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viernes, 2 de septiembre de 2022

EL CONCEPTO DE IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA



 


El sociólogo estadounidense Charles Wright Mill (1916-1962) acuñó el término imaginación sociológica. Este concepto, ampliamente difundido en sociología y otras ciencias sociales, fue desarrollado por su autor en la obra The Sociological Imagination (Oxford University Press, 1959). Esta ficha está dedicada al capítulo 1 de dicha obra, donde Mills esboza el sentido y los alcances del concepto.

Referencia

Mills, Ch. W. [1° edición: 1959]. (1979). La imaginación sociológica. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica. 217 p. (Sección de Obras de Sociología). Traducción de Florentino M. Torner. Incluye prólogo de Gino Germani.

Abreviaturas:

IS= Imaginación sociológica / SH= Seres humanos


Capítulo 1: La promesa (pp. 23-43) [1]

En el comienzo del capítulo está el planteo del problema de la época actual. [2] Los SH tienen la “sensación de estar atrapados”. El motivo: los cambios acelerados experimentados por la sociedad a nivel mundial (crecimiento económico y transformaciones tecnológicas, desarrollo del campo socialista - URSS y China -, independencia política de las antiguas colonias, etc.). Frente a todo ello, las personas no saben qué hacer, pues no acostumbran pensar sus problemas personales en términos de “cambios históricos” y “contradicciones institucionales”; los valores que defienden resultan impotentes frente a la magnitud de los cambios: “los hombres advierten consternados que los viejos modos de sentir se han ido abajo y que los comienzos más recientes son ambiguos hasta el punto de producir parálisis moral.” (p. 24)

Lo que necesitan las personas para enfrentar el problema de la sociedad actual es la imaginación sociológica, esto es, la “cualidad mental que les ayude a usar la información y a desarrollar la razón para conseguir recapitulaciones lúcidas de lo que ocurre en el mundo y de lo que quizá esté ocurriendo dentro de ellos” (p. 25)

A continuación de estas afirmaciones, Mills divide el contenido del capítulo en seis apartados. 

El primer apartado (pp. 25-27) está dedicado a esbozar cómo la IS muestra la relación entre la historia y la biografía, entre lo social y lo individual. La IS pone el acento en la conexión entre el escenario histórico más amplio y la vida interior de las personas.

“El primer fruto de esta imaginación  - y la primera lección de la ciencia social que la encarna - es la idea de que el individuo sólo puede comprender su propia experiencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época; de que puede conocer sus propias posibilidades en la vida si conoce las de todos los individuos que se hallan en sus circunstancias.” (p. 25)

Para Mills, “la imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de la sociedad. Esa es su tarea y su promesa.” (pp. 25-26) Más adelante indica que la IS “es la capacidad de pasar de las transformaciones más impersonales y remotas a las características más íntimas del yo humano, y de ver las relaciones entre ambas cosas” (p. 27). En otras palabras, 

“Darse cuenta de la idea de estructura social y usarla con sensatez es ser capaz de descubrir esos vínculos entre una gran diversidad de medios; y ser capaz de eso es poseer imaginación sociológica.” (p. 30)

Esa es la tarea que caracterizó al análisis social clásico (ejemplos: Spencer, Marx, Comte, Durkheim, Weber, etc.), que se dedicó a los problemas de la biografía, de la historia y de sus interacciones dentro de la sociedad. 

El análisis social clásico se planteó tres preguntas clave: 1) ¿cuál es la estructura de esta sociedad particular en su conjunto?; 2) ¿qué lugar ocupa esta sociedad en la historia humana?; 3) ¿qué variedades de hombres y de mujeres prevalecen en esta sociedad y en este período?

El segundo apartado (pp. 27-30) desarrolla la distinción más importante que utiliza la IS: “inquietudes personales del medio” y “problemas públicos de la orientación social”. Las inquietudes corresponden al individuo como entidad biográfica y dentro del ámbito de su ambiente inmediato; los problemas públicos van más allá del ámbito del individuo, se relacionan con muchos ambientes que, en conjunto, forman la estructura de la sociedad.

