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domingo, 4 de agosto de 2024

GIDDENS Y EL MITO DEL CISMA: APUNTES PARA LA CRÍTICA DEL MARXISMO Y EL ESTRUCTURAL-FUNCIONALISMO

 


 

El sociólogo británico Anthony Giddens (n. 1938) es un viejo conocido de este blog. Por ende, no necesita presentación. Hoy publicamos una ficha de lectura sobre una parte de su libro Profiles and Critiques in Social Theory, (Londres, MacMillan Press, 1982) [1]. De este modo, continuamos la publicación de materiales sobre la historia de la sociología. Estamos en una época de profundas transformaciones, ¡qué duda cabe! Por ello nos encontramos obligados a revisar cada una de las herramientas conceptuales con que analizamos nuestra angustiante realidad actual. Aplicar la duda (tal como nos enseñó el viejo René) siempre es provechoso.


El mito del cismo y su crítica

La expresión mito del cisma fue acuñada por Giddens y hace referencia a los debates en torno a la teoría del orden social, formulada por el sociólogo estadounidense Talcott Parsons (1902-1979) en su obra El sistema social [The Social System] (1951). El cisma se establece entre quienes “asumen una visión consensual/conservadora de esa teoría del orden y aquellas que lo analizan en términos de crítica y dominación” (p. 1).

Giddens no adopta ninguna de las dos posiciones mencionadas en el párrafo precedente; por el contrario, desarrolla una crítica del mito centrada en dos cuestiones principales:

En primer lugar, sostiene que el mito perpetúa la manera ambigua en que Parsons concibe la noción de orden: 1) orden como la antítesis de aleatoriedad o azar (lo incomprensible); 2) orden como el proceso que se realiza según patrones establecidos por el sistema normativo (integración normativa o consenso). Se trata de nociones diferentes, pero Parsons considera que ambas definiciones pueden ser tratadas como una y la misma. La primera formulación de orden contiene la tarea de la teoría social en general (aportar inteligibilidad a la compresión de la sociedad); la segunda formulación, en cambio, es una interpretación especial de la tarea de la teoría social.

En segundo lugar, Giddens sostiene que los sociólogos enrolados en el mito plantean de manera insatisfactoria la distinción entre “estructural-funcionalismo” y “marxismo”. Esto es así porque presentan una caricatura del segundo, al que imagina concentrado en los temas del “conflicto” (a diferencia del estructural-funcionalismo, que aparece centrado en el “orden”). Pero:

“Es bastante equivocado sugerir que Marx no estaba preocupado por el consenso normativo, aunque por supuesto le desagradara ese término específico. Los «valores comunes» aparecen en la teoría marxista bajo la forma de «ideología», y lo que diferencia el último concepto del primero no puede entenderse sin referencia a otros conceptos integrales al marxismo: a saber, los de modos de producción e interés de clase.” (p. 2)

En base a lo anterior, Giddens concluye que “la idea del cisma es estéril y debe ser abandonada”. En cambio, propone tomar como punto de partida la idea de que el orden es la noción clave de la sociología, y que debe ser complementado con un análisis que lleve el conflicto y el cambio al centro de la escena. Esto obliga a discutir la tesis del carácter intrínsecamente conservador de la sociología, y su contrapartida, la “sociología radical” [2].

El estructural-funcionalismo y la teoría de la sociedad industrial

En este punto, el sociólogo británico señala las líneas de contacto entre el estructural-funcionalismo y su correlato, la teoría de la sociedad industrial, a la que describe del siguiente modo:

“El contraste fundamental en el mundo moderno es (...) entre una sociedad tradicional, agraria, normalmente basada en la dominación por parte de elites que son propietarias de la tierra, establecida por la religión, aunque en realidad a menudo derivada del poder militar y coordinada con un estado autoritario; y sociedades industriales, urbanas, fluidas y «meritocráticas» en su estructura, caracterizadas por la difusión del poder entre élites competitivas, donde la solidaridad social se basa en transacciones de intercambio seculares en lugar de sobre una ética religiosa o un poder militar coercitivo, y en las que el gobierno se transforma en un estado democrático de masas. La teoría de la sociedad industrial reconoce el fenómeno del conflicto de clase, pero sostiene que es característica de una fase de transición en el surgimiento del industrialismo a partir de la sociedad tradicional y que es superado (léase «regulado» o «institucionalizado») cuándo el orden industrial alcanza su madurez.” (pp. 3-4)

La teoría de la sociedad industrial tiene como corolario la elaboración de una tipología dicotómica de las formas de organización social: “estatus” vs. “contrato”; “solidaridad mecánica” vs. “solidaridad orgánica”; “Gemeinschaft” vs. “Gesellschaft”, etc.

Para Giddens es preciso abandona la teoría de la sociedad industrial, pues ella alude a una realidad social que ya no existe (las sociedades del siglo XIX y principios del siglo XX, centradas en las tensiones entre los centros urbanos-industriales y el movimiento centrífugo del interior rural). Pero también debe ser abandonada porque está construida en torno a ciertas características intelectuales propias del siglo XIX, entre las que destaca el sesgo antipolítico. Dicho sesgo plantea que la política se encuentra subordinada a las tendencias sociales y que, por tanto, debe explicarse en base a ellas [3].

Algunas propuestas para la sociología

Ahora bien, del supuesto de la impotencia de la política, compartido por el marxismo y el estructural-funcionalismo, se desprenden otros supuestos, que también deben ser discutidos:

1-El desarrollo social responde al despliegue de influencias endógenas en una sociedad dada (modelo endógeno en sociología). Este supuesto, arraigado en la sociología contemporánea, niega el hecho de que ninguna sociedad se encuentra aislada, y que los acontecimientos político-militares moldearon y moldean a las sociedades avanzadas [y a las no avanzadas también].

2-Las características de cualquier sociedad son gobernadas por su nivel de desarrollo económico o tecnológico.

3-Las sociedades económicamente avanzadas muestran a las demás sociedades la imagen de su propio futuro.

