Vistas de página en total

Mostrando entradas con la etiqueta SOCIOLOGIA HISTORIA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta SOCIOLOGIA HISTORIA. Mostrar todas las entradas

viernes, 30 de noviembre de 2018

NISBET Y LA TESIS DE LOS ORÍGENES CONSERVADORES DE LA SOCIOLOGÍA




En los años ‘60 del siglo pasado se publicaron una serie de importantes trabajos sobre la historia de la sociología en particular, y sobre la historia de la teoría social en general. Entre ellos se encuentra The sociological Tradition (1966), del sociólogo norteamericano Robert Nisbet (1913-1996).

El presente trabajo es la segunda de una serie de fichas de lectura dedicadas a comentar la obra de Nisbet. Dicha serie será continuada por otras series, una dedicada a Ideología y teoría sociológica, de Irving Zeitlin (n. 1928), y otra a La crisis de la sociología occidental, de Alvin Gouldner (1920-1980).


Para la redacción de la ficha utilicé la traducción española de Enrique Molina de Vedia: Nisbet, R. (2001). La formación del pensamiento sociológico. Buenos Aires: Amorrortu.

La edición española de la obra consta de dos volúmenes y se encuentra dividida en partes. La 1° Parte se titula “Ideas y contextos” (vol. 1, pp. 13-67); la 2° Parte, “Las ideas elementos de la sociología” (v. 1, pp. 69-230, y v. 2, pp. 7-179); la 3° Parte, “Epílogo” (v. 2, pp. 181-188).



La 1° Parte de la obra arranca con un primer capítulo titulado, “Las ideas-elementos de la sociología” (pp. 15-36)

El objeto del libro son cinco ideas-elementos de la “sociología europea del gran período formativo que va de 1830 a 1900, en el que Alexis de Tocqueville (1805-1859), Karl Marx (1818-1883), Emile Durkheim (1858-1917) y Max Weber (1864-1920) fundaron las bases del pensamiento sociológico contemporáneo. [1] Antes de examinar esas ideas-elementos, es preciso revisar las diversas formas de encarar la historia del pensamiento. En este campo, Nisbet distingue tres grandes métodos:

  1. La historia de los propios pensadores. Es útil al momento de “comprender las fuerzas motivadoras de la evolución intelectual”, pero posee varias desventajas. La principal es que, gracias a él, la historia del pensamiento se transforma muy fácilmente en una mera biografía del pensamiento. Las ideas aparecen como prolongaciones o sombras proyectadas por individuos únicos, más que como esas estructuras discernibles de significado, perspectiva y fidelidad a una causa que son a todas luces las grandes ideas en la historia de la civilización.” (p.15);

2.            La historia de las sistemas, escuelas e ismos. Parte de la constatación de que la historia del pensamiento es la historia de los sistemas. Sin embargo, presenta el defecto de que termina por considerar a los sistemas como “irreductibles”, perdiendo de vista que “constelaciones de supuestos e ideas discernibles y aun independientes, que pueden descomponerse y reagruparse en sistemas diferentes. Además, todo sistema tiende a perder vitalidad; lo que estimula a las personas de una generación o siglo, solo interesa a los anticuarios en la generación o siglo siguiente.” (p. 15-16);

3.            La historia de las ideas, “que son los elementos de los sistemas”. Nisbet explica este método por medio de una cita de Arthur Oncken Lovejoy (1873-1962). Este es el método que utiliza en la obra. Es más, la noción de ideas-elementos es tomada de The Great Chain of Being (1936), el libro más importante de Lovejoy. [2]

Establecido el método, cabe preguntarse ¿qué criterios adopta Nisbet para elegir sus ideas-elementos?

Sus criterios son: a) generalidad; b) continuidad; c) distintivas, es decir, “participar de aquellos rasgos que vuelven a una disciplina notoriamente distinta de otras” (p. 18); d) deben ser ideas. Nisbet define a “una idea es una perspectiva, un marco de referencia, una categoría (en el sentido kantiano), donde los hechos y las concepciones abstractas, la observación y la intuición profunda forman una unidad” (p. 18) Nisbet aclara que emplea el concepto de idea tanto en el sentido de “arquetipo” como de “plan de acción”..

