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viernes, 30 de marzo de 2018

MARX SOBRE LA ACCIÓN POLÍTICA DE LOS TRABAJADORES: LA CARTA A LAFARGUE, 19/04/1870


Mijaíl Bakunin



1] Introducción:

En otra ocasión tuve la oportunidad de referirme a la compilación de textos de Marx, Engels y Lenin, Acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo (Moscú, Editorial Progreso, 1976). Se trata, por cierto, de un trabajo sesgado, para nada favorable a los anarquistas. En el epílogo de la obra (pp. 332-351), redactado por un tal Kolpinski, pueden leerse “perlas” como estas: “el anarquismo corriente socio-político de naturaleza clasista pequeñoburguesa” (p. 332); “el individualismo y el subjetivismo extremos de los anarquistas” (p. 332); “manifestación del revolucionarismo pequeñoburgués” (p. 333); “esta doctrina, ajena al proletariado por su contenido de clase, sustituye el pensamiento revolucionario con la fraseología dogmática” (p. 333). La selección de trabajos reunidos en la obra refleja ese sesgo: no se encuentra en ella ninguno de los pasajes en los que Marx, por ejemplo, reconoce que los trabajadores no pueden recurrir a una herramienta de opresión (el Estado) para lograr su emancipación. Por ello es conveniente acompañar su lectura con la de obras que tienen una actitud mucho más “amable” hacia el anarquismo, como es el caso del libro clásico de Maximilien Rubel y Louis Janover, Marx anarquista (Buenos Aires, Madreselva, 2010).

La lucha entre socialistas marxistas y socialistas anarquistas es innegable. Así, por ejemplo, una de las primeras exposiciones de la concepción marxista de la sociedad se encuentra en Miseria de la Filosofía (1847), cuyo objetivo primordial es la crítica de Proudhon. Los ejemplos pueden multiplicarse, y la compilación que tengo a mi vista recoge prolijamente todo tipo de chicanas de Marx y Engels contra los anarquistas. Del lado opuesto, la cosa no va mejor: podríamos recopilar un libro completo con los adjetivos calificativos que Bakunin dedica a Marx.

Sin embargo, casi siglo y medio después de esas discusiones es posible y conveniente adoptar un punto de vista menos centrado en las diferencias y más enfocado en los aportes de ambos socialismos a la causa común de la liberación de la clase trabajadora. El carácter estatista de los socialismos del siglo XX requiere retomar todas las contribuciones a la crítica del Estado formuladas en el seno del vasto movimiento socialista (vasto en el sentido de que de ninguna manera puede resumirse a su visión marxista). Si se acepta esta afirmación, es claro que resulta imprescindible examinar de un modo crítico las obras de los anarquistas de los siglos XIX y XX.

El presente trabajo es la ficha de lectura de la carta de Marx a Paul Lafargue, fechada en Londres el 19 de abril de 1870, casi un año antes de la Comuna de París. Marx examina críticamente el “programa” de Bakunin en la 1° Internacional. La carta es reproducida de modo incompleto en la compilación mencionada (pp. 25-26).

Para comenzar, cabe decir que Marx distingue tres puntos en el “programa” de Bakunin:

1] la abolición del derecho de herencia;

2] la igualdad de las diferentes clases sociales;

3] la renuncia de la clase obrera a la acción política.

A continuación, paso a exponer el desarrollo de cada punto, no sin antes aclarar que, por razones de espacio, no expondré aquí cuál era la posición de Bakunin a partir de las palabras de éste; me limitaré a comentar las afirmaciones de Marx. Tal como indiqué más arriba, me interesa más destacar el contenido positivo de la crítica de Marx y no la vieja polémica entre marxistas y bakuninistas.

Unas palabras más. La posición de Marx y Bakunin sobre el Estado tiene una importancia que excede largamente lo expresado aquí, pues arroja un punto de vista fructífero para la ciencia política y las ciencias sociales en general, dado que se centra en el carácter de clase del Estado, algo lamentablemente olvidado en estos días. Ahora bien, nadie se atrevería a negar la importancia que tienen las instituciones estatales en las sociedades capitalistas modernas. De ahí que la lectura de los “viejos” Marx y Bakunin puede resultar sugerente aún para quienes no estén interesados en los problemas del movimiento obrero y del socialismo.



2] La abolición del derecho de herencia:

Marx rastrea los orígenes de la consigna. El derecho de herencia era una vieja preocupación del saint-simonismo; estos socialistas pensaban que la abolición de la herencia era una pieza fundamental en la constitución de un nuevo orden social.

Marx adopta una perspectiva diferente a la de los sansimonianos: si hubiera revolución socialista, esta aboliría por decreto la propiedad agraria y el capital [la propiedad privada de los medios de producción]. En este contexto, abolir el derecho de herencia sería innecesario. Sin revolución, en una situación de vigencia “pacífica” de las relaciones sociales capitalistas, la abolición de la herencia es una consigna que equivale a pegarse un tiro en los pies: “una amenaza estúpida que agruparía a todo el campesinado y a toda la pequeña burguesía alrededor de la reacción.” (p. 25).

Desde junio de 1848 (y mucho más desde la derrota de la Comuna de París), Marx tenía una gran preocupación por evitar “el solo trágico del proletariado”, esa situación en la que la clase quedaba aislada de los otros sectores populares (campesinos, pequeña burguesía) y era aplastada fácilmente por la burguesía. Dicho de otro modo, la revolución socialista exige que la clase trabajadora pueda comandar a las otras clases de la sociedad (exceptuando, por supuesto, a la burguesía). Ello implica construir hegemonía en la práctica cotidiana.

La abolición de la propiedad agraria y el capital, corresponden al programa mínimo. La abolición del derecho de herencia, en cambio, no puede formar parte del programa mínimo, pues éste incluye las medidas que tienen por objetivo mejorar la posición económica de la clase obrera y construir la dirección política de la clase obrera sobre las otras clases de la sociedad.

La base teórica de la crítica marxiana a la abolición del derecho de herencia es explicitada en el siguiente párrafo:

“¡Toda esta teoría se basa en el anticuado idealismo, que considera la jurisprudencia actual como la base de nuestro sistema económico, en lugar de ver en nuestro sistema económico la base y la fuente de nuestra jurisprudencia!” (p. 25).

La cuestión del derecho de herencia forma parte de la crítica marxiana del Derecho, parte integrante, a su vez, de la crítica a la concepción idealista de la sociedad. En el terreno político, sirve para comprender los límites del electoralismo y del parlamentarismo. Los problemas sociales (y, por supuesto, el capitalismo en general) no se resuelven en el Parlamento.



3] La igualdad de las clases sociales:

El problema se refiere a la situación de una revolución socialista, que ha derrocado a la burguesía. Marx indica el carácter absurdo de la afirmación: si las clases continúan existiendo, no pueden ser iguales entre sí. Las clases sociales presuponen la desigualdad entre ellas.

Hay que agregar que si hay Estado, hay clases y, por lo tanto, desigualdad social y opresión de una clase por otra.



4] La acción política de la clase obrera:

Marx discute la idea de Bakunin de que la clase obrera tiene que dedicarse a organizar sindicatos, y dejar de lado la política. Es cierto que el objetivo final [programa máximo] del movimiento socialista “es transformar en asociaciones los Estados existentes” (p. 26).

El problema concreto es otro, pues no estamos en una sociedad socialista. Se trata de qué hacer en el marco del capitalismo. ¿Corresponde abandonar la actividad política? ¿Vamos a dejar “a los gobiernos, a estas gigantescas tradeuniones [sindicatos] de las clases gobernantes, que hagan lo que les venga en gana, ya que si tratamos con ellos eso significará que los reconocemos”? Si el movimiento obrero procede así, queda el camino abierto para el monopolio de la política por la burguesía.

Negarse a realizar acción política es proceder como los “viejos socialistas”, quienes pensaban que no había que luchar por mejoras salariales, por cuanto el objetivo del socialismo era luchar por la abolición del trabajo asalariado. Desde la perspectiva de estos socialistas, luchar por los salarios equivalía a aceptar el sistema del trabajo asalariado.