La ruptura con las “ideas caducas” del siglo XIX debe ser completa y requiere la formulación de un nuevo programa teórico y de investigación para la sociología, basado en las siguientes presuposiciones:

a-Eliminar la distinción entre sociología (estudio de la estructura social) y ciencia política (estudio del poder político). Una de las tareas centrales de la sociología consiste en crear una teoría del Estado moderno y sus implicancias para la teoría social.

b-Llegar a un acuerdo teórico con la comunidad internacional, que es una “comunidad global”: los conflictos de clase al interior de las sociedades capitalistas se han convertido en conflictos entre naciones ricas y naciones pobres.

c-Explorar las diferencias entre las sociedades y reconocer que existen diferentes caminos hacia el desarrollo industrial.

d-Dejar de construir teorías en base a casos únicos (Gran Bretaña en el siglo XIX; EE. UU. en el siglo XX). Hay que darle una oportunidad a la sociología comparativa de las sociedades avanzadas [y de las sociedades “no avanzadas” también].

 

Balvanera, domingo 4 de agosto de 2024


NOTAS:

[1] La traducción pertenece al sociólogo y profesor argentino Sebastián Pereyra. Se trata de un material de cátedra. La paginación utilizada en esta ficha corresponde a la de dicho material.

[2] “El propio marxismo siempre tuvo dificultades con su estatus epistemológico: esto es, hasta qué punto es una ciencia neutral y hasta qué punto es una teoría crítica vinculada con los intereses del movimiento obrero. Estas dificultades están seguramente implicadas en las ideales difusamente expresados de la «sociología radical». (p. 3)

[3] Giddens afirma que Marx cayó en este sesgo: “en los escritos de Marx, como en la teoría de la sociedad industrial, sólo existe una teoría rudimentaria y muy inadecuada del Estado, del poder militar, o de la anticipación del resurgimiento del nacionalismo que, no muchos años después de la muerte de Marx, fue la ruina de las esperanzas de una mancomunidad socialista internacional.” (p. 5)

jueves, 20 de junio de 2024

EL FRACASO DEL FIN DE LA HISTORIA: LA SOCIEDAD DEL RIESGO

 

Gaza luego de los bombardeos israelíes, 2024



A veces, las palabras envejecen más rápido que las personas. Hay épocas en las que el cambio es tan desmesurado que la novedad de ayer se convierte en el trasto olvidado en el desván de hoy. Sería interesante indagar los motivos detrás del transcurrir irregular del tiempo social. Pero aquí no podemos hacerlo. Vamos a ocuparnos de la globalización, mejor dicho, de uno de los aspectos de ella, la llamada sociedad del riesgo, tal como lo presenta el sociólogo británico Anthony Giddens (n. 1938).

En el período 1989-1991 se desarmó el sistema de los países socialistas de Europa del este y desapareció la Unión Soviética. El socialismo se esfumó de la faz de la Tierra hasta la actualidad. La vida le reía y cantaba al capitalismo, alguno de cuyos intelectuales llegó a imaginar la llegada del fin de la historia y el pasaje a un presente continuo lleno de mercancías y democracias entendidas como el mero ejercicio del voto.

En ese contexto de economía de mercado y liberalismo victoriosos, muchos cientistas sociales plantearon que el Estado nacional, la herramienta que había sido compañera inseparable del capitalismo desde los albores del siglo XVI, era obsoleta y que los capitales ya no se hallaban encerrados en las fronteras nacionales. Había llegado el reino de la globalización, la palabra que adornó casi todas las publicaciones de ciencias sociales que vieron la luz en la década de 1990. En verdad, no se trataba ni de una realidad ni de un planteo teórico nuevos. De hecho, para mencionar un ejemplo conocido, Marx y Engels describieron la creación de un mercado mundial por el capitalismo en el Manifiesto comunista (1848). Pero el triunfalismo del capitalismo sepultó todos los antecedentes y todos los matices. Se estaba en el comienzo de una nueva era, en la que por fin los dueños del capital iban a poder expandir sin precauciones ni límites su búsqueda de ganancias.

El tiempo puso las cosas en su lugar. Hoy, treinta y tantos años después de los sucesos de 1989-1991, el mundo sigue siendo un lugar caótico, donde la amenaza de un conflicto nuclear toma cuerpo en el marco de la guerra de Ucrania. El sistema internacional dejó de ser unipolar y China (aliada a la Federación Rusa) y EE. UU. se disputan la hegemonía global, mientras emerge una pléyade de potencias regionales. La pretendida desaparición de los Estados nacionales dejó paso a un fortalecimiento de muchos ellos y a la conformación de bloques regionales que necesitan de los Estados de los países que los integran para imponerse en la competencia internacional. Por último, y no menos importante, el capitalismo no ha dejado de experimentar crisis desde 1991 hasta la fecha. Es cierto que el socialismo no constituye, por lo menos por ahora, una amenaza tangible, pero la propia dinámica del sistema capitalista no deja de generar problemas e incertidumbre en el corto, mediano y largo plazo. Nada más lejano del porvenir de orden y progreso ilimitado imaginado a comienzos de la década de 1990.

De la vasta literatura sobre la globalización queda poco para recordar. La mayoría de ella, acorde con la lógica imperante en el mundo académico, fue una moda y, como tal, dejó paso a otras modas. Sin embargo, hay trabajos que merecen ser recordados, aunque no necesariamente constituyan aportes novedosos en el campo de la ciencia de la sociedad. Es por ello por lo que queremos ocuparnos de un libro de Giddens, Un mundo desbocado, cuya primera edición (inglesa) data de 1999. [1] En el capítulo 2 [2], el autor describe las características de lo que denomina sociedad del riesgo. Veamos en qué consiste su argumento.


El sociólogo inglés se ocupa, como casi toda la sociología, de la cuestión de la transición de las sociedades precapitalistas a la sociedad capitalista. Pero lo hace desde un aspecto particular, poco trabajado en las grandes síntesis anteriores: el riesgo.

La afirmación central de Giddens consiste en que la idea de riesgo devela algunas de las características básicas del mundo actual.

En primer lugar, sostiene que la noción de riesgo no existía en las sociedades tradicionales, sino que tomó cuerpo en los siglos XVI y XVII. Fue utilizada originalmente por los navegantes para aludir a una zona de peligro (espacio), su uso se extendió luego al comercio (tiempo) y, finalmente, llegó a denominar a diferentes situaciones de incertidumbre.

