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martes, 31 de diciembre de 2024

FICHA: FRED BLOCK, LOS ROLES DEL ESTADO EN LA ECONOMÍA (1994)

 

Fred Block

 

Ariel Mayo (ISP J. V. González / UNSAM)

 

 

“Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras,

sin fuerza para proteger al ser humano, en modo alguno.”

Thomas Hobbes, Leviatán

 

“...un príncipe que sea prudente y que, mediante leyes

que garanticen la libertad, proteja el trabajo honesto de la

 humanidad y dé a los súbditos incentivo para ello”

John Locke, Segundo tratado sobre el gobierno civil

 

Fred L. Block (n. 1947) es un sociólogo estadounidense, profesor de Sociología en la Universidad de California Davis.  Su obra muestra la influencia del economista y antropólogo húngaro Karl Polanyi (1886-1964).

Block es autor de un artículo sobre el papel del Estado en la economía. Dicho texto es útil como introducción al problema, dado que presenta de manera didáctica varias cuestiones fundamentales. En la presente ficha de lectura (no pretende ser otra cosa), presentamos una síntesis del contenido del artículo de Block, siguiendo la estructura del mismo.

El texto cubre la experiencia del Estado moderno. Aprovecha los trabajos recientes de la sociología económica para cuestionar el viejo paradigma del rol del Estado en la economía formulada por los científicos sociales del siglo XIX. El capítulo se divide en dos secciones: 1) la descripción del viejo paradigma; 2) la descripción del nuevo paradigma y las líneas de investigación abiertas.

Puesto que se trata de una ficha de lectura, se ha optado por seguir la estructura del artículo, agregando comentarios y notas cuando nos ha parecido pertinente. Los comentarios se hallan encuadrados entre corchetes.

Referencia bibliográfica:

Block, F. (1994). Los roles del Estado en la economía. En Smelser, N. y Swedberg, R. (1994). The Handbook of Economic Sociology. Princeton, USA. (pp. 691-710)


El viejo paradigma (pp. 1-6)

Este paradigma se basa en dos supuestos: a) “estado y la economía son dos entidades analíticamente separables, cada una de las cuales opera de acuerdo a sus propios principios axiales” (p. 1); b) toda sociedad se ubica en un continuo que va desde el Estado minimalista del liberalismo clásico hasta el Estado socialista que absorbe las actividades de producción y distribución, eliminando el mercado.

El continuo resulta fundamental para comprender el viejo paradigma. Implica una apreciación normativa y puede ser caracterizado como “un paralelo exacto de un continuo político de izquierda-derecha. Cuando uno se mueve hacia la derecha se supone que esta a favor de un pequeño rol del estado, un movimiento hacia la izquierda supone un rol fuerte del estado” (p. 1)

Block expone cinco argumentos (que caracterizan, en rigor, a cinco tipos ideales) utilizados para justificar la intervención del Estado en la economía; los ordena desde el más derechista hasta el más izquierdista.

Tipo 1: Estado de bienes públicos

El Estado sólo debe proveer bienes públicos[1], es decir, aquellos que no pueden ser provistos por el mercado.

Hay tres categorías de bienes públicos: I) Los bienes y servicios que no pueden ser producidos de manera rentable por empresas privadas que actúan por sí mismas. Ejemplos: parques públicos; peajes en rutas y caminos; investigación científica; II) acciones gubernamentales dirigidas a reducir las externalidades negativas producidas por la acción económica privada (condiciones laborales inseguras, contaminación ambiental, productos adulterados, control de ciertos mercados por oligopolios o monopolios); III) los bienes públicos o bienes mixtos cuyo consumo individual crea externalidades positivas pero, debido a la distribución de ingreso, el consumo privado está debajo del nivel óptimo (educación pública, cuidado de la salud, vivienda, alimentación).

Existen diversas maneras de producir los bienes públicos o los bienes mixtos. Ejemplos: producción a cargo del gobierno; subsidiar a productores privados; asociación entre agentes públicos y privados.

