Para mi hijo Nicolás.
Este texto continúa el
artículo publicado aquí el viernes 13 de septiembre. Continua el comentario de
la “Introducción” de Friedrich Engels a Las
luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, de Karl Marx (1).
Engels aplica las ideas
sobre la relación entre política y economía en su análisis de los cambios en la
situación política europea a partir de 1848. Corresponde, desde el punto de
vista analítico, dos momentos en dicha utilización. El primero consiste en el
examen de las causas de la derrota de las revoluciones de 1848. El segundo, en
el estudio de las condiciones que posibilitaron el crecimiento del movimiento
socialista en las décadas que siguieron a la derrota de las revoluciones.
Las revoluciones europeas de
1848 o, mejor dicho, el ciclo de su desarrollo y derrota, requieren para su
explicación del análisis de las condiciones económicas del período (2). Según
Engels, Marx llegó a esta conclusión cuando pudo retomar los estudios de
historia económica en 1850:
“La
crisis del comercio mundial producida en 1847 había sido la verdadera madre de
las revoluciones de febrero y marzo, y que la prosperidad industrial, que había
vuelto a producirse desde mediados de 1848 y que en 1849 y 1850 llegaba a su
pleno apogeo, fue la fuerza animadora que dio nuevos bríos a la reacción
europea otra vez fortalecida.” (p. 12).
La lucha por la “libertad”
se había dado dentro de límites bien precisos. Las aspiraciones de emancipación
de los sectores populares chocaron contra el muro constituido por las
posibilidades latentes de desarrollo capitalista, las que comenzaron a desplegarse
a partir de 1850. Las condiciones económicas existentes en 1848-1850 eliminaban
al socialismo del menú de salidas posibles a la crisis revolucionaria. En este
sentido, el texto de Engels puede ser leído como una autocrítica de las
ilusiones marxistas en 1848:
“Cuando
estalló la revolución de febrero, todos nosotros nos hallábamos en lo tocante a
nuestra manera de representarnos las condiciones y el curso de los movimientos
revolucionarios, bajo la fascinación de la experiencia histórica anterior,
particularmente la de Francia (…) no podía caber para nosotros ninguna duda, en
las circunstancias de entonces, de que había comenzado el gran combate decisivo
y de que este combate había de llevarse a término en un solo período
revolucionario, largo y lleno de vicisitudes, pero que sólo podía acabar con la
victoria definitiva del proletariado.” (p. 14-15).
La afirmación del peso de
las condiciones económicas va dirigida, aunque suene paradójico, contra las
mencionadas ilusiones marxistas de la época. No se trata de establecer un
férreo determinismo económico, sino de marcar los límites de lo que es posible
hacer en política. Tampoco es, por cierto, el elogio del posibilismo, sino el
reconocimiento de que la construcción política no sale de la nada. La voluntad
revolucionaria no aumenta el número de opciones disponibles en un momento y
lugar determinados, pero es imprescindible para obtener el mejor resultado una
vez que se ha tomado partido por una de las opciones del menú.
La derrota de las
revoluciones de 1848 es concebida, por tanto, como la confirmación de que la
política revolucionaria no es autónoma y, a la vez, como el quiebre de un
modelo de acción revolucionaria identificado con la Revolución Francesa de
1789.
“El
período de las revoluciones desde abajo se había cerrado, por el momento; a
éste siguió un período de revoluciones desde arriba.” (p. 21).
El ciclo de revoluciones
iniciado en 1789 no podía escapar a su carácter burgués, porque las condiciones
económicas imperantes durante todo el período (que se cierra en 1848) no
permitían otra cosa. La lucha por un régimen democrático era lo mejor a que
podían aspirar los sectores populares; sin embargo, los dirigentes y militantes
socialistas creían que la instauración del régimen democrático sería el punto
de partida para el inmediato pasaje al socialismo. De ahí el énfasis engelsiano
en afirmar el peso de la economía sobre la política.
A modo de resumen de lo
anterior, el socialismo no era factible en 1848 porque el capitalismo estaba en
pañales. Engels expresa esto de manera rotunda:
“La
historia nos ha dado un mentís a nosotros y a cuantos pensaban de un modo
parecido. Ha puesto de manifiesto que, por aquel entonces, el estado del
desarrollo económico en el continente distaba mucho de estar maduro para poder
eliminar la producción capitalista; lo ha demostrado por medio de la revolución
económica que desde 1848 se ha adueñado de todo el continente, dando, por vez
primera, verdadera carta de ciudadanía a la gran industria en Francia, Austria,
Hungría, Polonia y últimamente en Rusia, y haciendo de Alemania un país
industrial de primer orden. Y todo sobre la base capitalista, lo cual quiere
decir que esta base tenía todavía, en 1848, gran capacidad de expandirse.” (p.
19).
El límite de las revoluciones
de 1848 era la capacidad de expansión de las fuerzas productivas bajo el
capitalismo. Dicho en términos generales, el límite de la política es, pues, el
conjunto de condiciones económicas. La voluntad, por más tenaz que sea, no
puede ir más allá de ese límite.
Las revoluciones de 1848, a
pesar del entusiasmo y la voluntad, no podían ser otra cosa que revoluciones
burguesas. Marx y Engels tomaron conciencia de ello dándose la cabeza contra la
pared. Pero el horizonte burgués de la política europea también se impuso sobre
las esperanzas de los sectores conservadores que derrotaron a los
revolucionarios. Ellos también comprobaron en carne propia que era imposible
volver al mundo anterior a 1789. Los vencedores terminaron realizando los
objetivos (burgueses) de las revoluciones de 1848. Las ilusiones populares
fueron desechadas, las realidades burguesas se vieron concretadas. Este, y no
otro, fue el contenido de las “revoluciones desde arriba” que se llevaron
adelante en las décadas de 1850 y 1860.
Villa del Parque,
domingo 15 de septiembre de 2013
NOTAS:
(1) Para la redacción de
este trabajo utilicé la traducción española de la “Introducción” de Engels,
incluida en la siguiente edición: Marx, Karl. (1973). Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Buenos Aires:
Anteo. (pp. 9-38).
(2) “…la situación económica
– verdadera base de todos los acontecimientos que se investigan”. (p. 11).
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