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viernes, 30 de diciembre de 2022

RESEÑA: DURKHEIM, PRIMER LIBRO DE «LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SOCIAL (1893)

 



Advertencia para bibliófilos.  En esta reseña se utilizó la traducción de Rocío Annunziata: Durkheim, E. [1°edición: 1893]. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires, Argentina: Gorla.

Durkheim parte en su investigación del hecho de que la división del trabajo (DT a partir de aquí) se ha generalizado hasta extremos jamás imaginados por Adam Smith (1723-1790), quien fue el primero en intentar teorizar este fenómeno. Así, en la introducción de la obra, Durkheim sostiene que “ya no es posible hacerse ilusiones sobre las tendencias de nuestra industria moderna, cada vez más orientada a los mecanismos poderosos, a los grandes grupos de fuerzas y de capitales y, por consiguiente, a la extrema división del trabajo” (p. 123).

Durkheim constata que la DT no se circunscribe únicamente al plano de los fenómenos económicos, sino que también tiene una influencia creciente en las funciones políticas, administrativas y judiciales, y sus efectos se empiezan a sentir en el ámbito de las funciones artísticas y científicas (p. 124). Es más, Durkheim extiende la validez del principio de DT del ámbito de los fenómenos sociales al campo de los fenómenos biológicos, y afirma que “no es sólo una institución social que tiene su fuente en la inteligencia y en la voluntad de los hombres, sino un fenómeno de biología general cuyas condiciones parece necesario ir a buscar en las propiedades esenciales de la materia organizada.” (p. 125).

Para Durkheim es indudable que un fenómeno tan importante ejerce una enorme influencia sobre la “constitución moral” de los seres humanos; de ahí que se proponga dar respuesta al problema de si los seres humanos debemos convertirnos en seres acabados y universales, capaces de superar la DT, o bien tenemos que aceptar la condición de ser “la parte de un todo, el órgano de un organismo” (p. 125). Para resolver esta cuestión, Durkheim se propone, en primer lugar, establecer en qué consiste efectivamente la función de la DT. Este tema es dilucidado en el Libro I de la obra.

Durkheim comienza por criticar la afirmación de sentido común de que la función de la DT es incrementar la civilización, siendo por ende principal fuente moralizadora de la sociedad moderna. Durkheim demuestra, por el contrario, que la civilización no tiene, por sí misma, un carácter moral. (pp. 132-136). De ahí que haya que desestimar la existencia de una función moralizadora de la DT, y que sea necesario, por consiguiente, buscar su función en otra dirección. Durkheim encuentra esta función en un lugar bien diferente; mientras que muchos autores habían considerado que la DT ejercía un efecto disolvente sobre las sociedades, Durkheim va a postular algo muy diferente: “los servicios económicos que ella puede ofrecer [la DT] son poca cosa frente al efecto moral que produce, y su verdadera función es crear entre dos o más personas un sentimiento de solidaridad.” (p. 137).

En otros términos, la DT es fuente de cohesión social. Para demostrar esto Durkheim se dedica a probar que las diferencias entre las personas (y la DT es un mecanismo que contribuye a incrementar estas diferencias) son fuente de acercamiento y no de separación entre las personas. Los economistas han cometido el error de apreciar sólo los resultados económicos de la DT, en tanto que “el efecto más notable de la DT no es que ella aumente el rendimiento de las funciones divididas, sino que las vuelve solidarias. Su rol en todos los casos no es simplemente embellecer o mejorar las sociedades existentes, sino hacer posibles sociedades que, sin ella, no existirían” (p. 141).

De esta manera, la DT es el factor que asegura la cohesión de las sociedades; su carácter moral se deriva, por tanto, del hecho de que permite la satisfacción de las necesidades de orden, de armonía y de solidaridad social (p. 143).

A continuación, Durkheim se propone encontrar un indicador que muestre el efecto crecientemente cohesionante de la DT. En este punto, considera que el derecho cumple este requisito y que, a través del examen de las variaciones históricas de los tipos de derecho (Va a distinguir entre derecho penal y derechos restitutivos). Cabe aclarar que esto es posible porque Durkheim considera que el derecho expresa a toda la sociedad; de ahí que las normas jurídicas constituyan la expresión más acabada de las concepciones de la sociedad. A partir de aquí, puede distinguir un lazo social cuya ruptura es el crimen y al que va a denominar solidaridad mecánica.

