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martes, 3 de enero de 2023

RESEÑA: DURKHEIM, SEGUNDO LIBRO DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SOCIAL (1893)

 

Durkheim en la Universidad de París

Advertencia para bibliófilos:

Para la redacción de esta reseña se utilizó la siguiente edición: Durkheim, E. [1° edición: 1893]. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires, Argentina: Gorla. Traducción de Rocío Annunziata.

Abreviaturas:

DT= División del trabajo


Tal como lo enuncia en la introducción a la obra, Durkheim se propone en el Libro Segundo estudiar las causas y condiciones de la DT.

En primer término, Durkheim se dedica en el capítulo 1 a refutar la tesis de los economistas de que la DT tiene por causa la necesidad de aumentar la felicidad de los individuos. Los progresos de la DT no se traducen en un aumento de la felicidad de las personas, puesto que, si esto fuese así, rápidamente se alcanzaría el máximo nivel posible de felicidad, y las cosas permanecerían entonces en un estado estacionario; además, y esto es todavía más importante, si bien la expansión de la DT genera transformaciones en la sociedad, las mismas no se traducen necesariamente en un aumento de la felicidad de las personas. Por el contrario, el desarrollo de la civilización material (efecto de la DT) tiene como uno de sus efectos el aumento del número de suicidios, hecho que no puede considerarse, justamente, como una muestra del aumento de la felicidad de la sociedad.

Luego de refutar la tesis utilitarista acerca del origen de la DT, Durkheim pasa a demostrar que “el aumento de la DT se debe, pues, al hecho de que los segmentos sociales pierden individualidad, de que los tabiques que separan a los individuos se vuelven más permeables; en una palabra, de que se efectúa entre ellos una coalescencia que deja libre a la materia social para entrar en nuevas combinaciones.” (p. 309). En otras palabras, “la división del trabajo progresa, pues, tanto más cuanto más individuos hay lo suficientemente en contacto como para poder actuar y reaccionar unos sobre otros. Si convenimos en llamar densidad dinámica o moral a este acercamiento y al comercio activo que de él resulta, podremos decir que los progresos de la DT están en relación directa con la densidad moral o dinámica de la sociedad.” (p. 310).

La DT actúa, pues, erosionando la organización segmentaria de las sociedades primitivas. Ahora bien, el aumento de volumen de la sociedad (el incremento de la población de esta) y de la densidad (la mayor frecuencia y regularidad de los contactos entre los individuos), es el factor que determina mecánicamente los progresos de la DT, pues acentúa la intensidad y la dureza de la lucha por la existencia.

En palabras de Durkheim, “la división del trabajo varía en razón directa al volumen y a la densidad de las sociedades, y si progresa de manera continua en el curso del desarrollo social es porque las sociedades se vuelven regularmente más densas y, por regla general, más voluminosas. (…) Decimos, no que el crecimiento y la condensación de las sociedades permiten, sino que necesitan una mayor división del trabajo. No es un instrumento mediante el cual ésta se realiza; es su causa determinante.” (p. 315). “Pero cuanto más se aproximan las funciones, más puntos de contacto hay entre ellas, y más se exponen, por consiguiente, a combatirse. Como, en este caso, satisfacen mediante medios diferentes necesidades semejantes, es inevitable que busquen, en mayor o menor medida, invadirse una a otras.” (p. 319). Esta mayor competencia obliga a los individuos, si quieren sobrevivir, a especializar y a encontrar en esta especialización el espacio del que carecen si se dedican a las mismas actividades que los demás individuos. Es por esto que Durkheim considera que los economistas se equivocan al atribuir a la DT efectos exclusivamente económicos: “Se ve como la DT se nos aparece bajo otro aspecto que a los economistas. Para ellos, consiste esencialmente en producir más. Para nosotros, esta mayor productividad es sólo una consecuencia necesaria, un efecto, del fenómeno. Si nos especializamos, no es para producir más, sino para poder vivir en las nuevas condiciones de existencia que se nos presentan.” (p. 326).

