“La crisis en que se hallan comprometidas Inglaterra y Francia a la vez,
acabará con el completo abandono del sistema feudal y
el establecimiento exclusivo del sistema industrial.”
Saint-Simon, Catecismo político de los industriales (1823)
El profesor Irving Zeitlin es autor de un libro clásico sobre la historia de la sociología: Ideology and the Development of Sociological Theory (Englewood Cliffs: Prentince-Hall, 1968). Esta obra se caracteriza, entre otras cosas, por dedicarle un espacio considerable a los precursores de la moderna teoría sociológica, es decir, los autores que comenzaron a diferenciarse de la filosofía política y a elaborar un cuerpo teórico cuyo núcleo era el análisis del capitalismo, esa nueva forma de organización social que estaba reemplazando al feudalismo.
Entre los precursores ocupa un lugar destacado Claude-Henri de Rouvroy, conde Saint-Simon (1760-1825). Zeitlin dedica el capítulo 6 de la obra a presentar los lineamientos principales de la teoría social de Saint-Simon. Esta ficha es un resumen de dicho capítulo, con comentarios propios y agregados varios.
Saint-Simon constituye un caso singular, pues ha sido considerado uno de los padres de la sociología, uno de los primeros defensores del industrialismo y de la tecnocracia y, como si esto fuera poco, uno de los creadores de la teoría socialista. Tal variedad de caracterizaciones, cada una de las cuales contiene algo de verdad, es consecuencia de la época histórica en la que vivió Saint-Simon, y de la manera peculiar en la que éste interpretó las características de esa época; Saint-Simon vivió una era de transición y fue plenamente consciente de ello; esa conciencia le permitió construir una obra compleja, plagada de ideas fructíferas y de errores grandiosos.
Al hablar de transición nos referimos al largo pasaje del feudalismo al capitalismo. No es posible esbozar aquí los rasgos principales de dicha transición; basta con señalar que abarcó todos los aspectos de la cultura, desde la economía y la política hasta las costumbres cotidianas y las ideología. Saint-Simon experimentó de manera más o menos directa dos sucesos fundamentales de esa transición: la Revolución industrial inglesa, iniciada hacia 1770 y que permitió el despegue definitivo del capitalismo; y la Revolución Francesa de 1789, cuyas consecuencias inmediatas fueron el final de la monarquía y de la nobleza feudales. [1] Para un observador situado en 1800 y que abarcase con su mirada la realidad mundial, estaba claro que ambas revoluciones habían acelerado procesos anteriores, así como también iniciado otros nuevos, cuyo impacto se concretaría en los siglos XIX y XX. Saint-Simon es un ejemplo de este tipo de observador.
Los efectos de la Revolución Francesa fueron más notorios en lo inmediato, dada la índole de la misma. La ejecución de Luis XVI (1793) y la acción de las masas parisinas en las calles horrorizaron a los conservadores de todo pelaje; el orden, entendido como la sumisión incondicional de los pobres hacia sus superiores “naturales”, había sido trastocado; las cosas parecían marchar hacia la hecatombe, en la que la propiedad privada y la jerarquía social sería arrasadas por las masas sedientas de venganza.
La sociología se originó en este caldo de transformaciones económicas, revoluciones políticas, irrupción de las masas y temores de las clases dominantes. Por ello, no es de extrañarse que una parte de los autores que ejercieron influencia en la nueva disciplina hayan adherido a posiciones conservadoras respecto a la Revolución Francesa y a los cambios económicos. Así, Louis de Bonald (1754-1840) y Joseph de Maistre (1754-1821) criticaron el individualismo y la filosofía de la Ilustración desde una perspectiva centrada en la admiración por los “buenos” viejos tiempos medievales, en los que imperaba la autoridad terrenal del señor feudal y la autoridad celestial de la Iglesia. [2] Sin embargo, no todos los conservadores proponían una vuelta a la Edad Media. Auguste Comte (1798-1857), señalado por muchos como el “padre” de la sociología,
“era conservador en un sentido diferente que Bonald y Maistre. Comte no quería conservar el statu quo ante, sino el statu quo, esto es, la sociedad de clase media que entonces estaba emergiendo y consolidándose. La llamada filosofía positiva de Comte era un repudio explícito de la filosofía “negativa” del Iluminismo y de la Revolución. Comte quería conservar el ≪es≫. Cada etapa del desarrollo evolutivo de la sociedad, según él, es necesaria y perfecta. Sentía gran respeto por el orden fáctico existente, que no debía ser trascendido o negado en ninguna circunstancia.” (p. 70)
Saint-Simon, a pesar de sus críticas a la Revolución Francesa, no adhirió a las concepciones conservadoras. Comprendió que el orden surgido de la Revolución de 1789 estaba plagado de contradicciones y que la superación de las mismas debía darse en el marco de una teoría y una política enfocadas en el futuro, no en el pasado. Por estas razones supo leer mejor la transición de un modo más fructífero que su discípulo Comte.
“La filosofía de Saint-Simon (...) que originó prácticamente todas las ideas de Comte y que fue plagiada por este en forma desconsiderada, era una crítica del statu quo, al menos en algunos aspectos limitados. Esta es la razón por la cual a veces se ha considerado a Saint-Simon como uno de los precursores del socialismo.” (p. 70) [3]
El profesor Zeitlin enfatiza una y otra vez la importancia de las contribuciones (así, en plural) de Saint-Simon a las ciencias sociales:
“Los eruditos han demostrado en forma cabal que Saint-Simon desarrolló antes de 1814 todas las ideas importantes que posteriormente Thierry y Comte reclamaron como propias. Estas ideas - el positivismo, el industrialismo, el internacionalismo y una ≪nueva religión≫ - y la originalidad con que las abordó lo convierte, pues, en uno de los pensadores sociales más importantes del siglo XIX.” (p. 71).
En la primera parte del capítulo, Zeitlin presenta a grandes rasgos la teoría de Saint-Simon; luego, dedica sendos apartados a la concepción evolucionista de la historia y a la cuestión de la religión.
Nota bibliográfica:
Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Néstor A. Míguez: Ideología y teoría sociológica. Buenos Aires: Amorrortu. (pp. 70-84).
Abreviaturas:
RF = Revolución Francesa de 1789 / RI = Revolución Industrial
Saint-Simon construyó su teoría de la sociedad a partir de una toma de posición respecto a la respuesta conservadora ante la RF:
“Si bien Saint-Simon admiraba la unidad social de la Edad Media tanto como Bonald, reconocía también que no había manera de volver atrás, con lo cual se separaba de los teóricos del resurgimiento católico. La nueva unidad social debía basarse en una nueva unidad en el dominio del pensamiento, de los principales intelectuales.” (p. 72)
La convicción saintsimoniana de la imposibilidad de volver al pasado se sustentaba en una concepción etapista de la historia (luego retomada casi al pie de la letra por Comte en su conocida teoría de los tres estados):
“El conocimiento humano había pasado por tres etapas de desarrollo: de la teología a la metafísica y de esta a la científica. El estudio de la conducta humana, al que Saint-Simon llamaba ≪fisiología social≫, debía convertirse en una ciencia positiva, del mismo modo que el estudio de los fenómenos físicos se había hecho científico. Así, el conocimiento científico ocupará el lugar del dogma religioso, y los hombres de ciencia e industriales serán la nueva élite ≪natural≫ que reemplazará a los líderes de la sociedad medieval, el clero y la nobleza.” (p. 72)
Los esfuerzos de los conservadores por restaurar el statu quo previo a 1789 eran inútiles, pues la RF expresaba una tendencia histórica, un momento necesario en el desarrollo de la humanidad. Saint-Simon pensaba que la nueva etapa estaba signada por el dominio del pensamiento científico.
“Una nueva élite internacional científico-industrial sustituiría a la vieja élite cultivada y educada de la Edad Media. La ciencia debía cumplir en el nuevo orden la misma función que la religión en el viejo. ¿Cómo? Por medio del positivismo, o sea la aplicación de los principios científicos a todos los fenómenos naturales y humanos.” (p. 72).
La afirmación de la preeminencia de la ciencia en el terreno de la teoría de la sociedad venía a cerrar el largo período en el que dicha teoría estuvo encerrada en los marcos de la filosofía política, cuyo rasgo más significativo era el reconocimiento de la centralidad de la naturaleza humana como factor explicativo de las acciones de las personas. Saint-Simon se propuso realizar en el terreno de la teoría social una revolución semejante a la producida en las ciencias naturales a partir del siglo XVI. La filosofía positivista tenía el objetivo de sentar las bases para el desarrollo del pensamiento científico en el estudio de la sociedad y del Estado. Pero Saint-Simon pensaba que esa transformación debía tener su correlato en el terreno de la política.
“En el cuadro saint-simoniano de la sociedad futura es esencial tanto una élite espiritual como una temporal; la primera está constituida por hombres de ciencia y la segunda por industriales y otros propietarios ≪productivos≫. Se trata de una sociedad autoritaria, en la que una élite científico-tecnológica dominará juntamente con los propietarios.” (p. 73)
En este punto se produce la confluencia entre Saint-Simon y los conservadores: ambos temían la irrupción de las masas en la escena política y querían mantener la jerarquía social. Pero Saint-Simon era más realista en términos políticos y comprendía que las condiciones sociales se habían modificado de manera irreversible. Por eso puso a los industriales en la cima de la nueva organización social surgida de la RF. La sociedad burguesa había llegado para quedarse y había que reconocer a la nueva clase dominante.
“La estructura de la nueva sociedad sigue siendo esencialmente la misma: la ciencia sustituye a la religión como principal fuerza cohesiva de la sociedad y cada élite del viejo sistema es suplantada por una nueva, los científicos por los sacerdotes y los industriales por los señores feudales. El conflicto entre los que tienen y los desposeídos continuará, pero los primeros podrán ahora recuperar el control sobre los segundos. En efecto, Saint-Simon implora a las clases poseedoras que se unan a los grupos más ilustrados de la sociedad, los intelectuales. Tal unión engendrará un orden que sea estable en el cual podrá recuperarse el control sobre los desposeídos, impidiéndose así la revolución.” (pp. 73-74)
En la teoría de Saint-Simon, el capital y la ciencia van juntos. Esta unidad expresa la consolidación del nuevo orden capitalista. Pero Saint-Simon es consciente de la existencia de contradicciones en ese nuevo orden, siendo la principal de ellas la existente entre propietarios y no propietarios. Su énfasis en la necesidad de la unidad de la clase dominante es parte de esa preocupación por el conflicto social.
Saint-Simon analizó la estructura social emergente de las dos revoluciones:
“Tanto en sus primeras obras como en las posteriores, la estructura de cada sociedad nacional es la misma: hay ≪productores≫ y ≪ociosos≫. En la clase ≪productiva≫, Saint-Simon agrupaba a los banqueros, los industriales, los científicos, los administradores y los obreros manuales, en la suposición de que todos ellos tienen intereses comunes. (...) Además, en su esquema de la ≪nueva≫ sociedad, Saint-Simon dejó intacta la estructura de clase y, por ende, la institución de la propiedad privada; el único cambio que propugna es la compensación a los aparceros por el mejoramiento de las tierras que trabajen. La igualdad, según creía, es una idea extraña que no tiene cabida en la civilización europea.” (p. 75)
En este punto se observa cómo la teoría de Saint-Simon se encuentra próxima a las ideas de los conservadores, pues la reivindicación de la jerarquía y el rechazo de la noción de igualdad poseen un aire precapitalista, que calza mal con las relaciones sociales capitalistas.
Otro punto de divergencia respecto al capitalismo reside en las concepciones económicas de Saint-Simon:
“En los primeros años de su labor intelectual (1815-21), las ideas de Saint-Simon en materia económica se alinean claramente en la concepción del laissez-faire. Pero difiere de los economistas clásicos en varios puntos importantes. No ve la producción como un fin en sí mismo, sino como un medio para mejorar las condiciones de vida; y en la sociedad jerárquica y orgánica que propone esto es posible sólo mediante la planificación racional de la producción. (...) También discrepa de la suposición de los economistas clásicos en el sentido de que la busca del bienestar individual conducirá automáticamente al bien general.” (p. 75)
El énfasis en la necesidad de la planificación de la economía hizo que se lo considerara uno de los precursores del socialismo moderno. Sin embargo, cabe señalar que dicho énfasis no implica per se una ruptura con el capitalismo, pues en esta forma de organización social la competencia entre los empresarios (y con otros países) genera dificultades cuya solución requiere de la acción de un capitalista colectivo (el Estado), entre cuyas funciones se encuentra, precisamente, la de elaborar algún tipo de planificación de la economía que mitigue los efectos de la competencia.
Saint-Simon pensaba que no bastaba con la planificación para resolver los conflictos inherentes a la organización capitalista de la sociedad. Era necesario algo más:
“El egoísmo sin medida de los ricos y la rebeldía irrefrenable de los pobres, tendrán efectos desorganizadores en ausencia de una ética mundana de algún género; la nueva sociedad necesitará, pues, un equivalente secular de la religión.” (p. 75-76)
En la inevitable transición del feudalismo al capitalismo las ideas juegan un papel primordial, pues ellas son el fundamento de todo el orden social:
“Para resumir, el conocimiento es, según Saint-Simon, el factor subyacente y sustentador de una sociedad; un sistema social es la aplicación de un sistema de ideas. El desarrollo histórico del conocimiento, o de la ciencia, fue una causa fundamental de la transformación de la sociedad europea.” (p. 77).
En línea con esta concepción, Saint-Simon advirtió sobre la carencia de una ciencia de la sociedad, que fuera el equivalente de la física en el ámbito de la naturaleza:
“Si bien existen ya muchas ciencias, falta la más importante: la ciencia del hombre. Esta es la única ciencia que puede reconciliar los intereses de clases y, por ende, ser el fundamento de una sociedad orgánica unida. La ciencia del hombre debe tomar como modelo a las otras ciencias de la naturaleza, pues el hombre es, a fin de cuentas, parte de la naturaleza.” (p. 77)
Zeitlin cierra el capítulo con dos apartados: el primero está dedicado a la concepción evolucionista de la historia (pp. 78-80) y el último a la relación entre internacionalismo y religión (pp. 80-84). Por razones de espacio omito aquí la consideración de estos temas.
Villa del Parque, lunes 31 de enero de 2022
NOTAS:
[1] Respecto a la actitud de Saint-Simon sobre la RF, el profesor Zeitlin escribe: “En cuanto a la Revolución Francesa tuvo una actitud ambivalente (...), como él mismo lo señala en su autobiografía de 1808: ≪No quise tomar parte en ella porque, por un lado, estaba convencido de que el antiguo régimen no podía perdurar, y por el otro sentía antipatía hacia la destrucción.≫ Documentos del período revolucionario revelan, sin embargo, que fue un adepto de la Revolución más entusiasta de lo que admitió posteriormente. Por ejemplo, renunció a su título aristocrático, preparó el cahier [cuaderno de exigencias y reclamos] de su cantón local para los Estados Generales y presidió la primera reunión de su comuna. Además, en 1793 se le otorgaron dos certificados de civisme [buena ciudadanía] y en otoño del mismo año actuó en hébertist [los hebertistas] y otros círculos radicales de París. Las ideas de Saint-Simon mantuvieron hasta el fin elementos del pensamiento iluminista y revolucionario, pero fusionados, como veremos, con elementos románticos y conservadores.” (p. 71).
[2] Zeitlin dedica el capítulo 5 de su obra al análisis de las concepciones de Bonald y Maistre (pp. 56-69).
[3] Para un resumen de las contribuciones de Saint-Simon al socialismo puede consultarse: Cole, G. D. H. (1980). Historia del pensamiento socialista: 1. Los precursores. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. El capítulo IV (pp. 44-57) está dedicado a Saint-Simon. También es recomendable la obra del historiador argentino Hernán Díaz: De Saint-Simon a Marx: Los orígenes del socialismo en Francia. Buenos Aires: Biblos, 2021.