En la década de 1970,
Montoneros (y el resto de las organizaciones y figuras de la llamada “izquierda
peronista”) transformó a Juan Domingo Perón en un líder “revolucionario” y
“antiimperialista”. La acción de la Triple A y de las bandas parapoliciales de la
burocracia sindical, avaladas por Perón, mostró el disparate de tal
caracterización. Durante su década en el gobierno, el kirchnerismo retomó esa
caracterización, aunque en clave que podríamos denominar “progresista”: se
mellaron las aristas “socialistas” (que, aclaremos, en el Perón de la primera
mitad de los ’70 eran meramente declarativas) y quedó un vago antiimperialismo,
mezclado con referencias a la “inclusión social”. Perón dejó de ser un
“revolucionario”, para convertirse en un “patriota latinoamericano”,
denominación que en el imaginario progresista significa algo así como la nada
misma.
El Perón del kirchnerismo se
parece asombrosamente al Perón de “Bombita Rodríguez”, el personaje de
Capusotto. El grotesco es un excelente recurso humorístico, pero no siempre es
una buena elección al momento de analizar hechos históricos. Y tomar como lo
genuino (no en el sentido de la sátira, sino como lo genuino, lo real) un
grotesco da la pauta del carácter del movimiento político que recurre a él. El
Perón de Bombita se ha transformado en el Perón real.
El propósito de estas notas
es “volver al Perón real”, utilizando como instrumento las propias palabras del
general. Desde el vamos aclaro que el autor de estas líneas no es peronista y
que no está proponiendo un retorno a la política de Perón, ya sea ésta la de
1943-1955 o la de 1973-1974. La construcción de una alternativa política de la
clase obrera requiere la crítica de los mamarrachos pergeñados por el
progresismo kirchnerista; dicha crítica exige, para ser sistemática, la
confrontación con el pensamiento de Perón, en la medida en que este construyó
un imaginario retomado luego, aunque de manera parcial y distorsionada, por sus
epígonos kirchneristas.
Para empezar esta serie,
nada mejor que el discurso que marcó la ruptura entre Perón y Montoneros. Cabe
decir que las palabras de Perón el 1° de mayo de 1974 (1) generaron en estos
días un pequeño debate, a partir de un artículo de Horacio Verbitsky (2), donde
este carga a la cuenta de los dirigentes montoneros la responsabilidad de la
ruptura. Verbitsky deforma de un modo tan burdo la historia que casi no vale la
pena emprender la refutación de sus afirmaciones. Sin embargo, es tan grande el
grotesco que se ha edificado en torno a la historia argentina reciente, que es
preciso volver a repetir cosas dichas hace ya largo tiempo.
El Perón que aparece en el
discurso es diferente al Perón de Bombita Rodríguez o al de Verbitsky. Para
comprender la diferencia basta con reproducir los pasajes fundamentales del
discurso, con unas pocas notas aclaratorias.
Respecto al contexto
histórico del discurso cabe decir lo siguiente. El Cordobazo (1969) marcó el inicio de un período en que se agudizó la
lucha de clases entre Capital y Trabajo en Argentina. En paralelo (y
potenciado) con la lucha contra la dictadura, surgió un nuevo activismo obrero,
con fuerte presencia en el nivel de la fábrica. Este activismo desarrolló
concepciones clasistas y, aunque estuvo muy lejos de quebrar la hegemonía
peronista en el movimiento obrero, logró conquistar espacios y preocupar a la
burguesía argentina. Vistas las cosas en perspectiva, la emergencia del
clasismo obrero fue el fenómeno más significativo del período 1969-1976.
Desde el punto de vista de
la clase dominante, la salida electoral de 1973 y el retorno de Perón fueron
jugadas dirigidas a neutralizar el peligro generado por la movilización popular
y el clasismo. Durante la última etapa de su exilio, Perón utilizó a la
izquierda peronista como elemento de presión sobre los militares. Pero su proyecto
político y económico estaba a años luz de cualquier salida socialista.
Capitalismo nacional y comunidad organizada: Perón no ofrecía nada menos ni
nada más que esto. Su alianza con la “burguesía nacional” era uno de los
puntales de este proyecto. Y dicha burguesía (como cualquier fracción burguesa)
requería del “orden” para obtener y asegurar sus ganancias. En las condiciones
de 1973, “orden” era sinónimo de supresión del clasismo. En este punto, Perón
coincidía con los militares y con el conjunto de las fracciones de la
burguesía.
Luego del brevísimo gobierno
de Cámpora, Perón encabezó la lucha contra la izquierda peronista, contra la
izquierda en general y contra el clasismo. López Rega y la Triple A no fueron
el producto de la “locura” o la iniciativa individual de algunos anticomunistas
fanáticos, sino que formaron parte integral del proyecto político de Perón. Las
condiciones de 1973 no eran las mismas de 1943; domesticar a la clase obrera
exigía el terrorismo de las bandas parapoliciales. En este sentido, López Rega
era la otra cara del proyecto de Perón (cuya cara “amable” era el Pacto
Social).
La burocracia sindical se
alió a Perón en la ofensiva contra la izquierda peronista. Para la dirigencia
sindical era fundamental quebrar a la izquierda, en tanto paso necesario en la
ofensiva general contra el clasismo. Hay que destacar que los matones de los
sindicatos actuaron en un todo de acuerdo con la Triple A.
El discurso de Perón del 1°
de mayo de 1974 está en línea con el proyecto político descripto más arriba.
Perón no vaciló en ningún momento al identificar a su enemigo dentro de
movimiento. Perón había retornado al país para estabilizar al capitalismo
argentino, no para hacer la Revolución Socialista (aún entendiendo por
socialismo al llamado “socialismo nacional”). Nada hay de sorprendente, pues,
en los insultos de Perón hacia la izquierda peronista. En todo caso, la
sorpresa de esa izquierda ante los dichos de Perón muestra a las claras las
limitaciones de la política de ésta.
Los ejes del discurso del 1°
de mayo de 1974 son los siguientes:
a) Reivindicación
de la burocracia sindical peronista (la derecha del movimiento). Identificación
de los “trabajadores” con sus “organizaciones”.
“…a través de estos veinte años, las
organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles” (p. 223).
“…quiero que esta primera reunión del
día del Trabajador sea para rendir homenaje a esas organizaciones y a esos
dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica y han visto
caer a sus dirigentes asesinados” (p. 223).
Al hacer el elogio de la
dirigencia sindical (con la que había mantenido ásperos conflictos durante su
exilio), Perón toma partido (una vez más) por la derecha de su movimiento
frente a la izquierda que se hallaba movilizada en la Plaza. Calificar de
“sabios y prudentes” a dirigentes que habían hecho una rutina de la persecución
a toda disidencia en sus gremios es una afirmación grotesca, que esconde la
concesión de carta blanca para la represión a la izquierda peronista. Aquí la
hipocresía de Perón va de la mano con su clara visión de las tareas necesarias
para la concreción de su proyecto político.
Por otra parte, al
identificar a los “trabajadores” con sus “organizaciones” y a éstas con sus
dirigentes, abre la puerta para calificar de “infiltrados” a los militantes
obreros opuestos a la burocracia.
b) Ataques
a la Juventud Peronista (la izquierda del movimiento).
Perón, con lenguaje “sabio y
prudente” califica a los militantes de la JP como “estúpidos que gritan”,
“algunos imberbes que pretenden tener más méritos que los que lucharon durante
veinte años”, “hay algunos que todavía no están conformes con todo lo que hemos
hecho”.
En un político tan
inteligente como Perón la cuestión de los insultos no pasa por un tema
emocional. Perón tenía muy en claro cuáles eran los enemigos de su proyecto
político y cuál era el grado de violencia que había que aplicarles. En las
condiciones de 1974, Perón entendía que la Triple A era la solución al problema
planteado por el clasismo y por la izquierda.
c) Toma de partido por la
derecha contra los “infiltrados” (la izquierda).
“La clase trabajadora argentina, como
columna vertebral de nuestro movimiento, es la que ha de llevar adelante los
estandartes de nuestra lucha.”
Como señalamos arriba (y
esto está en línea con el pensamiento de Perón a lo largo de toda su carrera
política), Perón sostiene la identificación de los trabajadores con sus
organizaciones, y la de éstas con la dirigencia sindical. De modo que son los
burócratas sindicales quienes estaban encargados de llevar adelante la lucha
contra el enemigo. ¿Quién era este enemigo en 1974? Perón aclara la cuestión en
un pasaje verdaderamente antológico:
“[Los días venideros] serán también
para la liberación, no solamente del colonialismo que viene azotando a la
República a través de tantos años, sino también de estos infiltrados que
trabajan adentro y que, traidoramente, son más peligrosos que los que trabajan
desde afuera, sin contar con que la mayoría de ellos son mercenarios al
servicio del dinero extranjero.” (p. 224).
Más allá del imaginario a lo
Bombita Rodríguez, Perón considera a la izquierda como el enemigo, como los
“infiltrados” en el movimiento. Así, deja en claro que no hay espacio para la
negociación y sí para el uso de la violencia para suprimir a la izquierda. En
otras palabras, en 1974 la izquierda peronista no formaba parte del proyecto
político de Perón. En esto no hay ninguna sorpresa, pues la concepción de la
comunidad organizada dejaba afuera la lucha de clases.
d) Defensa del Pacto Social.
Perón ratifica que el eje de
su proyecto es la conciliación entre Capital y Trabajo, expresada a través del
Pacto Social refrendado en 1973.
“Deseo que, antes de terminar estas palabras, lleven a toda la clase trabajadora argentina el agradecimiento del
Gobierno por haber sostenido un pacto social que será salvador para la
República.” (p. 224).
e) Lucha contra la
izquierda.
Perón hace dos referencias
respecto a la lucha contra la izquierda peronista. Con hipocresía, el general afirma
que esa lucha todavía no ha comenzado, cuando la realidad era que la Triple A y
las bandas parapoliciales de los sindicatos estaban aplicando ya la “sabiduría
y la prudencia” a los militantes obreros e izquierdistas.
“…esas organizaciones y a esos
dirigentes sabios y prudentes (…) que han visto caer a sus dirigentes
asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento.” (p. 223).
“…esta reunión, en esta plaza, como en
los buenos tiempos, debe afirmar la decisión absoluta para que en el futuro
cada uno ocupe el lugar que le corresponde en la lucha, que si los malvados no
cejan, hemos de iniciar.” (p. 223).
El discurso de 1° de mayo de
1974 marca a las claras como el Perón del kirchnerismo es una ficción grotesca.
Perón, más allá de las necesidades tácticas de un momento determinado, siempre
jugó a favor de la consolidación del capitalismo en Argentina.
Villa del Parque,
domingo 11 de mayo de 2014
NOTAS:
(1) Las
citas del discurso del 1°de mayo de 1974 están tomadas de: Perón, Juan Domingo.
(1987). Obras completas: Volumen XXVII.
Buenos Aires: Editorial Docencia. (Fiesta del Trabajo y la Unidad Nacional, 1
de mayo de 1974; pp. 223-224).
(2) Verbitsky,
Horacio: “Lo que no pudo ser”, Página/12, domingo 27 de abril de 2004.
2 comentarios:
O sea: La culpa del asesinato de Ortega Peña es de él mismo....Rodolfo tenía tendencias suicidas, por eso provocó que lo asesinaran
Gonzalo, gracias por el comentario. El artículo tiene por objeto describir la posición de Perón frente a la izquierda peronista,a partir de un discurso harto conocido, y tomando en cuenta las peculiares condiciones políticas abiertas a partir del Cordobazo. La referencia a las límites de la izquierda peronista no pretende ser una crítica exhaustiva. Sí me parece importante puntualizar que la imagen de Perón entre la militancia kirchnerista tiene muchísimo de fábula y casi nada que ver con la realidad. En todo caso, la culpa del asesinato de Ortega Peña la tuvo la Triple A, es decir, Perón. Creo haber puntualizado en el artículo las razones que tenía Perón para emprender una ofensiva contra la izquierda peronista. Pära no extenderme demasiado, cabe mencionar el Navarrazo y los ataques al gobierno de la Tendencia en la provincia de Buenos Aires luego del asalto del ERP al cuartel de Azul. Saludos,
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