De lo anterior se desprende la preeminencia de la vida social sobre la DT. Durkheim dedica varios párrafos a la refutación del individualismo metodológico, que sostiene que la DT es posible entre individuos aislados. Durkheim sostiene que la competencia en esas condiciones sólo engendraría un aislamiento mayor de los individuos. Así, “la DT une al mismo tiempo que opone; hace converger las actividades que diferencia; acerca a los que separa. Puesto que la competencia no puede haber determinado esta aproximación, es necesario que la misma haya preexistido; es necesario que los individuos entre los cuales se entabla la lucha ya sean solidarios y lo sientan; es decir, pertenezcan a una misma sociedad.” (p. 327).

Para Durkheim, la sociedad no brota de los individuos aislados, como afirmas los economistas; por el contrario, la vida social existe con antelación a la DT, y genera las condiciones para que ésta se produzca. Es, por tanto, un error hacer de la DT el “hecho fundamental de toda vida social” (p. 328). “Hay, pues, una vida social por fuera de toda DT, pero que ésta supone. Es, en efecto, lo que hemos establecido directamente al mostrar que existen sociedades cuya cohesión se debe esencialmente a la comunidad de las creencias y de los sentimientos, y que es de estas sociedades de donde han salido aquellas a las que la división del trabajo asegura la unidad.” (p. 328). De este modo, Durkheim realiza una refutación de los principios del individualismo metodológico.

Luego de haber demostrado en el capítulo 2 del Libro Segundo la centralidad de la vida social y el modo en que ésta determina los progresos de la DT, en los capítulos siguientes del Libro Segundo, Durkheim se dedica a estudiar los factores secundarios que inciden en el progreso de la DT.

En el capítulo 3 demuestra que la DT exige, para progresar, que las diferencias entre los individuos aumenten, y que se produzca un debilitamiento de la conciencia común (ya había mostrado esto en el Libro Primero de la obra al referirse a la disminución de las penas propias al derecho penal en las sociedades en las que predomina la solidaridad orgánica). Durkheim muestra que este debilitamiento de la conciencia común puede observarse a partir del desarrollo de formas cada vez más racionales del derecho, la moral y la civilización en general. Así, por ejemplo, la religión pierde cada vez más su carácter concreto, que la ligaba a la vida cotidiana de los individuos, y pasa a adquirir formas cada vez más intelectualizadas. De esta manera, la sociedad envuelve cada vez menos al individuo y es menos capaz, por consiguiente, de controlar las aspiraciones y pensamientos de éste. Así se crea el campo de posibilidad para al aumento de la individualidad y la mayor divergencia entre los individuos.

En el capítulo 4 muestra que la herencia, que constituye un obstáculo para la DT, va perdiendo fuerza progresivamente.

Finalmente, en el capítulo 5 Durkheim resume las consecuencias de toda su argumentación anterior. En líneas generales, se centra en demostrar las ventajas de la DT construida a partir del aumento del volumen y de la densidad sociales sobre la división fisiológica del trabajo. En este sentido, la DT muestra una mayor flexibilidad para adaptarse a circunstancias cambiantes, siendo esta mayor flexibilidad un derivado de la eliminación paulatina de las barreras que constriñen a los individuos y que son producto de la sociedad segmentada. De esta manera, y lejos de separar y anular a los distintos individuos, la DT (plasmada en la solidaridad orgánica) permite el libre desarrollo de los individuos, sin que esto impida el desarrollo de una solidaridad (una cohesión social) entre los mismos. Como indicamos arriba, todo el Libro Segundo puede pensarse como una refutación del individualismo metodológico.


Villa del Parque, martes 3 de enero de 2022


martes, 26 de abril de 2022

DIVISIÓN DEL TRABAJO Y LAZO SOCIAL EN DURKHEIM

 

Ciudad de Shanghái, República Popular China


“Intentamos determinar lo que es y lo que ha sido,

no lo que debe ser.”

Émile Durkheim

 

Émile Durkheim (1858-1917) dedicó su tesis doctoral al estudio de una cuestión que era motivo de preocupación para sociólogos y economistas: la naturaleza del lazo social, esto es, los vínculos que mantiene unidos a los seres humanos en el marco de una sociedad. 

En la segunda mitad del siglo XIX los cambios provocados por el desarrollo del capitalismo tenían carácter cataclísmico para quienes los  experimentaban en carne propia. Todo parecía contribuir a la desintegración de la sociedad; en especial, el creciente egoísmo de los individuos, algo normal para nosotros, ciudadanos del siglo XXI, pero que resultaba chocante para quienes habían vivido en el marco de comunidades más o menos unidas y que ahora se enfrentaban a la transformación acelerada, con normas y costumbres bien diferentes de las que tenían antes de la transición.