En síntesis: “la consecuencia será extender el rol del estado hasta el nivel mínimo que permita mantener el orden público.” (p. 2) Sin embargo, la concepción del Estado proveedor de bienes públicos no permite ubicarlo de manera concluyente en el continuo. Así, “la retórica de los bienes públicos y externalidades puede ser fácilmente utilizada para justificar un régimen altamente extendido de regulación gubernamental.” (p. 2) Otros sostienen que, si existe competencia entre unidades económicas privadas, se obtiene la producción óptima de bienes públicos, y, por lo tanto, la provisión estatal debe reducirse al mínimo.

Tipo 2: Estado estabilizador macroeconómico

El rol primordial del Estado es mitigar los efectos negativos de los ciclos comerciales, es decir, “contener a la economía en tiempos de auge y prevenir caídas en un espiral fuera de control.” (p. 2) La mayor estabilidad y predictibilidad de la economía puede ser concebida como la provisión de un bien público; pero la estabilidad macroeconómica es más discutida (por ejemplo, los monetaristas la rechazan).

La intervención estatal en el ciclo económico se remonta al siglo XIX, época en que se desarrolló la idea de que las políticas monetaria y crediticia del gobierno pueden reducir los impactos del ciclo; en el siglo XX, el economista inglés John Maynard Keynes (1883-1946) desarrolló la idea de sostener la demanda agregada[2].

El papel estabilizador se manifiesta en una amplia variedad de medidas (modificaciones en el tipo de cambio, ajustes en los códigos tributarios, incremento de los derechos de los sindicatos, aumento o disminución de los gastos gubernamentales, expansión o contracción de las transferencias y programas sociales, etc.). “También aquí la concepción del estado estabilizador no ofrece una conclusión definitiva sobre cuán grande debe ser el rol del estado en la economía.” (p. 3)

Tipo 3: Estado de derechos sociales

Se basa en el argumento de que la expansión del Estado en la economía constituye una derivación del significado de la ciudadanía. El argumento integra dos fenómenos: el rol del Estado en la regulación de las transacciones privadas y el rol del Estado en la provisión de ciertos bienes y servicios a los ciudadanos. El sociólogo inglés Thomas Humphrey Marshall (1893-1981) desarrolló el argumento principal de este modelo: la ciudadanía surgió en el siglo XVIII, limitada a los derechos civiles; en el siglo XIX los derechos civiles sirvieron de base para la obtención de los derechos políticos; en el siglo XX, apoyándose en los derechos políticos, los ciudadanos conquistaron los derechos sociales, que les permitieron mantenerse a resguardo del libre juego de las fuerzas del mercado[3]. Pero el esquema de Marshall no explica las variaciones en la aceptación y extensión de los derechos sociales en los países desarrollados. Además, “tal como en los otros conceptos, el concepto de derechos sociales tampoco nos determina una respuesta acerca de donde se debe ubicar el rol del estado en el continuo.” (p. 4)

Tipo 4: Estado desarrollista

Es, a la vez, la más antigua y la más moderna de las teorías sobre la intervención del Estado en la economía. En el siglo XIX, autores como el político estadounidense Alexander Hamilton (1757-1804) y el economista alemán Friedrich List (1789-1846), “insistieron en la idea de que la única vía para que sus naciones pudieran alcanzar a Inglaterra sería a través de un estado que desarrolle políticas activas para el crecimiento industrial.” (p. 4) Estas políticas activas consistían en: tarifas aduaneras, construcción de infraestructura, financiamiento para las empresas privadas.

En el siglo XX, Keynes sostuvo que “el nivel de inversión privada en las economías de mercado puede ser crónicamente insuficiente, de manera que la intervención estatal es permanentemente necesaria para asegurar un nivel de inversión adecuada” (p. 4) De modo que la socialización de la inversión es el único medio para mantener el desarrollo de la economía.