Marx propone una posición diferente: “todo movimiento de clase como tal es y ha sido siempre necesariamente un movimiento político” (p. 26). ¿Qué significa esta afirmación?

Tomemos el caso de una huelga en protesta contra el cierre de una fábrica por la patronal. De un lado, están los trabajadores; del otro, la empresa, la policía y demás fuerzas represivas reprimiendo a los trabajadores. ¿Cómo pueden equilibrar la balanza los trabajadores? Apelando a la solidaridad de otros trabajadores, buscando aliarse con otros sindicatos y otros sectores de la población, etc., etc.

La patronal dispone de la legislación, que es una legislación de clase; del Estado, que es instrumento de represión; de la hegemonía de la burguesía sobre la clase trabajadora. Frente a este poder abrumador (y el poder de la burguesía es siempre abrumador, salvo en períodos revolucionarios) la lucha “exclusivamente” sindical terminaría por aislar al movimiento, aunque éste tenga objetivos “estrictamente” económicos. Por todo esto la lucha de clases es necesariamente un movimiento político.



Villa del Parque, viernes 30 de marzo de 2018

jueves, 24 de agosto de 2017

MARX SOBRE LA POLÍTICA DE LA CLASE OBRERA

La compilación Acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo, publicada en 1976 (Moscú: Editorial Progreso), incluye escritos de Marx, Engels y Lenin. Se trata, por lo menos en lo que hace a los trabajos de Marx y Engels, de una obra sesgada, que pone el acento en los ataques al anarquismo y deja de lado obras fundamentales, como La guerra civil en Francia. Más allá del sesgo, contiene una serie de valiosas indicaciones sobre la concepción marxiana de la política y del partido. A modo de muestra, van estas notas de lectura.



En su carta a Ludwig Kugelmann, fechada el 9 de octubre de 1866 (1), Marx define como revolucionario a “todo movimiento social concentrado, que, por tanto, puede llevarse también por medios políticos”. (p. 23).

La acción política (referida aquí a la acción del movimiento obrero) es equivalente a la concentración de la lucha de clases. ¿Por qué? Porque implica concentrar las luchas dispersas, los esfuerzos individuales, en torno a una disputa por el Estado (la expresión más concentrada del poder social). Para lograr esa concentración es necesario (y esto es tanto más acuciante en las clases explotadas) la tarea de organización política, una de cuyas patas es la lucha ideológica. Usando una imagen boxística, la lucha por el Estado expresa la intención de pararse en el centro del ring, de tener la iniciativa. Si se la descarta, si la califica de lucha “autoritaria”, no por ello se elimina el Estado ni se disminuye su capacidad para golpear, es decir, para disgregar y desorganizar a las clases subalternas). De ahí que Marx entienda por movimiento revolucionario al que demuestra ser capaz de concentrar las fuerzas de la clase trabajadora, contrarrestando la tendencia a la dispersión promovida por  el capitalismo.

En carta a Paul Lafargue, fechada el 19 de abril de 1870 (2), Marx lleva a cabo una discusión de los puntos centrales de la teoría de Bakunin (1814-1876). En ese marco, que no interesa aquí, puede leerse el siguiente pasaje: “proclamar la abolición del derecho de herencia no sería un acto serio, sino una amenaza estúpida que agruparía a todo el campesinado y a toda la pequeña burguesía alrededor de la reacción” (p. 25).

Si se deja de lado la cuestión de la herencia, de la afirmación de Marx se desprende que el proletariado no sólo debe organizarse políticamente de modo autónomo, sino que también tiene que desarrollar una política que le permita nuclear tras de sí la mayoría de la población. (3) Marx y Engels aprendieron esto, sobre todo, en las experiencias de junio de 1848 (4) y de marzo-mayo de 1871. Los bolcheviques aplicaron esta línea en la Revolución de Octubre (por medio de la conformación de un bloque entre obreros y campesinos) y Antonio Gramsci (1891-1937) concretó esto en el plano teórico desarrollando el concepto de hegemonía.