Sin embargo, a pesar de todo, la sociedad no desaparecía. 

¿Cómo era posible la persistencia de los vínculos sociales si los individuos se volvían más y más egoístas, si el individualismo estaba a flor de piel en las calles y en las casas? 

Muchos intelectuales, filósofos y científicos sociales buscaron la respuesta a la pregunta. Algunos de ellos comenzaron a desesperar e invocaron nuevamente a una religión que perdía fuerza a la par que crecía el poder del dinero. Este fue el caso de Auguste Comte (1798-1857), quien a pesar de toda su prédica en favor de la ciencia terminó sus días proclamando la necesidad de una religión positivista, como recurso para evitar los conflictos al interior de la sociedad. 

Otros siguieron un camino diferente y prestaron atención al modo en que las relaciones de producción iban configurando nuevos lazos sociales. Adam Smith (1723-1790), por ejemplo, destacó el rol de la división del trabajo en la conformación de una nueva economía, que no solo producía cantidades crecientes de riqueza sino que también estaba cambiando los vínculos entre las personas. En este sentido, su famosa metáfora de la “mano invisible” del mercado decía mucho más de lo que sus partidarios y sus críticos estaban dispuestos a admitir. Smith comprendió que las acciones de las personas, más allá de sus intenciones egoístas, provocaban efectos no buscados por ellas, efectos que mostraban la existencia de vínculos de nuevo tipo. El economista escocés se limitó a registrar que esos efectos no buscados consistían, sobre todo, en un aumento de la riqueza general de toda la sociedad y que eran consecuencia del incremento de la división del trabajo. Pero esta última quedó confinada al terreno de la economía política. 

Karl Marx (1818-1883) dedicó especial atención al problema de las relaciones sociales en el capitalismo; el cuarto apartado del capítulo primero de El capital (1867), el famoso “fetichismo de la mercancía” , es una muestra de ese interés. Pero Marx era socialista y su obra era ignorada más o menos amablemente, cuando no rabiosamente, por quienes se dedicaban al nuevo campo de las ciencias sociales.

Así eran las cosas cuando un joven científico social francés, Émile Durkheim, vino a poner en el centro del debate la cuestión del lazo social. Lo hizo a través de una obra notable, su tesis doctoral titulada precisamente La división del trabajo social (1893). Allí abordó el problema del papel de la división del trabajo en la conformación de un nuevo tipo de lazos sociales. La ciencia de la sociedad (o sociología en su acepción más limitada) ganó una batalla crucial, pues arrebató a la economía la exclusividad en el tratamiento de la cuestión y, de ese modo, avanzó en el abordaje de la sociedad como totalidad

Aquí nos limitaremos al análisis de la manera en que Durkheim desarrolla el tema de la división del trabajo en el Libro 1 de la obra mencionada. [1]

En el capítulo I del Libro 1 [2], Durkheim se concentra en dos cuestiones: a) determinar en qué consiste la función social de la división del trabajo; b) formular indicadores para estudiar dicha función.


El concepto de función

Antes de poner manos a la obra, se dedica a definir el concepto de función. El asunto tiene su importancia. Durante mucho tiempo se había pensado que las cosas, tanto las humanas como las naturales, tenian un rol preestablecido. Todo lo que sucedía en el universo era parte de un plan, generalmente divino (aunque había versiones laicas), según el cual cada ser y cada cosa formaba parte de un ordenamiento establecido desde el origen de los tiempos por los dioses. Los corolarios de esta concepción eran: a) todo tenía una función en el marco de ese plan; b) las funciones estaban ordenadas en una jerarquía; c) nada ni nadie podía escapar a la función que le correspondía.

La concepción anterior tenía un antagonista que, no obstante, constituía su reflejo invertido: algunos sostenían que el mundo social era producto de la voluntad de las personas, quienes creaban la sociedad y el Estado por medio de un pacto o contrato. 

De todos modos, ya fuese Dios o la voluntad de cada individuo la fuente del ordenamiento social, lo concreto era que cada institución, cada persona, desempeñaba una función preestablecida de antemano.

