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viernes, 16 de abril de 2021

WEBER Y LA SOCIOLOGÍA DE LA DOMINACIÓN: LOS TIPOS PUROS DE LA DOMINACIÓN LEGÍTIMA



“Toda la historia del desarrollo del Estado moderno (…) se identifica

con la de la moderna burocracia y de la empresa burocrática.”

Max Weber

 

Max Weber (1864-1920) dedica el cap. IX de la Segunda parte de su obra Economía y sociedad al desarrollo de la Sociología de la dominación.

Esta ficha aborda una parte de ese capítulo, el apartado “Los tres tipos puros de la dominación legítima” (pp. 706-716).

Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de José Medina Echavarría, Juan Roura Parella, Eugenio Ímaz, Eduardo García Máynez y José Ferrater Mora: Weber, M. (1998). Economía y sociedad: Esbozo de sociología comprensiva. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. xxiv, 1245 p. (Sección de Obras de Sociología). Salvo indicación en contrario, todas las citas textuales fueron tomadas de la mencionada edición. Por último, mis comentarios – cuando se desvían demasiado del sentido o el desarrollo del texto original – van entre corchetes.


Legitimidad y dominación:

El profesor Weber formula la definición de dominación al comienzo de EyS. Allí afirma que,

“Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas” (p. 43)

Sin embargo, es mucho más adelante cuando se ocupa de la cuestión de los motivos por los que las personas prestan obediencia a una determinada dominación. Es cierto que la obediencia puede deberse a consideraciones utilitarias (evaluación de las ventajas y desventajas que conlleva obedecer un orden dado), a la mera costumbre o al afecto del súbdito. Pero Weber acota que una dominación fundada en los motivos anteriores sería “relativamente inestable”. Para que la dominación se fortalezca es preciso que se desarrolle alguna forma de legitimidad, esto es, la creencia de que el orden establecido es legítimo y que, por tanto, debe ser obedecido.

Existen tres formas puras de motivos de legitimidad, que serán esbozadas a continuación. [1] Cada una de ellas “se halla enlazada  - en el tipo puro – con una estructura sociológica fundamentalmente distinta del cuerpo y de los medios administrativos” (p. 707).


Dominación legal en virtud de estatuto: (pp. 707-708)

Es la dominación propia de la Modernidad. Su tipo más puro es la dominación burocrática, definida del siguiente modo:

“Su idea básica es: que cualquier derecho puede crearse y modificarse por medio de un estatuto sancionado correctamente en cuanto a la forma. (…) Se obedece, no a la persona en virtud de su derecho propio sino a la regla estatuida, la cual establece al propio tiempo a quién y en qué medida se deba obedecer.” (p. 707)

También la persona que manda obedece, al dar una orden, a una regla fijada en una norma formalmente abstracta, es decir, a una regla que no toma en consideración a los individuos. Así, el que manda es el “superior”,

“cuyo derecho de mando está legitimado por una regla estatuida, en el marco de una «competencia concreta», cuyas delimitación y especialización se fundan en la utilidad objetiva y en las exigencias profesionales puestas a la actividad del funcionario.” (p. 707).

En definitiva, tanto el mando como la obediencia están establecidos en reglas formales, que pretenden abarcar todos los casos posibles en la relación de obediencia.

El tipo de funcionario es el funcionario de formación profesional. En el ideal (por eso hablamos de tipo puro):

“Su administración es trabajo profesional en virtud del deber objetivo del cargo; su ideal es disponer (…) sin la menor influencia de motivos personales y sin influencias sentimentales de ninguna clase, libre de arbitrariedad y de capricho y, en particular, «sin consideración de la personalidad», de modo estrictamente formal según reglas racionales o bien, allí donde éstas fallan, según puntos de conveniencia «objetiva».” (p. 707)

Estos funcionarios profesionales se ordenan en una jerarquía de cargos y existe un derecho de queja reglamentado. Su fundamento es la disciplina del servicio.

