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miércoles, 27 de agosto de 2014

EL PARO NACIONAL DEL 28 DE AGOSTO

En el actual contexto económico y social de la Argentina resulta fastidioso tener que dedicar tiempo a justificar la necesidad de un paro nacional. Crisis del modelo económico kirchnerista, caída de la inversión, recesión combinada con inflación, defol de la deuda externa, tarifazos varios en los servicios públicos, caída del salario real, despidos, suspensiones, jubilación mínima cada vez más retrasada frente a la suba de precios, etc., son motivos más que suficientes como para justificar una medida de fuerza de los trabajadores.

Sin embargo, es preciso explicar los motivos del paro. Hay dos razones fundamentales que nos obligan a hacerlo.

En primer lugar, la inmensa mayoría de los intelectuales (incluimos bajo esta denominación a periodistas, conductores de televisión, editorialistas de los medios oficiales y de la autodenominada oposición) son contrarios a la medida de fuerza.

En segundo lugar, porque la medida es producto de una convocatoria en la que confluyen diversos actores sociales, siendo Hugo Moyano el más prominente de ellos.

Comencemos por revisar los argumentos contrarios al paro formulados por los intelectuales kirchneristas.

El primero consiste en afirmar que el paro perjudica la lucha emprendida contra los “fondos buitres” por el gobierno de Cristina Fernández. Dicha pelea tendría por objetivola reafirmación de la soberanía nacional. Por tanto, quienes están en contra de la confrontación con los “buitres” son enemigos de la Patria. Aplicado al paro, los huelguistas del 28/08 son traidores de la patria, en la medida en que anteponen su interés particular al interés nacional encarnado por el gobierno de Cristina Fernández. El Jefe de Gabinete de Ministros, Jorge Capitanich, afirmó al respecto que los sindicatos que van al paro están pagados por los “fondos buitres”.

Ahora bien, el gobierno de Cristina Fernández, como el de Néstor Kirchner, procuró en todo momento cumplir con los pagos de la deuda externa. Esa deuda fue contraída por dictaduras militares, por gobiernos democráticos neoliberales y siguen las firmas. Ahora bien, si aceptamos el argumento “patriótico”, esa deuda se contrajo para perjudicar a la “patria”, recortándole al máximo la capacidad de tomar decisiones de manera autónoma. Videla, Menem y Cavallo, son algunos de los responsables de la deuda externa que el kirchnerismo quiere pagar a cualquier precio. Néstor Kirchner y Cristina Fernández aceptaron que la justicia norteamericana fuera el tribunal que juzgara los litigios derivados de los canjes de la deuda en 2005 y 2010. Hace poco, el ministro Axel Kicillof negoció la deuda existente con el Club de París; en la negociación, Kicillof acordó pagar un monto de deuda superior al que figuraba al comienzo de la negociación (punitorios dobles y otros mecanismos abultaron la cifra adeudada, Kicillof dijo a todo que sí).

A partir de lo anterior y si se toma al pie de la letra la cuestión de la patria, ¿es necesario decir que el kirchnerismo se ha comportado de un modo poco patriótico?

El concepto de patria carece de utilidad para explicar qué sucede en Argentina. Es más útil y práctico hablar de capitalismo y de los intereses de nuestra burguesía. Así, durante el menemismo, época en la que muchos de los hoy patriotas kirchneristas eran entusiastas neoliberales, la deuda externa fue abultada con el propósito de permitir que tanto las empresas privatizadas pudieran girar utilidades como para que la burguesía argentina fugara capitales al exterior. El endeudamiento proveía los dólares para hacer posible esto. La deuda externa, lejos de ser una perversidad, forma parte de los mecanismos de acumulación de capital de nuestra burguesía. No se trata de buscar la misteriosa burguesía “nacional” y separarla de la burguesía “cipaya”. La clave de la deuda externa está en nuestro país, no en el exterior .Es la lógica del capital, guste o no.

En un país como el nuestro, donde basta con caminar un poco para observar los efectos de la desigualdad social, la patria es el argumento invocado para tapar todas las porquerías que hace nuestra burguesía. En Argentina no hay un interés común que deba ser defendido frente a la voracidad de los “buitres”, sino una burguesía que vende hasta a su madre con tal de obtener beneficios. Los empresarios argentinos piensan que los trabajadores deben ser patriotas, lo que significa que los segundos tienen que hacer todos los sacrificios necesarios para asegurar las ganancias de los primeros. A esto se reduce el “patriotismo”, tanto de los kirchneristas como de otras especies de patriotas que andan pululando por ahí.

