El levantamiento obrero de junio de 1848 en París |
I) Introducción:
El socialismo es tanto una corriente de pensamiento en el campo de la
teoría social como un movimiento político cuyo objetivo es instaurar una forma
de organización social basada en la propiedad
colectiva de los medios de producción. En este sentido, se presenta como
alternativa al capitalismo, sistema
social erigido en torno a la propiedad
privada de los medios de producción.
Socialismo y capitalismo
son, por lo tanto, dos formas antagónicas de organización social. En este
trabajo se hará una breve presentación de los lineamientos fundamentales del
pensamiento socialista, haciendo referencia tanto a la teoría socialista de la
sociedad como al proyecto socialista de transformación social. Esta presentación,
tal como se explica más adelante, está centrada en la corriente marxista del
pensamiento socialista, de modo que no se encontrará aquí una exposición de las
distintas variantes de dicho pensamiento. Tampoco, por cierto, se llevará
adelante un desarrollo exhaustivo del pensamiento de Marx. Se trata, en cambio,
de un esbozo de aspectos considerados centrales para la comprensión de la
naturaleza y el contenido del pensamiento socialista. Debido a la relación que
guarda dicho pensamiento con el capitalismo (el socialismo no puede entenderse
sin hacer referencia a la aparición y desarrollo del capitalismo), se tocarán
algunos aspectos de la teoría del capitalismo, con el objeto de facilitar la
comprensión de los planteos socialistas.
El presente texto tiene la
siguiente estructura. En primer lugar, se esbozan las principales
características del capitalismo. A continuación se hace una referencia a los
orígenes del pensamiento socialista y se argumenta a favor de la centralidad de
la obra de Marx en la constitución del socialismo, tanto a nivel teórico como
en el plano político. Finalmente, se hace una breve presentación de los
aspectos principales de la teoría socialista.
II. El capitalismo:
El capitalismo surgió a
partir de la paulatina desintegración de la sociedad feudal, como consecuencia
de la expansión de la producción mercantil y el desarrollo del trabajo
asalariado. La transición del feudalismo al capitalismo es un proceso secular,
cuyos orígenes pueden remontarse al siglo XI, y puede ser caracterizada como una
transformación radical del proceso de trabajo. Sin entrar en detalles, cabe
decir que los medios de producción pasaron a ser propiedad de una parte de la
población (la clase capitalista o
burguesía), en tanto que el resto de la sociedad quedó excluida de dicha
propiedad (la clase trabajadora). A
partir de su control sobre los medios de producción, los capitalistas
estuvieron en condiciones de establecer el carácter y los objetivos del proceso
productivo. El nuevo valor generado por los trabajadores en el proceso de
trabajo (plusvalía) pasó a ser
apropiado por la burguesía, que pudo utilizar esa plusvalía para expandir la
producción, generando así más plusvalía y acrecentando con esto su dominio
sobre el conjunto de la sociedad.
El desarrollo del capitalismo puede dividirse en
dos momentos:
1) La denominada acumulación originaria, consistente en
la expropiación (generalmente por vía de la violencia) de los trabajadores, que
son despojados de los medios de producción, perdiendo de este modo el control
sobre el proceso laboral. Un ejemplo clásico es el de los campesinos ingleses,
que entre los siglos XV-XVIII fueron expulsados por la nobleza de las tierras
que habitaban y cultivaban desde tiempos inmemoriales, debido a que los
terratenientes optaron por emplear dichas tierras como campos de pastoreo para
las ovejas, cuya lana era una mercancía altamente remunerada en el mercado.