Es importante señalar que el tipo de dominación legal abarca la estructura moderna del Estado y el municipio, la relación de dominio en una empresa capitalista privada, en una asociación de finalidad utilitaria, etc. Su difusión va de la mano con la necesidad de “administrar un equipo numeroso y jerárquicamente articulado” (p. 707). [2]

La dominación burocrática es el tipo más puro de dominación legal; nunca se la encuentra en estado puro, “pues ninguna es ejercida únicamente por funcionarios contratados” (p. 708). En las organizaciones políticas los cargos más altos son desempeñados por monarcas (soberanos carismáticos hereditarios), presidentes elegidos por el pueblo (señores carismáticos plebiscitados) o por una corporación parlamentaria. Tampoco el cuerpo administrativo es exclusivamente burocrático. Pero a pesar de la multiplicidad de situaciones existentes:

“Lo determinante es que el trabajo normal corra a cargo, de modo predominante y progresivo, del elemento burocrático.” (p. 707)

Por último, tiene que quedar claro que existen otras formas de dominación legal. Weber da varios ejemplos, entre ellos, los funcionarios designados por turno, por suerte o por elección.


Dominación tradicional: (pp. 708-711)

Esta forma de dominación obtiene su legitimidad “en virtud de creencia en la santidad de los ordenamientos y los poderes señoriales existentes desde siempre.” (p. 708)

Su forma pura es el dominio patriarcal. Aquí la asociación de dominio es comunización; el que da las órdenes es el señor; los que obedecen son súbditos. “Se obedece a la persona en virtud de su dignidad propia, santificada por la tradición: por fidelidad.” (p. 708).

A diferencia de la dominación legal, el dominio se asocia a la persona de quien lo ejerce; con la salvedad de que ésta debe seguir la tradición, la manera habitual de hacer las cosas, cristalizada en las costumbres.

Este tipo de dominación presenta serias dificultades para realizar cambios: “En principio se considera imposible crear nuevo derecho frente a las normas de la tradición.” (p. 709)

A partir de lo anterior es posible establecer los límites de este tipo de dominación:

“Fuera de las normas de la tradición (…) la voluntad del señor sólo se halla ligada por los límites que le pone en cada caso el sentimiento de equidad, o sea, en forma estrictamente elástica: de ahí que su dominio se divida en un área estrictamente ligada por la tradición y otra, de la gracia y el arbitrio libres, en la que obra conforme a su placer, su simpatía o antipatía y de acuerdo con puntos de vista puramente personales susceptibles, en particular, de dejarse influir por complacencias también personales.” (p. 709).

El cuerpo administrativo consta de individuos que dependen directamente del señor (familiares o funcionarios domésticos), o de parientes o de amigos personales (favoritos), o de elementos que le están ligados por un vínculo de fidelidad (vasallos, príncipes tributarios). Su campo de acción se regula en cada caso por la discreción del señor. “De hecho se rige en gran parte por lo que los servidores pueden permitirse frente a la docilidad de los súbditos.” (p. 709).

El profesor Weber distingue dos formas en la modalidad de la posición del cuadro administrativo: a) estructura puramente patriarcal (cuya tipo más puro es el dominio sultanesco). La administración “es totalmente heterónoma y heterocéfala”; el cuerpo administrativo depende por completo del señor, o sea “no existe garantía alguna contra su arbitrariedad, cuya extensión posible es, por consiguiente, mayor aquí que en otra parta alguna.” (p. 709). En síntesis, “el dominio es tratado como un bien corriente de la fortuna del señor” (p. 709); b) estructura de clase, donde los servidores son personas independientes del señor, que poseen una posición social prominente y que acceden al cargo por privilegio o concesión del señor, o por un negocio jurídico (por ejemplo, arriendo del cargo). Ejercen la administración de modo autocéfalo y autónomo, ejerciéndose por cuenta propia y no del señor (dominación gremial). En síntesis, “el poder señorial se halla, pues, repartido entre el señor y el cuerpo administrativo con título de propiedad y privilegiado, y esta división de poderes por clases caracteriza en alto grado el tipo de la administración.” (p. 710)

Existen diversas formas de dominación tradicional. En general, “toda clase de «superioridad» que con éxito asume autoridad legítima en virtud simplemente de habituación inveterada pertenece a la misma categoría, aunque no presente una característica tan clara.” (p. 710)

La dominación tradicional se reproduce en el seno de la familia (entendida ésta como grupo familiar ampliado, que incluye parientes y servidores). [3] Weber remarca que

“la fidelidad inculcada en las relaciones del niño con el jefe de familia constituye el contraste más típico con la posición del trabajador ligado por contrato a una empresa por una parte y con la relación religiosa emocional del miembro de una comunidad con respecto a un profeta, por la otra.” (p. 710)

[Por eso, la comprensión de los rasgos fundamentales de la dominación tradicional permite, por comparación, entender lo específico de la dominación en la moderna sociedad capitalista. En este sentido, puede retomarse el análisis de Karl Marx (1818-1883) en el capítulo 24 del Libro Primero de El capital (1867), quien marca la diferencia entre las relaciones de dependencia personal de los trabajadores y la liberación del trabajador moderno respecto a toda forma de sujeción personal (es libre en términos jurídicos.]

No debe pensarse que la dominación tradicional se basa exclusivamente en la tradición; en ella coexisten un ámbito de actividades ligadas a la tradición, y otro ámbito de actividad libre. Esto se relaciona con la distinción entre la estructura puramente patriarcal de la dominación y la estructura de clase tratada más arriba. Si bien no desarrolla aquí este punto, el profesor Weber sostiene que,

“La separación entre las estructuras patriarcal y de clase de la dominación tradicional es fundamental para toda sociología del Estado de la época preburocrática.” (p. 711)

Por eso es un error tratar la dominación patriarcal como un bloque monolítico: “Toda forma de dominación de clase basada en una apropiación más o menos fija del poder de administración se halla, en relación con el patriarcalismo, más cerda de la dominación legal” (p. 711). En ella existe una competencia de los privilegiados y una división de poderes por clases que recorta el margen de discrecionalidad del señor.

[La dominación tradicional, concebida en su tipo puro, aparece como la forma de dominación menos permeable al cambio; no obstante, hay que tener presente lo expuesto por Weber respecto a la distinción entre las estructuras patriarcal y de clase. Además, la discrecionalidad del señor puede introducir modificaciones en los procedimientos tradicionales. En resumidas cuentas, no existe forma de dominación que sea impermeable a los cambios.]


Dominación carismática: (pp. 711-716)

Este tipo de dominación se da “en virtud de devoción afectiva a la persona del señor y a sus dotes sobrenaturales (carisma) [4] y, en particular: facultades mágicas, revelaciones o heroísmo, poder intelectual u oratorio. Lo siempre nuevo, lo extracotidiano, lo nunca visto y la entrega emotiva que provocan constituyen aquí la fuente de la devoción personal.” (p. 711)

Sus tipos más puros son: el dominio del profeta, del héroe guerrero y del gran demagogo.

La asociación de dominio es la comunicación en la comunidad o en el séquito. El tipo del que manda es el caudillo; el tipo del que obedece es el apóstol.

El carisma implica un grado enorme de autoridad (y de obediencia), pero tiene límites bien precisos: la obediencia cesa cuando el carisma deja de existir. Si el caudillo sufre derrotas militares o no se cumplen sus profecías, pierde autoridad (el carisma deja de existir).

El cuerpo administrativo es elegido en función de su carisma y devoción personal, no por su calificación profesional. La administración carece de toda orientación por reglas, sean éstas estatuidas o tradicionales.

“La forma genuina de la jurisdicción y el zanjamiento de litigios carismáticos es la proclamación de la sentencia por el señor y el sabio y su aceptación por la comunidad (de defensa o de credo), y esta sentencia es obligatoria, siempre que no se le oponga otra, concurrente, de carácter asimismo carismático.” (p. 712)

Weber indica que,

La autoridad carismática es uno de los grandes poderes revolucionarios de la historia, pero, en su forma absolutamente pura, es por completo autoritaria y dominadora.” (p. 713; el resaltado es mío – AM-)

[El carácter extraordinario de la autoridad emanada del carisma explica su capacidad para transformar las relaciones sociales existentes. Esta cuestión no puede ser desestimada al momento de estudiar el cambio social. En esta línea de pensamiento es importante analizar las condiciones de posibilidad del surgimiento del carisma o, dicho de modo más preciso, ¿en qué condiciones sociales se hace viable la aparición de la dominación carismática?]

Como se dijo, “la dominación carismática es una relación social específicamente extraordinaria y puramente personal” (p. 714). Esto da pie a la aparición de un problema político significativo: la cuestión de la sucesión. ¿En otras palabras, es posible la transferencia del carisma a un sucesor? De ser así, ¿cuáles son los mecanismos utilizados para realizar esa transferencia de modo legítimo?

El profesor Weber escribe que la primera pregunta tiene respuesta afirmativa. Para comprender la manera (sería mejor decir, las maneras) en que se efectúa la transferencia del carisma es necesario estudiar la solución que se le da en cada caso determinado al problema de la sucesión. Dedica el resto del apartado (pp. 714-716) a las diferentes modalidades que asumió la sucesión a lo largo de la historia.

 

Villa del Parque, viernes 16 de abril de 2021


ABREVIATURAS:

EyS = Economía y sociedad


NOTAS:

[1] El profesor Weber utiliza en todo el apartado la herramienta metodológica de los tipos ideales. Para una descripción de dicha herramienta puede consultarse EyS, p. 16.

[2] Weber indica que “toda la historia del desarrollo del Estado moderno, en particular, se identifica con la de la moderna burocracia y de la empresa burocrática (…), del mismo modo que toda la evolución del gran capitalismo moderno se identifica con la burocratización creciente de las explotaciones económicas. La parte de las formas de dominación burocrática está en ascenso en todas partes.” (p. 708; el resaltado es mío – AM-)

[3] Weber lo señala expresamente: “La asociación doméstica constituye la célula reproductora de las relaciones tradicionales de dominio” (p. 710)

[4] “Se comprende que la expresión «carisma» se emplea aquí en un sentido desprovisto por completo de significado de valor. Para el sociólogo, la cólera maníaca del hombre-fiera nórdico, los milagros y las revelaciones de cualquier profeta de secano o las dotes demagógicas de Cleón son «carisma» con el mismo título que las cualidades de un Napoleón, de Jesús o de Pericles. Porque para nosotros lo decisivo es si se consideraron como carisma y si actuaron como tal, es decir: si hallaron o no reconocimiento. El supuesto indispensable para ello es el «acreditamiento»: el señor carismático ha de acreditarse como señor «por la gracia de Dios», por medio de milagros, éxitos y prosperidad del séquito o de los súbditos. Si le falla el éxito, su dominio se tambalea.” (p. 713)

sábado, 18 de mayo de 2019

MAX WEBER Y LOS TIPOS DE DOMINACIÓN: LAS FORMAS DE LEGITIMIDAD

“Con frecuencia no es posible en la realidad una separación rigurosa,
pero por eso mismo es más imperiosa la necesidad de conceptos claros.
Max Weber, Economía y sociedad


La lectura de las obras de Max Weber (1864-1920) exige, ante todo, la paciencia para superar su estilo de jurista (la acumulación de definiciones de conceptos resulta intolerable aun para el lector más aplicado) y sus frases largas al estilo de su país. Una vez sorteados estos obstáculos, el estudiante encuentra un océano de ideas y fructíferas sugerencias, algo que no abunda en la literatura sociológica de nuestros días. Leer un clásico siempre es provechoso, pues aunque se esté completamente en desacuerdo con él, no es lo mismo debatir con un individuo mediocre que con un pensador que ha trascendido los límites de su tiempo. Y Weber es uno de estos pensadores.
Inauguro una seguidilla de fichas de lectura sobre Economía y sociedad con el análisis del famoso capítulo III de la Primera Parte, dedicado a “Los tipos de dominación”. Dada mi escasez de tiempo, iré exponiendo el capítulo apartado por apartado. Hoy le toca al turno al apartado 1: “Las formas de legitimidad” (pp. 170-173).
Trabajo con la traducción española de José Medina Echavarría, Juan Roura Parella, Eugenio Ímaz, Eduardo García Máynez y José Ferrater Mora: Weber, M. (1996). Economía y sociedad: Esbozo de sociología comprensiva. México: Fondo de Cultura Económica.  

Fiel a su estilo, Weber aborda el estudio de los tipos de dominación precisando que entiende por ésta. Dominación es “la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos).” (p. 170). [1]
La dominación (también utiliza el término autoridad) puede descansar en motivos muy diversos de sumisión. Pero toda relación auténtica de autoridad requiere siempre “un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer” (p. 170). [2] Al componente de la voluntad hay que agregarle otro elemento indispensable: la existencia de un cuadro administrativo. [3]. Este genera la probabilidad de “que se dará una actividad dirigida a la ejecución de sus ordenaciones generales y mandatos concretos, por parte de un grupo de personas cuya obediencia se espera.” (p. 170). Los motivos por los cuales el cuadro administrativo obedece a su señor, cualquiera sea éste, son diversos: en lo cotidiano domina la costumbre y con ella los intereses materiales, utilitarios; en casos extraordinarios, motivos afectivos y racionales con arreglo a valores pueden ser decisivos. Pero la dominación requiere de otra base (además del interés y del cuadro administrativo: la creencia en la legitimidad. [4]
La experiencia muestra que una dominación no puede sostenerse basándose en motivos puramente materiales, afectivos o racionales con arreglo a valores. Es por eso que toda dominación procura difundir la creencia en su legitimidad.  La clase de legitimidad pretendida determina diferentes tipos de obediencia, de cuadro administrativo y de ejercicio de la dominación. Es por ello que Weber, aplicando una vez más la herramienta de los tipos ideales, se dedica a “distinguir las clases de dominación según sus pretensiones típicas de legitimidad” (p. 170). [5]

Ahora bien, antes de presentar los tres tipos puros de dominación legítima, se dedica a exponer algunas de las características de la dominación.
§  En primer lugar, una observación fundamental: “La legitimidad de una dominación tiene una importancia que no es puramente «ideal» – aunque no sea más que por el hecho de que mantiene relaciones muy determinadas con la legitimidad de la «propiedad».” (p. 171).
Weber no desarrolla en qué consisten estas “relaciones muy determinadas”, pues ello probablemente perjudicaría la argumentación de toda la obra, cuyo propósito es refutar las tesis del materialismo histórico. Pero parece claro que puede establecerse una relación estrecha entre dominación (sobre todo la que se ejerce por medio del poder político) y la propiedad. Los marxistas, que andamos con menos vueltas, diremos que la dominación política tiene por función primordial asegurar la propiedad privada, o, dicho de otro modo, perpetuar la base de la dominación de la clase dominante.

§  En segundo lugar, “no toda «pretensión» [de encontrar obediencia] convencional o jurídicamente garantizada debe llamarse «relación de dominación».” (p. 171).
La relación de dominación admite diversas situaciones fluidas, que van desde la libertad en la aceptación de la dominación hasta la aceptación obligación de la misma. Tampoco puede considerarse como dominación la posición monopólica que ocupa una empresa en una rama de la producción; en este último caso cabe hablar de “influencia”, pues la empresa dominante no ejerce una relación de obediencia inmediata sobre aquellas sometidas a su influencia.

§  En tercer lugar, “la «legitimidad» de una dominación debe considerarse sólo como una «probabilidad», la de ser tratada prácticamente como tal y mantenida en una proporción importante. Ni con mucho ocurre que la obediencia a una dominación esté orientada primariamente (ni siquiera siempre) por la creencia en su legitimidad.” (p. 171).
Aquí aparece en toda su expresión el realismo político weberiano, que desdeña los argumentos idealistas. Afirmar que la legitimidad es el factor primordial de la dominación equivale a pensar que las ideas gobiernan al mundo. La dominación puede ser aceptada por muchos motivos diferentes a la legitimidad. Sin embargo, esto no quita que el carácter, la forma específica de la propia pretensión legitimidad, formulada por la clase dominante, “consolida su existencia y codetermina la naturaleza del medio de dominación.” (p. 171).

§  En cuarto lugar, la obediencia “significa que la acción del que obedece transcurre como si el contenido del mandato se hubiera convertido, por sí mismo, en máxima de su conducta; y eso únicamente en méritos de la relación formal de obediencia, sin tener en cuenta la propia opinión sobre el valor o desvalor del mandato como tal.” (p. 172).
La consolidación de la dominación exige que sea internalizada por los dominados, que ella forme parte de su sentido común, del “orden natural” de las cosas. Si la dominación se sostiene únicamente en la violencia física, resulta inviable en el mediano plazo.

§  En quinto lugar, advierte sobre el riesgo de tomar al pie de la letra la idea de que el dirigente y el cuadro administrativo son “servidores” de los dominados. Esta noción se halla especialmente difundida en las democracias. Weber deja en claro que hay que atribuirles siempre al dirigente y al cuadro administrativo, “un mínimo de poder decisivo de mando, y en consecuencia de «dominación»”. La dominación jamás es horizontal.

§  Por último, una referencia a la escuela. “El ámbito de la influencia autoritaria de las relaciones sociales y de los fenómenos culturales es mucho mayor de lo que a primera vista parece. Valga como ejemplo la suerte de dominación que se ejerce en la escuela, mediante la cual se imponen las formas de lenguaje oral y escrito que valen como ortodoxas. (…) La autoridad de los padres y de la escuela llevan su influencia mucho más allá de aquellos bienes culturales de carácter (aparentemente) formal, pues conforma a la juventud y de esa manera a los seres humanos.” (p. 172).
La escuela es mucho más que el lugar social donde se realiza el proceso técnico de transmisión intergeneracional de conocimientos. Es un ámbito de dominación, donde se forma a los estudiantes para dominar y/o ser dominados.

Distingue tres tipos puros de dominación legítima.
Autoridad legal. “De carácter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad.” (p. 172).
La obediencia es a “las ordenaciones impersonales y objetivas legamente estatuidas y a las personas por ellas designadas, en méritos éstas de la legalidad formal de sus disposiciones dentro del circulo de su competencia.” (p. 172).
Autoridad tradicional. “De carácter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad.” (p. 172).
La obediencia es “a la persona del señor llamado por la tradición y vinculada por ella (en su ámbito) por motivos de piedad (pietas), en el círculo de lo que es consuetudinario.” (p. 172-173).
Autoridad carismática. “De carácter carismático: que descansa en la entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada).” (p. 172).
La obediencia es “al caudillo carismáticamente calificado por razones de confianza personal en la revelación, heroicidad o ejemplaridad, dentro del círculo en que la fe en su carisma tiene validez.” (p. 173).
Los amigos historiadores suelen ver con malos ojos las tipologías weberianas, a las que consideran una especie de imposición arbitraria y externa sobre la realidad histórica. Sin pretender de ningún modo zanjar la cuestión (estoy más cerca de los historiadores que de los sociólogos en este punto), corresponde precisar los alcances de las tipologías en palabras del propio Weber:
“El que ninguno de los tres tipos ideales [de dominación] (…) acostumbre a darse «puro» en la realidad histórica, no debe impedir aquí, como en parte alguna, la fijación conceptual en la forma más pura posible de su construcción. (…) la tipología sociológica ofrece al trabajo histórico concreto por lo menos la ventaja, con frecuencia nada despreciable, de poder decir en el caso particular de una forma de dominación lo que en ella hay de [cada tipo específico de dominación] (…), o bien en lo que se aproxima a uno de estos tipos; y asimismo la ventaja de trabajar con conceptos pasablemente unívocos. Pero con todo, estamos muy lejos de creer que la realidad histórica total se deje «apresar» en el esquema de conceptos que vamos a desarrollar.” (p. 173).
Los esquemas son útiles para introducir un tema, es decir, como vía de entrada al conocimiento. En este sentido, el mejor indicador de su utilidad consiste, paradójicamente, en que el estudiante termina por tirarlos a la basura, porque comprende la complejidad de eso que llamamos realidad.

Villa del Parque, sábado 18 de mayo de 2019

NOTAS:
[1] Reproduce casi literalmente la definición de dominación formulada en el capítulo 1, § 16, p. 43, de la obra que estamos comentando.
[2] Ya se había referido a la autoridad legítima en el capítulo 1, § 7, p. 30.
[3] En el capítulo 1, § 12, afirma que entiende por asociación “una relación social con una regulación limitadora hacia fuera cuando el mantenimiento de su orden está garantizado por la conducta de determinadas personas destinada en especial a ese propósito: un dirigente y, eventualmente, un cuadro administrativo que, llegado el caso, tienen también de modo normal el poder representativo.” (p. 39).
[4] Ya había dedicado atención a la cuestión de la legitimidad en el capítulo 1. Así, por ejemplo, “la disposición a avenirse con las ordenaciones «otorgadas», sea por una persona o por varias, supone siempre que predominan ideas de legitimidad y – en la medida en que no sean decisivos el simple temor o motivos de cálculo egoísta – la creencia en la autoridad legítima, en uno u otro sentido de quien impone ese orden.” (p. 30).
[5] Weber dedicó varios pasajes del capítulo 1 a desarrollar su concepción metodológica de los tipos ideales. Por ejemplo: “El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, del comportamiento que influyen en la acción, como «desviaciones» de un desarrollo de la misma «construido» como puramente racional con arreglo a fines. (…) La construcción de una acción rigurosamente racional con arreglo a fines sirve en estos casos a la sociología – en méritos de su evidente inteligibilidad y, en cuanto racional, de su univocidad – como un tipo (tipo ideal), mediante el cual comprender la acción real, influida por irracionalidades de toda especie (afectos, errores), como una desviación del desarrollo esperado de la acción racional.” (p. 7).  ¿Cómo calibrar el valor de una tipología? Weber contesta “la utilidad de esta división sólo puede mostrarla el rendimiento sistemático que con ella se busca.” (p. 173).