Ejemplo: desempleo. Si en una comunidad de 1 millón de habitantes hay un desempleado, ello constituye una inquietud personal y para resolver la cuestión hay que revisar el carácter particular de ese individuo, sus capacidades y su constitución inmediata. Si en un país de 50 millones de personas hay 5 millones de desempleados, ello constituye un problema público y hay que revisar la estructura de oportunidades.

Las transformaciones en medios diversos y específicos son efecto de cambios estructurales. 

El tercer apartado (pp. 30-33) examina cuáles son los mayores problemas públicos y las inquietudes personales en la época en que se escribió la obra. Para ello sostiene que hay que establecer cuáles son los valores preferidos y amenazados, y cuáles son preferidos y apoyados. Ello implica indagar qué contradicciones internas de la estructura pueden estar implicadas.

Mills afirma que “la primera tarea política e intelectual - porque aquí coinciden ambas cosas - del científico social consiste hoy en poner en claro los elementos del malestar y la indiferencia contemporáneos.” (p. 32)

El cuarto apartado (pp. 33-37) está dedicado a la cuestión del estilo de pensamiento propio de la era contemporánea. No se trata de modas de pensamiento, que dejan poca huella; un estilo de pensamiento es un común denominador de una época intelectual. Dos ejemplos de estilos de pensamiento son: la física newtoniana y la biología darwiniana. Ambas constituyen el común denominador de respectivas épocas intelectuales.

En la época moderna, las ciencias físicas y biológicas fueron común denominador del pensamiento serio y de la metafísica popular. Pero ni esas ciencias ni la literatura representan hoy un común denominador del pensamiento. En nuestra época pasan a ser reemplazadas por la IS, la cual: 

“es una cualidad mental que parece prometer de la manera más dramática la comprensión de nuestras propias realidades íntimas en relación con las amplias realidades sociales.” (p. 34)

En el quinto apartado (pp. 37-41) señala que el propósito del libro es “definir el significado de las ciencias sociales para las tareas culturales de nuestro tiempo” (p. 37). Esto lo lleva a hacer una breve descripción de la situación de las ciencias sociales en EE. UU. 

En opinión del autor, los cientistas sociales experimentan “un malestar generalizado, tanto intelectual como moral, por la dirección que está tomando la disciplina de su elección” (pp. 38-39). Algunos elementos que generan malestar: a) el acento en el refinamiento de los métodos y las técnicas de investigación; b) el énfasis en el formalismo y en la formulación de conceptos aislados de la realidad; c) los estudios en primera escala, sin tomar en cuenta su relación con la totalidad. 

No obstante lo anterior, la IS “se está convirtiendo en un denominador común de nuestra vida cultural general” (p. 41)

En el sexto apartado (pp. 41-43) esboza el desarrollo de la sociología, pues esta disciplina “se ha convertido en el centro de reflexión acerca de la ciencia social” (p. 41)

La sociología se movió en tres direcciones generales, cada una de ellas expuesta a deformaciones: 

Tendencia I: hacia una teoría de la historia. La sociología es entendida como “una empresa enciclopédica, relativa a la totalidad de la vida social del hombre. Es al mismo tiempo histórica y sistemática: histórica porque trata materiales del pasado y los emplea; sistemática porque lo hace con objeto de distinguir ‘las etapas’ del curso de la historia y las regularidades de la vida social” (p. 42). Esta senda puede deformarse al punto de convertirse en un “molde trans-histórico donde se meten a la fuerza los materiales de la historia humana y del cual salen visiones proféticas” (p. 42)

Tendencia II: hacia una teoría sistemática de la ‘naturaleza del hombre y de la sociedad’. En este camino, la sociología se propone construir conceptos para clasificar todas las relaciones sociales y conocer sus características (a las que se considera invariables). Corre el riesgo de deformarse si se abandona la historia; en ese caso, se convierte en formalismo.

Tendencia III: hacia el estudio empírico de los hechos y de los problemas sociales contemporáneos. Esto puede derivar (deformación) en la elaboración de una serie de datos de ambiente sin relación entre sí y con poca significación.

Con esto concluye el capítulo.

 

Villa del Parque, viernes 2 de septiembre de 2022

 


Notas

[1] Mills informa que el capítulo 1 fue presentado en forma abreviada en la American Political Science Association, en septiembre de 1958 en St. Louis.

