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lunes, 20 de octubre de 2025

COINCIDENCIAS INESPERADAS

 




Ariel Mayo (ISP. Dr. J. V. González / UNSAM)


“De todos los derechos, el primero es el de existir. 

Por tanto, la primera ley social es aquella que garantiza a

todos los miembros de la sociedad los medios para existir; 

todas las demás leyes están subordinadas a esta ley social”

Maximilien Robespierre (1758-1794)


La libertad jamás es libre. Siempre expresa las aspiraciones concretas de los individuos y los grupos en un contexto histórico, social y cultural específico. Siempre está limitada por las condiciones materiales que requiere su realización. Sin esas condiciones,  que varían, perdonen la repetición, según el contexto histórico,  social y cultural, la libertad es una abstracción más. Por eso, un liberal clásico como John Locke (1632-1704) ponía a la libertad junto con la vida y la posesión en una triada a la que  denominaba  propiedad. [1]


La propiedad es la manera liberal de designar las condiciones materiales para la realización de la vida y la libertad. Locke sabía que sin esas condiciones la libertad era imposible. La conclusión es evidente: solo los propietarios pueden ser verdaderamente ciudadanos, pues sin la propiedad la ciudadanía se vuelve abstracta. [2]


En este punto se dan la mano liberales y socialistas, pues los segundos desarrollan de modo consecuente la idea de Locke y plantean la necesidad de que todas las personas accedan a las condiciones materiales necesarias para gozar de la vida y la libertad. Hay, por supuesto,  una diferencia evidente: los socialistas se proponen universalizar la propiedad y, para ello, la propiedad debe dejar de ser privada; para los liberales, la libertad solo es posible bajo la libertad privada. 

Sin embargo, aunque parezca paradójico, ello no quita el acuerdo fundamental entre liberales y socialistas en cuanto a que la libertad requiere de condiciones materiales para su concreción efectiva.


Balvanera, lunes 20 de octubre de 2025


NOTAS:

[1] Al examinar las razones por las que las personas deciden abandonar el estado de naturaleza, Locke escribe “no sin razón está deseoso [cada individuo que vive en dicho estado] de unirse en sociedad con otros que ya están unidos o que tienen intención de estarlo con el fin de preservar sus vidas, sus libertades y sus posesiones , es decir, todo eso a lo que doy el nombre genérico de ≪propiedad≫.” (Locke, J., Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil: Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del Gobierno Civil, Madrid, 2000, p. 134).

[2] “Por consiguiente, el grande y principal fin que lleva a los hombres a unirse en Estados y a ponerse bajo un gobierno es la preservación de su propiedad, cosa que no podían hacer en el estado de naturaleza, por faltar en él muchas cosas” (Locke, J., op. cit., p. 135).





miércoles, 15 de octubre de 2025

AUTONOMÍA FRENTE A VENTAJAS INMEDIATAS

 


Ariel Mayo (ISP. Dr. J. V. González / UNSAM)


"El príncipe [....] si es sabio, 

debe fundamentar su poder en lo suyo y no en lo ajeno."

Maquiavelo (1469-1527), El príncipe.


Uno de los objetivos principales de Maquiavelo al escribir El príncipe fue elaborar la teoría política necesaria para hacer de Italia un Estado unificado, al mismo nivel que la España y la Francia de su época. [1] Para lograr este objetivo era preciso contar, entre otras cosas, con fuerzas militares propias. Se trataba de una preocupación basada en datos empíricos. Los distintos Estados italianos utilizaban ejércitos de mercenarios y tropas auxiliares para enfrentarse a sus enemigos. [2] Comoquiera que sea, los italianos sufrían derrota tras derrota frente a los Estados extranjeros.


Maquiavelo considera un grave error utilizar las tropas de otro para defenderse. Así, llega a escribir que “los príncipes prudentes siempre evitan valerse de tales tropas, prefiriendo las propias, y querrán mejor ser vencidas con las suyas que vencer con las de otro, no estimando verdaderas victorias las que se alcanzan con ejércitos ajenos”. [3]


La razón es simple: las tropas auxiliares obedecen a jefes externos al Estado y resultan tan gravosas en la derrota como en la victoria, pues en ambos casos se saldan con la pérdida de autonomía. Es por ello que hay que reflexionar una y mil veces antes de recurrir a ellas; en este sentido, el florentino señala que “la escasa prudencia humana ve en muchas cosas la ventaja inmediata, y no el veneno que encierra”. [4]

La diferencia entre el político y el estadista radica en que el primero solo ve las ventajas inmediatas (arrimar el bochín en una elección, por ejemplo), en tanto que el segundo ve las consecuencias mediatas y las consecuencias más lejanas de esa decisión.