“Las culturas tradicionales no tenían un concepto del riesgo porque no lo necesitaban. Riesgo no es igual a amenaza o peligro. El riesgo se refiere a peligros que se analizan activamente en relación a posibilidades futuras. Sólo alcanza un uso extendido en una sociedad orientada hacia el futuro —que ve el futuro precisamente como un territorio a conquistar o colonizar—. La idea de riesgo supone una sociedad que trata activamente de romper con su pasado —la característica fundamental, en efecto, de la civilización industrial moderna.” (p. 35)

Las sociedades tradicionales (incluso Grecia y Roma) vivían en el pasado. Esto significa que estas sociedades:

“Han utilizado las ideas de destino, suerte o voluntad de los dioses donde ahora tendemos a colocar el riesgo. En las culturas tradicionales, si alguien tiene un accidente o, por el contrario, prospera, bueno, son cosas que pasan, o es lo que los dioses y espíritus querían.” (p. 35)

Ahora bien, el riesgo tiene aspectos negativos (la ya mencionada incertidumbre), pero también posee aspectos positivos: es fuente de excitación y aventura; es la fuente de energía que crea la riqueza en la sociedad moderna. Estos dos aspectos aparecen en los orígenes de la sociedad industrial moderna.

El riesgo es la dinámica movilizadora de una sociedad volcada en el cambio que quiere determinar su propio futuro en lugar de dejarlo la religión, la tradición o los caprichos de la naturaleza.” (p. 36; el resaltado es mío – AM-.)

Giddens, en una línea de pensamiento inaugurada por Max Weber, afirma que el capitalismo moderno se diferencia de todos los sistemas económicos anteriores por su orientación hacia el futuro: “El capitalismo moderno se planta en el futuro al calcular el beneficio y la pérdida, y, por tanto, el riesgo, como un proceso continuo.” (p. 37)

Ahora bien, la idea del riesgo conlleva la del seguro (que debe ser entendido en un sentido no exclusivamente económico). El Estado de bienestar, entendido como forma elaborada del seguro, es un sistema de administrar el riesgo. “El seguro es la línea de base con la que la gente está dispuesta a asumir riesgos. Es el fundamento dela seguridad allí donde el destino ha sido suplantado por un compromiso activo con el futuro.” (p. 37)

El seguro sólo es concebible en una sociedad “donde creemos en un futuro diseñado” por las personas. “El intercambio y transferencia de riesgos no es un rasgo accidental en una economía capitalista. El capitalismo es impensable e inviable sin ellos.” (p. 38)

En otras palabras, el sistema capitalista está sometido a crisis periódicas (léase incertidumbre). No hay manera de suprimir esas crisis, pues forman parte de la dinámica del sistema y, tal como lo indica Giddens al tratar el problema del riesgo, representan uno de los motores del sistema. La búsqueda de ganancias, a pesar de todos los cálculos y las previsiones, implica un margen de incertidumbre. Por ello el capital reclama al conjunto de la sociedad que haga su aporte para reducir dicho margen.

Pero el proyecto de regular el riesgo no resultó como se pensaba. Giddens remarca que hoy lidiamos con nuevas formas de incertidumbre (ejemplo: el cambio climático). Para comprender la situación actual, propone distinguir entre riesgo externo (proveniente del exterior, de las sujeciones de la tradición o de la naturaleza), y riesgo manufacturado (creado por el efecto de nuestro creciente conocimiento sobre el mundo y que se refiere a situaciones sobre las que tenemos muy poca experiencia histórica, porque son novedosas).

En estos momentos estamos experimentando la transición desde la preocupación por el riesgo externo hacia los desvelos por el riesgo manufacturado. Mientras que las sociedades tradicionales y la sociedad tradicional hasta ahora se preocupaban por lo que podía hacernos la naturaleza, ahora pasamos a inquietarnos por lo que le hemos hecho a la naturaleza.

No se trata únicamente de riesgos relacionados con la naturaleza, sino que es un riesgo que involucra aspectos de la vida social (por ejemplo, el matrimonio). A diferencia de las sociedades tradicionales, donde el casamiento era fuente de certidumbre, no sabemos qué estamos haciendo, pues la familia ha cambiado muchísimo. En líneas generales, en el riesgo manufacturado “no sabemos, sencillamente, cuál es el nivel de riesgo, y en muchos casos no lo sabremos hasta que sea demasiado tarde” (p. 41; el resaltado es mío – AM-.).

Los problemas derivados del riesgo manufacturado se acrecientan por el cambio de actitud hacia la ciencia. En los dos últimos siglos la ciencia, que se suponía que iba a reemplazar a la tradición como dadora de certezas, se volvió ella misma una tradición. Las personas aceptaban la palabra de los científicos. Sin embargo, en la medida en que la ciencia (vía tecnología) se involucró de manera creciente en la vida cotidiana, las personas notaron que los científicos no se ponían de acuerdo en la mayoría de las cuestiones y que el carácter variable (no absoluto) del conocimiento científico era fuente de controversias sociales y políticas.

En este punto corresponde hacer un alto. La promesa del capital a comienzos de la década de 1990 consistía en el comienzo de una época de progreso continuo, libre de los conflictos que habían asolado la anterior época histórica. Giddens, uno de los intelectuales que se subieron al tren de la nueva era, advierte (menos de diez años después del inicio de la “nueva era”), que el capitalismo es una frazada corta: a la vez que tapa un problema deja al descubierto otro. No se trata sólo de eso: por primera vez en la historia un sistema social tiene la capacidad para destruir al conjunto de la civilización y, más todavía, al planeta entero. El capitalismo, en su devenir, genera problemas civilizatorios. Esto no significa, por supuesto, que mañana vaya a producirse el colapso. Pero da cuenta del fracaso de las ilusiones de la década de 1990.

Frente al riesgo manufacturado se adoptó el principio precautorio, que consiste en la limitación de la responsabilidad aun sin tener todavía evidencia concluyente (ejemplo: la actitud de Alemania Occidental frente a la lluvia ácida en la década de 1980, prohibiendo la emisión de las sustancias que la provocaban).

Giddens concluye:

“Nuestra era no es más peligrosa —ni más arriesgada— que las de generaciones anteriores, pero el balance de riesgos y peligros ha cambiado. Vivimos en un mundo donde los peligros creados por nosotros mismos son tan amenazadores, o más, que los que proceden del exterior. Algunos de ellos son verdaderamente catastróficos, como el riesgo ecológico mundial, la proliferación nuclear o el colapso de la economía mundial. Otros nos afectan como individuos mucho más directamente: por ejemplo, los relacionados con la dieta, la medicina o incluso el matrimonio.” (p. 47)

En este nuevo balance de riesgos y peligros se encuentra la fuente principal para el surgimiento de actitudes anticientíficas:

“Unos tiempos como los nuestros engendrarán inevitablemente movimientos religiosos renovadores y diversas filosofías New Age, que se oponen a la actitud científica. Algunos pensadores ecologistas se han vuelto hostiles a la ciencia, e incluso al pensamiento racional en general, debido a los riesgos ecológicos. Esta actitud no tiene mucho sentido. Sin el análisis científico ni siquiera conoceríamos estos riesgos. Nuestra relación con la ciencia, sin embargo, por las razones ya dadas, no será —no puede ser— la misma que en épocas anteriores.” (p. 47)

Por último, Giddens formula una advertencia: carecemos de las instituciones nacionales e internacionales para manejar el riesgo manufacturado. No obstante ello, es imposible para una economía dinámica y una sociedad innovadora adoptar una actitud puramente negativa frente al riesgo. Por el contrario, el sociólogo británico opina que es probable que haya que ser más audaces que cautelosos en el terreno de la ciencia y la tecnología.

El triunfo apoteósico del capitalismo en 1989-1991 no resolvió ninguno de los grandes problemas de la humanidad. Por el contrario, potenció la aparición de nuevos problemas. La globalización, vendida como un período de paz universal, basado en la extensión ilimitada del libre comercio, dio paso a un recrudecimiento de los conflictos bélicos y a la reaparición de la amenaza de una guerra nuclear. El orden y el progreso dan paso al riesgo manufacturado. Todo ello obliga a repensar la concepción del capitalismo y a revisar, nuevamente, el aporte de la ciencia de la sociedad (de las ciencias sociales, si lo prefiere quien lee estas líneas).

 

Balvanera, jueves 20 de junio de 2024


NOTAS:

[1] Giddens, A. (1999). Runaway World: How Globalization is Reshaping Our Lives. London, UK: Profile. Hay traducción española de Pedro Cifuentes: Giddens, A. (2000). Un mundo desbocado: Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Madrid, España: Grupo Santillana. 109 p. (Pensamiento).

[2] El capítulo 2 se titula “Riesgo” y abarca las pp. 33-48 de la obra.


domingo, 30 de octubre de 2022

GIDDENS Y EL GRAN DEBATE SOBRE LA GLOBALIZACIÓN (2001)

 

Refugiados en Irak


Anthony Giddens (n. 1938) ocupa un lugar importante en la sociología de la segunda mitad del siglo XX. Por supuesto, ocupar un lugar importante no es sinónimo, a priori, de calidad y/o valor científico de la obra. En este punto tiene validez absoluta el principio metodológico cartesiano, “dudar de todo”. Hecha esta advertencia, corresponde decir que es conveniente leer a Giddens, ya sea en su faceta de sociólogo académico, como en la de consejero de Tony Blair (n. 1953) y promotor de la “Tercera Vía”. Es más, me atrevo a decir que es más importante este último aspecto de su obra (sin quitarle méritos a su producción académica), porque éste representa una intervención en la política concreta, algo que defendemos a capa y espada aquí en Miseria de la Sociología. La sociología, desgajada de la política, es un árbol seco, que merece ser derribado sin miramientos. 

Presentamos a continuación una ficha sobre la conferencia pronunciada por Giddens el 19 de noviembre de 2001 en Valencia, España. La institución organizadora fue la Fundación Cañada Blanch.

El texto tiene carácter popular y presenta interés porque en ella Giddens canta una loa de la globalización, tal como se acostumbraba en la década de 1990, pero advierte los presagios ominosos derivados de los atentados del 11 de septiembre de 2001. El autor, defensor fervoroso de la globalización se anima a plantear que, a pesar de todo, “algo huele a podrido en Dinamarca”. Para nosotros, lectores de 2022, puede resultar provechoso comparar las evaluaciones y pronósticos de Giddens con las realidades actuales. Por lo general, las crisis (y estamos entrando en una etapa de crisis mundial pocas veces vista) no se llevan bien ni con los pronósticos ni con las profecías.

Referencia:

Giddens, A. (2001). El gran debate sobre la globalización. Pasajes, (7), 62-73. Traducción de Carlos Subiela.


Giddens abre la conferencia formulando una caracterización de la globalización. En su opinión se trata del “debate más importante que se está produciendo en las ciencias sociales, y más allá de ellas, hoy en día.” (p. 63)

El término pasó de ser apenas utilizado a mediados de la década de 1980

“a estar presente en todas partes en un período de tiempo notablemente corto y se podría decir que es el término de las ciencias sociales con más éxito en los últimos tiempos porque no se me ocurre otro concepto científico-social que haya penetrado tanto en el discurso popular y en tan poco tiempo.” (p. 63)

Ahora bien, la omnipresencia del término no significa que sea comprendido. Por lo tanto es preciso explorar qué significa o, para ser más exactos, cuáles son sus diversos significados.

Giddens afirma que desde hace décadas se viene desarrollando el gran debate sobre la globalización, en el que pueden distinguirse dos etapas:

a) Debate entre académicos en torno a si el término globalización indica o no un cambio histórico real. Los escépticos de la globalización argumentaban que no había cambios sustanciales entre nuestra época y el pasado en términos de integración real. Sin ir más lejos, a finales del siglo XIX había mercado abierto, comercio en divisas por todo el mundo, migraciones masivas, etc. El debate se saldó, investigación empírica mediante, con la derrota de los escépticos. La opinión dominante sostiene que el siglo XIX fue la primera época de la globalización y que hoy estamos en la segunda, mucho más abarcadora y dinámica que la primera.

b) Debate entre académicos, pero también entre personas que salen a movilizarse en contra de la globalización (ejemplo: reunión de la OMC en Seattle, 1999). El eje de la discusión es el significado de la globalización y cuáles son sus consecuencias. Se trata de una batalla política.

La conferencia de Giddens se sitúa, deliberadamente, en esta segunda etapa del debate. El autor enfatiza que el debate contiene un error, común a partidarios y adversarios de la globalización. Ambos la consideran un fenómeno esencialmente económico: “La ven primordialmente en términos de expansión de los mercados mundiales y en particular del papel de las instituciones financieras globales en un mercado mundial en expansión.” (p. 64) Es cierto que se asiste a una aceleración del impacto global de los fenómenos económicos; hay una integración creciente de la economía mundial, aunque fuertemente regionalizada. Por ejemplo: la Unión Europea comercia básicamente consigo misma, tiene poco intercambio con los países en vías de desarrollo. O sea, “no hay un sistema completamente integrado, pero sin duda ha habido una aceleración a nivel económico.” (p. 65)

Pero el punto fundamental es que la globalización no es un fenómeno exclusivamente económico (ni sus fuerzas impulsoras son únicamente económicas). La globalización es política, cultural y social.

La diferencia decisiva entre nuestra época y las anteriores radica en el cambio experimentado por las comunicaciones. “La revolución de las comunicaciones es la principal fuerza impulsora de la mayor interdependencia que es característica de nuestra época” (p. 65) El hito en la revolución actual de las comunicaciones se encuentra a finales de la década de 1960, cuando se estableció por primera vez sobre la Tierra un sistema efectivo de satélites. Por primera vez en la historia humana se hizo posible la comunicación instantánea de un extremo a otro del planeta. Ello se aceleró con el maridaje de la tecnología de las comunicaciones y los ordenadores.

Giddens sostiene que la causa de la caída de la URSS fue el impacto de la revolución de las comunicaciones: “la Unión Soviética no podía competir económicamente y su sistema político se quedó obsoleto respecto del sistema mucho más fluido y dinámico que el impacto de las comunicaciones globales más o menos nos impone.” (p. 65)

La globalización no tiene una causa única; tampoco provoca un único efecto. Entre sus efectos:

a) Aleja de la nación, pues debilita a los Estados.

b) Impulsa y genera nuevas fuerzas para la identidad local.

c) Crea nuevas regiones, que a veces atraviesan las fronteras de las naciones.

Las personas no son receptores pasivos de la globalización, sino que “todos somos agentes” de ella (por ejemplo, al utilizar Internet). Supone la transformación de las instituciones (grandes y pequeñas), pero también de la vida personal; cambia la soberanía de las naciones, pero también cambian estructuras muy importantes y profundas de la vida cotidiana. La globalización está transformando la familia, la posición de las mujeres en la sociedad.

“El fundamentalismo, el auge o algunas formas de fundamentalismo, especialmente de índole religiosa, está motivado por la oposición a la emancipación de las mujeres, está impulsado por el síndrome de odio a las mujeres, por un deseo de volver al estado de cosas anterior, tradicional.” (p. 67)

En síntesis, ¿qué es la globalización?

“Si la entendemos en términos sociológicos, la forma más sencilla es la siguiente: «La globalización, la definición más simple de globalización, es interdependencia». Globalización significa interdependencia creciente con gente que vive a muchos kilómetros de nuestro ámbito habitual, pero esa creciente interdependencia ha transformado la mayoría de nuestras instituciones. La globalización representa una especie de cambio estructural de nuestras instituciones básicas que van desde la familia y la vida económica hasta la soberanía de las naciones y las mismas instituciones transnacionales.” (pp. 67-68)

Respecto al movimiento antiglobalización:

a) Los que salen a protestar a las calles se definen como antiglobalización. Esta postura no es coherente, dado que la globalización alude a un conjunto complejo de fenómenos, que no se pueden rechazar en bloque pues no se puede volver atrás. b) El movimiento antiglobalización es, en sí mismo, un movimiento global, que opone a la globalización desde arriba, efectuada por las grandes corporaciones multinacionales, la globalización desde abajo, en la que juegan un papel significativo las ONG.

b) El movimiento antiglobalización sostiene que la globalización está dominada por las grandes corporaciones. El dominio del mercado sobre nuestras vidas y nuestras sociedades amenaza con destruir la cultura cívica y los derechos democráticos. Giddens sostiene que hay que escuchar esta crítica:

“porque creo que es correcto decir que una buena sociedad no es aquella que está demasiado dominada por las fuerzas del mercado. Una buena sociedad no es aquella donde el poder de las grandes empresas es demasiado fuerte. Si permitimos que nuestra sociedad, en Occidente o en cualquier parte del mundo, esté dominada en exceso por las fuerzas del mercado, tendremos mucha desigualdad, tendremos mucha inseguridad y se producirá una mercantilización de valores que deberían quedar al margen del mercado.” (p. 69)

Una buena sociedad debe asentarse en el equilibrio entre tres componentes: mercado competitivo y eficiente; gobierno ágil, efectivo y democrático; sociedad civil desarrollada. Agrega que la tarea de nuestra época es construir una “sociedad civil global”.

c) Los manifestantes antiglobalización sostiene que la globalización es un proyecto de Occidente, que implica sólo ⅕ de la población mundial, y que está produciendo mayor desigualdad en el mundo. Giddens señala que no es posible afirmar de manera concluyente que hay mayor desigualdad, sino que se trata probablemente de lo contrario. La única manera de superar la desigualdad es el crecimiento económico. En este punto dice que “la globalización no puede ser dirigida exclusivamente por el mercado” (p. 71)

En conclusión, “la batalla del siglo XXI en gran medida será una batalla entre el fundamentalismo por una parte y una sociedad cosmopolita mundial por otra.” (p. 72)

En este sentido,

“El fundamentalismo no tiene realmente que ver con lo que se cree, sino con por qué se cree y cómo es la relación con los que tienen creencias diferentes. El fundamentalismo, en mi opinión, no se limita a la religión. Puede haber fundamentalismo étnico, fundamentalismo nacionalista y hemos visto los efectos de estas formas de fundamentalismo en la ex Yugoslavia y otras partes del mundo en los últimos años. El fundamentalismo es la afirmación de que sólo hay una forma de vida que es correcta y adecuada y que todo lo demás ha de ser erradicado o pisoteado.” (p. 72)

Lo opuesto al fundamentalismo es la “tolerancia de la identidad múltiple”. Opina que la Unión Europea está produciendo esa sociedad cosmopolita.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 muestran los riesgos que debe afrontar la continuidad de la globalización: “Si no conseguimos crear una sociedad global cosmopolita en esta época marcada por la interdependencia, no seremos capaces de controlar las fuerzas divisorias y peligrosas que ha desencadenado la globalización.” (p. 73)

Las última cita del texto resulta particularmente ominosa en 2022. La globalización capitalista ha provocado (¡no podía ser de otra manera!) un salto gigantesco en el desarrollo de las fuerzas productivas y, a la vez, una profundización de las tensiones económicas, sociales y políticas. No hay fin de la historia, sino historia sin fin…

 

Villa del Parque, domingo 30 de octubre de 2022


jueves, 10 de agosto de 2017

GIDDENS: TEORÍA DE LA ESTRUCTURACIÓN


Nota bibliográfica:
Redacté esta ficha en base a: Ritzer, George. (1997). Teoría sociológica contemporánea. México D. F.: McGraw-Hill.

El objetivo de este trabajo es presentar de manera sintética la teoría de la estructuración (TE a partir de aquí), desarrollada por Anthony Giddens (n. 1938) en su obra The Constitution of Society: Outline of Theory of Structuration (Berkeley: University of California Press, 1984). (CoS a partir de aquí). (1)

En la exposición no hago más que glosar el texto de Ritzer, quien dedica a Giddens unos pasajes al comienzo de su obra y un apartado del capítulo 11 (Integración acción - estructura) (pp. 422-497). En los casos en que formulo comentarios que exceden el marco del mero resumen del texto de Ritzer, los mismos se encuentran entre corchetes.

No es necesario fundamentar la importancia de Giddens en la teoría sociológica contemporánea. Su obra constituye uno de los intentos más elaborados por desarrollar una síntesis superadora del individualismo metodológico y el estructuralismo. En este blog ya tuve oportunidad de glosar otro texto de Giddens. Espero tener, alguna vez, la oportunidad de escribir algo más denso sobre la sociología contemporánea. Por el momento, vayan estas notas, que pueden resultar útiles para algún lector.



Ritzer ubica a Giddens en la teoría social europea contemporánea. Lo identifica como una de las cuatro líneas de trabajo agrupadas bajo el encabezado de la integración acción - estructura (ver el capítulo 11 mencionado arriba).

Giddens concibe a la acción y a la estructura como una dualidad. Ambas no pueden ser separadas: la acción está involucrada en la estructura y viceversa. Rechaza que la estructura sea simple coerción; es, a la vez, coercitiva y permisiva (p. 94).

En la obra de Giddens se aprecia una fuerte influencia marxista, aunque Giddens no sea partidario del materialismo histórico. Está de acuerdo con la frase de Marx, “los hombres hacen su propia historia,pero no lo hacen como ellos quieren, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado.” (Marx citado por Ritzer, p. 492).

A pesar de lo anterior, puede decirse que el enfoque de Giddens es ecléctico. En CoS comienza examinando diversas teorías sociológicas, que parten del actor/individuo (por ejemplo, el interaccionismo simbólico) o de la sociedad (como es el caso del funcionalismo estructural). Giddens rechaza que alguna de ellas pueda explicar la temática de la estructuración,y adopta como punto de partida las “prácticas sociales recurrentes” (CoS, p. 2).


Los principios fundamentales de su sociología están expuestos en la obra La constitución de la sociedad: Esbozo de una teoría de la estructuración (1984). Su teoría de la estructuración gira en torno a la elaboración de la relación entre acción social y estructura social.

El punto de partida de Giddens se encuentra en “las prácticas sociales recurrentes” (2):

“De acuerdo con la teoría de la estructuración, el dominio básico del estudio de las ciencias sociales no es ni la experiencia del actor individual, ni la existencia de cualquier forma de totalidad social, sino las prácticas sociales ordenadas a través del tiempo y el espacio.” (CoS, p. 2; citado en Ritzer, p. 493).

Para analizar las prácticas sociales hay que tener en cuenta que acción y estructura forman una dualidad: toda acción de un individuo implica estructura, y toda estructura existe porque hay acciones. A partir de este supuesto, Giddens aborda la cuestión de cómo se producen la práctica, la estructura y la conciencia.

En su análisis hay que tener en cuenta los siguientes conceptos:

Doble hermenéutica: los actores están obligados a interpretar las acciones de los demás; a esta primera interpretación le sigue una segunda, formulada por los sociólogos. La hermenéutica es doble porque hay dos interpretaciones. [La exposición de Ritzer es aquí rápida e imprecisa. La doble hermenéutica abreva en la idea del carácter simbólico del mundo social, que afirma que éste se encuentra constituido por símbolos que tienen que ser interpretados. La primera interpretación es realizada por los “legos”; la segunda, por los científicos sociales.] Los actores sociales y los sociólogos emplean el lenguaje: los primeros para explicar lo que hacen; los segundos para dar cuenta de las acciones de los actores sociales. [Ritzer concluye que la comprensión por los sociólogos puede ser “errónea” - Muy pobre para una noción tan importante.]

Ritzer presenta a continuación los distintos elementos que componen la TE:

Los actores tienen capacidad de racionalización (reflexividad), es decir, pueden desarrollar rutinas que los capacitan para desenvolverse con eficacia en la vida social. También poseen motivaciones para actuar, es decir, deseos que impulsan la acción. Sin embargo, las motivaciones suelen ser inconscientes, de modo que podemos afirmar que nuestras acciones no están motivadas directamente.

En la conciencia del actor existe una conciencia discursiva (capacidad de expresar con palabras las cosas) y una conciencia práctica (lo que hacen los actores). Para Giddens es más importante la segunda. Las acciones sociales suelen producir consecuencias inesperadas, que no están contenidas en las intenciones de la acción inicial.

El agente es el actor social que posee capacidad de introducir cambios en las prácticas sociales. Si un agente pierde esa capacidad, deja de ser agente. En palabras de Ritzer, “la acción implica poder o la capacidad para transformar la situación.” (p. 495).

A partir de lo anterior, Giddens elabora sus conceptos principales.

Estructura: consiste en propiedades estructuradoras (normas y recursos) que hacen posibles las prácticas sociales. (3) La estructura no sólo es coercitiva (ejerce presión sobre el actor), sino también capacitadora (permite que los actores hagan cosas que no podrían hacer estando solos). (4)

Sistema social: conjunto de prácticas sociales reproducidas entre actores y colectividades organizadas como prácticas sociales regulares. Los sistemas sociales no tienen estructuras, sino propiedades estructurales. La estructura no existe per se en el tiempo y el espacio; se manifiesta dentro de los sistemas sociales como dichas propiedades estructurales. (5) Giddens considera que los sistemas sociales son consecuencias inesperadas de la acción humana.

Estructuración: es el proceso por el que se constituyen simultáneamente los agentes y las estructuras. Las acciones de los agentes y las estructuras constituyen una dualidad, no pueden existir las unas sin las otras.

Giddens describe así a la estructuración: “la constitución de los agentes y la de las estructuras no son dos conjuntos independientes dados de fenómenos, un dualismo, sino que representan una dualidad (...) las propiedades estructurales de los sistemas sociales son tanto un medio como un producto de las prácticas que organizan recurrentemente” o “el momento de la producción de la acción es también el de la reproducción en los contextos de la realización cotidiana de la vida social” (CoS, p. 25-26).

En definitiva, plantea la existencia de una relación dialéctica entre estructura y acción. Giddens describe dicha relación como dualidad, estructura y acción no pueden existir la una sin la otra. (p. 496).

En su análisis, Giddens dedica especial atención a la cuestión del espacio y del tiempo y a su relación con lo social. (p. 496).

Giddens define así a las instituciones: “conjuntos de prácticas e identifica cuatro de éstos: órdenes simbólicos, instituciones políticas, instituciones económicas y derecho.” (p. 496).

Ritzer concluye así el espacio que dedica a Giddens en su obra: “Lo que más nos satisface del enfoque de Giddens es que su preocupación central, la estructuración, se define en términos intrínsecamente integradores. La constitución de los agentes y las estructuras no son independientes una de otra; las propiedades de los sistemas sociales son considerados como medios y productos de las prácticas de los actores, y esas propiedades de los sistemas organizan recurrentemente las prácticas de los actores.” (p. 497).


Villa del Parque, jueves 10 de agosto de 2017




NOTAS:
(1) La primera formulación de la TE aparece en la obra de Giddens, New Rules of Sociological Method: A Positive Critique of Interpretatives Sociologies. (New York: Basic Books), publicada en 1976.
(2) Las actividades no son “creadas por los actores sociales, sino continuamente recreadas por ellos a través de los diversos medios por los que se expresan a sí mismos como actores. Por medio de sus actividades los agentes producen las condiciones que hacen posible esas actividades.” (CoS, p. 2). Los actores se implican en las prácticas, y mediante esas prácticas producen la conciencia y la estructura. (Ritzer, p. 493).
(3) “Las propiedades estructuradoras [normas y recursos] (...) las propiedades que hacen posible la existencia de prácticas sociales discerniblemente similares a través de
(4) “Las estructuras sociales suelen permitir a los agentes hacer cosas que no podrían hacer sin ellas.” (p. 495).

(5) Las estructuras se concretan en sistemas sociales y se expresan, a nivel micro [conciencia humana], “como recuerdos que orientan la conducta de los agentes humanos cognoscibles.” (p. 496).

miércoles, 13 de julio de 2011

FICHA DE LECTURA. GIDDENS, ANTHONY: PROFILES AND CRITICS IN SOCIAL THEORY (1982) (II)





Nota: Para la redacción de esta ficha se ha utilizado la traducción realizada por la cátedra de Filosofía y Métodos de la Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. La traducción de esta capítulo en particular estuvo a cargo de José Fernando García.

Capítulo 1: Hermenéutica y teoría social.

En este texto, Anthony Giddens (1938-) propone la utilización de la hermenéutica (entendida como teoría de la interpretación), en las ciencias sociales. El objetivo es superar los inconvenientes del método centrado en la verstehen (comprensión), defendido por Max Weber (1864-1920), y reconstituir el campo de las ciencias sociales, luego de la desaparición del llamado consenso ortodoxo (ver más abajo).

Para ser más precisos, Giddens afirma que es necesario promover el uso de la hermenéutica en las ciencias sociales anglosajonas, donde su uso no está muy difundido. Para ello sostiene que hay que desarrollar un concepto más amplio del concepto, que vaya más allá del significado que le otorgó Weber en su sociología comprensiva.

¿Cuáles son las razones de la escasa difusión de la hermenéutica en el mundo anglosajón?

La dificultad radica en la popularidad del llamado consenso ortodoxo, que fue hegemónico en la sociología, la política y las ciencias sociales en general desde la segunda posguerra (1945 en adelante).

El consenso ortodoxo tenía tres características principales: 1) la adhesión al marco de la filosofía positivista (en la versión desarrollada por filósofos como Carnap, Hempel y Nagel), que sostenía que las ciencias sociales tenían que seguir el modelo de las ciencias naturales; b) el peso del funcionalismo, que facilitaba la el empleo de las analogías orgánicas (pensar la sociedad como un organismo viviente, con funciones, etc.); c) el peso de la teoría de la sociedad industrial, que supone que la industrialización es la principal fuerza transformadora en el mundo contemporáneo.

El consenso ortodoxo dominó las ciencias sociales hasta la década de 1970, y proveyó de una relativa unidad al campo de las ciencias sociales. Su desaparición fue el efecto conjunto de la crisis económica de los países capitalistas (que puso en cuestión a las teorías de la modernización) y de las críticas teóricas al positivismo y al funcionalismo.

La crisis del consenso ortodoxo generó una situación de dispersión en las ciencias sociales. La propuesta de Giddens consiste en tomar la hermenéutica como elemento para estructurar una reconstitución de la teoría social.

Giddens se apoya en la crítica del positivismo llevada adelante por Peter Winch (1926-1997). Hay que tener en cuenta que el positivismo era el soporte filosófico del consenso ortodoxo; de ahí la importancia de la tarea emprendida por Winch.

¿En qué consiste el planteo de Winch?

En principio, este autor afirma que existe una diferencia fundamental entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. Esta diferencia consiste en el hecho de que la comprensión de la acción significativa (propia de las ciencias sociales) es distinta de la explicación de eventos (ciencias naturales).

¿Qué es la acción significativa?
Winch sostiene que las ciencias sociales son posibles porque la acción humana no está regida por el azar, sino que es inteligible (puede ser comprendida). Ahora bien, la acción humana puede ser comprendida porque está regida por reglas, que guían la conducta de los actores en cada acción. La acción es significativa porque los actores guían su conducta por esas reglas. Las reglas no son iguales a las leyes en las ciencias naturales (algo fijo que actúa desde afuera de los individuos, para decirlo de un modo burdo), sino que tienen que ser conocidas por medio de la interpretación. De ahí que la hermenéutica, que es justamente interpretación del sentido, tenga que desempeñar un rol fundamental en las ciencias sociales.