Durkheim propone un esquema diferente. Para él una función designa “un vínculo de correspondencia que existe entre [ciertos movimientos vitales] y algunas necesidades del organismo” (p. 131) Por eso, “preguntarse cuál es la función de la división del trabajo es entonces preguntarse a qué necesidad corresponde” (p. 131) 

Ahora bien, esta función no responde a una plan establecido de antemano. Durkheim desarrolla una perspectiva diferente, que rechaza el finalismo o la teleología como explicaciones de la división del trabajo:

“No podemos usar las palabras fin u objeto y hablar del propósito de la división del trabajo, porque eso sería suponer que la división del trabajo existe en vista a los resultados que vamos a determinar. Los términos resultados o efectos tampoco pueden satisfacernos, porque no despiertan ninguna idea de correspondencia. Por el contrario, las palabras rol o función tienen la gran ventaja de implicar esta idea, pero sin prejuzgar nada sobre la cuestión de cómo se ha establecido esta correspondencia, si resulta de una adaptación intencional y preconcebida o de un ajuste tardío.” (pp. 131-132)


La división del trabajo como fuente de obligaciones morales

Desde la publicación de La riqueza de las naciones (1776), de Adam Smith, era sabido que la división del trabajo respondía a la necesidad económica de aumentar la productividad de la producción. Pero los economistas no decían nada acerca de las obligaciones morales que, eventualmente, podrían derivarse de la acción de la división del trabajo. 

Durkheim amplía el alcance de la división del trabajo, yendo más allá de la concepción unilateral de la economía política. Para llevar a cabo esa tarea se ve obligado, también, a dejar de lado una concepción limitada de la moral, según la cual ésta estaba constituida por los actos nobles realizados por las personas.. En otras palabras, para los partidarios de esa concepción, un acto moral era un acto digno de elogio.

La moral iba más allá de las acciones individuales. Era un sistema de obligaciones que ejercía coerción sobre las personas.

“El dominio de la ética [3] (...) comprende todas las reglas de acción que se imponen imperativamente a la conducta y a las cuales está ligada una sanción” (p. 135).

En este sentido, 

“La moral nos somete a seguir un camino determinado hacia un fin definido, quien dice obligación dice al mismo tiempo coerción.” (p. 133)

La moral rige las relaciones sociales (es decir, las relaciones que se entablan entre los individuos). Esto es indispensable para coordinar el funcionamiento de esa totalidad compleja que es la sociedad:

“La moral es el mínimum indispensable, lo estrictamente necesario, el pan cotidiano sin el cual las sociedades no pueden existir.” (p. 133)

Ahora bien, de un lado tenemos a la división del trabajo y del otro a la moral. Pero todavía no se ve la ligazón entre ambos fenómenos. Esta cuestión es resuelta en el segundo apartado del capítulo que estamos analizando.

El motivo principal que obstaculiza la percepción de la división del trabajo como creadora de obligaciones morales es la especialización generada por aquella. La especialización profundiza la diferenciación entre las personas, y se consideraba que ella acarreaba incomprensión y alejamiento. En otras palabras, la división del trabajo era fuente de disgregación social.

Durkheim contrarresta el argumento anterior apelando a dos ejemplos sencillos: la amistad y la sociedad conyugal. Se pregunta qué mantiene unidos a los amigos y a los esposos, y llega a la conclusión de que la unión surge no sólo de lo semejante, sino también de lo que es diferente. Dicho de otro modo, la diferencia también genera atracción. Pero ojo, no se trata de cualquier diferencia:

“No hay más que un cierto género de diferencias (...) que se atraen mutuamente: son aquellas que, en lugar de oponerse y excluirse, se completan mutuamente.” (p. 136)

El análisis de la amistad y de la sociedad conyugal lleva a Durkheim a la siguiente conclusión:

“El efecto más notable de la división del trabajo no es que ella aumenta el rendimiento de las funciones divididas, sino que las vuelve solidarias.” (p. 141)

De este modo, la división del trabajo es fuente de lazos sociales. No obstante, era necesario determinar si este análisis podía extenderse a grupos más grandes que el grupo de amigos o la sociedad conyugal. En otros términos, ¿las conclusiones del análisis eran válidas para la sociedad en su conjunto?