Balvanera, miércoles 15 de octubre de 2025


Referencia bibliográfica:

Maquiavelo, N. (1955). El príncipe. Madrid, España: Universidad de Puerto Rico y Revista de Occidente. 621 p. (Biblioteca de Cultura Básica).

Notas:

[1] Ver cap. 26 del Príncipe, “Exhortación para librar a Italia de los bárbaros”. Allí pueden leerse frases como la que sigue: “No perdonarse esta ocasión de que Italia, al cabo de tanto tiempo, vea aparecer su redentor.” (Maquiavelo, 1955, p. 459)

[2] La cuestión de las tropas mercenarias es abordada en el capítulo 12 del Príncipe, “De las diferentes clases de milicias y de los soldados mercenarios”. El tema de las tropas auxiliares es tratado en el capítulo 13, “De las tropas auxiliares, mixtas y propias”. Maquiavelo escribe “son tropas auxiliares las que un príncipe poderoso presta a otro para ayudarle o defenderle, y resultan tan inútiles como los mercenarios.” (Maquiavelo, op. cit., p. 323)

[3] Maquiavelo, op. cit., p. 325.

[4] Maquiavelo, op. cit., p. 327.






viernes, 26 de septiembre de 2025

JOHN STUART MILL Y LOS FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS DEL LIBERALISMO

 

John Stuart Mill con libro


Ariel Mayo (UNSAM / ISP. Dr. J. V. González)


El politólogo italiano Norberto Bobbio (1909-2004), en el capítulo 12 de su libro Liberalismo y democracia (Milán, 1985), señala la importancia del filósofo y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873) en el desarrollo del liberalismo. Bobbio plantea que la obra de Mill marca el pasaje del iusnaturalismo al utilitarismo como fundamento filosófico del Estado liberal. [1] Dada la importancia de los liberalismos en el mundo actual, no está de más prestar atención a la argumentación de Bobbio.

Referencia bibliográfica

Bobbio, N. [1° edición: 1985]. (2000). Liberalismo y democracia. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica. 115 p. (Breviarios del Fondo de Cultura Económica; 476). Traducción de José F. Fernández Santillán. Incluye: Bibliografía.


El liberalismo de los siglos XVII y XVIII se articulaba en torno a la propuesta de limitar las funciones del Estado.  Esta propuesta se basaba, en el plano económico, en la afirmación de que la intromisión estatal en las decisiones de los propietarios tenía el efecto de restringir la producción de riqueza; en el plano filosófico, el recorte del ejercicio del poder público se fundaba en la teoría de los los derechos naturales (o iusnaturalismo). Según dicha teoría, los seres humanos vivían originalmente en una situación pre social, el estado de naturaleza; aunque los filósofos no se ponían de acuerdo respecto a las características de ese estado anterior a la sociedad (de hecho, ni siquiera se encontraban seguros de su existencia), existía acuerdo entre ellos respecto a que de ese estado se derivaban leyes a las que se podía acceder por medio de la razón. Estas leyes conformaban el derecho natural, previo a todo ordenamiento jurídico positivo, es decir, las leyes sancionadas por los mecanismos constitucionales en el marco de una sociedad ya constituida por medio de un pacto o contrato. [2] Autores como el filósofo inglés John Locke (1632-1704) planteaban que la propiedad se hallaba entre los derechos naturales y que, por tanto, no podía ser suprimida por el Estado. De este modo, estado de naturaleza, derecho natural, contrato, Estado, conformaban un bloque teórico que justificaba la superioridad de los derechos naturales sobre el derecho positivo. [3]

Esto cambia radicalmente con el surgimiento de la filosofía utilitarista de Jeremy Bentham (1748-1832), quien atacó en su obra Anarchical Fallacies [Sofismas anarquistas, 1795] la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), sancionada durante la Revolución Francesa. En general, Bentham se manifestó en contra de la teoría de los derechos naturales y sostuvo que debía ser reemplazada por el principio de utilidad, “según el cual el único criterio que debe inspirar al buen legislador es el de hacer leyes que tengan por efecto la mayor felicidad del mayor número. (...) si deben existir límites al poder de los gobernantes, éstos no se derivan de la presuposición ilusoria de inexistentes (...) derechos naturales del hombre, sino de la consideración objetiva de que los hombres desean el placer y huyen del dolor, y por consiguiente la mejor sociedad es la que logra obtener el máximo de felicidad para el mayor número de sus componentes” (p. 69).