2) En segundo término, la
acumulación originaria genera las condiciones y da paso a la reproducción ampliada del capital, es
decir, un aumento de la escala de la producción a partir de la utilización en
el proceso productivo de la plusvalía apropiada por los capitalistas. De esta
manera, el crecimiento económico redunda en un fortalecimiento de la clase
capitalista, debido a que dicho crecimiento implica la creación de una masa
cada vez mayor de plusvalía. La reproducción ampliada, motivada por la lógica
misma del capital, permite entender la tendencia del capitalismo a expandirse
de manera incesante, tanto en términos geográficos (abarcando el conjunto del
planeta) como en términos sociales (absorbiendo paulatinamente al conjunto de
la vida social, incorporando cada vez más aspectos de la vida humana en el
circuito mercantil). Sin embargo, si bien la plusvalía surge en el proceso
laboral, sólo se realiza efectivamente cuando se vende la mercancía. Es por eso
que los capitalistas se ven obligados a controlar toda la vida social, y no
sólo las cuestiones ligadas a la producción.
En el capitalismo los
trabajadores experimentan una doble
liberación. Por un lado, pasan a ser libres de toda forma de dependencia
personal (esclavitud, servidumbre, etc.). Por otro lado, son “liberados” de
toda forma de propiedad y/o control de los medios de producción. La falta de
medios de producción propios deja a la clase obrera en una situación de
desnudez social, pues se ve privada de proveerse a sí misma de lo que precisa
para su existencia. Los trabajadores sólo poseen su fuerza de trabajo (el conocimiento y la habilidad para realizar
determinada actividad). En una economía
mercantil, en la cual los bienes y servicios son mercancías y deben ser
comprados con dinero, al trabajador liberado de los medios de producción no le
queda más remedio que convertirse en asalariado. Es su propia libertad la que obliga
al trabajador a dar ese paso, sometiéndose al capitalista.
El empresario, por su parte,
necesita de los trabajadores, pues la principal cualidad de la fuerza de
trabajo es su capacidad para crear nuevo valor. El capital no es una cosa (dinero, bienes, tierras, etc.), sino una
relación social que se establece entre la clase capitalista y la clase
trabajadora. El capitalismo se estructura en torno a la explotación de la
fuerza de trabajo por la burguesía, y dicha explotación consiste en la
apropiación de la plusvalía por la burguesía. La relación de explotación
capitalista es posible gracias a la propiedad privada de los medios de
producción.
La expansión del capitalismo
generó una nueva forma de conflicto social, la lucha de clases entre
capitalistas y trabajadores. El capitalismo dio origen a la concentración de
los medios de producción, pero también tendió a concentrar a la clase
trabajadora en las ciudades y en grandes fábricas. La concentración de los
trabajadores en el mismo lugar físico, la posición subordinada que ocupaban en
el proceso laboral, la semejanza de condiciones de vida y la explotación a que
eran sometidos por los empresarios, constituyeron el caldo de cultivo para el
desarrollo de la conciencia de clase de los trabajadores.
III. Orígenes del socialismo:
El socialismo se originó en
el contexto social expuesto en los párrafos precedentes. En un primer momento,
las ideas socialistas coexistieron con los movimientos republicanos y
democráticos que sostenían que la liberación de los seres humanos de las
cadenas de la opresión pasaba por las reformas políticas (sobre todo, en el
reemplazo de la monarquía por la república). Posteriormente, en un período
comprendido entre la Revolución Francesa de 1789 y las Revoluciones de 1848, el
socialismo se fue separando paulatinamente de quienes defendían el camino de la
reforma política como la vía regia para lograr la emancipación humana.
En la conformación de la
identidad específica del socialismo jugó un papel fundamental la figura de Karl
Marx (1818-1883). G. H. D. Cole, un autor no marxista, describe del siguiente
modo el impacto de la obra de Marx sobre el socialismo: “Marx creó el socialismo
característicamente alemán, que pronto habría de dominar la ideología de la
mayor parte del continente, apartando de sí las formas anteriores de socialismo
como el viento aparta la paja. No es que el marxismo llegase nunca a desterrar
las doctrinas más antiguas: lo que hizo fue lanzar la mayor parte fuera del
movimiento socialista, lo cual obligó a que éstas buscaran lugar en otra parte:
en el cooperativismo, en las varias formas del anarquismo, incluso en el
llamado «socialismo radical» (que sería mejor llamarlo «radicalismo social») y en el llamado «socialismo
cristiano» en el seno de la Iglesia católica. Los socialismos antiguos
siguieron viviendo, incluso después que Marx había tomado prestada la
designación de «utopismo» para aplicársela. Pero el marxismo los lanzó fuera
del centro, tanto de la discusión, como de la organización.”[1]
Es claro que la elección del
marxismo como eje exclusivo de esta descripción del pensamiento socialista es
arbitraria. Hecha esta aclaración, en el resto del texto se dará cuenta de los
motivos de dicha elección y se argumentará a favor de la pertinencia de la
misma.
