Leonardo Grosso es diputado
nacional y dirigente del Movimiento Evita, una de las organizaciones que
constituyen el kirchnerismo. En el día de la fecha, el diario LA NACIÓN
reproduce una entrevista que le realizó el periodista Gabriel Sued. Como Grosso
es un exponente de lo que podríamos llamar la “izquierda” del kirchnerismo,
resulta de interés comentar algunas de sus afirmaciones, en la medida en que
expresan el pensamiento de dicha corriente política.
Es verdad que se trata de
una entrevista, y relativamente breve por añadidura, pero no obstante esto,
Grosso aporta algunas declaraciones significativas. Para ordenar la exposición,
voy a tomar en consideración tres temas abordados en el reportaje:
a)
La caracterización de los saqueos ocurridos en diciembre de 2012.
Grosso aporta aquí un matiz diferenciado
respecto a la versión canónica expuesta por los voceros del kirchnerismo (como
el caso de Juan Manuel Abal Medina). Si bien defiende la tesis de que “Hubo
algunos que fagocitaron hechos delictivos para desestabilizar”, reconoce que
existieron condiciones materiales que posibilitaron su realización. Así, y
diferenciándose un tanto del slogan del “robo organizado”, el diputado afirma
que:
“Se
pararon sobre una realidad que todavía no hemos resuelto y que no negamos, que
tiene que ver con que 30 años de neoliberalismo dejaron a sectores en la
marginalidad. Existen deudas pendientes. Hay un sector de pibes que no trabaja
ni estudia. Hay una necesidad de una reparación histórica, que ha sido saldada
en gran medida por este gobierno.”
O sea, y con todos los
reparos del caso (pues nuestro diputado en ningún momento se atreve a
cuestionar un pelo de la política de Cristina Fernández), Grosso reconoce que
existe algo que, usando un lenguaje antiguo, podríamos denominar “cuestión
social”. Por supuesto, como el kirchnerismo es lo más grande que le ha pasado a
nuestro país, se limita a afirmar que el hecho de que haya “sectores en la
marginalidad”, que “un sector de pibes no trabaja ni estudia”, es
responsabilidad de 30 años de neoliberalismo. En el medio olvida el pequeño
detalle de que el kirchnerismo gobierna desde el 2003 y que Argentina
experimentó una década de crecimiento económico sin precedentes. En ese período
(el del mejor gobierno que tuvo la Argentina, para no entrar en discusión con
el amigo Grosso), los empresarios “la levantaron con pala” (al dinero, no a los
ladrillos o a la tierra), según las palabras de la misma Cristina Fernández. En
medio de esa pujanza económica, muchos pibes no trabajan ni estudian, hay
sectores que viven en la marginalidad y un
35 % de los trabajadores saborean las delicias de trabajar en negro bajo la
legislación laboral del peronismo menemista. ¡Y todo ello bajo un gobierno que
está llevando adelante la “liberación nacional y social”!
El lector no debe pensar que
en mis palabras se esconde un “ánimo destituyente”. Hay que recordar que con
motivo de la sanción de la reforma de la ley de ART (Aseguradoras de Riesgo de
Trabajo), el kirchnerismo y el PRO (una de las cabezas de la oposición “destituyente”)
votaron juntos a favor de la mencionada reforma. La realidad es que la política
económica kirchnerista, lejos de ser un motor de “emancipación nacional y
social”, es creadora de desigualdad. Los saqueos de diciembre de 2012, junto
con otros sucesos que se verificaron en los últimos años (a modo de ejemplo,
puedo mencionar los hechos del Parque Indoamericano en diciembre de 2010), son
expresiones de la desigualdad existente en nuestra sociedad, y que obedece a
las características mismas del régimen de acumulación de capital impulsado por
los gobiernos kirchneristas desde el 2003 hasta la fecha. Los defensores más
lúcidos de la política oficial toman nota de la cuestión, la mencionan, pero
por nada del mundo se atreven a mentar lo fundamental: los efectos de la
política económica llevada adelante por el gobierno.