Los criterios mencionados le sirven para establecer las siguientes ideas-elementos. Nisbet presenta cada una de ellas junto al correspondiente concepto antinómico:

  • Comunidad: “incluye a la comunidad local pero la desborda, abarcando la religión, el trabajo, la familia y la cultura, alude a los lazos sociales caracterizados por cohesión emocional, profundidad, continuidad y plenitud” (p. 18).
Su concepto antinómico es sociedad, “formulado con referencia a los vínculos a gran escala, impersonales y contractuales que se han multiplicado en la edad moderna, a menudo a expensas, según parece, de la comunidad.” (p. 19).

  • Autoridad: “es la estructura u orden interno de una asociación, ya sea política, religiosa o cultural, y recibe legitimidad por sus raíces en la función social, la tradición o la fidelidad a una causa.” (p. 18).
El concepto antinómico es el de poder, “identificado por lo común con la fuerza militar o policial, o con la burocracia administrativa que, a diferencia de la autoridad surgida directamente de una función y asociación sociales, plantea el problema de la legitimidad.” (p. 19).

  • Status: “es el puesto del individuo en la jerarquía de prestigio y líneas de influencia que caracterizan a toda comunidad o asociación” (p. 18).
El concepto antinómico no es la idea popular de igualdad, sino el de clase. Esta última idea es “más especializada y colectiva a la vez” (p. 19).

  • Lo sagrado (o sacro), “incluye las mores, lo no racional, las formas de conducta religiosas y rituales cuya valoración trasciende la utilidad que pudieran poseer” (p. 18-19).
            Su opuesto es “lo utilitario, lo profano (...), o lo secular” (p. 19).

  • Alienación: “es una perspectiva histórica dentro de la cual el hombre aparece enajenado, anómico y desarraigado cuando se cortan los lazos que lo unen a la comunidad y a los propósitos morales.” (p. 19).
El opuesto es el progreso (p. 19).

Los 5 pares de ideas-elementos

“constituyen la verdadera urdimbre de la tradición sociológica. Fuera de sus significación conceptual en sociología, cabe ver en ellos los epítomes del conflicto entre la tradición y el modernismo, entre el moribundo orden antiguo defenestrado por las revoluciones industrial y democrático, y el nuevo orden cuyos perfiles todavía indefinidos son tan a menudo causa de ansiedad como de júbilo y esperanza.” (p. 19-20).

A partir de aquí, Nisbet ensaya la periodización del uso de las ideas-elementos:

Durante la Edad de la Razón (s. XVII-XVIII), comprendida entre el Novum Organum (1620) de Francis Bacon (1561-1626), hasta el Ensayo histórico sobre el progreso de la razón humana (1795) de Condorcet (1743-1794), predominaron: individuo - progreso - contrato - naturaleza - razón. En este período “reinó la convicción universal en el individuo natural: en su razón, su carácter innato y su estabilidad autosuficiente.” (p. 20).

En el siglo XIX el racionalismo individualista se dió “en el racionalismo crítico, en el liberalismo filosófico, en la economía clásica y en la política utilitaria, prosiguió el ethos del individualismo, junto a la visión de un orden social fundado sobre intereses racionales.” (p. 21).

Nisbet considera que el siglo XIX está marcado por “la reacción contra el individualismo (...) una reacción que en nada se manifestó mejor que en las ideas que son el tema central de este libro” (p. 21), “la reacción del tradicionalismo contra la razón analítica, del comunalismo contra el individuo, y de lo no racional contra lo puramente racional.” (p. 21). La sociología es la “forma más sistemática” de esta reacción. (p. 22).

A continuación viene la respuesta a la cuestión de cómo analizar las cinco ideas-elementos. Esbozo el camino seguido por Nisbet en los párrafos que siguen a continuación.

Las Revoluciones Industrial y democrática conformaron las ideologías del liberalismo - radicalismo - conservadurismo. Este fue el contexto de aparición de las ideas-elementos. (p. 23).

El liberalismo pone el acento en la autonomía individual, que “es para el liberal lo que la tradición significa para el conservador y el uso del poder para el radical.” (p. 23).