En otras palabras, el derecho penal expresa un estado de la conciencia moral de la sociedad, caracterizado por la existencia de un tipo de solidaridad (de cohesión) entre sus miembros en que las semejanzas constituyen el principal factor de cohesión. “De ahí resulta una solidaridad sui generis que, nacida de las semejanzas, liga directamente al individuo a la sociedad. (…) Esta solidaridad no consiste sólo en una unión general e indeterminada del individuo al grupo, sino que también vuelve armoniosos los menores movimientos. En efecto, como estos móviles colectivos son en todas partes los mismos, producen en todas partes los mismos efectos. Por lo tanto, cada vez que entran en juego, las voluntades se mueven espontáneamente y en conjunto en el mismo sentido.” (p. 178-179).

Es justamente la semejanza entre los integrantes de la sociedad la fuente de la que emana la fuerza del derecho represivo; el crimen y la reacción que provocan, cuya expresión es la dureza de las penas, muestra a las claras la fuerza que adquiere la cohesión social basada en la solidaridad mecánica.

El examen del derecho de las sociedades modernas muestra que el espacio del derecho penal se ha acotado progresivamente, y que ha crecido la proporción de penas que tiene el carácter de derecho restitutivo. Ya no se trata de que la pena sea un medio para expiar el crimen, sino que “se reduce a una simple revisión y recomposición de las cosas.” (p- 183). Los derechos reales son el ejemplo más preciso de este derecho restitutivo; su función es, ante todo, separar y deslindar las propiedades de los distintos individuos, restituyendo la situación al momento anterior a cometerse la falta penada por la ley.

Durkheim considera que al lado de esta forma de derecho restitutivo, puramente negativa, existen una variedad de formas que ejercen un efecto positivo y que crean lazos sociales entre los individuos. El derecho contractual es un claro ejemplo de esta última variante: “el contrato es, por excelencia, la expresión jurídica de la cooperación.” (p. 193). A partir del análisis del funcionamiento del derecho contractual, que sanciona las crecientes diferencias funcionales entre los individuos, Durkheim elabora el concepto de solidaridad orgánica, que sirve para designar a la forma de cohesión social que se deriva de la creciente especialización y diferenciación de los miembros de la sociedad. En este sentido, Durkheim concibe el proceso histórico del pasaje de las distintas formas de sociedades tradicionales a la sociedad moderna como el proceso de transformación de de una sociedad cohesionada por la solidaridad mecánica a una sociedad basada en la solidaridad orgánica. La DT juega un papel central en la constitución de la solidaridad orgánica, pues es ella la que vuelve a los individuos cada vez más diferentes entre sí, al mismo tiempo que acentúa en niveles nunca antes vistos la dependencia de esos mismos individuos entre sí.

Durkheim sostiene en los capítulos 5 y 6 del Libro I que la solidaridad orgánica está desplazando progresivamente a la solidaridad mecánica; este mismo desplazamiento y el hecho consiguiente de que las sociedades no han implosionado demuestra a las claras los efectos cohesionantes en términos sociales de la DT. Ahora bien, la solidaridad orgánica genera vínculos más débiles entre los individuos, hecho que se traduce en un debilitamiento de la conciencia moral del conjunto de la sociedad. “Allí donde el derecho penal es muy voluminoso, la moral común está muy extendida; vale decir que hay una multitud de prácticas colectivas puestas bajo la custodia de la opinión pública. Allí donde el derecho restitutivo se encuentra muy desarrollado, hay para cada profesión una moral profesional.” (p. 285).

Villa del Parque, viernes 30 de diciembre de 2022


lunes, 23 de septiembre de 2019

LA CONCEPCIÓN DE DURKHEIM SOBRE LA RELACIÓN ENTRE DIVISIÓN DEL TRABAJO Y LA MORAL


Benito Quinquela Martín (1890-1977)


La división del trabajo social es la tesis doctoral del sociólogo Emile Durkheim (1858-1917), uno de los mayores exponentes de la llamada sociología clásica. Publicada en 1893, ha ejercido (y ejerce) gran influencia en el desarrollo de la teoría social. No dispongo de tiempo para explicar las razones de esa influencia, basta con señalarla. En todo caso, el lector interesado puede dedicar tiempo a la lectura de la obra, y así se hará un panorama de primera mano de la importancia de la misma. Como siempre, es preferible un abordaje directo de los clásicos a las interpretaciones de segunda mano.
La presente ficha de lectura está dedicada a la Conclusión de la obra.
Nota bibliográfica:
En la elaboración de esta ficha trabajé con la traducción española de Rocío Annunziata: Durkheim, E. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires: Gorla. La Conclusión se encuentra en pp. 429-440.
Abreviaturas empleadas:
DT = División del trabajo / DTS = La división del trabajo social / SM = Solidaridad mecánica / SO = Solidaridad orgánica


