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domingo, 28 de enero de 2024

UNA PEQUEÑA EXCURSIÓN POR LA TEORÍA DEL CAPITAL HUMANO, VERSIÓN T. W. SCHULTZ

 

Desierto de Gobi

Ariel Mayo (UNSAM / ISP Dr. Joaquín V. González)

 

“Los hombre olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio.”

Maquiavelo, El príncipe

 

“La desvalorización del mundo del hombre crece en proporción directa a la

valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías;

se produce a sí mismo y al trabajador como una mercancía.”

Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844

 

El economista estadounidense Theodore William Schultz (1902-1998) es conocido por sus estudios en el área de la economía de la educación. Fue uno de los creadores y principales exponentes de la teoría del capital humano (TCH a partir de aquí), junto al economista Gary Becker (1930-2014). Recibió el Premio Nobel de Economía en 1979, junto al economista británico Arthur Lewis (1915-1991), por sus investigaciones en el desarrollo económico, particularmente las referidas a los problemas de desarrollo de los distintos países.

La TCH tuvo su auge en la década de 1960, si bien sus orígenes se remontan a la década anterior. Surgida en el contexto de la expansión de los sistemas educativos (sobre todo en el nivel secundario y universitario) luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la TCH brindó una justificación teórica al aumento del gasto público en educación. Para sus partidarios, la inversión en capital humano se traducía en un aumento de la productividad individual y proporcionaba la base técnica para un rápido crecimiento económico. La TCH fue sometida a fuertes críticas y cuestionamientos en la década de 1970, derivadas del fracaso de políticas públicas basadas en sus proposiciones (como la “guerra contra la pobreza” en EE. UU., y las política de apoyo al crecimiento económico del Tercer Mundo). Sin embargo, ello no significó su pase al olvido, sino que sus defensores se refugiaron en el campo de la sociología de la educación y desde allí ejercieron considerable influencia sobre los organismos financieros internacionales que se ocupan de la educación. Además, y esto ya constituye material para otro artículo, la teoría fue adoptada por los políticos de las corrientes “neoliberales” y, más acá en el tiempo, por los llamados “libertarios”. [1]

Más allá de los vaivenes que experimentó a lo largo de su historia, la TCH vino para quedarse, dado que proporciona (intenta hacerlo) legitimidad a las políticas educativas del capitalismo en el siglo XXI. Ello justifica su estudio y su crítica. Por estas razones, en Miseria de la Sociología decidimos prestarte atención. Fieles a nuestra costumbre, optamos por abordar el análisis de los textos de sus principales exponentes, recurriendo sólo de manera accesoria a las fuentes secundarias.


Las líneas principales de la teoría fueron expuestas por Schultz en 1960, en un discurso ante la Asociación Estadounidense de Economía, publicado luego en forma de artículo. [2] En ese texto, Schultz trata de explicar los motivos por los que el capital humano es ignorado por los economistas. El autor considera que esta omisión es significativa, pues sostiene que una porción relevante del crecimiento económico se explica por la inversión en capital humano y porque buena parte de lo que conocemos como consumo es inversión en capital humano.

En definitiva, procura de dar respuesta a la pregunta: ¿por qué cuesta reconocer que la habilidad y el conocimiento son una forma de capital?

El texto se encuentra dividido en los siguientes apartados: 1) Los economistas omiten tratar el tema de la inversión humana; 2) Crecimiento económico y capital humano; 3) Alcance y esencia de esas inversiones; 4) Observación final sobre los aspectos políticos del problema; Bibliografía.


La presente exposición no es más que una síntesis de los puntos fundamentales del artículo de Schultz, más algunos comentarios. El objetivo es que el lector se familiarice con los aspectos principales de la TCH y, de ese modo, pueda realizar un abordaje crítico de la misma.

El texto tiene dos ventajas, derivadas de haber sido concebido inicialmente como un discurso: es breve y va al grano, sin irse por las ramas. Esto no es poca cosa, sobre todo cuando uno se gasta la vista leyendo publicaciones académicas.

Schultz comienza señalando que los economistas reconocen que “los seres humanos constituyen una parte importante de la riqueza de las naciones”, pero no tienen en cuenta “la simple verdad de que las personas invierten en sí mismas y que estas inversiones son importantes” (p. 16).

Nuestro autor plantea que la moral y los principios filosóficos se encuentran entre los principales obstáculos al reconocimiento de la existencia del capital humano, pues prohíben considerar a los seres humanos como “bienes de capital”. Ese punto de vista fue expresado por el filósofo y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873), quien afirmó que los habitantes de un país no deben ser considerados como riqueza, sino que la riqueza tiene que servir a los seres humanos. En el fondo, considerar a las personas como capital parece implicar que éstos pierden su libertad y se transforman en instrumentos de la acumulación capitalista. [3]

Schultz no está de acuerdo con la concepción expresada en el párrafo anterior y la despacha rápido, planteando que: “invirtiendo en sí mismos, los hombres pueden ampliar la esfera de sus posibilidades de elección” (p. 16). De este modo, las personas se libran de caer en las formas de servidumbre, porque amplían el margen de su autonomía. Dicho así, parece ser una variante más de la vieja frase “el conocimiento libera”, dado que esa mayor autonomía se logra mediante la “inversión en sí mismo”, sobre todo en el terreno de los estudios en el sistema educativo. Sin embargo, la utilización por Schultz del vocabulario económico (“inversión”) conduce el pensamiento hacia un terreno específico, reduciendo el alcance de la autonomía alcanzada mediante el conocimiento. En este sentido, resulta sintomático que Schultz piense que la única forma de lograr autonomía en nuestra sociedad sea (me adelanto un poco) aumentando la dotación de capital que posee cada individuo; dicho en otras palabras, las personas tienen que hacerse capitalistas para ser libres, pues de lo contrario vivirán sometidas…al imperio del capital (por supuesto, no es este el lugar para cuestionar los alcances de la libertad alcanzada en tanto capitalista).

Schultz se queja de que la corriente principal de la teoría económica siguió firme en su rechazo a aplicar el concepto de capital a los seres humanos. En este sentido, los economistas continuaron adhiriendo a la noción clásica consistente en identificar el trabajo con el trabajo manual “que requiere pocos conocimientos y habilidades”, cualidad que poseen casi todos los trabajadores.

En este punto hay que decir que nuestro economista presenta de un modo unilateral algunas cuestiones. En primer lugar, los economistas reconocen explícitamente que los seres humanos son un elemento central de la producción capitalista; de hecho, se considera al trabajo (la actividad de esos seres humanos) como uno de los factores de producción, junto al capital y la tierra. En el enfoque adoptado por Schultz las personas (en la medida en que inviertan en sí mismas) pasan a ser capital; si se mantiene la noción de factores de producción, desaparece (o se reduce considerablemente el factor trabajo), pues los trabajadores pasan a ser capitalistas. En segundo lugar, esa consideración del ser humano como elemento del proceso de producción capitalista implica su subordinación a las necesidades de acumulación del capital (algo que ya fue señalado por Marx en los Manuscritos de París de 1844). La realidad del proceso económico, no las ideas de los filósofos o las máximas morales, determinan que las personas se encuentran sometidas a la “servidumbre” del capital.

Schultz acelera el argumento y enuncia su idea fundamental:

“Los trabajadores se han convertido en capitalistas (…) por la adquisición de conocimientos y habilidades que tienen un valor económico. Esos conocimientos y habilidades son en gran parte el producto de la inversión y, junto con otras inversiones humanas, explican principalmente la superioridad productiva de los países técnicamente avanzados.” (p. 17) [4]

Cabe volver a insistir aquí en algo ya indicado anteriormente: sin querer, Schultz dice entre líneas que, para ser libre en el capitalismo es preciso convertirse en capitalista. Su afirmación tiene otro corolario interesante: si todos son capitalistas, no existe el menor resquicio para hablar de explotación, pues no hay trabajadores a quienes explotar. Y también se esfuma la noción misma de clase social; sólo hay individuos que gestionan los diferentes tipos de capital que poseen. En otros términos, Schultz nos propone una verdadera “utopía” capitalista.

Según el autor, la afirmación anterior permite explicar numerosas situaciones, tales como la mejor remuneración percibida por los trabajadores afroamericanos frente a sus homólogos blancos. Estas diferencias son producto de las diferencias en educación entre unos y otros. Contar con más años de permanencia en el sistema educativo permite acceder a mejores salarios. Detrás del reduccionismo propuesto por Schultz, se encuentra la afirmación de que, una vez desaparecidas las clases sociales, la diferencia entre los individuos en el marco de una economía de mercado, que hace de la competencia su regla básica de conducta, radica en su educación.

La inversión en seres humanos produce rendimiento a lo largo de un amplio período. Se trata de inversión en educación, en formación profesional y en movimientos migratorios de los jóvenes.

Schultz enuncia otra idea central: “El capital humano ha ido sin duda aumentando a un ritmo sustancialmente mayor que el del capital reproducible (no humano).” (p. 20) Esto es una consecuencia de la inversión humana. Así, explica el incremento de los salarios de los trabajadores en EE. UU. en la segunda posguerra como “un rendimiento de la inversión realizada en los seres humanos” (p. 21) El capital humano también permite explicar: a) la rápida recuperación de los países europeos en la segunda posguerra (a pesar de la destrucción de capital físico); b) las dificultades de los países pobres para hace un uso eficaz de las inversiones externas.