El radicalismo:

“Si hay un elemento distintivo del radicalismo de los siglos XIX y XX, es, creo, el sentido de las posibilidades de redención que ofrece el poder político (...) Junto a la idea de poder, coexiste una fe sin límites en la razón para la creación de un nuevo orden social. (...) Lo que nos muestra el radicalismo del siglo XIX (...) es una doctrina revolucionaria milenarista nacida de la fe en el poder absoluto; no el poder por sí mismo, sino al servicio de la liberación racionalista y humanitaria del hombre de las tiranías y desigualdades que lo acosaron durante milenios, incluyendo las de la religión.” (p. 24-25).

En las filas del conservadurismo filosófico se destacan autores como Edmund Burke (1729-1797), Louis de Bonald (1754-1840), Karl Ludwig von Haller (1768-1854) y Samuel Taylor Coleridge (1772-1834). Esta corriente “basó su agresión contra las ideas iluministas del derecho natural, la ley natural y la razón independiente, sobre la proclamada prioridad de la sociedad y sus instituciones tradicionales con respecto al individuo.” (25).

Nisbet destaca la influencia de los conservadores sobre la sociología. En especial, destaca el influjo de los autores franceses como el mencionado Bonald, Joseph de Maistre (1753-1821), François René de Chateaubriand (1768-1848) y el joven Félicité Robert de Lamennais (1782-1854). Para calibrar la incidencia de estos autores, hace un pequeño inventario de opiniones de sociólogos franceses sobre sus precursores conservadores. [3] Entre ellos, destaca su impacto en la obra de Emile Durkheim (1858-1917):

“En las obras de Durkheim, de ideas religiosas y liberal en política, encontramos ciertas tesis del conservadurismo francés, convertidas en algunas de las teorías esenciales de su sociología sistemática: la conciencia colectiva, el carácter funcional de las instituciones e ideas, las asociaciones intermedias y también su ataque al individualismo.” (p. 27).

Además, Nisbet destaca el “redescubrimiento del medievalismo”, “forma el tejido conceptual de gran parte de su [del pensamiento sociológico] respuesta al modernismo” (p. 29). En otro pasaje dice:

“La Edad Media suministró al siglo XIX casi tanto clima espiritual y temas como el pensamiento clásico lo había hecho en el Renacimiento. (...) Cada vez más la sociedad medieval proporcionaba una base de comparación con el modernismo, para la crítica de este último.” (p. 29-30) [4]

La influencia del medievalismo también se hizo sentir en Durkheim. Sin embargo, se vio contrarrestada por el peso del “modernismo” en el sociólogo francés:

“Durkheim basó su celebrada propuesta de creación de asociaciones profesionales intermedias en los gremios medievales, poniendo buen cuidado, por supuesto, en aclarar las diferencias que, dado que a menudo se le había criticado que fundara su ciencia de la sociedad en valores de corporativismo, organicismo y realismo metafísico. (...) Tendríamos que buscar mucho para encontrar una mentalidad más moderna, por su filiación social y política, que la de Durkheim. Aun en el cuerpo de su teoría social prevalece el espíritu racionalista y positivista, tomado en gran parte de Descartes…” (p. 31).

En base al análisis anterior, Nisbet pasa a exponer la paradoja de la sociología, fuente del desarrollo de la nueva ciencia de la sociedad:

“La paradoja de la sociología - paradoja creativa, como trato de demostrar en estas páginas - reside en que su por sus objetivos y por los valores políticos y científicos que defendieron sus principales figuras, debe ubicársela dentro de la corriente principal del modernismo, por sus conceptos esenciales y sus perspectivas implícitas está, en general, mucho más cerca del conservadurismo filosófico. La comunidad, la autoridad, la tradición, lo sacro: estos temas fueron, en esa época, principalmente, preocupación de los conservadores (...) También lo fueron los presentimientos de alienación, del poder totalitario que habría de surgir de la democracia de masas, y de la decadencia cultural. En vano buscaríamos los efectos significativos de estas ideas y premoniciones sobre los intereses fundamentales de los economistas, politicólogos, psicólogos y etnólogos de ese período. Se los hallará, en cambio, en la médula de la sociología - transfigurados, por supuesto, por los objetivos racionalistas o científicos de los sociólogos.” (p. 33). [5]

Nisbet identifica dos fuentes de la imaginación sociológica:

A] “La base moral de la sociología moderna” (p. 33).