“Este argumento es analíticamente diferente de la concepción del estado-estabilizador que también es presentada por Keynes. Mientras el argumento de la estabilización sugiere la necesidad de intervenciones periódicas del estado para sobrellevar los ciclos, el argumento de la socialización de la inversión sugiere la necesidad de una permanente expansión del rol económico del estado.” (p. 4)

[Por ende, en este modelo la intervención estatal se vuelve un elemento central en el proceso económico.]

Tipo 5: Estado socialista

Se apoya en el argumento que sostiene que el rol del Estado en la economía debe incrementarse para eliminar las injusticias ocasionadas por la asignación de los recursos en el mercado. En la tradición marxista, sólo la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y del mercado puede eliminar las inequidades y la alienación. Eliminada la propiedad privada, los individuos asumirán el control de la economía, sin necesidad del Estado. La paradoja de este planteo radica en que los regímenes marxistas construyeron Estados poderosos; su participación en actividades económicas permitía considerarlos como forma extrema de Estado desarrollista.

Dentro del marxismo existe una tensión entre dos corrientes que explican de modo diferente las desigualdades generadas por el mercado. Para el marxismo científico, el mercado provoca el aumento de la desigualdad entre ricos y pobres; el énfasis está puesto en el concepto de explotación. Para el marxismo crítico, las transacciones en el mercado son deshumanizantes, someten a los seres humanos al cálculo instrumental y los fuerzan a poner en juego sus creencias y necesidades; el acento está colocado en el concepto de alienación.

Evaluación del viejo paradigma

El problema principal del paradigma es su indeterminación; se puede argumentar a favor de la implementación de una determinada política estatal desde cualquiera de los tipos ideales mencionados. Esto es consecuencia de que las diferentes posiciones ofrecen poca respuesta analítica. El autor señala que el paradigma se basa en dos conjuntos de prejuicios[4]: 1) el Estado es parásito y derrochador. En la producción de bienes públicos, los empleados públicos son menos productivos que los empleados privados; 2) en la visión del Estado socialista, el mercado es productor de inequidades y desigualdad.


El nuevo paradigma (pp. 6-14)[5]

Block comienza enunciando los rasgos principales del nuevo paradigma.

El punto de partida es el rechazo de la noción de intervención del Estado en la economía, pues el Estado desempeña siempre un rol importante en el proceso económico. Hay, por tanto, un rechazo de la escisión Estado - mercado.

El otro rasgo importante es el abandono de la concepción cualitativa de la relación Estado - economía, que pone el acento en el quantum de la intervención estatal y a partir de esa medida elabora niveles diferentes de intervención. En cambio, el nuevo paradigma se concentra en las diferencias cualitativas de la actividad estatal.

Mientras que el viejo paradigma se estructuró en torno a dos conjuntos de prejuicios, los supuestos del nuevo paradigma son diferentes: 1) la acción del estado es inevitable por que los estados son necesarios para constituir las economías; 2) los mercados son también rasgos inevitables de las organizaciones sociales por que, cuando los individuos deben tomar decisiones, los mercados representan un mecanismo lógico y exitoso de la suma de tales decisiones. Por lo tanto, lo importante es distinguir las formas específicas de articulación entre el Estado y los mercados.

Aquí la exposición es más desordenada. Block va enunciando algunos rasgos del nuevo paradigma a partir de intervenciones de sus adherentes en algunas cuestiones concretas. Por ejemplo, la restauración capitalista en los países del ex bloque socialista[6].

Otro punto importante del nuevo paradigma consiste en la negación de la concepción que sostiene que la Modernidad se caracteriza por la apertura de más mercados.

El nuevo paradigma se concentra en el análisis de los puntos de intersección entre Estado y mercados. En este sentido, pueden distinguirse cuatro puntos (todos ellos roles del Estado): I) el control de los activos productivos; II) el control de las obligaciones y responsabilidades en relaciones recurrentes; III) la provisión de medios de pago; IV) el manejo de los límites entre el territorio propio y el resto del mundo.