Ante todo, corresponde recordar que DTS es “un esfuerzo por considerar los hechos de la vida moral según el método de las ciencias positivas” (p. 117). En especial, Durkheim examina la cuestión de la DT, con el objetivo de mostrar que, lejos de profundizar la separación entre los seres humanos y, en el límite, provocar la disgregación de la sociedad, ella constituye un poderoso medio de unificación de los individuos. Además, es preciso tener en cuenta que Durkheim desarrolla su análisis de la DT en el marco del pasaje de las sociedades precapitalistas (caracterizadas por un tipo especial de lazo social, la solidaridad mecánica) a la sociedad capitalista (centrada en la solidaridad orgánica). En otros términos, el sociólogo francés aborda el problema desde una perspectiva dinámica (histórica) de los fenómenos sociales.
La Conclusión de la obra está dividida en tres apartados. En el primero (pp. 429-434), explica en qué consiste la moral y en qué medida la DT es un hecho moral, en el sentido de que contribuye a mantener unida a la sociedad.
Durkheim afirma que la moral consiste en la realización en nosotros de “la conciencia colectiva del grupo del que formamos parte” (p. 430). Ese grupo no es la humanidad entera, colectivo demasiado abstracto e imposible de aprehender por el individuo, sino la sociedad concreta de la que formamos parte. [1] En consecuencia, cada pueblo en cada época determinada tiene su moral propia.
Ahora bien, si se considera la cuestión desde el punto de vista histórico, existen dos grandes formas de lazos morales. En las sociedades premodernas, la conciencia individual procura identificarse completamente con la conciencia colectiva, es decir, con las ideas y valores aceptados por la comunidad en su conjunto. Se trata de la solidaridad mecánica. Las sociedades modernas, en cambio, “sólo pueden mantenerse en equilibrio si el trabajo está dividido” (p. 430); se genera así la solidaridad orgánica, que enlaza a individuos muy diferentes unos de otros.
Durkheim afirma que tanto los lazos que unen a individuos que se parecen entre sí (SM), como los que unifican a individuos bien diferentes (SO), cumplen la misma función: lograr la “cohesión de las sociedades”.
En palabras de Durkheim,
“La característica de las reglas morales es que enuncian las condiciones fundamentales de la solidaridad social. El derecho y la moral son el conjunto de los lazos que nos unen unos a otros y con la sociedad, que hacen de la masa de los individuos un agregado y un todo coherente. Es moral, puede decirse, todo aquello que es fuente de solidaridad, todo lo que fuerza al ser humano a contar con otro, a regular sus movimientos de acuerdo con algo más que los impulsos de su egoísmo, y la moralidad es tanto más sólida cuanto más numerosos y fuertes son estos lazos. Se ve cuán inexacto es definirla (…) por la libertad, ya que consiste más bien en un estado de dependencia. Lejos de servir para emancipar al individuo, para desprenderlo del medio que lo envuelve, tiene por función esencial, por el contrario, hacer de él la parte integrante de un todo y, por consiguiente, quitarle algo de la libertad de sus movimientos.” (p. 431; el resaltado es mío – AM-).
La moral nace de la sociedad, no de los individuos.
El ser humano sólo es un ser moral porque vive en sociedad, puesto que la moralidad consiste en ser solidario de un grupo y varía como esta solidaridad. Haced desaparecer toda vida social, y la vida moral se desvanece al mismo tiempo, no teniendo ya objeto al que adherirse.” (p. 431; el resaltado es mío – AM-). [2]
El pasaje de la SM a la SO es resultado del desarrollo histórico. Durkheim apunta que “a medida que se avanza en la evolución, los lazos que unen al individuo a su familia, al suelo natal, a las tradiciones que le ha legado el pasado, a los usos colectivos del grupo, se distienden.” (p. 432). La DT viene a reemplazar parcialmente a dichos lazos, generando la SO.
“He aquí lo que constituye el valor moral de la DT. Es que, a través de ella, el individuo toma conciencia de su estado de dependencia frente a la sociedad; de ella provienen las fuerzas que lo retienen y lo contienen. En una palabra, puesto que la DT se transforma en la fuente eminente de la solidaridad social, se vuelve al mismo tiempo la base del orden moral.” (p. 433).
Si la DT es la base de la cohesión social en las sociedades modernas, cada individuo está obligado a especializarse, pues contribuye con ello al bien común. En este punto, Durkheim critica al diletante y a los individuos que rechazan la especialización, pues actúan de ese modo en contra de la sociedad.