Mill retoma el planteo de Bentham, renuncia expresamente al iusnaturalismo y sostiene que la utilidad es el fundamento de la ética y del Estado liberal. Defiende el concepto de libertad negativa, es decir, “la libertad entendida como situación en la que se encuentra un sujeto (que puede ser tanto un individuo como un grupo que actúa como un todo) que no es impedido por una fuerza externa para hacer lo que él desea y no es constreñido a hacer lo que no desea” (p. 71). Hay que tener presente que Mill busca formular un principio sobre el que se asienten, por un lado, “los límites entre los cuales es lícito para el poder público restringir la libertad de los individuos, por otro lado (...), el ámbito en el cual los individuos o los grupos pueden actuar sin encontrar obstáculos en el poder del Estado” (pp. 71-72)

Es decir, procura delimitar la esfera privada respecto de la esfera pública. Mill defiende el principio según el cual la intervención del poder estatal sobre cualquier miembro de la comunidad civil se justifica con el propósito de  evitar un daño a los demás. Rechaza, por tanto, el paternalismo, entendido como “toda doctrina política que atribuye al Estado el derecho de intervención en la esfera interior del individuo con base en la consideración de que cada individuo, incluso el adulto, tiene necesidad de ser protegido  de sus propias inclinaciones e impulsos” (p. 73). 

En otras palabras, como buen liberal Mill pretende limitar con dicho principio la acción del Estado en el terreno de la libertad individual. Establece ese límite en el terreno de las acciones externas, es decir, aquellas que pueden afectar a otros individuos; en cambio, las acciones que se refieren solo a ese individuo (la conciencia interior, la libertad de pensamiento y de opinión, la libertad de actuar de acuerdo a sus propios gustos y proyectos, la libertad de asociación con otros individuos) deben ser salvaguardadas de la injerencia estatal. Si el Estado quebranta ese límite y se entromete en la esfera privada, entonces estaría reduciendo la felicidad del conjunto.

El quiebre respecto al iusnaturalismo como fundamento filosófico de la limitación del poder estatal despliega en este punto sus consecuencias. Para Mill lo más importante no es la utilidad del individuo aislado, sino la utilidad social, la felicidad de todos los involucrados. De este modo abre una puerta para pasar de la perspectiva individualista a una perspectiva que incorpora lo social (la sociedad) e inaugura, tal vez sin proponérselo, el debate al interior del liberalismo. 


Balvanera, viernes 26 de septiembre de 2025




NOTAS:

[1] Las principales obras de Mill en el terreno de la filosofía política son: On Liberty [Sobre la libertad], 1859; Considerations on Representative Government [Consideraciones sobre el gobierno representativo], 1863. Mill aborda expresamente la cuestión de la filosofía utilitarista en su ensayo Utilitarianism [Utilitarismo], 1863.

[2] “El presupuesto filosófico del Estado liberal, entendido como Estado limitado en contraposición al Estado absoluto, es la doctrina de los derechos del hombre elaborada por la escuela del derecho natural (o iusnaturalismo): la doctrina de acuerdo con la cual el hombre, todos los hombres indistintamente, tienen por naturaleza, y por tanto, sin importar su voluntad, mucho menos la voluntad de unos cuantos o de uno solo, algunos derechos fundamentales, como el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la felicidad, que el Estado, o más concretamente aquellos que en un determinado momento histórico detentan el poder legítimo de ejercer la fuerza para obtener la obediencia a sus mandatos, deben respetar no invadiéndolos y garantizarlos frente a cualquier intervención posible por parte de los demás.” (Bobbio, op. cit., p. 11)

[3] Bobbio cita a Bentham, quien afirma: “No existe nada semejante a los derechos naturales, nada similar a los derechos anteriores a las instituciones de gobierno, nada semejante a los derechos naturales, opuestos o en contradicción con los legales.” (Bobbio, op. cit., p. 69)



jueves, 18 de septiembre de 2025

LA ENDOGAMIA DEL PENSAMIENTO

 


Noche pampeana


Ariel Mayo (ISP J. V. González / UNSAM)

La endogamia es la noche del pensamiento. Una idea, una teoría que se encierra sobre sí misma y que deja de dialogar-confrontar con otras ideas y teorías, deriva rápidamente en un dogma y sus defensores se vuelven sectarios. La disposición a conocer y asimilar elementos de otras teorías, la atención prestada a lo nuevo en el campo de investigación, la aceptación del diálogo con otras perspectivas teóricas, son otros tantos indicadores de vitalidad. Todo esto es válido para las ciencias sociales; lo es todavía más cuando se trata de la teoría marxista (aquí partimos del supuesto, que debe ser demostrado, de que el marxismo todavía es útil para explicar el funcionamiento del capitalismo de nuestros días).