“Las grandes ideas de las ciencias sociales tienen invariablemente sus raíces en inspiraciones morales.” (p. 33). “Ellas [las idea-elementos] no surgieron del razonamiento simple y carente de compromisos morales de la ciencia pura.” (p. 33). “Cada una de las ideas mencionadas aparece por primera vez en forma de una afirmación moral, sin ambigüedades ni disfraces.” (p. 33). “Estas ideas nunca pierden por completo su textura moral.” (p. 34). “Los grandes sociólogos jamás dejaron de ser filósofos morales.” (p. 34).

B] “El marco intuitivo o artístico de pensamiento en que se han alcanzado las ideas centrales de la sociología” (p. 33).

Nisbet señala que ninguna de las ideas-elementos surgió como resultado de “razonamiento para la resolución de problemas”, sino que “cada una de ellas es, sin excepciones, resultado de procesos de pensamiento - imaginación, visión, intuición - que tienen tanta relación con el artista como con el investigación científico.” (p. 34).

“Este es el rasgo que diferencia a la sociología de algunas ciencias físico-naturales. Lo que el físico joven puede aprender, aun de un Newton, tiene un límite. Una vez entendidos los puntos fundamentales de los Principia, es poco probable que su relectura le ofrezca, como físico, mucho más (aunque podría extraer nuevas ideas de ellos como historiador de la ciencia). ¡Cuán diferente es la relación del sociólogo con un Simmel o un Durkheim! La lectura directa será siempre provechosa, siempre dará como resultado la adquisición de una información fecunda, capaz de ensanchar los horizontes del lector. Proceso semejante al del artista contemporáneo que se enfrasca en el estudio de la arquitectura medieval, el soneto isabelino o las pinturas de Matisse. Tal es la esencia de la historia del arte, y la razón de que la historia de la sociología resulte diferente de la historia de la ciencia.” (p. 36).

La siguiente ficha de esta serie estará dedica al segundo capítulo de la obra, “Las dos revoluciones” (p. 37-67).



Bibliografía:

Comte, A. (1912). Systeme de politique positive. Paris.
Lovejoy, A. O. (1942). The Great Chain of Being. Cambridge: Harvard University Press.
Therborn, G. (1980). Ciencia, clase y sociedad: Sobre la formación de la sociología y del materialismo histórico. Madrid: Siglo XXI de España.

Notas:

[1] Nisbet afirma “que vivimos en la última fase del período clásico de la sociología” (p. 17). No aclara, por cierto, cómo continúa la periodización luego del final, en 1900, de período formativo.
[2] “Cuando digo historia de las ideas ·-escribe Lovejoy-, quiero significar algo a la vez más específico y menos restringido que la historia de la filosofía. La diferencia principal
reside en el carácter de las unidades de que se ocupa aquélla. Aunque en gran parte su material es el mismo que el de las otras ramas de la historia del pensamiento, y depende mucho de los trabajos precedentes, lo divide de manera especial, reagrupa sus partes y establece nuevas relaciones, y lo reenuncia desde un punto de vista distinto. Si bien el paralelo tiene sus peligros, cabe decir que su procedimiento inicial es algo análogo al de la química analítica. Cuando estudia la historia de las doctrinas filosóficas, por ejemplo, irrumpe en los sistemas individuales más sólidamente estructurados y los reduce, guiada por sus propios objetivos, a sus elementos constitutivos, a lo que podríamos llamar sus ideas-elementos.” (Lovejoy, 1942: 3).
[3] A modo de ejemplo: “Este grupo inmortal conducido por Maistre, merecerá por mucho tiempo la gratitud de los positivistas.” (Comte, 1912, III: 605). Por su parte, Saint-Simon (1760-1825) reconoció que su interés por los períodos “crítico” y “orgánico” de la historia, y sus proposiciones para estabilizar el industrialismo le fueron inspirados por Bonald. Por último, Le Play (1806-1882) en su European Working Classes, asignó carácter científico a la obra de Bonald sobre la familia.
[4] Al respecto, Nisbet sostiene que “el medievalismo es el modelo real de su utopía [de Comte] en Sistema de política positiva” (30).
[5] El sociólogo Göran Therborn (n. 1941), en su excelente Ciencia, clase y sociedad, considera que Nisbet es el “principal portavoz” de la tesis sobre los orígenes conservadores de la sociología. “La sociología introdujo una preocupación sistemática por el orden social, en reacción contra el individualismo de la Ilustración y las declaraciones de los Derechos del Hombre. La sociología puede considerarse como parte de un conservadurismo contrarrevolucionario o, al menos, íntimamente conectada con él.” (Therborn, 1980: 115-116).