Si la burguesía argentina defiende sus intereses apelando a todos los recursos, ¿por qué no habrían de hacer lo mismo los trabajadores?

El otro argumento en contra de la huelga sostiene que hacer un paro perjudica la marcha de la economía y termina por generar más recesión. Dicho de otro modo, los trabajadores tienen que ajustarse el cinturón y trabajar más para asegurar las ganancias empresarias y así mantener la vitalidad de la economía. Como puede verse, nuestro intelectual (el kirchnerista y el de la autodenominada “oposición”) se ha convertido en un mero vocero del empresariado.

Para que la afirmación anterior sea correcta es preciso que los intereses de los empresarios y de los trabajadores sean comunes. Si esto fuera así, es claro que los trabajadores tendrían que poner el hombro junto a los empresarios. Pero esto es un cuento de hadas, algo que puede ser usado como propaganda pero que no tiene ningún sustento real. El empresario produce para obtener ganancias, no para hacerle un favor a la sociedad. Para obtener ganancias debe explotar a los trabajadores. Cuanto más producen los trabajadores, más ganancias se apropian los empresarios y, por ende, más se fortalece la posición de la burguesía. Es corta la bocha: esto es capitalismo, no una sociedad de beneficencia.

El argumento anterior puede sintetizarse diciendo que los trabajadores no sólo deben trabajar para los empresarios a cambio de un salario, sino que tienen que adoptar como propia la lógica del capital y deslomarse trabajando para que los empresarios estén contentos. Los paros, las tomas de fábricas, las movilizaciones, son “locuras”. El trabajador tiene que trabajar y punto. Si quiere hacer otra cosa, que junte dinero y que se haga empresario. Punto.

Es claro que el argumento anterior es inaceptable en la medida en que los trabajadores no quieran subordinarse a los empresarios. En las condiciones de la Argentina actual, el capitalismo ha llevado (¡otra vez!) a una profunda crisis, que empieza a ser pagada por los trabajadores por la vía de tarifazos, despidos, suspensiones y reducción del salario real. El argumento funciona bien para los empresarios, pero empieza a patinar cuando se aplica al trabajador que se levanta temprano todos los días, viaja horas en “cómodos” medios de transporte, realizar un trabajo tedioso y cobra un salario cada vez más reducido (inflación mediante).

Frente al argumento de los intelectuales devenidos empresarios, nuestra posición es que los trabajadores defienden sus intereses luchando contra la burguesía. Como muestra la experiencia de las últimas décadas, el capitalismo significa privaciones cada vez más agudas para los trabajadores, no sólo en lo que hace a la cuestión laboral, sino también a la salud, a la educación, al transporte, etc. Esto es algo que cada trabajador experimenta todos los días. No puede hablarse, pues, de intereses comunes entre empresarios y trabajadores, salvo que se tenga en mente un trabajador convertido en apéndice del empresario

Por último, está la cuestión Moyano.

Dejemos de lado los matices: Hugo Moyano es una lacra para los trabajadores (como lo son también el resto de los burócratas sindicales). Su interés radica en negociar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo (el monto de los salarios), no en luchar contra el sistema que oprime a los trabajadores. Por eso Moyano ha estado siempre del lado de los empresarios. Por eso les resulta tan fácil a Moyano y a los demás dirigentes de la burocracia sindical convertirse en empresarios. Por eso Moyano está tan interesado en expulsar de los sindicatos a los militantes de izquierda, porque sabe con claridad que la izquierda “le escupe el asado”. Más allá de los alineamientos coyunturales (algunos burócratas apoyan a Cristina, muchos otros buscan nuevos horizontes para acomodarse con miras al 2015), todos ellos coinciden en que la izquierda es su enemigo común. Y en esto coinciden también con los empresarios y con Cristina Fernández.

Pero Moyano y Barrionuevo forman parte de los dirigentes y las organizaciones que convocan al paro.

El kirchnerista dice: ¡Horror! La izquierda va detrás de Moyano y Barrinuevo. A la izquierda no le interesa defender a los trabajadores. La izquierda hace de idiota útil de los Moyanos y los Barrionuevos.

El kirchnerista pasa por alto dos cuestiones. Por un lado, Moyano fue aliado de Néstor Kirchner y Cristina Fernández durante muchísimos años. Durante ese tiempo, “los jóvenes para la liberación” no se sintieron incómodos por tener esa compañía. Como en tantas otras cuestiones, otra vez el kirchnerista padece de mala memoria.