La reflexión sobre la sociedad, para ser fecunda, requiere del diálogo y la confrontación entre distintas perspectivas teóricas. No se trata de una declaración de buenas intenciones. La historia de la filosofía y de las ciencias sociales aporta ejemplos que permiten verificar empíricamente la importancia del diálogo-confrontación para la producción de conocimiento sobre la sociedad. Basta mencionar dos casos significativos.

La filosofía surgió en la Grecia antigua, es decir, en el lugar de  intersección de las ideas del Oriente opulento y del Occidente que comenzaba a organizarse en torno a sus primeras ciudades. Los comerciantes, en su ir y venir, iban esparciendo las noticias de otros cultos, otras costumbres, otras formas de organización política. Pero al interior de Grecia existía otro lugar (social) de intersección de ideas. En las polis griegas se desarrolló la democracia, con la asamblea de los ciudadanos como institución central del gobierno. En esta novedosa forma de gobierno era preciso tanto examinar y refutar los argumentos contrarios, como proporcionar pruebas favorables a los propios. En pocas palabras, había que persuadir y convencer por medio de argumentos. La filosofía surgió, pues, como producto de la confrontación entre ideas diferentes, derivada de la práctica del comercio y de la democracia.

El otro ejemplo de la importancia del diálogo-confrontación entre concepciones distintas es el origen del marxismo. La teoría marxista surgió en el período 1843-1848 en diálogo con el liberalismo (el político y el económico), con las diversas corrientes del socialismo y con la filosofía alemana. De hecho, el marxismo incorporó elementos del liberalismo y de la economía política, a punto tal que puede afirmarse, por ejemplo, que es imposible comprender la teoría marxista sin estudiar a fondo el liberalismo clásico. Sin ese diálogo-confrontación con otras corrientes teóricas no habría existido el marxismo ni se habría escrito, por ejemplo, El capital. 

Un indicador preciso de una época de crisis del pensamiento es la ausencia de intercambios entre perspectivas teóricas diferentes. En tiempos como los que nos ha tocado vivir, no está de más recordar la importancia de que una teoría no se encierre sobre sí misma. Esto, por supuesto, en el caso de que efectivamente nos propongamos una salida superadora a la crisis y que la teoría sea un insumo necesario para construir esa salida.


Balvanera, jueves 18 de septiembre de 2025

sábado, 2 de agosto de 2025

EL LARGO CAMINO HACIA LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA: NOTAS SOBRE RUPERT HALL

 



Sistema, poeta, sistema.

Empieza por contar las piedras,

luego contarás las estrellas.


León Felipe (1884-1968), poeta español



Ariel Mayo (ISP Dr. J. V. González / UNSAM)


El conjunto de disciplinas, organizaciones e instituciones de enseñanza que conforman en la actualidad la ciencia es, en términos históricos, muy reciente, pues no se remonta más atrás de mediados del siglo XVIII. Ahora bien, es claro que había conocimiento científico antes de 1750. En principio, limitándonos al ámbito europeo, podemos observar la existencia de matemática, lógica y física en la Grecia antigua. De este modo, cabe hablar de la existencia de una ciencia premoderna anterior a la ciencia moderna, que es la que se practica en nuestros días. Esto supone la existencia de un pasaje de una a otra. Los historiadores de la ciencia denominan revolución científica a este proceso y la sitúan en el período comprendido entre 1543 y 1687.

El historiador inglés Rupert Hall (1920-2009) se especializó en la historia de la Revolución Científica. Su obra The scientific revolution, 1500-1800 constituye un material imprescindible para comprender la naturaleza de esa revolución. El autor sintetiza su enfoque del proceso afirmando que “el presente libro trata sobre la victoria de la racionalidad sobre la racionalidad” (p. 17). Más en particular, caracteriza así a la RC:

“...a un nivel la revolución científica es el fenómeno del desplazamiento - todavía parcial, es decir, incompleto - de una idea de la naturaleza por otra idea; de una ≪visión del mundo por otra. La teología - la creencia de que la naturaleza de una cosa hay que explicarla por su excelencia en ser lo que es - se ve debilitada; la significación de los fenómenos que surge de la estructura del universo y las ≪leyes de la naturaleza≫ se ve reforzada.” (p. 12)

El presente texto no tiene mayor pretensión que presentar lo expuesto por Hall en la introducción de la obra. Corresponde advertir que el autor no desarrolla allí los pormenores de la RC, sino que presenta un panorama general tanto de sus antecedentes como de sus orígenes y resultados. Con ello Miseria de la Filosofía persiste en la publicación de materiales sobre temas epistemológicos y de historia de la ciencia.