La respuesta de Durkheim es afirmativa y, en rigor, la obra está dedicada a proporcionar argumentos en favor de ella. Por el momento, adelanta lo siguiente:

“Se ligan entre sí individuos que, de otro modo, serían independientes; en lugar de desarrollarse separadamente, coordinan sus esfuerzos; son solidarios y con una solidaridad que no actúan sólo en los cortos instantes en los que se intercambian sus servicios, sino que se extiende mucho más allá.” (p. 141)

La división del trabajo es un sistema de relaciones sociales cuya función primordial es mantener la unidad de la sociedad. Ella es la fuente del lazo social.

“Estas grandes sociedades políticas tampoco pueden mantenerse en equilibrio sino gracias a la especialización de tareas; que la división de tareas es la fuente, si no la única, al menos principal, de la solidaridad social.” (pp. 142-143)

El tratamiento durkheimiano de la división del trabajo se concentra, pues, en su función como creadora de lazos sociales. La tesis de Durkheim consiste en plantear que la división del trabajo es la fuente de solidaridad social en el capitalismo.

“[La división del trabajo social] jugaría un rol mucho más importante que el que generalmente se le atribuye [4] (...) Sería por ella - o, al menos, sobre todo por ella - que se vería asegurada su cohesión [de la sociedad]; ella determinaría los rasgos esenciales de su constitución.” (p. 143)

En consecuencia, si la función de la división del trabajo es asegurar la cohesión de la sociedad,

“Esta [división del trabajo social] debe tener un carácter moral, pues las necesidades de orden, de armonía y de solidaridad social pasan generalmente por ser morales.” (p. 143)

Como quiera que sea, enunciar una tesis no implica probar su verdad. Es por ello que Durkheim dedica el último apartado del capítulo 1 a presentar los indicadores que utilizará para demostrar la función social de la división del trabajo.


¿Cómo probar la función social de la división del trabajo? Derecho y conclusión (provisoria).

A diferencia de la producción anual de trigo, o del consumo diario de electricidad, la función social de la división del trabajo no puede medirse de manera sencilla. Sin una medida, aunque sea aproximada, de la intensidad de la acción cohesionante de la división del trabajo, el análisis durkheimiano carece de sustancia científica. Es por ello que, como ocurre en el conjunto de su obra, Durkheim se esfuerza por hallar indicadores de los hechos sociales que estudia.

En el caso de la división del trabajo, el indicador elegido es el derecho [5]:

“Puesto que el derecho reproduce las formas principales de la solidaridad social, no tenemos más que clasificar las diferentes especies del mismo para buscar inmediatamente cuáles son los distintos tipos de solidaridad social que les corresponden. Es probable que exista una que simbolice esta solidaridad específica cuya causa es la división del trabajo.” (p. 147)

Aquí no podemos desarrollar en extenso este tema. Basta con señalar que Durkheim considera que “todo precepto de derecho puede ser definido como una regla de conducta sancionada” (p. 148). De modo que las normas jurídicas pueden clasificarse según el tipo de sanción al que están ligadas. En este sentido, existen dos clase de reglas jurídicas: a) las que contienen sanciones represivas, que “consisten esencialmente en un daño o, al menos, un menoscabo, infligido al agente, al que se proponen herir en su fortuna, en su honor, en su vida o en su libertad, o privarlo de alguna cosa de la que disfruta.” (p. 148); b) las que disponen sanciones restitutivas, que consisten “en volver a poner las cosas en su lugar, en restablecer bajo su forma normal los vínculos perturbados, ya sea volviendo por la fuerza el acto incriminado al tipo del que se ha desviado o anulándolo, es decir, privándolo de todo valor social.” (p. 148)

Durkheim identifica, a partir de lo anterior, dos especies jurídicas: la primera, que contiene sanciones represivas, está conformada por el derecho penal; la segunda, que contiene sanciones restitutivas, abarca el derecho civil, el derecho comercial, el derecho procesal, el derecho administrativo y el derecho constitucional.

La mesa está servida. De ahora en adelante Durkheim se dedicará a averiguar a qué clase de solidaridad social corresponde cada una de las especies del derecho.

Pero eso será materia de otras fichas.

 

Villa del Parque, martes 26 de abril de 2022


NOTAS:

[1] Utilicé la traducción española de Rocío Annunziata: Durkheim, E. [1° edición: 1893]. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires, Argentina: Gorla. 452 pp.

