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martes, 3 de enero de 2023

RESEÑA: DURKHEIM, SEGUNDO LIBRO DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SOCIAL (1893)

 

Durkheim en la Universidad de París

Advertencia para bibliófilos:

Para la redacción de esta reseña se utilizó la siguiente edición: Durkheim, E. [1° edición: 1893]. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires, Argentina: Gorla. Traducción de Rocío Annunziata.

Abreviaturas:

DT= División del trabajo


Tal como lo enuncia en la introducción a la obra, Durkheim se propone en el Libro Segundo estudiar las causas y condiciones de la DT.

En primer término, Durkheim se dedica en el capítulo 1 a refutar la tesis de los economistas de que la DT tiene por causa la necesidad de aumentar la felicidad de los individuos. Los progresos de la DT no se traducen en un aumento de la felicidad de las personas, puesto que, si esto fuese así, rápidamente se alcanzaría el máximo nivel posible de felicidad, y las cosas permanecerían entonces en un estado estacionario; además, y esto es todavía más importante, si bien la expansión de la DT genera transformaciones en la sociedad, las mismas no se traducen necesariamente en un aumento de la felicidad de las personas. Por el contrario, el desarrollo de la civilización material (efecto de la DT) tiene como uno de sus efectos el aumento del número de suicidios, hecho que no puede considerarse, justamente, como una muestra del aumento de la felicidad de la sociedad.

Luego de refutar la tesis utilitarista acerca del origen de la DT, Durkheim pasa a demostrar que “el aumento de la DT se debe, pues, al hecho de que los segmentos sociales pierden individualidad, de que los tabiques que separan a los individuos se vuelven más permeables; en una palabra, de que se efectúa entre ellos una coalescencia que deja libre a la materia social para entrar en nuevas combinaciones.” (p. 309). En otras palabras, “la división del trabajo progresa, pues, tanto más cuanto más individuos hay lo suficientemente en contacto como para poder actuar y reaccionar unos sobre otros. Si convenimos en llamar densidad dinámica o moral a este acercamiento y al comercio activo que de él resulta, podremos decir que los progresos de la DT están en relación directa con la densidad moral o dinámica de la sociedad.” (p. 310).

La DT actúa, pues, erosionando la organización segmentaria de las sociedades primitivas. Ahora bien, el aumento de volumen de la sociedad (el incremento de la población de esta) y de la densidad (la mayor frecuencia y regularidad de los contactos entre los individuos), es el factor que determina mecánicamente los progresos de la DT, pues acentúa la intensidad y la dureza de la lucha por la existencia.

En palabras de Durkheim, “la división del trabajo varía en razón directa al volumen y a la densidad de las sociedades, y si progresa de manera continua en el curso del desarrollo social es porque las sociedades se vuelven regularmente más densas y, por regla general, más voluminosas. (…) Decimos, no que el crecimiento y la condensación de las sociedades permiten, sino que necesitan una mayor división del trabajo. No es un instrumento mediante el cual ésta se realiza; es su causa determinante.” (p. 315). “Pero cuanto más se aproximan las funciones, más puntos de contacto hay entre ellas, y más se exponen, por consiguiente, a combatirse. Como, en este caso, satisfacen mediante medios diferentes necesidades semejantes, es inevitable que busquen, en mayor o menor medida, invadirse una a otras.” (p. 319). Esta mayor competencia obliga a los individuos, si quieren sobrevivir, a especializar y a encontrar en esta especialización el espacio del que carecen si se dedican a las mismas actividades que los demás individuos. Es por esto que Durkheim considera que los economistas se equivocan al atribuir a la DT efectos exclusivamente económicos: “Se ve como la DT se nos aparece bajo otro aspecto que a los economistas. Para ellos, consiste esencialmente en producir más. Para nosotros, esta mayor productividad es sólo una consecuencia necesaria, un efecto, del fenómeno. Si nos especializamos, no es para producir más, sino para poder vivir en las nuevas condiciones de existencia que se nos presentan.” (p. 326).

De lo anterior se desprende la preeminencia de la vida social sobre la DT. Durkheim dedica varios párrafos a la refutación del individualismo metodológico, que sostiene que la DT es posible entre individuos aislados. Durkheim sostiene que la competencia en esas condiciones sólo engendraría un aislamiento mayor de los individuos. Así, “la DT une al mismo tiempo que opone; hace converger las actividades que diferencia; acerca a los que separa. Puesto que la competencia no puede haber determinado esta aproximación, es necesario que la misma haya preexistido; es necesario que los individuos entre los cuales se entabla la lucha ya sean solidarios y lo sientan; es decir, pertenezcan a una misma sociedad.” (p. 327).

Para Durkheim, la sociedad no brota de los individuos aislados, como afirmas los economistas; por el contrario, la vida social existe con antelación a la DT, y genera las condiciones para que ésta se produzca. Es, por tanto, un error hacer de la DT el “hecho fundamental de toda vida social” (p. 328). “Hay, pues, una vida social por fuera de toda DT, pero que ésta supone. Es, en efecto, lo que hemos establecido directamente al mostrar que existen sociedades cuya cohesión se debe esencialmente a la comunidad de las creencias y de los sentimientos, y que es de estas sociedades de donde han salido aquellas a las que la división del trabajo asegura la unidad.” (p. 328). De este modo, Durkheim realiza una refutación de los principios del individualismo metodológico.

Luego de haber demostrado en el capítulo 2 del Libro Segundo la centralidad de la vida social y el modo en que ésta determina los progresos de la DT, en los capítulos siguientes del Libro Segundo, Durkheim se dedica a estudiar los factores secundarios que inciden en el progreso de la DT.

En el capítulo 3 demuestra que la DT exige, para progresar, que las diferencias entre los individuos aumenten, y que se produzca un debilitamiento de la conciencia común (ya había mostrado esto en el Libro Primero de la obra al referirse a la disminución de las penas propias al derecho penal en las sociedades en las que predomina la solidaridad orgánica). Durkheim muestra que este debilitamiento de la conciencia común puede observarse a partir del desarrollo de formas cada vez más racionales del derecho, la moral y la civilización en general. Así, por ejemplo, la religión pierde cada vez más su carácter concreto, que la ligaba a la vida cotidiana de los individuos, y pasa a adquirir formas cada vez más intelectualizadas. De esta manera, la sociedad envuelve cada vez menos al individuo y es menos capaz, por consiguiente, de controlar las aspiraciones y pensamientos de éste. Así se crea el campo de posibilidad para al aumento de la individualidad y la mayor divergencia entre los individuos.

En el capítulo 4 muestra que la herencia, que constituye un obstáculo para la DT, va perdiendo fuerza progresivamente.

Finalmente, en el capítulo 5 Durkheim resume las consecuencias de toda su argumentación anterior. En líneas generales, se centra en demostrar las ventajas de la DT construida a partir del aumento del volumen y de la densidad sociales sobre la división fisiológica del trabajo. En este sentido, la DT muestra una mayor flexibilidad para adaptarse a circunstancias cambiantes, siendo esta mayor flexibilidad un derivado de la eliminación paulatina de las barreras que constriñen a los individuos y que son producto de la sociedad segmentada. De esta manera, y lejos de separar y anular a los distintos individuos, la DT (plasmada en la solidaridad orgánica) permite el libre desarrollo de los individuos, sin que esto impida el desarrollo de una solidaridad (una cohesión social) entre los mismos. Como indicamos arriba, todo el Libro Segundo puede pensarse como una refutación del individualismo metodológico.


Villa del Parque, martes 3 de enero de 2022


martes, 16 de julio de 2013

RESEÑA: DURKHEIM, DETERMINACIÓN DEL HECHO MORAL (1906)




Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta reseña se ha utilizado la siguiente edición: Durkheim, Emile. (2000). Sociología y filosofía. Madrid: Miño y Dávila. (pp. 59-86). Es la traducción española de un artículo publicado en el BULLETIN DE LA SOCIÉTÉ FRANçAISE DE PHILOSOPHIE. Incluye una parte de la discusión que tuvo lugar en la reunión llevada a cabo el 11 de febrero de 1906.

Este texto de Durkheim tiene por objetivo principal establecer en qué consiste la realidad moral y cuáles son los caminos para comprenderla. En este sentido, se enmarca dentro de una línea central de su teoría sociológica, consistente en establecer el hecho de que la realidad social no puede ser reducida a la suma agregada de los individuos que la componen, y a que esta realidad genera un substrato propio, colectivo, diferente al de los pensamientos e intenciones meramente individuales de las personas.

Para cumplir su propósito, Durkheim comienza por establecer las principales características del hecho moral:

a) Se trata de reglas investidas de una autoridad especial, es decir, que son obedecidas porque ordenan (noción del deber – Durkheim apunta que este aspecto del hecho moral se asemeja a la concepción kantiana del deber -);

b) Las personas no realizan sus actos sólo porque les son ordenados, es necesario también que éstos contengan un cierto grado de “deseabilidad”, es decir, que su ejecución sea deseada por el sujeto que realiza el hecho moral (difiere en este punto de la concepción kantiana). En este sentido, Durkheim plantea que la noción de deber es el elemento más abstracto del hecho moral, mientras que la “deseabilidad” se encuentra en estrecho contacto con la sensibilidad del individuo. En resumen, todo hecho moral implica una combinación de noción de deber y de idea del bien (esta constituye la base última de la deseabilidad) (p. 60).

Luego de caracterizar el hecho moral y de aclarar sus acercamientos y diferencia con la concepción de Kant (1724-1804), Durkheim se plantea la cuestión de por qué existen los hechos morales (p. 61). En este marco, emprende una crítica de la posición individualista metodológica. Así, sostiene que la calificación de moral nunca fue aplicada a un acto cuyos objetivos fueran exclusivamente individuales, y que ningún individuo constituye en sí mismo un carácter moral. De lo anterior infiere que

si hay una moral, no puede tener por objetivo sino el grupo formado por una pluralidad de individuos asociados, es decir, la sociedad, bajo la condición, no obstante, de que la sociedad pueda ser considerada como una personalidad cualitativamente diferente de las personalidades individuales que la componen. La moral comienza, pues, allí donde comienza el apego a un grupo, cualquiera que sea.” (p. 62).

En verdad, Durkheim retoma aquí y aplicadas al estudio de los hechos morales, sus tesis enunciadas en las obras de la década de 1890, acerca de la irreductibilidad de los hechos sociales a los hechos individuales. De este modo, la sociedad, que sobrepasa al individuo, es una cosa buena que tiende a ser deseada por éste; la sociedad, en esta relación, se presenta a la vez como una cosa buena (algo deseable) y como una autoridad moral cuyos preceptos de conducta  adquieren carácter obligatorio.

Las afirmaciones contenidas en el párrafo anterior no implican que Durkheim proponga la aceptación pasiva por el individuo de la moral imperante en una sociedad. Aquí afirma que

“la sociedad que la moral nos prescribe desear o querer, no es la sociedad tal como aparece ante ella misma, sino la sociedad tal como es o tal como tiende realmente a ser.” (p. 62).

A partir de todas estas consideraciones generales, Durkheim dedica el resto del artículo al análisis de la realidad moral. Sostiene que ésta última puede dividirse en dos aspectos: el aspecto objetivo y el aspecto subjetivo. En su artículo Durkheim dedicará su atención al primero de los dos aspectos. Para ello plantea la conveniencia de saber dónde se encuentra la realidad moral. Durkheim sostiene que las reglas morales se nos presentan como un conjunto de máximas, de reglas de conducta que pretenden regir la vida en sociedad. Pero esta definición no basta, porque hay muchas más reglas que las morales que nos prescriben qué debemos hacer y qué no hacer. Para encontrar lo específico de las reglas morales frente a otros tipos de reglas, Durkheim va a proceder estudiando qué reacciones se producen cuando las reglas son violadas. Aquí, como en otros de sus trabajos, Durkheim vuelve a poner el acento en la sanción, a la que define como “una consecuencia del acto, que no resulta del contenido del acto, sino del hecho de que éste no es conforme a una regla preestablecida. Porque hay una regla anteriormente establecida, y porque el acto es un acto de rebelión contra esta regla, es por eso que entraña una sanción. Aquí desarrolla in extenso los dos aspectos del hecho moral que fueron mencionados arriba; mientras que, por un lado, la regla va asociada a la noción de deber (y en este punto Durkheim apunta que este carácter va dirigido en contra del utilitarismo), también va asociada a cierta deseabilidad que hace más fácil su cumplimiento. No se trata, pues, del mero deber, sino que también este deber tiene que estar asociado a alguna forma de idea del bien. Durkheim señala que esta dualidad del hecho social también se manifiesta en lo sagrado.

Toda el segundo apartado del artículo (pp. 73-83) está dirigido a demostrar la afirmación formulada arriba acerca de que la moral no puede tener su origen en el individuo, sino en el grupo. “La vida comienza allí donde comienza la vida en grupo, porque solamente allí la abnegación y el desinterés toman un sentido.” (76). Como puede verse, esta posición se encuentra radicalmente enfrentada a la del individualismo metodológico.

Por último, en el tercer apartado del artículo (pp. 83-86) Durkheim procura enfrentar la crítica que se le hace y que dice que su posición frente a los hechos morales deriva en la aceptación fatalista de la moral imperante en una sociedad dada. Aquí aclara lo que considera un “malentendido” y afirma que el individuo no debe renunciar de ningún modo a formular sus protestas contra aquellas reglas morales con las que no esté de acuerdo.

”Pero, sea como fuere, no podemos aspirar a otra moral que la que es reclamada por nuestro estado social. Hay en esto un punto de referencia objetivo, con el cual deben relacionarse siempre nuestras afirmaciones. La razón que juzga en estas materias no es, pues la razón individual movida no se sabe por qué inspiraciones interiores, por qué preferencias personales; es la razón que se apoya en el conocimiento, elaborado tan metódicamente como es posible, de una realidad social dada, a saber: la realidad social. De la sociedad, y no del yo, depende la moral.” (p. 85).

En definitiva, es la ciencia la que puede proporcionarnos una guía para orientarnos en el vasto océano de las realidades morales. Y Durkheim se preocupa por dejar en claro que la ciencia, que opera metódicamente acumulando paulatinamente información, no puede brindarnos ni soluciones exactas, ni puede dar respuesta inmediata a nuevas situaciones. En dichos casos, son los individuos quienes deben tomar las decisiones. Sin embargo, esto se halla bien lejos de los principios del individualismo metodológico.

En resumen, en este artículo Durkheim demuestra que los hechos morales no son construcciones individuales sino que se trata, por el contrario,  de reglas que brotan de la sociedad misma.

Villa del Parque, martes 16 de julio de 2013