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miércoles, 19 de enero de 2022

FICHA DE LECTURA. PAUL RICOEUR: HERMENÉUTICA Y ACCIÓN.




Nota: Para la redacción de esta ficha fue utilizada la versión incluida en los materiales de la materia Filosofía y Métodos, Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Capítulo 3: La acción considerada como un texto. 

Paul Ricoeur (1913-2005), filósofo francés, ejerció una influencia renovadora en el campo de la orientación hermenéutica de los estudios sociales. En el siglo XX y a partir de la propuesta de Max Weber (1864-1920) de concebir a la comprensión como el método fundamental de la sociología, numerosos autores trabajaron en el campo de la teoría de la acción. Un seguidor de las ideas de Weber, Alfred Schütz (1899-1959), desarrolló la noción de lo social como un ámbito pleno de significado, con lo cual se revalorizó el papel de la comprensión en las ciencias sociales. 

Schütz se preocupó por despejar las dudas en cuanto a la comprensión, pues muchos filósofos neopositivistas (como Nagel y Hempel) habían sostenido que se trataba de un método subjetivista (fundado en una interpretación meramente subjetiva de los motivos por los que actuaban las personas), que impedía que las ciencias sociales se convirtieran en disciplinas verdaderamente científicas. Schütz trató de elevar la comprensión a un método objetivo, que no tenía nada que envidiarle a las ciencias naturales. 

Ricoeur puede ser ubicado en el grupo de autores que ampliaron la noción de comprensión al incorporarle los avances de la hermenéutica en el plano de los estudios lingüísticos y literarios. Ante todo, Ricoeur aclara que debe entenderse por hermenéutica la interpretación de los documentos escritos de nuestra cultura (actividad también conocida como exégesis), es decir, constituye una actividad cuyo objeto es restringido (los signos escritos), mientras que la comprensión (verstehen) abarca todas las formas de signos que puede emitir un individuo. Mediante esta restricción, Ricoeur se pone a cubierto de las críticas al uso de la comprensión en las ciencias sociales. 

La hipótesis principal de Ricoeur es la siguiente: las ciencias humanas (prefiere esta denominación a la de ciencias sociales) son hermenéuticas porque:

a) su objeto revela algunos rasgos semejantes a los de un texto; 

b) su metodología desarrolla procedimientos similares a los de la interpretación de textos. 

En el capítulo que estamos analizando, Ricoeur se dedica a justificar ambos puntos de su hipótesis. En primer lugar, ¿por qué puede aplicarse el paradigma del texto, desarrollado por la hermenéutica, al objeto de las ciencias sociales? En otras palabras, ¿por qué pueden analizarse los fenómenos sociales como si se tratara de un texto, aplicando las técnicas de la hermenéutica? Para entender el argumento de Ricoeur es preciso entender a qué se refiere cuando habla de discurso. Nuestro autor sostiene que el discurso es un acontecimiento, en el sentido de que es algo que se da y que resulta diferente a lo existente. Si se trata de discurso hablado, el acontecimiento es evanescente, desaparece casi al mismo tiempo de ser emitido, sin dejar rastros (cosa que hace muy difícil su estudio). En cambio, cuando el discurso es fijado en la escritura, es decir, el registro escrito de lo que se dice, se abre la posibilidad de emprender el análisis por medio de la hermenéutica. 

Ahora bien, el pasaje del discurso hablado a la escritura genera una serie de cambios en el discurso, a saber: 

a) el discurso hablado sólo existe en presente, en el sentido de que es un acontecimiento fugaz. En condiciones normales, lo que se dice desaparece rápidamente. Pero si el discurso es fijado en la escritura, se ve reforzado, pues no está destinado a desaparecer. Ricoeur señala que en la escritura no se fija el acontecimiento de hablar (el mero hecho de hablar, de decir algo), sino la exteriorización del objetivo del discurso. En palabras más complejas, el Sagen (el decir) quiere convertirse en Aus-sage (la enunciación, lo enunciado). Es justamente este enunciado el objeto de estudio de la hermenéutica. El problema fundamental que debe resolver la hermenéutica es qué se dice en el acto de hablar. Ricoeur recurre a la teoría del acto del habla desarrollada por los filósofos analíticos John Austin (1911-1960) y John Searle (n. 1932). El acto de hablar está constituido por una jerarquía de actos subordinados, que se dividen en tres niveles: 1) acto locucional, que es el acto de decir; b) acto ilocucional, que es aquello que hacemos en el decir; c) acto perlocucional, que aquello que hacemos por medio del decir. Así, el profesor que dice “¡Saquen una hoja!” está realizando a la vez un acto locucional, emitiendo la oración mencionada; un acto ilocucional, está formulando una orden y no un ruego (está haciendo una orden); un acto perlocucional, está consiguiendo que los estudiantes saquen efectivamente una hoja y se apresten efectivamente a realizar el parcial. A partir de lo anterior, Ricoeur está en condiciones de afirmar que el significado del acto del habla depende no sólo del acto locucional, sino también del acto ilocucional y del perlocucional. La significación es la suma de todos estos aspectos; 

b) en el discurso hablado coinciden la intención del autor y el significado del texto, pues en el habla la referencia al interlocutor de lo que se está diciendo es inmediata. De ahí que pueda decirse que el discurso es autorreferencial. En cambio, al fijarse el texto lo que autor quiere decir se separa de lo que el texto dice ahora, pues se pierde la referencia directa a un interlocutor (que existe, como dijimos, en el habla). En este sentido, cabe afirmar que el texto se separa de la psicología del autor. De ahí que surja un espacio amplio para la interpretación;

c) así como en el punto anterior se planteó la separación entre la intención del autor y el significado del texto en el discurso escrito, se verifica también una separación entre la referencia a una situación común a los interlocutores, que se verifica en el habla (y que permite que todos los participantes en el diálogo entiendan lo que se dice, aún cuando se de el caso de que hablen por “medias palabras”). En cambio, en el discurso escrito se pierde esa referencia a una situación común, liberando al discurso de los límites de referencia ostensible (es decir, las referencias directas que aparecen en el diálogo hablado). Ricouer afirma que ésta es una virtud del discurso escrito, pues permite generar referencias abiertas, que vayan más allá de lo que el texto dice. De este modo, el texto escrito abre posibilidades, que van mucho más allá de lo que el texto mismo dice;

d) en el habla, los participantes están siempre inmersos en los límites de esa relación (no pueden zafar de las referencias directas y de un mundo común). En el texto escrito, en cambio, no existe un interlocutor definido. Un texto, en principio, está dirigido a todos (en un sentido extremadamente general, todos en todos los tiempos y lugares). Ricoeur afirma, entonces, que un texto crea su propio público. De manera que el discurso escrito se separa de todos los límites que condicionan la relación cara a cara propia del diálogo hablado. 

A continuación, Ricoeur aplica los cuatro puntos anteriores al análisis de la acción significativa (esto es, el tipo de acción que estudian las ciencias sociales – la acción que posee un sentido -). Ricoeur aclara desde el principio que la acción significativa sólo puede ser un objeto para la ciencia en la medida en que presente un tipo de objetivación equivalente a la fijación de un discurso en la escritura. Dicho de otro modo, para poder estudiar científicamente la acción significativa es preciso que la misma persista de algún modo en el tiempo (cristalice en alguna manifestación), permitiendo así su estudio. En esto es semejante a lo que ocurre con el pasaje del habla al discurso escrito. 

a) La fijación de la acción. ¿Cómo es posible la objetivación de la acción significativa? Ricoeur sostiene que esto es posible por algunos rasgos internos de la acción, que la asemejan a la estructura del acto del habla que analizamos más arriba. De modo sintético, nuestro autor plantea que la acción significativa posee contenido proposicional y fuerza ilocucional (ambos constituyen su “contenido de sentido”). La acción deja de ser una mera interacción y se transforma en un objeto a interpretar. Ello es posible porque la acción se parece a un acto de habla. 

b) La autonomización de la acción. Este punto es especialmente importante. Del mismo modo que un texto se independiza de su autor, la acción va más allá de lo que espera su agente y da lugar a consecuencias que son propias de la acción, pero que no son esperadas por el agente. Nuestros hechos se nos escapan y producen efectos inesperados. Esto, que ya había sido desarrollado por otros autores que se ocuparon de la teoría de la acción, hace que surja el problema de la adscripción de responsabilidad. En las acciones simples, noema (significado) y noiesis (intención) de la acción, coinciden. En las acciones complejas, esto es más complejo, pues hay más agentes que intervienen. Ahora bien, Ricoeur postula que esta separación entre sentido e intención termina por generar la transformación de los hechos humanos (en este caso, de las acciones) en instituciones, pues en ellas el sentido no coincide con las intenciones lógicas de los actores. Este punto es fundamentar en la teoría de Ricoeur, pues permite dar respuesta a los críticos que sostienen que la acción está motivada por cuestiones psicológicas (internas al individuo, y por tanto imposibles de abordar objetivamente). Las instituciones, como se originan de un proceso de separación entre sentido e intención, permiten un abordaje objetivo del problema del significado de la acción, pues se encuentran separadas de las intenciones individuales. 