viernes, 18 de agosto de 2017

FICHA DE LECTURA: WALLERSTEIN. ABRIR LAS CIENCIAS SOCIALES. CAP. 1


Immanuel Wallerstein (1930-2019) es un sociólogo estadounidense, quien a comienzos de los años ‘90 del siglo pasado era director del Fernand Braudel Center de la Universidad de Binghamton (New York State). Para esa época era ampliamente conocido por su obra The Modern World-System (cuyo primer volumen apareció en 1974, el segundo en 1980 y el tercero en 1989).


En Portugal tiene su sede la Fundación Calouste Gulbenkian, fundada en los años ‘50 del siglo XX por un millonario petrolero de origen armenio. Dicha Fundación organizó patrocinó varios espacios de reflexión sobre el futuro de Portugal, en los que participaron científicos sociales de diversas disciplinas.


La confluencia entre Wallerstein y la Fundación Gulbenkian tuvo lugar a partir de una propuesta del sociólogo a los directivos de la Fundación, que consistía en conformar una Comisión para la reestructuración de las Ciencias Sociales. Lacomo  Fundación aprobó el proyecto y en julio de 1993 se creó la mencionada Comisión, con Wallerstein como su presidente. La lista de sus miembros es la siguiente: Calestous Juma, Evelyn Fox Keller (n. 1936), Jürgen Kocka (n. 1941), Dominique Lecourt (n. 1944), Valentin Y. Mudimbe, Kinhide Mushakoji, Ilya Prigogine (1917-2003), Peter J. Taylor (n. 1944) y Michel-Rolph Trouillot (1949-2012). Richard Lee se desempeñó como secretario científico de la Comisión.


La Comisión celebró tres reuniones plenarias: la primera se realizó en Lisboa en junio de 1994; la segunda en la Maison de Sciences de l’Homme en París en enero de 1995; la tercera en el Fernand Braudel Center en Binghamton en abril de 1995. Abrir las ciencias sociales es el informe, coordinado por Wallerstein, de los trabajos de la Comisión.


A continuación presento una ficha de lectura del texto, confeccionada a partir de la traducción española realizada por Stella Mastrángelo: Wallerstein, Immanuel, coord. (1999). Abrir las ciencias sociales: Informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales. México D. F.: Siglo XXI & Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM.






Cap. 1. La construcción histórica de las ciencias sociales desde el siglo XVIII hasta 1945 (pp. 3-36)


Wallerstein (W. a partir de aquí) comienza por distinguir entre la sabiduría y la ciencia social. La primera se construyó en torno a “la idea de que podemos reflexionar de forma inteligente sobre la naturaleza de los seres humanos, sus relaciones entre ellos y con las fuerzas espirituales y las estructuras sociales que han creado, y dentro de las cuales viven”. Ejemplos de esta sabiduría: los textos religiosos, los textos filosóficos, la sabiduría oral. (p. 3).


La ciencia social es una empresa del mundo moderno. Surgió en el siglo XVI y fue parte inseparable de la construcción de dicho mundo. Constituye el intento “por desarrollar un conocimiento secular sistemático sobre la realidad que tenga algún tipo de validación empírica” (p. 4).


A partir de la Modernidad, la ciencia “pasó a ser definida como la búsqueda de las leyes naturales universales que se mantenían en todo tiempo y espacio” (p. 5). Se constituyó en torno a dos premisas: a) modelo newtoniano, que postula la simetría entre el pasado y el futuro; b) dualismo cartesiano, que consiste en la distinción entre naturaleza y seres humanos, entre la materia y la mente entre el mundo físico y el mundo social. (p. 4).


En paralelo con la afirmación del carácter infinito del espacio (idea desarrollada por los físicos de los siglos XVII y XVIII), se volvió fundamental la idea de progreso. (p. 5). Se trató de un ideal de progreso ilimitado, que se fortaleció con la noción de la infinitud del tiempo y del espacio. En la práctica, el progreso se tradujo en una exploración de toda la superficie terrestre y, posteriormente, del espacio. Progreso y descubrimiento fueron de la mano.


La ciencia natural se fue separando progresivamente de la filosofía. Cuando la primera pasó a apoyarse en el trabajo experimental y empírico, la filosofía fue equiparada a teología y abandonada. A comienzos del siglo XIX, la separación era completa; ciencia pasó a ser identificada con ciencia natural. (1)


En este punto, W. introduce al análisis la dimensión del poder: “la lucha epistemológica sobre qué era conocimiento legítimo ya no era solamente una lucha sobre quién controlaría el conocimiento sobre la naturaleza (...) sino sobre quién controlaría el conocimiento sobre el mundo humano.” (p. 8). Aquí, “la necesidad del estado moderno de un conocimiento más exacto sobre el cual basar sus decisiones” (p. 8) generó el ambiente para la aparición de un nuevas categorías de conocimiento sobre la sociedad.


La Universidad, moribunda desde el siglo XVI, revivió a fines del siglo XVIII para la creación de ese tipo de conocimiento. (p. 8-9). En torno a la Facultad de Filosofía se constituyeron las nuevas estructuras de conocimiento. A diferencia de los científicos naturales (2), los aspirantes a científicos sociales buscaron el apoyo del Estado y de la Universidad para solventar sus investigaciones.Fueron ellos quienes fortalecieron a la Universidad. Para ello atrajeron hacia ellas a los científicos naturales, por el prestigio que poseían éstos. Como consecuencia, “las universidades pasaron a ser la sede principal de la continua tensión entre las artes o humanidades y las ciencias, que ahora se definían como modos de conocimiento muy diferentes, y para algunos antagónicos.” (p. 10).


La Revolución Francesa modificó las urgencias. No sólo existía el espacio para la aparición de la ciencia social; había una profunda necesidad social de ella. La revolución hacía imposible la explicación de la sociedad que hablaba de un supuesto orden natural de la vida social (3), pues lo natural había desaparecido tras la intervención de las masas en la historia. La irrupción de la “soberanía del pueblo” hizo que las clases dominantes vieran la necesidad de organizar y estudiar el cambio social; para hacer eso era preciso estudiarlo y comprender sus reglas. De ahí surge la corriente positivista, que sostuvo que era posible lograr un conocimiento exacto adoptando los métodos de las ciencias naturales (la física newtoniana). (p. 11).


En otros países, el problema político principal era el logro de la unificación nacional (caso Alemania). Allí los estudiosos de lo social se volcaron a la elaboración de relatos históricos nacionales. Surgió una historia basada en investigaciones empíricas de archivo, que rechazó la especulación como lo habían hecho la ciencia natural y la ciencia social. Pero estos historiadores mostraron desconfianza hacia los intentos de establecer leyes generales de la sociedad. (p. 11-12).


[El análisis de W es sumamente unilateral. La mención a la Revolución Francesa deja de lado el hecho de que la burguesía se vio obligada a movilizar a los campesinos y a los sectores trabajadores de las ciudades, con el objetivo de vencer a los feudales. Esa movilización, sumada al mayor desarrollo político y económico de las masas urbanas, hizo que la burguesía triunfante enfrentara por primera vez a una amenaza por izquierda. La Revolución Industrial, por su parte, dio origen a la clase obrera moderna. W. nada dice de ella ni del proletariado. Esto le permite dejar de lado completamente al socialismo y, en particular, al marxismo. Ahora bien, ¿es posible comprender el desarrollo de las ciencias sociales modernas dejando afuera de la consideración al marxismo?]


