Para mi hijo Nicolás
A modo de prólogo:
Este trabajo es la primera parte
de una serie de notas dedicadas a comentar los textos clásicos de la teoría del
Estado y la política. Las derrotas sufridas por el movimiento obrero en el
período comprendido entre las décadas del 70 y el 90 del siglo pasado
acarrearon, en el plano de la teoría del Estado, un retroceso hacia
concepciones que rechazan la lucha de clases como fundamento de la política y
que conciben al Estado como un ente neutral, capaz de conducir a la sociedad
rumbo a la “justicia social”. La democracia es elevada al rango de remedio
universal para todos los problemas sociales. En este contexto, todas las obras
que “huelan a clase social”, que utilicen ese concepto para caracterizar los
procesos políticos, son condenadas al olvido. En nombre del respeto a la
pluralidad es canonizado un pensamiento que ignora prolijamente la realidad de
desigualdad, de opresión y de sometimiento que padecemos todos los días. El
progresismo hace un elogio del lugar común y combate la desigualdad en las
palabras, mientras la fortalece en los hechos. El capitalismo es convertido en
el estado natural de la humanidad y la explotación es aceptada como algo que no
se puede remediar.
Volver a leer a los clásicos
(¡tantas veces se ha dicho esta frase!) significa adoptar un punto de partida
que arranca en el reconocimiento de la existencia de las clases sociales como
hecho primordial para analizar los procesos políticos. Ni más ni menos. Lejos
de leerlos en búsqueda de una receta universal para los problemas de nuestra
época, su lectura nos proporciona pistas para orientarnos en el mundo dominado
por el capital, con la certeza de que esa lectura es sólo el comienzo y no el
final de la crítica de la realidad. Los clásicos del marxismo, así como otros
autores que han abordado la relación entre el Estado, la política y las clases
desde diferentes perspectivas teóricas, se encuentran al comienzo del camino,
no en la línea de llegada. Los dogmatismos pueden ser buenos para las iglesias,
no así para los trabajadores.
Engels y la discusión de la
autonomía de la política en la “Introducción de 1895”:
La “Introducción” de
Friedrich Engels (1820-1895) a Las luchas
de clases en Francia de Karl Marx (1818-1883) ha sido calificada de verdadero
“testamento político” del primero (1). Es un documento dirigido a la
socialdemocracia alemana; por tanto, su lectura exige, para su cabal
comprensión, cierto conocimiento de la situación del partido alemán en 1895 (en
especial, de las tensiones existentes al interior de éste). En este trabajo no
voy a ahondar en esta cuestión, ni tampoco propondré un análisis del modo en
que Engels caracteriza al libro de Marx. En otro lugar haré un comentario de Las luchas de clases; esta postura puede
justificarse a partir del mismo Engels, quien en la “Introducción” se concentra
en el período posterior a las Revoluciones de 1848.
La “Introducción” gira en
torno a la idea de que los cambios en la estructura económica permiten explicar
las transformaciones en la política. Así, las Revoluciones de 1848 son
consecuencia de la crisis comercial de 1846, en tanto que su derrota es efecto
del ascenso económico experimentado a partir de 1848.
“El
trabajo que aquí reeditamos fue el primer ensayo de Marx para explicar un
fragmento de la historia contemporánea mediante su concepción materialista,
partiendo de la situación económica existente.” (p. 9).
¿En qué consiste el
mecanismo explicativo empleado por Marx?
“…se
trataba de poner de manifiesto, a lo largo de una evolución de varios años, tan
crítica como típica para toda Europa, el nexo causal interno; se trataba pues
de reducir, siguiendo la concepción del autor, los acontecimientos políticos a
efectos de causas, en última instancia económicas.” (p. 9-10).