IV. Centralidad del marxismo
en la conformación del pensamiento socialista:
Destacar el papel de Marx en
la constitución del pensamiento socialista no significa afirmar que el marxismo
deba ser considerado como la versión canónica del socialismo. El pensamiento
socialista de los siglos XIX y XX excede largamente el ámbito del socialismo
marxista. El mismo Marx confrontó a lo largo de su vida con numerosos
intelectuales y dirigentes obreros y políticos que postulaban variantes de
socialismo opuestas al marxismo. No obstante, y aun reconociendo la importancia
de las distintas corrientes socialistas, existen dos buenas razones para
concentrar la atención en el marxismo al momento de referirse al socialismo:
a) Marx dedicó su obra
fundamental, El capital (cuyo Libro I
se publicó en 1867) a estudiar el proceso de producción capitalista y a
discutir la ideología que legitimaba a éste, esto es, la economía política. Su
crítica al capitalismo no tiene un carácter moral, no hace foco en una doctrina
de la justicia social. La explotación, definida en términos marxistas, no
responde a causas morales (por ejemplo, al egoísmo de los empresarios). La
explotación que padecen los trabajadores en el capitalismo obedece a la propia
lógica del capital, que condiciona el comportamiento tanto de los empresarios
como de los trabajadores. La explotación es, por lo tanto, un fenómeno
objetivo, cuyo contenido es la apropiación por la burguesía del valor generado
por la clase obrera en el proceso de trabajo. Lejos de tratarse de un fenómeno
secundario, la explotación del trabajo por el capital es considerada como el
núcleo en torno al cual se constituye la sociedad capitalista. De ese modo, el
socialismo marxista se articula sobre una teoría social que destaca la
centralidad del proceso de producción en la conformación de los rasgos
característicos de la sociedad.
b) Marx desarrolló una
acción política cuyo punto de partida fue el reconocimiento de la necesidad de
lograr la organización autónoma de la clase trabajadora. Esto marcó una
divisoria de aguas con los distintos grupos republicanos y demócratas de
izquierda, quienes postulaban que la clase obrera tenía que subordinarse a la
dirección política de la pequeña burguesía republicana. Pero Marx también
sostuvo que la lucha política de los trabajadores tenía por objetivo el control
del Estado, y que éste debía ser transformado para poder servir a la liberación
de los trabajadores de la opresión capitalista. En este punto, el marxismo se
diferenció de los anarquistas, quienes afirmaban que la Revolución Socialista
consistía, ante todo, en la abolición del Estado (según ellos, la fuente de
toda opresión). Pero esto también lo distinguió de los grupos socialistas (como
los blanquistas) que sostenían que bastaba un golpe de mano exitoso para
hacerse con el control del Estado y ponerlo al servicio de la transformación
social. El socialismo marxista representó la formulación de un proyecto
político propio de la clase trabajadora, y en este sentido constituyó la
variante socialista más exitosa en la segunda mitad del siglo XIX.
En síntesis, el énfasis
puesto en el análisis del socialismo marxista es una consecuencia de la
peculiar unión de teoría y práctica realizada por Marx. Esta unión se verifica
alrededor de dos cuestiones primordiales: a) la formulación de una teoría del
capitalismo centrada en la relevancia del proceso de producción en la
constitución de la estructura de la sociedad; b) el reconocimiento de que la
clase obrera es el sujeto revolucionario en la sociedad capitalista y de que la
lucha de clases es el motor del desarrollo histórico. Puede decirse, sin temor
a equivocarse, que el marxismo representa el desafío más formidable que ha
experimentado el capitalismo a lo largo de su historia.
V. La teoría socialista:
Establecida la pertinencia
de un enfoque del socialismo centrado en el marxismo, corresponde indicar
cuáles son los aportes centrales del pensamiento socialista, para de ese poder caracterizar adecuadamente a esa corriente política e intelectual. Conviene repetir que se trata de una
exposición que de ningún modo pretender abarcar toda la gran complejidad del
marxismo.
1 El papel del Estado en la
dominación capitalista:
Ante todo, el socialismo
tiene por objetivo fundamental la impugnación del capitalismo, tanto en el
plano de la teoría como en el de la práctica. La clave para aprehender la
naturaleza de esta impugnación pasa por comprender la importancia asignada al
proceso de trabajo en la conformación de los rasgos definitorios de la
sociedad. El proceso de producción es la llave maestra que emplea el marxismo
para iniciar el estudio de la organización social. La producción es pensada no
como una determinada combinación de elementos técnicos, sino como un proceso
social y político, en el que, a partir de la conformación de alguna forma de
propiedad, se construyen las bases para la distribución del poder en la
sociedad.
La concepción marxista de la
producción permite explicar los mecanismos de la dominación capitalista. Como
ya ha sido señalado, la emergencia del capitalismo conlleva la liberación de
los trabajadores de cualquier forma de dependencia personal. En las sociedades
anteriores al capitalismo, la violencia (la coerción extraeconómica) era el
principal instrumento utilizado por las clases dominantes para explotar a las
clases subordinadas. Esto era una consecuencia del hecho de que, en dichas
sociedades, las clases dominantes se encontraban por fuera del proceso productivo
(por ejemplo, la nobleza tenía prohibido el ejercicio de la industria y el
comercio en la Francia anterior a la Revolución de 1789). En el capitalismo, la
burguesía está involucrada directamente en la producción a través de la
propiedad de los medios con que esta se realiza. Como sus trabajadores son
libres (en el capitalismo impera la igualdad jurídica entre empresarios y
trabajadores), el capital no puede recurrir a la violencia directa para obligar
a los obreros a trabajar, salvo en casos excepcionales, como cuando los
trabajadores se niegan a seguir siendo asalariados y discuten políticamente la
propiedad de los medios de producción. Sin embargo, la propiedad privada de
estos medios coloca a los empresarios en una situación de neta superioridad
sobre los trabajadores. Dado que los instrumentos de producción son
indispensables para fabricar los bienes necesarios para garantizar la
continuidad de la propia existencia, la desposesión de los mismos supone la
impotencia radical de los individuos desposeídos. Es precisamente esta
impotencia la que fuerza a los trabajadores a vender su fuerza de trabajo en el
mercado a cambio de un salario. A esta forma de dominación, propia del
capitalismo, puede designársela como coerción
económica. Tiene la particularidad de presentarse como una dominación
impersonal, en la que la suerte del trabajador parece obedecer a la naturaleza
misma de las cosas y no a la organización social.
La dominación capitalista
tiene su origen en la fábrica, y se basa en los efectos de la propiedad
privada. Mientras que en el mercado los individuos son iguales en términos
jurídicos, en el lugar de trabajo impera la dictadura del empresario, quien
tiene la potestad de decidir, a partir de su propiedad privada de los medios
para producir, qué, cómo y cuánto producir, sin consultar para nada a los
trabajadores. Como la relación de dominación en la fábrica es el resultado de
la “libre elección” del trabajador, no es percibida como dominación de clase,
sino como el producto de decisiones individuales.
La separación entre el
ámbito de la producción, en el que el capitalista y trabajador son
esencialmente desiguales, y el ámbito de la circulación de mercancías (el
mercado), donde las personas gozan de la igualdad entre sí desde el punto de
vista del derecho, se expresa también a través de la escisión entre el ámbito
de lo público y el de lo privado (entre el Estado y la sociedad burguesa).
Mientras que, en tanto ciudadanos (esfera del Estado), las personas son libres
e iguales y eligen a quiénes las van a representar en el ejercicio del
gobierno, se ven privados, en tanto trabajadores, de toda posibilidad de tomar
decisiones en el lugar en que pasan buena parte de su existencia (el trabajo).
Esta asimetría entre ciudadano y trabajador cobra una importancia fundamental
al momento de examinar el rol que juega el Estado en el capitalismo.
El Estado cumple dos
funciones básicas:
a)
Por un lado, se presenta a sí mismo como el
representante del interés general, en tanto es la expresión de la voluntad de
los ciudadanos libres e iguales. Al hacer esto, oculta la dominación
capitalista, pues la política aparece como el ámbito de la igualdad, en el
sentido de que es el fruto de la libre decisión de los ciudadanos. Esto es
posible porque el control de los medios de producción garantiza la dominación
social de la burguesía sobre los trabajadores. Además, la presencia del Estado
como la instancia en que se desarrolla la política tiene su contracara en la
percepción del proceso de trabajo como un ámbito apolítico, como una instancia
privada librada a las decisiones individuales. Al transformar al trabajo en una
instancia libre de política, “desaparece” la explotación, pues las relaciones
entre el capital y el trabajo se derivan del libre consentimiento de las partes
que acuerdan el contrato laboral. El Estado cumple así la función ideológica de
transformar el conflicto entre la burguesía y los trabajadores en una
multiplicidad de disputas entre individuos particulares. Las clases sociales se
“esfuman”, sólo quedan los individuos. De este modo, el Estado divide y
fragmenta a la clase trabajadora y a los demás sectores populares,
fortaleciendo la dominación de la clase capitalista.
b) Por
otro lado, el Estado está encargado de moderar los efectos de la competencia
entre los capitalistas, asegurando así la reproducción del sistema en su
conjunto. En una economía de mercado, no existe ningún mecanismo capaz de
regular la competencia, pues no hay ningún mecanismo que establezca de antemano
la magnitud de la oferta y de la demanda. Debido a esto, cada capitalista queda
librado a sus propias fuerzas y se ve obligado a luchar contra los demás
capitalistas (además de, por supuesto, enfrentar a la clase trabajadora), con
el objetivo de mantenerse en el mercado maximizando sus ganancias. Esta situación
genera un enorme riesgo para el sistema capitalista y puede llevar al colapso,
por ejemplo, por la sobreexplotación a que son sometidos los trabajadores. De
manera que el Estado tiene que pasar a comportarse como si se tratara de un
capitalista colectivo, cuyo objetico primordial es la salvaguarda de los
intereses generales de la clase capitalista. Es por esto que el Estado, aún
aquél que sigue las pautas más neoliberales, se ve obligado a hacer frente a
las obras de infraestructura, a mantener un sistema de salud y de educación, a
ofrecer servicios de seguridad social, etc. Si el Estado no cumpliera estas
funciones, correría riesgo la reproducción misma del capital.
En
síntesis, el Estado lleva adelante dos tareas centrales para la conservación de
la dominación del capital: dividir a los trabajadores, en tanto adversarios
potenciales de dicha dominación, y unificar a la clase capitalista, asegurando
que las luchas entre capitalistas no pongan en riesgo la estabilidad del
sistema.
2 La
teoría de la transformación social:
El socialismo
sostiene que la superación de la organización capitalista de la sociedad sólo
es posible si se elimina la propiedad privada de los medios de producción. Ya
se han señalado las razones por las que los marxistas consideran que el proceso
de producción es fundamental a la hora de establecer los rasgos característicos
de toda sociedad. También se ha indicado que en la definición de la naturaleza
de un modo específico de producción (por ejemplo, el feudalismo, el
capitalismo, etc.) juega un papel central el tipo de propiedad de los medios de
producción. De ahí que la puesta en marcha de un proceso de liberación de la
clase trabajadora de la explotación capitalista requiere, ante todo, la
eliminación de la propiedad privada de los instrumentos de trabajo. En rigor,
esta es una divisoria de aguas entre el socialismo revolucionario y las
corrientes socialistas que apuestan a la transformación de la sociedad mediante
la concreción de reformas graduales.