En el segundo apartado (pp. 434-437) examina la relación entre la DT y el desarrollo de la personalidad individual. Intenta dar respuesta a la objeción habitual, que afirma que la especialización de los individuos disminuye su personalidad, los convierte en apéndices de una tarea determinada.
Durkheim aborda el problema desde una perspectiva histórica. Niega la existencia de una naturaleza humana ahistórica.
“Se parte [los críticos de la DT] de que el ser humano debe realizar su naturaleza de ser humano (…). Pero esta naturaleza no permanece constante en los diferentes momentos de la historia; se modifica con las sociedades.” (p. 435; el resaltado es mío – AM-).
Si se acepta esta perspectiva, es posible comprender que tanto la SM como la SO responden a tiempos históricos diferentes:
“En los pueblos inferiores, lo propio del ser humano es parecerse a sus compañeros, realizar en sí todos los rasgos del tipo colectivo, que se confunde entonces, más aún que hoy en día, con el tipo humano. Pero en las sociedades más avanzadas su naturaleza es, en gran parte, ser un órgano de la sociedad, y lo que le es propio, por consiguiente, es desempeñar su rol de órgano.” (p. 435).
Nuestro autor va más allá y plantea que la especialización contribuye al desarrollo de la personalidad individual, pues hace que el especialista domine un campo de actividad, por más parcial que sea, y ese dominio le pertenece, siendo esta pertenencia la característica que lo distingue de los demás, la afirmación de su personalidad.


Por último, en el tercer apartado (pp. 438-440), Durkheim se dedica a mostrar que la DT tiene que ser considerada como “un sistema de derechos y de deberes” que ligan a las personas, y no sólo en un sentido económico (como un medio para incrementar la productividad del trabajo).
La crítica de Durkheim a los economistas se basa en que éstos conciben a la DT como una relación entre individuos. Nuestro autor, en cambio, afirma el punto de vista sociológico:
“La DT no pone frente a frente a individuos sino funciones sociales. Y la sociedad está interesada en el juego de estas últimas: dependiendo de que éstas converjan regularmente o no, será sana o enferma.” (p. 438).
En otras palabras, Durkheim confronta el individualismo metodológico de los economistas, que explican la sociedad a partir de los individuos, con la concepción sociológica de la sociedad, que postula que los individuos son moldeados por la sociedad, creando así las condiciones para el desarrollo de la personalidad individual.
Sobre el final, Durkheim reconoce que la moral atraviesa una profunda crisis, y que ésta es producto del pasaje de las sociedades premodernas a la sociedad moderna, de la SM a la SO: “nuestra fe se ha visto perturbada; la tradición ha perdido su imperio; el juicio individual se ha emancipado del juicio colectivo.” (p. 439). Se da una situación de anomia, en la que las normas morales propias de la SM no sirven para nuestra sociedad, pero todavía no se han desarrollado las normas adecuadas al nuevo estado social.
Dada la situación descripta en el párrafo anterior:
“Nuestro primer deber hoy es construirnos una moral. Una obra semejante no puede improvisarse en el silencio del gabinete; sólo puede elevarse por sí misma, poco a poco, bajo la presión de causas internas que la vuelven necesaria. Pero para lo que la reflexión puede y debe servir es para señalar el fin que hay que alcanzar. Eso es lo que hemos tratado de hacer.” (p. 440).
La tarea de la sociología consiste en estudiar el estado de la sociedad e indicar el tipo de moral que requiere. Pero la reforma moral (la elaboración e implementación de nuevas normas morales) es una tarea que compete a los prácticos, es decir, a las personas que viven en esa sociedad.
Parque Avellaneda, lunes 23 de septiembre de 2019


NOTAS:
[1] Durkheim critica aquí al “moralista que cree poder, por la fuerza del pensamiento, sustraerse a la influencia de las ideas que lo rodean, (…) [y no puede lograrlo] pues está impregnado de ellas por completo y, haga lo que haga, es a éstas que encuentra al cabo de sus deducciones.” (p. 430).
[2] En otro pasaje es todavía más enfático: “La moral, en todos sus grados, no se ha encontrado nunca más que en el estado de sociedad, no ha variado nunca más que en función de condiciones sociales. Es, pues, salirse de los hechos y entrar en el dominio de las hipótesis gratuitas y de las imaginaciones inverificables preguntarse qué podría ocurrir si la sociedad no existiera.” (p. 432).

