Para Pez López
La clase dominante construye
la historia a su imagen y semejanza, según sus necesidades políticas en cada
período determinado. La figura de Juan Domingo Perón no escapa a esta regla.
Nada mejor para demostrar la validez de esta afirmación que recurrir al
kirchnerismo.
La crisis argentina de 2001
puso en cuestión la identidad y la existencia misma de los partidos políticos
que servían a los intereses de las distintas fracciones de la burguesía
argentina. El “que se vayan todos” coreado en la calles expresaba el agotamiento
del modelo político imperante en la década del ’90. En 2003 Néstor Kirchner
tuvo que afrontar dos tareas: a) consolidar el modelo de acumulación de capital
esbozado durante la gestión Duhalde-Lavagna; b) constituir una fuerza política
propia.
La construcción del
kirchnerismo fue fundamental para asegurar la acumulación de capital en la
Argentina post 2001. Dicha construcción implicó, en el plano ideológico, la
revisión de la experiencia peronista, en especial de la la década del ’70. Kirchner
requería de una base de apoyo popular para llevar adelante su proyecto. La
reivindicación de los derechos humanos (asociados exclusivamente al juzgamiento
de los militares responsables de las atrocidades de la dictadura) fue una pieza
maestra para ganar a las capas medias “progresistas”. Pero apropiarse la causa
de los derechos humanos (aún en el sentido restringido planteado arriba),
exigía reelaborar la valoración de la actuación de Perón en 1973-1974. En esa
época, Perón promovió la creación de la organización parapolicial Triple A
(Alianza Anticomunista Argentina), cuyo objetivo era asesinar a los militantes
de la izquierda peronista en particular y de la izquierda en general. Como es
lógico, el progresismo kirchnerista no podía aceptar la existencia de una
conexión estrecha entre Perón, el terrorismo de la Triple A y el terrorismo de
Estado. El kirchnerismo requería un Perón progresista, un luchador por la
unidad latinoamericana y por la “justicia social”.
La versión de la historia
del peronismo 1973-1976, elaborada por el kirchnerismo, se disuelve ni bien se
examinan los documentos de la época. No obstante, la eficacia persuasiva de
esta versión hace necesario emprender una vez más su refutación. Como en los
demás artículos de esta serie, el recurso elegido son las palabras del mismo
Perón.
En enero de 1974, el ataque
del PRT- ERP al cuartel del Ejército en la ciudad de Azul (Provincia de Buenos
Aires) sirvió de excusa perfecta para que Perón redefiniera a los enemigos del
peronismo y pusiera en marcha la ofensiva contra la izquierda peronista y
contra el clasismo y la izquierda en general. Desde el principio, el objetivo
de dicha campaña fue el exterminio de los adversarios; de ahí que la Triple A
fuera la fuerza principal de Perón en su campaña contra la izquierda. En las
condiciones de intensa movilización popular de 1974, el retorno a la vieja
consigna peronista “De la casa al trabajo y del trabajo a la casa” exigía de
algo más contundente que la oratoria del líder.
Los discursos de Perón del
período inmediatamente posterior al episodio de Azul expresan la línea política
elegida por el general para clausurar la etapa de movilización popular. Hay que
insistir una y otra vez que esa línea política estaba fijada con anterioridad
al asalto al cuartel de Azul, y que la acción del ERP fue solamente una excusa.
La presencia de José López Rega en el gabinete de ministros de Cámpora y de
Perón, la entronización de la burocracia sindical, la masacre de Ezeiza, son
todos indicadores claros del carácter de la política de Perón.
Casi a continuación de Azul,
Perón envió al Congreso un proyecto de ley aumentando las penas para los
delitos políticos y sociales; en especial, la figura de la “asociación ilícita”
estaba pensada como herramienta para perseguir a las organizaciones populares.
Este proyecto, junto la nueva ley de Asociaciones Profesionales (sancionada a
fines de 1973), era una pieza clave en la política de Perón contra la
izquierda.
Como era de esperarse, la JP
(Juventud Peronista) se opuso al proyecto. Claro que, como el proyecto era
propuesto por el mismo Perón, lo hizo de manera tibia. Así las cosas, los diputados peronistas pidieron
una reunión con Perón, que se celebró el día 22 de enero de 1974 (1).