Dado
lo expuesto anteriormente, no es preciso dedicar mucho espacio a explicar la
relevancia de la abolición de la propiedad privada. Basta decir que esta medida
es imprescindible para erosionar la coerción económica a la que se encuentran
sometidos los trabajadores. En el capitalismo, los trabajadores, despojados de
los medios de producción, viven el trabajo como una enajenación de su actividad
vital. El tiempo de trabajo es visto por el trabajador como un período en el
que no se pertenece a sí mismo, como una actividad que, en la inmensa mayoría
de los casos, genera fastidio y repulsión. Marx denominó alienación a este fenómeno, que es una consecuencia directa de la
propiedad privada de los medios de producción. Asimismo, la extensión de la división del trabajo en el capitalismo
(el hecho de que la actividad realizada por cada individuo sea cada vez más
unilateral, en el sentido estar limitada a la realización de alguna de las
tantas tareas que son precisas para producir un bien o servicio), refuerza la
imposibilidad que posee el individuo para decidir sobre su propio destino. A
contramano de la exaltación del individuo en los medios de comunicación, la
existencia de las personas se halla vacía de sentido, al mismo tiempo que la
posición que ocupan en el proceso laboral los reduce a una impotencia radical
para decidir sobre su propio destino. La abolición de la propiedad privada
opera, entonces, como una especie de llave maestra para permitir el desarrollo
de la autonomía de los individuos.
La
supresión de la propiedad privada es concebida como el paso inicial hacia la
eliminación de las distintas formas de explotación del hombre por el hombre. Es
por ello que se trata de un punto de partida y no de la solución definitiva de
todos los problemas de la humanidad. A diferencia de los pensadores conocidos
genéricamente como socialistas utópicos
(Saint-Simon, Fourier, Owen, etc.), Marx dejó muy pocas indicaciones acerca de
los rasgos concretos de la sociedad que reemplazaría al capitalismo. En vez de
proyectar la futura sociedad, la preocupación del socialismo marxista fue
construir organizaciones políticas de los trabajadores que pudieran disputarle
el poder político a la clase capitalista. En este sentido, y a pesar de la
importancia concedida a la abolición de la propiedad privada, el primer paso
concreto hacia la emancipación de los trabajadores es la organización
independiente de éstos (independiente respecto a la política promovida por la
burguesía). La frase “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos” sintetiza la concepción marxista de la organización
política de los trabajadores.
El
énfasis puesto en la conformación de organizaciones políticas de los
trabajadores (plasmado en la aparición de los partidos socialistas en los
países de complementado con un aporte sustancial de Marx a la teoría del
Estado.
3.
La Revolución Socialista y la transformación del Estado:
La
experiencia de la Comuna de Paris (1871) mostró que los trabajadores no podían
limitarse a conquistar el Estado y utilizarlo para sus propios fines. En tanto
expresión concentrada de los intereses generales de la clase dominante, el
Estado está formateado a imagen y semejanza del capital. Todo su funcionamiento
responde a una lógica que tiende a disolver a la lucha de clases en conflictos
individuales entre el empresario a y
el trabajador b. Empresarios y
trabajadores son igualados en tanto ciudadanos. “Desaparecidas” las clases, el
Estado se encarga de mediar entre los intereses “individuales” en conflicto.
Dado
lo anterior, la clase obrera, al conquistar el poder, se ve obligada a
modificar drásticamente la mencionada lógica de funcionamiento del aparato
estatal. El interés de Marx por la Comuna proviene del hecho de que los
revolucionarios franceses tomaron una serie de medidas dirigidas a conseguir
que suprimir la división entre las instituciones del Estado y los sectores
populares. Dicho de otro modo, concentraron su acción en la eliminación de la
burocracia, estableciendo el carácter electivo, con mandato y revocable, de
todos los cargos; además, igualaron el salario de los funcionarios elegidos por
este procedimiento con el de los trabajadores. La Revolución Socialista,
implica no solamente la abolición de la propiedad privada de los medios de
producción, sino también la puesta en práctica de una transformación radical de
la lógica y de la estructura del Estado.