c) Pertinencia e importancia. En este punto, Ricoeur vuelve a apoyarse en el análisis del discurso escrito. En el texto, el discurso quiebra todas las referencias ostensibles (las referencias directas que se dan en el diálogo). En las acciones, la importancia (su relevancia más allá de la acción en particular) se independiza de la pertinencia (su relevancia en un contexto dado). Existen, por tanto, acciones muy importantes cuya significación desborda ampliamente el contexto en que se desarrollan y pueden aplicarse a otros contextos sociales.

d) La acción humana como una “obra abierta” Como indicamos arriba, el discurso escrito se dirige a un número potencialmente infinito de lectores (como consecuencia de la autonomización del texto respecto del escritor). Ricoeur apunta que algo semejante ocurre en el caso de las acciones significativas. La acción humana es una “obra abierta”, es decir, que su significación está sujeta siempre a nuevas interpretaciones. Nunca queda cristalizada una interpretación. Ricoeur llega a decir que su significación está abierta a todo el que quiera “leer” el sentido de la acción. 

A partir de estas relaciones entre el texto y la acción significativa, pueden plantearse las implicaciones metodológicas de la interpretación (del paradigma de la lectura). ¿Cuáles son las consecuencias, para el método de las ciencias sociales, de la equiparación entre el texto y la acción significativa? Ante todo, sirven para proponer una forma diferente de concebir la relación entre erklären (explicación) y verstehen (comprensión). Aquí corresponde hacer un poco de historia. La problemática de la relación entre explicación y comprensión fue planteada por primera vez por el filósofo alemán Wilhelm Dilthey (1833-1911), en el marco de su crítica del positivismo. Para los positivistas, el único modelo válido de ciencia era el de las ciencias naturales, basado en la explicación (un método cuyo eje estaba en el descubrimiento de la relación causa-efecto que producía cada fenómeno). Es por ello que los positivistas sostenían que si las ciencias sociales querían convertirse efectivamente en ciencias tenían que adoptar los métodos de las ciencias naturales, es decir, la explicación tenía que convertirse en la herramienta por antonomasia de los científicos sociales. Dilthey propuso una posición contraria a la de los positivistas. Sostuvo que la explicación es propia de las ciencias naturales y que se basa en una lógica inductiva. Pero las ciencias del espíritu (las ciencias sociales) no pueden emplear la explicación, porque ellas se basan en entender la vida psíquica de los individuos a partir de los signos en los que ésta se exterioriza (por ejemplo, el lenguaje, las acciones, etc.). Para ello sólo sirve la comprensión, a la que Dilthey entendía en términos más bien psicológicos (poder “meterse” en el pensamiento del otro, comprendiendo así las motivaciones de su acción). 

La concepción de Dilthey, sin embargo, daba origen a un problema importante: ¿cómo podían ser científicas las ciencias humanas, esto es, en qué medida podían ser caracterizadas como ciencias si no podían utilizar la explicación? Dar respuesta a este problema supone incorporar, de algún modo, la explicación a las ciencias sociales. Ricoeur cree poder resolver esto mediante la adopción del paradigma de la lectura, que constituye la contrapartida del paradigma de la escritura expuesto en los párrafos anteriores. La objetivación del discurso en el texto permite introducir la explicación en las ciencias sociales. En otras palabras, existe una dialéctica (entendida como relación recíproca) entre el explicar y el comprender porque la situación escritura/lectura desarrolla una problemática propia (de paso, esto justifica la centralidad que tiene la hermenéutica para las ciencias sociales). 

¿En qué consiste el paradigma de la lectura? Ricoeur afirma que deriva sus rasgos principales del estado del texto mismo: 1) la fijación del significado; 2) su separación de la intención mental del autor; 3) la exhibición de referencias no ostensibles; 4) el ámbito universal de sus destinatarios. Ricoeur sostiene que la mejor manera de comprender en qué consiste el paradigma de la lectura es planteando dos dialécticas: 1) la que va desde la comprensión a la explicación; 2) la que avanza desde la explicación a la comprensión. A partir de ambas pueden entenderse el papel que puede jugar el paradigma de la lectura en las ciencias sociales. 

¿Cómo describe Ricoeur la dialéctica de la comprensión a la explicación? Ante todo, esta dialéctica se encuentra determinada por el hecho de que comprender un texto no significa reunirse con el autor. Debido a esto, no puede entenderse la comprensión como un proceso por el que conocemos la intención del autor. Esto permite descartar las interpretaciones subjetivistas de la comprensión (como una especie de conexión psicológica, subjetiva, irrepetible, entre el sujeto que estudia el texto y el autor del texto). Pero genera el problema adicional de cómo decidir entre distintas interpretaciones posibles del mismo texto (nunca existe una única interpretación para cada texto). La elaboración de una interpretación adecuada se da mediante un proceso que consiste en conjeturar (formular conjeturas que proporcionen una interpretación del texto) y en validar (desarrollar procedimientos para establecer cuál interpretación es la más adecuada). La clave para presentar esta dialéctica como una forma de conciliar la explicación con las ciencias sociales radica en que la validación adquiera el carácter de una disciplina argumentativa, con procedimientos objetivos, y no un arte subjetivo. La validación es posible como disciplina científica porque si bien existe más de una forma de interpretar un texto, no todas las interpretaciones son iguales ni todas son posibles. A este respecto, Ricoeur dice que en la acción humana existe una plurivocidad específica de significados, los cuales constituyen la base para un número limitado de interpretaciones posibles. Ricoeur adopta el concepto de “conjetura” como sinónimo de verstehen (comprensión) y el de “validación” como sinónimo de erklären (explicación). 

¿Cómo describe Ricoeur la dialéctica de la explicación a la comprensión? Para desarrollar esta dialéctica se basa en la separación que se produce en el texto respecto a las referencias ostensibles que se dan en el diálogo (recordar que en el discurso hablado siempre están presentes los interlocutores del discurso o se hacen visibles las referencias que se hacen en el discurso). Ante esta situación, existen dos actitudes posibles: a) se toma el texto como una entidad ajena al mundo; b) creamos una nueva referencia ostensible como resultado del tipo de actividad que significa leer. Ricoeur decide adoptar la primera actitud, que es la desarrollada por los enfoques estructuralistas. Así, se deja de lado toda referencia exterior del texto (las referencias ostensibles a que hacíamos referencia antes) y nos concentramos exclusivamente en el interior del texto. El texto se transforma en un sistema de signos. Con este procedimiento, el texto se transforma en una estructura, libre de toda referencia exterior, pero así las cosas hace falta incorporar la comprensión para entender en qué consiste el sentido del texto. La explicación de la estructura, sin la comprensión de su sentido, es una especie de juego vacío. Ricoeur supera esta cuestión planteando, justamente, una relación dialéctica entre la explicación (desentrañar la estructura de los signos) y la comprensión (establecer el sentido del texto). Se trata de los dos momentos de lo que denomina el arco hermenéutico. Ahora bien, queda claro que esta comprensión no tiene nada que ver con la intención subjetiva del autor del texto. Como ya se dijo varias veces, el texto está separado de las intenciones del autor que lo escribió. Ricoeur sostiene que esta dialéctica es válida para las ciencias humanas. 

Las dos dialécticas expuestas aquí permiten entender que la comprensión nada tiene que ver con un acercamiento subjetivo (psicológico) a las intenciones de los actores. Por el contrario, los distintos procedimientos de interpretación (validación, estudio estructural del texto como sistema de signos, etc.) y las mismas características de los textos (sobre todo, el alejamiento del texto respecto del autor y la supresión de las referencias ostensibles a la situación a la que se refiere el autor), hacen que la comprensión se convierta en una herramienta objetiva. Para finalizar, Ricoeur sostiene que existe un círculo hermenéutico, que consiste en la correlación entre explicación y comprensión, entre comprensión y explicación.


Buenos Aires, viernes 15 de julio de 2011

jueves, 5 de abril de 2018

POSITIVISMO Y HERMENÉUTICA EN LAS CIENCIAS SOCIALES: NOTAS SOBRE UN ARTÍCULO DE PINTO




Julio Pinto, actual profesor Consulto y Profesor Asociado regular de la Materia Fundamentos de Ciencia Política en la Carrera de Ciencia Política de la UBA, es autor del artículo “El aporte de la hermenéutica filosófica al debate epistemológico de las ciencias sociales”, publicado en la revista POSTData, núm. 3-4, agosto de 1998, pp. 19-37.

El título es un tanto engañoso, pues alude a las Ciencias Sociales (CS a partir de aquí) pero, en rigor, se concentra en la Ciencia Política (CP a partir de aquí).

El artículo se divide en tres apartados: 1) El nacimiento de las ciencias sociales y su identificación con el positivismo (pp. 19-23); 2) La creciente vigencia del paradigma hermenéutico en las ciencias sociales (pp. 24-33); 3) Conclusiones (pp. 33-37).

El presente texto es una ficha de lectura del artículo de Pinto. Por ello, me ciño al desarrollo realizado por el autor. Sólo por excepción formulo comentarios de mi autoría.


1] Ciencias Sociales y Positivismo:

Las Ciencias Sociales (CS a partir de aquí) surgieron institucionalmente en el siglo XIX. Desde su origen, estuvieron fuertemente influenciadas por la filosofía y el método de las CN (CN a partir de aquí).

Auguste Comte (1798-1857) sacralizó el método científico [el de las CN], afirmando que su utilización permitiría eliminar todos los males sociales. Considera a la sociología como la cumbre de las ciencias, como la legítima reemplazante de la teología. “El carisma de la razón desplaza al carisma de la tradición; el método científico a la creencia religiosa como fuente de legitimidad de la dominación política.” (p. 20). [1]

Pinto ubica la concepción comteana en el marco del proceso de “creciente secularización de las sociedades occidentales” (p. 19). Dicho en otros términos, “la fe en que la ciencia provee los medios necesarios para un progreso ilimitado de la humanidad pasa a ser el más fuerte elemento de legitimación política en las incipientes democracias liberales.” (p. 19). En Gran Bretaña, EE.UU. y Francia, “la filosofía positiva y la praxis política se identifican totalmente. El Estado racional moderno, el mercado y la ciencia, están en ellas fuertemente vinculadas entre sí, siendo esa interacción sistémica la que da su pujante dinámica a esas sociedades nacionales.” (p. 19).

El positivismo de Comte parte del reconocimiento del isomorfismo entre los objetos de estudio de la biología y las CS. Los procesos de evolución y cambio son análogos en el organismo humano y en el organismo social. De este modo, el mecanicismo y el organicismo se constituyen en pilares de las CS.

El sometimiento de la sociología a las CN se hace especialmente patente en la obra de Talcott Parsons (1902-1979), quien desarrolló el estructural-funcionalismo en base a la perspectiva filosófica del positivismo. Parsons ejerció una enorme influencia sobre las CS de mediados del siglo XX.

El organicismo comteano se actualiza en la obra de Parsons por medio del concepto de sistema social, que se regula a sí mismo a través de procesos homeostáticos (equilibrio con el medio ambiente).

La CP se identificó desde sus orígenes con el paradigma positivista. Surgió como disciplina autónoma a través de la revolución conductista y asumiendo como propios los principios metodológicos de la sociología estructural-funcionalista. Es por ello que la CP se caracterizó por su énfasis en el empirismo y por privilegiar los análisis micropolíticos y no los macropolíticos.  

En las últimas décadas, la dependencia de las CS respecto a las CN se trocó en dependencia de la economía, disciplina que gozó de un amplio reconocimiento social. El concepto de homo economicus se volvió fundamental para la sociología y la CP. El concepto de equilibro general de los modelos económicos tuvo sus correlatos en los modelos sociológicos del estructuralismo parsoniano o politológicos del conductismo. El individuo egoísta, que toma decisiones a partir del cálculo racional y que busca satisfacer su propio interés, se convirtió en el elemento central de los procesos sociales. [2]

El paradigma positivista se encuentra en crisis a fines del siglo XX. Sin embargo, sigue vigente en las CS estadounidenses, donde muchos científicos adhieren al neopositivismo lógico, en tanto que otros profesan el racionalismo crítico de Popper (1902-1994) y unos pocos son partidarios del discurso hermenéutico.


2] El paradigma hermenéutico en las ciencias sociales:

La impugnación al paradigma positivista comenzó a finales del siglo XIX en Alemania, en buena medida gracias a la obra del filósofo Wilhelm Dilthey (1833-1911).

Dilthey pensaba que “el sujeto que protagoniza la interacción social está orientado por premisas históricamente sustentadas. Por ese motivo el análisis comprensivo de las mismas resulta indispensable en este tipo de conocimiento.” (p. 24). Por eso los alemanes denominaron ciencias históricas a las CS. [3]

El sociólogo Max Weber (1864-1920) aplicó a la sociología y la CP la postura epistemológica desarrollada por Dilthey. Weber “percibe el hecho de que aún en las sociedades industriales de la Modernidad el individuo es un hombre de cultura. Un sujeto que se interpreta y comprende a sí mismo en el contexto de sus circunstancias históricas. Los juicios de valor, los preconceptos que, transmitidos por el lenguaje, le dan las mismas, constituyen la dimensión histórico-social de su comportamiento social. Comportamiento que se explica sólo parcialmente por la creciente racionalidad científico-tecnológica que distingue a nuestro tiempo, de allí la imposibilidad de unificar los comportamientos sociales en un único patrón racional. Del mismo modo que existe una acción racional orientada a fines, existe una acción racional orientada por valores.” (p. 24-25).

En las CS existe una doble mediación simbólica: “la que se evidencia en los valores que orientan la acción social de los sujetos observados y la que existe en la deducción de ciertas hipótesis de investigación – y no de otras – por parte del investigador.” (p. 25).