I) Control de los activos productivos:

En toda sociedad compleja el Estado tiene la función de establecer un régimen de derechos de propiedad. La concepción anclada en las ideas del filósofo inglés John Locke (1632-1704), según las cuales la propiedad es absoluta, no es ni posible ni deseable[7]. Además, las externalidades positivas y negativas propias de cualquier régimen de producción exigen el establecimiento de regulaciones al uso de los activos productivos.

II) La estructura de las relaciones recurrentes:

La regulación estatal, vinculada con las relaciones de propiedad, aparece en ciertas relaciones recurrentes: a) las de los miembros de la familia; b) las de los empleadores con los empleados; c) las de los arrendatarios con los propietarios de la tierra. El viejo paradigma, como ocurre en el punto I, acentuaba las discontinuidades entre las sociedades precapitalistas y el capitalismo; el nuevo paradigma plantea que las mismas no son tan importantes, y que la tipología status versus contrato es problemática.

“En pocas palabras, tanto en el sistema feudal como en el capitalista y el socialista los derechos básicos de empleadores y empleados son establecidos por la acción del estado” (p. 10). También la acción del Estado influye sobre las relaciones de trabajo.

III) Medios de pago: moneda y crédito.

IV) Administración de la frontera internacional:

En este punto, Block formula dos observaciones importantes. Por un lado, afirma que:

“Un estado, aisladamente, no tiene la capacidad de elegir libremente un conjunto de políticas para regular los movimientos de trabajo, mercancías y capitales a través de las fronteras internacionales. Es necesario formalizar una serie creciente de acuerdos internacionales que establezcan reglas que definan ciertas acciones del estado en este campo, así como legitimar algunas y deslegitimar otras.” (p. 13)

Por otro lado, sostiene que:

“Los poderes dominantes han tenido una influencia desproporcionada para establecer las “reglas internacionales del juego” que gobiernan las transacciones económicas. No obstante, los poderes dominantes han intentado ocultar ese ejercicio del poder invocando a la ciencia económica a fin de justificar un conjunto particular de reglas como productoras del mejor resultado posible.” (p. 14)

Finalmente, en la página 14 el autor enuncia sus conclusiones. Considero que ellas no aportan nada relevante a lo expuesto hasta aquí. En definitiva, se trata de un texto corto pero didáctico y útil para iniciar el estudio del papel del Estado en el capitalismo.

 

Balvanera, martes 31 de diciembre de 2024



[1] Los bienes públicos pueden definirse como mercancías o servicios “ que siendo ofrecidos para una persona pueden ser aprovechados por otras sin costos adicionales” [La definición es de Pearce. Por desgracia, la versión en PDF con la que trabajo no contiene las referencias bibliográficas.]

[2] “Keynes denomina demanda efectiva al punto de equilibrio y demanda agregada a la curva que reúne los niveles de gasto correspondientes a cada nivel de ocupación. La denominación remite al hecho de que los empresarios deben calcular por adelantado la demanda que corresponde a cada nivel de empleo. Necesitan ese dato, individualmente y como un todo, para decidir individualmente y como un todo, para decidir el volumen de ocupación en base a su estructura de costos correspondiente también a cada [nivel de empleo] N. Sólo el punto de la demanda agregada que corta a la función de oferta es un punto en que la demanda se hará efectiva: sólo en ese punto la oferta se iguala a la demanda. La función de demanda agregada relaciona las cantidades de empleo hipotéticas con las ventas que esperan obtener. En el punto en que se iguala con los costos se maximiza la ganancia esperada de los empresarios, ése es el significado del término demanda efectiva.” (Kicillof, A., Fundamentos de la teoría general: Las consecuencias teóricas de Lord Keynes, Buenos Aires, EUDEBA, 2008, p. 327).

[3] Ver al respecto Marshall, T. H. y Bottomore, T. (1998). Ciudadanía y clase social. Madrid, España: Alianza. 82 p. (El Libro Universitario. Ciencias Sociales, Ensayo). Traducción de Pepa Linares.