Abreviaturas:

BEM= Baja Edad Media / RC= Revolución científica.

Información para bibliófilos:

1° edición: The scientific revolution, 1500-1800: The formation of the modern scientific attitude. Londres, UK: Longmans, Green, 1954.

La presente ficha de lectura se limita a la introducción de la obra  (pp. 9-37) y fue confeccionada utilizando la traducción española de Jordi Beltrán: Hall, R. (1985). La revolución científica, 1500-1750. Barcelona, España: Crítica. 549 p. 


Preludio: ¿qué es la ciencia moderna?

Si cabe hablar de ciencia moderna a partir de 1750, ¿qué tipo de ciencia había antes? ¿Qué transformaciones experimentó para convertirse en la ciencia que conocemos en nuestros días?

Para responder a estas preguntas hay que empezar por enumerar las características específicas de la ciencia moderna, para distinguir a esta última de las formas científicas anteriores. Hall enumera las siguientes características, que se establecieron recién a fines del siglo XIX: 1) criterios rigurosos de observación y experimentación; 2) exclusión de la acción de agentes espirituales; 3) aceptación de un materialismo puro. A estas características hay que agregar algunas más: 4) la distinción entre teorías confirmadas, hipótesis plausibles y especulaciones tentativas (tres grados diferentes de confianza); 5) el carácter matemático de su estructura y argumentos; 6) una buena teoría es general, pero también precisa (la mejor prueba de una teoría es la verificación de las conclusiones extraídas de ella).

Dicho de otro modo, el consenso acerca de los rasgos principales que conformaban la ciencia moderna se consolidó mucho después de la RC. Hall, incluso, se permite señalar que la ciencia de 1750 “era aún rudimentaria, pero también podía describir y explicar racionalmente muchos más acontecimientos naturales que las ciencias de 1500” (p. 13).


La Baja Edad Media: entre el dominio de la autoridad religiosa, las dudas y las búsquedas

Una vez enumeradas las características de la ciencia moderna, surge la pregunta: ¿cómo era el conocimiento científico hacia 1500?

En la Baja Edad Media (período comprendido entre los siglos XIV y XV) la visión del mundo y, por ende, del conocimiento científico, tenía cuatro componentes, cuyos orígenes se remontan al mundo antiguo (griego y romano): 1) técnico, dominio de fuerzas y materiales, donde se habían hecho recientemente progresos muy rápidos y efectivos; 2) filosófico (incluye la medicina), abordaba los problemas más generales sobre la naturaleza del mundo en que vivimos, se basaba en libros de autores griegos, latinos e islámicos; 3) matemático (incluye astronomía), menos prestigioso que la filosofía y limitado en sus ramas más avanzadas a grupos reducidos de expertos; 4) artes herméticas o mágicas, temidas por casi todas, conocidas por muchos, profesadas abiertamente por unos pocos.

En la BEM, como en toda la Edad Media en general, la autoridad suprema en el terreno del conocimiento era la religiosa, tal como se expresaba en la Biblia (Viejo y Nuevo Testamento), las obras de los Padres de la Iglesia, las proclamas de los pontífices y los concilios.

La autoridad religiosa se basaba en una serie de acuerdos en torno a ciertas afirmaciones: la salvación era el único objetivo importante del ser humano; el mundo era antiguo (unos miles de años) si se lo comparaba con la duración de la vida humana, pero tenía poco futuro, dada la supuesta cercanía de la 2° venida del Cristo; el mundo había sido creado perfecto, pero se había deteriorado por los años, la terquedad y la codicia de las personas; era absurdo concebir el mundo sin el ser humano e impío concebirlo sin Dios.

El dominio de la autoridad religiosa distaba de ser completo. Y no solo eso. También la autoridad escrita “distaba mucho de ser unánime” (p. 16). En la BEM convivían la “fertilidad y riqueza de ideas” con la “confusión”. Por ejemplo, un argumento acerca de la naturaleza de las cosas podía depender tanto de: 1) una cita de alguna autoridad antigua; 2) una supuesta muestra de experiencia común, de testimonios de viajeros de supuestos experimentadores; 3) una demostración geométrica. Además, era difícil llegar a conclusiones sólidas.