Como ilustración de la
actitud de algunos sectores del kirchnerismo, van algunos pasajes de una nota
escrita por el periodista Alberto Dearriba en el diario TIEMPO ARGENTINO del
sábado 22 de diciembre de 2012. Analizando los saqueos, Dearriba escribe lo
siguiente:
“…más
allá de los efectos deletéreos de la crisis internacional y de situaciones
puntuales, lo cierto es que el modelo kirchnerista choca con el límite de no
lograr imponer una matriz de mejor distribución de la riqueza. Por el
contrario, el crecimiento reproduce desigualdades, pese a los esfuerzos
oficiales a favor de aumentar salarios mediante el sostenimiento de las
paritarias y las jubilaciones por la vía de la actualización semestral. El
permanente estímulo a la demanda agregada que realiza el gobierno, no es
suficiente para perforar los bolsones de exclusión. La prosperidad no le llega
a todos y cuando la crisis internacional golpea, los primeros en caer son
obviamente los sectores más vulnerables. Está claro entonces que la tarea para
el año nuevo, un año electoral, es ni más ni menos que imaginar
transformaciones para que el crecimiento lo disfruten todos. Porque sobre esa
situación de desigualdad se montan provocadores y delincuentes para llevar agua
para sus molinos. Pero acusar sólo a los organizadores sin atender las razones
profundas –es decir, la pobreza– es hacer lo de aquel hombre que encontró a su
mujer infiel haciendo el amor con otro en un sofá. Y para terminar con el
problema no se le ocurrió otra cosa que quemar el sofá. "
Como en el caso de Grosso,
Dearriba no llega a la enormidad de criticar la política económica llevada
adelante por el kirchnerismo. Pero es contundente en el reconocimiento del
fracaso de las iniciativas dirigidas a morigerar las desigualdades; inclusive,
reconoce que “el crecimiento reproduce desigualdades”. El amigo Grosso, que conoce
por experiencia propia de la situación de las villas de emergencia y barrios del
partido de San Martín, sabe que no exageramos al afirmar que el crecimiento de
la riqueza ha profundizado la desigualdad en nuestra sociedad. Es verdad que
muchos kirchneristas justifican la situación diciendo que es imposible
construir política oponiéndose al capital. Tal vez eso sea cierto, tal vez no.
Pero, ¿corresponde hablar de “emancipación nacional y social” cuando se
reproduce la desigualdad? Cuando los pobres esperan el paso de los camiones del
CEAMSE en José León Suárez con el objeto de hacerse de algo de comida-basura
(literalmente), ¿se está realizando una “gesta emancipatoria”? En otras
palabras, se puede hablar todo lo que se quiera de una relación de fuerzas
desfavorable, pero es preciso comenzar siendo honestos. Aunque más no sea con
el lenguaje. Esto, por supuesto, si se pretende hacer una política desde abajo
y no desde los sectores que se ven favorecidos por la reproducción de la
desigualdad. Aquí, como en tantas otras cosas, no hay nada nuevo bajo el sol.
b)
La “justicia social”.
Frente a la “cuestión social”,
el diputado Grosso propone como respuesta la “justicia social”.
¿Cómo entiende Grosso la “justicia
social”?
“El
todo [Se refiere a la expresión “vamos por todo”] es la justicia social. La
oposición no lo entiende porque no tiene los pies en la tierra, no entiende la
cara de la doña de La Matanza cuando le llegaba el agua, y Cristina abría la
canilla. Decimos "vamos por todo" porque falta mucho, pero, a la vez,
falta mucho menos también.”
En un país que ha crecido al
ritmo de la Argentina en la última década, en un país en el que, repetimos, “los
empresarios la levantan con pala” (Cristina dixit), resulta escandaloso que
millones de argentinos no tengan agua potable, cloacas y que se vean obligados
a vivir en medio de la basura. Todo ello en el país de Nordelta o de las casas
del Calafate. Para el candoroso Grosso corregir un abuso escandaloso implica
llevar adelante la “justicia social”. Hubo una vez en que el peronismo se
caracterizó por su carácter plebeyo, por su irreverencia hacia lo establecido.
En nuestros días, “el hecho maldito” ha mutado en un maldito conformismo hacia
los poderes establecidos. Tal vez, y para ejercitar la memoria, nuestro
diputado debería animarse a poner las patas en la fuente, rememorando esos días
de octubre de 1945.
Pero la “justicia social” no
se reduce a lo anterior. Grosso arremete contra la inflación y nos presenta la
ansiada solución:
“Nosotros
no decimos inflación, porque suena a ola desatada de aumento de precios sin
racionalidad. Existe una puja de precios que tiene que ver con el crecimiento
de consumo masivo. Otros gobiernos lo resolvían con ajuste o dolarización.
