generales llevados adelante en el año le cupo a la misma llevar adelante la movilización y la acción en las calles, frente a la pasividad de la burocracia sindical.

El 8 de noviembre, convocado por el Partido Obrero, se realizó en el Luna Park el Congreso del Movimiento Obrero y la Izquierda (CMOI). La concurrencia, muy numerosa, reflejó el crecimiento, en términos cuantitativos y en influencia política, de la izquierda clasista. Ahora bien, el análisis de las resoluciones del CMOI no puede hacerse por separado del contexto político en que se llevó a cabo.

A lo largo de este año, la crisis del modelo de acumulación instaurado por el kirchnerismo en 2003 es innegable. Si bien el conjunto de la burguesía está de acuerdo respecto al contenido del ajuste a implementar, no es así en la cuestión referida al personal político que la  llevara a cabo. Esta situación genera tensiones, en parte por la magnitud del ajuste a realizar y la posible resistencia de los trabajadores.  Varios voceros de la burguesía advirtieron sobre la naturaleza del ajuste a implementar:

Hugo Moyano declaró: “el futuro gobierno que venga, cualquiera sea, necesitará del respaldo de toda la sociedad y no solamente del movimiento obrero, porque de acuerdo a cómo van las cosas, va a tener que producir ajustes muy duros" (La Nación, 16/10/2014). Por su parte, Joaquín Morales Solá afirmó: "¿Cambiarán las cosas con el próximo gobierno? Seguro que sí. Ninguno de los candidatos actuales promueve la continuidad de las manías kirchneristas. Otra cosa es el enorme conflicto social que deberá enfrentar para cambiar las políticas y los números. Al derroche económico se agregó en los últimos años el intenso desorden social y laboral, concebido ya como un derecho definitivamente adquirido." (La Nación, 9/11/2014).

La crisis agudiza la desigualdad social, que no cedió durante “década ganada”, aumentando la violencia en la sociedad. En este punto, cabe decir que, en paralelo al ascenso de la izquierda clasista, el crecimiento de las tendencias reaccionarias en nuestra sociedad, expresada en fenómenos tan disímiles como los linchamientos de la primera parte del año y la demanda de “mano dura” contra la delincuencia, fue abrumador. Estas tendencias fueron azuzadas por el mismo kirchnerismo, a través del Secretario de Seguridad, Sergio Berni.

De esta manera, el contexto en que se realizó el CMOI estuvo marcado no sólo por el ascenso de la izquierda clasista, sino también por la presión hacia un mayor ajuste, por la demanda de poner coto a las acciones del movimiento obrero, por la difusión de ideas reaccionarias que achacan a los pobres y a los extranjeros la responsabilidad por los males de la sociedad.

En este marco, Fernando Rosso dedicó su artículo “El Partido Obrero en el Luna Park y el discurso de Jorge Altamira” (La Izquierda Diario, 9/11/2014) a comentar el CMOI. Se trata de un texto minado de falencias y de escueto análisis político, sobre todo porque su objetivo fundamental no es el examen de las resoluciones del CMOI o del discurso de Jorge Altamira, como dice el título de la nota, sino promover las precandidaturas de varios dirigentes del PTS. De hecho, Rosso procede en su artículo sin tomar en cuenta el contexto específico en el que se reunió el CMOI. Esto hace que su artículo esté envuelto en cierto aire de irrealidad, pues en un contexto de agudización de la lucha de clases, Rosso se concentra en la “instalación” de la “figura” de un precandidato para el 2015, sin tomar en cuenta que el momento exige de la izquierda clasista algo más que contar los porotos para las elecciones del año próximo.

A grandes rasgos y para sistematizar, el artículo gira en torno a dos equívocos básicos.

El primero, mencionado arriba, radica en el papel secundario que Rosso adscribe al CMOI y al discurso de Altamira frente a la defensa y propaganda de la precandidatura presidencial de Nicolás Del Caño. Es por eso que califica al CMOI de acto electoral, convocado, a su criterio, solamente para proclamar públicamente la candidatura presidencial de Jorge Altamira ya que de esta manera justifica su proclamación principal concentrada en la precandidatura de Del Caño. El equívoco encuentra su expresión más concreta en el hecho de que la mitad del escrito se concentra en temas electoralistas. Nada hay de malo en esto, salvo que no parece muy acertado en un artículo que dice estar dedicado a otra cosa, esto es, al análisis de un Congreso convocado por la principal fuerza política de la izquierda clasista. Perdiendo de vista, además, el actual contexto donde los políticos burgueses están sopesando la magnitud del ajuste a aplicar.