Entre los múltiples problemas de la ciencia anterior al 1500 se encontraba la ausencia de una distinción clara entre un acontecimiento natural (por ejemplo, el rayo) y la intervención divina: “Incluso el intento de distinguir un acontecimiento natural de una intervención divina llevaba aparejadas consideraciones teológicas y no podía haber nada de ciencia hasta que se hubiese establecido esta distinción.” (p. 17)

Retrocediendo un poco más en el tiempo, encontramos que en los siglos XIII-XIV se produjo un renacer de la cultura antigua. En este período, la racionalidad y pericia intelectual precristiana (más mucha información objetiva) se injertaron en la teología cristiana, a punto tal que cabe hablar de una síntesis, cuya expresión más significativa fue la obra de Tomás de Aquino (1224-1274). Se trataba, según Hall, de una síntesis imposible, pues “las epistemologías griega y cristiana eran, y son, irreconciliables” (p. 17). Las tensiones entre ambas reaparecieron a mediados del siglo XV, con el resurgir del platonismo.

Una característica central de la ciencia de la BEM radicaba en que el conocimiento científico no era buscado por su utilidad práctica. De todas las ramas del saber únicamente la medicina reconocía la distinción entre episteme y techné, esto es, entre conocimiento teórico y habilidad práctica

La forma predominante del conocimiento científico durante la BEM era la filosofía o, mejor dicho, la teología. La primera era una sabiduría secular, es decir, saber acerca de este mundo temporal. La teología, en cambio, era la sabiduría del mundo eterno. El predominio de la filosofía era notorio en las universidades: allí constituía, por lejos, la disciplina más importante. [2] La mayoría de los interesados en la filosofía procuraban responder a la pregunta: ¿cómo pueden los hombres formarse una imagen coherente, racional del mundo externo siendo éste tan enorme y en parte inaccesible, y hallándose en constante proceso de cambio? (p. 19)

La investigación filosófica se caracterizaba por ser libresca y literaria, llevada a cabo por académicos con fines didácticos. Por lo general, el punto de partida era algún autor griego o árabe: “Todos los hechos, argumentos y principios de explicación eran de prestado y todo el saber era en esencia un comentario y una elucidación de lo que habían escrito anteriormente los hombres doctos de mayor talento.” (p. 20) En otras palabras, los filósofos no veían el mundo real desde una perspectiva nueva. La “filosofía natural” se ocupaba de experimentos relacionados con el pensamiento; había una falta casi total de interés por las cosas vivas.


Renacimiento: crujen las estructuras mentales bajomedievales

El panorama del saber medieval cambió en el Renacimiento, esto es, el período comprendido entre los siglos XV-XVI. Ante todo, se produjeron una serie de cambios significativos en la base cultural. Los intelectuales renacentistas resucitaron la lengua griega en Europa occidental: salieron a la luz los escritos de Arquímedes (c. 287-c. 212 a. C.), Galeno (129-c. 210/216), Ptolomeo (c. 100 d. C. - c. 170 d. C.), Platón (c. 427-c. 347 a. C.), Lucrecio (c. 99 a. C.-c. 55 a. C.). [4] En cambio, los autores árabes, considerados con reverencia durante la BEM, pasaron a ser tildados de “simples chapuceros” (p. 22).

“Los filósofos renacentistas coincidían plenamente con los medievales en que el hombre moderno debía buscar una base firme en las enseñanzas de la antigüedad, pero debía buscarla directamente, haciendo caso omiso de todo lo escrito entre medias, y de una manera menos restringida.” (p. 22)

La influencia de Platón hizo que la gente se volcara hacia las matemáticas: “no saber geometría era una vergüenza” (pp. 22-23). Ello condujo a un redescubrimiento de las antiguas matemáticas puras y aplicadas. Las matemáticas y la astronomía florecieron con “rapidez insólita” en Europa. 

El impulso renacentista tuvo dos consecuencias principales en el pensamiento científico:

A] Se afianzó la idea “de que las matemáticas ofrecen una clave sin igual para comprender la naturaleza de las cosas” (p. 23). Esta idea se dividía en dos nociones principales: 1) convencimiento de que la “naturaleza es inherentemente matemática, porque Dios geometriza eternamente” (p. 23); 2) convencimiento “puramente lógico de que el razonamiento matemático es el más seguro de que disponemos” (p. 23). Ninguna de estas dos ideas era aceptada en la Antigüedad. El Renacimiento rechazó la tesis de los antiguos de que ninguna teoría sobre la realidad podía existir en forma matemática; era una empresa útil “buscar teorías matemáticas a las que también - en virtud de criterios metafísicos - pudiera suponerse ≪reales≫.” (p. 25)