martes, 6 de septiembre de 2016

SOCIOLOGÍA Y POLÍTICA SEGÚN DURKHEIM



“Nuestras investigaciones no valdrían la pena si no
debieran tener más que un interés especulativo.”
Emile Durkheim


El presente trabajo tiene por objetivo presentar el prefacio a la primera edición de La división del trabajo social (1893), de Emile Durkheim (1858-1917) (1)



I] El tema central del prefacio es la relación ciencia - política. Dicho de modo más preciso, la conexión entre sociología y política. Durkheim parte del supuesto (positivista) que afirma que la ciencia es el instrumento más adecuado para estabilizar la sociedad burguesa. En esto coincide con Auguste Comte (1798-1857), pero deja de lado la construcción de una religión de la ciencia, postulada por este último. (2)

En este sentido deben interpretarse las afirmaciones de Durkheim sobre los objetivos de la nueva ciencia de la sociedad:

“Si nos empeñamos en separar los problemas teóricos de los problemas prácticos no es para despreciar estos últimos, sino, al contrario, para ponernos en condiciones de resolverlos mejor. (...) la ciencia puede ayudarnos a encontrar el sentido en que debemos orientar nuestra conducta, a determinar el ideal hacia el cual confusamente tendemos.” (p. 118).

La utilidad de la sociología radica no sólo en el conocimiento que proporciona sobre la sociedad, sino en la posibilidad de utilizar ese saber para transformar la organización social. En esto no existen diferencias respecto a la actitud preconizada por Karl Marx (1818-1883) en sus Tesis sobre Feuerbach (3). Pero hasta aquí llegan las coincidencias entre ambos autores, pues mientras Marx sostiene que la sociedad burguesa debe ser derrocada por una revolución que instaure otras relaciones sociales (el socialismo), Durkheim defiende en todo momento la necesidad de bregar por conservar la sociedad burguesa (aunque ésta deba ser reformada para garantizar su viabilidad).



II] Para justificar la intervención de la ciencia en los asuntos políticos, Durkheim efectúa un rodeo. En primer lugar, comienza por criticar a los moralistas, “que deducen su doctrina, no de un principio a priori, sino de algunas proposiciones que tornan prestadas de una o varias ciencias positivas como la biología, la psicología o sociología, califican su moral de científica,” (p. 117).

En vez de desarrollar una moral a partir de las ciencias, propone otro camino: “hacer la ciencia de la moral” (p. 117). Cabe agregar (pues no figura en el prefacio) que esta tarea forma parte de un proyecto más vasto, la construcción de una ciencia de la sociedad: la sociología.

La ciencia de la moral es posible porque “los hechos morales son fenómenos como los otros; consisten en reglas de acciòn que se reconocen por ciertas características distintivas; debe ser posible, por tanto, observarlos, describirlos, clasificarlos y buscar las leyes que los expliquen.” (p. 117) (4)

Durkheim se ubica así en un terreno diferente al de la filosofía; ya no se trata de encontrar algún principio metafísico que proporcione un fin trascendente a la moral, sino de estudiar la moral realmente existente: “lo que es indudable es que ella ⦗la moral⦘ se desarrolla en la historia y bajo el imperio de causas históricas, y que tiene una función en nuestra vida temporal. Si es tal o cual en un momento dado es porque las condiciones en que viven entonces los hombres no permiten que sea de otro modo, y la prueba de ello es que cambia cuando las condiciones cambian, y sólo en ese caso. (...) La moral (...) se forma, se transforma y se mantiene por razones de orden empírico, y esas razones son las únicas que la ciencia de la moral pretende determinar.” (p. 118). Más adelante, agrega: “la moral es para nosotros un sistema de hechos realizados, ligados al sistema total del mundo, y un hecho no se cambia en un abrir y cerrar de ojos, incluso si eso fuera deseable. Por lo demás, como es solidario con otros hechos, no puede modificarse sin que éstos se vean afectados.” (p. 120).

La moral no es, pues, inmutable; no se encuentra fuera de la historia ni está regida por factores o principios ajenos a lo terrenal. Tampoco impera en ella la libertad, pues los seres humanos se encuentran desde su nacimiento con reglas y normas que les vienen impuestas.