[2] Para comprender mejor el sentido del texto hay que recordar que la primera edición de la obra data de 1959. En esa época el mundo capitalista experimentaba una prolongada etapa de desarrollo económico, iniciada luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, el mundo socialista experimentaba su etapa más próspera en términos económicos; la URSS había iniciado la exploración del espacio con el lanzamiento del primer satélite artificial, el Sputnik (1957) y se encontraba en pleno deshielo político luego de la muerte de Stalin (1953). Finalmente, los países de la periferia se encontraban en pleno proceso de descolonización, la cual incluía, en muchos pasos, la adopción de formas económicas identificadas con el socialismo soviético. 1959 fue el año del triunfo de la Revolución Cubana.

martes, 12 de abril de 2016

FICHA: MILLS, "USOS DE LA HISTORIA" (1959)




Noticia bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Florentino M. Torner, incluida en: Mills, Charles Wright. (1979). [1° edición: 1959]. La imaginación sociológica. México D. F: Fondo de Cultura Económica. (pp. 157-177). El texto en cuestión es el capítulo VIII de la obra. Mills aclara que las secciones 5 y 6 del capítulo fueron publicadas originalmente en MONTHLY REVIEW, octubre de 1958.

Advertencia:
Los textos que se encuentran entre corchetes se refieren a comentarios que exceden los límites del texto.



El título es engañoso. Mills no se limita a plantear la relación entre historia y sociología. Va más allá: “La ciencia social trata de problemas de biografía, de historia y de sus intersecciones dentro de las estructuras sociales.” (p. 157 – el resaltado es mío, AM -).

Mills considera que los tres elementos fundamentales de las ciencias sociales son: Biografía, historia, sociedad [Este último término remite a las estructuras sociales]

Mills resume así la relación entre esos tres elementos: “la historia es el fuste del estudio social y [hay que] reconocer la necesidad de desarrollar más una psicología del hombre sociológicamente basada e históricamente significativa. Sin el uso de la historia y sin un sentido histórico de las materias psicológicas, el investigador social no puede enunciar adecuadamente los tipos de problemas que deben ser ahora los puntos de orientación de sus estudios.” (p. 157).

[Desde un enfoque marxista, el punto de partida es el estudio de las relaciones que constituyen la totalidad social. Ni la estructura ni el individuo tienen existencia fuera de esas relaciones. Así como el capital se constituye a partir de la relación entre capitalistas y trabajadores, la estructura y el individuo son producto de las relaciones sociales. El estudio de la estructura y del individuo no debe encararse como si se tratara de esencias inmutables.]

La estructura del artículo refleja la concepción enunciada más arriba. Así, los tres primeros apartados están dedicados a los usos de la historia en las ciencias sociales; los apartados 4 y 5, en cambio, desarrollan cuestiones de psicología social.


El primer apartado (p. 157-159) está dedicado al debate acerca de si la historia debe ser considerada una ciencia social. Mills considera que la discusión “no es ni importante ni interesante” (p. 157), pues la conclusión depende del tipo de historiadores y del tipo de investigadores sociales de que se esté hablando.

Mills expone así su punto de vista:

Sobre la función de la historia: “La tarea esencial del historiador consiste en mantener completo el archivo humano; pero ésta es (…) una simple y engañosa declaración de propósitos. El historiador representa la memoria organizada de la humanidad, y esa memoria, como historia escrita, es enormemente maleable. Cambia (…) no sólo porque una investigación más detallada aporte al archivo hechos y documentos nuevos, sino que cambia también porque cambian los puntos de interés y el armazón dentro del cual el archivo se ordena. Esos son los criterios de selección de los innumerables hechos disponibles, y al mismo tiempo las interpretaciones principales de su significado. El historiador no puede dejar de hacer una selección de los hechos…” (p. 158; el resaltado es mío – AM -).

Sobre el carácter histórico de las ciencias sociales: “toda ciencia social – o mejor dicho, todo estudio social bien meditado – requiere una concepción de alcance histórico y un uso pleno de materiales históricos.” (p. 159).



El segundo apartado (p. 159-167) trata la cuestión de si las ciencias sociales son disciplinas históricas.