[4] Son prejuicios porque “se los presenta generalmente sin reservas, sin identificación del conjunto específico de circunstancias bajo las cuales estos resultados negativos pudieran ocurrir.” (p. 5)

[5] El nuevo paradigma surgió en la década de 1980. Block le da la denominación de reconstrucción de mercados, “debido a que el nuevo paradigma enfatiza el grado de elección posible en la reconstrucción de los mercados y la posibilidad de reconstituir mercados para lograr mayor eficiencia, mayor equidad u otros objetivos. (p. 6) En la base de la reconstrucción de mercados se encuentran varias influencias. Por un lado, si bien la teoría de Marx (1818-1883) está relacionada estrechamente con el viejo paradigma, el nuevo toma de ella la refutación de la universalidad de las leyes económicas (tesis desarrollada por la economía clásica). “Marx puso en evidencia el poder de las ideologías para lograr hacer que ciertos hechos económicos parezcan naturales e inevitables.” (p. 6)- Pero por otra parte influyeron en la conformación del paradigma: a) la tradición de la economía institucional y su crítica de los supuestos de la economía neoclásica; b) la tradición del legalismo real en EE.UU.; c) el movimiento de los estudios legales críticos; d) la obra del economista y antropólogo húngaro Karl Polanyi (1886-1964).

[6] Los partidarios de la reconstrucción de mercados rechazan la idea de que existe un solo camino para el pasaje de una economía socialista a una sociedad de mercado. Arguyen tres motivos: 1) “no existe una entidad coherente denominada “capitalismo de libre mercado”, las sociedades de mercado existentes varían significativamente en las formas en que sus instituciones económicas están estructuradas.” (p. 7); 2) “en el proceso de transición hacia un nuevo tipo de economía el estado debe jugar un rol absolutamente central en la formación de nuevos derechos de propiedad y nuevos mercados.” (p. 7); 3) “las sociedades tienen un amplio rango de elección para encontrar los caminos para combinar los mercados y la acción del estado, y de hecho existen múltiples combinaciones que pueden producir razonables niveles de rendimientos económicos” (p. 7)

[7] Cabe recordar que Locke afirmaba que la propiedad privada ya existía en estado de naturaleza (el estado presocial que precede a la sociedad surgida del contrato social, según los filósofos contractualistas). En cambio, el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) sostenía que la propiedad privada era una creación del Estado: “es inherente a la soberanía el pleno poder de prescribir las normas en virtud de las cuales cada ser humano puede saber qué bienes disfrutar y qué acciones puede llevar a cabo sin ser molestado por cualquiera de sus conciudadanos. Esto es lo que los seres humanos llaman propiedad. En efecto, antes de instituirse el poder soberano (....) todas las personas tienen derecho a todas las cosas, lo cual es necesariamente causa de guerra; y, por consiguiente, siendo esta propiedad necesaria para la paz y dependiente del poder soberano es el acto de este poder para asegurar la paz pública. Estas normas de propiedad (o meum y tuum) y de lo bueno y lo malo, de lo legítimo e ilegítimo en las acciones de los súbditos, son leyes civiles, es decir, leyes de cada Estado particular” (Hobbes, T., Leviatán o la materia, forma y poder de una república, eclesiástica y civil, México, D. F.,  Fondo de Cultura Económica, p. 146-147).

viernes, 24 de abril de 2020

SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN CURSO 2020 – CLASE N° 1


La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado.
Karl Marx (1818-1883), Tesis sobre Feuerbach.


Bienvenidas y bienvenidos a la clase inaugural del curso 2020 de Sociología de la Educación. Decir que es una cursada extraordinaria no es novedoso; todos padecemos en carne propia las consecuencias de la cuarentena motivada por la pandemia.
Normalmente, en la primera clase de una materia se hace la presentación de las condiciones formales y de los contenidos. En esta oportunidad podemos prescindir de la enumeración de las primeras, pues serán comunicadas por correo electrónico y, además, porque constan en el programa. En este momento basta con indicar que la materia es promocionable y que tomaré dos parciales domiciliarios sobre los temas trabajados en clase.
Dicho esto, pasemos al contenido.

