La división del trabajo social es la tesis
doctoral del sociólogo Emile Durkheim (1858-1917), uno de los mayores
exponentes de la llamada sociología
clásica. Publicada en 1893, ha ejercido (y ejerce) gran influencia en el
desarrollo de la teoría social. No dispongo de tiempo para explicar las razones
de esa influencia, basta con señalarla. En todo caso, el lector interesado
puede dedicar tiempo a la lectura de la obra, y así se hará un panorama de
primera mano de la importancia de la misma. Como siempre, es preferible un
abordaje directo de los clásicos a las interpretaciones de segunda mano.
La
presente ficha de lectura está dedicada a la Conclusión de la obra.
Nota bibliográfica:
En
la elaboración de esta ficha trabajé con la traducción española de Rocío
Annunziata: Durkheim, E. (2008). La
división del trabajo social. Buenos Aires: Gorla. La Conclusión se
encuentra en pp. 429-440.
Abreviaturas empleadas:
DT
= División del trabajo / DTS = La
división del trabajo social / SM = Solidaridad mecánica / SO = Solidaridad
orgánica
Ante
todo, corresponde recordar que DTS es “un esfuerzo por considerar los hechos de
la vida moral según el método de las ciencias positivas” (p. 117). En especial,
Durkheim examina la cuestión de la DT,
con el objetivo de mostrar que, lejos de profundizar la separación entre los
seres humanos y, en el límite, provocar la disgregación de la sociedad, ella
constituye un poderoso medio de unificación de los individuos. Además, es
preciso tener en cuenta que Durkheim desarrolla su análisis de la DT en el
marco del pasaje de las sociedades precapitalistas (caracterizadas por un tipo
especial de lazo social, la solidaridad mecánica) a la sociedad capitalista
(centrada en la solidaridad orgánica). En otros términos, el sociólogo francés
aborda el problema desde una perspectiva dinámica (histórica) de los fenómenos
sociales.
La
Conclusión de la obra está dividida en tres apartados. En el primero (pp.
429-434), explica en qué consiste la moral y en qué medida la DT es un hecho
moral, en el sentido de que contribuye a mantener unida a la sociedad.
Durkheim
afirma que la moral consiste en la
realización en nosotros de “la conciencia colectiva del grupo del que formamos
parte” (p. 430). Ese grupo no es la humanidad entera, colectivo demasiado
abstracto e imposible de aprehender por el individuo, sino la sociedad concreta
de la que formamos parte. [1] En consecuencia, cada pueblo en cada época determinada tiene su
moral propia.
Ahora
bien, si se considera la cuestión desde el punto de vista histórico, existen
dos grandes formas de lazos morales. En las sociedades premodernas, la
conciencia individual procura identificarse completamente con la conciencia
colectiva, es decir, con las ideas y valores aceptados por la comunidad en su
conjunto. Se trata de la solidaridad
mecánica. Las sociedades modernas, en cambio, “sólo pueden mantenerse en
equilibrio si el trabajo está dividido” (p. 430); se genera así la solidaridad orgánica, que enlaza a individuos
muy diferentes unos de otros.
Durkheim
afirma que tanto los lazos que unen a individuos que se parecen entre sí (SM),
como los que unifican a individuos bien diferentes (SO), cumplen la misma
función: lograr la “cohesión de las sociedades”.
En
palabras de Durkheim,
“La característica de las
reglas morales es que enuncian las condiciones fundamentales de la solidaridad
social. El derecho y la moral son el
conjunto de los lazos que nos unen unos a otros y con la sociedad, que hacen de
la masa de los individuos un agregado y un todo coherente. Es moral, puede
decirse, todo aquello que es fuente de solidaridad, todo lo que fuerza al ser
humano a contar con otro, a regular sus movimientos de acuerdo con algo más que
los impulsos de su egoísmo, y la moralidad es tanto más sólida cuanto más
numerosos y fuertes son estos lazos. Se ve cuán inexacto es definirla (…)
por la libertad, ya que consiste más bien en un estado de dependencia. Lejos de
servir para emancipar al individuo, para desprenderlo del medio que lo
envuelve, tiene por función esencial, por el contrario, hacer de él la parte
integrante de un todo y, por consiguiente, quitarle algo de la libertad de sus
movimientos.” (p. 431; el resaltado es mío – AM-).
La
moral nace de la sociedad, no de los individuos.
“El ser humano sólo es un ser moral porque vive en sociedad, puesto
que la moralidad consiste en ser solidario de un grupo y varía como esta
solidaridad. Haced desaparecer toda vida social, y la vida moral se desvanece
al mismo tiempo, no teniendo ya objeto al que adherirse.” (p. 431; el resaltado
es mío – AM-). [2]
El
pasaje de la SM a la SO es resultado del desarrollo histórico. Durkheim apunta
que “a medida que se avanza en la evolución, los lazos que unen al individuo a
su familia, al suelo natal, a las tradiciones que le ha legado el pasado, a los
usos colectivos del grupo, se distienden.” (p. 432). La DT viene a reemplazar
parcialmente a dichos lazos, generando la SO.