“Weber no rechaza el conocimiento empírico que reivindica el positivismo, adhiere firmemente al mismo. Y por esta razón entiende que la comprensión teórica del fenómeno social debe estar unida a una explicación que sea constatable empíricamente. Explicación que será siempre unilateral, porque el marco teórico que ha elegido subjetivamente un investigador lo hace orientar su observación en cierta dirección y no en otras.” (p. 25). [4] Para resolver el problema de la constatación empírica, elaboró los tipos ideales (abstracciones conceptuales que sirven para categorizar analíticamente la observación empírica).

Weber rechazó la posibilidad de enunciar leyes generales universalmente válidas (al estilo de las CN); utilizó la expresión alemana chancen (probabilidad) y no causa, “cuando describe la posibilidad de que ciertos factores originan determinados hechos sociales. Estos últimos son (…) el producto de una interacción humana provista de sentido por determinadas circunstancias históricas, no constituyen entonces un mero reflejo de la autorregulación espontánea de la sociedad.” (p. 25).

El politólogo italiano Norberto Bobbio (1909-2004) sostuvo que Weber fue el mayor teórico político del siglo XX. Entre sus contribuciones a la CP, cabe indicar que Weber establece la autonomía de la política, “a la que considera un producto de la decisión humana, orientada históricamente, y no un simple epifenómeno de lo social.” (p. 25-26). El análisis científico de la política exige recurrir al método de la comparación, ante la imposibilidad de universalizar los comportamientos políticos de la humanidad.

La mayor contribución de Weber a la CP es la valorización del concepto de legitimidad “para comprender la vigencia social que puede llegar a alcanzar un orden político.” (p. 26). La teoría clásica de las formas de gobierno fue desplazada por la tipología weberiana de las formas legítimas de dominación: tradicional, legal y carismática. “Aquello que destaca Weber no es cuál es la forma de gobierno que legaliza al poder, sino cuál es el tipo de dominación que legitima al poder. Y lo hace por entender que el poder sólo se transforma en autoridad política cuando la necesidad de su utilización institucional es reconocida consensualmente por la sociedad.” (p. 26-27). Dicho en otros términos, “para Weber no hay dominación política posible si al monopolio de la violencia física que distingue al mismo no lo acompaña la percepción social de que el uso de la mismo por parte del Estado es legítimo. La coacción legal debe estar acompañada por el consenso social.” (p. 27).

Pinto sostiene que Weber postula un individualismo diferente al homo economicus de los economistas, mucho más cercano al aristotélico zoom politikon, “cuya existencia adquiere sentido en el oxígeno cultural de la comunidad en que se forma su personalidad.” (p. 28).

La epistemología hermenéutica fue desarrollada posteriormente por el filósofo Martin Heidegger (1889-1976) y su discípulo Hans-Georg Gadamer (1900-2002).

Gadamer afirma que el individuo se socializa por medio del lenguaje, vehículo privilegiado de transmisión de los valores culturales. A partir de esta socialización se encuentra en condiciones de interpretar el mundo. Esta interpretación no surge de la nada, sino que se da desde el horizonte cultural que distingue a su sociedad. La interpretación consiste en un preenjuiciamiento valorativo que orienta el juicio racional. Es producto intersubjetivo de la cultura en la que estamos insertos. Esto podría implicar caer en el círculo hermenéutico, es decir, no poder salir de esa interpretación orientada por los valores de una cultura determinada. Sin embargo, toda cultura forma a los individuos que la componen como personas, pero también es transformada por ellos. Este proceso ocurre entre distintas generaciones de la misma cultura, pero también entre individuos de diferentes culturas.

“La existencia resulta ser entonces una permanente mediación hermenéutica entre distintas perspectivas de vida. Por eso no tiene sentido hablar de una interpretación definitivamente válida. De esto se deduce que Gadamer coloca en un primer plano la dimensión histórica de la comprensión, el sentido de la acción social surge de una tradición cultural y la comprensión del mismo por sus intérpretes depende de la inserción de éstos en una determinada tradición de investigación.” (p. 30). [5]

Jürgen Habermas (n. 1929) utilizó la hermenéutica filosófica de Gadamer para enfrentar al neopositivismo reinante en las CS. Sostiene que los conceptos centrales de las CS son “conceptos históricamente enraizados” (p. 30). Por ende, los investigadores en CS deben tomar nota (mediante la hermenéutica) de que sus categorizaciones conceptuales están en relación de dependencia con una precomprensión originada en la identificación con una tradición de investigación.