La sociología de la educación es una rama de la sociología. Su tratamiento exige, pues, el conocimiento de una serie de elementos que hacen a la mirada sociológica de la sociedad. De ahí que haya que empezar por refrescar algunos conocimientos básicos. A esta tarea dedicaremos las primeras clases. [1]
La sociología supone adoptar una perspectiva específica al momento de estudiar los fenómenos sociales. Más allá de que está constituida por corrientes teórico – ideológicas enfrentadas entre sí [2], aborda el estudio de la sociedad como una totalidad y no se concentra en analizar un fragmento de aquella.
En el siglo XIX se conformaron las ciencias sociales, desplazando a la filosofía política de la tarea de estudiar a la sociedad y al Estado. Algunos afirman que este desplazamiento obedeció a la introducción en el campo del estudio de lo social de los métodos propios de las ciencias naturales (sobre todo, de la física). Esta afirmación es parcialmente correcta. Se trató, además, de una decisión metodológica, detrás de la cual había un cambio fenomenal en la forma de concebir a la sociedad.
La filosofía política, desde Platón (c. 427-347 a. C.) en adelante, pensaba a la sociedad como una totalidad. Para ellos los aspectos políticos y los económicos de una sociedad eran inseparables. Así, para los filósofos griegos la polis era una unidad y no una mera forma de organización política. La polis era una forma de vida. Esta tradición de pensar a la sociedad como una totalidad se mantuvo hasta fines del siglo XVIII. Aun los filósofos contractualistas, que afirmaban que la sociedad era artificial, y que antes de ella existía una etapa pre-social (a la que denominaron “estado de naturaleza”) sostenían que la sociedad debía estudiarse como una unidad.
La forma de concebir la sociedad cambió radicalmente a fines del siglo XVIII. Este cambio coincidió con la consolidación y expansión del capitalismo a partir del éxito de la Revolución Industrial (1770 en adelante). Ya le dedicaremos atención a las características de las relaciones sociales capitalistas.
Ahora corresponde decir que el ascenso del capitalismo acentuó el interés por el estudio de los fenómenos económicos. Si bien es una afirmación arbitraria, pues ya puede hablarse de los rudimentos de una ciencia económica desde el siglo XVI con el mercantilismo, lo cierto es que la publicación de La riqueza de las naciones (1776) de Adam Smith (1723-1790) marcó el nacimiento de la moderna ciencia de la economía (conocida en ese momento como economía política).
Al comienzo de la obra mencionada, Smith esbozó los rasgos de un nuevo tipo de estudio de la sociedad: las ciencias sociales. Su propuesta era sencilla. Consistía en aplicar el principio de división del trabajo, desarrollado en la manufactura, al estudio de los fenómenos sociales. La regla básica consistía en dividir la sociedad en parcelas (lo económico, lo político, lo social), cada una de las cuales debía ser estudiada por un grupo de especialistas en esa área. Está contenida en germen la estructura de las ciencias, desarrollada en el siglo XX a partir de su institucionalización en el sistema universitario.
En síntesis, el pasaje de la filosofía política a la filosofía social significó la ruptura teórica de lo social y su fragmentación en múltiples disciplinas.
Ahora bien, la ruptura de la totalidad social en el plano del pensamiento origina múltiples dificultades. Veamos un ejemplo actual. La decisión del gobierno de nuestro país de enfrentar la pandemia mediante la implantación de la cuarentena es una decisión de política sanitaria. Sin embargo, verla exclusivamente como un problema sanitario ocasiona enormes contratiempos. La cuarentena detiene la producción y origina una caída del ingreso y del consumo. Es, por tanto, también un problema económico. Esto demuestra lo erróneo de adoptar un enfoque fragmentado de la realidad social.
Si bien la sociología surgió en un contexto dominado por la concepción de las ciencias sociales como espacios en que se divide lo social, ella representó el intento de poner un límite a la fragmentación y, más todavía, la tentativa de reconstituir el estudio de la sociedad como totalidad. Pero las cosas se complejizan si se agrega la cuestión del marxismo, que representó una crítica al modelo de ciencias sociales desarrollado desde Smith en adelante. La sociología (sobre todo el conjunto de autores agrupados bajo el rótulo de “sociología clásica”) pretendió dar respuesta al desafío del marxismo y, en esa empresa, tuvo que recuperar la noción de totalidad social. [3]
Hacer sociología implica adoptar una perspectiva respecto al estudio de la sociedad, cuya idea central es la de la totalidad social. Es por ello que un curso de Sociología de la Educación está obligado a decir algunas palabras sobre la organización social en su conjunto. A esta tarea nos dedicaremos en la próxima clase y, más en general, en la unidad 1 del programa de la asignatura.
La sociología de la educación comparte con la sociología en general dicha perspectiva de la totalidad. La educación, entendida como fenómeno social y no como concepción filosófica, funciona en el marco de una forma determinada de sociedad. No es lo mismo la educación en Grecia antigua que en la Inglaterra del siglo XIX o en Argentina en 2020. Los sociólogos parte de la pregunta ¿qué características tiene la educación en una sociedad determinada, por ejemplo, en la sociedad argentina de las primeras dos décadas del siglo XXI? No se preguntan cómo DEBE SER la educación, sino cómo ES. [4] Este es el punto de partida de la materia, que nos llevará a confrontar con los enfoques centrados en el DEBER SER.