B] El interés de los intelectuales se volcó hacia el estudio de la naturaleza, que era el “teatro de Dios” (p. 26). En otras palabras, “todo lo que hay en la Naturaleza lo había creado Dios para el uso o la instrucción del hombre, estos ≪mensajes≫ solo debía descifrarlos (...) aquellos que entendieran la naturaleza y, por ende, la ciencia puede y debería mejorar la utilidad de la naturaleza para el hombre, cumpliendo así la intención provisional de Dios.” (p. 27)

A los cambios intelectuales hay que sumar una serie de innovaciones técnicas: la pólvora, la brújula y las gafas. Como es sabido, la pólvora y la brújula se originaron en China y fueron incorporadas al bagaje militar y técnico europeo en la BEM. Las gafas fueron el resultado exitoso del interés de los filósofos europeo por la luz y la visión. Su invención fue atribuida al inglés Roger Bacon (c. 1214-1292).

Revolución Científica: una evaluación general
Hubo otros factores que influyeron en los orígenes de la RC. En la segunda mitad del siglo XV Portugal y España iniciaron una serie de exploraciones geográficas que culminaron en la expansión territorial (sobre todo en el continente americano). Los europeos demostraron su superioridad técnica en el arte de la guerra, gracias al uso de la pólvora, la caballería y la organización militar. Ello hizo que “el europeo empezó a verse a sí mismo como el gran inventor práctico que había adquirido poder y riqueza gracias a la combinación de destreza manual, sentido común y conocimiento natural.” (p. 28) [3]

Los cambios se fueron acumulando. En los siglos XV-XVI se dio un nuevo fenómeno: por primera vez hubo interés literario consciente por los oficios y la tecnología. Así, “los autores insistieron en que el aprovechamiento de la naturaleza por el hombre es casi tan maravilloso como la naturaleza misma” (p. 28) Muchos de estos expertos técnicos tenían fe en el saber abstracto o académico; incluso se burlaban del conocimiento basado en los libros. [5]

La importancia concedida a la RC en la actualidad no debe hacernos olvidar que los descubrimientos científicos que se sucedieron a partir de Copérnico no se tradujeron inmediatamente (incluso mediatamente) en grandes cambios tecnológicos. Antes de 1660, los beneficios directos del renacer científico eran “escasos o dudosos”. [6] Más aun, la magia era considerada como la clave para conseguir el control de la naturaleza; se pretendía emular a los magos de la Antigüedad.

La actitud más ecléctica y menos desdeñosa ante el conocimiento del mundo natural surtió efecto en la historia natural y despertó el interés por las curiosidades. Pero este soplo de empirismo no fue la única causa de la introducción de la experimentación sistemática en la ciencia. La observación y la experimentación conscientes y controladas se emplearon por primera vez en las ciencias tradicionales (astronomía, óptica, anatomía, fisiología).

Hall no se entusiasma por los logros de la ciencia renacentista (s. XV-XVI), pues las ciencias más rigurosas en el recurso a los hechos, y más precisas en su articulación teórica, eran las que ya tenían esas características en la Antigüedad y en la Edad Media. En cambio, los temas y áreas de investigación creados o resucitados por el Renacimiento (química, ciencias de la Tierra, la mayor parte de la biología) seguían siendo primitivos a finales del siglo XVIII, desde el punto de vista de la estructura. O sea, las nuevas ciencias del Renacimiento fueron “las últimas en hacer su crítica transición al modernismo, siguiendo el camino marcado por las ciencias matemáticas o académicas.” (p. 32)

Hall establece una distinción entre dos tipos de ciencia, que recién lograron integrarse en el siglo XIX. Se trata del newtonismo y del baconismo. El primero se volcó al estudio y explicación del movimiento macroscópico (el de los cuerpos grandes o, mejor dicho, aquellos que son observables a simple vista); el segundo, se concentró en el estudio del movimiento microscópico (es decir, los movimientos normalmente indetectables en la estructura de las cosas). [7]

El movimiento es algo comprensible para la mente (occidental), en parte porque es posible asociarlo al número. El movimiento macroscópico es “relativamente fácil de entender”, por eso ha sido el principal campo de estudio de la física, desde Aristóteles (384-322 a. C.) hasta Albert Einstein (1879-1955). En cambio, el movimiento microscópico es mucho más difícil de estudiar, en especial matemáticamente. Por ello la tradición newtoniana, abocada al estudio del movimiento macroscópico, fue la dominante. En cambio, el baconismo, centrado en los movimientos microscópicos, quedó marginado.