El punto de vista de Mills es claro. Los investigadores sociales tienen que usar materiales de la historia. Eso es evidente. Pero todavía más importante es que “no puede suponerse que ninguna ciencia social trascienda a la historia.” (p. 160: el resaltado es mío – AM-). Rechaza tanto la posibilidad de una teoría transhistórica de la naturaleza de la historia como la tesis de que el hombre en sociedad es una entidad no histórica. [Si bien excede los límites del análisis de Mills, hay que apuntar que su planteo va en contra del individualismo metodológico, pues éste rechaza por principio la noción del carácter histórico del ser humano. El individualismo metodológico se apoya en el esencialismo. ]

A continuación, explica las razones de la relación entre historia y sociología:

A] Todos los enunciados sociológicos requieren de una visión de gran alcance que sólo la historia puede proporcionar. Esto es así porque la formulación de esos enunciados requiere del método comparativo, del examen de la variedad de estructuras sociales, y para ello es indispensable la historia. Si se deja de lado esa variedad, “nuestros enunciados no pueden ser empíricamente adecuados. No pueden discernirse claramente las regularidades o las relaciones que se pueden advertir entre diferentes características de la sociedad. Los tipos históricos (…) son parte muy importante de lo que estamos estudiando, y son también indispensables para las explicaciones que de ello demos.” (p. 160).

B] Los estudios sociales a-históricos suelen ser estudios estáticos o de ambientes muy limitados. Toda vez que se examinan grandes estructuras, se requiere para reconocerlas del análisis del cambio, y esto sólo es posible cuando se examina un período de tiempo lo suficientemente extenso.

En síntesis, “el conocimiento de la estructura, en todos los sentidos de esta palabra fundamental, así como el adecuado enunciado de las inquietudes y problemas de los ambientes limitados, exigen que reconozcamos las ciencias sociales como disciplinas históricas y que las practiquemos como tales.” (p. 162).

 Mills sostiene que este principio abarca también los estudios estáticos: “La imagen de toda sociedad es una imagen específicamente histórica. Lo que Marx llamó el «principio de la especificidad histórica» se refiere, en primer lugar, a una línea guía: toda sociedad debe ser entendida en relación con el período específico en que existe.” (p. 162-163). Además, cada sociedad posee mecanismos específicos de cambio; en otros términos, no existen “principios universales de cambio histórico” (p. 163).

“El cambio histórico es cambio de estructuras sociales, de las relaciones entre sus partes componentes. Así como hay diversidad de estructuras sociales, hay diversidad de principios de cambio históricos.” (p. 163).

De este modo, sólo el estudio histórico de cada sociedad permite entender sus patrones de cambio. [Creo que en este sentido deben entenderse las advertencias de Marx a Zasúlich en la famosa carta. Allí afirma que el mecanismo de pasaje al capitalismo estudiado en El capital sólo es válido para Europa occidental y no para otras formaciones histórico-sociales.]

C] El conocimiento de la historia es indispensable para realizar estudios comparativos. Esto es evidente para los economistas dedicados a estudiar instituciones del Medio Oriente, de Asia, de África. “El estudio comparativo y el estudio histórico están profundamente entrelazados. (…) Para comprender y explicar los hechos comparativos tal como hoy se nos presentan, tenemos que conocer las fases históricas y las razones históricas de las variaciones de ritmo y de dirección del progreso o de la ausencia de progreso. (…) Así, el punto de vista histórico conduce al estudio comparativo de las sociedades.” (p. 164).

D] La necesidad de la historia no se limita a los estudios comparativos. También es precisa para los trabajos dedicados a un sector limitado de la estructura nacional. “Sabiendo que lo que estamos estudiando está sujeta a cambios, en los más simples niveles descriptivos, debemos preguntarnos: ¿Cuáles son las tendencias predominantes? Para contestar a esta pregunta tenemos que enunciar por lo menos el «desde qué» y el «hasta qué».” (p. 165).

[Este punto es fundamental. El estudio de la estructura es imposible sin tomar en cuenta el carácter histórico de la estructura. El enfoque dialéctico propuesto por Marx combina el análisis histórico con la concepción de la totalidad social.]

“Si queremos entender los cambios dinámicos en una estructura social contemporánea, debemos tratar de discernir su desarrollo en un plazo muy largo, y de acuerdo con él preguntarnos: ¿En virtud de qué mecánica han tenido lugar esas tendencias y está cambiando la estructura de la sociedad? En preguntas así llega a su clímax nuestro interés por las tendencias. Ese clímax se relaciona con la transición histórica de una época a otra y con la que podemos llamar estructura de una época.” (p. 165).

“Los investigadores sociales desean comprender el carácter de la época presente, esbozar su estructura y discernir las fuerzas principales que operan dentro de ella.” (p. 165).

En la parte más aguda de todo el texto, Mills afirma que los cientistas sociales dejan de lado tanto la noción de estructura como la dinámica del período moderno. (p. 165). Llegado a este punto, sostiene que buena parte de la mejor producción de las ciencias sociales está ligada al estudio de la transición entre el feudalismo y el capitalismo (por ejemplo, “solidaridad mecánica” y “solidaridad orgánica” en Durkheim).



El tercer apartado (pp. 167-170) está dedicado a criticar el uso más habitual de la historia en las ciencias sociales. Los llamados “esbozos del ambiente histórico” con los que empiezan los estudios de la sociedad contemporánea.

Mills apunta dos cosas al respecto. En primer lugar, aclara que muchas veces hay que estudiar historia para librarnos de ella. Antes de explicar algo como una persistencia del pasado, es mejor preguntarse ¿por qué ha persistido? (p. 167). En segundo lugar, sostiene que para explicar los rasgos contemporáneos de una sociedad, lo mejor es estudiar esos rasgos en relación con su función contemporánea. Sólo después de este análisis se pasa al estudio histórico.

Mills añade un último punto, de mayor importancia que los dos anteriores. Afirma que “épocas y sociedades difieren en cuanto a que su comprensión requiera o no requiera referencias directas a «factores históricos». El carácter histórico de una sociedad dada en una época dada puede ser tal, que el «pasado histórico» tenga sólo una importancia indirecta para comprenderlo.” (p. 168). Dicho de otro modo, “la importancia de la historia está ella misma sometida al principio de la especificidad histórica. Con seguridad puede decirse que «todo viene del pasado»; pero el sentido de esa frase – «venir del pasado» – es lo que está en discusión. En ocasiones decir que la «historia» se repite o no se repite; depende de la estructura social y de la época en cuya historia estamos interesados.” (p. 169).



Los últimos dos apartados se refieren a las relaciones entre psicología y ciencias sociales. Su importancia es secundaria respecto al tema que da título al artículo. No obstante, hay un par de pasajes que merecen ser reproducidos. Todos ellos se refieren a la cuestión de la naturaleza humana.

“El hombre es desde luego un actor social e histórico que debe ser entendido, si es que ha de entendérselo, en estrecha e intrincada interrelación con estructuras sociales e históricas.” (p. 171).

“El concepto del hombre como criatura social nos permite ahondar mucho más que en la mera biografía externa como serie de papeles sociales. Ese concepto nos obliga a comprender los rasgos más internos y «psicológicos» del hombre, en particular la imagen que tiene de sí mismo y de su consciencia y, ciertamente, el desarrollo mismo de su mente. Muy bien puede ser que el descubrimiento más radical en la psicología y la ciencia social recientes sea el de cómo tantos de los rasgos más íntimos de la persona son socialmente compartidos y hasta inculcados.” (p. 174).

“Cuando comprendemos las estructuras sociales y los cambios estructurales tal cómo actúan sobre escenarios y experiencias más íntimos, podemos comprender las causas de la conciencia y de los sentimientos individuales de que los hombres situados en medios específicos no tienen conocimiento.” (p. 175).

“La idea de una naturaleza humana común al hombre como hombre es una violación de la especificidad social e histórica que exige el cuidadoso trabajo en los estudios humanos; por lo menos es una abstracción que los investigadores sociales no tienen derecho a hacer. Indudablemente, debemos recordar de vez en cuando que en realidad no sabemos mucho acerca del hombre, y que todo el conocimiento que tenemos no elimina por completo el misterio que rodea a su diversidad tal como ésta se revela en la historia y en la biografía.” (p. 177).