Perón rechazó
sistemáticamente los reparos de la JP al proyecto de ley. Lejos de atender a
los reclamos de los diputados de la JP, les recomendó obedecer las decisiones
del bloque de diputados peronistas (controlado por la derecha peronista) o irse
del movimiento.
“Para eso se hacen los bloques: para
que sea la mayoría la que decida. Y si la mayoría lo dispone, hay que aceptar o
irse. No hay otro término medio. O se acepta lo que dice el bloque o se lo
abandona. (…) El que no está de acuerdo, se va. Por perder un voto no nos vamos
a poner tristes. Pero aquí debe haber una disciplina. Y si esta se pierde,
estamos perdidos.” (p. 53).
Por enésima vez desde su
retorno al país, Perón le planteó a la JP la obligación de subordinarse
completamente a su política; esa es la condición para que la JP pueda
permanecer dentro del movimiento. En otras palabras, Perón aceptaba a la
izquierda peronista…siempre y cuando esta dejara de ser izquierda.
Pero no se trataba sólo de
diferencias políticas. En una conferencia de prensa (8 de febrero de 1974) (2),
Perón sostiene la existencia de “infiltrados” en el peronismo:
“…que existen infiltrados, eso lo sabe
todo el mundo. No creo que sea un secreto para ningún argentino que se está
tratando, o se ha tratado, de infiltrarse dentro de nuestro movimiento. Hay
algunos elementos de la ultraizquierda como de la ultraderecha, como se los
llama ahora.” (p 99).
La referencia a la
ultraderecha es un mero adorno. La aceptación por Perón del “Navarrazo” (el
golpe policial que destituyó al gobernador peronista de Córdoba, Obregón Cano,
cercano a la JP) demuestra que su preocupación (por lo menos la principal) eran
los “infiltrados” de izquierda. Lo de “ultras” es otro adorno, pues los dichos
de Perón en su reunión con los diputados muestras que sólo aceptaba la disidencia
en la medida en que esta dejaba de ser disidencia. Sin entrar a examinar el
período anterior, en 1973-1974 Perón consideraba que la izquierda era no podía
seguir formando parte del movimiento.
Para consumar el proceso de
expulsión de la izquierda era preciso llevar adelante algunos pasos previos,
tanto en el terreno de lo discursivo como en el plano de la política concreta.
Desde lo discursivo, había que caracterizarlos como elementos externos al
peronismo. De ahí el recurso frecuente al término “infiltrados”. En un segundo
momento, se los calificará de “extranjeros” (o de dirigidos desde y por
extranjeros), expulsándolos no sólo del peronismo sino del campo mismo de la “argentinidad”.
Perón dio el paso más concreto en esa dirección cuando calificó a los
Montoneros de “infiltrados” y de “mercenarios” al servicio del capital extranjero”
(1° de mayo de 1974) (3)
La política de Perón para la
izquierda peronista se halla prefigurada en la forma en que se refiere al PRT.
En este sentido, los calificativos que dirige a la guerrilla no peronista son una
anticipación de lo que vendría para la izquierda peronista. Forman parte de una
política coherente, anclada en la perspectiva de la lucha de clases y dirigida
a concretar el objetivo principal de la burguesía argentina en el período
1973-1976: neutralizar la movilización popular iniciada en 1969.
En la mencionada reunión con
los diputados peronistas , Perón dice lo siguiente del PRT-ERP:
“Ese movimiento [PRT] se dirige desde
Francia (…) desde París, y la persona que lo gobierna se llama Posadas, de
seudónimo. El nombre verdadero es italiano. (…) la cabeza de este movimiento
está en París. (…) es un movimiento organizado en todo el mundo. Está en todas
partes: en Uruguay, en Bolivia, en Chile, con distintos nombres. Y ellos son
los culpables de lo que ha pasado con Allende. (…) ésta es una Cuarta
Internacional. (…) Aquí no hay nada de comunismo: es un movimiento marxista
deformado, que pretende imponerse en todas partes por la lucha.” (p. 55-56).