El segundo equívoco refuerza al anterior. Lejos de un examen cuidadoso de las resoluciones del Congreso, Rosso desvía su argumentación hacia la afirmación de que el PTS posee una práctica tanto más exitosa a nivel político y fabril que el resto de las fuerzas del FIT. Es por eso que procura convertir a los conflictos en los que el PTS ha tenido una participación destacada, en los episodios fundamentales de la lucha de clases. En la versión extrema de esta concepción, Lear es todo el movimiento obrero argentino.

Rosso pasa por alto que las luchas obreras en 2014 han terminado, por lo general, en derrotas, y que el conflicto en Lear está muy lejos de ser una experiencia victoriosa (por supuesto, esto no va en desmedro de la capacidad de lucha mostrada por los trabajadores). El autor desarrolla el objetivo de presentar y demostrar que el PTS es la fuerza que más ha crecido entre los integrantes del FIT y que, por tanto, corresponde revisar los acuerdos iniciales del Frente, modificando así la relación de fuerzas al interior del mismo.

El resto del artículo sirve de relleno a los objetivos que se encuentran detrás de los dos equívocos presentados en los párrafos anteriores. Esto vale también para las referencias al Frente Único. En general, derrocha mucho espacio a promover un candidato “joven”, como es Del Caño, en una especie de ejercicio de marketing político que tiene poco que ver con la finalidad del texto. Resta indicar que da la sensación de que Rosso escribe su artículo sin conocer la letra de las resoluciones del Congreso y sin un conocimiento general del funcionamiento del mismo.

Sin embargo, no es preciso extenderse mucho más en la crítica de este artículo puesto que hacerlo implicaría dejar en la oscuridad los logros del CMOI. Cabe decir que el texto de Rosso ejemplifica una manera particular de plantear la cuestión de las relaciones entre las distintas fuerzas de la izquierda clasista, la cual hace énfasis en el faccionalismo, en la defensa de la propia quinta, y deja en silencio el problema central de toda política que es el poder.

Como contrapartida es menester remarcar los principales logros del CMOI que a nuestro juicio son los siguientes:

En primer lugar, y frente a la coyuntura, el Congreso viene a rematar el ascenso de la izquierda clasista a lo largo de este año. En los paros nacionales, así como también en innumerables conflictos más o menos localizados, la izquierda clasista fue siempre la fuerza más dinámica. Un buen indicador de este dinamismo es la reacción de la burocracia sindical, expresada en los dichos del Secretario General de SMATA, Ricardo Pignanelli, quien en junio y en el marco del conflicto de Gestamp, afirmó que el Partido Obrero era responsable de la toma del establecimiento: "Esto es una prueba piloto que el Partido Obrero está empezando a hacer en las autopartes" (La Nación, 2/06/2014).  

En segundo lugar, el Congreso planteó el problema del poder. Esto es novedoso para la izquierda post 1976. Empezar a construir una estrategia y tácticas para conquistar el poder representa un salto cualitativo para la izquierda argentina. Queda claro que recién se han dado los primeros pasos, pero que la presencia misma del problema como algo concreto marca un cambio radical.

En tercer lugar, y en conexión directa con el anterior, la discusión sobre el tema del poder se concentró en dos áreas: a) el peronismo; b) la burocracia sindical. Como es evidente, el problema de la toma del poder es, en Argentina, el problema de la superación del peronismo como forma de la conciencia política de los trabajadores. Sin emprender esta tarea, la discusión gira en el vacío.

Ninguna de las tres cuestiones mencionadas aparece tratada en el artículo de Rosso y en esto radica principalmente el problema central del análisis del CMOI. El autor privilegia las cuestiones electoralistas sin pararse a pensar en el problema central de nuestro tiempo, que es el salto de una izquierda plegada sobre sí misma a una izquierda dispuesta a disputarle el poder a la burguesía. El CMOI no ha resuelto la cuestión del camino hacia la conquista del poder (pues esto sólo puede resolverse a través de la práctica de la lucha de clases), pero ha dejado sentado el problema y los temas centrales. Es por eso que podemos calificar a la crítica de Rosso al CMOI como una crítica de retaguardia, propia de un momento que, esperamos, sea el pasado de la izquierda clasista.



Villa del Parque, sábado 15 de noviembre de 2014