Las épocas de crisis revelan
la naturaleza de toda sociedad, pues en ellas los antagonismos aparecen a la
luz del día, sin el maquillaje de los tiempos de normalidad.
El modelo de acumulación
capitalista que sucedió al colapso de la Convertibilidad está padeciendo una
crisis. Es cierto que la existencia misma de la crisis está en discusión, pues,
si nos atenemos a los discursos de los periodistas “oficialistas”, estamos en
el mejor de los mundos posibles; en cambio, si prestamos oídos a los
periodistas “opositores”, nos encontramos en medio del Apocalipsis. Para zanjar
esta discusión, no se nos ocurre nada mejor que recurrir a las palabras de la
señora presidenta, Cristina Fernández, quien suele ser muy precisa en sus
intervenciones, aunque muchas veces no se le preste la debida atención.
El viernes 11 de mayo,
Cristina dio un discurso en la Casa Rosada, con motivo de la entrega de
certificados de elegibilidad en el marco del Programa de Financiamiento
Productivo del Bicentenario. Cristina expresó su opinión sobre la situación de
crisis que padece la economía argentina y planteó su concepción sobre las
relaciones entre empresarios y trabajadores. Dada la importancia política de
ambos temas, nos parece conveniente reproducir extensamente sus opiniones, así
como también formular una serie de comentarios sobre las mismas.
En primer lugar, Cristina
reconoce la existencia de la crisis: “la verdad que nunca nos caímos del mundo, pero
tenemos el problema que el mundo se está cayendo sobre nosotros.” Esto está muy
lejos de la época en que la misma Cristina y muchos funcionarios afirmaban que
nuestra economía estaba desconectada de la crisis de los países centrales, y
que podíamos darle lecciones a las desventuradas naciones que sufrían los
efectos del desbarajuste capitalista. Pero siempre hay tiempo para descubrir
que existe un mercado mundial capitalista regido por la ley del valor y que las
palabras no tapan las realidades, aunque gente como Laclau pretenda reducir la
realidad a un discurso. Por si quedaba alguna duda sobre la gravedad del
momento, hacia el final de su alocución, Cristina vuelve a la carga: “pongamos
la fuerza y la energía en encontrar mecanismos de crecimiento, de ayuda y de
cooperación entre el sector público y privado para seguir creciendo. Porque va
a depender de nosotros, no nos caímos del mundo, el mundo se está cayendo
encima de nosotros.” A confesión de parte, relevo de prueba.
Es cierto que Cristina sostiene que la crisis es
externa y no interna. Es verdad. Y también es cierto que este argumento sirve
para salir en defensa de su política económica en un momento de apuro. Por
razones de espacio no vamos a discutir esto. Al fin y al cabo, ¿le corresponde
a Cristina discutir su propia política económica? Nos parece más provechoso
tomar nota del reconocimiento implícito de la situación de crisis y pasar
adelante con el examen de sus propuestas para enfrentar “el vendaval externo”
(son palabras de Cristina). Dichas propuestas permiten caracterizar la posición
de clase del “kirchnerismo” en lo que hace a la relación fundamental de toda
sociedad capitalista, la que se entabla entre el capital y el trabajo.
Así como Perón tenía en mente su “comunidad
organizada”, Cristina tiene la suya y la expresa con claridad. A nuestro
entender, sus palabras dan contenido a la expresión tantas veces repetida de
“profundizar el modelo”. Veamos cómo describe Cristina su modelo ideal
(insistimos en que las crisis tienen la virtud de mostrar a las personas y a
las clases tal como realmente son).
En el principio era el capitalismo… Cristina, como
tantas otras veces, considera que el capitalismo es la forma racional de
organizar la producción social. Fuera del capitalismo está el caos (y el "anarcocapitalismo"). De ahí que en época de crisis la tarea del Estado sea
“sostener la inversión”, y para ello es necesario “sentarnos también con todas
las grandes empresas, pequeñas y medianas para que nos presenten sus planes de
inversión”. En criollo, el Estado puede poner algunos mangos, pero la palanca
que mueve la economía (la inversión) está en manos de las empresas. Los
“kirchneristas” pueden despotricar a diario contra las “corporaciones”, pero la
dura realidad obliga a sentarse a negociar con ellas, pues si no la economía no
mueve la aguja. Cristina sabe esto y ahorra retórica. Reconoce, como otras
veces, que los empresarios han multiplicado sus ganancias bajo el “gobierno
nacional y popular”, y les pide un esfuerzo…que consiste en invertir. ¿Un
esfuerzo? Desde que el mundo es mundo (o, por lo menos, capitalista), los
empresarios invierten para obtener ganancias mediante la explotación de los
trabajadores. Suena feo, pero es así. Que en el trabajo hay explotación suelen
entenderlo mejor los trabajadores que los académicos, así que preferimos
ahorrar la explicación acerca de la explotación capitalista. Sigamos con los
empresarios. Las consideraciones nacionales, religiosas, sentimentales, les
tienen sin cuidado. Ponen plata para ganar y punto. Cuando se los llama a
invertir se les dice: “Señores, aquí tienen la posibilidad de buenas ganancias.
No las desperdicien.” No parece un sacrificio muy grande el que Cristina les
pide a los empresarios…
La cuestión es diferente cuando Cristina se refiere
a los trabajadores. La asimetría en el trato respecto a lo que exige a los
empresarios es llamativa. En “un mundo que se nos cayó encima”, los
trabajadores tienen que ser responsables si quieren conservar sus puestos de
trabajo. En palabras de la presidenta: “lo que tenemos que hacer es fortalecer
este mercado interno, volvernos muy competitivos también porque el mundo va a
ser despiadado en la guerra de la competitividad y pedirle también a los
dirigentes sindicales, que tienen la inmensa responsabilidad de representar a
los trabajadores, pero no representarlos solamente en la época de la paritaria,
representarlos todo el año para mantenerle el trabajo, necesitamos
mantener los 365 días del año a los trabajadores en sus puestos de trabajo. Y
para esto es necesario tener una gran seriedad y vivir y ver el mundo que
estamos viviendo.” Ta. Los trabajadores tienen que ser responsables y no pedir
más que lo que los empresarios les ofrezcan. Estamos en guerra y a los obreros
les corresponde hacer de soldados (alguien con espíritu maligno diría “carne de
cañón”). Mientras tanto, los empresarios invierten, explotan y obtienen
ganancias. No parece haber demasiada equidad en la relación… Pero sigamos
adelante.
Cristina insiste: “Yo cuando escucho algunas
demandas y algunas posturas en un mundo donde ya hay países con el 25 por
ciento de desocupación, donde rebajan salarios, donde echan gentes, donde
reducen presupuestos de educación, donde reducen seguridad social uno dice, qué
es lo que está pasando que algunos no parecen darse cuenta. Y no digo todos
porque sería muy injusto, hace pocos días cerramos la paritaria estatal.
Fíjense qué curioso que podían haberse puesto muy duros porque el trabajador
estatal tiene la seguridad y la estabilidad del empleo público que no tiene el
trabajador del sector privado, inmensa ventaja esta de tener un trabajo donde
no te puede echar, es un privilegio en
el mundo contemporáneo tener un trabajo donde no te pueden echar. Entonces
creo que todos tienen que tomar cuenta de estas cosas, ejercer esa
responsabilidad, representar los intereses de sus trabajadores, de sus
representados, pero preguntarse realmente cuál es la verdadera forma de
ejercer esa representación.” (El resaltado es mío). Es decir, si el mundo
se derrumba, hay que dejarse de embromar con esa estúpida idea de pensar que el
salario tiene que crecer en términos reales y acomodarse a lo que hay (a lo que
se dignen a ofrecer los señores empresarios). Nuestro modelo “nacional y
popular” es tan avanzado como para plantear que tener estabilidad en el trabajo
es un “privilegio”. Queda claro que los trabajadores no están en igualdad de
condiciones en el modelo propuesto por Cristina, salvo que consideremos como
natural la aceptación sin chistar de la explotación capitalista por los
trabajadores.
En la Comunidad Organizada de Cristina, los
empresarios tienen que dedicarse a invertir, explotar a los trabajadores y
obtener ganancias. Los trabajadores tienen que trabajar duro, agradecer siempre
el tener trabajo y ¡no hacer huelgas! Cristina deja en claro que con las
huelgas no se obtiene nada: “Quién puede pensar que este gobierno, que generó
más de cinco millones de puestos de trabajo, que generó nuevamente la
negociación colectiva de trabajo, con más de 2.500 convenciones colectivas de
trabajo, que ha devuelto la dignidad a los jubilados, que no tenían un aumento
hacía 10 años, cuando subió Néstor Kirchner él les comenzó a aumentar. Lo
primero que hizo fue aumentarles a los jubilados, donde todavía no había ni ley
de movilidad ni tampoco teníamos las AGFJP pero comenzamos a destinar recursos
para que los jubilados vivieran mejor. ¿Quién nos puede decir que esto es obra
de las demandas? No señores, los trabajadores ganaron más dinero producto del
modelo macroeconómico, que permitió darles beneficios que nunca habían logrado.
(Aplausos). No se mérito de ninguno que haya hecho una huelga más o una huelga
menos. Porque fíjense si solamente haciendo huelgas o solamente haciendo
bloqueos se lograran mejores salarios denle la receta a los europeos que vayan
y bloqueen La Moncloa, que vayan y bloqueen el Palacio de Buckingham a ver si
consiguen estar mejor. No nos engañemos más, estamos mejor porque tuvimos un
modelo macroeconómico”. No es necesario decir mucho sobre el contenido de clase
de esta declaración, sobre todo si se tiene en cuenta que se da en el marco de
una inflación que carcome diariamente los ingresos de los trabajadores y con un
35% de la fuerza de trabajo “en negro” o en condiciones de precariedad. Pero si
creemos conveniente recordar (la memoria no es algo que abunda en estos tiempos)
que la señora presidenta representa a un movimiento cuyo origen mismo está
ligada a una de las mayores huelgas y movilizaciones obreras de la historia
argentina, el 17 de octubre de 1945. Claro que los tiempos han cambiado y la
clase obrera ya no es “la columna vertebral del movimiento”.
Si los trabajadores quieren retobarse y porfían en
la exigencia de mejores salarios, Cristina les recuerda que “no hay mayor
disciplinador social que la desocupación.” La aseveración es absolutamente
cierta, y el peronismo menemista la aplicó a discreción durante los años ’90.
Es verdad que las afirmaciones de Cristina van dirigidas a los dirigentes
sindicales y no a los trabajadores, pero nos parece un tanto redundante pedirles
“responsabilidad” a dirigentes que hace tres décadas que vienen sirviendo, con
contadas excepciones, a los intereses del capital (muchos de esos dirigentes
son también empresarios). A buen entendedor, pocas palabras. Es la situación de
crisis, inflación mediante, la que obliga a los dirigentes a pedir aumentos en
las paritarias, para evitar tensiones con sus dirigidos.
La Comunidad Organizada según Cristina se parece a
muchas cosas, pero no puede decirse de ella que sea un camino de liberación
social para los trabajadores. Claro que esta es una cuestión que tiene sin
cuidado a Cristina.
Buenos Aires, lunes 21 de mayo de 2012