La sociología
en particular y la teoría social en general, se ocupó una y otra vez del
proceso de transición del feudalismo al capitalismo. No hay sociólogo que no
haya abordado esta cuestión. Zygmunt Bauman (1925-2017), sociólogo polaco que
desarrolló buena parte de su carrera académica en Gran Bretaña, no podía ser la
excepción. Así, por ejemplo, en su obra Legislators and interpreters: On Modernity, Post-Modernity, Intellectuals. Ithaca, Nueva York: Cornell University
Press, 1977, examinó la cuestión desde la perspectiva de las transformaciones
culturales que conllevó dicha transición.
La presente ficha está dedica al capítulo 4 de la obra (cuyo título es “Guardabosques
convertidos en jardineros), dedicado específicamente al pasaje de las culturas
silvestres (características de las sociedades precapitalistas) a las culturas
de jardín (propias del capitalismo). Cabe acotar que Bauman lleva adelante su
análisis realizando la “hazaña” de no mencionar ni al capitalismo ni a la
burguesía en ascenso.
Para trabajar el
texto utilicé la traducción española de: Legisladores
e intérpretes: Sobre la modernidad, la postmodernidad y los intelectuales. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 1997. El mencionado
capítulo 4 comprende las pp. 77-100 de dicha edición.
El profesor Bauman plantea la siguiente hipótesis:
“La
emergencia de la Modernidad fue [el]
proceso (…) de transformación de culturas silvestres en culturas de jardín”. (p. 77; el
resaltado es mío – AM-).
Las culturas
de jardín son aquellas que no pueden crecer sin la atención permanente de un
personal literario y especializado. Las cultura silvestres, en cambio, son las
culturas populares anteriores a la Modernidad. Este proceso de surgimiento de
las culturas de jardín adquirió impulso en el período comprendido entre el
siglo XVI y principios del siglo XIX; en términos espaciales no fue un proceso
generalizado y sólo se completó en el extremo occidental de la península
europea.
El pasaje de
una forma cultural a otra implicó la aparición de nuevos actores sociales: el jardinero reemplazó al guardabosque. El siguiente cuadro
sintetiza el planteo de Bauman.
Cuadro 1: El poder en las culturas silvestres y en
las de jardín
Sociedades premodernas
|
Clase dirigente feudal
|
Guardabosques colectivo
|
Modernidad
|
Poder pastoral del Estado
|
Poder del jardinero
|
¿Por qué se
produjo el pasaje de la una a la otra?
Bauman
sostiene que la causa principal fue “la creciente incapacidad de la cultura silvestre
para sostener su propio equilibrio y el ciclo reproductivo anual, a causa del
desequilibrio perturbador entre el volumen de la demandas de los guardabosques
y la capacidad productiva de los seres a su cargo, en la medida en que estos
últimos se guiaban por sus «hábitos intemporales», y finalmente por la
ineptitud de aquéllos para obtener el rendimiento que querían, mientras se
mantenían dentro de los límites de los pasatiempos tradicionales de su
actividad.” (p. 79).
La cultura
silvestre [precapitalista] “no puede percibirse como cultura, es decir, un orden impuesto por los seres humanos, ya sea
por acción u omisión. (…) aparece como algo mucho más fuerte de lo que puede
originar o sustentar un acuerdo humano – explícito o tácito -. Se la ve como Naturaleza, creación de Dios, un
designio respaldado en sanciones sobrehumanas y perpetuado por una custodia
sobrehumana.” (p. 79).
Para que se
produjera la transformación de una cultura en la otra fue necesaria la
confluencia de dos cambios monumentales:
a)
“Intelectualmente,
la redefinición del orden social como un producto de la convención humana, como
algo que no era «absoluto» ni estaba más allá del control del ser humano, fue
con mucho el mojón más importante en el camino hacia la modernidad.” (p. 79).
[1]
b)
Para
lograr a), tuvo que producirse una revolución en la manera en que se reproducía
el orden social.” (p. 79).
A partir del
siglo XVI se produce una retirada de las relaciones comunitarias. Un indicador
de ésta es “la puesta en evidencia de la fragilidad esencial en que se basaba
el intercambio humano cotidiano.” (p. 81).
Los pensadores
del siglo XVII destacaron la noción de interés.
Ésta no debe confundirse con la acepción del término en el siglo XIX, ligada a
la idea de ganancia. “La verdadera oposición entre intereses y pasiones era,
una vez más, la diferencia entre un orden social planificado y el estado no
elaborado, salvaje, natural del ser humano. La sustancia del interés importaba
menos que su artificialidad, sinónimo de su orientación social.” (p. 84). De
este modo, “cuanto más se alababa el comportamiento interesado como socialmente
beneficioso, más nociva y perjudicial parecía la conducta aguijoneada por las
pasiones y vuelta hacia sí misma.” (p. 85).