Villa del Parque, martes 12 de abril de 2016

lunes, 14 de marzo de 2016

FICHA: MILLS, CH. W. “SOBRE ARTESANÍA INTELECTUAL” (1979). [1° EDICIÓN: 1959]




Noticia bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Florentino M. Torner, incluida en: Mills, Charles Wright. (1979). [1° edición: 1959]. La imaginación sociológica. México D. F: Fondo de Cultura Económica. (pp. 206-236).


Mills escribe este texto como Apéndice a su obra La imaginación sociológica (1959). En ella esboza una crítica de la sociología norteamericana y formula, aquí y allá, indicaciones sobre la metodología predominante en dicha escuela de teoría social. Pero sólo en el Apéndice aborda de lleno la discusión de los métodos.

Como lo indica el título, Mills reivindica los “métodos artesanales” frente a la estandarización imperante en el mundo académico.

“Para el investigador social individual que se siente como parte de la tradición clásica, la ciencia social es la práctica de un oficio.” (p. 206).

Mills define al sociólogo como un artesano:

“…habréis advertido que, como estudiantes, tenéis la excepcional oportunidad de proyectar un tipo de vida que estimule los hábitos de la buena artesanía. El trabajo intelectual es la elección de un tipo de vida tanto como de una carrera; sépalo o no, el trabajador intelectual forma su propio yo a medida que trabaja por perfeccionarse en su oficio para realizar sus propias potencialidades y aprovechar las oportunidades que se ofrezcan en su camino, forma un carácter que tiene como núcleo las posibilidades del buen trabajador.” (p. 206).

El sociólogo-artesano rechaza la separación entre su trabajo y su vida. De ahí que Mills proponga que el sociólogo debe utilizar su propia experiencia de vida en su trabajo intelectual. Una parte fundamental del trabajo del sociólogo consiste en examinar e interpretar la mencionada experiencia. Para poder afrontar ese trabajo de interpretación, el sociólogo tiene que organizar un archivo, es decir, “llevar un diario” (p. 207).

“En el archivo que voy a describir, están juntas la experiencia personal y las actividades profesionales, los estudios en marcha y los estudios en proyecto. En ese archivo, vosotros, como trabajadores intelectuales, procuraréis reunir lo que estáis haciendo intelectualmente y lo que estáis experimentando como personas. No temáis emplear vuestra experiencia y relacionarla con el trabajo en marcha. Al servir como freno de trabajo reiterativo, vuestro archivo os permite también conservar vuestras energías. Asimismo, os estimula a captar «ideas marginales»: ideas diversas que pueden ser sub-productos de la vida diaria, fragmentos de conversaciones oídas casualmente en la calle, o hasta sueños. Una vez anotadas, esas cosas pueden llevar a un pensamiento más sistemático así como prestar valor intelectual a la experiencia más directa.” (p. 207).

Mills argumenta que el hombre moderno tiene poca experiencia personal y que ésta debe ser atesorada cuidadosamente, porque es fundamental “como fuente de trabajo intelectual original” (p. 207). “He llegado a creer que el ser fiel a su experiencia sin fiarse demasiado de ella es una señal de madurez del trabajador. Esa confianza ambigua es indispensable para la originalidad en todo trabajo intelectual, y el archivo es un medio por el que podéis desarrollar y justificar tal confianza.” (p. 207). Llevar un archivo permite también “mantener despierto vuestro mundo interior”, “ayuda a formaros el hábito de escribir”, “controlar vuestra propia experiencia”. (p. 208).

[Cabe hacer notar que la preocupación por la “originalidad” contrasta con la estandarización de la sociología académica, así como también la preocupación de Mills por recoger la propia experiencia choca con el énfasis en las estadísticas propio de dicha sociología.]

Mills critica la costumbre de escribir “planes” sólo al momento de requerir fondos para la investigación. Afirma que el sociólogo termina cultivando un “arte de vender”. Para evitar esto:

“Un investigador social activo que avanza en su camino debe tener siempre tantos planes, que es tanto como decir ideas, que se pregunte constantemente: ¿En cuál de ellos trabajaré?, ¿debo trabajar, después? Y debe llevar un pequeño archivo especial para su agenda principal, que escribirá una y otra vez para sí mismo y quizá para discutirla con amigos.” (p. 208-209).

Mills concibe a la comunidad de sociólogos como un espacio de “intercambio amplio e informal” de esos archivos de planes de los investigadores. La comunidad mantiene orientada y bajo control la investigación mediante ese intercambio libre acerca de problemas, métodos y teorías. Rechaza la idea de una comunidad asentada en torno a un bloque monolítico de problemas. (p. 209).

Propone estructurar el archivo en un fichero de “proyectos” con muchas subdivisiones. Allí se incluyen las ideas propias, notas personales, resúmenes de libros, notas bibliográficas y esbozos de proyectos.

Remarca la importancia de tomar notas de todo libro leído:

“El primer paso en la traducción de la experiencia, ya de los escritos de otros individuos, ya de vuestra propia vida, a la esfera intelectual, es darle forma.” (p. 210).

Mills utiliza dos tipos de notas: 1) las dirigidas a captar la estructura del razonamiento del autor en libros importantes; 2) las que se toman de partes de libros desde el punto de vista de algún tema particular.

El archivo es un “depósito de hechos y de ideas que crece sin cesar, desde las más vagas a las más precisas” (p. 210). El principal desafío para el sociólogo-artesano consiste en aprender a utilizarlo en la producción intelectual. Mills no encuentra mejor manera de ilustrar este problema que narrar su propia experiencia como investigador: para ello describe cómo llegó profundizó en el concepto de “estratificación” y cómo llegó por ese camino a estudiar las minorías. (p. 210-215).

¿Qué ocurre cuando termina el trabajo sobre otros libros?

“Todo lo que necesitáis está en vuestras notas y resúmenes; y en los márgenes de esas notas, así como en un fichero independiente, están las ideas para estudios empíricos.” (p. 215).

Mills considera que la primera parte de la investigación (el trabajo con las propias ideas y con los libros) es la parte fundamental, en tanto que la “investigación empírica” está condenada a ser “ligera y poco interesante” (p. 215).

“No hay más virtud en la investigación empírica como tal que en la lectura como tal. La finalidad de la investigación empírica es resolver desacuerdos y dudas acerca de hechos, haciendo así más fructíferos los razonamientos basando todos sus lados más sólidamente. Los hechos disciplinan la razón; pero la razón es la avanzada en todo campo de saber.” (p. 215; el resaltado es mío – AM-).

Nuestro autor sostiene que la investigación empírica debe realizarse una vez terminado el trabajo bibliográfico y sólo cuando sea estrictamente necesario. El trabajo de campo debe [a] “ofrecer incitaciones para construcciones teóricas”; [b] los proyectos deben ser eficaces y claros y, si es posible, ingeniosos. Quiero decir con esto que deben prometer rendir gran cantidad de materiales en proporción con el tiempo y el esfuerzo que suponen.” (p. 216).

Alienta la idea de que la manera más económica de plantear un problema consiste en

“hacerlo del modo que permita resolver la mayor parte de él por el razonamiento solo. Por el razonamiento tratamos de a) aislar cada cuestión de hecho que aún queda; y b) resolver esas cuestiones de hecho de tal manera que las soluciones prometan ayudarnos a resolver nuevos problemas con nuevos razonamientos.” (p. 216).

Mills plantea que los problemas de investigación se dividen en cuatro etapas: 1) los elementos y definiciones; 2) las relaciones lógicas entre esas definiciones y elementos (construcción de modelos preliminares); 3) eliminación de opiniones falsas debidas a omisiones de elementos necesarios, a definiciones impropias o confusas de los términos o a conceder indebida importancia a alguna parte del asunto; 4) formulación y reformulación de cuestiones de hecho que queden. (p. 217). El autor ilustra esto con un ejemplo de su experiencia de investigador (su estudio de los altos círculos de la sociedad norteamericana) (p. 217-222).

A continuación, ¿cuándo vienen las ideas? No existe una respuesta a la pregunta, más allá de “hablar de las condiciones generales y de algunas técnicas sencillas que parecen haber aumentado mis posibilidades de revelar algo” (p. 222).