Desde el punto de vista
engelsiano, la política no es autónoma. Esto significa que el político no crea
la realidad a gusto, sino que el menú de opciones de que dispone se encuentra
limitado por las condiciones económicas con las que se encuentra (2). El
político puede elegir, más no puede elegir cualquier cosa. Esto, y no otra
cosa, es la “concepción materialista de la historia”.
Es cierto que pasajes como
el que hemos citado abonan la tesis de que el marxismo es un reduccionismo
económico. Dicha tesis implica el desconocimiento de la concepción marxista del
proceso de producción. A este respecto conviene tener presente la conocida
afirmación del Manifiesto de que “la
historia de todas las sociedades es la historia de la lucha de clases” (3). El
énfasis en el papel de la economía no debe ser tomado como la negación de la
lucha de clases, sino como un recordatorio de que esa lucha de clases se libra
sobre un terreno concreto, que no es elegido por los contendientes y que limita
las opciones que estos pueden elegir. Así, en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía
política, Marx afirma lo siguiente:
“Una
formación social jamás perece hasta tanto no se hayan desarrollado todas las
fuerzas productivas para las cuales resulta ampliamente suficiente, y jamás
ocupan su lugar relaciones de producción nuevas y superiores antes de que las
condiciones de existencia de las mismas no hayan sido incubadas en el seno de
la propia antigua sociedad. De ahí que
la humanidad siempre se plantee sólo tareas que puede resolver, pues
considerándolo más profundamente siempre hallaremos que la propia tarea sólo
surge cuando las condiciones materiales para su resolución ya existen o, cuando
menos, se hallan en proceso de devenir.” (4). (El resaltado es mío – AM-).
El pretendido determinismo
económico es, en rigor, el reconocimiento de que la lucha de clases no es
autónoma. Pero la concepción de fondo, el núcleo duro de la teoría de Marx,
sigue siendo la tesis de que la historia es lucha de clases.
Villa del Parque, viernes
13 de septiembre de 2013
NOTAS:
(1) Para la redacción de
este trabajo utilicé la traducción española de la “Introducción” de Engels,
incluida en la siguiente edición: Marx, Karl. (1973). Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Buenos Aires:
Anteo. (pp. 9-38).
(2) En La ideología alemana Marx y Engels abordaron la cuestión: “en cada
una de sus fases [se refieren a cada fase de la historia de las sociedades] se
encuentra un resultado material, una suma de fuerzas de producción, una
relación históricamente creada con la naturaleza y entre unos y otros
individuos, que cada generación transfiere a la que le sigue, una masa de
fuerzas productivas, capitales y circunstancias, que, aunque de una parte sean
modificadas por la nueva generación, dictan a ésta, de otra parte, sus propias
condiciones de vida y le imprimen un determinado desarrollo, un carácter
especial; de que, por tanto, las
circunstancias hacen al hombre en la misma medida que éste hace a las
circunstancias.” (p. 41; el resaltado es mío – AM -). (Marx, Karl y Engels,
Friedrich. (1985). La ideología alemana.
Buenos Aires: Cartago y Ediciones Pueblos Unidos.). Cabe señalar que Marx y
Engels rechazan explícitamente la concepción que sostiene que son las
circunstancias (económicas) las que determinan exclusivamente la conducta de
los hombres. En la aceptación de que los hombres hacen a las circunstancias
está contenida en germen la tesis de la historia como lucha de clases.
(3) El pasaje completo dice:
“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la
lucha de clases.” A continuación, Marx y Engels agregan: “Hombres libres y
esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una
palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha
constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó
siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el
hundimiento de las clases en pugna.” (p.
32-33). La cita está tomada de: Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1983). Obras escogidas. Moscú: Progreso.
(4) Marx, Karl. (2000). [1°
edición: 1859]. Contribución a la crítica
de la economía política. México D. F.: Siglo XXI. El fragmento citado se
encuentra en p. 5.
1 comentario:
José María, muchas gracias por el comentario. Pasaré a ver tu blog. Saludos desde Buenos Aires, Ariel Mayo.
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