Dejando de lado las chicanas, hay algo fundamental. Tanto Moyano como Cristina, Macri como Scioli, Massa como Binner, ven en la izquierda al ENEMIGO. Las razones: la izquierda (sobre todo el Partido Obrero y los demás partidos que conforman el FIT) cuestiona las bases del capitalismo en Argentina. Sólo la izquierda se anima a sacar los pies del plato. De modo que Moyano convoca al paro (lo hace por sus propias necesidades políticas, que no podemos analizar aqui), pero se siente incómodo con la presencia de la izquierda. Una prueba de esto es que ni Moyano ni Barrionuevo van a estar presentes en la movilización convocada por la izquierda para el día de hoy. Moyano y Barrionuevo tienen tanto miedo de la izquierda que procuraron dejar en claro por todos los medios que no van a promover la realización del piquete durante estas jornadas de lucha.

No vamos a negar que la izquierda tiene todavía una influencia pequeña. Es por ello que no puede convocar por sí misma un paro general y debe acompañar las medidas de fuerza convocadas por personajes como Moyano. Pero la sola presencia de la izquierda cambia el contenido de la huelga. El lector puede tomar nota de las continuas críticas de Cristina, Capitanich, Pignanelli (SMATA), Berni y otros, al Partido Obrero.

La izquierda tiene todavía una influencia reducida. Pero está. Y eso modifica las condiciones de la lucha política. Cristina Fernández y Hugo Moyano lo saben. Por eso coinciden en pegarle a la izquierda. Porque la izquierda representa la única alternativa real a la lógica del capital en Argentina. Nada más, y nada menos, que eso.


Villa del Parque, miércoles 27 de agosto de 2014

jueves, 21 de junio de 2012

LA HUELGA NACIONAL DE CAMIONEROS, O LA GENDARMERÍA COMO FUERZA DE LIBERACIÓN NACIONAL Y POPULAR


Mientras escribo esta nota, el paro nacional convocado por el Sindicato de Camioneros se encuentra en pleno desarrollo. Es por esto que renuncio a elaborar algo parecido a un balance de los acontecimientos. Creo más provechoso formular algunas reflexiones que contribuyan a situar los hechos en un marco general. Sobre todo si se tiene en cuenta que el gobierno nacional ha llegado a medidas tales como utilizar la Gendarmería o amenazar, inclusive, con la intervención de las Fuerzas Armadas para asegurar el abastecimiento de la población.

Nada de lo mencionado en la última parte del párrafo anterior resulta inusitado en la historia de la lucha de clases en Argentina (soy del barrio porteño de Mataderos y tengo recuerdos familiares de la intervención del ejército en la huelga de los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre, allá por 1959). Pero si desentona fuertemente con el discurso del gobierno “nacional y popular”, que ha proclamado todas las veces que pudo que ningún gobierno hizo tanto por los trabajadores como las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Como tantas otras veces, vale aquí el refrán que dice “en la cancha se prueban los pingos”. Cristina Fernández se encuentra ante la prueba de tener que enfrentar directamente a los trabajadores. Los medios empleados y la forma de resolver el conflicto servirán para dar cuenta de la naturaleza de clase del gobierno.

Corresponde aclarar, aunque la orientación de este blog hace redundante a la aclaración, que considero a los Moyano como dignos representantes de la burocracia sindical en la Argentina, y que la misma constituye uno de los principales baluartes de la dominación capitalista en Argentina. Sin embargo, lo anterior no quita que la política sea mucho más compleja e interesante que las definiciones de manual. Luego de su ruptura con Cristina, y en defensa de sus propios intereses personales (¿podría ser de otra manera?), Hugo Moyano ha entablado una lucha frontal con el gobierno “kirchnerista”. Es interesante notar como personajes que aman la negociación mucho más que a sus madres, y que están profundamente identificados con el mantenimiento del “orden social” se ven llevados a situaciones reñidas con sus convicciones más íntimas. Que se entienda. Moyano no confronta porque haya descubierto ayer el antagonismo entre el capital y el trabajo. Cristiana no va a la guerra porque haya entendido el carácter profundamente reaccionario de la burocracia sindical. Al contrario, cada uno atiende su juego. Y ambas partes le importan muy poco los trabajadores. Lo que ha cambiado es la coyuntura económica.

En este sentido, nada mejor que examinar algunos lugares comunes que se esgrimen al momento de abordar el tema de la huelga: 

1) Hugo Moyano es el responsable de todo.