El siglo XIX se caracterizó por la multiplicación de disciplinas que cubrían una amplia gama de posiciones epistemológicas. En un extremo, la matemática (actividad no empírica), luego las ciencias naturales experimentales, luego la ciencia social (nomotética, es decir, que procuraba la formulación de leyes generales), la historia (ciencia idiográfica, dedicada a la comprensión de hechos particulares), finalmente en el otro extremo, las humanidades. Los científicos sociales quedaron atrapados en la lucha entre científicos naturales y las humanidades. (p. 12).


El contexto de la disputa anterior fue la victoria de la ciencia (newtoniana) sobre la filosofía especulativa (filosofía). Se trató, en rigor, de un repudio de la metafísica aristotélica y no del interés filosófico en sí. “Se proclamó que la ciencia era el descubrimiento de la realidad objetiva utilizando un método que nos permitía salir fuera de la mente, mientras se decía que los filósofos no hacían más que meditar y escribir sobre sus meditaciones.” (p. 13-14).


El sociólogo francés Auguste Comte (1798-1857) propuso elaborar una física social, que debería ser el instrumento de los gobiernos para superar la anarquía intelectual derivada de la Revolución Francesa, permitiendo la reconciliación del orden y el progreso. (p. 14).


Las universidades reconocieron la diversificación de disciplinas sociales recién en el período entre 1850-1914. (p.15) (4). En este punto, “la creación de las múltiples disciplinas de ciencia social fue parte del intento general del siglo XIX de obtener e impulsar el conocimiento ‘objetivo’ de la ‘realidad’ con base en descubrimientos empíricos (lo contrario de la ‘especulación’). Se intentaba ‘aprender’ la verdad, no inventarla o intuirla.” (p. 16).


W. analiza, por orden de aparición, cada una de las disciplinas de la ciencia social.


Primero surgió la historia. Siempre hubo relatos del pasado, pero lo que distinguió a la nueva disciplina fue el énfasis riguroso en conocer lo que realmente ocurrió en el pasado. Los historiadores rechazaron la filosofía especulativa apelando a estos argumentos: a) existencia de un mundo real que es objetivo y cognoscible; b) énfasis en la evidencia empírica; c) neutralidad del investigador; d) los datos tenían que buscarse en los archivos y no en los escritos anteriores (otros autores) o en los propios procesos de pensamiento. A diferencia de otros disciplinas sociales, los historiadores también rechazaban la filosofía porque ésta proponía esquemas generales para explicar los datos empíricos. La historia, en cambio, se propuso desde el comienzo como ciencia ideográfica y antiteórica. Además, los historiadores se concentraron en la elaboración de “historias nacionales”, tanto por su afirmación de la ideografía como por las presiones sociales. En este sentido, contribuyeron a reforzar la cohesión social de los Estados. Los historiadores se ubicaron en las facultades de letras, evitando ser identificados con las ciencias sociales (p. 18-19).


La segunda disciplina en aparecer fue la economía, que surgió a finales del siglo XVIII. El predominio de las teorías liberales hizo que pasara de denominarse “economía política” (s. XVIII) a “economía” (s. XIX). Esta disciplina se volcó hacia el estudio del presente. En Alemania floreció durante el siglo XIX una disciplina que no era ni nomotética ni ideográfica, llamada Staartswissenschaften (“ciencias del estado”), que sucumbió frente a las categorías disciplinarias de Francia e Inglaterra. La economía se estableció en las universidades orientada hacia el presente y nomotética. (p. 20-21).


A continuación surgió la sociología, en la segunda mitad del siglo XIX, “gracias a la institucionalización y transformación dentro de las universidades de la obra de asociaciones de reforma social cuyo plan de acción había tendido principalmente a encarar el descontento y el desorden de las muy crecidas poblaciones de trabajadores urbanos.” (p. 22). Los sociólogos se ubicaron en el campo nomotético. (p. 22).


La ciencia política tuvo origen más tardío, en parte por la resistencia de las facultades de derecho a renunciar a su monopolio en ese campo. Incorporó a su estudio la filosofía política y su desarrollo sirvió también para legitimar a la economía como ciencia separada. (p. 22-23).


El desarrollo del sistema mundial (la colonización del resto del mundo por los europeos) permitió la aparición de la antropología, dedicada al estudio de los pueblos no europeos. Esta nueva disciplina se inició como práctica de exploradores, viajeros y funcionarios de los servicios coloniales de las potencias europeas. Luego fue institucionalizada en el mundo universitario, aunque segregada de las otras disciplinas sociales que estudiaban el mundo europeo. (p. 23-24). Los antropólogos se convirtieron en etnógrafos de pueblos particulares, mediante una metodología muy concreta: el trabajo de campo y la observación participante. (p. 24). Practicaron en su mayoría una epistemología idiográfica. (p. 25).


La existencia de civilizaciones como el mundo árabe musulmán, China y Japón, hizo que aparecieran los estudios orientales, separados de la antropología. Se distinguieron de los estudios clásicos, abocados a la investigación de la antigüedad griega y romana, concebida como el prólogo de la Modernidad. (p. 26-27).


W. señala que hubo tres campos que nunca llegaron a ser completamente incluidos en las ciencias sociales: geografía (5), psicología (6) y derecho (7).


[Nada acerca de la relación entre cada una de las ciencias sociales estudiadas aquí y el desarrollo del capitalismo. Así, por ejemplo, el surgimiento de la economía moderna es inconcebible sin la expansión de la producción y circulación de mercancías. Así, por ejemplo, la ciencia política se desarrolló a la par que se extendía el sufragio universal y la democracia representativa. Sólo en el caso de la antropología, W. establece la relación con el proceso de expansión colonial del capitalismo.]


En síntesis, entre 1850 y 1945 se formó el campo de conocimiento conocido como ciencia social: institucionalización de la enseñanza en las universidades; institucionalización de la investigación; construcción de asociaciones de estudiosos según líneas disciplinarias; creación de colecciones y bibliotecas catalogadas por disciplinas. Todo el período de surgimiento de la clase social estuvo marcado por la búsqueda de la extensión del ámbito de cada disciplina. En primer lugar, se estableció la distinción entre la historia (ideográfica) y el resto de las ciencias sociales (nomotéticas). Luego, entre cada una de las disciplinas nomotéticas. (p. 34-35).


[El texto de W. es un documento de época. Escrito poco después de la caída de la URSS, da la impresión de que procura limpiar las ciencias sociales de todo contacto con “la antigualla” marxista. Es, si cabe, una versión progresista del fin de la historia proclamado por Fukuyama.]

Villa del Parque, viernes 18 de agosto de 2017


NOTAS:

(1) En paralelo, se desarrolló la distinción entre ciencia (=conocimiento cierto) y lo que no era ciencia (=conocimiento imaginado e incluso imaginario) (p. 7).
(2) Estas ciencias “tenían la capacidad de solicitar apoyo social y político con base en su promesa de producir resultados prácticos de utilidad inmediata.” (p. 10).
(3) Se refiere a la filosofía contractualista (Hobbes, Locke, Rousseau).
(4) La institucionalización de las ciencias sociales se produjo en Gran Bretaña, Francia, las Alemanias, las Ias Italias y Estados Unidos. Fueron reconocidas cinco ciencias: historia, economía, sociología, ciencia política y antropología.
(5) La geografía tiene un origen muy antiguo. En el siglo XIX se transformó en una disciplina nueva en las universidades alemanas. Fue la primer ciencia social que se dedicó al estudio del conjunto del mundo, con una orientación generalista, sintetizadora y no analítica. La división de las disciplinas sociales en compartimentos separados y su encierro en lo nacional convirtieron a la geografía en disciplina anacrónica. Esto motivó que las disciplinas sociales descuidaran el tratamiento del tiempo y del espacio.(p. 28-29).
(6) La psicología se separó de la filosofía y trató de convertirse en una ciencia. Para ello se acercó al campo de la medicina, pretendiendo ser una psicología fisiológica, e incluso química. Por eso se trasladó a las facultades de ciencias naturales. (p. 31).

(7) Los estudios legales estaban demasiado ligados a la formación de abogados, por ello no fueron considerados parte de las disciplinas sociales. (p. 32).