[2] El Libro 1 tiene por título: “La función de la división del trabajo”. El capítulo I, por su parte, se titula: “Método para determinar esta función” (pp. 131-148).

[3] Durkheim usa moral y ética como sinónimos. No obstante, corresponde señalar que la moral puede ser definida como el conjunto de reglas de acción existentes en una sociedad y en una época determinada. En cambio, la ética está constituida por los supuestos que sirven de fundamento a ese conjunto de reglas de acción.

[4] Durkheim reconoce que Comte, en su Curso de filosofía positiva, fue “el primer sociólogo - hasta donde conocemos-  que ha señalado en la división del trabajo algo más que un fenómeno puramente económico.” (p. 143).

[5] Durkheim vuelve a abordar el papel del crimen y del derecho en la investigación sociológica en Las reglas del método sociológico (1895), capítulo III, apartado III.

domingo, 18 de septiembre de 2016

LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SEGÚN DURKHEIM



El presente artículo tiene por objetivo presentar el prefacio la Introducción a la 1º edición de La división del trabajo social (1893), de Emile Durkheim (1858-1917). (1)

El tema central es el papel de la división del trabajo (DT a partir de aquí) en la sociedad.

Curiosamente (o no tanto), el sociólogo francés omite toda referencia a Marx en la Introducción. Pero fue Marx quien destacó los aspectos políticos de la DT, así como también la cosificación de las relaciones sociales. (2) Durkheim quita carácter político a la DT, al convertirla en un fenómeno común a la sociedad y a la biología. La DT pasa a ser así una característica de los organismos complejos, sean estos seres vivos o grupos humanos. Así, por ejemplo, la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual es concebida como una necesidad del organismo y no como el resultado de las luchas que se dieron al interior de la comunidad. El uso de la metáfora del organismo biológico para describir a la sociedad cobra así nuevo sentido.


Durkheim dedica el comienzo de la Introducción a precisar los alcances de la DT. Empieza por la economía y va registrando la ampliación de su campo de aplicación. La DT termina por abarcar todas las actividades humanas.

Durkheim toma nota del hecho de que la teoría social comenzó a estudiar la DT recién a finales del siglo XVIII (con Adam Smith). La DT es notoria en la industria moderna, pero también en la agricultura (p. 123-124). Pero su alcance va mucho más allá de la economía:

“Se puede observar su creciente influencia en las regiones más diferentes de la sociedad. Las funciones políticas, administrativas, judiciales se especializan cada vez más. Ocurre lo mismo con las funciones artísticas y científicas.” (p. 124).

La ciencia constituye un buen ejemplo del grado de extensión de la DT: “No sólo el sabio no cultiva ya simultáneamente ciencias diferentes, sino que ni siquiera abarca el conjunto de una ciencia. El círculo de sus investigaciones se restringe a un orden determinado de problemas e incluso a un problema único.” (p. 124)

El punto decisivo de la Introducción se encuentra en la afirmación de que la DT social constituye un caso particular de un fenómeno que abarca al conjunto del mundo biológico.

“No es sólo una institución ⦗la DT⦘ que tiene su fuente en la inteligencia y en la voluntad de los hombres, sino un fenómeno de biología general, cuyas condiciones parece necesario ir a buscar en las propiedades esenciales de la materia organizada. La división del trabajo social no se presenta más que como una forma particular de este processus general, y las sociedades, conformándose a esta ley, parecen ceder a una corriente que ha nacido mucho antes que ellas y que arrastra en el mismo sentido a todo el mundo viviente.” (p. 125).

Ahora bien, el salto del mundo social al biológico no está justificado adecuadamente. Mejor dicho, Durkheim lo justifica recurriendo a “las especulaciones recientes de la filosofía biológica”. (p. 125). (3) Es precisamente este salto el que permite omitir la política y concentrarse en la necesidad biológica.

A partir del reconocimiento de que la DT es un fenómeno común al mundo social y al mundo biológico, Durkheim se pregunta qué actitud debemos adoptar frente a ella: “¿Debemos tratar de convertirnos en un ser acabado y completo, un todo que se baste a sí mismo, o bien, por el contrario, no ser más que la parte de un todo, el órgano de un organismo?” (p. 125).