Tanto el gobierno “nacional y popular” como la oposición encarnada en los periodistas ebde CLARÍN y LA NACIÓN tiende a presentar a Moyano (me corrijo, a los Moyano) como el único responsable de la medida de fuerza. Dicho de modo más claro: Moyano provocó un conflicto para mejorar su posición con vistas a la elección de Secretario General de la CGT a celebrarse en julio del corriente, y para lograr ser visualizado como el líder de la oposición al “kirchnerismo” en las filas del PJ. Moyano tiene ambiciones políticas que van mucho más allá del movimiento obrero y mueve las piezas (su sindicato y los aliados) para concretarlas. Estamos, pues, ante un capricho de la voluntad de un hombre que quiere ser más de lo que es.

La explicación del conflicto resumida en el párrafo anterior tiene la ventaja de que permite esconder bajo la alfombra cuestiones consideradas tabú. Moyano, a quien de ningún modo vamos a negarle la condición de burócrata sindical, sabe que para pararse a confrontar de manera frontal con el gobierno es preciso contar con el apoyo de los trabajadores. Ahora bien, los titulares de los diarios y los zócalos de los programas televisivos prefieren hablar exclusivamente de Moyano y dejar en la oscuridad todo lo demás. Por motivos diferentes, el monopolio oficial y el monopolio encarnado en la “corpo” (CLARÍN y cía.) coinciden en endiosar a Moyano. Ahora bien, si se quiere salir de lo obvio (Moyano tiene ambiciones políticas, ¡chocolate por la noticia!), es preciso entender las razones por las que los trabajadores camioneros acatan la huelga convocada por Moyano. Decir que simplemente siguen a su líder y/o que son víctimas de las presiones de éste es un recurso demasiado sencillo.

2) Nunca un gobierno hizo tanto por los trabajadores como el de los Kirchner.

Esta afirmación, difundida por los defensores del gobierno, implica, de paso, acusar de ingratitud a los trabajadores. Si el gobierno se deslomó para mejorar la situación de la clase obrera, los trabajadores que paran son culpables de ingratitud y/o ceguera política al no comprender todo lo bueno que el “kirchnerismo” hizo por ellos. Las medidas de fuerza como el paro nacional de la CTA el 8 de junio, o este paro de camioneros, se explican por las ambiciones desmedidas de los dirigentes. Todo esto es muy lindo, pero oculta que en la actualidad el 35% de los trabajadores se hallan “no registrados” (eufemismo para designar un sinfín de situaciones de precariedad), que los salarios se hallan erosionados por una inflación que se encuentra cercana al 25% anual, que el impuesto a las ganancias (¡!) carcome los sueldos de una parte importante de los trabajadores, que el sistema de transporte se encuentra colapsado y pone en riesgo la vida de los usuarios, que el sistema de salud está pensado para quienes tienen dinero para pagarlo, que la vivienda propia es casi inaccesible para quien vive de un salario. Es posible que los trabajadores sean ingratos, pero el gobierno “nacional y popular” no se ha distinguido precisamente por su generosidad. Hay que recordar que la reactivación económica argentina se dio en el marco de una fuerte devaluación que redujo los salarios a su mínima expresión y que a lo largo de toda esta etapa de crecimiento se mantuvo la legislación laboral menemista (incluido el sistema de ART – Aseguradoras de Riesgo de Trabajo -).

Moyano sabe todo lo anterior y lo utiliza en esta coyuntura. Ninguno de sus reclamos es novedoso (salvo para algunos funcionarios, para quienes el movimiento obrero es una especie de dimensión desconocida). Moyano fue el principal aliado del “kirchnerismo” en el movimiento obrero entre 2003 y 2010, aunque ahora sea presentado como un exponente de la nefasta década del ’90. Su ruptura con Cristina Fernández tuvo por motivo el rechazo del dirigente sindical al lugar, absolutamente secundario, que la presidenta le otorgó al sindicalismo peronista en las filas de su segundo gobierno. Hasta ese momento, Moyano ignoró muchos de los reclamos que ahora levanta como bandera de batalla.

3) El reclamo de Moyano es legal, pero la forma adoptada perjudica al conjunto de los argentinos.