Aquí se trata de cultivar la imaginación sociológica, que consiste en una parte considerable “en la capacidad de pasar de una perspectiva a otra y en el proceso de formar una opinión adecuada de una sociedad total y de sus componentes. Es esa imaginación, naturalmente, lo que separa al investigador social del mero técnico.” (p. 222; el resaltado es mío – AM -).

Propone modos definidos de estimular la imaginación sociológica:

1)    Reordenar el fichero como modo de incitar a la imaginación.

2)  Una actitud de juego hacia las frases y las palabras con que se definen diversas cuestiones. Buscar sinónimos de palabras clave en diccionarios y libros términos, con el objeto de conocer toda la extensión de sus acepciones. Definir con menos palabrerío y más precisión. Descomponer un enunciado general en sentidos más concretos. Elevar el grado de generalidad.

3)    Muchas nociones generales se convierten en tipos al reflexionar sobre ellas. Desarrollar una clasificación nueva. Adquirir la costumbre de la clasificación transversal

4)    Pensar los extremos para lograr mayor profundidad en el conocimiento del problema.

5) Invertir deliberadamente el sentido de la proporción (ejemplo: imaginar aldeas analfabetas con una población de 30 millones de habitantes).

6)    Obtener impresiones comparativas.

7)    Distinguir entre tema (una tendencia señalada de alguna concepción importante, o una distinción clave, como la de racionalidad y razón) y asunto (es una materia, como “las carreras de ejecutivos de empresas”).

Dedica todo el apartado 5 del Apéndice (p. 227-233) a la crítica del lenguaje de la sociología académica.

“Yo sé que estaréis de acuerdo en presentar vuestro trabajo en un lenguaje tan sencillo y claro como lo permitan el asunto y vuestras ideas acerca de él. Pero como podéis haber advertido, en las ciencias sociales parece prevalecer una prosa ampulosa y palabrera.” (p. 227).

La jerigonza imperante en la sociología académica “tiene poco o nada que ver con la complejidad de la materia y nada en absoluto con la profundidad del pensamiento. Con lo que tiene que ver mucho es con ciertas confusiones del escritor académico sobre su propia posición.” (p. 228). Mills sostiene que el lenguaje del sociólogo académico es un intento de evitar que se lo considere un “periodista”. Intenta obtener prestigio en un medio social que está completamente en contra de él.

Termina resumiendo su argumento:

1)    Ser artesanos. Huir de procedimientos rígidos. Desarrollar la imaginación sociológica. Evitar el fetichismo del método y la técnica.´

2)    Desarrollar la expresión clara y sencilla.

3)    Formular interpretaciones trans-históricas, pero no olvidar jamás la necesidad de estar siempre en contacto con la realidad histórica.

4)    Huir de la limitación del estudio de pequeños ambientes. Poner en relación estos ambientes con las estructuras sociales.

5)  Evitar la especialización imperante en las ciencias sociales. Buscar la plena comprensión comparativa de las estructuras sociales.

6)    Trabajar los problemas de la historia, de la biografía y de la estructura social.

7)    Saber que se es heredero de la tradición del análisis social clásico. Comprender por tanto a los hombres y mujeres como actores históricos y sociales, no aislados.

8)    “No permitáis que las cuestiones públicas, tal como son formuladas oficialmente, ni las inquietudes tal como son privadamente sentidas, determinen los problemas que escogéis para estudiarlos. Sobre todo, no renunciéis a vuestra autonomía moral y política, aceptando en los términos de cualquier otra persona la practicidad antiliberal del ethos burocrático ni la practicidad liberal de la dispersión moral.” (p. 235-236).

[La posición de Mills, aunque simpática, resulta insostenible bajo las condiciones actuales de producción de conocimiento científico. El sistema académico implica la estandarización, la cuantificación de la producción como criterio de calidad y la conformación de equipos de trabajo lanzados a la casa de fuentes de financiamiento. Todo ello va de la mano con la mercantilización del conocimiento científico en el marco del capitalismo. En este marco, Mills nos proponer volver a una utópica “autonomía” del científico social, que no sirve ni para luchar contra el capitalismo ni para integrarse al sistema moderno de producción de conocimiento. Su análisis de las causas del predominio de la sociología académica es muy superficial (véase su análisis de la jerigonza sociológica). ]


Villa del Parque, lunes 14 de marzo de 2016