El párrafo citado no tiene
desperdicio. Más allá de los evidentes disparates que contiene, su carácter es
perfectamente coherente con la política de Perón: el PRT deja de ser una fuerza
política surgida en nuestro país a partir de las condiciones de la política
argentina y es convertido en la oratoria del líder en parte de una gran
conspiración internacional. El Perón que coqueteaba con el “socialismo nacional”
deja paso al Perón de gobierno, que habla el lenguaje de los servicios de
inteligencia. El amontonamiento de falsedades acerca del PRT carece de
importancia al lado de la función política del discurso de Perón. Para aislar a
la guerrilla, el primer paso es colocarla, desde lo discursivo, fuera del
ámbito nacional, transformándola en “infiltrados”, “agentes foráneos”, “delincuentes
terroristas”. La JP y Montoneros deberían haber tomado nota de esto, pues ellos
eran el siguiente blanco de la ofensiva de Perón contra la izquierda.
Perón no se contenta con
expulsar al PRT de la comunidad política nacional. También indica, entre
líneas, el método a seguir para terminar con el problema:
“A la lucha – y yo soy técnico en eso-
no hay que hacerle más que enfrentarla con la lucha. (…) nosotros desgraciadamente tenemos que actuar dentro de la ley; si no,
ya habríamos terminado en una semana. Fuera de la ley, la ventaja que ellos
tienen es precisamente, ésa: los que tienen que someterse a la ley somos
nosotros; ellos buscan los vericuetos para actuar fuera de la ley (…) porque
nosotros estamos con las manos atadas dentro de ella. Y si, además, estamos
atados por la debilidad de nuestras leyes, entonces ya sabemos cuál va a ser el
final y el resultado de eso.” (p. 56; el resaltado es mío).
En criollo: el PRT surgió de
una conspiración internacional y se instaló en Argentina, creciendo a partir de
la debilidad de nuestras leyes. Es un injerto extraño en una comunidad
tranquila y pacífica. Perón razona así como servicio de inteligencia y se
encuentra a años luz del “patriota latinoamericano” de la versión kirchnerista de la historia.
Además de plantear la
necesidad de endurecer las leyes, Perón indica, como adelantamos, el
procedimiento definitivo frente al PRT:
“Si
nosotros no tenemos en cuenta a la ley,
en una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy
a buscar a usted y lo mato, que es lo que hacen ellos. No actúan dentro de
la ley.” (p. 56; el resaltado es mío).
Perón revela en este párrafo
el secreto de la guerra de exterminio emprendida contra la izquierda, cuyo
paroxismo se alcanzó a partir del golpe militar de 1976. El Perón “respetuoso
de la ley” se da el lujo de mentar en público el método empleado por la Triple
A (luego aumentado hasta límites inimaginables por la dictadura). Lejos de ser
una anomalía, la Triple A era la expresión de la política de Perón para la
izquierda.
A lo largo de toda su vida
política, Perón siempre tuvo claro el límite del peronismo: nadie podía sacar
los pies del plato de la defensa del capitalismo. Sólo en períodos
excepcionales y por necesidades tácticas podía permitirse el coqueteo con la
izquierda. Pero en el peronismo en el gobierno no había ningún espacio para una
izquierda clasista ni para ninguna otra expresión que cuestionara su liderazgo.
En vista de todo lo
anterior, el Perón del kirchnerismo es una caricatura grotesca, que sirve para
cortar todo rastro de continuidad entre el peronismo de 1973-1976 y la
dictadura militar.
Los discursos de Perón del
período que va de enero a junio de 1974 muestran que el proyecto político del
general coincidía en sus líneas principales con el proyecto de la burguesía
argentina. La ofensiva contra la izquierda no fue el producto de los delirios
de López Rega, sino que constituyó la pieza fundamental de la política de la
burguesía.
Como tantas otras veces en
la historia, la crueldad más irracional tiene sus orígenes y sirve a la lógica
más racional de la historia, la lógica de acumulación del capital.
Villa del Parque,
jueves 22 de mayo
NOTAS:
(1) Las
citas de las intervenciones de Perón y de los diputados en la reunión del 22 de
enero de 1974 están tomadas de: Perón, Juan Domingo. (1987). Obras completas: Volumen XXVII. Buenos
Aires: Editorial Docencia. (“El imperativo nacional: actuar dentro de la ley”;
pp. 49-59).
(2) Perón,
Juan Domingo. (1987). Obras completas:
Volumen XXVII. Buenos Aires: Editorial Docencia. (“Perón habla a los
periodistas: segunda conferencia”; pp. 97-107).
(3) Perón,
Juan Domingo. (1987). Obras completas:
Volumen XXVII. Buenos Aires: Editorial Docencia. (“”Fiesta del trabajo y la
unidad nacional”; pp. 223-224).