Según Habermas, “los investigadores [los científicos sociales] no pueden (…) plantear una relación objetiva de sujeto a objeto como sucede (…) en las CN. Aquellos hechos que están analizando forman parte de su tradición cultural, o de otra que les es ajena, pero en ambos casos sus criterios valorativos orientan su reflexión crítica. Deben entonces ser conscientes de los prejuicios que han socializado en el transcurso del proceso cultural intersubjetivo en el que tomó forma su subjetividad. Así la comprensión hermenéutica permite a los investigadores alcanzar una autocomprensión de los valores que orientan su análisis, permitiéndoles no una imposible neutralidad axiológica pero sí una objetividad valorativa.” (p. 31).

A pesar de la adhesión de Habermas a muchas de las tesis de Gadamer, también tiene algunas diferencias significativas. Considera que Gadamer, con su reconocimiento a la historia y a la tradición, está bajo la influencia de reminiscencias conservadoras y románticas. Habermas propone una interpretación hermenéutica que no sea una simple continuación de la tradición; “exige entonces la necesidad de un distanciamiento crítico del intérprete, que le permita de este modo tanto incorporar, como dejar de lado, las pretensiones de validez de su tradición cultural.” (p. 31). La interpretación hermenéutica debe ir acompañada de la crítica ideológica, responsabilidad de una sociología crítica. [6]

Gadamer responde a Habermas afirmando que no existe una situación de confrontación entre tradición cultural y reflexión crítica. Acepta la premisa del distanciamiento crítico. Pero rechaza el planteo de Habermas respecto a que el lenguaje es sólo una de las dimensiones de la vida social. No corresponde oponer la política o la economía al lenguaje, pues las dos primeras actividades se encuentran mediadas por el tercero. Es debido a esta mediación que el posible la comprensión hermenéutica de la política y la economía. [7]

Pinto afirma que Gadamer y Habermas permitieron que las CS tomen “distancia de la filosofía y métodos del neopositivismo que tanto las limitaba epistemológicamente, impidiéndoles concretar un desarrollo teórico que fuera congruente con su elefantiásico desarrollo cuantitativo.” (p. 32).

El filósofo francés Paul Ricoeur (1913-2005) integró las tesis de Gadamer y Habermas. Sostiene que “la acción social se basa en una dialéctica de acontecimiento y significado. Una acción social es significativa cuando aporta pautas valorativas, que por serlo se convierten a su vez en los documentos que orientan la acción humana. La acción humana se transforma en acción social sólo cuando se asienta en la historia, cuando a causa de su sedimentación en el tiempo se transforma en institución, depsicologizando su significado. Una acción social resulta ser significativa cuando su importancia supera su inserción espacio – temporal.” (p. 32). [8]

Ricoeur desarrolla el paradigma de lector, como solución a las contradicciones metodológicas de las CS: “No existe una dicotomía sino una dialéctica permanente entre comprender y explicar.” (p. 33). La interpretación hermenéutica escapa del círculo hermenéutico, es decir, de la supeditación al pensamiento original del autor al fusionar los horizontes culturales de éste con los del exégeta. [9]

Pinto termina el apartado afirmando que Ricoeur logra conciliar la hermenéutica filosófica con la ciencia, “al sostener exitosamente que la comprensión asociada a la explicación permiten llegar a una interpretación válida científicamente en las ciencias sociales.” (p. 33).


3] Conclusiones:

El debate epistemológico iniciado en las CS a finales del siglo XIX persiste en la actualidad, pero ya es posible formular algunos de sus resultados:

a)    Reconocimiento por los científicos sociales de la distorsión en la observación de los hechos sociales generada por la doble mediación simbólica. Los prejuicios valorativos del investigador “gravitan fuertemente sobre su juicio crítico en el momento de la elección sobre qué problemas investigar – postergando otros igualmente importantes – y sobre su deducción de cierto tipo de hipótesis, al dejar de lado el análisis de otras que pueden ser igual o mayormente fecundas para la investigación.” Es imposible neutralizar totalmente los prejuicios antropológicos, semánticos y sociológicos. (p. 34).

b)    Si bien la neutralidad axiológica es imposible de alcanzar, el distanciamiento crítico que permite la objetividad científica constituye una responsabilidad ética y metodológica.

c)    El investigador debe ser consciente de que la indagación científica es una búsqueda interminable. No existe una solución definitiva, una teoría que resuelva todos los problemas. Existen respuestas aproximativas, originadas en distintos horizontes culturales.

