El historiador francés Jean
Baptiste Duroselle (1917-1994) es autor de la obra Europa de 1815 a nuestros días: Vida política y relaciones
internaciones (Barcelona, Labor, 1967). El capítulo III de la obra, base de
estas notas, se titula “Nacionalidad contra legitimidad” (pp. 22-35).
El orden europeo surgido del
Congreso de Viena (1815) se basaba en el principio
de legitimidad dinástica y dejaba de lado el principio de la nacionalidad. Cabe recordar que el sentimiento
nacional había surgido tanto por las ideas de la Revolución Francesa como por
el odio al conquistador francés.
“El sentimiento nacional
obliga a que la comunidad de hombres a la cual se pertenece tenga su propio
gobierno.” (p. 22).
Al momento de definir qué se
entiende por comunidad nacional
existen dos escuelas: A) la escuela
alemana, “considera a la nacionalidad como un producto de los fenómenos
inconscientes e involuntarios: en esencial, la lengua materna y las tradiciones
populares.” (p. 22); B) la escuela
francesa, “considera que la nacionalidad se funda sobre un fenómeno
consciente y voluntario: el deseo de pertenecer a tal nación o a tal otra,
deseo expresado de diversas maneras: plebiscitos, elecciones, votos de los
representantes de la población.” (p. 22).
El Congreso de Viena
sancionó la división de la nación
alemana en 39 Estados y la de la nación
italiana en 7; confirmó la existencia del Imperio austríaco, Estado plurinacional con austríacos de habla
alemana, checos, eslovacos, polacos, eslavos del sur (eslovenos, croatas,
serbios), búlgaros, rumanos e italiano; Imperio
otomano, otro Estado plurinacional, con turcos, griegos, búlgaros, eslavos
del sur (sobre todo serbios), albaneses y rumanos. En el resto de Europa hay
nacionalidades sometidas: Irlanda al Reino Unido; Noruega a Suecia; los
alemanes del Schleswig y del Holstein al reino de Dinamarca; los finlandeses,
los bálticos y los polacos a la Rusia zarista. Además, otra parte de los
polacos estaban sometidos a Prusia.
A partir de 1815, el
sentimiento nacional se convirtió en una fuerza política. “Al movimiento
intelectual se sobreponen los movimientos políticos reformistas o
revolucionarios. En resumen, por todas partes surge una potencia nueva, y todos
los que miran hacia el futuro consideran con simpatía este estremecimiento de
la libertad y de la dignidad humana.” (p. 24). [El lirismo no calza bien con la
ciencia, sobre todo cuando sirve para ensalzar abstracciones como la “libertad”
y la “dignidad” HUMANAS. Así, con mayúsculas, de tan abstractas.]
Podemos distinguir dos fases en la lucha entre
nacionalidad y legitimidad: 1815-1851, la reacción se impone sobre la
nacionalidad; 1851-1871, triunfo del principio de las nacionalidades.
Las relaciones
internacionales desde 1815 a 1851:
El movimiento nacionalista
se extendió inicialmente por el Imperio
Otomano. Cuestión de Oriente:
las potencias europeas disputaban en torno al control turco del acceso a los
Estrechos. Gran Bretaña defendió la integridad territorial del Imperio, en
tanto que Rusia procuraba conquistar Estambul. Todo ello en el marco de la
decadencia del viejo Imperio Otomano. Serbia
logró su autonomía, luego de un levantamiento contra los turcos (1815-1817;
constitución del Principado de Serbia). Grecia
se sublevó en 1821 y, luego de una larga guerra, logró su independencia en
1830.
La Revolución Francesa de
1830 debilitó el esquema de poder instaurado por el Congreso de Viena. Bélgica se sublevó ese mismo año contra
los Países Bajos. “Es notable el hecho de que este Estado haya sido formado por
habitantes que hablan dos lenguas, el francés los valones y el neerlandés los
flamencos. La revuelta contra la dominación holandesa partió tanto de flamencos
como de valones, y ambos grupos acogieron con satisfacción la independencia. (…)
La nación belga es, pues, el resultado
de la voluntad popular y no de la lengua.” (p. 22-23). Bélgica se convirtió en
una monarquía constitucional; su rey fue Leopoldo I, de la familia de
Sajonia-Coburgo. Gran Bretaña y Francia (los primeros querían el mantenimiento
de la unión de Bélgica y los Países Bajos; los segundos, la incorporación de
Bélgica a la nación francesa), se pusieron de acuerdo (puede hablarse de la
primera Entente cordiale.
La Cuestión de Oriente
volvió a enfrentar a Gran Bretaña y Francia. Mohammed Alí, bajá de Egipto y protegido de Francia, llevó
adelante una política de modernización y desarrolló una política autónoma
respecto al Imperio Otomano. En 1833 derrotó a los otomanos y se apoderó de
Siria. El Tratado de Unkiar Skelessi (1833), convirtió a Turquía en una especie
de protectorado ruso. En 1839 los egipcios volvieron a derrotar a los turcos.
Gran Bretaña maniobró y logró que Turquía se convirtiera en protectorado
colectivo. En 1841, la Convención de los Dardanelos forzó a Mohammed Alí a
devolver sus conquistas y sólo se le permitió conservar Egipto, a título
hereditario. Gran Bretaña impidió tanto el fortalecimiento de la influencia
francesa como el acceso de Rusia a los Dardanelos.
Desde el punto de vista del
nacionalismo, las Revoluciones de 1848
tuvieron las siguientes consecuencias:
b) El
fracaso de la unidad de Alemania.
Los republicanos fracasaron en la concreción de la unidad. Quedaron claras tres
opciones: 1) la unidad por voluntad popular, independientemente de los
soberanos; 2) la unidad alrededor de Austria, reforzando la Confederación
Germánica de 1815. Era el proyecto de la “Gran
Alemania”, con la incorporación de Austria y todas las poblaciones de su
Imperio, con Prusia en un segundo plano; 3) la unidad alrededor de Prusia,
excluyendo al Imperio Austríaco. Era el proyecto de la “Pequeña Alemania”.
c) El Imperio Austríaco demostró su fortaleza
al sobrevivir a las Revoluciones (sublevación de Viena, insurrección de Hungría
y de Italia). Esto congeló durante varias generaciones las aspiraciones de
independencia de las nacionalidades que habitaban su vasto territorio.
Las relaciones
internacionales desde 1851 a 1871:
“El fracaso de las
revoluciones, ayudado por la prosperidad económica, apaciguó los movimientos
populares durante algún tiempo. Los jefes de Estado, al gozar de una libertad
de maniobra más amplia, jugaron un papel más personal, más decisivo.” (p. 29).
Duroselle destaca el papel de Napoleón III y Cavour hasta 1861; de Napoleón III
y Bismarck después de 1862.
Napoleón III fue el primer
jefe de Estado de una gran potencia que “creyó en el principio de las
nacionalidades”. Alentó la independencia italiana e incluso la alemana.
Guerra
de Crimea (1853-1856). Rusia, que ambicionaba ocupar los Estrechos,
se enfrentó a Gran Bretaña, Francia y Turquía, sufriendo una dura derrota. El
Congreso de la Paz (1856, París) convirtió a Francia en árbitro de los asuntos
europeos. Rumania se convirtió en
prácticamente independiente. Gran Bretaña consiguió que Rusia quedara excluida
de los Dardanelos y la neutralización del Mar Negro. Cavour, que había enviado
un pequeño ejército a la guerra contra Rusia, fue aceptado en la Conferencia y
allí planteó la “Cuestión italiana”.
Cavour selló una alianza con
Napoleón III para lograr la liberación de Italia mediante la anexión a Piamonte
de Lombardía y Venecia. Guerra contra Austria, victorias franco-piamontesas en
Magenta y Solferino (1859). El tratado de paz cede Lombardía a Piamonte, pero
no Venecia. Una insurrección en Romaña permitió la intervención piamontesa;
Francia aceptó la incorporación a Piamonte de esta región a cambio de la
anexión de Saboya y Niza. Finalmente, el sur de Italia (sublevación de Garibaldi),
se incorporó a Piamonte; en marzo de 1861 se proclamó el reino de Italia. Posteriormente, se incorporarían el Véneto (1866) y
Roma (1870).
Bismarck se
convirtió en primer ministro de Prusia en 1862. Su proyecto era el de la “Pequeña
Alemania”. Construyó un poderoso ejército y realizó la unificación mediante
tres guerras: 1) contra Dinamarca, por los ducados de Schlesvig y Holstein (1864),
que culminó con la anexión a Prusia de esos ducados; 2) contra Austria (1866),
que permitió la exclusión del Imperio Austríaco y la disolución de la
Confederación germánica; 3) contra Francia (1870-1871), que terminó con la
anexión de Alsacia y Lorena y la proclamación del Reich alemán.
Villa del Parque,
martes 24 de abril de 2018
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