Vistas de página en total

domingo, 15 de septiembre de 2013

EL “TESTAMENTO POLÍTICO” DE ENGELS: LA CUESTIÓN DE LA AUTONOMÍA DE LA POLÍTICA Y LAS REVOLUCIONES DE 1848



Para mi hijo Nicolás.

Este texto continúa el artículo publicado aquí el viernes 13 de septiembre. Continua el comentario de la “Introducción” de Friedrich Engels a Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, de Karl Marx (1).

Engels aplica las ideas sobre la relación entre política y economía en su análisis de los cambios en la situación política europea a partir de 1848. Corresponde, desde el punto de vista analítico, dos momentos en dicha utilización. El primero consiste en el examen de las causas de la derrota de las revoluciones de 1848. El segundo, en el estudio de las condiciones que posibilitaron el crecimiento del movimiento socialista en las décadas que siguieron a la derrota de las revoluciones.

Las revoluciones europeas de 1848 o, mejor dicho, el ciclo de su desarrollo y derrota, requieren para su explicación del análisis de las condiciones económicas del período (2). Según Engels, Marx llegó a esta conclusión cuando pudo retomar los estudios de historia económica en 1850:

“La crisis del comercio mundial producida en 1847 había sido la verdadera madre de las revoluciones de febrero y marzo, y que la prosperidad industrial, que había vuelto a producirse desde mediados de 1848 y que en 1849 y 1850 llegaba a su pleno apogeo, fue la fuerza animadora que dio nuevos bríos a la reacción europea otra vez fortalecida.” (p. 12).

La lucha por la “libertad” se había dado dentro de límites bien precisos. Las aspiraciones de emancipación de los sectores populares chocaron contra el muro constituido por las posibilidades latentes de desarrollo capitalista, las que comenzaron a desplegarse a partir de 1850. Las condiciones económicas existentes en 1848-1850 eliminaban al socialismo del menú de salidas posibles a la crisis revolucionaria. En este sentido, el texto de Engels puede ser leído como una autocrítica de las ilusiones marxistas en 1848:

“Cuando estalló la revolución de febrero, todos nosotros nos hallábamos en lo tocante a nuestra manera de representarnos las condiciones y el curso de los movimientos revolucionarios, bajo la fascinación de la experiencia histórica anterior, particularmente la de Francia (…) no podía caber para nosotros ninguna duda, en las circunstancias de entonces, de que había comenzado el gran combate decisivo y de que este combate había de llevarse a término en un solo período revolucionario, largo y lleno de vicisitudes, pero que sólo podía acabar con la victoria definitiva del proletariado.” (p. 14-15).

La afirmación del peso de las condiciones económicas va dirigida, aunque suene paradójico, contra las mencionadas ilusiones marxistas de la época. No se trata de establecer un férreo determinismo económico, sino de marcar los límites de lo que es posible hacer en política. Tampoco es, por cierto, el elogio del posibilismo, sino el reconocimiento de que la construcción política no sale de la nada. La voluntad revolucionaria no aumenta el número de opciones disponibles en un momento y lugar determinados, pero es imprescindible para obtener el mejor resultado una vez que se ha tomado partido por una de las opciones del menú. 

La derrota de las revoluciones de 1848 es concebida, por tanto, como la confirmación de que la política revolucionaria no es autónoma y, a la vez, como el quiebre de un modelo de acción revolucionaria identificado con la Revolución Francesa de 1789.

“El período de las revoluciones desde abajo se había cerrado, por el momento; a éste siguió un período de revoluciones desde arriba.” (p. 21).

El ciclo de revoluciones iniciado en 1789 no podía escapar a su carácter burgués, porque las condiciones económicas imperantes durante todo el período (que se cierra en 1848) no permitían otra cosa. La lucha por un régimen democrático era lo mejor a que podían aspirar los sectores populares; sin embargo, los dirigentes y militantes socialistas creían que la instauración del régimen democrático sería el punto de partida para el inmediato pasaje al socialismo. De ahí el énfasis engelsiano en afirmar el peso de la economía sobre la política. 

A modo de resumen de lo anterior, el socialismo no era factible en 1848 porque el capitalismo estaba en pañales. Engels expresa esto de manera rotunda: 

“La historia nos ha dado un mentís a nosotros y a cuantos pensaban de un modo parecido. Ha puesto de manifiesto que, por aquel entonces, el estado del desarrollo económico en el continente distaba mucho de estar maduro para poder eliminar la producción capitalista; lo ha demostrado por medio de la revolución económica que desde 1848 se ha adueñado de todo el continente, dando, por vez primera, verdadera carta de ciudadanía a la gran industria en Francia, Austria, Hungría, Polonia y últimamente en Rusia, y haciendo de Alemania un país industrial de primer orden. Y todo sobre la base capitalista, lo cual quiere decir que esta base tenía todavía, en 1848, gran capacidad de expandirse.” (p. 19).

El límite de las revoluciones de 1848 era la capacidad de expansión de las fuerzas productivas bajo el capitalismo. Dicho en términos generales, el límite de la política es, pues, el conjunto de condiciones económicas. La voluntad, por más tenaz que sea, no puede ir más allá de ese límite. 

Las revoluciones de 1848, a pesar del entusiasmo y la voluntad, no podían ser otra cosa que revoluciones burguesas. Marx y Engels tomaron conciencia de ello dándose la cabeza contra la pared. Pero el horizonte burgués de la política europea también se impuso sobre las esperanzas de los sectores conservadores que derrotaron a los revolucionarios. Ellos también comprobaron en carne propia que era imposible volver al mundo anterior a 1789. Los vencedores terminaron realizando los objetivos (burgueses) de las revoluciones de 1848. Las ilusiones populares fueron desechadas, las realidades burguesas se vieron concretadas. Este, y no otro, fue el contenido de las “revoluciones desde arriba” que se llevaron adelante en las décadas de 1850 y 1860.

Villa del Parque, domingo 15 de septiembre de 2013


NOTAS:

(1) Para la redacción de este trabajo utilicé la traducción española de la “Introducción” de Engels, incluida en la siguiente edición: Marx, Karl. (1973). Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Buenos Aires: Anteo. (pp. 9-38).

(2) “…la situación económica – verdadera base de todos los acontecimientos que se investigan”. (p. 11).

No hay comentarios: