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lunes, 6 de enero de 2014

BACHELARD Y LA CRÍTICA DEL EMPIRISMO: LA FORMACIÓN DEL ESPÍRITU CIENTÍFICO (1938)




NOTA BIBLIOGRÁFICA:

En esta ficha utilicé la traducción española de José Babini (1897-1984): Bachelard, Gaston. (1988). [1° edición: 1938]. La formación del espíritu científico. México D. F.: Siglo XXI.


FICHA:

La obra (1), contemporánea del libro fundamental de Popper (Logik der Forschung, 1935), constituye una crítica feroz al “empirismo pasivo y registrador”, al que opone el “empirismo activo y pensado” (p. 114). En esta dirección, una de las tesis principales del libro establece la “supremacía del conocimiento abstracto y científico sobre el conocimiento teórico e intuitivo” (p. 125).

Bachelard se propone el estudio del “conocimiento empírico” (p. 17), “el conocimiento del mundo objetivo” (p. 26). Quedan afuera el “conocimiento matemático” (p. 17) y las ciencias sociales.

La obra tiene la siguiente estructura: en el capítulo 1 desarrolla el concepto de obstáculo epistemológico (retomado posteriormente por el sociólogo Pierre Bourdieu). En los capítulos siguientes describe distintos obstáculos epistemológicos (por ejemplo, la experiencia básica, el conocimiento general, etc.).

En las Palabras Preliminares (p. 7-9) esboza una periodización del desarrollo del “espíritu científico”:

a) Estado precientífico (Antigüedad clásica, Renacimiento, siglos XVI-XVIII.

b) Estado científico (Siglos XIX y comienzos del XX).

c) Nuevo espíritu científico: surge en 1905 con la teoría de la relatividad.

En un nivel más general, y fuera de “toda correspondencia histórica”, Bachelard explica que dicha periodización se corresponde al pasaje por tres estadios diferentes: “en su formación individual, un espíritu científico pasaría necesariamente por los tres estados siguientes” (p. 11):

a) Estado concreto: “el espíritu se recrea con las primeras imágenes del fenómeno” (p. 11).

b) Estado concreto – abstracto: experiencia más esquema geométrico. El espíritu adopta una abstracción “representada por una intuición sensible” (p. 11).

c) Estado abstracto: el espíritu rompe con la “intuición del espacio real”, la “experiencia inmediata” y la “realidad básica, siempre impura, siempre informe” (p. 11).

La noción de obstáculo epistemológico aparece en el capítulo I (p. 15-26). Bachelard no alude a “obstáculos externos”, ni a defectos de los sentidos o del espíritu humano. Se trata de obstáculos que forman parte del “acto mismo de conocer”. Son causas de inercia, de estancamiento. (p. 15).

El capítulo II (p. 27-65) trabaja la experiencia básica como obstáculo epistemológico.

“Es la experiencia colocada por delante y por encima de la crítica que, esta sí, es necesariamente un elemento integrante del espíritu científico” (p. 27).

En la experiencia básica “la crítica no ha obrado explícitamente”. Por tanto, “no puede ser un objeto seguro” (p. 27). Bachelard se opone aquí al sensualismo, a la concepción del dato “claro, limpio, seguro, constante” (p. 27).

Frente a esta forma de pensar la experiencia, opone la tesis de que “el espíritu científico debe formarse en contra de la Naturaleza” (p. 27) (2); “para que un hecho sea definido y precisado, es necesario un mínimo de interpretación” (p. 52).

Bachelard no se sirve del concepto de ideología. Sin embargo, véase la siguiente referencia a la Histoire Naturelle de Buffon:

“…las partes de la obra de Buffon donde el objeto no se indica naturalmente al observador, para reconocer la influencia de los conceptos científicos nucleados inconscientemente (…) los retratos de los animales bajo el signo de una falsa jerarquía biológica, están cargados con rasgos impuestos por la fantasía inconsciente del narrador. El león es el rey de los animales, porque conviene a un partidario del orden que todos los seres, aun las bestias, tengan un rey. El caballo sigue siendo noble en su servidumbre, porque Buffon, en sus funciones sociales, quiere seguir siendo un gran señor.” (p. 54).

Mientras que la ciencia premoderna sostenía la creencia en el saber absoluto,

“la doctrina filosófica que afirma la ciencia como esencialmente inacabada es de inspiración moderna. Y es también moderno, ese tipo de pensamiento en expectativa, de pensamiento que se desarrolla partiendo de hipótesis consideradas mucho tiempo como presuntas y que se mantienen siempre revocables.” (p. 57).