El
socialismo marxista coincide con el anarquismo en la caracterización del Estado
como una herramienta al servicio de la clase dominante. Pero, a diferencia de
los anarquistas, plantea que el Estado no puede ser abolido de inmediato por la
Revolución triunfante. Existen al menos dos razones primordiales esgrimidas por
los marxistas para justificar su posición en la cuestión del Estado
posrevolucionario. La primera de ellas consiste en que el nuevo Estado tiene
que enfrentar la oposición de las ex clases dominantes, que se resisten por
todos los medios a su alcance a ceder su posición privilegiada en la sociedad.
Este punto es importante, pues permite comprender a que se refiere Marx cuando
habla de dictadura de proletariado.
El Estado revolucionario tiene que ser un Estado plenamente democrático en lo
que hace a los trabajadores y demás
sectores populares. Pero, a la vez, dicho Estado debe ejercer la dictadura
sobre la burguesía que, si bien ha perdido la hegemonía en la sociedad, aún
conserva una enorme influencia social, suficiente para poner en aprietos al
nuevo Estado.
La
segunda razón a favor del mantenimiento de un Estado luego de la Revolución es
la siguiente. La transformación social exige la transformación de los
individuos mismos y no sólo la modificación de las condiciones materiales. Es
por eso que el Estado revolucionario, debe encargarse de planificar la
modificación de las condiciones materiales, pero también debe hacer frente a la
tarea de modificar los hábitos culturales heredados del capitalismo. En este
sentido, resulta primordial avanzar en la eliminación de la distinción entre
trabajo manual y trabajo intelectual, pues esta diferenciación sirvió en todas
las épocas para justificar la explotación de las clases subordinadas,
amparándose en la supuesta inferioridad intelectual de éstas. En la superación
de la mencionada distinción cumple un papel central la cuestión de la
profundización de la democracia.
4
Socialismo y democracia:
Respecto
a la cuestión de la democracia, hay que señalar que el marxismo considera que
la profundización de la misma resulta imprescindible para la construcción de
las relaciones sociales que reemplazarán al capitalismo. La argumentación se
articula con la concepción marxista del papel del individuo en la
transformación social. Como ya se ha indicado, Marx pensaba que era necesario suprimir
la escisión entre trabajo manual y trabajo intelectual, debido a que establecía
una relación de subordinación del primero frente al segundo. El socialismo
requiere, para su plena concreción, que todas las personas puedan decidir sobre
su propio destino. En un sentido fuerte, cabe afirmar que el socialismo en
general, y el socialismo marxista en particular, tiene como rasgo distintivo la
defensa de la tesis de que la efectiva liberación de los individuos, la
realización de su plena autonomía, es inseparable de la puesta en práctica de
todas una serie de condiciones materiales (entre ellas, la principal es la abolición
de la propiedad privada). A diferencia de quienes sostenían que bastaba la
transformación política para lograr la liberación, Marx defendió toda su vida
la necesidad de combinar las modificaciones en el núcleo de la dominación
capitalista (las relaciones al interior del lugar de trabajo), mediante la
supresión de la propiedad privada, con la implementación de una transformación
radical de la estructura estatal. En el límite, el proyecto del socialismo
marxista se propone la eliminación del Estado en tanto instrumento de
dominación. Para lograr esto es central la profundización de la democracia.
Ahora
bien, la persistencia de la división trabajo manual-trabajo intelectual
conspira contra el logro de la autonomía de las personas, pues promueve la
instauración de una jerarquía basada en la desigualdad de poder. La democracia,
al garantizar la participación activa de las personas en el gobierno de la
comunidad, tiende a disolver dicha división. En este punto se comprende que la
abolición de la propiedad privada y el desarrollo de una democracia plena son
cuestiones inseparables. La supresión de la propiedad privada de los medios de
producción (y la instauración de nuevas relaciones de producción) genera las
condiciones para liberar a los individuos de la subordinación a que están
condenados en el capitalismo. Pero sólo la profundización de la democracia
(entendida, por cierto, como una democracia que no está combinada al ámbito de
la ciudadanía sino como una democracia que se extiende al conjunto de la vida social)
permite avanzar en el logro de la efectiva autonomía de las personas.