Decidimos resolverlo enfocando el crédito a la producción, porque los precios
van a bajar cuando haya más oferta y esto es recrear la industria nacional.”
Dejando de lado su curiosa
definición del concepto de inflación, su propuesta para frenar el alza de
precios consiste en… favorecer al capital. Ni una mención a la concentración
del capital, a los oligopolios, a los monopolios, a las corporaciones (parece
que con CLARÍN se acaba el repertorio). Si el Estado le presta a los privados
para que hagan buenos negocios, todo estará solucionado. Pero, ¿la distribución
de la propiedad no es en sí misma una cuestión política? La desigualdad que se
reproduce en nuestro país, ¿no tiene que ver con esos mismos empresarios a los
que hay que ofrecer créditos para que produzcan más? No pretendemos, por
cierto, que el compañero Grosso adopte la visión de la “perimida” lucha de
clases o que se convierta al no menos “obsoleto” marxismo o algo que se le
parezca. Sólo pedimos que el compañero sea un poco más responsable en sus
afirmaciones. Si hay menos ovejas en el rebaño, y de noche se oye aullar los
lobos, es posible que los lobos tengan que ver con la desaparición de las
ovejas. Si hay reproducción de la desigualdad, y “los empresarios la levantan
con pala”, es posible que los empresarios estén involucrados en esa
reproducción de la desigualdad.
c)
La filiación entre el kirchnerismo y las experiencias de los ’70.
Para termina esta nota,
quiero hacer referencia la manera en que el diputado Grosso plantea la relación
entre el kirchnerismo y el peronismo de los ’70. En sus palabras:
“Voy al acto [Se refiere al
acto por el Día del Montonero] desde los 11 años. Primero con mi papá y después
hemos construido un homenaje a dos pibes que dieron su vida por un país
distinto y que eligieron un camino, el de la lucha armada, que en ese momento
no era tan loco, aunque hoy suene anacrónico. Rescatamos la experiencia
política de Montoneros, pero no porque reivindiquemos la lucha armada.”
Más allá de que las
experiencias revolucionarias que se dieron en Argentina entre 1969 y 1976
fueron mucho más que la lucha armada, Grosso no dice una palabra ni del
contenido de la “experiencia política” de Montoneros ni del porqué la lucha
armada no era en ese momento algo “tan loco”. Es verdad que se trata de una
entrevista y no de un tratado, pero no está de más expresar con honestidad la
propia posición. En rigor, Grosso prefiere hablar de mitos y no de cosas
concretas, porque lo concreto implica definirse respecto a los poderes
establecidos. Su valoración de las experiencias revolucionarias de nuestro
pueblo se reduce a la enorme simpleza de la frase siguiente:
“Tenemos
la experiencia histórica de los 70, de los 50, de los 30. Tomamos las cosas
buenas y tratamos de no repetir errores. Nos sentimos continuadores de la lucha
de la JP de los 70, como también de la de los piqueteros en los 90.”
En otras palabras, tomamos
lo “bueno” y descartamos lo “malo”. Claro que Grosso olvida decir, aunque sea
una palabrita, acerca de qué considera como “bueno” y qué considera como “malo”.
No va más allá de la obviedad de decir que la lucha armada es “anacrónica”. En
criollo, a nuestro diputado le hace falta poner un poco de irreverencia en la
vida. No respetar tanto lo establecido. Desde que el mundo es mundo, pelear por
la “emancipación social” implica meterse en problemas. Grosso, como la
izquierda kirchnerista en general, prefiere transar con el capital ante el
temor de que un soplido de las corporaciones derrumbe toda la obra. Ahora bien,
mientras tanto, “los empresarios la levantan con pala” (Cristina dixit). ¿Puede
uno quedar bien con dios y con el diablo? Mejor dicho, y dado el contenido de
la política económica del kirchnerismo, ¿el diablo puede salvar las almas de
los pecadores?
Para hacer honor a la frase “combatiendo
al capital” hay que empezar por reconocer que el capital genera explotación. Y,
hasta donde sabemos, la explotación es desigualdad y miseria. No se trata de
inventar de nuevo la pólvora.
Villa del Parque, jueves 3 de enero de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario