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miércoles, 2 de diciembre de 2015

LA POLÍTICA DETRÁS DE LA TÉCNICA: EL GABINETE DE MAURICIO MACRI

El anuncio de la composición del gabinete ministerial del presidente electo Mauricio Macri desató una ola de entusiasmo entre los intelectuales orgánicos de la burguesía argentina. Periodistas, profesores y presentadores de televisión elogiaron la “capacidad técnica” de los futuros funcionarios. Por supuesto que estos elogios tienen mucho de interesados y poco de interesantes, pero así son las reglas de juego en una sociedad mercantil. Todo se compra y se vende; por ende, las opiniones de nuestros intelectuales se rigen por las leyes de la oferta y le a demanda, tal como sucede con cualquier hijo de vecino. Sin embargo, y a pesar de la tosquedad y el mal gusto en la confección, los productos vendidos en el mercado presentan algún interés. No se trata de los productos mismos, sino de su objetivo.
El gobierno de Mauricio Macri gira en torno a la concreción de una tarea primordial: lanzar un nuevo ciclo de acumulación de capital, superando el estancamiento de los últimos cuatro años mediante una recuperación de la inversión y de la tasa de ganancia. Este, y no otro, es el contenido del “ajuste”. Para llevar a su propósito, el macrismo está obligado a lanzar una ofensiva sobre el movimiento obrero, para lograr que éste acepte una reducción de salarios y el empeoramiento de las condiciones laborales. El núcleo del Plan Macri es una ofensiva directa contra los ingresos de los asalariados (la terapia de “shock”), para de ese modo generar “confianza” entre los inversores (los capitalistas) y así lograr que inviertan, dadas las perspectivas de mayores ganancias.

Es evidente que el macrismo no puede decir la verdad respecto al ajuste. La burguesía suele tener claro que en materia de negocios cuentan los resultados y no la pureza de los principios. El macrismo, primera fuerza política declaradamente de derecha en acceder al poder en Argentina por la vía electoral, se encuentra obligado a combinar la defensa de la valorización del capital con la construcción de una hegemonía que haga su proyecto político tenga continuidad en el tiempo. Es muy pronto para examinar cuáles son los medios que utilizará para dicha construcción, pero estamos en condiciones de analizar los primeros pasos de la misma a través de la línea política esbozada por los intelectuales orgánicos más lúcidos de la burguesía argentina, entre los que se destaca Carlos Pagni, editorialista político del diario LA NACIÓN.

Pagni dedicó un par de artículos al tema de la composición del gabinete ministerial del macrismo (“Un perfil gerencial y un plan político”, 26/11/2015; “Seis cambios que auguran un nuevo orden político”, 30/11/2015). En ellos desarrolla dos ideas principales. En primer lugar, sostiene que la irrupción del macrismo marca el cierre definitivo de la etapa iniciada con la caída del gobierno de De La Rúa en 2001. En segundo lugar y acorde con el inicio de esta nueva etapa histórica, Macri viene a inaugurar una nueva forma de gestión de los asuntos públicos, basada en el saber gerencial. Para Pagni, la gran cantidad de funcionarios provenientes del ámbito empresarial imprimirá la impronta de la “cultura gerencial” al funcionamiento del aparato estatal, volviéndolo más eficiente. Subyace la idea de que Macri elaboró su gabinete con el criterio de que estén los “mejores”, es decir, los “técnicos”.

“En la selección de los ministros y funcionarios sobresale un rasgo: el profesionalismo, entendido como capacidad gerencial. Ese criterio no debe sorprender en alguien que, como Macri, se formó en una empresa.” (LN, 26/11/2015).

Al seleccionar a estos gerentes generales Macri se propone infundir en su gobierno los criterios de eficiencia, innovación y marketing que dominan la racionalidad empresarial. Para comprender sus movimientos será más útil consultar en las escuelas de negocios que en las de ciencias políticas.” (LN, 30/11/2015).

Pagni, habitualmente lúcido en sus análisis, se ve obligado aquí a forzar las cosas.  Hace falta mucha ingenuidad para pensar que Sergio Bergman es especialista en temas de Medio Ambiente;  mucho candor para imaginar que Patricia Bullrich conoce los temas de Seguridad como la palma de su mano; o un optimismo incurable para pensar que Juan Cruz Ávila, el productor de “Animales Sueltos”, tiene la formación necesaria para conducir la Secretaría de Políticas Universitarias. Seguir con esta enumeración sería fastidioso. Los funcionarios del futuro gobierno de Macri combinan aptitud en algunos casos con la más crasa ignorancia en otros, más o menos en la misma proporción en que se ambos factores se han combinado en otros gobiernos. Este no es el problema de fondo. Al plantear el tema de la capacidad técnica de los ministros, se pretende desviar la atención de la cuestión principal, que es el contenido de las tareas que debe emprender el inminente gobierno macrista.

El kirchnerismo se mostró ineficaz para relanzar la acumulación de capital. No es necesario profundizar aquí esta afirmación, basta con señalar los últimos cuatro años de estancamiento económico. El kirchnerismo cumplió la función de recomponer (en colaboración con el duhaldismo) la mencionada acumulación luego de la crisis de 2001. Pero el contexto de movilización popular de esa etapa y el debilitamiento del sistema de partidos políticos, obligaron a Néstor Kirchner a armar una construcción política que incluyera algunas concesiones a los sectores populares y las capas medias. Ahora bien, esa construcción mostró ser altamente ineficaz para resolver la nueva crisis, aún cuando sus dirigentes estaban (están) de acuerdo en la necesidad del ajuste en los mismos términos propuestos por Macri.

El macrismo llega al gobierno con plena consciencia de su tarea y con un diagnóstico de cuáles han sido los errores económicos del kirchnerismo. La preeminencia de “técnicos” en el gabinete está en relación directa con su decisión de emprender el ajuste cueste lo que cueste y con la confianza de la clase dominante en que será posible doblegar cualquier resistencia popular. Doce años de kirchnerismo generaron la domesticación de la inmensa mayoría de las organizaciones sociales que participaron en las grandes movilizaciones de 2001 y 2002. El movimiento obrero se encuentra controlado por la burocracia sindical. El macrismo confía en que estas condiciones le permitirán pasar la prueba sin demasiados sobresaltos.

Los “técnicos” del gabinete de Macri expresan la decisión del nuevo gobierno de lanzar el ataque sobre la clase obrera y relanzar un ciclo de acumulación de capital. La burguesía siente que ha llegado la hora de avanzar. Como siempre, la velocidad  y los alcances de ese avance dependerán de la resistencia ofrecida por los trabajadores. En definitiva, se trata de la política y no de la “técnica”.



Villa del Parque, miércoles 2 de diciembre de 2015

lunes, 23 de noviembre de 2015

MACRI PRESIDENTE

Este artículo representa un primer intento de analizar los resultados del balotaje del 22 de noviembre. Por tanto, es sumamente esquemático y como todo esquema será destruido prolijamente a partir de estudios más profundos.

La victoria de Mauricio Macri en el balotaje marca el fin de la etapa histórica iniciada en diciembre de 2001 con las movilizaciones populares que dieron el golpe de gracia al gobierno de Fernando de la Rúa. Esas movilizaciones no pusieron en cuestión la dominación capitalista, pero fueron causa y efecto de la crisis del sistema político, cuya expresión más cruda fue el derrumbe de la UCR. Movilizaciones de piqueteros, sectores medios y estudiantes; asambleas; repudio generalizado hacia el neoliberalismo. El clima de comienzo de 2002 conspiraba contra la tarea primordial que debía encarar la burguesía argentina: la recomposición de la tasa de ganancia luego de la prolongada recesión iniciada en 1998. El peronismo tuvo a su cargo las dos tareas de la hora: a) construir un modelo de acumulación que permitiera salir de la recesión; b) reconstituir la dominación política de la burguesía. Duhalde dio el puntapié inicial para la resolución de ambas cuestiones, pero la enorme movilización luego del asesinato a manos de la policía de Kostecki y Santillán demostró su fracaso en la tarea de contener a los sectores populares. El kirchnerismo, entonces, fue el encargado de reconstituir el sistema político. Un dólar alto, bajos salarios, elevados precios de las commodities (la soja fue emblemática en todo el período), permitieron la profundización de un modelo económico puesto en marcha por el tándem Duhalde – Lavagna. El crecimiento de la economía a “tasas chinas” generó los recursos para que el Estado pudiera realizar concesiones a los trabajadores y demás sectores populares. El populismo de los Kirchner, tantas veces denostado por intelectuales de la derecha tradicional, no fue otra cosa que una herramienta en la tarea de la reconstruir el sistema político.

Es claro que ni Néstor Kirchner ni Cristina Fernández (ni, por supuesto, ninguna de las variantes del peronismo actual) se propusieron transformar la sociedad capitalista en otra cosa. El kirchernismo debe ser evaluado en función de los objetivos que se propuso realmente y no en base a las fantasías promovidas por numerosos intelectuales que se unieron a sus filas por convicción, por interés o por alguna combinación de ambas. Desde el punto de vista del capital, el kirchnerismo fue tremendamente eficaz, a punto tal que Cristina Fernández admitió que “los empresarios la levantaron con pala”. No se trata sólo de ganancias. El kirchnerismo obturó el desarrollo de cualquier forma de organización autónoma de los sectores populares a través de la cooptación, facilitada por la abundancia de recursos materiales gracias al crecimiento económico. Además, a partir de 2008 y el conflicto con la burguesía agraria, el kirchnerismo recibió el aporte de muchos militantes provenientes del progresismo y del viejo PC argentino. En este marco, el liderazgo autocrático de Cristina Fernández cumplió la función de unificar a sectores heterogéneos, al precio de cortar cualquier atisbo de autocrítica o de pensamiento propio.

El kirchnerismo entró en declive con el estancamiento de la economía, iniciado a partir de 2011. La escasez de dólares y la implantación del cepo cambiario fueron la expresión y no la causa del estancamiento. La manifestación más aguda del mismo fue la caída de la tasa de inversión. Como es sabido, una economía capitalista no puede sostenerse en el largo plazo con bajos niveles de inversión. La derrota electoral en la provincia de Buenos Aires a manos de Sergio Massa (2013) y la imposibilidad de seguir adelante con el proyecto de re-reelección de Cristina marcaron los límites del proyecto político kirchnerista. En 2013 quedó claro que la burguesía buscaba una salida al problema del estancamiento de la economía. Como siempre, se trataba de recomponer la tasa de ganancia. Para ello era preciso elevar los niveles de inversión a través de una ofensiva sobre los trabajadores. El kirchnerismo dio pasos en esa dirección (devaluación, negociaciones con el Club de París, acuerdo con la petrolera Chevron, etc.), pero nunca pudo terminar de articular una política coherente, en parte por la dirección política de Cristina (orientado mucho más a la preservación de su propia influencia política que a la elaboración de un programa de salida del estancamiento económico), en parte porque el kirchnerismo aparecía ligado para la burguesía a las concesiones realizadas a los sectores populares.

Aquí corresponde hablar de Mauricio Macri y al PRO. Su personalidad no es brillante, todo lo contrario, pero ese rasgo jugó a su favor: en su ascenso político jugó un papel no menor la subestimación de sus cualidades por sus adversarios. El macrismo fue producto, en buena medida, del éxito del kirchnerismo en la consolidación de la burguesía. El crecimiento económico fortaleció a los sectores medios en lo material y en lo ideológico; a despecho del “relato”, el kirchnerismo promovió el individualismo (¿alguien recuerda el énfasis puesto en el “emprendedorismo”?). Macri se propuso construir un partido de derecha que tuviera un formato moderno y que fuera capaz de construir mayorías; en este sentido, su éxito fue indudable. Desde su constitución, el PRO no perdió ninguna elección en la ciudad de Buenos Aires y relativamente rápido pudo saltar los límites de la ciudad y expandirse en varias provincias. En lo ideológico, lo novedoso del PRO no es tanto su formato sino como el desparpajo con el que exhibe su credo liberal. En este sentido, el éxito electoral del PRO mostraba que el período iniciado en 2001 estaba en vías de agotarse.

El ascenso de Macri y del PRO estuvo signado de altibajos. Sin embargo, y aunque es fácil escribir con el diario del lunes a la vista, Macri fue quien jugó más fuerte durante 2014 y 2015, tomando varias decisiones arriesgadas para su espacio (por ejemplo, la decisión de que Rodríguez Larreta y Michetti compitieran en las PASO) y expresando del modo más duro y coherente el programa económico de la burguesía para salir del estancamiento. Si bien en su ascenso colaboró varias veces la “fortuna” (la contingencia), su triunfo en el balotaje no es fruto de la casualidad. A contramano de su personalidad, Macri encarna una burguesía segura de sí misma, que no esconde su programa económico (dejo de lado, por supuesto, los requerimientos tácticos de la campaña electoral) y que ha sido capaz, por primera vez en su historia, de constituir un partido político propio y exitoso.

Por primera vez en la historia argentina, la burguesía accedió a la presidencia por la vía electoral y sin contar con la mediación de peronistas o radicales. Esto es una novedad fundamental. Es cierto que la alianza Cambiemos es más que el PRO y que ella incluye a radicales y peronistas. Pero esto no debe hacernos perder de vista que la dirección de la alianza está claramente en manos de Macri y el PRO. Por supuesto, la construcción del partido político de la burguesía no está completa ni mucho menos. El período que se abre a partir del 10 de diciembre dará cuenta de la capacidad del PRO para consolidarse en ese rol. Pero nada de esto debe llevarnos a cometer el error de subestimar a Macri y al PRO como hizo el kirchnerismo. El marxismo está obligado a luchar sin ilusiones, y para ello es imprescindible conocer correctamente al enemigo.

El éxito de Macri expresa, además, la hegemonía ideológica de la burguesía. Que una propuesta política defensora del liberalismo económico haya podido imponerse en elecciones no es poca cosa. La izquierda revolucionaria está obligada a tomar nota del hecho y emprender la tarea de explicarlo. Recurrir a los clichés y a las frases hechas no sirve para nada. Nos guste o no, estamos frente a un nuevo panorama político y para luchar con eficacia es preciso comprender en qué consiste la novedad.



Villa del Parque, lunes 23 de noviembre de 2015

jueves, 1 de marzo de 2012

MACRI, CAMPEÓN DE LA DIGNIDAD DE LOS TRABAJADORES

"Como no puedo mentir ni ser cómplice de esta grave situación.."
Mauricio Macri

Mañana lluviosa en Buenos Aires. Llueve desde la madrugada y eso, como se sabe, tiene una consecuencia inmediata en el tránsito hacia la ciudad. Todo se vuelve más pesado. Los colectivos, los trenes, los subtes, van más llenos que lo habitual, o por lo menos eso parece para el sufrido trabajador que disfruta de las comodidades que ofrecen dichos medios de transporte.
Pero, puesto que es sabido que si las cosas van mal siempre pueden estar peor, el panorama se presentó más complicado el día de hoy. La causa fue la decisión de la empresa Metrovías de cerrar las bocas de acceso a las estaciones, pues el Gobierno nacional había anunciado el día de ayer, a través de la ministra de Seguridad Nilda Garré, que la Policía Federal sería retirada del subte a partir del día de hoy. La UTA (sindicato que nuclea, entre otros, a los choferes de colectivos y que pretende encuadrar también a los trabajadores del subte) ya había anunciado un paro para el día de hoy en protesta por la falta de seguridad generada por la retirada policial. Mauricio Macri, con una celeridad desacostumbrada en él, dio por cancelado el acuerdo de traspaso de los subterráneos y "se los devolvió" al Gobierno nacional.

Mientras tanto, los trabajadores hacían malabarismos para subir a un colectivo.

Macri, recién desembarcado en la Tierra luego de su último crucero a Júpiter, se encontró con noticias "asombrosas": ""Los trenes de la línea A tienen 90 años de antigüedad, y mientras en España los renuevan cada 37 años, acá no se sabe cómo los sostenemos". Ante esta realidad, nuestro héroe, que acababa de descubrir la pólvora, montó en cólera: "Las inversiones que no se han hecho en estos 10 años ponen en riesgo los servicios y el funcionamiento de los subtes, la seguridad y la comodidad, y la dignidad que debe tener la gente a la hora de viajar en términos de frecuencia, ventilación y equipamiento". Don Mauricio no podía aminorar su bronca: ¿Cómo puede menoscabarse la realidad de la gente? ¿Cómo es posible que el Estado subsidie a las empresas "a las que les interesa el país" y deje de lado a los trabajadores, a los ciudadanos de a pie?

La furia de nuestro guerrero no se hizo esperar; enseguida pasó a la acción. 
"No podemos hacernos cargo de estos diez años de falta de inversión. Por esta razón, hoy se pone en peligro la seguridad de la gente. Como no puedo mentir ni ser cómplice de esta grave situación, decidimos suspender el traspaso". Don Mauricio, sabiendo que lo esperaba una larga lucha, se retiró a...sus oficinas en la Jefatura de Gobiero porteño. Total, todo el mundo sabe que el poder reside en otra parte.

Tras reponer fuerzas, el campeón de la dignidad popular volvió a la carga: "La seguridad en el subte es una responsabilidad del gobierno nacional, se les pidió que nos la pasen junto con los recursos, pero quisieron sólo traspasar la responsabilidad. Nunca la Policía Metropolitana se puede hacer cargo de reemplazar a la Policía Federal". Ahora sí podía retirarse otra vez a la jefatura. 

Mientras tanto, los trabajadores seguían padeciendo el descalabro del transporte. 

Don Mauricio se autoproclamó, hace no tanto tiempo,"el exponente de la nueva política". En días como hoy, queda al desnudo el contenido de esa "nueva política". Las palabras sobran; mejor dicho, son sus propias palabras las que eximen de mayor comentario. En todo caso, posee en grado superlativo el cinismo y la desvergüenza de nuestra burguesía, ya sea la "nacional" o la "otra".

Luego de la masacre de Once, y ante hechos que no pueden ser ocultados, los políticos del sistema han debido expedirse ante el desastre del transporte público en Argentina. En este blog ya nos hemos referido largamente a las respuestas dadas por el "kirchnerismo". Ahora, Don Mauricio aporta la suya. Y no tiene desperdicio. Hasta hace una semana, a Don Mauricio le importaba un bledo (ahora también, pero se ve obligado a decir públicamente otra cosa) la situación en la que viajaban los trabajadores. El propio cronista de LA NACIÓN encargado de cubrir la conferencia de ayer del Jefe de Gobierno, cometió el "desliz" de registrar lo siguiente: "Consultados funcionarios locales sobre si habían realizado una denuncia a la Justicia en virtud del mal estado del subte, que, según palabras de Macri, hacía "peligrar" a los pasajeros, indicaron que no lo habían hecho. Y que esperaban una respuesta del gobierno nacional para determinar los pasos por seguir." (El resaltado es mío).

La masacre de Once ha puesto en el centro de la escena política algo que sabe todo aquél que utiliza los medios de transporte público: la falta de inversiones, la carencia de un plan centralizado, la subordinación del sistema a la lógica del mercado. Las acciones del Grupo Cirigliano, con toda su hijoputez, no son otra cosa que una consecuencia necesaria de la lógica perversa del sistema, la cual puede resumirse diciendo que el Estado pone el dinero para que funcionen los transportes, mientras que los empresarios se llevan las ganancias. Frente a la realidad de la conducta de la "burguesía nacional", Don Mauricio, otro digno exponente de esa burguesía, opta por echarle la culpa a otro hasta que aclare la cosa.

No queda ninguna duda. Los trabajadores pueden estar tranquilos. Viven en el mejor de los mundos posibles, a menos que comiencen a recordar aquella vieja frase que dice:

"La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos".


Buenos Aires, jueves 1 de marzo de 2012

NOTAS:

Los dichos de Macri fueron tomados de la versión publicada por LA NACIÓN. Aclaro esto porque algún lector desprevenido, al leer lo expresado por este hombre que no ejerce ningún cargo ejecutivo de responsabilidad, puede llegar a pensar que hemos tergiversado las palabras del Jefe de Gobierno, llevados por nuestro furor antiliberal. Dejo el enlace: http://www.lanacion.com.ar/1452751-macri-enfrenta-al-gobierno-y-suspende-el-traspaso-del-subte

El título de LA NACIÓN, "Macri enfrenta al gobierno" es una perla que no nos atrevemos a comentar aquí (bonito enfrentamiento en el que sufren....los laburantes).


domingo, 8 de mayo de 2011

CRISTINA Y MAURICIO

Mauricio Macri (n. 1959) acaba de anunciar su renuncia a la candidatura presidencial y su decisión de competir por la reelección como Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El personaje que hasta no hace mucho tiempo ("ayer nomás"...) anunciaba el "fin del kirchnerismo" y se presentaba a sí mismo como el líder de la autodenominada oposición, renuncia a la lucha nacional y se refugia en el terreno municipal. Mucho ruido y poquísimas nueces...

Mauricio Macri ha sido fiel a sí mismo. Como persona, carece de casi todas las virtudes del político. No me refiero, por cierto, a su ya proverbial falta de inteligencia, pues dada la experiencia histórica, carecer de inteligencia no es un obstáculo insalvable para triunfar en política. Mauricio carece de paciencia, de tenacidad, de habilidad para urdir compromisos y de visión de mediano plazo (no hablemos ya del largo plazo). Todo en él es efímero, superficial, sujeto a las modas, frívolo. No proporciona una garantía de confianza ni siquiera a sus íntimos. Sin embargo, son estas "virtudes" las que le permitieron encarnar como nadie el proyecto de una derecha anclada en las ideas y en los tics de la década del '90. Mauricio es hijo directo del menemismo, pues su concepción del mundo se reduce a aceptar a rajatabla la primacía del capital, a postular que el mercado (perdón, los capitalistas más concentrados) es quien tiene que asignar los recursos en la sociedad, a sostener que el Estado tiene que dedicarse a repartir subsidios a los ricos y palos a los pobres, y a proponer que los sindicatos dejen de existir o queden reducidos a su mínima expresión. Este es el ideario de Mauricio, por más que sus asesores (¡trabajo insalubre si los hay el de asesor a tan estimable personaje!) morigeren los aspectos más impresentables de la bestia que mora en él. Su llegada a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, allá por el 2007, con su estilo de "Armada Brancaleone" (una yunta de arribistas, muertos de hambre, oportunistas de todo pelaje, devotos de la jerarquía eclesiástica, empresarios deseosos de recibir más y más subsidios, etc., etc.) pretendió ser un remedo del desembarco del menemismo en el Estado Nacional en 1989. Pero el PRO no era el PJ de 1989, y eso se notó al poco tiempo.

Mauricio fue concienzudo en una sola cuestión: el derrumbar una a una las esperanzas que la derecha nostálgica de los '90 había puesto en él. Su gestión al frente de la Ciudad fue un desastre, no tanto porque haya privilegiado al capital (ese no es el problema desde el punto de vista de la clase dominante), sino porque le enajenó la voluntad de muchos de sus votantes, a quienes les había prometido una ciudad "ordenada" y les entregó la realidad de un caos gigantesco. Mauricio no fue capaz, siquiera, de manejar el conflicto gremial en el Teatro Rural. ¿Qué empresario puede confiar en él para poner en caja a dirigentes de la talla de Moyano? Allí naufragaron sus ilusiones presidenciales. Su política nacional fue un desastre aún mayor. Luego de la hecatombe del "kirchnerismo" con la 125, Macri comenzó una larga siesta, que no fue ni siquiera interrumpida por las elecciones legislativas de 2009. "Niño bien", nunca trabajó, ni siquiera para preparar su candidatura presidencial en 2011. ¿Qué empresario puede contar con él para enfrentar al "kirchnerismo"?...

Con la renuncia de Mauricio termina toda una época en la historia del país. La derecha de los '90 está oficialmente muerta. El fracaso de la candidatura de Macri en particular, y de todo el grupo A en general (Cobos, Duhalde, Carrió, etc., etc.) marca a las claras el agotamiento de esta forma de concebir la política y la economía. En este sentido, los empresarios (tanto los "sojeros" como los industriales) habían comprendido mucho antes que sólo el "kirchnerismo" constituía una alternativa viable para mantener e incrementar sus ganancias. Retomar en 2011 las políticas económicas de los '90 significarían un desastre económico superior al del 2001, y eso está claro para la clase dominante en Argentina. Pero, como nada en el mundo es lineal ni mecánico, los políticos que pretendían expresar a esa clase dominante tardaron un tiempo infinito en darse cuenta de esto último. En todo caso, Mauricio con su indolencia para adoptar un rol activo, para modificar los planteos de los '90, expresó al extremo esta tara de los aspirantes a representar políticamente a la clase dominante en Argentina.

La presidenta Cristina Fernández (n. 1953) va camino, de no mediar ninguna catástrofe, a una cómoda reelección. La autodenominada oposición se deshace por sí misma, y Cristina ocupa (también por virtudes propias) el centro del escenario político. Más allá de los "horrores"cometidos por los personajes de la oposición desde el 2008, lo cierto es que el "kirchnerismo" realizó una tarea brillante para recuperar el control político de la sociedad. En esta labor fue especialmente importante el papel del difunto Néstor Kirchner (1950-2010), quien supo ver que si no construía una militancia propia era imposible contar con aspiraciones ciertas para el 2011. Ahora bien, desde que la política existe, construir militancia implica construir ejes movilizadores, y Néstor encontró esos ejes en una recuperación de viejos temas del pensamiento "nacional y popular", claro que retocados para no afectar a la estructura del poder vigente en la Argentina actual. Ayudado por una notable campaña comunicacional, el "kirchnerismo" superó la crisis de 2008 y se fortaleció, pues todos los actores económicos y sociales comprendieron que la vocación de poder del "kirchnerismo" era real. Frente a una oposición gelatinosa e insípida, Néstor robusteció tanto la visión del "Kirchnerismo" como partido del poder y como encarnación del viejo peronismo "nacional y popular". Si bien esto ha sido exagerado al extremo por la propaganda oficial, no cabe ninguna duda de que el "kirchnerismo" recuperó el control de la calle en el 2010 (y esto aún antes de la muerte de Néstor).

Mauricio representa el fracaso de la derecha anclada en los "90".

¿Qué representa Cristina?

Cristina es el exponente de una nueva derecha, que ha sabido conjugar el respeto irrestricto por las reglas de juego del capital con la constitución de una base de apoyo popular que va más allá del "consenso negativo" que respaldó a Carlos Menem (n. 1930) en los '90. Aclaremos la cuestión. Los gobiernos de Néstor y de Cristina no han tocado ninguna de las bases del poder de la burguesía en Argentina. La legislación laboral sigue siendo la de los '90. Las empresas privatizadas (salvo el Correo, Aerolíneas y algún otro caso menor) siguen privatizadas. Las deuda externa es pagada con puntualidad y cash. Los ingresos del Estado se siguen apoyando en un sistema impositivo regresivo, que grava a los pobres para subsidiar a los ricos. Los empresarios, rurales y "no rurales", siguen explotando un trabajo esclavo, precarizado, tercerizado. La desocupación se redujo notablemente, pero no la precariedad laboral y se extendieron las diferencias al interior de la clase trabajadora. La salud sigue estando, mayoritariamente, en manos del mercado. Etc., etc., etc. El formidable crecimiento económico experimentado por la Argentina desde el 2003 se ha apoyado en los precios de los productos primarios (soja y demás) y en las condiciones laborales.

Cristina (y Néstor) comprendieron desde el principio que Argentina no podía seguir siendo gobernada en 2003 como lo había sido en los '90. El modelo de acumulación de los '90 estaba agotado (y esto también lo había aceptado la burguesía cuando avaló la eliminación de la Convertibilidad, la reimplantación de las retenciones y el cese de pagos de la deuda externa). Los Kirchner se abocaron, por tanto, a la reconstrucción de la hegemonía del capital en Argentina. Y tuvieron éxito. Hay que recordar que en 2002 los sectores de clase media puteaban en arameo a los bancos y llegaron a apoyar una marcha multitudinaria de piqueteros a Plaza de Mayo. Hoy por hoy todo ha vuelto a la normalidad. La confrontación ha quedado reducida a la lucha contra el monopolio de Clarín. Mientras tanto, empresarios, banqueros y acreedores externos siguen incrementando sus ganancias.

Cristina y el "kirchnerismo" representan la emergencia de una nueva derecha. Esto puede parecer paradójico y disparatado a quienes están enrolados sinceramente en las filas del campo "nacional y popular". Pero la política exige tener en cuenta, en primer lugar, las realidades y no las ilusiones. El "kirchnerismo" le ha permitido al capitalismo argentino salir de la profunda crisis en que quedó sumido en 2001. El "modelo" no ha sido nada más (¡y nada menos!) que un nuevo modelo de acumulación capitalista, que fue imponiéndose trabajosamente a partir del desastre de 2001-2002.

Mauricio representa lo viejo. Cristina es lo nuevo. Los trabajadores y los sectores populares tenemos que tomar nota de esta situación y construir una alternativa a esta nueva hegemonía de los empresarios. Sobran razones, por cierto.

Mataderos, domingo 8 de mayo de 2011


sábado, 11 de diciembre de 2010

REFLEXIONES SOBRE LOS HECHOS DE SOLDATI

...Como todos sabemos, nuestra sociedad está libre de todo prejuicio social y los inmigrantes que llegan en busca de una vida mejor son recibidos con los brazos abiertos y con toda la generosidad propia de nuestra naturaleza. Como somos además un país que ha desterrado todo vestigio de explotación del hombre por el hombre y el trabajo constituye un goce y no una carga para las personas, nos sentimos felices de compartir nuestra dicha con tantos hermanos que arriban a nuestras tierras, y a los que llamamos hermanos y no extranjeros porque una larga experiencia nos ha mostrado adonde conduce el temor al otro...

A veces es bueno comenzar el análisis de una situación que produce asco e indignación planteando una pequeña fantasía que, por contraste, nos muestre hasta qué punto nos hallamos hundidos en un pozo de degradación. La fantasía actúa sobre la naturalización de nuestras condiciones de vida, mostrándonos en que medida lo que creemos normal es una muestra de barbarie e insensatez.

Voy al grano. Los sucesos de Soldati, que hasta el momento han ocasionado cuatro muertos y numerosos heridos, muestran al desnudo la realidad de las relaciones de fuerza entre las distintas clases y grupos sociales de nuestro país, y expresan con todas sus miserias el contenido de las dos principales corrientes que han hegemonizado la política argentina desde el 2003 hasta la actualidad. La pelea de pobres contra pobres muestra también la tremenda impotencia que tienen los sectores populares para revertir la situación.

Ante todo, es preciso comenzar por enmarcar las acciones de los actores que participan en este drama. En primer lugar, la Argentina experimentó un fenomenal crecimiento económico desde el 2° semestre de 2002. Sin entrar a examinar la naturaleza de dicho crecimiento, corresponde decir que la Argentina produce hoy más bienes y servicios que al momento de producirse la crisis de 2001. En otras palabras, hubo un incremento notable de la riqueza. En segundo lugar, uno de los puntales de ese crecimiento fue la producción de alimentos, claro que buena parte de la misma estuvo destinada a la exportación. En tercer lugar, durante esta década la construcción experimentó un verdadero auge, a tal punto que puede hablarse de un boom de esta actividad. En síntesis, Argentina experimentó casi una década de crecimiento económico, expansión de la producción de alimentos y auge de la construcción. Este es el contexto más general de los hechos de Soldati.

Paso al análisis de las dos corrientes centrales de la política argentina. Los gobiernos de Néstor Kirchner (1950-2010) y Cristina Fernández (n. 1953) acompañaron el crecimiento de la economía, procurando no poner “trabas” al enriquecimiento de los empresarios. Por supuesto, hubo modificaciones al modo de acumulación imperante en los ´90. La crisis del neoliberalismo en 2001 mostró que el país no podía seguir siendo gobernado como en la década anterior. Además, la devaluación y el default de la deuda hicieron que una parte del empresariado se volviera otra vez hacia el mercado interno; las modificaciones del contexto internacional ocasionaron un aumento de los precios de las materias primas y de los alimentos, favoreciendo así a las exportaciones argentinas. Néstor Kirchner promovió la expansión del gasto público y el aumento de los salarios para expandir la demanda y revitalizar el mercado interno. Sin embargo, se cuidó de modificar las relaciones laborales heredadas de los ’90.

La economía creció y descendió la tasa de desocupación. Pero buena parte de los trabajadores permanecieron en condiciones de precariedad, inseguridad y enorme explotación. En el caso de los asalariados “en blanco”, hubo aumentos de salarios y una mejora en el nivel de vida en relación a la década anterior, pero esto no alcanzó al conjunto de los trabajadores ni alcanzó para modificar las relaciones de fuerza al interior del lugar de trabajo.

En resumidas cuentas, el “kirchnerismo”, la principal fuerza política de la primera década de este siglo, llevó adelante un reformismo tibio, que no tocó las posiciones del empresariado y no transformó las relaciones de fuerza entre capitalistas y trabajadores. En todo caso, las modificaciones que impuso el kirchnerismo en la política argentina pasaron de largo en lo que hace a la fábrica, la oficina y los comercios. Esto se notó especialmente en la situación de las capas más vulnerables de los sectores populares. En este sentido, no se emprendió ningún plan de fondo para erradicar las villas miserias y asentamientos, y no se llevaron adelante iniciativas para cambiar las condiciones de vida de los sectores más pobres en las provincias. Ello implicó condenar a centenares de miles de niños y jóvenes a vivir en medio de la miseria y la humillación cotidianas. Todo esto en medio de un clima de crecimiento económico. En consecuencia, las tensiones sociales no hicieron más que aumentar, expresándose en un incremento alarmante de la violencia cotidiana.

Del otro lado, y de un modo muy paulatino luego del desastre del neoliberalismo en 2001, se fue conformando un espacio, sin un líder definido, que procuró disputar el gobierno al kirchnerismo desde un discurso y unas políticas derivadas directamente del neoliberalismo. Dentro de este espacio fue cobrando especial importancia la figura de Mauricio Macri (n. 1959), sobre todo porque sus carencias dejaban al descubierto los rasgos esenciales de este otra gran corriente de la política argentina en la primera década del siglo XXI. Macri carece de todo refinamiento y sólo hay en el un enorme egoísmo de clase y un cálculo electoral llevado al paroxismo. Por eso, por esta ausencia de todo recato, es conveniente seguir sus dichos para entender cuál es la propuesta de esta corriente.

La conducta del ingeniero Macri en los sucesos de Soldati tiene que ser estudiada como un verdadero modelo del programa político de la autodenominada “oposición”. Macri en ningún momento llevó adelante medidas para paliar la crisis habitacional que sufren los sectores populares. El boom de la construcción, que tuvo uno de sus centros en la ciudad de Buenos Aires, estuvo dirigido a los sectores con demanda solvente, es decir, aquellos capaces de pagar las sumas fabulosas que implica comprar una vivienda en la ciudad de Buenos Aires. Macri alentó el negocio de las empresas constructoras y permitió que éstas arrasaran el perfil arquitectónico de muchos barrios de la ciudad. A la vez, y esto en connivencia con el Ministerio de Trabajo, hizo la vista gorda a las violaciones a las condiciones de seguridad en el trabajo que cometían dichas empresas constructoras.

Macri alentó el modelo de una ciudad para ricos y para los sectores medios, en la que toda la vida cotidiana estuviera regulada por las necesidades de vender las mercancías. En este esquema los pobres tienen que ser expulsados hacia otros lugares, para que no “afeen” los negocios. Para ello llevó adelante una política sistemática destinada a empeorar las condiciones de vida en el sector sur de la ciudad. Su política para los pobres combina el clientelismo y los palos aplicados por la fuerza de seguridad de turno. Sus patéticas declaraciones del día de ayer, reclamando la intervención de la Policía Federal y de la Gendarmería, no son únicamente el producto de un cálculo político; representan la esencia de la política de la autodenominada “oposición” para los sectores populares. En todo caso, Macri es quien expresa abiertamente lo que los demás piensan en privado.

Un capítulo aparte merecen las apelaciones a la xenofobia realizadas por el ingeniero Macri. Estas son mucho más graves porque no se trata solamente de un exabrupto de Macri. De hecho, no fueron expresadas el primer día de los hechos sino que fueron expuso su posición ante la situación, y luego fueron repetidas por los principales funcionarios de la administración Macri. La xenofobia defendida por Macri está utilizada como una estrategia electoral. Macri y sus asesores pensaron que con ella refuerzan la adhesión de muchos segmentos de la clase media porteña, que odian a los extranjeros en la medida en que éstos sean bolivianos, paraguayos y peruanos. Macri culpó a los “inmigrantes” de los disturbios. Con ello pretendió sacarse la responsabilidad de encima y ganar el apoyo de los sectores que han hecho de la frase “boliviano de mierda” un dicho proverbial. De más está decir que, además del contenido de clase de estas manifestaciones, Macri expresa una enorme irresponsabilidad ante los sucesos, echando más leña al fuego a la bronca que muchos vecinos de la zona sienten hacia los ocupantes de los terrenos. Nada de esto resulta extraño viniendo de un sector social que no dudó en 2008 en cortar rutas e impedir la llegada de alimentos a las ciudades para evitar pagar impuestos.

Respecto a la actitud del gobierno nacional y del gobierno de la ciudad ante los hechos, cabe hacer una reflexión final. Ambas partes han especulado de manera descarada con los sucesos, esperando someter a la otra parte a un desgaste con miras a las elecciones del año próximo. Han desnudado, por tanto, sus miserias más profundas y han manifestado en los hechos su nulo interés en resolver los problemas de los sectores más desprotegidos de nuestra sociedad. Esto es especialmente grave en el caso de Cristina Fernández, pues sus mentadas propuestas de transformación social son imposibles sin una profunda movilización popular. Ahora bien, esta movilización no puede lograrse si no se promueven modificaciones concretas en las condiciones de vida de los sectores populares. La Asignación Universal por Hijo fue un paso significativo, pero su influjo es desesperadamente insuficiente frente a la magnitud de las carencias, magnitud que se ve agigantada si se tiene en cuenta que se da en un marco de crecimiento económico y de enriquecimiento de los empresarios.

Mientras escribo estas líneas, en Soldati sigue muriendo gente. Hasta ayer había tres muertos, hoy ya son cuatro. Está visto que los exponentes de las dos principales corrientes de la política nacional no tienen mayor interés en los problemas de la “negrada”. Frente a esto sólo queda perseverar en la organización popular. No hay otra salida.

Buenos Aires, sábado 11 de diciembre de 2010