Una vez establecido y fundamentado el punto de partida, realizaremos un recorrido por el terreno de la disciplina. No será una excursión a ciegas, consistente en acumular textos y autores, pues ello conduce a un estado de confusión, en el que la Biblia comparte el mismo espacio con el calefón. Por el contrario, se tratará de una excursión planificada, basada en ciertos criterios de selección.
El mundo de la sociología de la educación es vasto. No puede ser abarcado en una sola materia. De ahí que hayamos tomado la decisión de limitar nuestra excursión a dos grandes provincias, a sabiendas de que estamos dejando de lado vastas regiones del país. Esas dos provincias fueron elegidas por su relación íntima con el enfoque del curso; ambas adoptan posición frente a la educación tal como es en una sociedad determinada.
En nuestra excursión vamos a recorrer el país de la educación capitalista. No analizaremos otras formas de educación, salvo que sea estrictamente necesario para ilustrar nuestro objeto de estudio, que es la educación en la sociedad capitalista.
El criterio para elegir las provincias a visitar es la posición frente al papel de la educación en la sociedad capitalista. Podemos distinguir dos provincias. De un lado están quienes sostienen que la función de la educación es la reproducción de las condiciones sociales existentes. A este enfoque podemos denominarlo paradigma de la reproducción o reproductivista. Del otro lado están quienes postulan que la educación tiene por función la modificación de las condiciones sociales. Podemos darle el nombre de paradigma de la transformación. [5]
La selección de estos paradigmas remite a una cuestión central en la sociología: el problema de la permanencia y el cambio de las relaciones sociales. De este modo, el paradigma de la reproducción pone el acento en los mecanismos que hacen que perdure determinado conjunto de relaciones sociales. Por su parte, el paradigma de la transformación se concentra en el estudio de las formas en que se transforman las relaciones sociales. Detrás de ellos está, pues, el viejo problema de si corresponde una concepción estática de la sociedad, en la que ésta es pensada como una estructura en la que no hay cambios fundamentales, o una concepción dinámica, según la cual la sociedad es un organismo en continua transformación.
La cursada está estructurada en torno a esos dos grandes paradigmas. Desde que luego que eso nos llevará a leer mucha teoría. No obstante ello, no podemos olvidar que ustedes y yo somos trabajadores de la educación, ya sea en el presente o a futuro. Es por esto que no podemos estudiar la educación o el sistema educativo como algo externo a nosotros. Al revés, es algo que puede (y debería) estudiarse con pasión, pues nos involucra en tanto trabajadores. A pesar de ello, nos cuesta sobremanera vernos a nosotros mismos como trabajadores, aunque todos los días sufrimos en carne propia las consecuencias de esa condición.
Lo anterior explica la inclusión de una última unidad en el programa dedicada a estudiar la situación del docente como trabajador. Esta última excursión, lamentablemente acotada en el tiempo y espacio, tiene por objetivo calibrar los resultados de las excursiones por los dos grandes paradigmas. Una teoría divorciada de la práctica es una mala teoría. Por eso es necesario confrontar la teoría con la práctica. En este caso la práctica serán el sistema educativo argentino y los trabajadores de la educación.
El mundo académico (incluyo a los profesorados) genera una sensación de irrealidad. Los temas, las discusiones, los métodos, suelen alejarse de la práctica cotidiana de los docentes. Para disipar esa sensación haremos referencias constantes a nuestras prácticas educativas, la de ustedes y la mía.
Antes de concluir hay que decir que es posible que para muchos de ustedes los temas de las primeras clases resulten tediosos, pues ya tuvieron un curso de introductorio a la sociología. Les pido disculpas de antemano por las repeticiones, que serán inevitables. De todas maneras, pienso (y espero) que la forma de encarar los temas hará que se trate más bien de incorporar una nueva manera de ver lo ya conocido.
Danton (1759-1794), uno de los líderes de la Revolución Francesa, dijo alguna vez: “¡Audacia, audacia y más audacia, y Francia se salvará!”. [6] La frase viene al caso porque nuestro curso corre el riesgo de volverse un monólogo interminable del profesor. De ser así resultaría un completo fracaso. De ahí que me permita modificar la frase del revolucionario francés: “¡Pregunten, pregunten y pregunten, y el curso se salvará!”. No es un acto de arrogancia de mi parte; no pido que pregunten porque considero que tengo todas las respuestas. Todo lo contrario. Pido que pregunten porque es la mejor manera comenzar un intercambio y de eso se trata en el proceso educativo.
En el próximo encuentro haremos un repaso de las características principales de la sociedad capitalista. Para ello tomaremos como base el capítulo 1 del libro La ideología del conocimiento [6], del cual envío una copia por correo electrónico.
Esto es todo por hoy. Hasta la próxima.