Esta afirmación es interesante por lo que dice acerca de la posición política de quien lo formula. Todo reclamo social implica perjuicios para otros, en buena medida porque vivimos en una sociedad donde la explotación y la desigualdad son las normas cotidianas. Guste o no, un reclamo debe molestar para ser atendido. El movimiento obrero argentino tiene una larga tradición de medidas de acción directa, y es muy dudoso que las conquistas sociales hubieran podido obtenerse sin recurrir a esta metodología de lucha. El peronismo surgió como movimiento político de una gigantesca huelga y movilización popular (el 17 de octubre de 1945), y a lo largo de su historia se caracterizó por promover (a través de su “columna vertebral”, el movimiento sindical) medidas de acción directa con el fin de obtener satisfacción a diversos reclamos gremiales. Algún memorioso recordará las ocupaciones de fábricas promovidas por la CGT durante la presidencia de Illia. El piquete ha sido una herramienta de lucha desde los orígenes mismos del movimiento obrero argentino, y su uso se extendió en la última década a otras clases sociales (¿es preciso recordar las patotas del empresariado rural que en 2008 saturaron de piquetes las rutas impidiendo el abastecimiento de las ciudades?). 

¿Por qué entonces el gobierno “nacional y popular” pone el grito en el cielo frente a los piquetes de Moyano? Existe, por supuesto, un riesgo evidente de desabastecimiento de combustible, pero también es verdad que el gobierno no ha sido muy proclive a negociar y es, por tanto, tan responsable como los dirigentes de camioneros. Moyano no es el Che Guevara ni Agustín Tosco. No se propone subvertir el orden social. ¿Por qué no ha podido llegarse a un acuerdo? Una respuesta posible pasa por comprender que el margen de negociación se ha angostado a partir de la crisis que experimenta el modelo de acumulación de capital vigente en el país. Ya no es tan fácil imponer aumentos salariales cercanos a la inflación anual. 

El problema no se reduce a Moyano. Ya mencionamos el paro de la CTA el 8 de junio pasado. En esa oportunidad, el Jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, dijo que la medida de fuerza sólo servía para molestar a los automovilistas. En esta nueva versión del peronismo, el movimiento obrero no es “columna vertebral” ni nada parecido. Muchos de los dirigentes que ahora pregonan la necesidad de la “emancipación nacional y social” consideran que el movimiento político es un factor secundario en la política nacional. El “kirchnerismo”, en tanto variante peronista del progresismo argentino, está obligado a defender la subordinación del movimiento obrero a las necesidades del capital. Cristina Fernández se cansó de decir que los trabajadores tenían que estar agradecidos por tener trabajo. Para el “gobierno nacional y popular” los trabajadores tienen que trabajar y punto. Nada de veleidades tales como comisiones internas o delegados que se inmiscuyen en los asuntos de la empresa. Es por eso que en este momento, y con vistas a la elección del Secretario General de la CGT en julio, el “kirchnerismo” se siente más cerca de los viejos “demócratas” del movimiento obrero como Lezcano (Luz y Fuerza) y Barrionuevo (Gastronómicos). Moyano quiere una cuota de poder mayor, y ha sido defenestrado. Y por enésima vez aclaramos que el dirigente de los camioneros no es Agustín Tosco.

Frente al paro de los camioneros, el gobierno “nacional y popular” optó por acusar a los Moyano de desestabilización, de violar las reglas de juego y de perjudicar al conjunto de la población con medidas irracionales que ponen en juego el abastecimiento de combustible. Se trata de frases poco menos que curiosas al ser hechas a un dirigente que permitió la consolidación del “kirchnerismo” y que salió en defensa del mismo en coyunturas como la generada por la Resolución 125 en 2008. Es cierto que la política es dinámica, pero no parece muy creíble un relato que demoniza a uno de los actores de la situación, máxime si ese demonio era el aliado de dios en el capítulo anterior.

Las afirmaciones del gobierno muestran, en todo caso, la vigencia de un relación de fuerzas sociales instaurado a sangre y fuego en 1976. La dictadura aplastó a la clase obrera, aniquilando a los militantes que proponían discutir la dominación del capital y no solo el monto de los salarios. Uno de los corolarios de esa derrota fue la generalización de la opinión de que la clase trabajadora y los sectores populares eran impotentes en términos políticos. Sólo la alianza con el capital puede garantizar la “gobernabilidad”. En dicha alianza, los sindicalistas son convidados de piedra a los que se compra para que no chillen demasiado.  Cristina y la “nueva militancia” son herederos directos de esta concepción, y ello explica, en parte, los continuos exabruptos cometidos por la presidenta toda vez que tiene que referirse a los trabajadores.

Queda por explicar, por cierto, en qué momento la Gendarmería y las Fuerzas Armadas se han transformado en los agentes de la “emancipación nacional y social”. Aunque la explicación parece cada vez más innecesaria.

Buenos Aires, jueves 21 de junio de 2012