En base a lo expuesto en el párrafo anterior puede establecerse la distinción entre dos líneas políticas de la clase obrera: a) una de ellas pretende desarrollar un política exclusivamente para el proletariado (para una clase obrera idealizada, mistificada), sin pensar en las otras clases subalternas, cuya existencia se desconoce en el terreno práctico (más allá de las declamaciones), o se tiende a asimilarlas a la burguesía; b) otra promueve la autonomía de la clase trabajadora, pero combate todos los vestigios del punto de vista corporativo e impulsa la elaboración de una política que unifique a todas las clases subalternas en torno a la lucha del proletariado. De hecho, la necesidad de construir una organización revolucionaria es una resultante de la necesidad de elaborar una política contrahegemónica, un nuevo bloque histórico.

El argumento de Marx, favorable a la segunda de las políticas esbozadas en el párrafo anterior, cobra pleno sentido si se tiene en cuenta que Marx estudia al capitalismo como una totalidad, en la que sólo para fines analíticos puede distinguirse entre economía y política. Desde este punto de vista, postular la escisión entre lucha económica (o lucha sindical) y lucha política implica adoptar la ideología de la burguesía.

Cuando se desata una huelga por un reclamo de aumento salarial en una fábrica textil del partido de San Martín, por ejemplo, no se trata de un conflicto individual entre los obreros A, B, C y el capitalista R. El carácter social de la lucha sólo es inteligible desde la visión de las clases sociales. Las posiciones de A, B, C y R están dadas por la posición que ocupan en el proceso de producción; R tiene todas las de ganar porque su propiedad es sancionada por el Estado (Código Civil, Código Penal, etc.). Los obreros sólo tienen chance de vencer si se unen y superan la estrechez corporativa. En esta instancia, el enfrentamiento asume la forma de movimiento político. Los obreros tratan de organizarse y la burguesía, por su parte, brega por desorganizarlos.

Si se acepta lo anterior, es claro que la apoliticidad, el rechazo de la política, etc., objetivamente constituyen una política burguesa, puesto que promueven la dispersión de la clase obrera (mejor dicho, refuerzan la fragmentación derivada de las relaciones de producción capitalistas). Todo esto independientemente de las intenciones de los promotores de dichas iniciativas.


Villa del Parque, jueves 24 de agosto de 2017

NOTAS:
(1) Incluida en pp. 23-24 de la compilación mencionada. La carta fue publicada por primera vez en la revista DIE NEUE ZEIT, Bd. 2, n° 2, 1901-1902. Ludwig Kugelmann (1830-1902) era un médico alemán, amigo de la familia Marx.
(2) Incluida en pp. 25-26 de la compilación mencionada. Paul Lafargue (1842-1911), periodista y médico nacido en Santiago de Cuba, fue un militante y ensayista que jugó un papel importante en la difusión del marxismo. Integró el Consejo General de la AIT (1° Internacional) y fue uno de los fundadores del Partido Obrero de Francia. Compañero de Laura Marx, hija de Karl. Su obra más conocida es El derecho a la pereza.
(3) Al margen del argumento principal, puede leerse entre líneas que nunca se concreta la polarización absoluta entre la burguesía y el proletariado; por el contrario, siempre subsisten  - y esto forma parte de la esencia del modo de producción capitalista - elementos, fracciones y clases intermedias.

(4) En Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Marx escribió: “mediante el sufragio universal, otorga la posesión del poder político a las clases cuya esclavitud social debe eternizar: al proletariado, a los campesinos, a la pequeña burguesía.” (Marx, Karl, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, incluida en Marx, Karl, Trabajo asalariado y capital, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, p. 68). La derrota sufrida por los obreros de París en junio de 1848, cuando se vieron empujados a la insurrección por la burguesía, fue leída por Marx como una advertencia trágica acerca de la necesidad de evitar el aislamiento político. La clase trabajadora fue vencida porque no pudo agrupar tras de sí a los campesinos y a los pequeño burgueses.