Villa del Parque, viernes 24 de abril de 2020

NOTAS:
[1] Ver la unidad 1 del programa y el cronograma de la materia.
[2] Por ejemplo, la sociología de orientación marxista versus la sociología empírica estadounidense. A lo largo del curso tendremos la oportunidad de examinar algunos de los debates que se dan al interior de la sociología.
[3] Dejo de lado la cuestión de si el marxismo forma parte o no de la sociología, porque nos aleja del tema principal de esta clase. No obstante, puede afirmarse que constituye un proyecto alternativo al de las ciencias sociales en general, y al de la sociología en particular. El marxismo se define como ciencia de la sociedad, no como una ciencia social más.
[4] Esto no significa que los sociólogos no puedan hacerse la primer pregunta, esto es, abordar el problema del deber ser. Se trata de una cuestión de método, pues para la sociología esa pregunta debe ser formulada luego de estudiar cómo es la educación en la sociedad o, dicho de modo más preciso, cómo es la educación en una sociedad determinada.
[5] Aviso que, para evitar equívocos, utilizo el término “paradigma” como sinónimo de “modelo”, es decir, como un conjunto de características que sirven para delimitar a una forma social de otra.
[6] La frase forma parte de un discurso pronunciado el 2 de septiembre de 1792, cuando el gobierno revolucionario se hallaba amenazado por el avance de las tropas extranjeras. La frase completa dice: “Las campanas que están por doblar no son una señal de alarma, sino la carga contra los enemigos de la patria. Para vencerlos, señores, es preciso que tengamos audacia, más audacia, siempre audacia, y Francia se salvará.”
[6] Mayo, A. (2005). La ideología del conocimiento. Buenos Aires: Jorge Baudino.