A pesar que muchas veces primó la búsqueda de un ser humano integral, cuyos saberes y habilidades abarcaran el conjunto de la experiencia humana, en la actualidad se impone la corriente que busca “la perfección en el hombre competente, que no busca ser completo, sino producir, que tiene una tarea delimitada y que se consagra a ella, que hace su servicio, que traza su camino.” (p. 126).

Expresado de un modo todavía más claro: “El ideal moral, que era uno, simple e impersonal, va diversificándose cada vez más. Ya no pensamos que el deber exclusivo del hombre sea realizar en sí mismo las cualidades del hombre en general, sino que creemos que debe tener las que corresponden a su empleo.” (p. 126).

Durkheim apunta que muchas personas ven con recelo la DT, y que la extensión de ésta se ve contradecida por una corriente contraria, que procura que todos los seres humanos deseen realizar el mismo ideal. La presencia de esta corriente refleja el carácter de la vida moral, en la que se cruzan tendencias contradictorias que se limitan y equilibran mutuamente. (p. 127).

La lucha de tendencias antagónicas en la vida moral sólo puede ser analizada recurriendo al método científico. Durkheim lo esboza así: “La única manera de llegar a apreciar objetivamente la división del trabajo es estudiarla primero en sí misma de manera completamente especulativa, averiguar para qué sirve y de qué depende, en una palabra, formarnos de ella una noción tan adecuada como nos sea posible. Hecho esto, estaremos en condiciones de compararla con los otros fenómenos morales y de ver qué vínculos mantiene con ellos. Si descubrimos que juega un rol similar a alguna otra práctica cuyo carácter moral y normal es indiscutido, que si en ciertos casos no cumple este rol es como consecuencia de desviaciones anormales y que las causas que la determinan son también las condiciones determinantes de otras reglas morales, podemos concluir que debe ser clasificada entre estas últimas.” (p. 128).

Durkheim aplica aquí el principio metodológico enunciado en Las reglas del método sociológico (1895): “Para saber qué es objetivamente la división del trabajo no basta con desarrollar el contenido de la idea que nos hacemos de ella, sino que es necesario tratarla como un hecho objetivo, observarla, compararla” (p. 129). De este modo, procura dejar de lado el método de los moralistas, quienes partían de su propia idea acerca de la organización de la sociedad, y en base a ella (a esta idea) ordenaban los hechos sociales.


Villa del Parque, domingo 18 de septiembre de 2016



NOTAS:
(1) Utilizo la traducción española de Rocío Annunziata: Durkheim, Emile. (2010). [1° edición: 1893]. La división del trabajo social. Buenos Aires: Gorla. (pp.123-129).
(2) Marx desarrolló su concepción de la DT en La ideología alemana (1845-1846). El argumento es el siguiente: “toda la estructura interna de cada nación depende del grado de desarrollo de su producción y de su intercambio interior y exterior. Hasta dónde se han desarrollado las fuerzas productivas de una nación lo indica del modo más palpable el grado hasta el cual se ha desarrollado en ella la división del trabajo. (...) Las diferentes fases de desarrollo de la división del trabajo son otras tantas formas distintas de la propiedad; o, dicho en otros términos, cada etapa de la división del trabajo determina también las relaciones de los individuos entre sí, en lo tocante al material, el instrumento y el producto del trabajo.” (Marx, Karl y Engels, Friedrich, La ideología alemana, Buenos Aires, Ediciones Pueblos Unidos, 1985, p. 20-21). “Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones y que descansa , a su vez, sobre la división natural del trabajo en el seno de la familia y en la división de la sociedad en diversas familias contrapuestas, se da, al mismo tiempo, la distribución y, concretamente, la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es decir, la propiedad, cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido.” (Op. cit., p. 33). Sobre el caso específico de la separación entre trabajo físico y trabajo intelectual, cabe mencionar el siguiente pasaje: “La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría pura.” (op, cit, p. 32).

(3) “Se sabe, en efecto, a partir de los trabajos de Wolf, de von Baer, de Milne-Edwards, que la ley de la división del trabajo se aplica tanto a los organismos como a las sociedades; incluso se ha podido decir que un organismo ocupa un lugar tanto más elevado en la escala animal cuanto más especializadas son sus funciones.” (p. 125).