A continuación, Schultz da el paso siguiente y pasa a utilizar la denominación recursos humanos para designar a las personas.

Los recursos humanos tienen componentes cuantitativos (número de personas; porcentaje de la población activa, número de horas trabajadas, etc.) y cualitativos (habilidad, conocimientos y atributos similares). Respecto a estos últimos componentes, los gastos para mejorar estas capacidades aumentan la productividad de los individuos.

El autor se plantea la cuestión de ¿cómo medir calcular la magnitud de la inversión humana? Dado que la inversión humana incide en el aumento de los ingresos, se toma dicho aumento como indicador del rendimiento de la inversión.

Algunas de las actividades que mejoran la capacidad humana: 1) facilidades y servicios de sanidad; 2) la formación profesional; 3) la educación formal en todos sus niveles; 4) programas de estudio para adultos organizados por las empresas; 5) migraciones individuales y familiares para ajustar las cambiantes oportunidades de empleo.

Schultz se concentra en la inversión en educación, dado que aumentó a un ritmo muy rápido y que “por sí misma puede muy bien explicar una parte importante del, otra manera inexplicado, aumento en los ingresos de los trabajadores” (p. 25). Su análisis es cuantitativo, se preocupa establecer la magnitud de la inversión en educación y su rendimiento. Para ello utiliza varios supuestos no desarrollados en este artículo.

Afirma que una parte importante del crecimiento no explicado de la economía estadounidense en las últimas décadas se explica a partir de la inversión en educación.

Schultz dedica el final del artículo al examen de los aspectos políticos del problema. Entre esos aspectos destaca que las leyes impositivas discriminan en contra del capital humano. Además, sostiene que existen numerosos obstáculos a la libre elección de la profesión (menciona la discriminación racial y religiosa). [5] Por último, señala un problema en la asistencia económica a los países del Tercer Mundo, pues ella se concentra en el capital físico y deja de lado el capital humano, generando un límite fuerte a la eficacia de esa asistencia (pues pronto se agota la reserva de personal calificado para operar la tecnología más avanzada proporcionada por la inversión externa). [6]

Escribe a modo de conclusión: “Verdaderamente, la característica más distintiva de nuestro sistema económico es el crecimiento del capital humano. Sin él, habría únicamente trabajo manual y pobreza, excepto para aquellos que obtienen rentas de la propiedad.” (p. 31)

Llegamos al final de esta brevísima excursión por las tierras de la TCH. Ya sabemos en qué consiste y cuáles son sus planteos principales. También hemos formulado algunas (brevísimas) consideraciones. Todo esto es el punto de partida, no la llegada. En los tiempos que corren se pueden hacer muchas cosas, menos subestimar los argumentos del enemigo.

 

 

Balvanera, domingo 28 de enero de 2024


NOTAS:

[1] Javier Milei (n. 1970), quien asumió a la presidencia de Argentina en diciembre de 2023, creó el Ministerio de Capital Humano y subsumió en esa nueva estructura al viejo Ministerio de Educación.

[2] Schultz, Th. W. (1972). Inversión en capital humano. En M. Blaug, Economía de la educación (pp. 17-33). Madrid, España: Tecnos.

El artículo fue publicado originalmente en inglés en 1961: Investment in Human Capital. American Economic Review, (51), pp. 1-17. Se basa en el discurso pronunciado ante la Asociación Estadounidense de Economía [American Economic Association] en 1960.

Para la TCH pueden consultarse:

Aronson, P. P. (2005). La "teoría del capital humano" revisitada [ponencia]. IV Jornadas de Sociología de la UNLP. La Argentina de la crisis: Desigualdad social, movimientos sociales, política e instituciones, La Plata, Argentina. [23 al 25 de noviembre de 2005] http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.6705/ev.6705.pdf

Becker, G. (1983). El capital humano. Madrid, España: Alianza.

[3] El autor menciona tres economistas que consideraron a las personas como capital: Adam Smith (1723-1790), Johann Heinrich von Thünen (1783-1850) e Irving Fisher (1867-1947).

[4] Esta afirmación tenía un “atractivo directo (…) para los sentimientos procapitalistas [por] su insistencia en que el trabajador es un detentor de capital corporizado en sus habilidades y conocimientos, y que tiene la capacidad de invertir (en sí mismo). Así, en un atractivo golpe conceptual, el asalariado, que no es propietario y que no controla ni el proceso ni el producto de su trabajo, es transformado en capitalista.” (Karabel, J. y Halsey, A. H. (s. d.). La investigación educativa: Una revisión e interpretación. Traducción de Jorge G. Vatalas, p. 11. [Material preparado para la cátedra de Sociología de la Educación].

[5] Schultz critica la forma en que se lleva a cabo la asistencia estatal a los sectores de bajos ingresos: “Los bajos ingresos de determinados grupos sociales han sido durante mucho tiempo materia de interés público. La política, con demasiada frecuencia, se centra sólo en los efectos, ignorando las causas. Gran parte de los bajos ingresos de muchos negros, puertorriqueños, mejicanos, agricultores emigrantes, agricultores pobres y algunos trabajadores viejos, son producto de una escasa inversión en su salud y educación.” (p. 29)

[6] “Las naciones del Tercer Mundo eran pobres, no a causa de las relaciones económicas internacionales, sino debido a características internas, especialmente a su carencia de capital humano.” (Karabel y Halsey, op. cit., p. 12)



sábado, 1 de junio de 2013

FICHA DE LECTURA: DURKHEIM, PEDAGOGÍA Y SOCIOLOGÍA (1902)





Nota bibliográfica:
Es la lección inaugural pronunciada por Durkheim cuando tomó posesión de su cátedra en la Sorbona, en 1902. Fue publicada en la “Revista de Metafísica y Moral”, número de enero de 1903. Todas las citas de esta ficha corresponden a la traducción española realizada por Janine Muls de Liarás: Durkheim, Emile. (1996). Educación y pedagogía. Barcelona: Península. (pp. 95-116).

Durkheim mostró siempre un gran interés por los temas de la educación. No es este el lugar para desarrollar el papel que jugaba aquellos en su teoría sociológica, ni tampoco para reseñar su contribución al desarrollo de la Sociología de la Educación. Basta con decir que la educación era fundamental en el proyecto teórico-político de Durkheim, pues concebía a ésta como un vehículo fundamental para inculcar los valores y las normas de la sociedad a las jóvenes generaciones. En otras palabras, mediante la educación podían crearse las condiciones necesarias para la estabilidad de la sociedad capitalista.

En este texto hay dos cuestiones centrales. Por un lado, la concepción del carácter social de la educación, eje del pensamiento durkheimiano. Por otro lado, la delimitación del campo específico de la Sociología de la Educación respecto a otras disciplinas, como la Pedagogía y la Psicología. 

Durkheim comienza discutiendo la concepción de la Pedagogía acerca de la educación:

“Hasta estos últimos años (…) los pedagogos modernos estaban casi unánimemente de acuerdo para ver en la educación una cosa eminentemente individual y para hacer, por consiguiente, de la pedagogía un corolario inmediato y directo puramente de la psicología. Tanto para Kant como para Mill, para Herbart como para Spencer, la educación tendría ante todo por objeto el realizar en cada individuo, pero llevándolos hasta su mayor grado de perfección posible, los atributos constitutivos de la especie humana en general. Se planteaba como una verdad de evidencia que existe una educación, y tan sólo una que, con exclusión de cualquier otra, conviene indiferentemente a todos los hombres sean cuales sean los condicionamientos históricos y sociales de los que dependen éstos, y es este ideal abstracto y único que los teorizantes de la educación se proponían determinar. Se admitía que hay una naturaleza humana, cuyas formas y propiedades son determinables de una vez para siempre, y el problema pedagógico consistía en investigar de qué forma la acción educacional debe ejercerse sobre la naturaleza humana definida de esta suerte.” (p. 97).

La crítica durkheimiana constituye un caso particular de la discusión del individualismo metodológico emprendida por Durkheim en Las reglas del método sociológico. En su opinión, el error central de la pedagogía tradicional radicaba en su individualismo esencialista, basada en la creencia en la existencia de una naturaleza humana ahistórica e inmutable. 

Durkheim resume así el individualismo de esta pedagogía:

“El educador no tendría (…) nada de esencial que añadir a la obra de la naturaleza. No crearía nada nuevo. Su papel se limitaría a impedir que esas virtualidades existentes se atrofien debido a la inacción, o se desvíen de sus cauces normales, o se desarrollen con demasiada lentitud. Partiendo de esta base, los condicionamientos de tiempo y de lugar, el estado en que se encuentra el medio social pierden todo interés para la pedagogía. (…) Lo que realmente importa es su naturaleza. Y la ciencia que tiene por objeto describir y explicar el hombre individual es, precisamente, la psicología.” (p. 98).

Si se acepta la tesis de que la educación es un asunto individual, la pedagogía debe apoyarse en la psicología, pues ésta última es la que se encuentra en condiciones de establecer en qué consiste la naturaleza humana. Vista con atención, la pedagogía sigue el mismo esquema que la economía clásica, que funda su explicación de los mecanismos del mercado en las tendencias inherentes a la naturaleza humana (por ejemplo, el egoísmo como factor que promueve la competencia).

La fundación de la Sociología de la Educación requiere, por tanto, la refutación del esquema individualista enunciado en los párrafos precedentes. Durkheim lleva adelante esta tarea afirmando el carácter social de la educación. 

Ante todo, sostiene que,

“No tan sólo es la sociedad la que ha elevado el tipo humano al rango de modelo que el educador debe esforzarse en reproducir, sino que también es ella la que lo modela y lo modela según sus necesidades. Pues, es un error pensar que esté incluido por entero en la constitución natural del hombre, que tan sólo baste descubrirlo en ésta a través de una observación metódica (…). El hombre que la educación debe plasmar dentro de nosotros, no es el hombre tal como la naturaleza lo ha creado, sino como la sociedad quiere que sea; y lo quiere tal como lo requiere su economía interna.” (p. 104).

Al revés de lo que piensan los individualistas metodológicos, la educación responde a las necesidades de la sociedad y no a una supuesta esencia humana inmutable y válida para todos los tiempos.

“En resumidas cuentas, muy lejos de que la educación tenga por objetivo único o principal al individuo y sus intereses, ante todo es el medio a través del cual la sociedad renueva de continuo los condicionamientos de su propia existencia.” (p. 106).

Luego de ajustar cuentas con el enfoque individualista, pasa a formular su concepción del carácter social de la educación. Según la misma, la educación tiene dos finalidades principales. Por un lado, tiene que respetar la división del trabajo existente, formando los especialistas necesarios para cubrir los puestos de dicha división:

“Es la sociedad la que, para poder subsistir, necesita que el trabajo se reparta entre sus miembros y se reparta entre ellos de tal forma y no de tal otra. Éste es el motivo por el cual la sociedad se preocupa de preparar, a través de la educación, los trabajadores especializados de quienes está  necesitada. Por consiguiente, es para ella y también es por ella que la educación se ha ido diversificando de esta guisa.” (p. 100).

Por otra parte, la educación tiene que cumplir la función de inculcar en las nuevas generaciones las ideas compartidas por los miembros de la sociedad (en términos marxistas, la ideología dominante en esa sociedad):

“La sociedad no puede vivir más que si existe entre sus miembros una homogeneidad suficiente. La educación perpetúa y refuerza dicha homogeneidad inculcando por adelantado en la mente del niño las similitudes esenciales que supone la vida colectiva.” (p. 106).

En síntesis, la educación combina la formación especializada, necesaria para reproducir los saberes y habilidades requeridos por la producción capitalista, con la inculcación de una ideología común a todos los miembros de la sociedad. La educación es, por tanto, una y múltiple:

“De no existir una cierta diversidad, toda cooperación resultaría imposible. La educación asegura la persistencia de esa diversidad necesaria diversificándose ella misma y especializándose. Consiste, pues, bajo uno u otro de esos aspectos, en una socialización metódica de la joven generación. (…) [El ser social constituye el conjunto] un sistema de ideas, de sentimientos, de costumbres, que expresan en nosotros, no nuestra personalidad, sino el grupo o los grupos diferentes a los que pertenecemos; tales son las creencias religiosas, las creencias y las prácticas morales, las tradiciones nacionales o profesionales, las opiniones colectivas de todo tipo. (…) Crear ese ser [social] en cada uno de nosotros, ésta es la meta de la educación.” (p. 106).

El ser social es, por supuesto, la encarnación de la ideología de la clase dominante en la sociedad, aunque Durkheim estaría en desacuerdo con esta afirmación. No obstante, la concepción de la educación como una y múltiple permite aclarar la cuestión del papel de la educación en la reproducción social y obliga a pensar mejor las cosas a los apóstoles de la educación “transformadora” en todas sus variantes.

A partir de la dilucidación del papel social de la educación, Durkheim pasa al tema de la determinación del campo específico de la sociología de la educación, demarcándolo de la pedagogía. 

Aquí establece una distinción respecto a la determinación de los fines y la elección de los medios de la educación. En el primer caso, “el papel de la sociología resulta preponderante” (p. 111). En el segundo caso, reconoce que la psicología “recobra sus derechos”:

“Si bien el ideal pedagógico expresa ante todo necesidades sociales, no puede realizarse más que en y por individuos. Para que sea algo más que una simple concepción del espíritu, una vana orden expresa de la sociedad a sus miembros, se debe encontrar la fórmula de ajustar a éste la conciencia del niño. Ahora bien, la conciencia tiene sus leyes propias que se deben conocer para poderla modificar, cuando menos si se quiere uno ahorrar los tanteos empíricos que la pedagogía tiene precisamente por objeto reducir al mínimo. (…) es a la psicología y, más especialmente, a la psicología infantil a la que compete resolver estas cuestiones.” (p. 112).

De modo que en la cuestión de los medios, la pedagogía tiene que apoyarse en la psicología. No obstante esto, Durkheim sostiene que la sociología puede contribuir también en este tema:

“Ante todo, dado que los fines de la educación son sociales, los medios a través de los cuales dichos fines pueden ser logrados deben tener, necesariamente, el mismo carácter. Y, en efecto, entre todas las instituciones pedagógicas quizás no exista ni una sola que no sea análoga a una institución social de la que reproduce, de forma reproducida y extractada, las características principales.” (p. 113).

En síntesis, Durkheim afirma que la sociología tiene un papel central en el ámbito de la reflexión sobre la educación, al definir los fines de ésta y participar en la elaboración de los medios para educar. La pedagogía no puede hacer estas tares por sí misma y tiene que ceñirse, en lo que hace a los fines, a los postulados de la sociología. En lo que hace a los medios, la pedagogía tiene que apoyarse tanto en psicología como en la sociología.


Villa del Parque, sábado 1 de junio de 2013

domingo, 31 de octubre de 2010

COMENTARIOS A "PREFACIO: TEORÍA CRÍTICA Y SIGNIFICADO DE LA ESPERANZA", DE PETER MCLAREN


Peter McLaren



El texto que comentamos sirve de introducción a una compilación de artículos de Henry Armand Giroux (n. 1943), Los profesores como intelectuales [1º edición: 1988] (Barcelona, Paidós, 1987). (1).

Peter McLaren (n. 1948) esboza una especie de sinopsis de la trayectoria intelectual de Giroux, que incluye tanto las obras principales de este autor como también los principales autores que ejercieron influencia sobre su obra.

Para organizar estas notas voy a dividirlas en dos apartados: a) consideraciones generales sobre el conjunto de la obra de Giroux; b) periodización de dicha obra, distinguiendo entre un primer período influido por el marxismo y las teorías de la reproducción social, y una segunda etapa marcada por el influjo de las teorías de los estudios culturales.

A] CARACTERIZACIÓN DE LA OBRA DE GIROUX.

Ante todo, McLaren comienza abriendo el paraguas, "lo que sigue no es sino un ensayo sumamente modero para esclarecer algunos aspectos generales de la obra de Giroux" (p. 11).

Dos características dan el tono a la producción teórica de Giroux, que van más allá de sus afirmaciones puntuales sobre tal o cual cuestión: 1) Giroux se rehúsa a cristalizar una versión canónica de su teoría. McLaren lo expresa así: "su constante alejamiento de los rígidos parámetros de la certeza doctrinaria. Su rechazo a permitir que su obra se convierta en tributaria de cualquier forma de ortodoxia (...) sus esfuerzos por fecundar sus ideas con puntos de vista procedentes de otros ámbitos teóricos han provocado un ininterrumpido refinamiento de sus intereses intelectuales y políticos y, en último término, un punto de vista renovado e integrado." (p. 21). "...resulta especialmente difícil situar la obra de Giroux dentro de una escuela concreta de pensamiento, por la sencilla razón de que raramente toca el mismo tema sin redimensionar sus límites y enriquecerlo con nuevos matices y puntos de vista." (p. 21); 2) su "pasión por la justicia y la igualdad", su apasionamiento que choca con las virtudes de "distanciamiento" y "tranquilidad" propugnados por los académicos. Según McLaren, esta características proviene de sus experiencias juveniles en el barrio obrero de Rhode Island en que se crió. Sólo gracias a una beca para jugar básquet pudo ingresar en la Universidad.

B] PERIODIZACIÓN DE LA OBRA DE GIROUX.

McLaren sostiene que pueden distinguirse dos grandes etapas en la producción teórica de Giroux, a saber:

a) Sus ensayos sobre clase social e instrucción escolar, escritos a finales de la década del '70. Se advierte en ellos la influencia de William Pinar, Jean Anyon y Michael Apple (n. 1942). En un primer momento, Giroux fue tributario de un cierto determinismo causal y de un marxismo economicista; luego, su perspectiva se tornó más compleja al recibir la influencia de la nueva sociología del conocimiento, a través de autores como Michael Young (1915-2002) y Basil Bernstein (1924-2000); las obras de Raymond Williams (1921-1988); los trabajos sobre subculturas juveniles de Stuart Hall (n. 1932), Richard Johnson, Paul Willis y otros miembros del Center for Contemporary Cultural Studies de la Universidad de Birmingham; sus lecturas de Antonio Gramsci(1891-1937), Paulo Freire (1921-1997), los autores de la escuela de Frankfurt. Las obras clave del período son Ideology, Culture and the Process of Schooling (Filadelfia, 1981), y Theory and Resistance in Education (1983).

Giroux partió de una posición reproductivista (la educación capitalista tiene que reproducir las condiciones materiales y morales de la sociedad capitalista), que fue modificando en la medida en que comenzó a familiarizarse con los estudios culturales: "el concepto de cultura tuvo que politizarse para salir del estrecho campo de categorías como el arte, la poesía, el teatro y la literatura, y el refundirse teóricamente como ámbito de contestación ideológica y material. Esta reformulación de la cultura contribuyó también a que Giroux rechazase el punto de vista marxista clásico, que contemplaba la cultura como un simple reflejo de la base económica (...) Los intentos de establecer una correspondencia cuasi especular entre la economía y el currículo fallaron, en opinión de Giroux, al no poder explicar la asimilación de diversos elementos culturales e ideológicos en nuestras escuelas y en la sociedad en general." (p.16).

En Theory and Resistance impugnó la concepción de la reproducción social y cultural propuesta por Samuel Bowles (n. 1939) y Herbert Gintis (n. 1940) en Schooling in Capitalist America (1976). Las escuelas son algo más que simples lugares de reproducción social y cultural; las escuelas no se definen exclusivamente ni por la lógica de la dominación ni por la del capital; los profesores son algo más que simples peones de la clase dominante. Cultura, poder e ideología actúan de formas variadas para formar tanto las subjetividades de los estudiantes como para mantener la separación jerárquica entre grupos dominantes y grupos subordinados. Los individuos no son: a) ni reflejos de una naturaleza humana y ahistórica; b) ni víctimas pasivas atrapadas en la red de las formaciones ideológicas (como sostenía Louis Althusser). Por el contrario, "son capaces de utilizar el conocimiento crítico para alterar el curso de los acontecimientos históricos. Para Giroux, los individuos son al mismo tiempo productores y producto de la historia." (p. 17).

La incomprensión del concepto de cultura en la doctrina marxista tradicional impide "una comprensión clara de cómo se produce, se vehicula [sic], se legitima y se recusa el sentido en las escuelas y en otras instituciones educativas." (p. 17). Si bien la esfera económica y las relaciones de producción son importantes, el eje del análisis debe pasar por los conceptos de cultura y poder para explicar las estructuras históricas de dominación y lucha (p. 17). La Pedagogía Crítica se convierte en consejera de la Desesperanza y se deja de lado o se subestima la lucha antihegemónica en el campo de la cultura escolar (p. 17).

b) Su interés por el tema de la acción y la resistencia estudiantil caracteriza la segunda etapa de la producción teórica de Giroux, que se inicia a comienzos de la década del '80. Recibe la influencia de Stanley Aronovitz (n. 1933), Anthony Giddens (n. 1938) y Paul Willis (etnógrafo, autor de Learning to Labour).

Los educadores críticos tienen que centrar su atención en el proceso de resistencia que se verifica en las escuelas: "existen espacios y tensiones dentro de las situaciones escolares que ofrecen a los estudiantes la posibilidad de resistencia. Reconociendo la primacía del capital y de las desiguales relaciones de poder como elementos determinantes de la opresión, Giroux insiste en que aquéllos no eliminan completamente la posibilidad de contestación ni la lucha que transforma las situaciones." (p. 17). En esta concepción, las escuelas son concebidas como "lugares de la lucha y de posibilidad" (p.18), no como máquinas reproductoras. "La categoría de resistencia no pretende servir de simple complemento a la insistencia mecáncia en la reproducción social y cultural, sino que representa una reconstrucción teórica de cómo están situadas, investidas y construidas las subjetividades como parte del complejo mundo de la regulación moral y política." (p. 18).

Giroux desarrolla un concepto propio de ideología, muy diferente al de Louis Althusser (1918-1990) en "Ideología y aparatos ideológicos del Estado". Así, la ideología es pensada como "una movilización de sentido cuyos efectos pueden verse en la manera en que los individuos van clasificándose a través de las contradicciones y complejidades de la vida de cada día. (...) es (...) una forma de experiencia, construida como tal activamente y perteneciente en lo fundamental al orden de lo vivencial, que está en conexión con los modos en que se entrecruzan sentido y poder en el mundo social. La ideología se deja traslucir por medio de imágenes, gestos y expresiones lingüísticas, relacionadas no sólo con cómo y qué se piensa, sino también con cómo y qué se siente y se desea." (p. 18). De este modo se puede comprender el papel de la ideología en la producción de subjetividades dentro de los dominios privado y público. La experiencia encierra posibilidades transformadoras: los profesores tienen que lograr que el conocimiento del aula sea relevante para los estudiantes, para ligarlo así con su experiencia vital. Los profesores tienen que lograr que la experiencia de los estudiante se se convierta en algo relevante y crítico (p. 19). El conocimiento y la experiencia tienen que ser emancipadores, permitiendo que los estudiantes desarrollen la imaginación social y el coraje cívico para intervenir en su autoformación. (p. 19).

Junto a Stanley Aronovitz, Giroux desarrolló el concepto de escuela como "esfera pública democrática" (p. 19). (2). El argumento es el siguiente: 1) las escuelas, como las organizaciones políticas, las iglesias y los movimientos sociales, promueven la instautación de los principios democráticos y de prácticas sociales por medio del debate, el diálogo y el intercambio de opiniones. (p. 19); 2) la democracia se define en el nivel de las formaciones sociales, comunidades políticas y prácticas sociales que son reguladas por los principios de justicia social, igualdad y diversidad. (p. 19). La tarea de los educadores críticos consiste en formular un "lenguaje público para educadores" que permita reconstruir la vida pública en función de la lucha colectiva y del interés social. (p. 20). (3).

En Education Under Siege (escrito en colaboración con Aronovitz; 1985) Giroux comienza a apropiarse de la obra de Michel Foucault, sobre todo de la concepción del conocimiento como poder. Giroux modifica la concepción tradicional de intelectual. El conocimiento deja de ser pensado como algo objetivo y neutral, y es incorporado a las relaciones de poder, que producen tanto el poder mismo como los individuos que se benefician con él. Los grupos dominantes convierten determinadas formas de conocimiento en "regímenes de verdad". Los docentes tienen que discutir dichos regímenes. ¿De qué manera? Asumiendo un rol de intelectuales transformativos (4), que emprenden una práctica de transformación arremetiendo contra los conocimientos "neutrales" (p. 20). El intelectual deja de ser sinónimo de individuo elitista, excéntrico y dedicado a la manipulación de ideas. (p. 20). Rechaza, por tanto, la neutralidad del científico defendida por el mundo académico; al contrario, Giroux ve a su obra como un proyecto político en marcha. (p. 21). Niega, por tanto, la distinción entre el rol de intelectual público y el del profesor universitario. (p. 21).

Finalmente, McLaren describe así la concepción que tiene Giroux de la pedagogía: "la pedagogía es sobre todo una praxis política y ética, así como una construcción condicionada social e históricamente; la pedagogía no debe limitar su campo de acción a las aulas, sino que está comprometida en todas aquellas estructuras que pretenden influir en la producción y construcción de significado, es decir, en el modo en que se producen y en el tipo de conocimiento y de identidades sociales producidas dentro de un medio de conjuntos particulares de relaciones sociales. La pedagogía no tiene que ver únicamente con las prácticas de la enseñanza, sino que implica también un reconocimiento de la política cultural que sirve de soporte a tales prácticas." (p. 122).

De un modo muy discreto, McLaren apunta algunas diferencias teóricas con Giroux: "hay en ellos [en los escritos de Giroux] puntos sobre los que se puede y se debería suscitar un debate, para impugnarlos si el caso lo requiere, como exigencia de todo proceso permanente de diálogo." (p. 12-13); "el hecho de que Giroux no haya eliminado [de los escritos reunidos en el volumen al que pertenece el texto de McLaren que estamos comentando] algunas incoherencia, en modo alguno les resta importancia como desafío para profesores e investigadores que tratan de comprender las complejas interacciones entre la enseñanza, la construcción de la identidad, el desarrollo de las relaciones sociales democráticas y el desafío de la transformación social." (p.22). Pero no ahonda en este terreno.

Buenos Aires, domingo 31 de octubre de 2010

NOTAS:

(1) El texto de McLaren se encuentra en las páginas 11-24 de dicha obra. Hay que decir que Giroux y McLaren forman parte de la denominada Pedagogía Crítica, y que McLaren es amigo de Giroux.
(2) En la obra Education Under Siege (1985).
(3) El lenguaje no sólo refleja la realidad social, sino que también es constitutivo de lo real. (p. 20).
(4) El concepto de intelectual transformativo fue utilizado por primera vez por Aronovitz y Giroux en Education Under Siege (1985).