Bachelard enfatiza el papel de las experiencias del físico norteamericano Albert Michelson (1852-1931) en el origen del concepto de ciencia relativista, pues el fracaso de éste en mostrar la inamovilidad del éter obligó a las ciencias a modificar sus principios fundamentales. (p. 58).

El capítulo III (p. 66-86) está referido al conocimiento general como obstáculo epistemológico.

La filosofía tiene la “ciencia de la generalidad”:

“Esta ciencia de lo general, es siempre una detención de la experiencia, un fracaso del empirismo inventivo.” (p. 66).

En este punto realiza una referencia a las ciencias sociales, pues afirma que el esfuerzo por brindar definiciones preliminares es potente en la sociología del siglo XX. (p. 68).

El problema con el conocimiento general radica en que

“estas leyes generales bloquean actualmente al pensamiento. Pues ellas contestan en bloc, o mejor, ellas contestan sin que se las interrogue.” (p. 68).

“Cuanto más corto es el proceso de identificación tanto más pobre es de pensamiento experimental.” (p. 68).

“En el entorno de un conocimiento demasiado general, la zona de lo desconocido no se concreta en problemas precisos.” (p. 69).

En este capítulo, el autor hace algunas observaciones sobre la relación entre la matemática y la realidad:

“La matemática misma de los fenómenos está jerarquizada y no es siempre la primera forma matemática la buena, no es siempre la primera forma la que es verdaderamente formativa.” (p. 69).

Aborda luego la cuestión de las tablas (de grados o del método de las variaciones concomitantes), basadas en el registro automático de los datos de los sentidos. Bachelard argumenta que la tabla de presencia ignora las anomalías, las perturbaciones y la física contemporánea “trabaja casi únicamente en la zona de las perturbaciones” (p. 70).

“…la idea de tabla, que parece ser una de las ideas constitutivas del empirismo clásico, funda un conocimiento completamente estático que tarde o temprano traba a la investigación científica.” (p. 69-70).

El autor formula una crítica al empirismo de Bacon, a punto tal que llega a hablar de “la influencia nefasta del baconismo” (p. 71).

Ahora bien, en el capítulo 1 afirma que tanto la “atracción de lo singular” como la “atracción de lo universal” constituyen obstáculos epistemológicos. Entonces, cabe preguntarse cuál es la fuente del dinamismo del espíritu científico. La respuesta de Bachelard es la siguiente:

“La riqueza de un concepto científico se mide por su poder de deformación (…) Para poder englobar nuevas pruebas experimentales, será menester entonces deformar los conceptos primitivos, estudiar las condiciones de aplicación de esos conceptos y sobre todo incorporar las condiciones de aplicación de un concepto en el sentido mismo del concepto (…) carácter dominante del nuevo racionalismo que corresponde a una sólida unión entre la experiencia y la razón. La división clásica que separaba la teoría de sus aplicaciones ignoraba esta necesidad de incorporar las condiciones de aplicación en la esencia misma de la teoría.” (p. 73).

De este modo, los conceptos científicos son construidos,

“…el concepto científico que corresponde a un fenómeno particular es el agrupamiento de las aproximaciones sucesivas bien ordenadas.” (p. 73).

“…la ciencia realiza sus objetos, sin encontrarlos jamás hechos (…) Un concepto se ha tornado científico en la proporción en que se ha tornado técnico, en la medida en que es acompañado por una técnica de realización.” (p. 79).

Bachelard dice que se ubica entre realistas y nominalistas, entre positivistas y formalistas. En este punto, puede establecer una comparación con el caso de Marx, quien rechazaba al viejo materialismo y al viejo empirismo, y les oponía la filosofía de la praxis, donde el conocimiento es presentado como una producción.

Bachelard sintetiza el contenido de este capítulo en este pasaje:

“Un conocimiento que carezca de precisión, o mejor, un conocimiento que no esté dado con sus condiciones de determinación precisa no es un conocimiento científico. Un conocimiento general es casi fatalmente un conocimiento vago.” (p. 86).

El capítulo IV (p. 87-98) analiza un ejemplo de obstáculo epistemológico verbal: la esponja.

Este obstáculo consiste en:

“explicación verbal por referencia a un sustantivo cargado de epítetos, sustituto de una sustancia rica en poderes (…) una sola imagen, hasta una sola palabra, constituye toda la explicación.” (p. 87).

Aborda la cuestión del papel de las metáforas en la ciencia:

“Seducen a la razón. Son imágenes particulares y lejanas que insensiblemente se convierten en esquemas generales. Un psicoanálisis del conocimiento objetivo debe pues aplicarse a decolorar, sino a borrar, estas imágenes ingenuas. Cuando la abstracción haya pasado por ahí, ya habrá tiempo para ilustrar los esquemas racionales.” (p. 93).

Así como en el capítulo anterior realizó una crítica a Bacon, Bachelard enfila ahora sus armas contra Descartes, diciendo que “la duda general es más fácil que la duda particular.” (p. 94).

El capítulo V (p. 99-114) está dedicado al conocimiento unitario y pragmático como obstáculo epistemológico.

“…la ciencia contemporánea se instruye sobre sistemas aislados, sobre unidades parcelarias. Ella sabe mantener sistemas aislados.” (p. 108).

El pragmatismo es definido como:

“Todo pragmatismo, por el mero hecho de ser un pensamiento mutilado, lleva fatalmente a la exageración. El hombre no sabe limitar lo útil. Lo útil por su valorización, se capitaliza sin cesar.” (p. 109).

El capítulo VI (p. 115-153) presenta el sustancialismo de lo oculto, el sustancialismo de lo íntimo y el sustancialismo de la cualidad evidente. Todos ellos son obstáculos epistemológicos.

El capítulo VII (p. 154-175) está dedicado al psicoanálisis del realista.

El libro de Bachelard tiene dos defectos: 1) el lenguaje utilizado es confuso (espíritu, alma, psicoanálisis, etc.), en el sentido de que permiten un fácil deslizamiento al terreno del idealismo y del individualismo metodológico; 2) el punto de partida es el individuo (v.gr, el “espíritu científico”). La ciencia se desarrolla por medio de rupturas individuales. La idea de obstáculo epistemológico es fértil, pero debe ser desembarazada de connotaciones idealistas e individualistas.

Las limitaciones del punto de partida del autor se perciben en el análisis de las piedras preciosas que se halla en el capítulo VII. Allí se observa que Bachelard tiene dificultades para concebir al conocimiento científico como un fenómeno social. Prefiere, en cambio, pensarlo como un problema individual, que exige un psicoanálisis para eliminar los errores. Nótese que al abordar el problema de las piedras preciosas no hace una “sociología” del realista, sino un “psicoanálisis”.

Villa del Parque, lunes 6 de enero de 2014

NOTAS:

(1) Título original: La formation de l’esprit scientifique: Contribution à une psychoanalyse de la connosaince objective. La 1° edición fue publicada por Vrien en 1938.


(2) Afirma que “comprendemos la Naturaleza resistiéndole” (p. 27). Cfr. con el análisis del fetichismo de la mercancía por Marx. La economía política es ciencia en la medida en que se considera a las formas aparenciales como la realidad (naturalización de las mismas). Si, en cambio, se las toma como formas que ocultan las relaciones reales (como la expresión superficial de las mismas), las categorías de la economía política son un obstáculo epistemológico al conocimiento científico. El concepto de obstáculo epistemológico parece aplicable especialmente en las ciencias sociales.

domingo, 21 de abril de 2013

BACHERLARD Y LA NOCIÓN DE OBSTÁCULO EPISTEMOLÓGICO





Gaston Bachelard (1884-1962) fue, entre otras muchas cosas, un filósofo de la ciencia y profesor de física. Su obra La formación del espíritu científico (1938) puede leerse como una crítica del empirismo y del positivismo. En ella formuló el concepto de obstáculo epistemológico, mediante el cual somete a discusión la tesis de que la realidad es transparente a nuestro conocimiento. 
A continuación van unas notas, mero ejercicio de escolar, que intentan precisar la noción de obstáculo epistemológico. No dispongo de tiempo (la necesidad obliga a realizar una multitud de tareas y no permite ocuparse de lo importante) para hacer otra cosa.

ADVERTENCIA: Todas las citas corresponden a la traducción efectuada por José Babini: Bachelard, Gaston. (1999). La formación del espíritu científico. México D. F.: Siglo XXI.

Bachelard se propone estudiar “las condiciones psicológicas del progreso de la ciencia” (p. 15). Para emprender esta tarea adopta un punto de vista basado en la convicción de que “hay que plantear el problema del conocimiento científico en términos de obstáculos” (p. 15). Nuestro autor no concibe estos obstáculos al modo tradicional (como lo hace el empirismo). No se trata de impedimentos externos al conocimiento, que pueden achacarse ya sea a la complejidad o a la fugacidad de los fenómenos examinados, ya sea a la debilidad de los sentidos y/o de la razón humana. Son, por el contrario, obstáculos internos (inseparables) al acto mismo de conocer. 

 
A diferencia del empirismo, Bachelard considera que la experiencia inmediata de los hechos (por ejemplo, registrar las diferencias de temperatura de un líquido x durante n período de tiempo) no tiene sentido en sí misma. La experiencia empírica desnuda jamás es transparente. Por el contrario, Bachelard enfatiza que “el pensamiento empírico es claro, inmediato, cuando ha sido bien montado el aparejo de las razones.” (p. 15).

Toda experiencia empírica se da en el marco de una razón que da cuenta de lo que debemos considerar significativo, de lo que debemos esperar o no esperar que suceda. Es por esto que “se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espíritu mismo, obstaculiza a la espiritualización.” (p. 15). El conocimiento nunca parte de la nada. En todos los casos se conoce sobre la base de conocimientos anteriores, y el conocimiento científico se construye chocando contra esos conocimientos anteriores, que operan como obstáculos para una nueva forma de concebir el fenómeno o el caso en cuestión. Bachelard sintetiza su argumento en la siguiente frase: “Es entonces imposible hacer, de golpe, tabla rasa de los conocimientos usuales. Cuando se presenta ante la cultura científica, el espíritu jamás es joven. Hasta es muy viejo, pues tiene la edad de sus prejuicios.” (p. 15).

En resumen, toda la experiencia anterior, nuestras ideas, nuestros prejuicios, juegan el papel de obstáculos al conocimiento. Estos obstáculos son propios del mecanismo propio del conocer, no son externos a este.

Bachelard sostiene de manera categórica que existe una oposición absoluta entre ciencia y opinión. Mientras que la primera se encuentra impedida “a tener opiniones sobre temas que no comprendemos, sobre cuestiones que no sabemos formular claramente” (p. 16), la opinión, en cambio, lo hace constantemente porque “traduce necesidades en conocimientos” (p. 16). 

La opinión es el resultado de la necesidad de respuestas que tienen los seres humanos frente a los problemas que les presenta el mundo en que viven. Las personas no pueden esperar a tener respuestas, las requieren para sobrellevar su existencia cotidiana. Pero la opinión representa la negación del conocimiento: “al designar a los objetos por su utilidad, ella se prohíbe el conocerlos. Nada puede fundarse sobre la opinión: ante todo es necesario destruirla.” (p. 16). Es por eso que Bachelard afirma que la opinión es el primer obstáculo epistemológico.

La ciencia, en cambio, antes que formular opiniones, empieza por plantear claramente los problemas. Estos últimos no se plantean por sí mismos, sino que exigen el esfuerzo del investigador. “Es precisamente este sentido del problema el que sindica el verdadero espíritu científico. Para un espíritu científico todo conocimiento es una respuesta a una pregunta. Si no hubo pregunta, no puede haber conocimiento científico. Nada es espontáneo. Nada está dado. Todo se construye.” (p. 16).

De manera que la respuesta empirista al problema del conocimiento (se conoce por medio de los sentidos desnudos, sin la intervención de ninguna teoría previa), es radicalmente incorrecta y opera, ella misma, como un obstáculo al conocimiento.

Bachelard, en línea con su concepción de que los obstáculos epistemológicos residen en el acto mismo del conocer, sostiene que aún “las costumbres intelectuales que fueron útiles y sanas pueden, a la larga, trabar la investigación” (p. 16-17). En otros términos, los mismos procedimientos metodológicos que han probado su eficacia en la obtención de conocimiento científico pueden terminar por fosilizarse y volverse conservadores. 

Enfocando la cuestión mencionada en el párrafo anterior desde el nivel de análisis de las condiciones psicológicas del progreso de la ciencia, nuestro autor distingue entre los científicos un instinto formativo, que tiende a la formulación de problemas claros con el objeto de obtener nuevo conocimiento, y un instinto conservativo, que propende a mantenerse en los marcos de los procedimientos y los métodos que han demostrado ser exitosos en otro momento de la ciencia, rechazando las innovaciones y los nuevos puntos de vista. El espíritu conservativo tiene por característica preferir “lo que confirma su saber a lo que lo contradice, en (…) que prefiere las respuestas a las preguntas.” (p. 17).

Bachelard concluye que cuando el espíritu conservativo domina, se detiene el progreso de la ciencia. El espíritu conservativo es, pues, otro de los obstáculos epistemológicos al conocimiento científico.

Bachelard caracteriza al verdadero espíritu científico como un espíritu que tiene como eje de su actividad la formulación de problemas que vayan más allá del conocimiento científico. El espíritu científico es, ante todo, un espíritu que interroga, que formula preguntas. 

Al formular los rasgos principales del conocimiento científico, Bachelard presenta una visión diferente a lo que es aceptado convencionalmente. Así, lejos de buscar la unidad en los fenómenos, “el progreso científico marca sus más puras etapas abandonando los factores filosóficos de unificación fácil, tales como la unidad de acción del Creador, la unidad de plan de la Naturaleza, la unidad lógica.” (p. 18).

El conocimiento científico desconfía de las identidades que se dan en las apariencias, de las semejanzas que se observan en la superficie de las cosas. Es por ello que procura “precisar, rectificar, diversificar, he ahí los tipos del pensamiento dinámico que se alejan de la certidumbre y de la unidad, y que en los sistemas homogéneos encuentran más obstáculos que impulsos. En resumen, el hombre animado por el espíritu científico, sin duda, desea saber, pero es por lo pronto para interrogar mejor.” (p. 19).

Bachelard piensa que el conocimiento empírico y la observación, debido a que comprometen “al hombre sensible a través de todos los caracteres de su sensibilidad” (p. 17), contribuyen a mellar el filo de la abstracción científica (y Bachelard sostiene que el conocimiento científico consiste, precisamente, en un alejamiento continuo de lo concreto para acceder a lo abstracto). El conocimiento empírico, por su misma familiaridad, opera también como obstáculo epistemológico. Su misma evidencia, la fuerza de las sensaciones que ofrece (¡Las cosas son tal como las observamos!, se dice habitualmente), impide ir más allá de la apariencia, de lo empírico. Y la ciencia se construye superando el nivel de lo empírico y accediendo a lo abstracto, a las teorías que explican lo aparente.
Bachelard describe del siguiente modo el papel de lo empírico: “la idea científica demasiado familiar se carga con un contenido psicológico demasiado pesado, que ella amasa un número excesivo de analogías, imágenes, metáforas, y que poco a poco pierde su vector de abstracción, su afilada punta abstracta.” (p. 17). La observación no puede ser tomada, por tanto, en su desnudez de experiencia empírica, no puede ser aceptada así porque sí.

6) Para nuestro autor, el cuestionamiento y la puesta en duda del saber constituido son rasgos primordiales del espíritu científico. Para comprender su posición, hay que tener presente que Bachelard parte de la noción de obstáculo epistemológico. Como ya indicamos, el conocimiento científico no consiste en acumulación de observaciones, sino que consiste en una construcción cuyo primer paso es la formulación de preguntas que cuestionan, precisamente, el saber constituido. 

Bachelard afirma que la “revolución espiritual”, la “mutación espiritual”, es el estado al que tiende el espíritu científico. El estancamiento, el conformarse con lo dado, con el saber constituido, asfixian a dicho espíritu: “A través de las revoluciones espirituales que exige la invención científica, el hombre se convierte en una especie mutante o, para expresarlo mejor, en una especie que necesita mutar, que sufre si no cambia. Espiritualmente el hombre necesita necesidades.” (p. 18).

Nuestro autor comienza afirmando que, así como en filosofía de la ciencia la noción de obstáculo epistemológico no es reconocida, en educación el concepto de obstáculo pedagógico es igualmente desconocido. Los profesores, sobre todo los que dictan materias científicas, no pueden comprender que no se comprenda. El error de los alumnos es, para ellos, el resultado de una insuficiente presentación del tema a estudiar, y por eso repiten una y otra vez la lección, con el objeto de disipar el error de los estudiantes. En otras palabras, el error en la educación científica parece radicar en cuestiones externas al proceso educativo mismo (es decir, el acto de enseñar realizado por el señor profesor es correcto, lo incorrecto es la actitud del alumno o bien una insuficiente repetición del tema por el docente). 

Bachelard afirma que los profesores “no han reflexionado sobre el hecho de que el adolescente llega al curso de Física con conocimientos empíricos ya constituidos; no se trata, pues, de adquirir una cultura experimental, sino de cambiar una cultura experimental, de derribar los obstáculos amontonados por la vida cotidiana.” (p. 21). Así, por ejemplo, cuando en la clase de física se aborda la cuestión de la gravedad, los estudiantes piensan que los objetos caen porque son pesados, no por la atracción gravitatoria. Esta noción de peso forma parte de su saber cotidiano y constituye el bagaje intelectual con el que abordan la clase de Física. El docente no trabaja, pues, con un alumno que es una tabula rasa.

Bachelard expresa así su punto de vista: “De ahí que toda cultura científica deba comenzar (…) por una catarsis intelectual y afectiva. Queda luego la tarea más difícil: poner la cultura científica en estado de movilización permanente, reemplazar el saber cerrado y estático por un conocimiento abierto y dinámico, dialectizar todas las variables experimentales, dar finalmente a la razón motivos para evolucionar.” (p. 21).

Villa del Parque, domingo 21 de abril de 2013