“He aquí lo que constituye el
valor moral de la DT. Es que, a través de ella, el individuo toma conciencia de
su estado de dependencia frente a la sociedad; de ella provienen las fuerzas
que lo retienen y lo contienen. En una palabra, puesto que la DT se transforma
en la fuente eminente de la solidaridad social, se vuelve al mismo tiempo la
base del orden moral.” (p. 433).
Si
la DT es la base de la cohesión social en las sociedades modernas, cada
individuo está obligado a especializarse, pues contribuye con ello al bien
común. En este punto, Durkheim critica al diletante y a los individuos que
rechazan la especialización, pues actúan de ese modo en contra de la sociedad.
En
el segundo apartado (pp. 434-437) examina la relación entre la DT y el
desarrollo de la personalidad individual. Intenta dar respuesta a la objeción habitual,
que afirma que la especialización de los individuos disminuye su personalidad,
los convierte en apéndices de una tarea determinada.
Durkheim
aborda el problema desde una perspectiva histórica. Niega la existencia de una naturaleza humana ahistórica.
“Se parte [los críticos de la
DT] de que el ser humano debe realizar su naturaleza de ser humano (…). Pero esta naturaleza no permanece constante en
los diferentes momentos de la historia; se modifica con las sociedades.”
(p. 435; el resaltado es mío – AM-).
Si
se acepta esta perspectiva, es posible comprender que tanto la SM como la SO
responden a tiempos históricos diferentes:
“En los pueblos inferiores, lo
propio del ser humano es parecerse a sus compañeros, realizar en sí todos los
rasgos del tipo colectivo, que se confunde entonces, más aún que hoy en día,
con el tipo humano. Pero en las sociedades más avanzadas su naturaleza es, en
gran parte, ser un órgano de la sociedad, y lo que le es propio, por
consiguiente, es desempeñar su rol de órgano.” (p. 435).
Nuestro
autor va más allá y plantea que la especialización contribuye al desarrollo de
la personalidad individual, pues hace que el especialista domine un campo de
actividad, por más parcial que sea, y ese dominio le pertenece, siendo esta
pertenencia la característica que lo distingue de los demás, la afirmación de
su personalidad.
Por
último, en el tercer apartado (pp. 438-440), Durkheim se dedica a mostrar que
la DT tiene que ser considerada como “un sistema de derechos y de deberes” que
ligan a las personas, y no sólo en un sentido económico (como un medio para
incrementar la productividad del trabajo).
La
crítica de Durkheim a los economistas se basa en que éstos conciben a la DT
como una relación entre individuos. Nuestro autor, en cambio, afirma el punto
de vista sociológico:
“La DT no pone frente a frente
a individuos sino funciones sociales. Y la sociedad está interesada en el juego
de estas últimas: dependiendo de que éstas converjan regularmente o no, será
sana o enferma.” (p. 438).
En
otras palabras, Durkheim confronta el individualismo metodológico de los
economistas, que explican la sociedad a partir de los individuos, con la
concepción sociológica de la sociedad, que postula que los individuos son
moldeados por la sociedad, creando así las condiciones para el desarrollo de la
personalidad individual.
Sobre
el final, Durkheim reconoce que la moral atraviesa una profunda crisis, y que
ésta es producto del pasaje de las sociedades premodernas a la sociedad moderna,
de la SM a la SO: “nuestra fe se ha visto perturbada; la tradición ha perdido
su imperio; el juicio individual se ha emancipado del juicio colectivo.” (p.
439). Se da una situación de anomia,
en la que las normas morales propias de la SM no sirven para nuestra sociedad,
pero todavía no se han desarrollado las normas adecuadas al nuevo estado
social.
Dada
la situación descripta en el párrafo anterior:
“Nuestro primer deber hoy es
construirnos una moral. Una obra semejante no puede improvisarse en el silencio
del gabinete; sólo puede elevarse por sí misma, poco a poco, bajo la presión de
causas internas que la vuelven necesaria. Pero para lo que la reflexión puede y
debe servir es para señalar el fin que hay que alcanzar. Eso es lo que hemos
tratado de hacer.” (p. 440).
La
tarea de la sociología consiste en estudiar el estado de la sociedad e indicar el
tipo de moral que requiere. Pero la reforma moral (la elaboración e
implementación de nuevas normas morales) es una tarea que compete a los
prácticos, es decir, a las personas que viven en esa sociedad.
Parque
Avellaneda, lunes 23 de septiembre de 2019
NOTAS:
[1]
Durkheim critica aquí al “moralista que cree poder, por la fuerza del
pensamiento, sustraerse a la influencia de las ideas que lo rodean, (…) [y no
puede lograrlo] pues está impregnado de ellas por completo y, haga lo que haga,
es a éstas que encuentra al cabo de sus deducciones.” (p. 430).
[2]
En otro pasaje es todavía más enfático: “La moral, en todos sus grados, no se
ha encontrado nunca más que en el estado de sociedad, no ha variado nunca más
que en función de condiciones sociales. Es, pues, salirse de los hechos y
entrar en el dominio de las hipótesis gratuitas y de las imaginaciones
inverificables preguntarse qué podría ocurrir si la sociedad no existiera.” (p.
432).
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