5. Propiedad
colectiva de los medios de producción:
El
socialismo marxista sostiene que sólo mediante la abolición de la propiedad
privada se dará un paso decisivo hacia la eliminación de la explotación del
hombre por el hombre. Esto no debe llevar a pensar, como suele ocurrir, que el
marxismo propone reemplazar la propiedad privada por la propiedad estatal. Hay
que insistir, una vez más en que, más allá de que Marx criticó la tesis anarquista
de que el Estado podía ser abolido inmediatamente por la Revolución, compartía
con el anarquismo la convicción de que el Estado era un instrumento de
dominación. De modo que propone la propiedad estatal como forma de superación
de la propiedad privada no se condice con el contenido emancipatorio del
socialismo. Es por ello que Marx sostiene que la propiedad privada debe ser
reemplazada por la propiedad colectiva o comunitaria. Dejar la cuestión en
manos del Estado supondría renunciar al desarrollo de la autonomía de los
trabajadores.
La
propiedad colectiva de los medios de producción expresa, según Marx, la
autoorganización de los trabajadores y constituye la respuesta concreta al
problema de cómo construir las condiciones para la realización efectiva de la
emancipación de los seres humanos de las relaciones sociales basadas en la
explotación. Marx concibe a esta forma de organización como “una asociación de
hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos [empleando],
conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo social.” (Marx, El capital)[2].
VI.
Bibliografía:
La
bibliografía sobre el socialismo, aún la limitada al marxismo, es prácticamente
inabarcable debido a su extensión. Así que se ha optado por indicar algunos
títulos fundamentales en función de los temas tratados en este texto.
Para
la cuestión del capitalismo, El capital de
Karl Marx sigue siendo, y no hace falta decirlo, una obra insustituible. Es
conveniente animarse a leer directamente el texto, sin recurrir a resúmenes o
exposiciones de segunda mano. El Libro Primero es el único de los Libros de El capital que fue preparado por Marx
para la publicación. Es por ello que su lectura resulta ineludible para todo
aquél que quiera conocer en profundidad el pensamiento de Marx. Existe una
buena traducción española, editada por Siglo XXI.
Una
exposición sucinta de los lineamientos principales del marxismo se encuentra en
El manifiesto comunista (1848),
redactado por Marx y Friedrich Engels. Para una profundización de esta temático
conviene consultar, además de El capital,
la obra La ideología alemana, escrita
por Marx en colaboración con Engels y publicada por primera vez en 1932.
La
relación entre el marxismo y las corrientes anteriores del pensamiento
socialista es tratada por Engels en su escrito Del socialismo utópico al socialismo científico (1880). Para quien
desee profundizar en las distintas corrientes del pensamiento socialista,
resulta imprescindible la lectura de la obra de Cole, Historia del pensamiento socialista (México D. F.: Fondo de Cultura
Económica), haciendo la salvedad de que se trata de un trabajo extenso, que
abarca varios volúmenes. Finalmente, un panorama general del contexto histórico
en que surgió el socialismo se encuentra en la obra de Eric Hobsbawm, La era de la revolución (Barcelona:
Crítica).
La
teoría marxista del Estado se encuentra presente en gran número de escritos de
Marx. Sin embargo, quien esté interesado en profundizar en la misma no puede
dejar de leer el artículo “Sobre la cuestión judía” (1844) y La guerra civil en Francia (1871). En
este último texto, Marx desarrolla, a partir de la experiencia de la Comuna de
Paris, su teoría del Estado revolucionario. Además, para tener una idea precisa
de la forma en que Marx trabaja la relación entre las clases sociales, el
Estado y la política, no hay nada mejor que leer El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852), obra clásica que permite
comprender cuán lejos se encuentra Marx del reduccionismo económico.
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