En consecuencia, los hechos morales pueden ser estudiados de modo positivo, es decir, con los métodos propios de las ciencias [naturales]: “Este libro es, ante todo, un esfuerzo por considerar los hechos de la vida moral según el método de las ciencias positivas.” (p. 117).



III] Como se indicó más arriba, Durkheim considera que la ciencia estudia la moral para transformarla, no sólo con fines especulativos. Defiende esta afirmación frente a quienes sostienen que la tarea de la ciencia consiste únicamente en estudiar los hechos; la ciencia no puede renunciar a proporcionarnos una guía para la acción, no puede quedar reducida a mera técnica.
“La ciencia puede ayudarnos a encontrar el sentido en que debemos orientar nuestra conducta, a determinar el ideal hacia el cual confusamente tendemos. Sólo que no nos elevaremos a este ideal sino después de haber observado la realidad, de donde lo extraeremos. (...) el ideal no descansa sobre nada si no tiene sus raíces en la realidad.” (p. 118-119).

La tarea principal de la ciencia de la moral consiste en utilizar el método de las ciencias positivas para encontrar el “estado de salud moral”. En línea con lo planteado más arriba, este estado no es inmutable, sino que cambia “porque las sociedades se transforman”. Pero, y no obstante ello, puede ser establecido y empleado como criterio para guiar nuestra conducta. El tema excede los límites de este trabajo, pero corresponde indicar que Durkheim sigue aquí una concepción desarrollada en otros trabajos (por ejemplo, Las reglas del método sociológico) y que parte de la distinción entre lo normal y lo patológico, definiendo al primer estado como las conductas más frecuentes (en términos estadísticos) en la sociedad. El “estado de salud moral” no es otra cosa que el conjunto de normas y conductas acordes con la dominación de una determinada clase social. Claro que esto último queda fuera del horizonte intelectual del sociólogo francés.



IV] Pero afirmar que la ciencia de la moral no debe ser una actividad especulativa no implica postular que se trata de una ciencia revolucionaria, dirigida a transformar radicalmente la sociedad. Durkheim deja en claro que la sociología es una ciencia conservadora, en el sentido de que su objetivo es preservar la sociedad capitalista.

“Pero si la ciencia de la moral no hace de nosotros espectadores indiferentes o resignados de la realidad, al mismo tiempo nos enseña a tratarla con la mayor prudencia, nos comunica un espíritu sensatamente conservador.” (p. 119).

En este punto, Durkheim dirige toda su artillería polémica contra quienes conciben a la moral como una legislación que puede ser revocada en cualquier momento por la voluntad de los individuos. Afirma que es preciso acercarse con “respeto” a los hechos morales, pues, y hasta que no se establece lo contrario por medio de la investigación, ellos obedecen a necesidades vitales de la sociedad.

Lo que reconcilia la ciencia y la moral es la ciencia de la moral, ya que, al mismo tiempo que nos enseña a respetar la realidad moral, nos suministra los medios para mejorarla.” (p. 120; el resaltado es mío - AM - ).

La ciencia de la moral y, por ende, la sociología, no son ni socialismo ni revolución. Por el contrario, su objetivo es mejorar la sociedad existente, partiendo de la base de que ella contiene un “estado de salud moral”. Para llevar adelante esta tarea es necesario adoptar el principio cartesiano de la “duda metódica”. De esta manera es posible construir la “ciencia de la moral” propuesta en este prefacio.


Villa del Parque, martes 6 de septiembre de 2016


NOTAS:
(1) Utilizo la traducción española de Rocío Annunziata: Durkheim, Emile. (2010). [1° edición: 1893]. La división del trabajo social. Buenos Aires: Gorla. (pp. 117-122).
(2) Zeitlin señala: “En su obra posterior, Politique positive (1851-1854), el factor religioso y sentimental finalmente prevaleció y Comte se proclamó desenfadadamente el papa de la nueva religión positiva, irónico cambio de actitud para un ardiente defensor de la ciencia positiva.” (Zeitlin, Irving, Ideología y teoría sociológica, Buenos Aires, Amorrortu, 1997, p. 94).
(3) La hiper citada tesis n° 11: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.” (Marx, Karl, Tesis sobre Feuerbach, en La ideología alemana, Buenos Aires, Pueblos Unidos, 1985, p. 668).
(4) De paso, nótese que Durkheim atribuye al método científico las siguientes características: observación, descripción, clasificación, establecimiento de leyes.