Hall señala que la victoria del newtonismo no se basó exclusivamente en cuestiones estrictamente científicas. El baconismo tenía claras implicaciones sociales. Bacon creía “que el mejoramiento de la condición humana era un objetivo benemérito y alcanzable, y medía el conocimiento de acuerdo con un criterio práctico además de estético” (p. 35). Bacon se proponía una revolución filosófica que permitiera realizar plenamente el potencial de los seres humanos. En cambio, la ciencia newtoniana carecía de todo compromiso social, “capaz de cualquier tipo de colonialismo” (p. 36), se adaptaba a cualquier situación social.

En otras palabras, la Revolución Científica tuvo como resultado la hegemonía del newtonismo. Hubo que esperar al siglo XIX, cuando se produjo la Segunda Revolución Científica, para que se explorara la senda de la unificación de los mundos microscópico y macroscópico.


Palabras finales:

En el panorama presentado aquí quedan fuera muchas cuestiones importantes. Aquí quiero mencionar dos de ellas, contribuyeron centralmente a forjar el clima de época que permitió la emergencia de la RC. 

En primer lugar, el desarrollo sin prisa pero sin pausa de la economía mercantil, cuyos indicadores más notorios fueron la expansión del comercio y el crecimiento de las ciudades. Los comerciantes fueron una punta de lanza que mostraba la nueva actitud de los europeos, decididos a romper los estrechos límites del campo y los castillos medievales. Por supuesto, no se trató de un proceso ni rápido ni lineal. Pero el aliento de los comerciantes a los viajes de descubrimiento y la expansión territorial fue importante para mostrar que el mundo era mucho más grande que lo indicado en los textos de los filósofos y los Padres de la Iglesia. La variedad de nuevas especies animales y vegetales, las necesidades de la navegación ultramarina, la incorporación de nuevos materiales y materias primas provenientes de otros continentes, ejerció un efecto de retroalimentación sobre el renovado interés por lo práctico que marcó el final del período bajomedieval.

En segundo lugar, la consolidación de los primeros Estados nacionales (Inglaterra, Francia, España) incrementó el interés por el conocimiento aplicado. Los nuevos Estados requerían nuevas técnicas y materiales para potenciar su poder militar, herramienta básica de su control del territorio nacional y de la expansión exterior. Pero también precisaban de conocimientos en los terrenos económico, administrativo y organizativo. Ello derivó en la aparición de un nuevo campo científico, el de las ciencias sociales, todavía muy incipiente a comienzos del siglo XVI, pero que no dejó de crecer en los siglos posteriores.

En definitiva, la Europa de 1750 y las áreas controladas por ella, eran muy diferentes a la Europa de 1500. La Revolución Científica jugó un papel importante en ese proceso, pero para una comprensión más global hay que tener en cuenta los procesos económico (economía mercantil) y político (Estado nacional como nueva forma de organización política).


Balvanera, sábado 2 de agosto de 2025



NOTAS:

[1] En 1543 se publicó la primera edición de De revolutionibus orbium coelestium [Sobre las revoluciones de las esferas celestes], la obra en la que el astrónomo y matemático polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) postuló por primera vez el sistema heliocéntrico (en el que la Tierra dejaba de ser el centro del universo, posición que pasaba a ser ocupada por el Sol). En 1687 apareció la primera edición de Philosophiæ naturalis principia mathematica [Principios matemáticos de filosofía natural) de Isaac Newton (1643-1727), donde se enuncian la ley de la gravitación universal y las leyes de la mecánica clásica (las leyes de Newton).
[2] El predominio de la filosofía se explica, en parte, porque el cristianismo se convirtió muy temprano en una religión intelectual, gracias a los esfuerzos de san Pablo (5/10 d.C. - 58/67 d. C.) y los Padres de la Iglesia.

[3] El filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626) fue un exponente típico de este punto de vista.

[4] Es decir, se amplió el número de autores conocidos y estudiados: “Nuevos horizontes trajeron  nuevas variedades de pensamiento y nuevos problemas que desenmarañar.” (p. 22)

[5] Los que más celebraban el saber y la maestría de los artesanos eran quienes más se burlaban del saber basado en los libros.

[6]  “Se advierte más a menudo el deseo de resolver viejos problemas intelectuales que el deseo de resolver nuevos problemas técnicos. La mentalidad renacentista no creía necesario adquirir nuevos conocimientos nuevos para ejercer mayor control sobre la naturaleza.” (p. 29)

[7] Cuando deja de ser básicamente descriptiva, toda ciencia es básicamente un estudio del movimiento y del cambio, ya se llame ≪revolución biológica≫ o ≪la expansión del universo≫.” (p. 33).