Se desarrolló
el discurso de la Razón contra las pasiones. Éste tuvo un efecto perlocutivo.
Se produjo la recategorización de los pobres y humildes, que pasaron a ser “clases
peligrosas, que tenían que ser guiadas para impedir que destruyeran el orden
social.” (p. 86); la recategorización del modo de vida de los pobres, que pasó
a ser concebida como el producto de la naturaleza animal de los seres humanos,
inferior a la vida de la razón y en guerra con ella. (p. 86). Todo esto redundó
en la deslegitimación de la cultura silvestre. A partir de ese momento, los
pobres y humildes se convirtieron en objetos legítimos y pasivos de los
jardineros culturales. (p. 86).
Como
consecuencia de los procesos descriptos en el párrafo anterior, se expandió la
acción regulatoria del Estado (siglo XVIII), que redundó en un ataque
generalizado a la cultura silvestre. El régimen de la monarquía absoluta, los
gobernantes y las minorías ilustradas desarrollaron un modelo cultural uniforme
y universalmente obligatorio. Bauman
resume así la situación:
“Este patrón
no podía tolerar alternativamente que reclamaran legitimidad mediante la
invocación de tradiciones localizadas, en la misma medida que el monarca
absoluto no podía soportar costumbres locales que invocaran en su respaldo
antiguas leyes, escritas o no escritas. Pero esto significaba aplastar toda la
intrincada estructura de culturas locales con la misma decisión y no menos
ferocidad que la utilizada para echar abajo las solitarias torres de la autonomía
y privilegios locales.” (p. 89).
El profesor
Bauman indica que, desde la Reforma y la Contrarreforma hasta los
revolucionarios jacobinos, se puede trazar una línea ininterrumpida de
persecuciones. Se dio una “completa desposesión y un desarme de las classes populares rurales y urbanas.”
(p. 92). La cruzada contra las culturas silvestres englobó a voceros de las
iglesias establecidas, puritanos, jansenistas, philosophes cultos y partidarios de la revolución.” (p. 92).
Bercé plantea
que en el siglo XVI se produjo la ruptura entre la “cultura elitista educada” y
la “cultura baja”. La primera fue “el primer modo de vida verdaderamente
merecedor del nombre de «cultura», dado que se organizaba en torno de ideales conscientemente
aceptados y en oposición igualmente explícita a los modos de vida alternativos.”
(p. 93). A su vez, la Iglesia renunció a la cohabitación con las tradiciones
locales. El Estado asumió la función de jardinero, en tanto que paralelamente
la cultura de los sectores populares fue objetivada.
El rechazo de
las clases dominantes a la cultura popular se debía, entre otras cosas, a que
en las fiestas “se mezclaban indiscriminadamente las personas ahora firmemente
divididas entre agentes y objetos de las iniciativas sociales.” (p. 94);
además, en las fiestas el pueblo tomaba la iniciativa. Las clases dominantes
comenzaron a disputar el terreno de las fiestas : “El fin estratégico de la
lucha (…) era reducir al «pueblo» a la condición de receptor pasivo de la
acción, como un espectador de los acontecimientos públicos, que ahora se
convertían en despliegues espectaculares del poder de los poderosos y la
riqueza de los ricos.” (p. 94). Esta lucha por el espacio público fue entendida
“cada vez más como el espacio controlado, un espacio ordenado, un sistema
seguro de fosas y murallas que protegen las fortalezas del nuevo poder social.”
(p. 97). En definitiva, formó parte de la lucha por el “control de los ámbitos
desde los cuales los juicios podían pronunciarse con autoridad.” (p. 98).
El resultado
fundamental de esta cruzada cultural fue el “cambio de frente del poder social
en el sentido del derecho a la iniciativa y el control del tiempo y el espacio”.
Se verificó el “establecimiento gradual de una nueva estructura de dominación –
el gobierno de los conocedores y el conocimiento como fuerza dirigente -. La
cultura tradicional, autónoma y que se reproducía a sí misma quedó en ruinas.
Privada de autoridad, desposeída de sus activos territoriales e
institucionales, carente de sus propios expertos y administradores, ahora
erradicados y degradados, dejó a los pobres y a los humildes, incapaces de
autopreservarse y dependientes de las iniciativas administrativas de
profesionales capacitados.” (p. 99).
Por último, en
paralelo a la destrucción de la cultura popular premoderna, surgió la demanda
de administradores y educadores para el pueblo. Bauman completa la “hazaña”
mencionada al comienzo de esta ficha: escribir sobre la desaparición de las
culturas populares previas a la Modernidad sin decir una palabra de capitalismo
ni nada semejante.
Villa del
Parque, miércoles 5 de junio de 2019
NOTAS:
[1] El
profesor Bauman discute los alcances de la imagen del “estado natural”
propuesta por el filósofo inglés Hobbes (1588-1679) en el Leviatán, sobre todo en el capítulo XIII de esta obra.
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