d)    La acumulación de conocimientos en las CS se da a través del conocimiento de los clásicos. Existen diferentes tradiciones, pero los cultores de una de ellas están obligados a conocer la argumentación de sus adversarios. “Es entonces ese dominio de los conceptos teóricos expuestos por los clásicos, propios y ajenos, el que da inteligibilidad teórica a las ciencias sociales, pese a estar las mismas caracterizadas hoy en día por la vigencia de paradigmas diferentes y controversiales. Un permanente diálogo entre distintas perspectivas conceptuales hace cada vez más fecunda la investigación y más amplia la acumulación del conocimiento. Las ciencias sociales son percibidas actualmente por gran parte de sus cultores como una comunidad de dialogo, la que desde las diferentes tradiciones de investigación que dan lugar a distintos paradigmas, logra empero – eclécticamente – avanzar en el conocimiento a través de argumentaciones contrapuestas avaladas empíricamente.” (p. 37). [10]


Villa del Parque, jueves 5 de abril de 2018


NOTAS:
[1] Pinto engloba a los primeros sociólogos bajo el paraguas del positivismo. Así, Comte, Marx, Spencer y Pareto, “tienen en común el estar convencidos de haber encontrado la ley general que explica el sentido de la historia. Su mecanicismo los lleva a pretender a ocupar en las ciencias sociales un lugar similar al alcanzado por Newton en la física.” (p. 20). En el caso de Marx, esto implica desconocer su rechazo del mecanicismo en los procesos sociales. Véase, por ejemplo, su correspondencia con Vera Zasulich sobre los posibles caminos de la revolución en Rusia.
[2] Pinto rechaza la concepción del individuo desarrollada en el seno de la economía: “El sujeto, que es el protagonista de la interacción humana que distingue una estructura social, no puede ser definido social y políticamente sólo como el individuo racional y calculador que persigue egoístamente la maximización de su interés. Debe ser también considerado como el individuo subjetivo que, al haber interiorizado determinadas reglas de conducta, orienta su acción social y política por una escala de valores. Valores que le transmite una historia social, aquella en la que ha desarrollado su personalidad, en su condición de zoom politikon.” (p. 22). Pinto reconoce [esto es característico de los años ‘90] que la democracia [burguesa] y la economía de mercado [capitalismo] se impusieron mundialmente, pero argumenta que existen diferencias sustanciales entre capitalismos, como las que se dan entre la economía neoliberal de EE.UU. y la economía “socialmente responsable” de Alemania. Dichas diferencias se explican a partir de las diferencias en la intersubjetividad y no por el carácter egoísta y calculador de los individuos. Pinto prepara el terreno para su presentación de la hermenéutica, a la que considera como el mejor instrumento para comprender la sociedad.
[3] En el transcurso del debate epistemológico con el positivismo, el concepto de ciencias morales, acuñado por John Stuart Mill (1806-1873), fue traducido como ciencias del espíritu, término que fue adoptado por los científicos alemanes.
[4] Pinto señala que Weber rechazó las concepciones organicistas y mecanicistas del positivismo, y que eso explica sus fuertes ataques al socialismo de la II Internacional. En la nota 1 planteé mis diferencias con el enfoque de Pinto respecto al marxismo, al que atribuye las mismas características del positivismo. El socialismo de la II Internacional es equiparado al marxismo. Pinto imita el procedimiento weberiano de construir un rival endeble para luego demolerlo con facilidad (Weber hace esto con el marxismo).
[5] Pinto recomienda la obra de Gadamer, Verdad y método, Salamanca, Sígueme, 1991.
[6] Pinto sugiere la lectura de Habermas, La lógica de las ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1990; Habermas, Conocimiento e Interés, Madrid, Taurus, 1982.
[7] La respuesta a Habermas se encuentra en: Gadamer, “Réplica a Hermenéutica y Crítica de las Ideologías”, en Verdad y Método II, Salamanca, Sígueme, 1992.
[8] Ver Ricoeur, Hermenéutica y Acción, Buenos Aires, Docencia, 1985.
[9] Ricoeur afirma que la interpretación debe seguir criterios de validación semejantes a los de la falsación popperiana. Por eso, “una interpretación no sólo debe ser probable, sino que debe ser más probable que otras.” (p. 33). La comprensión equivale al concepto de conjetura, la explicación al concepto de validación. (p.33).
[10] Más allá de otras cuestiones, éste es el punto más discutible del artículo de Pinto, pues deja de lado el carácter antagónico de las teorías que pretende conciliar. Por ejemplo, el marxismo y la sociología comprensiva de Weber son dos visiones irreconciliables de la sociedad y no hay conciliación posible, sin que ello signifique negar el valor de ciertos aspectos de la teoría weberiana. Aclaro que digo esto desde el punto de vista del marxismo. Un weberiano consecuente diría algo semejante respecto a la teoría de Marx.