El Bosco, El jardín de las delicias (fragmento) |
Ariel Mayo (UNSAM / ISP
Joaquín V. González)
A semana y media del
triunfo de Javier Milei en el balotaje, y a medida que se disipa el humo electoral,
van quedando algunas cosas claras y ya es posible hablar de ellas sin enredarse
en discusiones inútiles.
Al decir que hay
algunas cosas claras me refiero a cuestiones estructurales, que pueden verificarse
de manera más o menos empírica, y no a los dichos cambiantes de los
protagonistas.
La primer cuestión
estructural es la debilidad de las diferentes fuerzas políticas. El triunfo de
Milei dejó maltrechas a las dos grandes coaliciones que se disputaron el
gobierno del país desde hace un poco menos de dos décadas (el hecho mismo de
que se trate de coaliciones y no de fuerzas políticas relativamente unificadas da
cuenta de que los problemas venían de mucho antes de que Milei asomara la
cabeza).
El peronismo no sólo
perdió en la mayoría de los distritos electorales, sino que vio como el
conjunto de las ideas que sostuvo desde 2003 en adelante y que le permitieron
atraer a sectores importantes de la población, fueron rechazadas
mayoritariamente por los votantes (por supuesto, ese rechazo se venía
expandiendo desde hace mucho tiempo). Así, por ejemplo, la redistribución de
recursos por vía estatal quedó sepultada, por lo menos momentáneamente, en las
urnas.
Las manifestaciones de odio
hacia los planeros, el aumento del encono hacia la educación pública (aun
de sectores que mandan a sus hijos a las escuelas estatales), la difusión de la
idea que hay que pagar todo lo que puede ser pagado y más, etc., etc., son
expresiones de un cambio de época. En este punto hay que decir que la incapacidad
del kirchnerismo para resolver el estancamiento de la economía a partir de 2011,
que fue vaciando progresivamente de contenido a la frase “Estado presente”, fue
la gran promotora de esa reacción antiestatal, pero, así y todo, no deja de
asombrar la magnitud y profundidad de la reacción. Es razonable pensar que la
(pésima) política del presidente Fernández frente a la pandemia contribuyó a
llevar las cosas al siguiente nivel.
En 2015 y 2019 la
mayoría del electorado votó a favor del cambio, es decir, por un mejoramiento
de las condiciones de vida que se venían deteriorando aceleradamente desde 2011.
En 2023 la mayoría del electorado sufragó adrede por el ajuste, entendiendo que
las cosas no podían seguir como durante el desastroso gobierno de Alberto Fernández.
El peronismo recibió de lleno el impacto y hoy se encuentra huérfano de liderazgo
y de ideas.
La coalición opositora,
cuyo núcleo duro es el PRO de Mauricio Macri, no salió del proceso electoral en
mejores condiciones. Si bien Macri unió su suerte a la de Milei y le llenó de
ministros propios el gabinete, la realidad indica que Macri fracasó en su
intento de ser presidente por segunda vez, a punto tal que ni siquiera pudo
presentarse como candidato. Además, la lucha interna entre Rodríguez Larreta y Bullrich
terminó por aniquilar la competitividad electoral de la coalición, aniquilamiento
cuya expresión fue el tercer puesto en las elecciones generales de octubre. En
la práctica, la coalición opositora al kirchnerismo dejó de existir y las fuerzas
que la integran están en un proceso de reconfiguración.
Paradójicamente, la
fuerza triunfante en el balotaje no se encuentra en mejores condiciones que las
coaliciones derrotadas. La Libertad Avanza de Javier Milei es un armado heterogéneo,
construido para poder participar en las elecciones, y en ese armado imperó el
principio “los melones se acomodan andando”. Es probable que Milei mismo no creyera
que iba a llegar al gobierno y por eso descuidó la construcción de una fuerza
política, pero el hecho es que resultó presidente electo y, a la fecha, no
cuenta con los cuadros necesarios para armar el gobierno.
El milagro mileisiano
de las renuncias de integrantes de un gabinete que todavía no entró en funciones,
la danza de nombres que son renunciados apenas se los hace públicos, todo ello
se explica, en parte, por la debilidad y fragmentación de las fuerzas
políticas. Y esa situación de debilidad es consecuencia de la incapacidad de dichas
fuerzas para encontrar la salida al estancamiento económico que lleva más de
una década.
La segunda cuestión
estructural es la ausencia de un acuerdo en la clase dominante respecto a cuál
debe ser la salida para la crisis y eso se manifiesta en la ausencia de un
programa económico. La derrota de Massa (y en menor medida la de Bullrich en
las generales) se explica por la innegable incapacidad de las dos grandes
coaliciones políticas para resolver los problemas económicos del país, pero detrás
de esa incapacidad asoman las carencias de la clase dominante o, para hablar
con propiedad, de la burguesía argentina.
Milei demostró ser un
gran agitador con las consignas de dolarización y motosierra, pero una vez
ganadas las elecciones es otro el cantar. La dolarización, el cierre del Banco
Central, pasaron rápidamente a mejor vida. La designación de Caputo al frente
del ministerio de Economía y la decisión de implementar un fuerte ajuste fiscal
muestran que no hay un plan consistente (o, por lo menos, todavía falta mucho
para tenerlo). En los hechos y no en las palabras, Milei reconoció que no tenía
ni plan económico ni equipo, y que ambos se están armando sobre la marcha.
Se habla de
improvisación, de colonización del gabinete por el macrismo, de pragmatismo, de
abandono de los “ideales libertarios”. La cuestión es mucho más profunda y va
más allá de Milei y de La Libertad Avanza. A riesgo de ponerme cargoso, vuelvo
a insistir en que desde 2011 las dos grandes fuerzas políticas mostraron en la
práctica ser incapaces de restablecer el crecimiento de la economía. Vivimos en
una crisis constante que nunca termina de desatarse completamente y que se
traduce en un persistente deterioro de la calidad de vida para la mayoría de la
población. Ello está modificando profundamente las condiciones sociales y
políticas, acelerando la fragmentación y el individualismo.
Pero es importante
tener en cuenta que no se trata sólo de las fuerzas políticas. Un plan
económico expresa las necesidades y los intereses de determinados sectores de
la clase capitalista. Me refiero a esa clase porque es sabido que una economía capitalista
se reactiva por medio de la inversión, y son los capitalistas quienes tienen la
capacidad de invertir. Ahora bien, si la economía argentina está estancada
desde 2011 eso significa que la clase dominante carece de un plan de salida de
la crisis o, si se prefiere, que sus diferentes fracciones no se ponen de
acuerdo acerca de cuál es la salida.
Es cierto que la
superficie de la política es atractiva, porque allí están los cargos y los
privilegios de la “casta” (parafraseando a Milei), pero hay que hacer el esfuerzo
para salir de lo coyuntural y animarse a mirar las cuestiones estructurales. Sobre
todo si se quiere construir una salida que no sea la de la clase dominante.
No hay que olvidar que
Milei, Macri y Massa, pero también la burguesía argentina, son “casta”, en el
sentido de que gozan de la vida a costa de las penurias de la mayoría de la
población.
Balvanera, miércoles 29 de noviembre de 2023