Giddens acepta el planteo de Winch, pero no está de acuerdo en que un giro hacia la hermenéutica de la teoría social alcance para eliminar todos los problemas generados por la crisis del consenso ortodoxo. Esto es así, ante todo, porque la obra de Winch revive la vieja distinción (que ya había sido aceptada por Weber) entre comprensión (vertehen, propia de las ciencias sociales) y explicación (erklären, propia de las ciencias naturales). Giddens afirma que es preciso romper con esta separación, y reconocer que también se puede formular explicaciones en las ciencias sociales.

¿En qué consiste la propuesta de Giddens?

En construir una teoría social, es decir, un cuerpo teórico reconocido por todas las ciencias sociales, que esté informada hermenéuticamente.

¿Cuáles son las características de esta teoría social informada hermenéuticamente?

Giddens sostiene que dicha teoría abarca muchos aspectos, pero en el texto se va a concentrar específicamente en dos. Por un lado, la respuesta a la crisis del funcionalismo propio del consenso ortodoxo, para lo cual va a ofrecer una teoría de la estructuración. Por otro lado, el intento de precisar en qué medida la hermenéutica es útil en la teoría social. En este punto va a sostener que la teoría social toma una forma especial de hermenéutica, y le va a dar el nombre de doble hermenéutica a su planteo.

¿Qué es la teoría de la estructuración?

Giddens enumera en el texto algunos de los rasgos fundamentales de su teoría de la estructuración:

a) Es necesario formular una nueva teoría del sujeto, que rompa definitivamente con los planteos positivistas (que negaban toda importancia al sujeto, al que consideraban como una mera máquina de recopilar información vía los sentidos) y que incorpore el aporte de los estructuralistas, quienes advirtieron que el análisis social no puede reducirse al estudio de la conciencia humana (como sostenían los individualistas metodológicos). Para Giddens hay que recuperar al sujeto como un ser razonante y actuante, cuyo conocimiento es fundamental para entender la acción social.

b) Es necesario rechazar el subjetivismo, pues las teorías que sostienen ese punto de vista se han mostrado incapaces de explicar cómo surge el sujeto. Giddens propone resolver el problema mediante una teoría de la estructuración, en la que ni el sujeto (el individuo que actúa) ni el objeto (la estructura) son lo primero, sino que ambos (sujeto y objeto) se constituyen en y a través de prácticas recurrentes. Así, si hablamos de acción humana (que supone hablar de la acción con sentido de los seres humanos), estamos hablando también de instituciones (prácticas que se realizan con regularidad, que se repiten, y que vienen a ser la estructura de la sociedad – ojo, estructura constituida por prácticas y no por cosas, por elementos materiales - ). Para Giddens los componentes esenciales de la acción humana son la capacidad (la posibilidad de que el agente – quien realiza la acción – pueda actuar de un modo diferente al curso de acción que ha elegido), y la cognoscibilidad (los agentes conocen, de manera tácita, un montón de cosas sobre la sociedad y las condiciones que rigen cada una de las acciones que emprenden). Mediante todo este conjunto de elementos teóricos, Giddens procura escapar del dualismo objeto – sujeto propio de los planteos del consenso ortodoxo.

De este modo, Giddens llega a una concepción de la estructura en la que ésta es tanto el medio (en la medida en que plantea las condiciones para la acción, que son conocidas tácitamente por los agentes), como el resultado de las prácticas de los actores. Hay que hacer aquí una aclaración. Puesto que Giddens reconoce que los actores sociales tienen capacidad (pueden elegir entre varios cursos de acción posibles), prefiere hablar de agentes y no de actores. Remarca así el rol activo (dentro de un medio que los condiciona) que juegan en la acción.

¿Qué es la doble hermenéutica?

Ante todo, hay que decir que Giddens rechaza cualquier concepción psicológica de la comprensión, es decir, cualquier noción de ella que esté centrada en el conocimiento de la psicología propia de cada individuo. Es importante tener en cuenta que para Giddens la explicación tiene que ser incorporada a la teoría social, para de ese modo superar el dualismo entre comprensión y explicación. De ahí el rechazo de la comprensión como mecanismo psicológico.

Giddens retoma los aportes del filósofo alemán Hans Gadamer (1900-2002), que piensa a la hermenéutica en términos del análisis de los textos. Gadamer sostiene que el concepto de lenguaje es el medio a través del cual la comprensión se vuelve fundamental para la vida humana.

Tal como indicaron varios autores, entre los que se destaca Alfred Schütz, la sociedad es un mundo pleno de sentido, y los seres humanos están realizando todo el tiempo la comprensión de ese sentido, pues de no hacerlo su vida sería imposible. Ahora bien, para Giddens, la doble hermenéutica no depende de si el actor cuya conducta está siendo estudiada es capaz de captar el sentido de su acción, sino de que el investigador de esa acción esté en condiciones de captar los conceptos que orientan la acción de los actores.

La doble hermenéutica consiste, por tanto, en que la comprensión del sentido se da tanto entre los individuos comunes en la vida cotidiana (tienen que comprender el sentido para poder sobrevivir), como en el plano de la teoría social, pues los investigadores tienen que comprender el sentido de los actores que realizan las acciones sociales.

La aceptación de la validez de la doble hermenéutica supone afirmar que la relación entre las ciencias sociales y la vida de los seres humanos es dialógica (consiste en un diálogo), en el sentido de que los logros de las ciencias sociales pueden ser tomados por los sujetos que son estudiados por aquéllas, y modificar de ese modo sus acciones. En otras palabras, esto abre la posibilidad tanto de promover la dominación o la emancipación de los seres humanos. Este diálogo entre ciencias sociales y la vida de los seres humanos no existe como tal en el campo de las ciencias naturales. En este sentido, Giddens concluye esta parte de su obra afirmando que la teoría social es “inevitablemente crítica”. Esto significa que los investigadores sociales no pueden permanecer indiferentes a las implicaciones de sus teorías e investigaciones. Aquí entra a tallar otra vez la noción de agente, pues Giddens sostiene que los seres humanos no son un objeto inerte de conocimiento (en el sentido de que puede ser manipulado como una piedra o una célula), sino que son agentes “inclinados a incorporar la teoría e investigación a su propia acción”.

Buenos Aires, miércoles 13 de julio de 2011